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La ciudad también es mía
Un nuevo maestro llegó a la pequeña escuela de Cerro Alto, comunidad ubicada en plena sierra, al norte y en la parte alta del municipio de León, Gto. Su presencia rápidamente se notó entre la población, pues la ropa y la manera de hablar son muy diferentes a los lugareños. Las mujeres bajan a la ciudad para hacer las compras más necesarias, que les permiten sus escasos recursos; los hombres a trabajar en los talleres de calzado o en las construcciones, y los niños, sólo ven la ciudad de lejos, como si no les perteneciera. Los niños corrieron desde las casas dispersas, escondidas entre las cercas de rama o piedra, para llegar a la primera clase del nuevo ciclo escolar. Ya instalados en el salón: -¡Buenos días niños! Me llamo Juan Alonso Torres y soy el maestro que va a atender los grupos de quinto y sexto grado. Espero que todos aprendan y estudien lo que viene en sus libros de texto. -¡¡Buenos días maestro!! Bienvenido –contestó todo el grupo, de pie. -Para que haya más empeño de su parte, de aquí a diciembre, el niño que saque mejores calificaciones, lo voy a llevar un fin de semana a León para mostrarle la ciudad y que se divierta en la feria. Así que échenle ganas. ¡Abran su libro de matemáticas para empezar las clases de este primer día! De los 13 niños que integran los dos grados, hay uno que especialmente refleja la necesidad en que viven las personas de esta zona, Olegario de la Sierra, mejor conocido por sus amigos como Garito. Es un niño que quedó huérfano cuando sus padres decidieron ir en busca del sueño americano. Una fuerte venida del río Bravo les arrebató la vida y con su muerte
Cuentos de Navidad para León empeoró el bienestar de una nueva familia. Garito quedó solo a los pocos años de vida, al cuidado de su única abuela. Carente de muchas cosas, pero rebosante de cariño. Creció con lo mínimo necesario para comer; la ropa y el calzado los recibía de otros niños mayores a quienes ya no les quedaban, así que por más parches y remiendos la tela encogía ante su crecimiento, y los zapatos, que muchas veces tenía que ocultar tras la pantorrilla para que sus compañeros no se dieran cuenta de los dedos de fuera o los hoyos en la suela, no le aguantaban su pasión por correr por la calle pedregosa y polvorienta del pueblo chutando una vieja pelota.
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En la escuela aprendía muchas cosas nuevas en sus libros de texto, donde encontró lugares, personas y hechos que lo hacían soñar en conocerlos cuando creciera. A la hora del recreo, se escapaba unos minutos de los juegos con sus compañeros para que el maestro le platicará sobre lo que había en la ciudad. Por las tardes, llevaba al agostadero las dos vacas que tenía su abuela. Mientras las cuidaba, volvía a leer las páginas de sus libros de Español e Historia, soñando con acompañar a los personajes que en ellos se encontraban, hasta que una lagartija o pajarito lo distraía y se lanzaba a perseguirlo. Por la noche, mientras su abue preparaba la cena, él se ponía a hacer la tarea, y al compartir los pocos alimentos, le platicaba lo aprendido en clase. Antes de dormir, se asomaba por la ventana del cuarto donde vivían y veía sorprendido como se extendían las luces en el fondo del valle. Había fines de semana que en ciertos lugares salían unos chorros de luz que iluminaban el cielo, principalmente el 15 de septiembre, la noche de fin de año y por los primeros dos meses del año, pero había uno en especial, la noche del 20 de enero en que las luces iluminaban todo el cielo.
Cuentos de Navidad para León -¡Mira abuelita, que hermosa se ve la ciudad de noche, cuantas luces! Parece como si todos los días fueran Navidad y el valle estuviera adornado con miles de velitas encendidas. -¡Es la ciudad de León, Garito! Un día te voy a llevar a conocerla. Cuando tu padre era niño, íbamos todos los domingos al mercado para traer el mandado. Vieras como le gustaba ver los aparadores llenos de cosas, los edificios y las calles. ¡Algún día tú también irás, te lo prometo! -¡Sí abuelita, yo también quiero caminar por las calles de la ciudad y conocer la gente que vive en ella! ¡El maestro prometió llevar a quien tenga mejor calificación!
-¡Pues échale ganas mi niño! ¡Nunca hay que perder la esperanza de realizar nuestros sueños! Los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre pasaron rápido, llegaron las vacaciones de fin de año y Garito escribió en su carta a los Magos:
Queridos Reyes: Este año ya no quiero la resortera con horqueta roja, ni el trompo de luces, aquí me las arreglo para hacerlos de palo. Tampoco el balón de cuero, mientras mis amigos me inviten a jugar con ellos, no lo necesito. Este año quiero algo menos difícil, me esforcé lo más que pude para sacar puros dieses y quiero que en lugar de regalos, el maestro Juan me lleve a pasear por la ciudad de León.
También le traen un rebozo nuevo a mi abue, que aunque ya no es niña, se sigue portando muy bien y le hace mucha falta cuando lleva el nixtamal al molino. Garito.
Como es de suponerse, los Reyes Magos tampoco recibieron este año la carta, pues la necesidad borró el código postal de la dirección. Ni siquiera el Rey Güebón, que en su pesado elefante trae los regalos retrasados, recibió correspondencia de la casa más humilde de Cerro Alto.
Cuentos de Navidad para León A mediados de enero, reiniciaron las clases. El maestro abrió su lista de asistencia, se puso unos lentes, se acomodó el saco y le puso emoción al asunto. -Estas son las mejores calificaciones de los primeros meses, pero primero vamos revisar la lección 20 de mate. ¿Quién será el que va a ir a León? Dividan 485 entre 13, ¿quién descubrió América? Bueno, bueno, estos son los resultados: Carlos 7.5, Cirilo 8.3, Blanca 9 y Garito… mmm ¡10! -¡¿Diez profe?! ¡Qué emoción, no puedo creerlo, los Reyes Magos me hicieron caso, ese es el regalo que les pedí! -No fueron los Reyes, más bien es el resultado de tu esfuerzo. Los grandes hombres forjan su vida con entrega. Así que el siguiente fin de semana te llevaré a pasear por la ciudad. A la hora del recreo iré a hablar con tu abuelita. Para el siguiente viernes, Garito tenía el permiso y se presentó a clase muy bañadito y con su mejor ropa. Al final de la clase, el maestro Juan lo subió al coche y lo llevó a su casa. La emoción del niño se reflejaba en sus ojos, era la primera vez que bajaba de la sierra. Veía entusiasmado las casas, todas juntas y de muchas fachadas, los altos edificios, los centros comerciales, las calles llenas de autos de todas formas y colores, personas con ropas nuevas, yendo de un lado a otro, como apresurados en alcanzar algo. -¡Mire profe esa será mi casa y compraré un coche blanco como las nubes! ¡No mejor aquella, está más bonita! ¡Aquella es más grande, para traer a mi abue y a mis amigos! ¡Mejor la altota que llega hasta el cielo! -Ese es un edificio, Garito, y en él viven muchas familias. -¡Entonces lo compraré para traer a todas la familias de Cerro Alto y que no pasen frío en la sierra! ¡Y todos llenaremos una calle de carros y trabajaremos en ese mercado grandote que vende muchas cosas!
Cuentos de Navidad para León -Sí, Garito –con una leve carcajada-, todo lo que tu fantasía te permita soñar. Llegamos, esta es mi casa, no tan grande como la que tú quieres pero vivo muy a gusto. Guardo el carro y te llevo con mi esposa. Hace poco nos casamos y aún no tenemos hijos, así que eres el primer chico que nos visita. ¡Bienvenido! En el interior de la casa, el maestro le presentó a su esposa: una joven maestra que atendía niños en un colegio particular en la ciudad. -Catalina, éste es Garito. Es mi mejor alumno de Cerro Alto. Por favor, llévalo, como acordamos, para que le compres todo lo necesario. -Muy bien Juan, en un rato volvemos. ¿Me acompañas Garito? -¿A dónde me va a llevar? -No te asustes, iremos a unas tiendas que están aquí cerca. ¡Vamos! Catalina le compró a Garito ropa, zapatos, tenis, crema, shampo y todo lo necesario para hacer de su estancia una experiencia inolvidable. Cada que le medían algo sus ojos se llenaban de alegría, daba las gracias y abrazaba con emoción cada nuevo artículo. -¡Yo sólo pedí a los Reyes Magos venir a conocer la ciudad! -Pues ellos nos pidieron que te entregáramos todos estos regalos también, debes de haberte portado muy bien el año pasado. -¡La verdad no muy bien, pero me saqué puros dieses en la escuela! -Ves, los niños también deben ser buenos estudiantes. Mañana te vamos a llevar a pasear al centro y el domingo iremos a la feria. El sábado, el niño fue llevado a pasear por la Plaza Principal de la ciudad, conoció sus elegantes portales Aldama, Bravo y Guerrero, llenos de locales que ofrecen todo tipo de productos; entró al Palacio Municipal, donde un guía de turistas explicó la historia de León plasmada en los murales que están en las paredes
Cuentos de Navidad para León de la escalera principal; luego entró a la Parroquia, en cuyo interior escuchó atento la historia del centurión romano San Sebastián, a quien ejecutaron a flechazos por defender su religión, mientras veía las pinturas sobre su vida; se dio varias vueltas en el jardín, subió al kiosco, escucho el sonido del agua en la fuente de los niños aguadores. Su maestro le compró un globo metálico en forma de estrella, luego lo llevó a probar las cebadinas y le tomó fotos con cada estatua viviente que están en la plaza, sobre todo con un monje que levita sobre su alfombra. De ahí pasaron a la Plaza Fundadores, vio con admiración la imponente fuente Cuarto Centenario, con sus cuatro bravos leones que parece rugen en silencio; leyó el nombre de los fundadores de León en la placa conmemorativa y se impresiono cuando le explicaron que en la Casa de la Cultura había muchos niños preparándose para ser los artistas de la ciudad. Siguieron por la calle Hidalgo para llegar a la plazuela, que está frente a la Catedral, se impresionó con los murales donde las figuras platican la historia de los Mártires del 2 de Enero y como se curtía las pieles y se hacía el zapato en tiempos pasados. Preguntó si el ángel que había allí también era de la guarda. Las torres de la catedral le parecieron que llegaban hasta el cielo y que tenían movimiento cuando pasaban las nubes. En el atrio encontró la escultura del papa Juan Pablo II, que recibe sonriendo a los visitantes. En el interior, sus ojos no alcanzaban a ver tantas coloridas figuras con destellos dorados. En los altares encontró muchos Santos que no conocía y le parecieron muchachos que contenían la respiración, pero las que le impresionaron fueron las de mármol blanco. Le emocionó la historia de como la Madre Santísima de la Luz eligió venir a León y ver los tres mártires romanos que seguían como dormidos en sus urnas de cristal. Luego lo llevaron por la calle Madero, para que conociera el imponente Templo Expiatorio, que se pue-
Cuentos de Navidad para León de ver completo desde su plaza. En el interior, le impresionaron la altura de los arcos ojivales, picudos como una lanza, y los vitrales donde la luz de vuelve de colores, como si cayeran muchas canicas. Con miedo y todo, caminó por los angostos pasillos de las elegantes catacumbas que están bajo el templo y escuchó con atención a la señorita que da toda una clase sobre su significado. Siguieron caminando hasta llegar al Arco con su león en lo alto, recorrieron la Calzada, llena de árboles que escondían las esculturas que representan las estaciones del año; el Jardín de los Niños Héroes, donde la gente acude a probar las guacamayas, los tacos de venada y los caldos de oso que se venden en la ciudad; luego subieron por el Puente del Amor y llegaron caminando hasta el Centro Cultural Guanajuato, donde los recibió un tranquilo jardín que tiene frondosos árboles, esculturas y muchas fuentes. De ahí pasan al Museo Regional, con otro San Sebastián imponente en la entrada, la Biblioteca Central, la Universidad de Guanajuato y el Teatro del Bicentenario. Es como si estuvieran en otra ciudad, sigue siendo el mismo León, pero nuevo. ¡Toda una experiencia! Al final del día preguntó: -Profe, ¿por qué las calles tienen nombre? -A las calles se les pone el nombre de una persona importante, digna de recordarla por lo que hizo en beneficio del país o de nuestra ciudad. El domingo fue todo una celebración, primero presenciaron el desfile de carros alegóricos que recorren el bulevar López Mateos, desde el Parque Hidalgo hasta las instalaciones de la feria, cada uno acompañado de música y grupos de jóvenes con trajes vistosos y bailando muy coordinados. Las familias presentes lanzaban porras y aplaudían a los participantes. Ya en la feria, los maestros llevaron a Garito a recorrer los estands de cada municipio del Estado, para que conociera las artesanías que se hacen en cada ciudad; las
Cuentos de Navidad para León exhibiciones de animales, donde encontró hermosos caballos, finas reses, blancos guajolotes, borregos pachones de lana, chivos, puercos y una multitud de conejos, nunca había visto tantos animales juntos y de tan variadas razas; en la zapatería más grande del mundo encontró tantos zapatos como nunca se había imaginado, botas, mocasines, zapatillas, tenis, la mayoría producida orgullosamente en la ciudad, era todo un edificio sólo para los zapatos. Por unos minutos se quedó en silencio. -¿Qué te pasa Garito? ¿Ya te cansaste? ¿Te duele la cabeza? -No, sólo pensaba. Aquí hay muchos zapatos y en Cerro Alto tantos niños que andamos descalzos o con chanclas todas agujeradas… Los maestros se apenaron, pero luego le explicaron que los grandes industriales venden zapatos a bajo precio en lugares apartados y también regalan muchos pares a los niños. Que sólo hay que hacer que esos beneficios lleguen a Cerro Alto. -¿Todos mis amigos pueden tener zapatos nuevos? -¡Claro que sí, las fábricas de León tienen zapatos para tus amigos! Con esa motivación, Garito y los maestros entraron al circo, donde se divirtió con las ocurrencias de los payasos y los arriesgados vuelos de los trapecistas, luego, con las coreografías ejecutadas por los patinadores en la pista de hielo. Los tres se divirtieron como niños en los juegos mecánicos y cerraron este día con los fuegos artificiales. -Y toda esta fiesta Garito es porque celebramos el cumpleaños de nuestra ciudad. -¿Nuestra? ¿También es mía? -¡Claro, y de todos los leoneses! Aunque Cerro Alto esté allá en lo alto de la sierra, también es parte de León.
Cuentos de Navidad para León Al llegar el siguiente lunes directamente al salón de clases, el maestro pidió a Garito les platicara a los otros niños lo que había visto el pasado fin de semana. Por casi dos horas, el niño compartió emocionado sus vivencias. Al final, dijo: -¡A partir de ahora le echaré más ganas al estudio para llegar a ser un hombre valioso para mi país y un día le pongan mi nombre a una calle de nuestra ciudad, porque León también es mío y yo soy de León!