VOLUNTARIADO
Psic. Beatriz Hortensia Amador
EL VOLUNTARIADO, PROMOTOR DE ESCUCHA
C
on la rapidez con la que se vive hoy en día, en muchas ocasiones se olvida el valor de la escucha, en especial en momentos de crisis o sufrimiento: jamás será suficiente para señalar su importancia y su significado profundo; es maravillosa, sobresaliente. Esto indica en un primer punto que es primordial para ayudar a todo ser que experimenta una etapa difícil de su existencia, y eso es extraordinario. Ahora, la pregunta es, ¿qué tiene de particular la escucha? Viéndola desde esa perspectiva, no es sólo una actitud, es también una aptitud, una habilidad, de las más necesarias en cualquier ámbito de la vida, es una cualidad capaz de transformar a la humanidad.
Aprender a escuchar Escuchar, en cualquiera de los conceptos de este vocablo, supone no guiar, no aconsejar y no manipular. Todos estos signos se presentan al instante en que se oye, mas no deben aparecer en la escucha. Hay que decir también qué es acompañar sin obstaculizar. Además, se agrega que tiene un valor admirable y catártico al brindar la oportunidad de razonar en voz alta al compartir el problema con otro ser que está fuera de sí mismo. Oí-
El arte de saber escuchar Saber escuchar es un arte. Es un acto y no sólo un estado de inactividad. Es decir, para que se facilite es preciso que alguien hable y otro oír. Según la idea, requiere la asistencia de dos personas, una de las cuales hace la labor de hablar y transmitir, mientras la otra se entrega a la tarea de advertir con todo cuidado. Cabe señalar, que ésta es una cualidad de exteriorizar con presencia, empatía y palabras adecuadas, devolviendo al sujeto lo que expresa cabalmente o parafraseando, sin la finalidad de cambiar, añadir nada, ni tampoco efectuar cambios en su vivencia. Se debe agregar que este concepto se llama escucha activa o empática. En concreto, posee la virtud de acoger al individuo, en sus temores y necesidades; al igual también de liberar aquello que amenaza su corazón en esos instantes de incertidumbre; en los que siente que lo entienden y atienden, le regalan momentos de armonía y paz a su alma. Ahora, se menciona, que quien es oyente ejercita el sentido del oído, al mismo tiempo atiende y aplica el intelecto para comprender lo que escucha. Por lo que exige además poner la voluntad y la intención a disposición del ser humano que se tiene enfrente. Es así, que la práctica continua de ésta puede parecer como esa varita que da el toque de magia entre dos personas que son capaces de encontrarse íntimamente y generar salud.
30 SEPTIEMBRE - OCTUBRE 2020
mos con los oídos, sin embargo, se escucha con los ojos, mente, corazón y espíritu. En estas circunstancias el individuo puede sentir la necesidad de que lo comprendan, de una intimidad personal que a veces está cerrada al exterior, pero que el nivel de presión y conflicto implica la apertura y confianza al tercero, porque el hombre experimenta la dificultad de convivir consigo mismo. Simultáneamente, el sujeto vivencia la premura de hablar, de abrirse y ser aceptado por parte del que lo oye. Luego, se extiende el compromiso de acoger lo que el otro exponga. Cuando