DANZAENESCENA
RECORDANDO A VÍCTOR BURELL EL CORSARIO DE JC MARTÍNEZ EN GRANADA
GALA VERANO EN BADALONA ENTREGA GALARDONES EN COVENT GARDEN
Revista de
de
Nº 55 OCTUBRE 2022
La Casa
la Danza
JORGE NOZAL
Bailarín guipuzcuano Principal del NDT
DANZAENESCENA
Nº 55_OCTUBRE 2022
EDITORA: Mila Ruiz
COORDINADOR: Perfecto Uriel
CONSEJO DE REDACCIÓN:
Nelida Monès, Joaquim Noguero y Mila Ruiz.
COLABORADORES:
Ana T. Massana, Marta Carrasco, Teresa Laiz, Isabel Pérez, Emilio Martí, Orlando Taquechel/ Artburst Miami, Carolina Masjuan, Noelia Selfa, Mercedes Albi, Manuel Segovia y José Luis López Enamorado
FOTOGRAFÍA:
Josep Guindo, P. Valverde, Jeff Gilbert, Rahi Rezvani, James Arias, Simon Soong, Carlos Carreño, Alba Muriel, Toni Ferrer, Ricard Rosello, Joan Castro Iconna, Mila Ruiz y Andrej Uspenski
MAQUETACIÓN:
Liosmar Ruiz leoruizmartinez@gmail.com
DIRECCIÓN:
Casa de la Danza, c/Rua vieja 25, 26001 Logroño (La Rioja)
MAILS:
Mila Ruiz: danzaenescena@gmail.com
Perfecto Uriel: casadanza@casadeladanza.com
(Las colaboraciones son gratuitas y responsabilidad de sus autores)
Fotografía de portada: Rahi Rezvani
SUMARIO
4 EDITORIAL: Diferentes caras del movimiento
Marta Schinca
6 ENTREVISTA: Jorge Nozal, bailarín
guipuzcoano Principal de NDT
Noelia Selfa
14 Tamara Rojo y el Bosque de la Danza
Danza En Escena
18 CRÍTICA: Nits al Port de Badalona 2022
Ana T. Massana
20 CRÍTICA: “De Sherezade”
Marta Carrasco
22 CRÍTICA: Un Corsario español con mucho amor
Marta Carrasco
26 XXVII Festival Internacional de Ballet de Miami
Orlando Taquechel/Artburst Miami
30 ENTREVISTA: Conversando con Gloria Castro
Orlando Taquechel/Artburst Miami
34 ENTREVISTA: Jóvenes promesas,
M.ª Pilar Fernández
Noelia Selfa
40 CRÍTICA: Una CND sin pena ni gloria
Mercedes Albi
42 Arte e historia de las castañuelas
Teresa Laiz
46 Antonio, centenario de un genio (1921 – 2021)
Isabel Pérez y Emilio Martí
52 La Casa de la Danza en Covent
Garden (Londres)
Danza En Escena
55 La tira de Fredy
56 CRÍTICA: Danza en la 36 edición de Peralada
Carolina Masjuan
62 HOMENAJE: Víctor Burel
Manuel Segovia y José Luis López Enamorado
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Diferentes caras del movimiento
En la vida
La vida es movimiento. La naturaleza es movimiento visible o invisible, en un continuo fluir. Todo se mueve y transforma constantemente. En las pausas y silencios la vida no se detiene, sino que siempre sigue fluyendo como un manantial.
Los seres humanos tienen la capacidad de sentir en su propio cuerpo ese fluir de la energía motora, esas corrientes de movimiento que recorren sus articulaciones en una sucesión encadenada que produce emoción, armonía y belleza. Esa capacidad de organicidad y disfrute del movimiento es resultado de una educación corporal que atienda todos los aspectos del ser humano: corporal, mental, emocional. Todas las personas pueden participar de ello. El cuerpo no es sólo lo que se ve, es asiento del yo íntimo.
En la vida cotidiana el cuerpo habla y se comunica, no sólo verbalmente sino mediante una conexión mímica y gestual. Se percibe y comprende al otro por sus actitudes físicas que expresan un mundo subconsciente escondido, pero que muchas veces se hace patente. Cuando dos personas sincronizan sus movimientos y actitudes, se establece una empatía kinestésica, que es reflejo de la empatía emocional o afectiva.
En el arte
En la vida artística, en la danza o el teatro corporal esas interrelaciones entre las personas cobran valor visible en el espacio y el tiempo, trascendiendo lo cotidiano para ser algo significativo, simbólico, emocional.
El bailarín o actor de movimiento cuyo cuerpo fluye en recorridos armoniosos, transgrede esa armonía para segmentarse, articularse, deshacerse, erguirse, torcerse, impulsarse, caer y recuperarse, formular nuevas leyes y dinámicas para con ello, poder expresar realidades emocionales y subjetivas diferentes.
Cuando se mueve en el espacio, lo toca. Siente y hace
sentir las huellas e impresiones que deja a través del tacto con el espacio, que es su apoyatura y su contrafigura.
Dialoga con el espacio en ritmos e intensidades; y hace extensivo el diálogo con otros participantes, creando contactos, contrapuntos, líneas de tensión, calidades de esfuerzo. El espacio se comparte, se rechaza, responde a los cuerpos que lo definen. Crea una poética escénica.
Y los espectadores sensibles o perceptivos, “ven” ese espacio cargado de huellas, son capaces de visualizar el acuerdo, la armonía, o el desasosiego, el caos y las diferentes emociones que los cuerpos trasmiten. Sentados en su silla se mimetizan con lo que perciben. Sienten el movimiento interior, cambian la tonicidad muscular, siguen los ritmos y son “tocados” por los sentimientos y emociones que subyacen.
En la enseñanza
Todo lo que cada espectador inteligente es capaz de percibir en el escenario puede ser experimentado por sí mismo en el aula de trabajo corporal, conducido por maestros en el arte del movimiento.
El cuerpo toca el espacio y lo esculpe, dibuja con diferentes trazos creando distintas dinámicas y ritmos. Nuestro ser toma conciencia de sí y de los otros. Toca y es tocado. Siente y se comunica. Transmite su ritmo y responde al otro en armonía o en contraste. Modula su movimiento con distintos grados de tensión, se abandona o lucha con la gravedad, crea un lenguaje trasmisible y desarrolla un sexto sentido plástico, emotivo, misterioso con el cual es capaz de conectarse con su propio ser interior y con los demás en un plano diferente que trasciende lo cotidiano. Aprende a mirar y ver, a captar todo un mundo de arte que se despliega ante él: percibe los matices de una pintura abstracta o figurativa, le inspiran las formas escultóricas, saborea las modulaciones melódicas y rítmicas de la música y de la naturaleza, disfrutando profundamente de la empatía con los demás.
Marta Schinca, Catedrática emérita de técnica y expresión del movimiento de la RESAD y Directora de Estudio Schinca
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Editorial
Jorge Nozal
Por Noelia Vicente Selfa Fotografías de Rahi Rezvani
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Jorge Nozal, Rahi Rezvani
Jorge Nozal (San Sebastián, 1978) se recuerda a sí mismo, siempre, bailando. Artista de presencia poderosa, movimiento elegante a la par que enérgico, siente en estos momentos de cambio que no tener plan es la mejor estrategia a seguir en su vida. Debutó, después de la Academia Anaik, el Conservatorio Municipal de su ciudad y la muy prestigiosa Escuela de John Cranko, con el Stuttgart Ballet en 1998. En 2004 se incorporó al Nederlands Dans Theater (NDT), compañía en la que ha permanecido hasta 2020. En el 2015 fue reconocido con el Premio Swan, otorgado por la Asociación Holandesa de Teatros Nacionales y considerado como el “Óscar” de la danza en los Países Bajos. Pero a Jorge Nozal aún le queda mucho por decir, mucho por enseñar, mucho por bailar.
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la danza?
¿Cómo te acercaste a ella?
Yo siempre he bailado; yo oía música y bailaba: he nacido para bailar. Estaba en casa bailando, en la calle bailando, ponía música y bailaba. Para mí era natural y eso que en mi familia nadie venía del mundo de la danza. Me encantaban las películas de John Travolta, me gustaba Michel Jackson; en la película de Fama yo quería ser Leroy. A los diez u once años decidí que quería bailar y mi madre me apuntó a una escuela privada de San Sebastián que se llamaba Academia Anaiak. Allí comencé también a bailar con un pequeño grupo por algunos pueblos. Llegó un momento en que me dijeron que si realmente quería bailar tenía que hacer algo en serio: me hablaron del Conservatorio. Yo solo tenía claro que quería bailar; pero no sabía qué era el Conservatorio ni qué era el ballet clásico, ni una barra. Me hicieron una prueba y accedí al Conservatorio. Una vez allí descubrí que era otro mundo, todo mucho más serio; entonces dejó de gustarme tanto.
¿Qué hizo entonces que continuaras?
He de decir que lo que me enganchó fue la disciplina, más que agarrarme a la barra e intentar cambiar mi musculatura. La disciplina de ir, la seriedad, eso me enganchó muchísimo. Poco a poco me gustó también todo lo que podía hacer con mi cuerpo, progresar. En este conservatorio tuve un profesor fantástico, Peter Brown, era un loco de la danza, un artista que no pertenecía a ningún sistema, como todos los artistas de
verdad. Me encantó el mundo que tenía creado este hombre en el Conservatorio junto con su mujer, Águeda Sarasua. Entrabas en ese estudio con ese olor a madera y a polillas y era magia; yo estaba encantado.
¿En qué momento decidiste que deseabas dedicarte a ello?
Peter Brown vio que tenía talento. A los quince años me dijo que si realmente quería seguir, en mi ciudad no se podía hacer más por mí, había que salir fuera. Y esa fue una gran decisión. Le dije a mis padres que quería bailar. Luego vino la duda de dónde ir: Madrid, Valencia, Burgos, Inglaterra, Stuttgart, que es donde finalmente fui, a la John Cranko School. También estuvimos guiados por Peter Brown, creíamos más en ese lugar porque conocíamos a generaciones anteriores que habían estudiado allí y les había ido muy bien. Recuerdo estar sentado con mis padres tomando la decisión; ellos tuvieron que aportar todo el dinero porque no recibimos ayudas de nadie. Hasta ese momento yo tenía espontaneidad, inocencia y una pasión natural por la danza.
¿Cómo fue el cambio?
Una vez en Alemania las cosas cambiaron. Fui allí y me cogieron. He de decir que en general en mi vida todo ha fluido, eso sí, con mucho trabajo y mucho esfuerzo. Todo me ha venido en el momento en el que tenía que venir, en el momento en el que he dado el paso. Nunca he dado un paso antes de tener que darlo; tengo un instinto natural que me dice cuál es el siguiente paso.
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ENTREVISTA → Jorge Nozal
¿Y tu estancia allí?
Supuso un gran cambio para mí en todos los sentidos; también es verdad que me fui con 16 años recién cumplidos, en plena adolescencia. Entré en un internado y empecé a ir por las mañanas a aprender alemán cuatro horas al día; en ese momento lo odiaba porque yo pensaba que lo que yo quería hacer era dedicarme a la danza. Sin embargo, ahora me siento afortunado de hablar alemán con fluidez. Pero supuso un gran cambio en todos los niveles: la comida, la falta de luz, la iluminación de las calles… Después, por la tarde, iba a la escuela de danza. Siempre he sido muy apasionado haciendo lo mío, en ese sentido estaba bien; desde el punto de vista personal me encerré un poco en mí mismo. Allí empecé a cambiar esa libertad, esa espontaneidad que yo tenía, pero también creo que es parte del proceso.
¿Qué sucedió después, cuando terminaste tus estudios en la Escuela?
Pues estuve cuatro años en la Escuela y después seis en el Stuttgart Ballet. No tuve que hacer una audición general; como me conocían de la escuela, realicé una clase normal con la compañía y ahí vieron que estaba capacitado para entrar.
¿Qué nos puedes contar de tu estancia en el Stuttgart Ballet?
Yo era el bailarín moderno de una compañía clásica. Casi todos los coreógrafos que venían de fuera a montar querían trabajar conmigo. Estuve en un momento en el que la compañía estaba en una situación muy buena: con unos bailarines principales extraordinarios, venían muchos bailarines invitados, había unas giras increíbles. Para mí, siendo tan joven, vivir todo eso me hacía estar feliz.
¿Qué te hizo dar el cambio a otra compañía con una idiosincrasia tan distinta?
Notaba que no era mi sitio; había algo que no me dejaba ser yo mismo; mi personalidad no compaginaba bien con el sistema de la compañía. Bailando era todo increíble, pero como persona, veía que no me sentía feliz del todo. Para mí, en la vida, hagas lo que hagas, debes ser feliz. Y mandando señales al universo llegó lo que tenía que llegar. Sol León y Paul Lightfoot —que
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“Bailando era todo increíble, pero como persona, veía que no me sentía feliz del todo. Para mí, en la vida, hagas lo que hagas, debes ser feliz. Y mandando señales al universo llegó lo que tenía que llegar”
estuvieron en la dirección del NDT durante mi estancia en el Stuttgart Ballet— fueron a Stuttgart para recrear una coreografía. Yo sabía que venían y conocía el NDT, por supuesto, para mí era como un sueño, lo veía muy lejano. Se hizo una pequeña audición en el Stuttgart Ballet y me escogieron para bailar esa coreografía que venían a montar.
Lo más increíble fue trabajar con ellos, la manera en la que trabajan, sacando el máximo de cada uno. También el querer verte tú mejor, pero todo realizado con mucha naturalidad. Era una manera de trabajar muy diferente a como yo estaba acostumbrado; enseguida me di cuenta de que eso me iba a hacer bien.
¿Cómo era el entrenamiento que realizabas en el NDT? Clase de ballet todos los días. El resto del día eran ensayos del repertorio que se iba a realizar en ese momento. Cuando se invitaba a coreógrafos se variaba un poco la forma de trabajo: si venía Ohad Naharin a hacer una coreografía tenías la posibilidad de venir dos o tres días, no era obligatorio, para tomar clase de técnica Gaga, que es lo que él hace; si venía Hofesh Shechter pues también tenías un par de días en semana con sus bailarines realizando sus clases. La clase de ballet siempre ha estado ahí y creo que siempre
debe estar ahí; no debería quitarse, es muy importante. Es lo lógico, en todas las artes el contemporáneo viene del clásico.
¿Cuál es el rol que piensas que te ha marcado más como profesional?
Cuando me fui a Alemania, una amiga me puso un libro en la mano, El caballero de la armadura oxidada, de Robert Fisher. La historia trata de un caballero que se pone su armadura conforme pasa su vida, hasta que llega un punto en el que no puede andar por el peso; es una imagen de lo que hacemos a veces para protegernos. Para poder quitársela pasa por muchas aventuras, hasta que la armadura se oxida y cae, y es ahí cuando consigue la libertad. Creo que durante mi carrera, una vez que dejé de estudiar ballet y trabajé como yo quería, conseguí ser ese caballero sin armadura. Estando ya en el NDT, Sol León y Paul Lightfoot hicieron una coreografía, Same difference, con un personaje que se llamaba así, en español El soldado, que es una locura, un carácter muy potente. De alguna manera estaba conectado a ese libro que había leído yo antes. No había mucho que bailar, era un personaje que hablaba, que iba de un lugar a otro del escenario. Era muy simbólico y me marcó mucho.
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ENTREVISTA → Jorge Nozal
¿A la hora de trabajar con coreógrafos nuevos, qué es lo que tú aportas como artista-bailarín? ¿Qué es lo que más te gusta cuando estás en ese proceso de creación?
Cada coreógrafo es un mundo, no se puede generalizar. Hay coreógrafos que casi te dejan hacer a ti, te guían un poco pero tú haces la coreografía. Te indican cosas del tipo “sí, sí, aquí un poco menos”. Luego hay otros que saben exactamente lo que quieren y no tienes que crear, que también está bien. Hay coreógrafos que son más de corazón y otros más de mente. Es muy diferente y es muy bonito el proceso; cada uno con diferentes lenguajes. De todos aprendes para enriquecer lo que es el artista que llevas dentro. A mí me gusta más la gente que va de corazón porque conecto más con eso. Parece una contradicción pero este tipo de coreógrafos tienen más claro lo que quieren. En cambio la gente que parece que lo tiene todo muy estudiado en realidad te deja hacer mucho más a ti. Yo prefiero la gente que crea en el momento, con lo que ven de ti en ese instante, que crean contigo.
¿Qué es lo que tú más aprecias a la hora de interpretar una coreografía?
El hacerla tuya, poner tu esencia y eso es lo bonito, que lo haces tuyo. Sobre todo conforme te vas haciendo mayor interesa mucho más la faceta interpretativa.
A mí me pones en un escenario a caminar y me llena mucho más que tener que bailarlo todo. La presencia, sentir el espacio y el momento, no necesito más, porque ya he hecho lo otro, los pasos.
¿Cuáles son los valores que consideras que la danza te ha aportado como ser humano?
Yo he vivido toda mi carrera, toda mi vida —porque no veo una separación entre mi vida y ser bailarín, es todo uno— muy involucrado en el mundo de la danza y bastante desconectado del resto del mundo. Yo vivo como artista, tengo mi ser de artista limpio. Gracias a la danza he podido balancear las dualidades que el ser humano tiene. Cuando bailo, puedo decir que soy mi yo más puro. La danza me permite estar en el momento, y solamente en el momento. Estar en el ahora es el gran valor que me da la danza.
Has pasado una gran parte de tu carrera en el NDT. Entendemos que te has sentido a gusto para quedarte tantos años. ¿Qué es lo que más te ha gustado de tu estancia allí?
La respuesta es muy clara, y es la creatividad constante, por eso es especial. Yo me he involucrado completamente en esa compañía, al final era un referente, parte de la casa, pertenecía allí.
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Cuéntanos, ahora que ya has dejado el NDT ¿qué proyectos tienes?
Lo genial de ahora mismo es lo desconocido, porque hasta ahora yo no me imaginaba que iba alguna vez a ser freelance. De repente estoy descubriendo que es perfecto lo que me ha pasado, en el momento preciso. Lo que voy a hacer por ahora es enseñar coreografías; estoy muy involucrado con Sol León y Paul Lightfoot, que están interesados en que yo enseñe sus coreografías porque conozco su lenguaje, llevo bailándolo muchos años y me encanta. También estoy enseñando algunas de las piezas de Marco Goecke. Aunque espero tener todavía, y ha ocurrido en este tiempo, proyectos como bailarín o como artista. La vida me ha sorprendido con muchas cosas positivas; por ejemplo, en este tiempo he tenido la oportunidad de crear con Diana Vishneva, también acabo de estar en Australia donde he asistido a Sol León y he colaborado como artista invitado.
Hemos estado siguiendo por las redes tu trayectoria. Nos preguntábamos cómo ha sido trabajar con una compañía como es el Australian Ballet. ¿Cómo ha sido transmitir el lenguaje particular y diferente de las coreografías que has enseñado a personas que todavía se mueven con un lenguaje más clásico? Pues ha sido una sorpresa, porque las cuatro personas del equipo que íbamos a enseñar la coreografía nos preguntábamos cómo íbamos a poder hacerlo porque eran muy clásicos. Lo han cogido de una manera sorprendente; están tan hambrientos de este tipo
de lenguaje que no habían hecho nunca. Fue fácil; por supuesto tuvimos que explicarles un montón de cosas, pero ellos querían hacerlo. No tenían bloqueos ni miedos. En la coreografía había que realizar gestos, expresiones extremas, pero ellos lo hacían todo. Todos los que hemos ido a enseñar estamos todavía en forma, por lo que nos hemos podido meter mucho con el tema físico, no solo explicarlo sino enseñarlo. Lo hemos hecho de una forma muy humana, muy normal, y ellos apreciaron mucho eso. Lo bailaron muy bien. Te das cuenta de que, cuando la energía es la correcta, las cosas salen. Después me ofrecieron bailar con ellos; así que mejor no pudo ir.
Parece que la experiencia de bailar con David Hallberg ha sido muy positiva. ¿Te parece que los dos mundos o espacios profesionales (clásico y contemporáneo) están muy alejados?
Esto es la belleza de la vida. Cómo disfrutamos los dos. Ambos teníamos inquietudes parecidas sobre el proceso, aunque desde puntos de vista diferentes. Pero fue increíble, dos mundos distintos con el mismo objetivo. Lo pasamos muy bien y aprendimos tanto. La experiencia fue una maravilla, después de haber pasado este periodo de no haber hecho nada, de ver las cosas desde fuera, de no estar durante dos años en una compañía, de perder la rutina de ir todos los días, de los espectáculos, de calentar. La sensación fue incluso mejor que antes. Especial es poco; yo era feliz y sobre todo estaba agradecido a la vida.
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ENTREVISTA → Jorge Nozal
¿Aparte de enseñar las coreografías de otros, tienes tú inquietudes en ese sentido? ¿Te planteas coreografiar?
No, le tengo tanto respeto a la coreografía que no me lo planteo. No me sale del corazón.
¿Y ser profesor?
De alguna manera lo estoy siendo, aunque no de técnica. Ahora estoy en este proceso; quién sabe si más adelante. Ahora mismo estoy más en transición, con lo físico presente, espero bailar cosas aún.
¿Cómo te afectó el cierre por la pandemia?
Yo cuando dejé de bailar fue cuando llegó el Covid; de repente se paró el mundo. Yo he vivido esta situación como un regalo. Era una desgracia lo que estaba pasando, pero aquí, en Holanda se podía salir, hacía
buen tiempo. Fue un momento de recapacitar sobre lo que había hecho hasta ese momento, con 22 años de carrera, con 42 años en ese momento, y de comenzar una nueva etapa.
¿Qué coreógrafos te parece que están ahora mismo destacando en el panorama mundial?
Yo te hablo de artistas mejor: Sol León, Paul Lightfoot, Dimitris Papaionnnou, Marco Goecke, Gabriela Carrizo y Frank Chartier. Estos nombres me inspiran muchísimo por el tema artístico sobre todo.
¿Te planteas volver a España? ¿Hacer algún trabajo aquí?
Yo no diría que no, pero no tengo ningún tipo de vínculo con España. Es triste pero es así. Si sale algo interesante sí que me gustaría ir, por supuesto.
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¿Qué tipo de entrenamiento haces ahora para mantenerte en forma?
Vengo ahora de una clase de Bikram yoga, me gusta nadar y hacer bicicleta. En mi día normal ya no hago barra, si tuviera que bailar me pondría a hacer clase de nuevo.
¿Sientes que se trata de manera distinta al bailarín, como profesional, en España que en Alemania o en Holanda donde has trabajado?
Por desgracia es totalmente diferente. Desde que yo tengo conciencia es la misma historia en España. Ya no sé qué decir. No entendemos por qué la gente en España no le da la importancia que se le da en otros países. Encima hay unos bailarines españoles por el mundo increíbles; tenemos el arte. No me merece la pena ni hablar de ello. Parece que, desgraciadamente no va a pasar nunca nada. Me da mucha tristeza, la verdad cuando hablo con gente que me cuenta lo que cuesta conseguir cada pequeña cosa. ¿Que si hay mucha diferencia? Enorme. Si buscas la cantidad de compañías que hay en Alemania, por ejemplo; en cada ciudad hay un minúsculo teatro con su compañía. Yo
iba por la calle en Alemania y la gente me reconocía cuando no era nadie todavía. La gente va al teatro, se le da importancia.
En algunos centros de enseñanza en España nos damos cuenta de la escasa matriculación de niños (varones). A menudo estos se sienten presionados por los compañeros de escuela o por la familia. ¿Recuerdas que, de niño, hayas sentido presión en ese sentido?
Sí, un poco. Pero tengo que decir que he sido siempre inocente, pero no en el sentido de tonto, sino inocente. Ahora que lo mencionas sí que recuerdo que se metieran conmigo de vez en cuando. Pero para mí la danza era tan natural, como no tenía ningún problema con ello, yo recuerdo tener en mis pensamientos “ya veréis”. Y mira.
Pero yo no lo viví mal, yo he disfrutado mucho del mundo del baile. De alguna manera me hice una burbuja también cuando era pequeño por lo que no me afectó lo que otros me dijeran.
ENTREVISTA → Jorge Nozal DEE 13
“Por desgracia es totalmente diferente. Desde que yo tengo conciencia es la misma historia en España. Ya no sé qué decir. No entendemos por qué la gente en España no le da la importancia que se le da en otros países. Encima hay unos bailarines españoles por el mundo increíbles; tenemos el arte”