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La muerte en tiempos de pandemia, dejo de ser una utopía
from La muerte desde un enfoque inter y multidisciplinario. Hacia una terapia psicosocial y cultural
LA MUERTE EN TIEMPOS DE PANDEMIA, DEJO DE SER UNA UTOPIA
RICHARD AGUILAR MOSCOSO3 (Bolivia)
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Introducción
Si entendemos que una utopía es la representación de una idea, pero cuya realización se aleja de la realidad por su complejidad o imposibilidad de materializar en una sola definición con tiempo y espacio concretos, como algo que sabemos que puede suceder, pero no sabemos cuándo, entonces la muerte, es el mejor ejemplo de utopía que siempre ha tenido la humanidad.
3 Nació en Cochabamba, Bolivia el 23 de marzo de 1959. Estudio en Universidad Complutense Madrid, España y en la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, Bolivia. Licenciado en Ciencias de la Educación. Psicopedagogo y Logopeda (Psicopatólogo de la Comunicación Humana). Magíster en Gestión Universitaria. Docente titular en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UMSS.
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¿Qué es la muerte?
Nadie a ciencia cierta sabía hasta antes de la pandemia, cuando, como y donde nos alcanzaría la muerte. La presencia del corona virus, rompe con esta utopía para que la humanidad se vea obligada a cambiar su percepción sobre la vida.
Esta situación de utopía en la humanidad, con respecto a la muerte, en los últimos años, ha sido confrontada y obligada para convivir con ella, creando una situación de temor que nos obliga a replantear muchas dimensiones de la realidad.
La muerte ha dejado de ser una utopía, porque ahora todos sabemos que con el corona virus no es más una sorpresa para nadie, puede llegar en un tiempo determinado, fijo y concreto. Se puede saber cuándo, cómo y dónde sucederá.
Todos evitamos hablar de la muerte, pero aun así es un tema que ha sido tratado desde tiempos antiguos desde diferentes perspectivas. De cualquier forma, en la mayoría genera sufrimiento.
Todos sabemos que vamos a morir un día, pero lo que no sabemos es cuando como y donde (utopía). La muerte ha sido motivo de reiteradas reflexiones a lo largo de la historia humana. A diferencia de los demás seres vivos, los humanos somos los únicos que sabemos que
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todos vamos a morir, pero ignoramos el cómo, cuándo y dónde (utopía). La idea de acceder a una vida después de la muerte es uno de los consuelos para los seres humanos ante la inevitabilidad de ese acontecimiento en algún momento inesperado.
También es un consuelo para los familiares y amigos de un muerto, que lo imaginen en el cielo, o en otra dimensión, de tal manera que volverán a encontrarlo cuando también ellos mueran.
Lo cierto es que ahora con la pandemia surgió la necesidad de revalorizar la vida. La muerte nos enseña a ser agradecidos con ella, que no es muy frecuente atributo de los seres humanos.
Parece irónico, pero lo que más contaminamos en la vida es el aire que respiramos y, precisamente la causa de muerte más común tiene que ver con la dificultad para respirar y entonces vemos que cobran mucho valor las máquinas de producir oxígeno. Esta situación amerita replantear la influencia que tiene la conducta humana sobre el medio ambiente. Es necesario que el bienestar que depositamos en las cosas simples sea parte de esa revalorización del aire que respiramos (tres billones de exhalaciones al día).
Asimismo, podemos ver que el encierro por causa de esta enfermedad es propicio para reflexionar sobre temas que vienen colateralmente vinculados a toda la
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problemática que se está viviendo en el mundo, tales como la familia con sus malos actos y pésimas decisiones que adelantan la presencia de la muerte. Ante esta realidad se puede advertir que la educación tampoco está preparada para educar sobre temas de la muerte y el cómo vivir en el encierro. Todos aprendimos que el bienestar se alcanza en plena libertad, trabajando desmedidamente para obtener bienes materiales sin importar las consecuencias.
La literatura, la poesía, la pintura, el cine y las narraciones populares están llenos de estas misteriosas apariciones que nutren a las creencias religiosas. En Bolivia y otros países se invita a comer a los difuntos cada año en todos santos, coincidiendo con la “noche de brujas” (Halloween) que se celebra en otros países en alusión a sucesos extraños que provienen de esa otra dimensión en la que habitan los muertos, convertidos en espantos a los que se les teme porque vienen a asustar y a hacer morir a otros.
No obstante, cada quien, en su propia dimensión, podría trastornar y hacer sentir amenazado al más ecuánime, pues a la posibilidad de la muerte no es agradable para nadie y, por ende, es mejor no tocar el tema, hasta que un día llega y no hay otra opción que aceptarla y, si se puede, “morir en paz”.
¿Qué es la vida?
El sentir que uno está vivo inspira el bienestar para seguir y continuar viviendo. Hay quienes antes de morir
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han muerto ya en su interés por la vida, todo es intrascendente y sólo pueden sentir que viven al disfrutar de todo lo bueno que nos ofrece la vida.
En cada país ahora se enfrenta la humanidad con la necesidad de reconciliarse con el entorno y entonces es urgente hablar de todo aquello que implica VIDA, desde el punto de vista psicológico, medico, social, familiar, ambiental y sobre todo espiritual.
Cada ser humano tiene su vida que lo motiva a seguir viviendo, algo esencial, que sin duda sobrevive a la muerte, a su manera de ser, su manera de pensar, su manera de actuar, sus actitudes, sus gustos, su estilo personal, su red de relaciones, sus cosas personales, su obra, su historia, su trabajo y su nombre que son realidad mientras se viva en un mundo social, es decir, a través de otros, de una historia que incluso puede perdurar en el pensamiento de otros.
Por otra parte, la muerte significa “dejar de ser” y si bien una persona al morir deja de ser lo que era y se transforma en algo distinto, ahora vive esencialmente a través de los demás, también hay que observar que esto ocurre de manera continua. Los adultos de hoy han dejado de ser los niños que fueron; esos niños están muertos. En el adulto el niño que fue vive de otra forma, pero ya no es lo que era. Es decir, estamos muriendo a cada instante. Vivir es morir continuamente y morir es otra forma de
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vivir. La vida es como el fuego que justamente es más intenso conforme más rápido consume lo que lo hace vivir. El combustible humano es la con-vivencia, que permite a cada uno integrar en su propia vida la vida de otros. Entre más una persona integre a su ser el ser de los otros, su vida será más intensa y duradera, trascendiendo con mayor profundidad a la muerte corporal.
Definitivamente la muerte en tiempo de pandemia y encierro, obliga a replantear la forma en que vivimos, la forma en que nos relacionamos y la forma en que nos educamos. La familia puede fortalecer lazos y tener mayor conocimiento el uno con el otro, de lo contrario ser víctima de un entorno controvertido.
Podemos concluir diciendo que nadie ha sido educado para vivir en el encierro y mucho menos para encarar a la muerte, nadie nos educó para vivir sin contacto social, nadie nos educó para ser felices en cuarentenas aislados del mundo. Convencidos estamos ahora de que somos vulnerables a vivir en cuarentenas y amenazados por la muerte. La educación es responsable de replantear sus propósitos ante la presencia de efectos colaterales de alto impacto psicosocial a corto plazo como la perdida de hábitos, violencia intrafamiliar, abuso de nuevas tecnologías, perdida de rutinas, estrés psicosocial, perdida del interés por el juego socializado, presencia de miedos, ansiedad, preocupación, síntomas depresivos, trastornos alimentarios, incluso crisis familiar ante nuevos estilos de convivencia que se deben asumir.
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