«¡La iglesia se está hundiend
¿Puedo contarle una historia? DICK DUERKSEN
L
a iglesia era de un rosado brillante, plantada sobre el terreno siempre congelado, en una esquina de Utqiagvik, en Barrow (Alaska, EE. UU.). «En el extremo del mar congelado y tan cerca del Polo Norte que confundía a la brújula». Desafortunadamente, el permafrost debajo de la iglesia se estaba derritiendo más que nunca, y la iglesia adventista rosada se estaba hundiendo. ¡Alguien tenía que hacer algo! Jim John, pastor de la iglesia Northside de Anchorage, unos 1170 kilómetros al sudoeste, escuchó que Dios lo llamaba por nombre. «Tengo un gran mapa de Alaska en la pared de mi oficina, un mapa con unos pocos puntos desparramados que muestran nuestras iglesias y escuelas, y entonces este enorme espacio vacío. Hay más de doscientos pueblos en Alaska sin presencia 28
Marzo 2022 AdventistWorld.org
adventista. No hay caminos, de manera que la única forma de llegar a esos lugares es por aire, o enviando programas de radio». La radio es constante y está disponible para todos, por lo que la Asociación de Alaska ha escogido producir programas en idiomas locales. Conseguir que funcione una estación de bajo poder en cada aldea remota requiere de una torre de radio, equipos especializados y muchísimos permisos. Un desafío perfecto para los adventistas interesados en los ministerios. La iglesia Northside se sumó a la Asociación para levantar torres de radio en un par de pueblos remotos y entonces escogió concentrarse en Utqiagvik, donde se encuentra la iglesia más septentrional de Norteamérica (y quizá del mundo). *** En el año 2020, cuando el pastor Jim y un pequeño equipo llegaron a Utqiagvik, se encontraron con un desafío inesperado. La iglesia estaba inclinándose precariamente, y los cimientos se estaban hundiendo. «Eso cambió nuestra misión –dice el pastor Jim–. El edificio había sido construido sobre pilotes sobre el permafrost, pero esos pilotes se habían hundido, y la situación estaba empeorando año a año. La radio aún era importante, pero primero teníamos que transformar el edificio en un lugar de culto seguro». Los miembros estaban sumamente desanimados. «Es nuestra iglesia –dijeron–, pero es una gran iglesia rosada que está inclinándose y hundiéndose». Las reparaciones tendrían que ser llevadas a cabo en el breve tiempo en que Utqiagvik experimentaba la ruptura del hielo en primavera. Allí es cuando todo pasa a ser una pasta espesa. «Tomamos las medidas, hicimos los cálculos, e involucramos a todos –recuerda el pastor Jim–. Teníamos el mejor equipo posible de personas listas para hacer milagros más allá del Círculo Polar Ártico. Estas las personas correctas, que sabían apoyarse en Dios para hallar la solución correcta».
Diseñar esa solución requirió de un año completo de planificación, muchísima logística y una carga completa de milagros. Recuerden que no hay rutas en Utqiagvik. Cada pieza de madera, cada trozo de acero, y todo lo que se necesite para levantar una iglesia, tiene que ir a Utqiagvik por barco, en una embarcación que llega solo una vez al año. *** El equipo llegó a la conclusión que la mejor manera de nivelar la iglesia sería hacerle nuevos cimientos. Una telaraña gigante de doce vigas de flexión de acero que contara con un sistema completo de nivelación. Cada viga sería fabricada en el estado de Washington, entonces cortada para calzarla en un contenedor de siete metros, que sería enviado a Utqiagvik en el barco. Era un desafío costoso y abrumador. La Asociación no tenía dinero para el proyecto, pero el pastor Jim y otros realizaron llamadas telefónicas y enviaron cartas explicando la necesidad. Pronto, tres iglesias y un grupo de amigos de oración escogieron financiar el proyecto de nivelar la iglesia. Todos oraban constantemente. «La iglesia que se hundía pesaba 42 mil kilogramos. Las vigas de acero, hasta 544 kilogramos cada una. Y nadie había hecho algo así en un lugar como Utqiagvik, donde es frío y hay nieve, viento y fango, y donde cada palada pronto se llena de agua. ¡Señor, por favor, ayúdanos!» Siete voluntarios dedicados a la misión calcularon su viaje a Utqiagvik para que coincidiera con el viaje anual del barco, en el verano de 2021. Antes de que el acero pudiera ser colocado bajo el edificio, los voluntarios tuvieron que cavar trincheras profundas para colocar la red de vigas de flexión por debajo del edificio. Después de descargar las vigas del contenedor, tendrían que atornillar el acero para formar toda la red, un proceso que requería una precisión increíble. Fotografías: Yvonne Biswokarma (izq.) / Jim John (centro y der.)