3 minute read
El cordero con vellones de oro
El cordero con vellones de oro
Cierto rey, sintiéndose próximo á la muerte, repartió su fortuna entre los tres hijos que tenía. Los dos mayores se emborrachaban cada día un la taberna, y entre éste y otros vicios consumieron el capital de su padre y contrajeron deudas. El menor, por el contrario, conservó los bienes de la herencia, y habiendo contraído matrimonio tuvo una hija hermosísima, á la cual encerró en un palacio que hizo construir bajo tierra. Degolló al artista que lo habla construido para que á nadie pudiera descubrirlo, y publicó un decreto en estos términos: «El que sea capaz de encontrar la hija del rey, se casará con ella, pero de no encontrarla, se le quitará la vida». Muchos hombres lo tomaron á empeño y todos perecieron.
Advertisement
Un joven gallardo se presentó á un pastor y le suplicó lo metiera en una piel de oveja con vellones de oro y lo llevara al rey. Hízolo como lo deseaba, metiendo también comida, pan y cuanto necesitaba. Al ver el rey un cordero tan hermoso le dijo: −«¿Vendes el cordero?» −«No, mi señor el rey, no lo vendo, pero si lo necesitas, no te privaré de ese gusto; te lo presto por tres días y después me lo has de devolver». El rey lo tomó y lo llevó al palacio subterráneo, y al encontrarse en una puerta, gritó: −«¡Abríos, cavernas de la tierra!» Y la puerta se abrió por si sola. Atravesando varias habitaciones, tropezó con otra puerta y gritó de nuevo: −«Abríos, cavernas de la tierra», y la puerta se abrió por sí sola. Allí estaba el cuarto, todo de plata, donde habitaba la princesa, á quien dio el cordero y luego lo dejó solo con ella.
Llegada que fué la noche, el joven se salió de la piel, y al verla tan hermoso la princesa le preguntó sin asustarse: −«¿Por qué te has metido en la piel y has venido hasta aquí?» −«Como vi que muchos morían por no encontrarte, discurrí esta estratagema que me ha permitido llegar á este palacio donde tu padre te tiene oculta». −«Has hecho muy bien; pero te advierto que cuan· do hagas ver á mi padre que has descubierto mi morada, nos convertirá en ánades á mi y á las sirvientas, y me reconocerás en que al exigir que me reconozcas, yo me picaré el ala».
Pasados los tres días, el pastor reclamó el cordero, y el rey se lo devolvió. Luego el joven saliéndose nuevamente de la piel, se presentó al rey diciéndole que se consideraba capaz de encontrar la princesa. −«Siento mucho, hijo mío, le contestó el rey, que hayas de morir tan joven. ¿Tantos y tantos han pagado su temeridad con su vida y tú pretendes ser más afortunado?» −«Señor, podré morir, pero me propongo encontrarla». Marcharon, delante el joven y el rey detrás, y cuando llegaron ante la puerta principal dijo al rey: −«Pronuncia tres palabras, Señor». −«¿Cuáles han de ser, palacio, palacio, palacio?» −«No, di: abrios cavernas de la tierra12».
El rey pronunció estas palabras, mordiéndose de despecho el bigote, y se abrió la puerta. Fueron á la otra y sucedió lo mismo, encontrando por fin á la princesa. Entonces dijo el rey: −«Has hallado la princesa, pero ahora convertiré en ánades á mi hija y á mis sirvientas, y si adivinas cuál de ellas es mi
12 La carencia de verdadera declin., ó sea el uso de la preposición que la suple, es causa de que en castellano se exprese con cuatro palabras el vocativo y su comí plemento que en griego consta de tres (Nota del Trad.).
hija la obtendrás por esposa». Hízolo como lo dijo, y convertidas en ánades las presentó al joven diciéndole: −«¿Cuál de éstas es mi hija?» Entonces la princesa se picó el ala y el joven respondió: −«¡Esa que se pica el ala es la princesa!» Concedióle el rey su mano y pasaron ambos esposos una vida feliz.