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Virgelina Chará, Una Mirada Desde la Memoria Histórica del Conflicto Armado en Colombia
Crónica Virgelina Chará Una Mirada Desde la Memoria Histórica del Conflicto Armado en Colombia
Caminando sigilosamente entre calles del centro de la ciudad de Bogotá, Virgelina Chara, compositora de música protesta en la coyuntura política de lo que está viviendo el país en relación al posconflicto, todos los días se da cita con un grupo de mujeres desplazadas afro, indígenas y otras campesinas en el antiguo cementerio central, hoy reconstruido como Centro de Memoria, Paz y reconciliación, para contribuir a la dignificación de las víctimas, el esclarecimiento de los hechos ocurridos y la convivencia del país, a través de la reparación simbólica.
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“Mis canciones que proponen poesía las compongo con enfoque de género, canto a
las miles de mujeres que dejó el conflicto en Colombia y por los hijos que perdimos en la guerra. Hoy soy felíz si con lo que hago beneficio a la gente de mí país”
Esta mujer descendiente de comunidades que llegaron de áfrica por allá en 1637 y de extracción campesina trae la lucha y los recuerdos de la guerra que se vivió en Colombia grabados en su cansado rostro, que ya se aproxima a la vejez. En comunión con su lucha, por la reivindicación de sus derechos y de miles de colombianas que perdieron sus hijos y sus familias por causa del conflicto armado en nuestro país, Virgelina nos cuenta que desde que acabo la guerra oficialmente, ella y un grupo de desplazadas del Cauca y otros departamentos como el Chocó y el Tolima se dan cita todos los días para reconstruir la memoria histórica que dejó el conflicto.
“Toda mi vida he estado en medio de la guerra, de las injusticias y de la persecución de grupos al margen de la ley y del mismo Estado, por eso defiendo los derechos humanos y no estoy de acuerdo con la injusticia social”
“Llevo quince años tratando de vivir en Bogotá como un fantasma, cuidando cada paso que doy, estoy cansada de recibir amenazas, soy víctima, perdí uno de mis hijos en esa guerra absurda en que caímos todos; al igual que mis compañeras tratamos de llevar la vida de la mejor manera, pero a cada paso sabemos que nos persigue la muerte. El conflicto armado se acabó con la firma de la paz, según dicen los periódicos, pero a nosotras nos siguen persiguiendo sistemáticamente por que denunciamos” .
“Desde hace más de cuarenta años luchamos por dignificar nuestras vidas, pero que va, hemos sido violadas, torturadas y perseguidas; aquí, todas somos mujeres campesinas, humildes y sin mucha preparación, lo que hemos aprendido, lo hemos aprendido en la universidad de la vida”.
“Como líder comunitaria, desde muy joven siendo minera artesanal por allá en 1980, en Suárez, Cauca con el proceso de despojo creamos un sindicato minero, recuerdo que sacábamos el oro en batea dentro de nuestra propia finca, eran otros tiempos y aunque nuestro municipio ha estado marcado por la violencia a través de su historia, podíamos alimentar a nuestros hijos y vivir libres, pero llegó el megaproyecto de la hidroeléctrica La Salvajina y nos expropiaron, nos expulsaron, nos indemnizaron con tierras acidas que no sirven para el cultivo. Así se dio inicio al desplazamiento forzado, nos amenazaron; a mi compañero lo mataron y tuve que huir con mis dos hijos, tenía veinticinco años, míreme, hoy tengo sesenta y tres años y todavía sigo perseguida y sin ninguna reparación por parte del Estado”.
“Por ésta razón salí de Suárez a Cali en compañía de otras familias. Todavía recuerdo con alegría cuando salíamos con nuestros hombres a barequear, mi pueblo está encima de una plaqueta de oro, la mayoría de sus habitantes somos negros campesinos e indigenas, cuando llegué a Cali, salvada por la campana, habían ordenado mi asesinato, pero por cosas de Dios logre escapar con mis hijos”.
En Cali encontré otra realidad más cruel, creían que todos éramos guerrilleros, nos cogieron, violaron y maltrataron, el sistema de inteligencia era macabro, lo que se ha vivido en los campos no está escrito, en Siloe, Terrón Colorado y distrito de Aguablanca, lugares donde habité, dormíamos en una colchoneta con todos mis hijos, así pase dos o tres años; cuando ya me había acomodado, llegaron por nosotros, a un compañero de la junta del barrio y a mí nos llevaron a las mazmorras, finalmente nos torturaron y mataron a nuestro compañero; la única testigo era yo, me hicieron un montaje y me iban a matar, sin embargo pude salir de allí gracias a Derechos Humanos, me tocó dejar a mis hijos e irme al Tambo, Cauca. Volví a sacar oro, pero mis muchachos me hacían mucha falta, por eso volví a Cali en el 87, por ese entonces el M-19 estaba en negociaciones con el gobierno, no sé como pero me metieron como guerrillera urbana yo estaba en la lista de ellos, nunca he sido guerrillera, he sido simpatizante de las ideas
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revolucionarias, mi pensamiento se ha inclinado por defender los derechos y la dignidad de nosotros los campesinos, los indígenas y las comunidades negras a quienes más han jodido con todo esto. Me señalaron como guerrillera, me vincularon, nos detuvo el sistema de inteligencia, algunos de mis compañeros los asesinaron, yo recogía flores para honrarlos a ellos.
En el 2003 salí nuevamente de Cali por denunciar el reclutamiento y desaparición de jóvenes en el distrito de Agua Blanca. 40 de ellos de Asomujer y Trabajo desaparecieron, las mamás amenazadas y obligadas a irse de Cali; con sólo 14 años se llevaron mi hijo y hoy creo que lo mataron, como madres guardamos la esperanza que estén vivos. Desde entonces me condenaron a muerte, esa noche fue muy triste, hubo 17 muertos y tuve que salir en compañía de unas mujeres para Bogotá. Aquí me recibieron las ONG defensoras de los derechos humanos como Asociación Minga, Ilsa y la Comisión colombiana jurista. Ellos me ayudaron durante seis meses, me dieron vivienda y algo de comida, pude entonces traer escalonadamente a mis tres hijos.
Así me artículo al movimiento de derechos humanos, hice pasantías, queda uno vinculado de tiempo completo, apoyando a más familias desplazadas, yo habitaba con dos familias más, éramos 17 personas, que vivíamos en Aguas Claras, en la parte alta de San Cristóbal, así sobrevivi seis meses que es la ayuda que nos brindan, después a nuestra suerte. Desde el 2004 vivo en los Laches, un barrio humilde en la localidad de Santa Fé. Pago quinientos mil de arriendo, mi sueño es comprar esta casita, me la dejan en 40 millones, usted si cree que algún día podra ser mia? vivo del rebusque, vendo flores, dicto talleres de memoria histórica y a veces me defiendo con la gastronomía, preparo cocadas y mermeladas típicas de mi región.
Con mis hijos ya nos acostumbramos a movernos mucho, me han golpeado, ellos no han podido estudiar, pero entienden mi lucha y me ayudan con mis talleres de memoria histórica, todos los días recorremos las calles del centro de ésta gran ciudad para encontrarnos con las mujeres a tejer las historias del conflicto en Colombia.
Desde hace cinco años cuando crearon el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación conformamos los costureros, para hablar de la memoria a través de la justicia y el contexto de lo que pasó, como el arropamiento al Palacio de Justicia, porque dicen que sólo las víctimas podemos hablar de memoria, pero yo digo que no, en Colombia todo el pueblo ha vivido el conflicto de una u otra manera, qué familia no tiene muerto en este contexto, todos soldados, guerrilleros, sociedad civil, lideres y hasta gobernantes hemos sufrido las consecuencias de la guerra; por eso es nuestro deber proteger la paz, la verdad y la reconciliación.
“De lunes a sábado voy todos los días para generar conocimiento y conciencia junto a otras colegas, las mujeres víctimas nos reunimos, tejemos, cortamos y remendamos nuestra memoria del conflicto”.
Virgelina Chará se ha ido formando en temas relacionados con derechos humanos, la reconciliación y gracias a la ayuda que le brinda el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación en Bogotá, ella y las mujeres de Asomujer y Trabajo se han ganado un espacio para reconstruir vivencias de esa guerra que un puñado de mujeres tejen a través de pedazos de tela, hilos y canciones que se unen para contar historias de la guerra en Colombia.
“Soy una mujer que entra a la vejez, mi vida ha sido agitada, no estaré satisfecha hasta que logre el proyecto de vivienda para la asociación. Amo a mis hijos, es lo único que realmente tengo, son mi apoyo ellos están metidos en lo que yo hago. Me gustaría más que un museo hacer la propuesta de la reconstrucción de la memoria histórica con el sentir y la necesidad de las víctimas, levantar la cartografía de cada una de las mujeres que vivimos el conflicto”.
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