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El cuento del dragón
El cuentο del dragón
Vivía en cierta ocasión un hombre, el cual, paseándose, encοntró un garbanzο, y dijo para sus adentros: −«Sembraré este garbanzo, que se convertirá en una mata, y ésta producirá muchas, y de este modo, andando el tiempo, podré cargar algún navío, y tal vez los doce de propiedad del rey».
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Animado con este razonamiento se decidió á presentarse en palacio, y, admitido en audiencia, solicitó del rey los doce barcos para cargarlos con los garbanzos que nacerían de la siembra del que llevaba en la babucha. Admirado el rey de tal discurso, dijo al joven: −«Si quieres casarte, te concedo la mano de mi hija, pues por tu ingenio te considero digno de ella».
He omitido decirte, lector, que al dirigirse este hombre á palacio encontró á un dragón que le preguntó dónde iba. −«Voy en busca de mi fortuna», le contestó. −«La fortuna porque suspiras, repuso el dragón, la lograrás si eres capaz de contestar á diez preguntas que te haré, pues entonces serás dueño de este palacio que tienes á la vista y de todos los campos y jardines del contorno. Si las contestas, yo moriré reventado, y si no, tú morirás».
Dejemos por ahora al dragón y volvamos á la entrevista del joven Penteclemas, que así lo llamaban, con el rey. De pronto no supo qué responder, pero reflexionando que si se negaba á ser su yerno no le concedería los navíos, se decidió á aceptar
la proposición y ver como iría la cosa. Cuando contestó afirmativamente, el rey, para asegurarse de si era pobre ó rico, mandó á un criado que preparase la cama á Penteclemas, poniendo sábanas bordadas y cubierta de terciopelo. Llegada la noche, le dijeron que se retirase á la cámara, pues ya era hora de descansar. El rey había encargado al criado que vigilase y observara si dormía ó no; pues había discurrido de este modo: −«Si duerme, es pobre, y si no duerme, es un rico educado á la moderna, que no admite ropa bordada en la cama».
Por la mañana el criado dio cuenta de que el huésped había pasado la noche inquieto y sin pegar los ojos. El rey dispone que aquel día se le prepare la cama sencillamente, y el joven durmió con toda tranquilidad, porque no temía que se le extraviase el garbanzo entre los bordados de la ropa. Convencido el rey de que era un joven rico y de sangre noble, lo casó con su hija.
Entonces Penteclemas se acordó del dragón y de las respuestas que había de dar, pues se acercaba el plazo de cuarenta días que éste le había concedido; y á los tres de haberse casado se marchó, no pudiendo evitar la compañía de la princesa que quiso salir con él; pero en el camino la dejó atrás bien acompañada, y él se adelantó hacia el palacio del dragón para ver qué suerte, favorable ó adversa, le esperaba. Había advertido que si la reina preguntaba de quién era el palacio, le dijeran que era propiedad de Penteclemas. Realmente preguntó la reina por dos ó tres veces, y se alegró al oír que era de su marido. Al llegar al palacio del dragón, subió con su mujer, que anduvomás aprisa de lo que él deseaba, y los acompañantes se volvieron. Quedóse pensativo Penteclemas, y, aunque la joven le preguntaba la causa, no se atrevía á decírsela, mucho menos
cuando el plazo había espirado y el dragón estaba á punto de llegar. En esto subió una vieja vecina, y al ver triste á la joven le preguntó qué tenía. −«Viendo á mi marido pensativo y triste, contestó, me entristezco yo también».
Entonces se acerca la vieja á Penteclemas, y, á fuerza de insistir en sus preguntas y de incomodarse, consiguió saber lo que había. Dijole que no pasara pena, porque cuando viniera el dragón ella contestaría, y así, que procurase consolar á la reina, que tan triste estaba. Llega al fin el dragón y grita: ç −«¿Has venido, joven?» −«Seas bien venido», le responde la vieja, fingiendo ser Penteclemas.
Cierran las puertas y comienza el interrogatorio entre el dragón y la vieja, pero sin verse, porque estaban en distintas salas. Dragón: −«Una cosa única, ¿cuál es?» Vieja: −«¡Dios!» Dragón: −«Dos cosas, ¿cuáles son?» Vieja: −«¡La justicia!» Dragón: −«Tres cosas, ¿cuáles son?» Vieja: −«Tres pies tiene la trípode sobre la cual se pone la olla». Dragón: −«Cuatro cosas, ¿dónde están?» Vieja: −«Cuatro mamas tiene la vaca». Dragón: −«Cinco cosas, ¿qué cosas son?» Vieja: −«Cinco dedos tenemos en las manos». Dragón: −«Seis cosas, ¿cuáles son?» Vieja: −«Seis estrellas tienen las Pléyadas». Dragón: −«Siete cosas, ¿en dónde están?» Vieja: −«De siete vírgenes se compone el coro ó danza». Dragón: −«Ocho cosas, ¿cuáles son?»
Vieja: −«Ocho pies enlazados tiene el pólipo». Dragón: −«Nueve cosas, ¿cuáles son?» Vieja: −«Nueve meses te llevó tu madre». Dragón: −«Diez cosas, ¿en dónde están?» Vieja: −«Diez son tus preguntas: ¡revienta, dragón!»
Efectivamente reventó el dragón, y Penteclemas heredó el palació con todos sus contornos, viviendo feliz con la reina, su esposa, no sin recompensar á la vieja, colmándola al efecto de oro.