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Cenio y la Lamia
Cenio y la lamia
Vivían juntos doce hermanos, uno de los cuales se llamaba Cenio, y habiendo acordado viajar por el Extranjero, se marcharon de su país, y llegados á una ciudad fuera de su patria se albergaron en casa de la Lamia7. Tenía ésta doce hijas, y con el siniestro fin de escaldarlos con agua hirviendo, invitó á los jóvenes á que durmiera aquella noche con sus hijas, á quienes advirtió que se pusiesen velos negros para reconocerlas más fácilmente. Cenio, que había oído es advertencia, por la noche cuando estaban dormidas cambió de sitia las cubiertas, con lo cual sucedió que la Lamia escaldó, no á los extranjeros, sino á sus hijas. A media noche despertó Cenio á sus hermanos para marcharse antes de que la Lamia se apercibiese del engaño y los matase. Anduvieron desde allí algunos días, al cabo de los cuales llegaron á otra ciudad, á cuyo rey se presentaron, y los admitió en calidad de criados. Cenio era el más hábil, por lo cual sus hermanos le cobraron envidia, y con ánimo de perderlo refirieron al rey que la Lamia tenía una cubierta que resplandecía de noche lo mismo que si fuera día. Entonces les preguntó el rey: −«¿A quién enviaríamos para que nos la trajera?» y los hermanos indicaron á Cenio como el más apto. Díjole el rey: −«¿Eres capaz de ir y traérmela?» −«Iré, señor», contenstó. Marchó al momento á casa de la Lamia, y á escondidas vertió toda el agua que había en la casa y le llenó la despensa de sal. Cuanto á la noche volvió de fuera la Lamia, después de
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7 Demonio en forma de mujer (Nota del Trad).
tomar pan y sal del comedor, buscó el agua, y no encontrando, encargó á su hija menor que fuese á traerla de la fuente. Como la noche era muy oscura a pidió á su madre la cubierta para que le alumbrase por la calle. Cenio, que esperaba oculto en la fuente, le arrebató la cubierta y la llevó al rey. La joven llegó con gran dificultad á su casa querellándose con la madre porque le había tomado la cubierta dejándola á oscuras. Comprendió la Lamia que Cenio era quien se la había quitado para llevarla al rey.
Este recibió á Cenio con gran alegría, llenándolo de obsequios y colocándolo á su derecha. Por instigación de los hermanos volvió á encargarle que le trajera el caballo padre que tenía la Lamia. Levantóse y marchó con este objeto. Al ir á cogerlo, relinchó el caballo, y bajando la Lamia se apoderó de Cenio y después de bien atado lo entregó á su hija menor diciéndole: −«Enciende bien el horno y arrójalo en medio para que se caliente, mientras voy á buscar las otras lamias para comérnoslo». La hija se esforzaba para arrojarlo al horno, pero Cenio fingía que no sabía entrar. −«¡De otro modo!» le decía la hija de la Lamia. −«Suéltame», replicaba él. Lo soltó, pero ni aún sabía entrar. −«¡De otro modo!» volvía ella á decirle. −«No sé, enseñame cómo he de entrar». Mientras le enseñaba, dióla un empellón arrojó al horno, donde murió abrasada.
Monta él á toda prisa el caballo y se va al rey. Entonces dijeron los hermanos que la Lamia iba á ir á devorarlo. −«¿Y qué haremos?» exclamó el rey. −«Lo mejor es, contestaron, que vaya Cenio á apoderarse de ella». En conformidad con este parecer, le mandó el rey que le trajera la Lamia viva. −«Iré, señor, dijo Cenio, pero quiero que mandes hacer una caja que cierre bien y un vestido con cascabeles. Púsose este vestido
y disfrazado de fantasma se presentó de noche en casa de la Lamia, moviéndose para hacer sonar los cascabeles. Dijo así: −«Yo soy Cazí Brulís que vengo á arrancarte el alma, y si quieres librarte, entra en esta arca». Llena de espanto la Lamia, se metió en el arca; bajóse Cenio y cerrándola bien se la llevo al rey. Dio inmediatamente el monarca orden para que la mataran, y en premio de cuanto había hecho Cenio le concedió la mano de su hija y lo declaró heredero de su reino.