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La serpiente, el perro y la gata

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La varita

La varita

La serpiente, el perro y la gata

Vivía una pobre viuda con su único hijo, y estaban en tan deplorable situación que ni siquiera tenían pan para comer. Un día salió el hijo á coger oleandro, que vendió por dos paras5; y al volverse hacia casa encontró unos muchachos que mataban una serpiente, y les dijo: −«¡Tomad una para y no la matéis!» Tomaron la moneda y dejaron viva la serpiente, que le siguió. Al llegar á casa refirió á su madre lo que había hecho, y ella le reprendió diciéndole: −«Yo tal envío á que traigas paras para comer, y me traes serpientes». −«Que se esté con nosotros, madre, contestó; de algo nos servirá». Cogió otro día también oleandro, lo vendió, y al volverse vio unos chicos que iban á matar un perro, y les dijo: −«Tomad una para y no lo matéis». Tomaron la moneda y dejaron el perro, que también le siguió. Contó lo sucedido á su madre, que le reprendió como la primera vez. Cogió de nuevo yerba, la vendió, y al volver encontró unos muchachos en actitud de matar una gata, y les dijo: −«No la matéis y os daré una para». Dióles la moneda y soltaron la gata: Así que llegó á casa refirió á su madre lo que había hecho, y ella le reprendió diciéndole: −«Yo te envío á que traigas paras para comer pan, y tú me traes perros, gatas y serpientes». −«Deja, madre, contestó, de algo nos servirán».

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5 Moneda turca equivalente á céntimo y medio.

Cierto día le habló la serpiente en estos términos: −«Si me llevas á mi madre y á mi padre y no tomas de ellos ni una piastra ni un ducado, sino pides solamente un sello que lleva mi padre en su mano, obtendrás con él un gran bien». Llevóla como deseaba y dijo la serpiente á su padre: −«Este joven me ha librado de la muerte. Su padre dijo al joven: −«¿Qué quieres que te dé por el bien que has hecho á mi hijo?» −«No quiero, contestó, ni piastras, ni ducados, solamente deseo el sello que tienes en tu mano». El padre le replicó: −«Me pides una cosa muy grande, y no puedo dártela». Entonces hizo la serpiente como que se volvía con el joven, diciendo á su padre: −«Puesto que te niegas á dar el sello al que me libró de la muerte, me voy tras él porque le debo la vida». Al ver su actitud el padre dió el sello al joven y le dijo: −«Cuando necesites alguna cosa, comprimes el sello y acudirá un negro, al cual mandas lo que desees, y te lo hará». Volvióse á su casa y su madre al verlo exclamó: −«¿Qué comeremos, cariño mío?» −«Vé á la alacena y encontrarás pan», le contestó. −«Pero, hijo mío, yo sé que la alacena no contiene pan, y me dices que vaya y hallaré». −«Entra donde te digo, y encontrarás». Mientras se dirigía hacia la alacena, comprimió el joven el sello, compareció el negro diciéndole: −«¿Qué mandas, señor?» −«Quiero que pongas pan en la alacena». Al llegar la madre encontró abundante provisión de pan, y comió. De este modo, gracias al sello, lo pasaron bien en lo sucesivo. Cierto día dijo el joven á su madre: −«Madre, podrías ir al rey y decirle que me dé su hija por esposa». Ella le replicó: −«¿Qué categoría tenemos, hijo mío, para que el rey nos dé su hija?» No importa, vé», le replicó. Se levantó incomodada, y puesta á presencia del rey, le dijo: −«Mi hijo desea tomar por esposa á tu hija». El rey le respondió: −«Se la daré si es capaz de hacer un palacio más grande que el mío». Volvióse

la anciana y trasmitió á su hijo la contestación del rey. Aquella misma noche volvió á comprimir el sello, y al momento compareció el negro diciéndole: −«¿Qué mandas, señor?» −«Que hagas un palacio mayor que el real». Y al instante se encontró con un soberbio palacio. Presentóse de nuevo la madre al rey, y le dijo: −«Mi hijo ha construido el palacio que encargaste». Pero el rey le contestó: −«Si es capaz de hacer un camino de oro desde su palacio al mío, entonces tendrá mi hija por esposa». Volvió la anciana á referir esto á su hijo, y éste llamó al negro encargándole que hiciera una calle toda de oro. Al levantarse al día siguiente, la encontró conforme había encargado. Fué por tercera vez su madre al rey, y le dijo −«Mi hijo ha cumplido lo que encargaste». El rey le contestó que se preparase para la boda, y lo mismo dijo á su propia hija, después de referirle cuanto había ocurrido. Alegróse la hija y pidió á su padre le diese un negro para enviarlo donde conviniera. Terminadas las bodas, se llevó el joven la princesa, y vivieron felices mucho tiempo.

Pero, por desgracia, la princesa llegó á enamorarse del negro, y una noche, aprovechando el sueño del marido, tomóle el sello y huyó negro, y con ayuda del sello construyeron un palacio cerca del mar, donde vivieron juntos. Después de la fuga se acercó la gata al joven acariciándolo, y mayando, le dijo: −«¿Qué tienes, señor? ¿Que he de tener, gata mía?Me ha sucedido lo siguiente: mientras dormía yo por la noche, el negro me robó el sello y la mujer, y escapó». −«Calla, señor, repuso la gata, yo te lo traeré: déjame el perro, para montar sobre él, y te traeré el sello». Hízolo así, y montada la gata sobre el perro, pasó el mar. Al desmontar encontró un ratón, al cual le dijo: −«Si quieres que te deje vivo, has de meter la cola en la boca del negro cuando esté dormido». Hízolo así el ratón y entonces estornudó el negro cayéndole en tierra el sello que

tenía oculto en la boca. Lo coge la gata y montando el perro, atraviesan de nuevo el mar, pero en el trayecto le dice el perro: −«Si quieres vivir, gata, déjame que vea yo también un rato el sello». −«¿Por qué quieres verlo, amigo?» Tomó el perro el sello, y contemplándola se le cayó al mar, uno de cuyos peces se lo tragó. La gata, llena de dolor, exclamó: −«¿Qué has hecho, querido? ¿Cómo he de ir al allí sin el sello? Ven, sin embargo, que te montaré». Cabalgó de nuevo dirigiéndose al sitio donde abordaban los barcos. Albergáronse en uno de ellos, cuyo capitán precisamente había cogido el mismo pez. Púsose á rozarse contra la pared del barco mayando, y al verla á capitán exclamó: −«Compañero, qué hermosa gata nos ha venido; la noche freiré en casa este pez yle echaré las entrañas para que selas coma». Fué el capitán á su casa y después de limpiar el pez, echó las tripas y cayó el sello, que se apresuró á coger la gata, y montando el perro se dirigió á su amo.

Al llegar lo encontró todavía irritado y se puso á mayar así miau, miau. La oyó y exclamó en seguida: −«Querida gata, ¿traes el sello?» −«Lo traigo, amo mío, le contestó; pero debes matar al perro, porque lo dejó caer al fondo del mar, y he sufrido mucho para encontrarlo, y le refirió todo cuanto había pasado. Entonces tomó el amo la escopeta para matar al perro, pero lo impidió la gata diciéndole: −«Perdónalo, ya que hemos comido juntos el pan tanto tiempo». Y lo perdonó. Tomó después el sello, lo comprimió, y compareciendo el negro, le dijo: −«Qué mandas, señor?» −«Que traigas aqui el palacio que hay junto al mar». Inmediatamente lo transportó. Entró el joven y encontrando en compañía de la princesa al criado negro, lo mató. Después tomó á su mujer y fueron felices toda su vida.

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