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Miren mis monedas

En una de esas noches previas a la Navidad en que por una descarga se va la luz varias horas, estabamos por cenar y de repente sucedió. El foco se apagó y nos quedamos en penumbra, apenas iluminados por la llama de la estufa. Mi madre calentaba la cena. Mi hermano, que estaba en la edad de mudar, sintió que uno de sus dientes se aflojó y al más leve jaloncito brotó de la encilla. Tomó el pequeño huecesillo y lo mostró a mis padres, su cara apenas contenía el llanto y la poca luz acentuaba su tristeza. En cualquier momento soltaría las lágrimas. Para calmarlo, mi padre lo tomó entre sus brazos y lo sentó en las piernas. -No llores. A todos se nos caen los dientes alguna vez. Bueno en realidad, dos veces. Una cuando somos niños y otra cuando ya somos abuelitos. Pero a ti te volverá a salir uno nuevo y te durará muchos años. Éste debemos echarlo en un agujero de ratón para que te lo cambien por alguna moneda. -¿Por una moneda? -Sí. Cada diente de niño vale una moneda. El ratón lo pesa, lo mide y lo lleva al mercado de dientes para cambiarlo por una moneda y luego traerla al niño que se le cayó su diente. -¿Y si me los quito todos, me traerá muchas mo-

nedas?

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-No. Tienen que caerse solos, porque si uno se los arranca se desaparecerán en el aire y nadie sabrá a donde fueron. Por eso debes ser paciente y no moverlos antes de tiempo. Cada uno sabe el momento en que

Cuentos de Navidad para León están maduros, listos para que un ratón los lleve al mercado. -Pero, ¿qué hacen con ellos? -Pues, dependiendo que si son de niño o niña les dan usos diferentes. Los de niño los siembran en los maizales y crecen como granos para que los pequeños chimuelos se alimenten y les vuelvan a salir unos dientes más grandes y resistentes. Por eso debemos cuidarlos toda la vida, porque requieren de muchos cuidados para que vuelvan a florecer en nuestra boca. -¿Y los de niña? -Los de niña, a algunos los pulen para hacer con ellos pequeñas perlas que también ellas podrán lucir en sus aretes y collares, para que se vean más bonitas. A otros los hacen polvo y con ellos les provocan el sueño a los niños. Creo que ya el ratón te dejó caer algunos gramos de polvo. Descansa hijo mío, que mañana el ratón te habrá dejado una moneda por tu diente.

Mi hermano se quedo dormido y soñó que su diente era llevado por un ratón motociclista al sur del país, a la región donde los árboles dan granos de cacao y allá fue sembrado. De él nació un árbol muy diferente que dio granos brillantes como perlas y entonces las mujeres los molieron en sus metates e hicieron un chocolate tan blanco y delicioso que los ratones entregaron en todas las dulcerías del mundo. A la mañana siguiente, mi hermano nos despertó con sus gritos: ¡el ratón me trajo muchas monedas! Vimos sorprendidos que eran de diferentes países.

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