72 Balcei 196 julio 2021
#alcorisasaleunida
frases en la mano
Efecto mariposa Y volví a los momentos en los que sus ojos enrojecidos, (ya no sabría decirte si a causa de la tristeza o de la ira) me atravesaban, porque así era él. No te miraba, él veía a través de ti, y tú solo podías esperar a que lo que hubiese en tu interior fuera de su agrado. Hoy sé que solo eran segundos, segundos que en su día fueron como horas de agonía. Observando cada ola y destello que se formaba en aquellos ojos pardos que tanta admiración y terror ocasionaban en mí. Volví a cuando mi corazón era encarcelado, latiendo desenfrenado, intentando romper los barrotes. A sentir cómo la ansiedad se tranformaba en una boa que a paso lento pero firme se iba enroscando a mi cuello dificultando mi respiración. Cada lágrima bajando por mi mejilla, a una lentitud casi dolorosa, dejando tras de sí un reguero de ardor y frío, un frío que no hacía más que desquiciar al bendito preso que lucha por su libertad, la cual sin remedio ha sido destruida. Mi mente volvió a cada momento. Aquel beso bajo el primer albor del cielo de la ya entrada primavera, cada caricia que por efímera que fuera quedó impregnada en mi memoria solo por el hecho de ser suya, el estado de ataraxia pura que su presencia provocaba en mí, la ahora irónica idea de que ese amor era inmarcesible y la fuerza que cobraba esa promesa con los latidos de su corazón golpeando contra mi pómulo. Y apartó la mirada, y con ella los recuerdos de este <<sempiterno>> romance. Se levantó y se volvió a sentar esta vez con la vela aromática de vainilla que yo tanto adoraba, entrando así en un ambedo del que aparentemente no tenía planeado salir. Y entonces lo hizo, hizo lo que llevaba tanto tiempo rogándole que hiciera. Lloró, lloró como aquel niño que perdió su balón en la orilla del río, lloró de impotencia al ver algo tan a su alcance y a la vez tan fuera de él. Sin importarle el hachazo de hipocresía que él mismo se estaba suministrando por todas las veces que repetía lo débil que te hacía llorar, quizá lo decía más por él mismo que por mí. Pero así era él, luchaba por disfrazar de crueldad y rigidez el ser tan acendrado y a la vez tan frágil que en realidad era. Desvié mi mirada hacia la ventana, apreciando el arrebol del atardecer mientras mis lágrimas acompañaban las suyas. Una parte de mí acepta el final de nuestra idílica historia, no obstante, otra mira ansiosa sus rosados labios, escucha el melifluo sonido de su entrecortada voz, sus ojos encuentran los míos creando un momento tan etéreo que resulta casi abrumador. Pero era nuestro momento, nuestro último momento. Dos meses antes Orien: Tu tacto es frío, tu presencia distante. Sigo convenciéndome a mí misma de que los recuerdos del ayer serán los del mañana. Me sigues mirando, de esta forma que ya se ha vuelto habitual en ti. Tu tacto me congela, me congela de tal forma que me arde, me quema. Últimamente no tienes apetito, solo das vueltas a mi alrededor repitiéndome una y otra vez que tienes prisa. Tu tacto ha desaparecido, ya no me tocas. El frío que antes sentía con tu roce ha sido sepultado por el ardor de su carencia. Últimamente estás pálido, deberías salir más conmigo. Siempre te quedas en casa, esperándome en el portal. Tu tacto es un recuerdo, un recuerdo en el que vivo para no perder la cordura. Últimamente casi no estás, pero nunca te veo salir. Por siempre tuya, Adelaide
La nostalgia se acumula en mi interior amenazando con acabar conmigo. Tumbada sobre el césped, jugando con las gafas azules, disfrutando de la iridiscencia que estas provocan. No lo estoy mirando, sin embargo, estoy totalmente sumergida en el melifluo sonido de su voz, mas no soy consciente de lo que ésta trataba de decirme. Mi mirada viaja al frente, donde me deslumbra la belleza del alba. Comienzo a pensar en la bonhomía que hizo que me Andreea M. C. Ciancau. enamorase del ser que tengo a mi lado, el pecado de emulación que cometí para que esos ojos pardos perdiesen su brillo, la rabia y tristeza de su mirada en la epifanía de la situación. Cierro los ojos y vuelvo. Todos los ojos están sobre mí, felicitándome y entre el público él. Aplaudiendo visiblemente por puro compromiso, su mirada sobre el móvil en su regazo, su ceño fruncido. Observo sus pupilas dilatarse y moverse de forma alterna de un lado a otro de la pantalla. Con sorna, comencé a carcajear involuntariamente. Ahí estaba él, entre todo el frenesí, es posible que ni siquiera sepa por qué están aplaudiendo todas estas personas, absolutamente inefable. Sus ojos encuentran los míos, y este, al ver que le mantengo la mirada apaga la pantalla del dispositivo y esta vez mirándome comienza a aplaudir de nuevo, con un atisbo de sonrisa en sus finos labios. A pesar de los aplausos, alcanzo a escuchar el sonido de su voz, acendrado, imperfectamente perfecto. Vuelvo. Acaricio con mis dedos los pétalos escarchados de la rosa, finalmente la corto y coloco en el cesto junto con las demás. Para mi sorpresa, al girar sobre mí misma me encuentro con los ojos del pícaro, que me recibe con una cálida pero perdida mirada. Me giro de nuevo, volviendo ahora a la realidad. Observo las rosas, sus favoritas, ahora mustias marchitándose sobre el frío mármol, ya no huelen. Acaricio sus pétalos amarillentos, que ahora se tornan mostaza. El cantar de los ruiseñores es mi toque de queda. En sus ojos se ilustran una despedida y una tardía disculpa. En contra de mis deseos, me alejo y caminando entre las lápidas dejo atrás a Orien, dejo atrás nuestra historia, dejo atrás lo que él era. Andreea M.C. Ciancau XIX Concurso literario IES Damián Forment 2º premio relatos cortos (2º ciclo)