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Los gemelos

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La varita

La varita

Los gemelos

Erase un pescador acaudalado, pero sin sucesión. Cierto día fué una vieja encontrar á su mujer y le dijo: −«¿Para qué quieres los bienes que posees, si no tienes hijos?» −«Así lo quiso Dios, señora mia, le contestó la mujer del pescador. −«No lo ha querido Dios, hija mía, le replicó la vieja, pues si tu marido pescara un pez dorado, tendríais familia; así cuando venga le dices que vaya á pescarlo y lo hacéis seis pedazos: tú y tu marido os coméis uno cada uno y tendréis dos hijos; otro la perra y tendrá dos perros; otro la yegua y tendrá dos pollinos; otro lo arrojáis á un mojón, y otro á otro mojón y brotarán dos cipreses». Díjolo á su marido, quien fué al m mentó á pescar el pez dorado, y al cabo de algún tiempo tuvo dos niños tan parecidos, que no se distinguían; la perra parió también dos perritos muy iguales, la yegua dos pollinos también iguales de los mojones nacieron dos cipreses.

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Cuando los hijos fueron mayores, no contentos con sus bienes i fortuna, deseaban adquirir fama, y así solicitaron el permiso de padre para viajar. El padre no accedió á que los dos se ausentaran y únicamente consintió en que marchara uno, y cuando volviera, otro. Tomó pues uno de ellos un caballo y un perro, y al marchar advirtió á su hermano que mientras los cipreses se conservasen verdes lo creyese vivo, pero si se secaba uno de ellos, que fuese en busca. Anduvo, anduvo muy lejos de su lugar y se hospedó en casa de una vieja. Al anochecer hubo de salir á orinar y preguntó á vieja:

«¿De quién es esa casa que está ahí arriba?» La vieja le contestó: −«Ese es el palacio de la hermosa del lugar». −«Pues he de ir á apoderarme de ella». −«Hijo mío, muchos hombres han ido con igual objeto, y esas tacas que ves derechas ostentan las cabezas fijadas por remate». −«Pues yo iré á decir al rey que la tomaré, aunque me corte cabeza».

Era el joven muy astuto y diestro en tocar la guitarra, y durante la noche ejecutó varias piezas. Oyólas muy complacida la hermosa y á la madrugada preguntó á la vieja: −«Anciana, ¿quién tienes ahí en tu casa que toca tan bien la guitarra?» −«Ha venido un extranjero y él es quien la toca, princesa mía». −«Dile que venga para conocerle».

Cuando se presentó el joven, la princesa le preguntó de qué país era, le felicitó por su habilidad y le propuso hacerlo su esposo por afición que ella tenía á la guitarra. −«Con el mismo objeto he venido á esta casa, princesa», contestó. −«Ve pues á pedirme á mi padre y dime su contestación». Presentóse el joven al rey, quien le contestó: −«Si eres capaz de hacerme lo que te diga, conforme; pero si no lo haces, te cortaré la cabeza: de un golpe has de cortar con tu espada un tronco que tengo en el campo, tan grueso, que dos cuerdas de crines no pueden abrazarlo». Salió el joven de su presencia y se fué muy triste á la vieja, pensando que al día siguiente el rey mandaría cortarle la cabeza. Por la noche no tocó la guitarra, pues la pasó pensando en la manera de cortar

el tronco de un golpe, siendo tan grueso. La princesa viendo que no tocaba la guitarra lo llamó y le dijo: −«¿Por qué estas tan pensativo esta noche y no tocas?» El joven le manifestó la contestación de su padre. −«¿Y por eso te apuras? replicó; toca al momento la guitarra y nos recrearemos un poco, y á la madrugada te vas de aquí».

Tocó el joven la guitarra toda la noche, pasándola así alegremente, y al retirarse al amanecer le dio la princesa uno de sus cabellos diciéndole que lo rollase á su espada y cortaría fácilmente el tronco. Compareció ante el rey y llevado al campo cortó el tronco al primer golpe. Díjole entonces el rey: −«Sólo una cosa te propondré y te daré mi hija. Has de montar un caballo y hacer á escape tendido una carrera de tres horas llevando en cada mano un vaso de agua; si no viertes una gota, obtendrás mi hija, y en caso contrario, perderás la cabeza». Fuese muy afligido á casa de la vieja y no tuvo humor para tocar la guitarra. Llamóle la princesa y le dijo: −«¿Por qué no tocas y estás irritado?» Refirióle el joven la nueva condición impuesta por el rey, y ella le consoló y le pidió que como otras noches tocara la guitarra y se retiraría al amanecer. Así lo hizo, y al retirarse le dio la princesa su sortija, diciéndole: −«Echando esta sortija en el agua quedará congelada y no se verterá». Así sucedió, mas el rey volvió á decirle: −«Otra cosa aún te diré, que será la última. Tengo en mi compañía un negro; mañana luchareis, y si lo vences, tuya será mi hija». Esta vez el joven se retiró muy alegre y al verlo limosa le preguntó: −«¿Cómo estás tan alegre? ¿Qué te ha dicho mi padre?» −«Me ha dicho, contestó, que mañana lucharé con un negro, y espero vencerle, porque si él es hombre, hombre también soy. Esto es lo peor, replicó la princesa; porque el negro soy yo, pues me dieron un helado y me convertí en negro; pero

mañana vas al mercado y compras doce coletos para cubrir tu caballo, y además guardas este pañuelo. Cuando esté yo á punto de vencerte me lo enseñas, y recordando quién eres no te mataré; entonces procuras herir mi caballo en medio de las cejas, y matando mi caballo me habrás vencido». Fué el joven al mercado, compró los coletos con los que vistió su caballo y se presentó á pelear con el negro. Lucharon gran rato: once de los doce coletos estaban rasgados, y cuando parecía que el negro iba á matar al joven, éste hirió entre las cejas el caballo del contrario, que cayó muerto, y el joven fué aclamado vencedor. Entonces exclamó el rey: −«Pues tal victoria has logrado, te haré mi yerno». El joven, anheloso de adquirir fama le contestó: −«Tengo ahora que ausentarme, pero volveré dentro de cuarenta días y entonces me casaré».

Salió en busca de nuevas aventuras y llegado á una villa se hospedó en casa de una vieja. A la noche después de cenar el joven le pidió un vaso de agua: −«No puedo, contestó la vieja, porque la tiene guardada un mal espíritu; cada año le da el pueblo una doncella para comérsela y aquel día nos permite sacar agua, ahora ha tocado la suerte á la hija del rey y mañana se la llevarán». Al día siguiente llevaron al mal espíritu la hija del rey para que se la comiera y la dejaron atada con una cadena de oro. Cuando todos se hubieron alejado se acercó el joven á la princesa que estaba llorando y le preguntó: −«¿Qué tienes que lloras?» la princesa le contestó que lloraba porque vendría el mal espíritu á devorarla. El joven le repuso que la libraría si le prometía casarse con él. Dióle palabra la princesa y al momento llegó el mal espíritu, pero el joven aguzó á su perro que descuartizó al demonio. Cuando lo supo el rey, consintió en darle su hija y se celebraron las bodas.

A los pocos días se sintió el joven fastidiado por su inacción, y pretestó que quería salir de caza. El rey no se lo permitía, mas no pudo impedirlo. Díjole que tomara consigo criados, pero no quiso y sólo llevó su caballo y su perro. Cuando hubieron andado mucho, tuvo sed, y viendo una cabaña que estaba distante fué á beber agua. Dentro de la cabaña había una vieja á la cual pidió de beber un poco de agua, y la vieja le contestó que se la daría si le permitía pegar á su perro con una vara. Accedió y al instante quedaron petrificados él, el perro y el caballo, y en aquel momento se secó el ciprés de casa de su padre.

Entonces salió el otro hermano en su busca, y pasó por la villa en donde aquél había matado al espíritu, y por casualidad se hospedó en casa de la misma vieja, la cual cuando lo vió, tomándole por su hermano, exclamó: −«¡Cómo me has hecho sufrir, hijo mío! ¡No te he visto desde que te casaste con la hija del rey!» Dirigióse él al palacio real y al verlo el rey: −«¿Qué te has hecho? le dijo, —nosotros suponíamos que te habría sucedido alguna desgracia pues en tantos días no parecías». Por la noche, se acostó con la princesa y puso en media la espada. Díjole la princesa: −«¿Qué tienes que estás triste?» −«Nada», le contestó; y á la madrugada se fué de caza y por casualidad tomó aquel camino por donde había ido su hermano, y al verle de lejos petrificado lo reconoció. Dirigióse á la cabaña y dijo á la vieja que desencantara á su hermano. Contestóle la vieja: −«Deja que hiera al perro con la varilla, y después desencantaré á tu hermano». El joven dijo al perro: −«¡Devora por completo á la vieja!» Y la vieja repuso: −«¡Di á tu perro que no me devore para que desencante á tu hermano!» −«Dime cómo lo he de desencantar, contestó él, y diré al perro que no te devore». Y como no accediera, habló

al perro, el cual la engulló hasta la cintura. Díjole entonces la vieja: −«Tengo dos varitas, una verde y otra roja; con la verde encanto y con la roja desencanto». Tomó entonces la varilla roja, y desencantó á su hermano, al perro y al caballo. Después marcháronse á la casa de suegro. En el camino manifestó á su hermano lo que le había pasado y como había dormido con su mujer. Cuando le dijo había dormido con su mujer, sin advertirle que había puesto en medio la espalda, se arrojó sobre él, matándolo, y se fué solo á la casa de su suegro. A la noche le dijo en la cama su mujer: −«¿Qué tenías ayer que no me hablaste y pusiste en medio la espada?» −«No era yo el de ayer, sino mi hermano, al cual he matado en el camino al manifestarme que había dormido contigo». −«¡Cómo! ¿Lo has matado? replicó ella, ¿estás seguro de que era él?» −«Seguro estoy». −«Mañana iremos a verle». A la madrugada marcharon llevando consigo una garrafa de agua inmortal, la vertieron sobre el muerto y resucitó. Cuando hubo resucitado, le dijo el casado: −«Hermano mío, no me odies porque te maté».

A brazáronse entonces y yendo al país donde estaba la hermosa, el casado se la dio por mujer á su hermano, y enviaron á buscar á sus padres, en cuya compañía vivieron con sus mujeres.

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