Voces jóvenes
La paz que sobrepasa todo entendimiento
V
iajaba en un barco con mi familia desde Buenos Aires (Argentina) a Montevideo (Uruguay). Habré tenido unos siete años en ese entonces. La tormenta nos azotó repentinamente. Poco sabía que esa tormenta sería la primera de muchas. Las olas sacudían nuestro barco, que se movía de lado a lado como una mecedora. Me senté y cerré los ojos con fuerza. Procuré imaginar a los discípulos en la tormenta en el Mar de Galilea, y recuerdo que pensé: «Esto es lo que tienen que haber sentido». Oré para que Jesús también calmara esa tormenta. Conocía la historia, y Cuando le en el medio de la tormenta, eso me dio paz. Ha pasado más de un año desde que entregamos todos comenzamos a experimentar una nuestros temores tormenta, probablemente una de muchas y nuestro ser, él que tendremos que soportar. Puede que sentido la pérdida de control promete salvarnos hayamos sobre nuestra vida, lo que nos llenó de y darnos paz. un sentido de indefensión similar al que experimentaron los discípulos esa noche. Muchos de ellos eran expertos en el mar, que acaso era como su segundo hogar. ¿Podría ser que el lugar que creían que controlaban tan bien se hubiera transformado en su peor pesadilla? La tormenta no era tan solo un desafío físico. Sacudió sus fuerzas, su fe y su esperanza. No podían comprender cuando vieron que Jesús dormía tan tranquilo. Quedaron pensativos, en silencio. Y entonces clamaron con profundo temor. ¿No se interesaba él en ellos? Nosotros también estamos inmersos en una gran tormenta. Jesús está con nosotros, así como estuvo con los discípulos. Él nos muestra que carecemos de poder aun sobre las cosas que creímos que podíamos controlar. Nuestros esfuerzos son en vano si él no va con nosotros.
La oscuridad parecía ocultarlo de su vista, pero cuando él se levantó, observaron una imagen de lo que sucedería. El relámpago iluminó su rostro, y vieron la paz del cielo en sus facciones. Clamaron: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mat. 8:25). «Nunca dio un alma expresión a este clamor sin que fuese oído», escribe Elena White.* Nunca dio un alma expresión a este clamor sin que fuese oído. ¡Qué declaración poderosa! Cuando le entregamos nuestros temores y nuestro ser, él promete salvarnos y darnos paz. Nuestros corazones pueden descansar en él, sin importar las circunstancias. En Marcos 4:36 leemos que también había otros botes que seguían a Jesús. También sufrieron en la tormenta. También fueron bendecidos con su paz. La gente que nos rodea se verá bendecida por la paz que Cristo nos da cuando nosotros lo busquemos a él. ¿Dónde nos encontramos durante esta tormenta? ¿Podemos identificarnos con Jesús y su paz celestial? ¿Nos sentimos como uno de los discípulos que clamó a él? ¿O acaso nos sentimos como los que remaban con desesperación para llegar a la playa? ¿Somos como esos que tan solo querían un poco más de tiempo con Jesús y lo seguían a la distancia desde otro bote? Más allá de nuestra situación actual, Jesús promete su presencia y su paz. Él está listo para ingresar a nuestra tormenta y decir: «Haya paz». Eso es suficiente para mí. * Elena White, El Deseado de todas las gentes (Mountain View, Calif.: Pacific Press Pub. Assn., 1955), p. 302.
Carolina Ramos estudia traducción, enseñanza de inglés y educación musical en la Universidad Adventista del Plata en Argentina.
AdventistWorld.org Julio/Agosto 2021
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