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Asterino y Pulia

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La varita

La varita

Asterino y Pulia

Da principio el cuento. Buenas noches tengan vuestras Mercedes.

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Vivía en cierto tiempo una mujer que tenía dos hijos, el uno varón, al cual llamaban Asterino, y el otro hembra, por nombre Pulia1. Un día que su marido fué de caza, trajo un pichón y se lo entregó para que lo guisara. Tomó ella el pichón, lo colgó en el arto y se salió á hablar con las vecinas; pero entretanto la gata, viendo el palomo colgado en el arto, lo hizo caer y se lo comió. Cuando llegó la hora, se retiraron las vecinas de la conversación, y se encontró la mujer sin el pichón, sospechando al momento que la gata lo habría hecho caer. Temerosa de que su marido la reprendiese, se cortó un pecho y lo guisó. Llega luego su marido y le dice: «¿Has hecho la comida, esposa mía?» −«Sí, le contestó», y colocándole el sillón, se la sirvió. -«Mujer, siéntate á comer». −«He comido hace poco rato, le contestó, porque tardabas en venir». Cuando hubo el marido probado un bocado; ¡qué gustosa es esta carne, dijo; en mi vida la he comido tan buena!—Una vez concluida, le dijo la mujer: «¡Cuánto y cuánto he sufrido! Colgué el pichón en el arto de la cocina y me fui por leña; mas cuando volví ya no lo encontré; se lo había comido la gata: ¿qué hago entonces? me corto un pecho y lo guiso, y si no lo crees, mira», y se descubrió.

1 Pulia significa las Pléyadas y Asterino la estrella de la mañana (Nota del Trad.).

«¡Qué buena es la carne humana, esposa!» contestó él: «¿sabes qué podemos hacer? matar los hijos para comérnoslos. Mañana temprano nos vamos á la iglesia y tú te vienes antes que yo para matarlos y guisarlos, y después vendré yo y nos los comeremos».

Estaba cerca de ellos un perrito que al oír la conversación se dirigió al cuarto donde dormían los niños, ladrando ¡guau! guau!, y oyeron una voz que les decía: « ¡levantáos, que vendrá vuestra madre á mataros!» −«¿Qué, qué?», preguntaron. El perro repitió el mismo aviso, y como entonces le oyeran bien, se levantaron al punto con intención de huir.

«Pulia ¿qué tenemos á nuestra disposición?» preguntó el niño. −«No encuentro, Asterino, le contestó la niña, más que un cuchillo, un peine y un puñado de sal». Tomaron estas cosas y se retiraron con el perro á un rincón para ver de lejos á su madre cuando fuera á cogerlos. Al cabo de un rato Asterino dijo al oído á su hermana: «Mira, que viene la madre á cogernos para matarnos!» −«No tengas miedo que nos coja, amante», le contestó la niña. −« ¡Que nos coge, Pulia, mira!» −«Arroja por tu espalda el cuchillo». Lo arrojó y se convirtió en un campo inmenso. Al poco rato fué de nuevo su madre á cogerlos en el campo. −« ¡Que nos coge!» dijo otra voz el niño. −«No temas, no nos cogerá». −« ¡Que nos coge!» −«Arroja al momento el peine». Arrojó el peine, y se convirtió en un espeso bosque. Siguió la madre hacia el bosque, y entonces arrojaron la sal, que quedó convertida en mar, por el cual pasaron. Cuando se hallaron al otro lado, la madre les decía: «Volveos, amantes, que nada os haré». Los niños no quisieron obedecerla, y entonces hiriéndose el pecho de indignación é ira les amenazó, mas ellos sin hacerle caso siguieron su camino.

Después de mucho andar, exclamó Asterino: «¡Pulia, tengo sed!» −«Espera un poco, le contestó ella, que allí al otro lado está la fuente del rey y beberás». Cuando llegaron á otro sitio, exclamó de nuevo el niño: «¡Voy á rabiar de sed!» Allí encontraron una pezuña del lobo con agua, y dijo á su hermana: «¡Beberé de aquí!» −«No bebas, le respondió, porque te volverás lobo y me devorarás». −«No bebo, sí así ha de ser», y siguieron adelante. Andando, andando, encontraron una pezuña de cordero con agua, y dijo el niño: «¡Beberé de aquí; no puedo sostenerme, estoy rabioso!» −«No bebas, le contestó Pulia, porque te volverás cordero y te matarán». −«¡Beberé aunque me maten!» Bebió, y al punto quedó convertido en cordero y andando detrás, balaba: ¡éh, Pulia, eh, Pulia! Ven conmigo, le dijo Pulia, y llegaron á otro sitio, en donde encontraron la fuente del rey y ambos bebieron. Dijo después Pulia al cordero: «Querido, quédate aquí con el perro;» y ella so postró al pie de un elevadisimo ciprés, invocando á Dios en estos términos: «¡Dios mió, dame poder para subir á la cima de este ciprés, y atiende mi súplica!» El poder divino la subió á lo alto del ciprés, que al punto quedó convertido en un trono de oro, y el cordero pacía al pie del árbol en compañía del perro.

Al poco rato llegaron los criados del rey para abrevar los caballos; pero cuando se aproximaron al ciprés, éstos, espantados de los resplandores que despedía desde la cima del árbol la hermosa Pulia, huían rompiendo los cabestros. «Bájate, le dijeron los criados, porque al ir á beber se espantan los caballos». −«No bajo», les contestó, −«que beban los caballos, yo nada os hago». −«Baja, le dijeron segunda vez». −«No bajo». Fueron entonces al hijo del rey y le hablaron así: «Junto á la fuente, en lo alto de un ciprés está sentada

una niña resplandeciente de hermosura: los caballos se han espantado por los rayos de luz que despide, no quieren beber; le hemos dicho que baje y se niega». AΙ oír esto el príncipe levántase, va y le suplica que baje, pero ella no accede. Dícele segunda y tercera vez: «Si no bajas cortaremos el ciprés». −«Córtalo, le contestó, yo no bajo». Trajeron entonces hombres para cortarlos; mas en el punto donde descargaban el hacha lamia el cordero, y nada adelantaban. Golpeaban y golpeaban, pero no podían cortarlo. «Idos todos de aquí», dijo entonces irritado el príncipe, y todos se marcharon. Va lleno de ira en busca de una vieja y le dice: «Si me bajas del ciprés aquella niña, te regalaré un capillo de oro». «Yo te la bajaré», contestó la vieja, y tomando una artesa, una criba y harina, fué al pié del árbol, colocó al revés la artesa y la criba, y se puso á cribar. Al ver eso la niña gritó: «Al contrario la artesa y la criba, abuela». La vieja seguía trabajando como si no oyera y decía: «¡ah, querida, quién eres, no oigo!» −«Al contrario la criba y la artesa, le repitió por dos y tres veces». De nuevo la vieja le responde: «¿Quién eres, amante, que ni oigo ni veo? preséntateme y así lograrás tu objeto». De este modo la niña bajó poco á poco, y al aproximarse encontró al príncipe que estaba oculto, quien la arrebató y se la llevó, seguida del cordero y del perro.

Así que llegaron al real palacio, dispuso la boda y se casó con ella. El rey amó muchísimo á la nuera, pero la reina le tenía celos, y por esto un día que salió el príncipe, llamó la reina á las doncellas y les mandó que sacaran la nuera á pasear por el jardín y la arrojaran al pozo. Cumplieron la orden las doncellas y la echaron al pozo. Cuando llegó el príncipe y no la vió preguntó á su madre: «Madre, ¿dónde está tu nuera!» −«Ha salido de paseo, contestó, ¡y ahora que no está aquí

mataremos el cordero!» −«Conforme», dijeron los demás. Al oír estas palabras el cordero corre al pozo y dice á Pulia: «Pulia amada, me van á matar». −«Calla, querido, que no te matarán». −«¡Mira, que vienen corriendo con cuchillos; me cogen; van á matarme!» −«Qué he de hacerte, querido de mi alma, considera donde estoy». Cogieron las doncellas el cordero para matarlo, y cuando afilaban el cuchillo, invocó Pulia á Dios diciendo: «jDios mío! matan á mi hermano, y yo estoy dentro del pozo!» De repente vuela desde el fondo del pozo, y encuentra el cordero ya degollado. Afligida y sin consuelo exclama y grita: «¡cordero mió, cordero mió!» Llega en esto el rey y le dice: «¿Qué quieres, amor mío, qué quieres y te lo concederé?» −«Nada, contesta, ¡cordero mío, cordero mío!» −«Pero calla, ya no tiene remedio». Cuando lo hubieron guisado, lo llevaron á la mesa: «Ven á comer», le dijo. −«Ya he comido, ahora no quiero tomar nada». −«Ven, hermosa, ven», repitió el rey. −«Comed, os vuelvo á decir, que yo ya he comido». Cuando hubieron terminado, recogió ella todos los huesos en una olla grande y los enterró en medio del jardín. En este mismo punto brotó un manzano elevadísimo, que produjo una manzana de oro: muchos iban á cogerla, pero no podían, porque cuanto más se acercaban, tanto más se elevaba el árbol, y únicamente se bajaba al aproximarse Pulia. Esta dijo un día al rey: «Han ido todos y no han cogido la manzana; quiero ver si yo la alcanzo». −«Personas tan altas han ido y no lo han conseguido, ¿y tú la habías de coger?» −«Iré, replicó, si me das permiso». −«Trepa, si te empeñas», le contestó; y se acercó sola, inclinóse al punto el árbol, y al ir á tomar la manzana, oyó que le decía: «Arráncame con cuidado, no sea que me rompas». La tomó y poniéndosela en el bolsillo, exclamó así: «Adiós,

amantísimo suegro, y que mi perruna suegra jamás se vea harta de sueño». Y al punto se alejó. Después Pulia quedó convertida, en la constelación de las Pléyadas y Asterino en la estrella de la mañana.

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