3 minute read
Partenaire – Adriana Lozano
Imagen: Tom Chrostek | Unsplash
Partenaire
Advertisement
loysius no sabía que había salido mal la noche anterior. Siempre había sido bueno en A controlar sus impulsos, en escoger bien sus alimentos, en tomar solo lo que necesitaba y seguir con su camino. Pero anoche, anoche había sido diferente. La chica había dicho que sí de inmediato. No muchas personas se negaban, pero ella fue demasiado fácil. Solo necesitó utilizar esa sonrisa que Gus describía como ―espeluznantemente encantadora‖, pero funcionaba con todos y hablar unos minutos con esa voz aterciopelada que usaba solo para las noches de cacería. Ni siquiera tuvo oportunidad de quitarse la chaqueta cuando ya estaba saliendo con su acompañante a un callejón no muy lejos del bar. Eso debió darle una pista, pero el hambre era más fuerte. Aún podía sentir la dulce sangre de la chica entre sus dedos, su lengua, sus dientes. El primer sorbo había sido como beber directamente del sol. Calentando sus venas, su piel y cada fibra de su helado corazón. Sus manos, anteriormente frías y pálidas, tomaban un color casi rosado alrededor de la cintura de su víctima, manteniéndola cautiva e inmóvil contra él. No faltaba mucho para terminar. Solo unas gotas más y podría dejar a la chica de la misma forma en que la encontró: sana, solo un poco atontada, viva. —¿Te gusta mi sangre, Aloysius? —preguntó la chica en su oído. Aloysius la soltó desconcertado.
No había forma de que esta desconocida supiera su nombre. Nadie lo sabía, solo Gus y era imposible que él se lo dijera a alguien más. —¿Quién eres? —preguntó, sintiendo como su mente comenzaba a nublarse y cada parte de su cuerpo empezaba a sentirse pesado— ¿Qué fue lo que me hiciste? —No importa quién soy, Aloysius —contestó la chica con una sonrisa ladeada en sus labios carmesí—. Tampoco importa lo que hice. Importa lo que tú hiciste. Por un momento pensé que no te encontraría, que sería otra noche perdida. Pero al parecer estoy de suerte, ¿no lo crees? La chica se acercó al vampiro con parsimonia, sacando una reluciente daga de uno de sus bolsillos. Aloysius solo podía mirarla, inmóvil, paralizado. No podía creer que después de más de 500 años saliéndose con la suya fuera a morir en un repugnante callejón detrás de un bar con música country de fondo. Si Gus pudiera verlo probablemente se estaría riendo. Aunque probablemente también trataría de convencer a la chica de su inocencia y se sacrificaría a sí mismo cuando eso no funcionara para salvarle la vida. —Pero apareciste —continuó la chica—, justo como te describen los locales. Un tipo atractivo, no muy fornido, estatura promedio, callado y tranquilo. Siempre con una chaqueta vieja, lentes oscuros aún en las sombras y cabello largo. Crees que pasas desapercibido, Aloysius… ¿Cómo me dijiste que te llamabas? ¿Louie? ¿Lo mismo le dijiste a mi hermana cuando la mataste? —No sé quién es tu hermana, pero te aseguro que no la maté. —No con tus propias manos, no. Pero se obsesionó tanto con el vampiro que se la iba a llevar a un mundo mejor, lleno de amor y felicidad y toda la mierda barata que le prometiste, que cuando no llegaste se quitó la vida. ¿Ahora si la recuerdas? Aloysius sintió un peso oprimir su pecho. Sophia Farmiga había sido su primera opción. Era una chica valiente y capaz, con mucha vida por delante pero pocos recursos para vivirla. Estaba ilusionada con vivir eternamente con todo aquello que nunca pudo tener. La iba a convertir en su Partenaire 3, pero luego conoció a Gus Novikov y eso cambió todo. ―Lo siento‖, intentó decir, pero la chica ya había clavado la daga en su corazón.
—Tienes que tener más cuidado con lo que comes, Al. La verbena pudo matarte, si hubieras bebido un poco más... Y con toda la sangre que perdiste… —murmuraba Gus, curando la herida en
3 Persona que interviene como compañero o pareja de otra en una actividad, especialmente en un espectáculo. Francés
su pecho. No sabía cómo había llegado a casa, pero estaba feliz de haberlo logrado antes de la salida del sol y haber muerto calcinado— La próxima vez no estaré para salvarte. —Te di el día libre.
—Sí, pero… ¿Quién cuidaría tu pellejo si no estoy yo? Aloysius sonrió. Había encontrado la persona perfecta para ser su Partenaire, al menos por un tiempo. Tal vez para siempre.