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Deconstruir la mediocridad

lado humano. DECONSTRUIR LA MEDIOCRIDAD

Lo mediocre es considerado una lacra, una característica vacía de inspiración hasta por aquel que la ostenta. Es matrona de los conformistas, pero ni siquiera los citados se atreven a definir su naturaleza a través de semejante vocablo. El mediocre ha adoptado en la sociedad del valor por lo labrado gracias al sudor de la frente una connotación derrotista, cuyo empleo únicamente recae en quienes denuncian la pérdida de la esencia del ser debido a esta causa. Yo pudiera encontrarme entre esos cínicos gurús al clasificar con esta premisa el proceso al que se ve abocado Occidente, mas esta acusación deberá perder fundamento una vez exponga las causas de mi oposición con respecto a lo que se entiende actualmente por «mediocre». Del latín mediocris, es tanto la composición de medius (medio o intermedio) y el supuesto arcaísmo ocris, que pudiera significar montaña. Por ende, en su literalidad lo mediocre refiere a todo aquel que se encontrase en el término medio de una ascensión escarpada. Hallarse en tal posición no comporta necesariamente pasividad o estática, pero tampoco movimiento. Tampoco es conflictivo, en todo caso disyuntivo. Es la posibilidad de ambos escenarios, una malograda paradoja schrödingerniana que difícilmente podrá determinarse hasta que intervengamos para conocer la respuesta. Es malograda dado que no responde a un porcentaje equitativo, oscilando las variables tanto por la circunstancia presente y acción final del mediocre como del escenario en el cual se ubica. Si la subida resultase extenuante y la bajada desahogada, pero el sujeto cuenta con el equipo adecuado para realizar la escalada, no necesariamente escogerá la opción «físicamente cómoda». De igual modo, las mismas circunstancias sin contemplar la última citada tampoco relevaría la posibilidad de que la persona finalmente se decidiera a conquistar la cima. Hasta donde sabemos, el mediocre puede ser al mismo tiempo tanto un experto escalador como un mero senderista. Todo ello implica una misiva: cuando se usa mediocre como una denominación de pobre u ordinario, solo está repre-

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sentando una de las perspectivas de su bidireccionalidad. La naturaleza del mediocre es tan compleja que incluso puede llevar a cabo el ascenso para que al cabo de un rato desista de su empeño, y viceversa. Así, ambas decisiones se retroalimentan tanto de los arrepentimientos como de otras decisiones. Es potencial de estática o de movimiento, y la situación que devendrá de su estado es circunstancial, no determinada. Por ende, al estar labrada en la elección, ser mediocre se vuelve una cualidad noble, propia de un humano. Por desgracia, demasiados han sido los que se esmeran en ocultar la maleabilidad de lo mediocre. Para las élites ancianas, este es incapaz de obtener progreso, siendo un pusilánime que tan solo ha de aspirar a la comodidad pues, ¿qué le queda sino remitirse al estado de las cosas que le han sido impuestas por el uso de un adjetivo? Sin embargo, culpar a una comunidad y a sus gobernantes de «mediocres» por guardar características propias de la mediocridad —que no del conformismo o del nihilismo, naturalezas que se confunden demasiadas veces con este estado— es pensar que detrás de su situación no hay nada más salvo una invariabilidad existencial. Así, a su juicio el mediocre sencillamente se estanca. No hay ladera, tan solo un esplendoroso valle, inmutable como un locus amoenus boccacciano.

Debemos matizar que no todo lo mediocre ha de trascender en lo humano. Es consabido que son muchos los que, inmersos en tal situación, deciden renunciar incluso de manera consciente a alcanzar la trascendencia de los valores. Y ello no siempre comporta a quien no escala la ladera. Ya determinábamos en La sublime y bella soledad cómo existen una serie de entes que abandonan el camino por ser a cambio de aspirar a una moral de «amo», lo que acaba transformando a la montaña del mediocre en una clasificación de forma piramidal, siendo el valle su fracaso o esclavitud y la cima su victoria. Por ende, ello presenta un poder de ambición, y es consabido que este no necesariamente limita al sujeto de escuchar a su fuero interno, no quedando a expensas del resto de valores absolutos que le han sido impuestos. Es decir, el mediocre puede elegir, dentro de su capacidad humana, renegar de su humanismo.

¿Es por ello una sociedad mediocre una lacra o una oportunidad? ¿Qué es preferible, lo definido e inmutable, comporte esto un lado más o menos humanístico, o aquello que aún está por determinarse, siendo esto último parte de la esencia humana? Yo os digo: el mediocre tiene la oportunidad para llevar a cabo una conversación interna, emprendiendo un solitario caminar antes de decidir si ser humano o renegar de dicho cometido. Se sitúa en la conflictiva elección. Es tal el poder que ostenta que muchos se han apresurado a encapsular sus latentes cualidades para sumirle en un estado inoperante, un eterno purgatorio sin cabida a la humana satisfacción o sufrimiento, sino a una adulterada sensibilidad. Aunque preferibles en este estado, ni siquiera las sociedades de valores absolutos que los albergan los desean, pues temen su dormida fiereza. Temen que lleguen a revelar su verdadera forma, liberándose de sus imposiciones y acompañando al resto de entes a emprender el camino de la elección. El mediocre no es quien ha logrado una vida a medias, sino aquel que se halla en el término medio antes de decidir sobre que devendrá con respecto a su vitalidad. Por esto, es la juventud quien suele experimentar sus primeros trazos de mediocridad en su existencia, lo que demuestra el valor que posee una guía previa antes de emprender su solitario encuentro. ¡Congratúlate, tú que ahora conoces la verdadera causa que hace al mediocre! Así, pregúntate si aquel que lo acusan de mediocridad se deba a una mala interpretación de su etimología o a que posee en su psique lo que realmente da forma a esta característica, pues así podrás deliberar sobre su naturaleza, liberado del filtro de los que imponen verdades incompletas. Por otro lado, cuestiónate por qué mediocre solo se emplea como despectivo, y por qué solo los que se consideran «fracasados» en el sistema pueden clasificarse en la mediocridad ¿No fue anteriormente el humano, aquel que decidió asumir la búsqueda de los valores elevados, un mediocre? «Mediocre es quien no labra suficiente con el sudor de su frente» se apresuran a señalar. Mas este no está en condiciones para hacerlo al encontrarse en un estado transitorio donde la multiplicidad de circunstancias pueden finalmente proceder a un desenlace. Es entonces cuando se puede juzgar en razón a las consecuencias si el ser que fue

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