INTRODUCCIÓN Mientras se elaboraba este diagnóstico o en los meses previos, varias mujeres morían violentamente en diferentes puntos de la ciudad de El Progreso a manos de sus compañeros de hogar o de otras personas. Carol Jackelin Fuentes, Zulema Ortiz, Brenda Leticia Soto, Lidia Majano, una mujer desconocida... sus rostros fueron publicados en medios impresos y digitales, y las noticias revelaron la saña con que fueron maltratadas: de disparos en la cabeza; desangrada por las heridas hechas con cuchillo; decapitada con machete; abandonada en un matorral. Todas fueron noticia de un día y atrajeron la lectura y el morbo. Contra más de alguna, hechores o lectores justificaron su muerte. A Lidia Majano, de 34 años, madre de dos niños, su compañero le disparó tres balazos y cuando lo detuvieron declaró que “estaba bromeando”. Sobre la muerte de una mujer no identificada, encontrada en un solar baldío, un lector comentó: “Por gusto no ha de haber sido”; y otro agregó, “la mayoría de las mujeres hoy en día andan más sueltas que nosotros los hombres” (suprimimos sus palabras soeces). También, mientras se elaboraba este diagnóstico o en los meses previos, muchas mujeres de El Progreso sufrían violencia dentro de sus casas, en sus centros de trabajo, en instituciones públicas o en la calle, solo por ser mujeres. Sus nombres y sus rostros no fueron publicados por ningún medio de comunicación; nadie alertó sobre la saña de que fueron objeto: golpes, agresiones, hostigamientos, insultos, acosos, humillaciones, violaciones, manoseos y un largo etcétera. Como no fueron noticia, tampoco nadie se pronunció al respecto. Si lo hubieran sido, seguramente contra más de alguna, hechores o lectores habrían justificado el maltrato: “estaba bromeando”, “por gusto no ha sido”, “andaba muy suelta”. Quizá sus nombres aparezcan publicados algún día. Cuando ya sea demasiado tarde.
Diagnóstico situacional sobre realidad de las mujeres en El Progreso, Yoro
7