5 minute read
Un vuelo de pájaros
Motivos de Proteo, xxxvi
<<<<<<<< 44
Advertisement
Ma. José Cejas. Escuela N.º 64, Tambores, Tacuarembó
Sophía Torres. Escuela N.º 5, Fray Bentos, Río Negro
MI AMIGO JOSÉ ENRIQUE 45 <<<<<<<<
La tarde está clara y fresca. El otoño se está empezando a dejar ver, volviendo doradas las hojas de los árboles. El papá de Juan, aprovechando que le quedan unos días de licencia, le pregunta si quiere ir a la plaza. Juan le grita que le dé solo cinco minutos más, que ya está terminando los deberes. Apenas lo hace, agarra el brochecito lila que le regaló Mariana en la escuela y, mientras baja la escalera, lo guarda en el bolsillo de la campera deportiva. El padre lo espera con la pelota debajo del brazo y un gorro de visera que le pone a Juan de un solo movimiento cuando se acerca.
Mientras caminan, conversan sobre las transformaciones que se dan en la Tierra cada tres meses con la llegada de las estaciones del año. Juan le cuenta cosas que ha aprendido en la escuela y algunas en videos de la computadora. El padre finge no conocer algunas de esas cosas y se divierte escuchando la explicación que para cada una tiene su hijo. Después el padre de Juan le pregunta si alguna vez oyó hablar del efecto mariposa. Juan dice que no y se pone en guardia, esperando que sea una broma de su padre, que aprovechará su inocencia para reírse y para hacerlo reír. Pero el padre, al contrario, se queda serio.
—Dejame ver cómo te lo puedo explicar. Hay algo de verdad y algo de mito, pero dicen que una mariposa agitando las alas en una punta del mundo puede provocar un tornado en la otra punta.
—¿Qué? Yo sabía que me estabas tomando el pelo —dice Juan haciendo un piquito con la mano y moviéndolo de atrás hacia adelante.
Están llegando a la plaza y a lo lejos el padre de Juan ve a José Enrique, que salió con el bolso y su gato. Siempre lo lleva dentro para que no se escape, y a Juan le encanta jugar con él y cuidar que no se aleje.
—Vamos a preguntarle a José Enrique. Seguro sabe —dice el padre.
<<<<<<<< 46
Juan sale corriendo, levantando una mano y dando un grito. Cuando llega junto a su amigo, el gato se esconde en el fondo del bolso y apenas deja ver dos ojitos brillantes.
—Creo que lo asusté. Fue sin querer.
—Hola, Juan. ¿Cómo estás, Marcelo? —le dice, dándole la mano, al padre.
Agitado y sin querer perder un minuto, Juan le confiesa a José Enrique que el aleteo de una mariposa en un rincón del mundo puede provocar un tornado en un lugar muy distante.
—Escucha —le dice José Enrique sorprendido—, hagamos silencio.
Los tres dejan de moverse. Suena lejano el chirrido de las hamacas, una bocina más lejos todavía, un perro en medio de la plaza que da un ladrido, el murmullo de dos niños que intentan subirse a un árbol.
—«El aleteo de las alas de mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» —susurra José Enrique—. Así dice un viejo proverbio chino. Y, en efecto, la cosa al parecer más insignificante puede transformarse en la cosa de mayor valor. No hay cosas pequeñas, hay situaciones. En algunas situaciones las cosas pequeñas pueden volverse las más grandes, las más importantes. Para catalogar un hecho como pequeño tendríamos que tener claro en su unidad, dentro de esa maquinaria maravillosa que es el universo, dónde está incluido ese hecho. ¿Tienen tiempo antes de pelotear? Les puedo contar una historia en la que unos personajes pequeños acabaron por darle una gran solución a un grupo de conquistadores.
UN VUELO DE PÁJAROS
MI AMIGO JOSÉ ENRIQUE
Un vuelo de pájaros
47 <<<<<<<<
Sesenta días después de haber zarpado, las carabelas de Colón surcaban el mar desierto con rumbo a occidente. Las aguas estaban quietas y no se veía nada en el horizonte, que parecía los labios de una estatua. Los marinos estaban cansados y enojados. Colón tenía fe y paciencia. Además, no quería mostrarse cansado frente a sus compañeros; por el contrario, trataba de contener el enojo de su gente, harta de todo, pero también de ver el mar, de sentir el ida y vuelta del barco, el mareo, el sol abrasándoles la piel. Nunca había suficiente comida, y la que había se la disputaban a las ratas en las cocinas y depósitos. Extrañaban a sus familias; si se enfermaban, no era sencillo recuperarse. Además, esa monotonía de solo ver agua en todas las horas del día.
De repente una tarde, Alonso Pinzón, solo en lo alto del barco con un ojo en el catalejo, vio levantarse sobre el fondo dorado del atardecer una nube de pájaros que inclinaba su rumbo hacia el suroeste y se abismaba una vez más en la profundidad del horizonte. Si los pájaros iban en ese rumbo es que en ese rumbo estaba la tierra. Luego de pasar el día alimentándose en el mar volvían a sus nidos, y la carabela se disponía a seguirlos, a seguirlos a la tan deseada tierra firme. Si los conquistadores no se hubieran dejado guiar por los pájaros, las carabelas probablemente habrían llegado en mayor tiempo mucho más al norte de América, y vaya a saber qué suerte les hubiera deparado el destino. Fíjense cómo, en ese movimiento de hechos e ideas que han marcado el rumbo de la historia, el vuelo de los pájaros decidió así el porvenir de los imperios. En cuántos casos el vuelo de los pájaros transforma el destino de los hombres; vuelos
<<<<<<<< 48
de pájaros que hacen nacer el amor, vuelos de pájaros del heroísmo, vuelos de pájaros de la buena suerte, de la gloria que se gana y la fe que se pierde.
José Enrique terminó su historia con lágrimas en los ojos. Se había metido tan dentro de ella que era un pájaro más de los que cambiaban el rumbo de las cosas, o bien alguien que los identificaba y aprovechaba a su favor. Algo pequeño que se vuelve enorme. Algo que no parece ser tan importante y sin embargo lo es.
En eso pensaba Juan mientras su padre y José Enrique seguían hablando. En el broche que tenía en el bolsillo. Era un brochecito lila, sencillo, pero para él no era solo eso. Si pensaba en él la recordaba, y sobre todo el momento en el que le dijo: «Si lo querés, te lo regalo». Pensó también que, perdido en la plaza, ese broche podía servirles a las hormigas como máquina trilladora. «Lo pequeño a veces es enorme», se dijo, y apretó el broche en el bolsillo.
UN VUELO DE PÁJAROS
Milagros Díaz Montiel. Escuela N.º 2, Trinidad, Flores 49 <<<<<<<<
MI AMIGO JOSÉ ENRIQUE