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El barrio está en mí y yo vivo dentro de él

El barrio está en mí

y yo vivo dentro de él

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Fabiola Adriana Ramírez Vega

En esta ocasión quiero platicarles un poquito de mí, y digo sólo un poquito porque, a pesar de ser una joven de 21 años, creo que tengo mucho que contarle al mundo. Para comenzar, les quiero expresar (y presumir también) que vivir en donde vivo, según mi consideración, es una gran bendición y es que pocos han tenido el privilegio de ver el amanecer, el atardecer y el anochecer en el Zócalo de la Ciudad de México o incluso en la mismísima Alameda central. Pero para ponerlos más en contexto dentro de esta plática que tendremos a lo largo de estas líneas, yo he vivido toda la vida justo en el primer cuadro de la Ciudad, en el meritito Centro Histórico. Y bueno, esa “bendición” de la que hablo, no sólo se limita a ver las partes más especiales del día en estos dos emblemáticos lugares, sino que va más allá. A decir verdad y antes de profundizar más, les quiero confesar algo, pero ¡Shhh…! que únicamente quede entre nosotros. La verdad es que el lugar en donde decidí nacer me genera sentimientos muy ambivalentes, por un lado, agradezco provenir de un lugar tan lleno de vida e historia como este, pero por otro lado, me genera, incluso, cierto fastidio. ¿Saben?, mis pensamientos van del amor a la apatía, del orgullo a la pena; en fin este es el lugar que me tocó y a lo largo de los años he aprendido a disfrutar, valorar y sobrellevar esos detalles que a otros, incluso a mí, me han llegado a desagradar de vivir en un sitio tan alocado como lo es el Centro de la Ciudad de México. Sólo para que se den una idea, yo vivo en un punto medio, en donde a 10 minutos caminando hacia al norte uno se localiza en Tepito, 10 minutos al sur y ya se encuentra en el adorado barrio de La Merced; 10 minutos al oeste ya llegaste al Zócalo capitalino y en otros 10 minutitos al este, estarás pisando La Candelaria de los patos. Ahora ya entienden del por qué el vivir aquí me genera sentimientos tan discordantes. Cuando les platico a mis amigos del lugar en donde vivo, tienen diferentes reacciones. Por un lado, a unos les maravilla la idea de que tengo todo a la

mano (transporte, comida, ropa, zapatos, maquillaje, útiles escolares, lugares de esparcimiento, etcétera. Y, por el otro, se encuentran aquellos que se escandalizan e incluso temen visitarme por el miedo a ser golpeados, asaltados o simplemente porque no les agrada la idea de encontrarse con tanta gente y tráfico a su paso. Estoy consciente que no puedo tapar el sol con un dedo y no les voy a negar la existencia de múltiples problemas en estas zonas cercanas al centro, como lo son la delincuencia organizada, la poca cultura vial, la falta de educación en valores y las constantes manifestaciones, pero si hay algo que me ha enseñado a vivir en el ojo del huracán, es que debemos de ser medidos al momento de desplazarnos en estas áreas y, sobre todo, estar constantemente en alerta ante cualquier eventualidad. En fin, sé de muchos que tienen cierto temor de acercarse al Centro de la Ciudad, es la percepción que tienen algunas personas con respecto al lugar en donde habito. Sin embargo, hay muchas cosas en las que quizá ellos y ustedes no se han dado cuenta. Y es que, a pesar de que el Centro Histórico en su esencia se encuentra interconectado por su historia, a medida que se conoce a diferentes personas de las distintas zonas aledañas y se involucra en estas comunidades, se da cuenta que cada una en lo individual tiene algo que destaca, tiene algo que lo hace diferente de lo que se encuentra a sus alrededores. Les explico, cuando me refiero a que cada zona tiene su sello particular es que, por un lado y como muestra, se puede comparar la dinámica de Tepito con La Merced. En ambos casos son lugares comerciales, sin embargo, pueden establecerse diferencias a partir de los productos que se ofrecen. También se aprecia que, en Tepito hay más lugares habitables que en la zona de La Merced. Aquí la mayoría de los comerciantes que conozco viven dentro de la zona a diferencia de los comerciantes de La Merced que, en la mayoría no viven en lugares aledaños y, por lo tanto, en ciertas ocasiones no se siente tan presente la comunidad. Otro contraste que es muy notorio es que Tepito se encuentra más marcado por el narcotráfico y la violencia, mientras que La Merced por la prostitución y la trata de blancas. Y sí, ya sé que son pequeñas diferencias, pero cuando uno está sumergido en estos mares, se da cuenta que las aguas no son iguales. Por ejemplo, en Tepito es más común ver puestos de comida y gente caminando por las noches, a diferencia de La Merced que, después de las siete de la noche, en los alrededores de los mercados, las calles se encuentran casi vacías. Pero, a diferencia de Tepito, en “La Meche” el movimiento empieza muy

temprano ya que, desde las 5:30, comienzan a llegar camiones para descargar las mercancías. Para mí, es como si fueran dos mini ciudades distintas, ya que sus dinámicas son diferentes: cuando dicen Tepito, inmediatamente, pienso en la lucha libre, box, futbol callejero, las Gardenias, Juventino Rosas, “El Místico” y hasta en la Santa Muerte; mientras que, cuando dicen “La Meche” pienso en los sonideros, baile, mercados, comida, ajetreo, la iglesia de Santo Tomás y en los diableros gritando a todo pulmón: “¡Ahí va el diablo!” Como ven, a pesar de ser lugares tan cercanos, muestran distintos movimientos en sus comunidades, sin embargo, lo que en particular los hace únicos es su gente, ellos son los que le dan identidad. Yo disfruto del intercambio social que se da en estos dos barrios, ya que he tenido la fortuna de desarrollarme en ambos y les puedo decir que cada una me ha dejado experiencias diferentes y múltiples aprendizajes. Aquí me he dado cuenta de la gran diversidad de costumbres y actividades que se llevan a cabo diariamente no sólo en estas áreas, si no en general, en la Ciudad y en el país. Ver toda esta pluralidad de pensamientos me ha llevado a múltiples conclusiones: La primera, es que sin duda, México no sólo es un país megadiverso en sus recursos naturales, sino también en su cultura, en su gente y en su historia. La segunda, es que no debemos de juzgar a una comunidad o a un grupo de personas por el lugar en donde viven, con esto me refiero a que mucha gente externa generaliza y cree que todos los que viven en barrios o lugares populares, es gente mala, malviviente o es mal llamada “naca”, se dejan llevar por lo que dice la vox populi y no se atreven a acercarse o convivir en estas comunidades y, por lo tanto, no pueden ver que lo que dicen por ahí no es del todo cierto. Y la tercera, pero no menos importante es que, gracias a que he crecido en este ambiente rodeado de cultura e historia y con una gran diversidad de costumbres y pensamientos, soy más consciente de las problemáticas que hay en mi entorno y también sé que no todo en los barrios es drogas, violencia, prostitución y maldad, sino que son mucho más que esas etiquetas y hay mexicanos que, al igual que yo, buscan resaltar lo bueno del lugar que nos vio nacer. Y que, sobre todo, nuestros barrios son cultura, diversidad y pluralidad. Por esto y muchas cosas más: ¡Mi barrio me respalda! Ahora que ya les platiqué un poquito sobre mis alrededores, no me queda más que invitarlos a darse una vuelta por todos estos lugares, de seguro se llevarán una grata sorpresa o ya de perdida un susto.

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