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Introducción
Cultura en campo abierto
Muchas veces hablamos de cultura de campo y en esos términos implicamos un variado cuerpo de actitudes, inclinaciones, gustos, preferencias, tendencias y conductas. Pero poco hemos trabajado en el alto potencial de ciertos restos materiales, muy propios de esa cultura, que han logrado sobrevivir a variadas acciones del tiempo y la actividad humana.
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Diversos trabajos de investigación han adelantado conocimientos relevantes acerca de estos bienes, pero la mayoría de ellos han quedado reservados al espacio académico, al hermetismo propio de los gabinetes, sin alcanzar la difusión necesaria para potenciar y subrayar su vínculo con el paisaje y la sociedad. Se trata de un patrimonio rico en experiencia humana, de alto contenido vivencial, que alcanza una fuerte identidad cultural, aun cuando pueda perder fuerza en el seno de las generaciones venideras.
Lo artesanal, lo artístico y lo arquitectónico llevan consigo una potente carga de historia y costumbres, de percepciones y sentidos sociales que pueden entenderse, precisamente, a partir de esa materialidad producida por la mano de obra humana. Se trata de conocimientos acumulados en el tiempo y de distintas modalidades del vivir y producir en el ámbito rural, transmitidos de generación en generación. Quizá por eso es que resulta imprescindible mantener hoy esa polea de transmisión, valorando en profundidad la labor de nuestros antepasados y la consiguiente obra material asociada.
La dificultosa carga de miles de fanegas de cal a través de campos sin caminos, la dureza de una muerte joven en el seno familiar o la fuerza y el sudor exigidos por la producción ganadera con limitadas posibilidades tecnológicas pueden comprenderse hoy perfectamente apreciando los enormes hornos de piedra en el arroyo Dacá, observando las capillas y los ámbitos de enterramiento perdidos en solitarios paisajes del norte uruguayo y, asimismo, descubriendo cercos de piedra muy extensos desarrollados en distintas estancias del país.
También la ardua cosecha de la vid y su posterior transformación en vino, la molienda producida cerca de pequeños arroyos para obtener gofio o harina, la salazón de la carne como factor clave de grandes divisas para el país han sido —en todos los casos— el resultado de constantes esfuerzos que solo algunos patrimonios materiales logran transmitirnos, mediante bienes adecuadamente conservados o muy deterioradas ruinas.
La actividad artesanal guarda todavía un importante espacio para las costumbres más tradicionales. Costumbres vivas, que aún recrean la percepción de lo artístico y el gusto por lo propio que nos viene de atrás. Las artesanías, aunque más frágiles en lo que hace a su capacidad de reproducirse y de permanecer en el tiempo respecto de las arquitecturas, deben verse en una relación más intrínseca, donde dimensiones patrimoniales se involucran con capacidades de utilidad y generación de economías. En esa línea es que su difusión y valoración resultan tareas fundamentales para su continuidad temporal.
En todo lo expresado reside la razón central de esta publicación, es decir, en la necesidad de apreciar y ayudar a conservar lo que tanto valor tiene para nuestra sociedad. La fotografía y la información aportada son, según creemos, buenos instrumentos para materializar tales propósitos, en relación directa con todas estas manifestaciones de la cultura en campo abierto.
No quiero cerrar esta introducción sin recordar la importancia de ciertas organizaciones en la realización definitiva de este proyecto. En primer término, el Fondo de Incentivo Cultural (fic) ha sido un instrumento insoslayable para este y otros proyectos que hemos podido materializar, así como tantos otros gestores y emprendedores de nuestro país. Es imperativo reconocerlo y destacar su valioso rol en la producción cultural contemporánea. Asimismo, ha sido fundamental el apoyo de Expoactiva, organización que cumple 25 años de existencia en este 2020 y que ha resultado un estímulo central para este libro. Finalmente, varios mecenas permitieron con su apoyo económico que un grupo de investigadores, periodistas, fotógrafos y diseñadores gráficos vieran materializado su propósito de producir un libro en directa relación con el patrimonio cultural rural.
William Rey Ashfield