AULA 7 NÚMERO 30 / DICIEMBRE DE 2017

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:: Editorial Silvia Palos Ibáñez Presidenta de AEGUAE Licenciada en Derecho

A

ño 1986, Roma. La bellísima Piazza di Spagna despierta entre sus adoquines, escalinatas y palmeras. Atisbamos la Fontana barroca della Barcaccia, embajadas, museos, casas de poetas… y hoy además, la inauguración de un McDonald´s. Supongo que todos descubrimos el elemento discordante de la anterior imagen italiana, aunque cada vez es más usual encontrar grandes establecimientos de multinacionales en los rincones más transitados de nuestras ciudades. Sin embargo, es importante examinar este acontecimiento del año 1986, porque a raíz del mismo surgió el movimiento Slow (lento en inglés), como una corriente cultural que se opone a las nuevas costumbres consumistas que van acechando a nuestra sociedad. El movimiento Slow propone calmar las actividades humanas; tomar el control del tiempo y dar prioridad a las actividades que redundan en el desarrollo de las personas. Los ponentes de este movimiento creen que, aunque la tecnología puede acelerar el trabajo, así como la producción y otras actividades humanas, las cosas más importantes de la vida no deberían acelerarse. En otras palabras, este movimiento se hace consciente de que nuestra forma de consumir está vinculada a nuestro uso del tiempo, del medio ambiente, de nuestra religiosidad, e incluso de las personas. Me interesa saber que aunque Erich Fromm define al ser humano contemporáneo como homo consumers, esto es, el consumidor total cuya única finalidad es tener más y usar más, existe también una corriente cultural que se plantea la necesidad de adoptar una ética del consumo que nos oriente a comportarnos como consumidores autónomos y críticos. Y precisamente en esta reflexión, resulta interesante descubrir algunos pasajes de la Biblia en los que también se nos muestra a Jesús tomándose la vida con calma y valorando la placidez; bien en situaciones en las que se enfrenta con tormentas, vientos y mareas que ponen en peligro al ser humano, callándolos, enmudeciéndolos1; bien cuando decide curar nuestras tormentas internas, tanto o más duras que las anteriores , y nos deja su paz, nos da su paz.2 1

Marcos 4:39.

2

Juan 14:27 (entre otros).

De hecho, también Elías se sorprendió un día al no encontrar a Dios ni en el trueno, ni en el huracán ni en el terremoto.3 Elías encontró a Dios en un silbo apacible. En un susurro que nos permite ser conscientes de nuestro entorno, que no embota nuestros sentidos sino que nos deja percibir todos los atributos de quién nos da paz y de la responsabilidad que tenemos hacia todo lo que nos rodea. Ojalá que en esta Convención podamos disfrutar con calma de las palabras de nuestros ponentes, de las ideas que se compartan entre pasillos, de la felicidad de unos días entre amigos, y del Espíritu del Señor rodeándonos como un silbo apacible mientras nos ponemos en sus manos. 3

5

1 Reyes 19:12.

Aula7::


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