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Las joyas de Zaratustra

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Postulados

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En el desierto blanco donde solo enebros maduran y tiñe la duna ignorancia oasis escasa esperanza Veo a lo lejos beduino y dos alhajas Rubí y Zafiro en brazos cogidas Pareciese Adapa que renuncia al vivir «¡Qué locura esta navegar sin ser sufí! ¡Venga rápido a Farafra que aposento y agua saciarán su demanda!» Ya en la tienda, Rubí velaba a Zafiro quien de sus plácidos suspiros hasta corderos dormía El aroma del tarro atrajo incautos de una orden se fueron, volvieron sus monturas «¿Por qué los espantas?» Preguntó cohibido tímida su mirada se posaba en olores «Allá donde mando, los camellos obedecen No hay terco que pose su mano en mi chilaba y si Alá quisiera haría de mí su espada más por humilde en jorobas solo mis palabras responden» Pero calle, se lo ruego dígame de donde es su venir si tal vez su caballo extravió Pues de su esbelto porte comprendo que no es usted sultán ni muladí pero bien habla árabe noble y porta dos joyas de Salomón El anciano veló el té Triste acontece su entone: «Antes fui Radhanita otrora hallaras Hasmi más un día un león trajo un extranjero Escapó de su jaula y ahora campa noche y día Los guardias en lanza y flechas incendiadas ahuyentan sin escarmiento a la bestia Nos gruñe y rompe los aljibes, devora camellos y asalta imanes Ni en fiesta alivia el pecar de los años Por eso yo y mis alhajas huimos, pues tenía ojo por metales pulidos» «Rubí y Zafiro sean una hermana de otra que si su sangre brota muere su brillo siendo niñas muyahidines predicadoras de un nuevo Mahoma Sacrílegas prófugas de incomprensiones de sus bocas nacen líneas de nuevo mandato Ni su Islam u otras fes avisan su venida con proclamas que matan clérigos infames» Reclamé: «¿Cómo osas mancillar este oasis? Reino de afligidos, pides heroicidades Di cobijo a tu peso, tus dos diamantes Traicionar será la sentencia de tu destierro» Respondió: «¡Calle su vacío, mosca de caballos! Oigo rugir los leones de injustos pareceres Sedientos de saber, ¡aquí no hallaréis más que muertos! Oscuro peso Rubí y Zafiro os aguarda peinarán vuestras crines hasta volveros corderos y de un tajo caerá la espada de Alá Que no es oasis donde bebo en este desierto, ni usted el clérigo que los camellos, quien los compadezca, lo hagan merecedor de este reino». Las joyas de Zaratustra

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