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Conocimiento: la estrategia para la Competitividad

Hablar del conocimiento, su efecto en la sociedad y la economía es imperativo para lograr la modernización y la inserción de nuestros países latinoamericanos en el mapa mundial de la competitividad. En la sociedad y economía del conocimiento, las principales actividades son creación, reproducción y aplicación.

El proceso de aprender y generar conocimiento no es nuevo, lo que ha cambiado drásticamente en los últimos treinta años ha sido la manera y la rapidez en la definición y el intercambio de la información obtenida, así como el creciente número de personas que pueden dedicar sus vidas al proceso de aprender. El resultado ha sido un crecimiento sin precedente en el desarrollo de la innovación, que comprende la generación y aplicación del conocimiento científico y tecnológico, tanto en productos y servicios tecnológicos como en sociales.

Aunque se ha entendido que la innovación no es un proceso lineal, su dinámica se puede entender desde los diferentes tipos de conocimiento generados en las siguientes etapas: investigación básica, investigación aplicada, desarrollo tecnológico y renovación o generación de nuevos productos y servicios. La mayor parte de la investigación básica y aplicada es llevada a cabo por las universidades y los centros de investigación, y el proceso de generación de conocimiento se lleva a largo plazo, entre seis y diez años.

Las compañías que son competitivas también lo generan y en su creación se enfocan más en las etapas de desarrollo tecnológico y renovación de productos y servicios, donde el proceso es más corto, entre dos a cinco años. El de generar nuevo conocimiento a partir de la investigación básica se percibe como lento y poco competitivo para la dinámica de las empresas, y es normal que se contrate a la academia para que lo realice o se compre donde se genere, sea en el propio país o en el exterior. De ahí que la competitividad y la capacidad de innovación de una compañía se relacionen directamente con su habilidad de usar y combinar el conocimiento generado internamente como por fuentes externas.

Tanto así, que no puede concebirse una compañía altamente competitiva en esta economía si no tiene la habilidad de formar redes que le alimenten de conocimiento e información. En esta sociedad las nuevas ideas generalmente surgen cuando diferentes tipos de conocimiento y habilidades se encuentran. Es por eso que se fomenta la vinculación entre sus diferentes generadores, las alianzas público-privadas, los consorcios, el trabajo conjunto entre academia-industria-gobierno y la formación de clusters como el común denominador del éxito de la estrategia competitiva de un sector, región o país.

La industria de los alimentos no es la excepción: para ser competitiva, debe de ser capaz de formar redes entre los principales generadores de conocimiento del sector (competidores, proveedores, universidades y centros de investigación), y usarlas de la manera más efectiva, con el apoyo de instituciones intermedias de cámaras industriales y gobierno. No menos importante, estas deben de ser nodos de una red mundial de la economía del conocimiento, para asegurar una posición preponderante en el mercado global.

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