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Suelos sanos y salvos
La salud del suelo es un concepto que tiene múltiples dimensiones. Un recorrido por los autores e investigaciones que abordan este tema que nos afecta a todos.
Los suelos siempre fueron una parte fundamental de los ecosistemas terrestres, sustentan las funciones y la biodiversidad. Además, son claves en la producción de alimentos, el almacenamiento y la limpieza del agua, la acumulación de carbono, la regulación del clima, la protección de la energía, el suministro de materias primas y el apoyo a infraestructuras críticas (Harris y col., 2022).
La salud del suelo a menudo se usa como sinónimo de términos como "calidad del suelo" y "fertilidad del suelo", aunque algunos demostraron una preferencia por la salud ya que el suelo se percibe como un sistema vivo. Se trata de un concepto multidimensional que se refiere a la capacidad del suelo para servir como un ecosistema que sostiene a las plantas y los animales mientras apoya los usos humanos, como la agricultura. Décadas de evidencia ilustraron los beneficios agronómicos y ambientales de prácticas agrícolas como los cultivos de servicio, la labranza reducida o nula y las rotaciones de cultivos diversificadas. Estas prácticas de salud del suelo se alinean con los principios de la agricultura de conservación: mantener la cubierta vegetal viva, reducir las perturbaciones y diversificar la rotación de cultivos (Atwood y col., 2022).
Uno de los desafíos es concebir formas más efectivas de implementar una metáfora como "salud del suelo" con fines de monitoreo y manejo para que todas las partes interesadas (agricultores, técnicos, decisores políticos, etc.) la entiendan y adopten fácilmente, contemplando las verdades científicas subyacentes.
Harris y col. (2022) analizan que el enfoque convencional para describir la "salud del suelo" se centró en mediciones simples, in situ, basadas en puntos de variables clave (p. mineral, interacción microorganismos-nutrientes). En las últimas décadas, estas técnicas evolucionaron con diferentes niveles de sofisticación y complejidad, impulsadas, en parte, por una ola de innovaciones en metagenómica, secuenciación e informática. Las innovaciones tecnológicas recientes mejoraron las capacidades para realizar no sólo mediciones de las propiedades del suelo, sino también un monitoreo continuo o de rutina que puede ayudar a los agricultores a tomar decisiones durante la temporada y a mayor escala. Sin embargo, estas medidas per se o combinadas no permiten evaluar de manera integral la salud de todo el sistema del suelo. Estos autores postulan un cambio paradigmático de este enfoque atomizado en variables de estado. El cambio se direcciona por un estudio de todo el sistema, que explora críticamente las relaciones entre los componentes, la complejidad y la función, entendiendo que solo así se pueden detectar señales de propiedades emergentes.
En el análisis, Harris y col. (2022) proponen un enfoque de sistema completo para evaluar la salud del suelo, basado en un nuevo marco jerárquico de organización del sistema suelo. Este marco, que abarca signos interrelacionados de vida (comunidades, ADN, metagenó- mica), función (transformaciones que ocurren, eficacia termodinámica), complejidad (interrelaciones de las comunidades, estructuras tróficas comunitarias) y emergencia (respuesta de recuperación frente perturbaciones repetidas), refleja una jerarquía de organización creciente y desarrollo de ecosistemas, que posiblemente son características reconocibles en la sucesión ecológica. Sugieren que estos parámetros aporten información para identificar el suelo como un sistema, y cómo la integración de las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo se combinan en una forma compleja y conectada de la que surgen las propiedades emergentes y la función.
El cambio se direcciona por un estudio de todo el sistema, que explora críticamente las relaciones entre los componentes, la complejidad y la función, entendiendo que solo así se pueden detectar señales de propiedades emergentes.
En un sentido similar, Wood and Blankinship (2022) describen la importancia de proporcionar un marco práctico para hacer de la salud del suelo un objeto de delimitación más efectivo. Argumentan que todas las medidas de la salud del suelo deben ser direccionalmente precisas, vincularse cuantitativamente con los resultados, tener una forma funcional bien resuelta de la relación con esos resultados y demostrar si los cambios potenciales por el manejo son lo suficientemente grandes como para conducir a los resultados buscados.
La mayor parte de la investigación sobre la salud del suelo se centró en la escala de campo, aunque muchos de los beneficios de la salud del suelo se acumulan a otras escalas. Por este motivo, existe la necesidad de innovar con nuevas medidas. Actualmente hay una investigación en curso sobre los métodos del suelo que podrían aportar conocimientos únicos sobre la salud del suelo en el futuro. Se necesitan contribuciones de otras disciplinas fuera de la ciencia del suelo para mejorar los conocimientos sobre la salud del suelo (como las matemáticas, estadísticas y económicas), que pueden ayudar a desarrollar nuevos métodos de análisis y agregación de datos para desentrañar el impacto de los cambios en las propiedades del suelo en resultados ambientales y agronómicos.
Atwood y col. (2022) presentan un marco de cómo la industria de protección de cultivos puede promover la salud del suelo mediante el desarrollo de sistemas de innovación que, simultáneamente, se enfocan en los resultados de salud del suelo, ya sea a través del impacto directo en el suelo o al permitir prácticas que promuevan resultados de salud del suelo. Tal enfoque podría conducir a soluciones agrícolas integradas e intersectoriales que logren objetivos agronómicos, ambientales y económicos.
Muchas de las soluciones químicas, biológicas y genéticas de protección de cultivos disponibles maximizan los beneficios a corto plazo al evitar el daño de plagas dentro de una temporada, pero no apuntan a los resultados de salud del suelo a largo plazo. Aún así, rara vez se discute la relación entre la innovación en protección de cultivos y la salud del suelo. Una excepción a esto es el manejo de malezas, por dos razones: volver a la labranza para manejar malezas resistentes a los herbicidas reduciría la salud del suelo y las prácticas que la promueven pueden contribuir positivamente al manejo de malezas, por ejemplo, los cultivos de servicio. Estos autores afirman que es concebible imaginar un futuro en el que las interacciones ecológicas en el suelo estén protegidas y fomentadas por las innovaciones de protección de cultivos, mejorando la salud del suelo y evitando que las plagas dañen económicamente los cultivos.
Esta evolución de la protección de cultivos también está respaldada por notables avances en disciplinas complementarias, como la tecnología digital. Las nuevas herramientas de diagnóstico por imágenes, los nuevos equipos de agricultura de precisión y los algoritmos predictivos mejorados para el estrés abiótico y biótico ofrecen programas de protección de cultivos específicos. La transición a este futuro también contribuiría a la visión más amplia de la sociedad para la sostenibilidad en todos los sectores, que se describe en políticas e iniciativas internacionales como el Pacto Verde Europeo y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. A través del establecimiento de la Coalición de Acción 4 de la Salud del Suelo (CA4SH), la industria de protección de cultivos y otras partes interesadas demostraron su intención de colaborar para eliminar las barreras a los sistemas agrícolas sostenibles que promueven la salud del suelo.
Pasar a un sistema de protección de cultivos que promueva la salud del suelo es un camino poco explorado. Esto requerirá de métodos de manejo de plagas que sean compatibles con prácticas específicas de la salud del suelo y que no degraden la capacidad funcional de las comunidades del suelo. Atwood y col. (2022) presentan tres prioridades claves de investigación y desarrollo que la comunidad de protección de cultivos debe perseguir: 1) productos innovadores y métodos de aplicación que eviten o reduzcan los impactos en la salud del suelo; 2) innovar en productos que, solos o en combinación con la genética vegetal, aprovechen las funciones del suelo y las comunidades para mejorar el manejo de plagas y enfermedades y/o el ci- clo biogeoquímico de nutrientes, y reduzcan el uso de insumos; y 3) innovar en productos que permitan prácticas de gestión que beneficien la salud del suelo y minimicen las compensaciones. Lograr estas tres oportunidades requiere de una cuarta innovación: 4) desarrollar nuevos procedimientos de evaluación de la salud del suelo y pruebas de campo a lo largo del proceso de puerta de etapa de investigación y desarrollo (I+D) de protección de cultivos.
La transición a este futuro también contribuiría a la visión más amplia de la sociedad para la sostenibilidad en todos los sectores, que se describe en políticas e iniciativas internacionales como el Pacto Verde Europeo y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Una revisión reciente de Dessureault-Rompre (2022) amplía el foco de la salud del suelo a través del uso de fitotecnologías que pueden restaurar, conservar y regenerar las múltiples funciones y los servicios ecosistémicos proporcionados por el suelo, particularmente en el contexto de los agroecosistemas. El autor demuestra la importancia de las características y funciones de las raíces para restaurar el suelo y enfatiza que la diversidad de plantas y raíces junto con la perennidad son componentes clave de un proceso eficiente de restauración del suelo. También presenta una caja de herramientas de fitotecnologías que incluye tres pilares para la restauración de agroecosistemas: las prácticas agrícolas y el manejo de la tierra, la ingeniería de la rizosfera y la intensificación ecológica. Este documento destaca la importancia de desarrollar estrategias de restauración específicas basadas en fitotecnologías desarrolladas a partir de las funciones de la raíz y el conocimiento de los procesos de la rizosfera.
En acciones prácticas, los cultivos de servicio, los cultivos intercalados y el mantillo vivo son prácticas agrícolas bien conocidas y estudiadas. A través de los mecanismos de las funciones de la raíz de la planta y la rizosfera, estas prácticas mejoran la estructura del suelo, la captura de carbono, la fertilidad del N y P y la biodiversidad del suelo, además de reducir la erosión. Los cultivos de servicio de especies múltiples se asocian con prácticas agrícolas sostenibles, porque proveen un aumento en la retención de N y la eliminación de malezas. La diversidad de cultivos de servicio también mejora los rasgos arquitectónicos de las raíces y la cobertura, además de las propiedades del suelo. La competencia entre las raíces de las plantas en comunidades ricas en especies puede mejorar el almacenamiento de carbono en el suelo de la rizosfera, la composición de las clases de tamaño de los agregados del suelo y los nutrientes.
Por su parte, la ingeniería de la rizosfera es la manipulación de uno o más de los tres ejes de la rizosfera -el suelo, la biota y las raíces de las plantas-, para emular las interacciones mutuamente beneficiosas que evolucionaron en la naturaleza entre los suelos, las plantas y los organismos del suelo. Muchos estudios se centraron en la modificación del suelo, la inoculación y la ingeniería metabólica de las plantas para mejorar la productividad de los cultivos y la resiliencia de los cultivos contra el estrés biótico y abiótico. Así, se demostró que el compost y el biocarbono mejoran las condiciones físicas, químicas y biológicas del suelo, lo que tiene un impacto positivo en la productividad de los cultivos. La inoculación con micorrizas y bacterias promotoras del crecimiento vegetal se relacionó con mejores propiedades biológicas de la rizósfera bajo estrés por sequía y también con mejores condiciones de crecimiento en tierras marginales.
Finalmente, la intensificación ecológica se propuso como un enfoque para integrar los procesos ecológicos en las estrategias de gestión de la tierra para mejorar la prestación de servicios ecosistémicos y reducir los aportes antropogénicos. La intensificación ecológica tiene como objetivo combinar la naturaleza y la agricultura para diseñar agroecosistemas multifuncionales que sean "sostenidos por la naturaleza y sostenibles en su naturaleza". Con el objetivo de la restauración de suelos, la integración de los principios de la intensificación ecológica permite multiplicar las oportunidades de incrementar la biodiversidad a escala de finca o de agroecosistema (Dessureault-Rompre, 2022).
A modo de cierre, se observa una investigación básica en curso sobre los métodos del suelo que pueden aportar conocimientos únicos sobre la salud del suelo en el futuro, y contribuir a esta investigación básica desde diferentes áreas disciplinares. Los conceptos de los autores que se mencionan invitan a integrar tecnologías en la búsqueda del objetivo común de la sustentabilidad agrícola y ambiental, a través del uso racional del suelo y generar conciencia acerca de la importancia de mantener su salud.
REFERENCIAS
Consulte las referencias ingresando a www.aapresid.org.ar/blog/revista-aapresid-n-215