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Un dulce recuerdo

Juan Ángel Salinas Chávez

Tendría yo unos 6 años cuando visité por primera vez el mercado de dulces Ampudia, localizado en el populoso barrio de La Merced. El motivo de mi primera visita se debió a que mi mamá emprendió el negocio de la venta de dulces en la ventana de nuestro angosto cuarto de vecindad, allá por el rumbo del Molinito en el municipio de Naucalpan, Estado de México. El negocio inició por influencia de una vecina que animó a mi mamá para que vendiera dulces con el fin de obtener recursos para poder sobrellevar la dura crisis que vivíamos en 1995, crisis económica que dejó a mi papá sin trabajo y sin poder encontrar otro rápidamente. El negocio comenzó bien y, poco a poco, fue floreciendo debido a la enorme demanda que había por parte de los vecinos y transeúntes de la calle, quienes se detenían en la ventana para comprar algún dulce. Por motivos comerciales y en atención a sus clientes, mi mamá comenzó a buscar más y más golosinas para exhibirlas en su pequeña vitrina. La misma vecina le sugirió a mi mamá ir a La Merced para que ampliará sus productos y pudiera comprarlos a un precio más barato, por lo que no dudó en realizar un viaje de exploración por las entrañas de ese barrio a lado de sus hijos. Aun recuerdo el largo trajín en micro, metro y después de esquivar los mares de personas y comerciantes, por fin llegar al mercado de dulces Ampudia, ubicado a un lado de la Iglesia de “La Palmita”. Era tan largo el trayecto de ida y regreso que, en ocasiones, lograba acomodarme en un costado del metro para dormir plácidamente después de recolectar todas las mercancías. Al llegar al mercado, me emocionaba al ver los locales llenos de dulces de todas las texturas, sabores y colores, me causaba sorpresa y felicidad de que existiera un lugar así. En ese momento conocí una buena parte de los dulces mexicanos que eran exhibidos en los pasillos y en las afueras del mercado y que mi mamá me explicaba uno por uno al momento que lo degustábamos. Me sorprendía al ver tanto brillo de limones llenos de coco, futa cristalizada, palanquetas, obleas de todos los tamaños, torres de alegrías, dulces de tama-

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rindo de muchos colores. Mi premio, después del extenuante viaje, era saborear los más deliciosos higos cristalizados que mi mamá compraba para el gusto de ambos y así celebrar que salíamos sanos y salvos de La Merced. Mi mamá en un principio estaba temerosa de que algo malo fuera pasar en ese lugar, debido a la mala fama que se carga y algo que yo desconocía e ignoraba a mi corta edad. Mi mayor temor, en ese momento, era pensar en los piquetes de las abejas que brotaban de los dulces que se encontraban ahí expuestos y que, sin temor, los comerciantes y marchantes espantaban para tomarlos. Al entrar al mercado, recuerdo que visitamos los pasillos donde se encontraban puestos de paletas, caramelos macizos, bombones, chicles, frituras, hasta un lugar, donde vendían chile en polvo y líquido para las frutas y verduras. Ese primer viaje provocó en mí una adicción por visitarlo cada vez que iba mi mamá a surtirse. Cada que podía me le pegaba cual abeja se le pega a un dulce. No quería dejar de visitar ese fantástico lugar que era un espectáculo a mi vista y paladar. Hoy en día existen infinidad de tiendas, bodegas y almacenes de dulces en toda la ciudad, pero puedo decir que ninguno iguala la amplitud, variedad, originalidad y precios de los productos que se ofertan en el mercado de los dulces Ampudia de La Merced. Un lugar que, con el paso de los años, sigue apoyando a los pequeños comerciantes de barrios periféricos y de provincia que llegan a surtirse de mercancías para empezar su pequeño negocio y, con ello, paliar las crisis económicas que los aqueja. Cada que paso por el mercado de los dulces no dejo de sentir la misma emoción y gratitud que sentía cuando era niño, debido a que no sólo llenó de alegría mis visitas a La Meche, sino que, además, nos brindó una salida para obtener recursos durante una época llena de carencia. Por eso y por muchas cosas más, siempre tengo un dulce y reconfortante recuerdo de La Meche.

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Fotografía tomada por Felipe Julián Gutiérrez Domínguez

Imagen tomada del diario La Voz de México del 27 de septiembre de 1894, p. 3. Hemeroteca Nacional Digital de México.

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