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El medio hombre

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La varita

La varita

El medio hombre

Erase una mujer que no tenía sucesión, y cuéntase que cierto día invocó con insistencia á Dios en estos términos: −«Dios mío, dame un hijo, aunque sea medio». Dios la escuchó y le concedió un hijo medio, que tenía media cabeza, una pierna, una mano, medio tronco y media nariz. Como era de tal conformidad, lo guardaban metido siempre en casa, sin enviarlo á la escuela ni dedicarlo á ningún oficio. Un día dijo á su madre: −«Madre, ¿por qué no me das un hacha y un burro, y me iré á cortar leña?» −«¿Cómo has de poder tú, hijo mío, le contestó, cortar leña siendo medio hombre?» Mas como insistiera, accedió la madre, y le dio el hacha y el burro, y se fué á cortar leña, que trajo á casa. Pasó cierto día por debajo del palacio del la hija del rey, derecho con la pierna sobre el burro, y al verlo la princesa, se echó á reír, y llamó á sus doncellas para que lo viesen! −«Venid, gritó, que veréis al medio hombre». Así que lo vieron, se desternillaron de risa. Al pasar se le cayó el hacha, y pensando, se decía: «si bajaré, si no bajaré á cogerla». Al fin no se bajó y dejó en tierra el hacha. Entonces dijo la hija del rey á sus doncellas: −«Mirad: al medio hombre se le ha caído el hacha, y no se ha bajado á cogerla». Anduvo un poco más adelante, y se le cayó la cuerda. De nuevo pensó: «si bajaré, si no bajaré á coger la cuerda;» tampoco quiso bajar, y la dejó en tierra. Llamó

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otra vez la princesa á las doncellas, diciéndoles: −«Mirad: al medio hombre se le ha caído la cuerda, y no se ha bajado á cogerla». Llegó por fin al sitio donde cortaba la leña, y se echó á pensar cómo la cortaría. Había cerca de aquel punto un lago, y mientras discurría, vió un pez que nadaba. Echó la red y lo cogió. Cuando lo tuvo en su poder, le dijo el pez: −«Suéltame y te enseñaré un arte con el cual sucederá aquello que tú quieras». El medio hombre le replicó: −«Si me cargas de leña el burro, creeré lo que me dices». Entonces habló el pez así: −«Primero por mandato de Dios y después del pez, que el burro quede cargado de leña». Y sucedió así. Al ver esto el medio hombre dijo al pez que le enseñara esa arte, y lo soltaría. Accedió él y le habló así: −«Has de decir: primero por mandato de Dios y después del pez, que se convierta en tal cosa lo que quieras, y cuando acabes de decir estas palabras, se convertirá».

Soltó entonces el pez, y tomando el burro cargado de leña se volvió á su casa. Tuvo que pasar por debajo del palacio, y al verlo la princesa llamó á sus doncellas: −«¡Venid luego á ver al medio hombre que vuelve con el burro cargado de leña, sin haber llevado el hacha!» Riéronse todas ellas, y al ver que se le burlaban, dijo en su interior: −«¡Primero por mandato de Dios y después del pez, que quede en cinta la princesa!» Y al punto quedó embarazada. Cuando llegó el tiempo de parir, tuvo un hijo sin saber de quién ni cómo. Cogióla su padre y la interrogó, mas ella contestó: −«No sé de dónde me viene esto, porque jamás me he tratado con nadie».

Crecido que hubo el niño, reunió el rey todos los hombres de aquella ciudad, y dándole una manzana, le dijo: −«Toma esta manzana y dásela á tu padre». Estando jugando el niño con ella, se le rayó y rodando fué á parar á un rincón. Al cogerla levantó la cabeza y vió al medio hombre, y le dijo: −«Toma la manzana». Prendieron entonces al medio hombre y lo presentaron al rey, quien se expresó indignado en estos términos: −«Puesto que tal cosa hizo este hombre deforme, es preciso que matemos á todos, á él, á la princesa y al niño». Admirado el tribunal repuso: −«Lo que dices, Señor, es injusto, porque la princesa es tu hija; manda construir un tonel de hierro, y metes dentro los tres, dándoles únicamente una sarta de higos, para que no muera en seguida el niño». Este discurso agradó al rey, quien mandó hacer el tonel, y metiendo á los tres, ordenó lo arrojasen al mar.

Así que estuvieron dentro del tonel, dijo la princesa al medio hombre: −«Yo te he visto alguna vez; dime ¿por qué nos condenan á este martirio?» −«Dame un higo, le respondió, y después te lo diré».

Dióle la princesa un higo de los que tenía para el niño, y habló así el medio hombre: −«¿No recuerdas que al pasar yo por debajo de tu palacio, te reíste verme porque se me cayeron el hacha y la cuerda?» Recuerdo» contestó la princesa. −«Pues bien: yo sé cierta palabra, y cuando la digo, sucede aquello que deseo; la dije, y quedaste en cinta». −«Puesto que sabes esa palabra por medio de la cual sucede lo que quieres, replicó la princesa, díla ahora para que salgamos desde este tonel á tierra».

−«Dame un higo y la diré».

Dióle otro higo la princesa, y dijo él en su interior:

«Primero por mandato de Dios y después del pez, que salga á tierra el tonel, que se rompa y quedemos libres».

Sucedió así al momento, pero al salir les cogió la lluvia, y entonces le dijo la princesa: −«Di otra palabra para que aparezca algún cubierto y no nos mojemos». −«Dame un higo y la diré».

Dióselo y repitió la palabra, apareciendo al instante un cubierto bajo el cual se sentaron.

De nuevo habló la princesa: −«Bien has hecho esto; pero di todavía otra palabra para que aparezca una gran casa con todo lo necesario para que podamos vivir en ella». −«Dame un higo y la diré».

Dióselo la princesa y dijo él en su interior: «Primero por mandato de Dios y después del pez, que aparezca un palacio con todo Io necesario para que podamos vivir en él».

Al momento apareció un palacio con muchas riquezas y fijaron en él su residencia.

Un día que, según costumbre, salió el rey de cacería, divisó á lo lejos el palacio y envió dos criados diciéndoles: −«Tomad estas perdices y guisadlas en aquel palacio y haceos cargo de él, porque tantas veces como he salido de caza, jamás lo he visto».

Los criados, luego que hubo hablado el rey, tomando las perdices se dirigieron al palacio, y así que llegaron, les preguntó la puerta −«¿Qué queréis?» Ellos contestaron: −«Nos ha enviado el rey para que guisemos unas

perdices». Entonces replicó la puerta: −«Preguntaré á mi señora». Luego la puerta habló á otra interior, y ésta á otra, así de puerta en puerta dieron parte á la señora, la cual mandó que entrasen. Al momento abriéronse las puertas por sí solas y entraron los criados, quienes quedaron asombrados al oír á las piedras y la maderas que les decían: −«¡Bien venidos seáis!» Dirigiéronse á la cocina, y como se preguntaran dónde hallarían leña, contestó ésta −«aquí estoy». Un criado dijo: −«¡no tenemos sal ni manteca!» y al punto gritaron: −«aquí nos tenéis». Cuando tuvieron todo lo necesario, pusieron las perdices al fuego, y mientras miraban las bellezas del palacio, se quemaron las perdices, y al apercibirse discurrían sentados cómo lo dirían al rey. Por fin acordaron ir y decirle todo cuanto habían visto. El rey no les dio crédito, y envió otros criados, á quienes sucedió lo mismo. Entonces decidió ir solo, y al llegar delante de la puerta quedó admirado oyendo que la puerta le decía: −«¡Bien venido seas!» Penetró más al interior, y todas las piedras y maderas le repetían: −«¡Bien venido!

Sabiendo la princesa que había ido el rey, salió á recibirlo, pero sin manifestarse, diciéndole: −«¡Os suplico, señor, que os dignéis comer en nuestra humilde casa!» El rey aceptó con mucho gusto! tomó asiento. Fué la princesa á encontrar al medio hombre que se hallaba oculto por temor al rey, y le dijo: −«He suplicado al rey que coma en nuestra casa; ahora, pues, di una palabra para que aparezca una mesa con toda clase de manjares servida por doncellas, y con danzantes é instrumentos músicos». El medio hombre le contestó −«Dame un higo y la diré». Dióselo, y dicha la palabra de otras veces apareció

la mesa. Luego que, sentados la princesa y el rey, comieron y bebieron, comenzaron los instrumentos á tocar tan bien, a admirado él, dijo: −«¡Yo siendo rey no tengo tales instrumentos mi palacio!» Después bailaron los danzantes, y nuevamente asombrado dijo á la princesa: −«Yo, rey, no tengo tales cosas en mi palacio, y quiero me digas cómo las adquiriste». Respondióle que su padre se las había dejado en herencia.

Retiróse un momento la princesa, y llegándose al cuarto donde estaba el medio hombre, le dijo: −«Todavía te suplico que digas una palabra para que se introduzca una cuchara en la bota del rey». −«Dame un higo, le contestó, y entonces la diré».

Dióselo, dijo él la palabra, y en el mismo instante se introdujo la cuchara en la bota del rey. Al terminar la comida se levantó en actitud de marcharse, mas la princesa le detuvo diciéndole: −«Esperad, paréceme que me falta alguna cosa!» −«No, repuso el rey, no somos ni yo ni mis criados de esa condición». Entonces gritó la princesa: −«¿Estáis ahí todos los pucheros?» −«Todos», contestaron. −«¿Todas las cazuelas?» −«Todas», contestaron las cazuelas». −«¿Todas las cucharas? La que se hallaba en la bota del rey exclamó: −«Yo estoy aquí, dentro de la bota del rey». Entonces le dijo la princesa: −«¡Yo os he recibido en mi casa, os he proporcionado mesa y hecho tanto obsequio, y vos en cambio me tomáis la cuchara!» El rey le contestó que reprensión era injusta, y que alguien se la había metido en la bota. −«También á mí, continuó la princesa, me pusiste injustamente en el tonel con el medio hombre, sin haberlo conocido en toda mi vida, y ahora está en este palacio.

Quedóse el rey atónito durante mucho rato, sin poder articular ni una palabra. La princesa le presentó el medio hombre, quien le refirió cuanto había hecho. Después vuelto el rey á su palacio en compañía de ambos, casó á su hija con el Gran Visir, y al medio hombre lo nombró jefe de la guardia real dándole por mujer una esclava.

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