Marotiando relatos

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Proyecto Piloto CDMC2016 Por Jhon Moreno RiaĂąo



La marota es un tipo de tejido tradicional llanero que se usaba antiguamente en los hatos cuando se quería manejar un toro o vaca de gran tamaño y peso; para esta labor el tradicional rejo (soga torcida a partir de una correa de cuero de res) resultaba ser muy débil y por tanto este tipo de animales lo reventaba con gran facilidad, es por esto que el llanero se inventó la marota que se teje de 4, 6, y hasta 8 guías o pequeñas correas de cuero, conformando así una soga que virtualmente no se revienta. Hemos querido trabajar desde la identidad del territorio pensando en una marota, un tejido de múltiples guías (identidades) que se diversifica a medida que se hace más fuerte, o viceversa, su fortaleza se constituye por la diversidad que la teje.

Sombra: un camino posible pero duro y difícil, y el resultado es el testimonio de melancolía y callejón sin salida, que a veces comunican sus versos.

Shaira Vergara Inspección de Veracruz, Meta 2016



Proyecto realizado gracias a los recursos del Impuesto Nacional al Consumo con el aval del Instituto Departamental de Cultura del Meta, copatrocinado por la Alcaldía del Municipio de Cumaral y la Fundación Círculo de Profesionales del Arpa y su Música (CIRPA). Ingeniero Miguel Antonio Caro Blanco

Coordinación administrativa Da río Robayo Sanabria

Diseño de productos Felipe M. Muñoz

Coordinación general Jhon Moreno Riaño

de « TI o Tigre y TI o Conejo»

Asistente administrativo Elías Bravo Asistente de coordinación Wilmar Robayo Asesor metodológico Juan Sebastián Fagua Sánchez

l lustraciones Natalia Bernal Fotografías Juan S. Fagua, Felipe M. Muñoz Yeny Moneada y Jhon Moreno Redacción Jhon Moreno Riaño Corrección de estilo Fredy Ordóñez



Presentación Este trabajo, que busca crear un espacio para la memoria y la cultura de los municipios de Cumaral y Restrepo, fue posible gracias a un proyecto de Patrimonio Cultural con recursos de Impuesto Nacional al Consumo y fue gestionado por la Fundación CIRPA y la Alcaldía de Cumaral, con el apoyo del Instituto de Cultura del Meta. Este es el comienzo de la producción de contenidos destinados al Centro de Documentación y Memoria de Cumaral (CDMC), que tiene el propósito de documentar el patrimonio cultural inmaterial y las músicas de los municipios de Cumaral y Restrepo, a través de la recolección, registro, catalogación y divulgación de sus acervos culturales y su oralidad.

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Por medio de una metodología participativa se ha logrado congregar a representantes de la diversidad cultural que habitan en estos municipios y que están representados principalmente por la comunidad indígena Je'eruriwa-Yucuna, que vive en Arenales desde hace cuatro años (a causa del desplazamiento de sus territorios ancestrales en La Pedrera, Amazonas, por grupos al margen de la ley); también están las comunidades afrometenses, presentes en Veracruz, municipio de Cumaral, población que crece desde hace más de una década, fruto de la presencia de monocultivos como la palma de aceite, que le ha brindado una fuente de empleo a esta población, lejos de su tierra natal; y, finalmente, se encuentran los locales, los llaneros y colonos que habitan estos municipios desde tiempos muy antiguos y que han forjado su identidad y cultura principalmente alrededor de la ganadería y todos los saberes y prácticas que se asocian a ella.

Del 30 de octubre hasta el 22 de noviembre se realizaron diez talleres intensivos en los municipios de Cumaral y Restrepo, que tuvieron por objeto crear productos narrativos alrededor de la identidad, el patrimonio, la memoria, el territorio y el cuerpo, a través de la escritura, de la radio, del video, la música o el teatro. En estas actividades, contamos con la asesoría y coordinación en los talleres y los productos audiovisuales de Juan Sebastián Fagua, los diseños de Felipe Muñoz, y la participación de importantes talleristas expertos en cada área: Hermes Romero (La marota: cómo tejer la identidad desde la narrativa, la música y las artes), Jhoana Barbosa (Todos tenemos algo que contar: la escritura creativa y la expresividad), James Mejía (El teatro y el cuerpo), Eliana Medina (Investigación en comunidad), Francy Moneada (Haciendo radio y contando relatos), lvan Prada (Haciendo cine) y el mismo Juan Fagua (Talleres de patrimonio cultural inmaterial).

El 4 de diciembre se realizó un Encuentro de Oralidades y Cacho Llanero en el Auditorio Carmiña Gallo de Cumaral, con la participación de portadores provenientes de Arauca, Casanare y Meta. Dicho evento tuvo como inicio un conversatorio y diálogo de saberes protagonizado por los contadores de cachos llaneros, cantadores de corríos, comunidad afrometense y comunidad indígena Je'eruriwa-Yucuna. Se realizó también una exposición de artesanías, escritos tradicionales y gastronomía, así como una puesta en escena que llevó al público bailes tradicionales del Amazonas como El Muñeco, las danzas y el teatro afro del Pacífico colombiano, el joropo de diapasones del maestro Manuel Sánchez y otros cantadores de corríos, los cachos y cuentos de camino (por Segundo Torres, «el popular Coroto», Hermes Romero, Simón Campo, Bladimir Vergara, Pedro Nel Suárez y Ana Belén Bavativa) y el tradicional joropo criollo de Magdalena Plazas y Arnulfo Pinto.


coLornB1a el Llano t:e cant:a


Centro de Documentación Musical del Llano En el Centro de Documentación Musical del Llano (CDMLL) se inició la catalogación musical a través del software Sistema de Información Musical de Llano (SIMULL), y se puso en marcha la digitalización de la documentación relacionada con los materiales análogos de audio pertenecientes a coleccionistas privados de los dos municipios, que representan la historia y gran parte del patrimonio musical del llano. Estas experiencias de los talleres, el catálogo de discos de músicas llaneras generados a través de SIMULL, además el trabajo de campo con la comunidad afrometense de Veracruz, los indígenas Je'eruriwa-Yucuna de Arenales y la gran cantidad de sabedores y portadores de los dos municipios han sido registradas y documentadas a través de audiovisuales, cápsulas radiales, fotografías, catálogos y materiales escritos, lo que al cabo conforma un relato que nos habla de estos territorios y de quienes los habitan. Se podrá acceder a ellos a través de la página web de Marotiando Relatos, www.marotiandorelatos.com.co, disponible también en las páginas de los municipios de Cumaral y Restrepo, del Instituto de Cultura del Meta y del micrositio del Territorio Sonoro del Joropo (TSJ) del Ministerio de Cultura.

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De Objetos y Definiciones Reloj Es algo que acobija el tiempo, no importa lo grande o lo chiquito, siempre va a ser igual. Yojaira Vergara, Veracruz.

El reloj es el cómplice de nuestro tiempo ... Juan Diego H., Veracruz. Zapatos Son como nuestros compañeros desde que empezamos a dar nuestros primeros pasos para caminar.

Dairon Valencia, Veracruz. Espejo Es un hermoso reflejo de nosotros mismos que nos interpreta el ser y nos muestra cómo es nuestra forma física. En el espejo notamos nuestros gestos y visualizamos nuestra forma de vestir y el ser de cada persona; como un espejismo reflejado en nosotros mismos.



Jeeruriwas y Yucunas Primer congreso en la costa del río Guacavía Jhon Moreno

MARTES 8 DE NOVIEMBRE

En medio de una lluvia torrencial apareció el cuerpo bajo y macizo, con la cara morena de pelo corto y liso, de Ricardo Yucuna, en la entrada del restaurante. Él es el encargado de lo relacionado con cultura en la comunidad indígena denominada Je'eruriwa Yucuna, que se encuentra asentada desde hace cuatro años en la vereda de San Marcos, Arenales. En este territorio, que políticamente hace parte del municipio de Medina (Cundinamarca) pero que se encuentra más cercano, social y cotidianamente, a Cumaral (Meta), los pobladores de esta vereda, incluidos los indígenas, hacen sus compras y se divierten los domingos.

Hay dos maneras de llegar hasta el asentamiento. La primera es a través de un camino (solo transitable a pie) que sale desde Cumaral hasta las playas del río Guacavía; antes había un puente colgante, que durante años sirvió en temporadas de invierno, pero que se volvió inútil cuando el río decidió cambiar su cauce a un lado del puente; este recorrido se podía hacer en hora y media. La segunda es tomar un colectivo (de horario incierto) hasta la inspección1 de Guacavía y, desde allí, caminar por una trocha hasta el asentamiento durante cuarenta minutos aproximadamente; una variación (más costosa) consistía en ir en un jeep expreso desde el centro de Cumaral hasta el lugar.

Algunos municipios tienen «inspecciones», que son pequeñas poblaciones, menos rurales que las «veredas», pero que no alcanzan a ser municipios.

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Cuando veo a Ricardo acercarse a la mesa, pienso que él vendría a ser, según el mundo occidental de los blancos, el Secretario de Cultura de su comunidad. Yo estaba sentado en aquel restaurante de Cumaral con Felipe, un compañero del equipo de trabajo que me acompañaría a la maloca para conocerlos personalmente, para así continuar con el trabajo que habíamos iniciado dos meses atrás con ellos. Ya habíamos desayunado hacía una hora e íbamos por el segundo tinto y pensábamos que Ricardo no vendría a la cita que habíamos acordado para las nueve de la mañana; eran las diez y media, de modo que sentimos un gran alivio y celebramos su llegada. Los Je'eruriwa y los Yucuna provienen de La Pedrera, en el Amazonas. La razón por la cual se están asentando en esta vereda de Arenales, y los esfuerzos detrás de esto, es uno de los motivos más importantes por los cuales queremos conocerlos de cerca y pasar tiempo con ellos, ademas de

extenderles una invitación a través de su capitán, para que puedan participar del encuentro de oralidades que se celebrará en Cumaral.

participación que hagan posible su sostén económico y consoliden su proyección como comunidad. Ante la coyuntura de violencia, en 2013, uno de sus líderes, con recursos propios, logró comprar el terreno en Arenales donde están establecidos hoy día. Cumaral es una población ubicada a unos 18 kilómetros de Villavicencio sobre la vía que conduce hacia Casanare y Arauca; esta población se encuentra a los pies de la cordillera Oriental y, dada su cercanía al páramo de Chingaza, es uno de esos municipios que se conocen como "cielo roto", porque llueve casi a diario.

A través de las palabras de Ricardo nos comenzamos a hacer una idea de la situación que ellos afrontan en el territorio amazonense y, ahora, en Arenales, donde se están estableciendo. Vienen desplazados por la violencia que ha surgido en sus territorios originarios, y están intentando abrir nuevos espacios de

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Para este día estaba programada la primera visita para conocer la comunidad y tener un primer acercamiento con su líder y el resto de las familias, pero, tras alargar la charla, con la esperanza de que amainara la fuerte lluvia, acordamos postergar la visita para la mañana del día siguiente . .-=-a.,.i:::;::�,c:::�-....


MARTES 8 DE NOVIEMBRE

A las 9 de la mañana, y tras sumarse Da río y Wilmar del equipo de trabajo, emprendimos un viaje de más de una hora por carretera pavimentada, primero, y, después, por una trocha terciaria en mal estado, que asciende la cordillera y cruza riachuelos de montaña sin puente. El jeep entonces se detuvo en un pequeño unas de rodeado descampado, construcciones de bloque naranjado, en obra negra, en el que trabajaban dos maestros de obra. Por una recomendación de Ricardo Yucuna el día anterior en medio de la lluvia, habíamos llevado varias cajas de cigarrillos Pielroja, dulces y libras de café: es costumbre entre ellos, siempre que se va de visita, llevar algo para compartir. Alrededor del descampado se sentía el olor del campo. El aire fresco que venía de las cumbres del páramo de Chingaza, que moría algunos cientos de metros arriba de

metros arriba de aquel sitio, refrescaba, pero no lograba hacer de esta vereda un territorio considerado como frío. Muy cerca se escuchaba el sonido del agua. Un joven de la comunidad que nos observaba se acercó, saludó y nos guio hasta una

pequeña represa que habían construido, y que estaba atravesada por un puente rústico de madera y arena. En la represa se bañaban dos niñas indígenas, que nos saludaron casi de forma imperceptible, presas de cierta vergüenza, y se sumergieron inmediatamente en el agu ante nuestro saludo. El camino de tierra ascendía suavement en un terreno arenoso y en medio de u pequeño bosque, sobre el que habían improvisado unos escalones, erosionados seguramente por las corrientes de agua originadas por los innumerables aguaceros de la región. Luego de un poco más de cien metros de ascenso, perdimos de vista el descampado y la pequeña represa; el camino serpenteó y giró a la derecha, se internó en un rozado que había sido quemado al estilo del conuco, propio del sistema de tala y quema que se practica en muchas regiones, para ganarle sabana a la selva.


Allí, el terreno se volvió plano y los incipientes tallos de la yuca, de pocos centímetros de altura, ya se dejaban ver y sus pequeñas hojas nos rozaban los tobillos. Al fondo se veía, imponente, una maloca construida con techo de latas de zinc, sobre fuertes columnas de madera de corazón y cubierta por plásticos verdes, a manera de paredes.

del techo, sintiendo el olor cada vez más penetrante del humo de tres fogones de leña -leña verde, pensé- que ardían bajo uno de los alerones, y entramos saludando. Cinco mujeres mayores, morenas, curtidas, de vientres abultados y bajas de estatura se voltearon desde sus lugares de labor en la esquina izquierda de la maloca, saludaron y siguieron en lo suyo.

El olor de la selva, del aire cargado de oxígeno y de la humedad de la pequeña represa cedió al humo de la leña que salía del techo, desde uno de los extremos de la maloca, justo en el lugar donde ya adivinábamos los fogones; se escuchaba el rumor de las voces de varias mujeres que hablaban en su lengua, el yucuna. Los pollos pequeños, de raza de pelea, corrían chillando de un lado a otro por el conuco. Atravesamos una pequeña cancha de fútbol, delineada de manera improvisada sobre el piso de tierra, junto a la maloca; agachamos un poco la cabeza bajo el borde

Los hombres del lado derecho saludaron entre dientes. El capitán de la comunidad no estaba. Se acercó entonces a nosotros Eduardo, su hermano menor y quien toma

las decisiones en su ausencia. Bajo de estatura, moreno, anchísimo de hombros -como la espalda de un boxeador, pensé-, de bigote y ojos penetrantes y orgullosos, me miró fijamente durante tres o cuatro segundos, sin pestañear; tomó mi mano derecha y la estrechó con la suya. Nos dio una corta bienvenida, pidió a los demás que nos saludaran formalmente y, enseguida, nos trajeron sillas plásticas para sentarnos alrededor de lo que parecía ser el sitio donde se sienta el capitán. Allí, sobre un banco de madera similar a un banco ritual, se sentó Eduardo. A su lado había un pequeño banquito que hacía las veces de mesita y un objeto tejido con cortezas de árbol que servía de cesto, sobre el que había infinidad de objetos, entre ellos unos tubos delgados de bambú que servían para aspirar tabaco por la nariz, un gran caracol sellado con cera y cerrado con un tapón de corcho, cigarrillos Pielroja -de los que habíamos llevado -, sonajeros y


collares de semillas de diversos tipos, y muchos recipientes grandes de plástico con marca de Choco Listo y Kola Granulada, desgastados por el uso, que claramente no contenían esos productos, porque desde hace mucho tiempo servían para guardar el mambe. La maloca, un rectángulo de unos cuarenta metros de largo por unos treinta de ancho, comprende básicamente tres espacios en un solo ambiente. En uno de sus extremos (un tercio de la maloca aproximadamente) están los dormitorios, donde cuelgan decenas de chinchorros colgados de una columna a otra, y bancos de madera con maletas de bocas abiertas que vomitan ropa. En el extremo opuesto está la cocina, donde estuvieron las mujeres durante todo aquel día hasta la noche. Allí había algunos aparatos importantes; por ejemplo: un bastidor trípode, de donde se soportaba un balay o manar de fibra plástica (los

tradicionales de fibra vegetal los usan en otras tareas) para filtrar el almidón de yuca; un motor a gasolina, que a través de una correa impulsa un molino para procesar la yuca; en un extremo del espacio una troja, sobre la cual se colocaban los utensilios y recipientes de la cocina; y, finalmente, los fogones de leña con una gran plancha metálica encima. Allí es donde día a día sucede el milagro, allí se cocina el casabe, base fundacional de la gastronomía Je'eruriwa Yucuna. De allí proviene ese olor dulzón -caigo en la cuenta al verlo-, que desde que llegué no me había sido posible determinar, hasta que estuve parado en frente de esa plancha caliente, con un casabe asándose a fuego lento. Uno a uno, Eduardo nos fue entrevistando detenidamente en el tercio central de la maloca, destinado a reuniones, charlas y rituales -¿era la zona social?, me pregunté Sentado sobre su banco anotaba

'Es una forma de entender los espacios desde nuestra lógica urbana, porque para ellos el espacio privado es casi inexistente; en conclusión, excepto el cuarto del baño o el espacio donde realizan sus necesidades fisiológicas, todos los espacios son sociales en la maloca.


nuestros nombres sobre la arena del piso de la maloca, mientras enfatizaba: «Es necesario escribir para no olvidar, la memoria es algo fundamental». Prestaba especial atención a la manera como se escribía cada uno de nuestros nombres y, así, fue escribiendo Wilmar, Darío, Felipe, Jhon y Rafael, cuidando siempre la buena ortografía y preguntado cómo se debía escribir cada nombre, cuando dudaba. A nuestras profesiones o trabajos no les dio tanta importancia y después nos mostró la manera correcta como se escribe el nombre de su comunidad: Je'eruriwa Yucuna, que denota la unión de dos comunidades indígenas del Amazonas (no está permitido unirse en matrimonio dentro de una misma comunidad), así que, de las familias que están allí viviendo, unos pertenecen a los Je'eruriwa y otros, a los Yucuna. Según él, los Je'eruriwa son muy pocos (78 en total), y no están registrados como grupo indígena ante el gobierno. El tema fundamental de la charla se centró

entonces en el territorio; para Eduardo la cercanía de Cumaral los acerca todo el tiempo a esta población más que a Medina, población a la que pertenece esta vereda políticamente. En el acento de Eduardo se puede rastrear cierto dejo del portuñol y, un rato después, encontré la explicación que me satisfizo, cuando me enteré de la ubicación geográfica de esta comunidad según el mapa que él nos fue dibujando lentamente, con el dedo, sobre el piso de la maloca. Están ubicados en el límite con el Amazonas brasileño. Mientras hizo esto, fue contándonos los problemas de que han sido víctimas. Su territorio originario está demasiado alejado de un centro urbano importante, y eso los ha hecho vulnerables a muchas problemáticas: la falta de acceso a servicios de salud y educación, así como la imposibilidad de articulación comercial que les permita la venta de productos para

captar recursos, son algunos de los principales; pero, últimamente, el peor de todos es la inseguridad y la violencia. La lenta salida de la guerrilla de aquellos territorios por temas como el proceso de paz ha permitido el ingreso de grupos armados que buscan explotar las riquezas que hay en los ríos, especialmente el oro; estos grupos los han amenazado de muerte. Durante toda la charla las oleadas de humo siguen llegando continuamente desde la cocina, que está ubicada a unos ocho o nueve metros de distancia de donde estamos sentados (casi en el centro de la maloca). Esto se funde con el olor del piso de tierra y hay un dejo de olor a algo resinoso que me desconcierta, pero que luego identifico con el ámbar de los árboles que ellos usan para pegar algunos objetos de uso ritual o artesanal, objetos que cuelgan de las columnas de la maloca.


Por otro lado, está el olor característico de ellos, algo extraño que lentamente voy descubriendo cada vez que un integrante nuevo se me acerca y me saluda estrechándome la mano. Ninguno, excepto Eduardo, tiene esa plena seguridad en sí mismo, que hace sentir cuando saluda y estrecha la mano con fuerza, sosteniendo la mirada sin el menor asomo de turbación. La ropa de todos está colgada en bolsas o mochilas por toda la maloca, y a medida que pasa el tiempo soy más consciente del olor característico, suave pero constante, que siempre está presente dentro del recinto. Todo es una mezcla del olor de la yuca molida, macerada y exprimida, el casabe asado a fuego lento, la sopa de los pescados que trajeron desde el río Caquetá para la reunión del congreso y la fiesta, el sudor de los cuerpos, la tierra húmeda y el humo de la leña. El día anterior ha sido un día fuerte y los que así lo vivieron lo recuerdan ahora.

Eduardo relata que salieron de Bogotá a las tres de la mañana en un avión de la fuerza aérea, que el Ministerio del Interior les facilitó como apoyo para realizar la reunión, que inicia justo el día de hoy. De Bogotá volaron a La Pedrera y allí recogieron algunos miembros de la comunidad; luego volaron a Leticia, donde recogieron más personas y, desde allí, volaron directo a la base militar de Apiay, sobre la vía que conduce de Villavicencio hacia Puerto López, adonde llegaron ya en horas de la noche. El objeto de esta reunión, denominada por ellos "Primer Congreso Je'eruríwa Yucuna de Arenales", tiene por objeto reunir a la mayoría de los miembros de la comunidad, con el fin de organizarse en este territorio, saber cuántos son (ellos creen que hay 78 miembros, pero en realidad no tienen la certeza) y poder solicitar al gobierno, a través del Ministerio del Interior, la adjudicación de tierras para declararse como resguardo indígena de Arenales,

pedir una declaratoria de Cultural Inmaterial (PCI) para sus manifestaciones culturales, y establecerse allí de manera definitiva, protegidos en sus derechos fundamentales, dada la complicada situación que se vive en La Pedrera. Eduardo nos presenta la comunidad; muchos de los que llegaron la noche anterior se han ausentado durante el día a caminar por los rastrojos y el monte y a reconocer el nuevo territorio; otros han bajado hasta el pueblo. Básicamente quedan unos jóvenes reunidos alrededor de nosotros escuchando las palabras de Eduardo y las nuestras; las mujeres, que siguen trabajando en la cocina; y cuatro abuelos que nos miran silenciosos, mambeando desde el momento en que llegamos.


noviembre), van a tener plenaria todo el día y el día viernes, desde el medio día, iniciarán la fiesta de cierre, a la cual nos invitan formalmente para que los acompañemos y compartamos con ellos.

Eduardo nos convida a mambear con él, y rápidamente abre el frasco más grande de Choco Listo, que está rebosante de mambe, llena una cucharada, se la echa en la boca, y empieza a hablar con la boca llena -como cuando de niño uno trataba de hablar comiendo Choco Listo o Quipitos-. Nos explica que esto es de sumo respeto para ellos y que mambear junto con los invitados es una clara muestra de que somos bienvenidos. El plan de trabajo que tienen para esta reunión es iniciar una plenaria en la tarde ese mismo día, y continuar hasta tarde en la noche. Al siguiente día (el jueves 10 d

Una vez que compartimos el mambe y un tipo de rapé conocido como lukuji, que transportan en el caracol y que se inhala a través de los tubos que vimos al inicio, nos dedicamos a caminar por la maloca, a apreciar los detalles y a hablar con las personas. Erminda es una de las mujeres que se dedican a la preparación de la yuca en su primer proceso, luego de que es molida por la máquina; ella es una sabedora y nos habla de cierta bebida conocida como cujnú, que se elabora a partir del almidón del jugo de la yuca al igual que la caguana (todo esto lo prepararán para la fiesta). También nos comparte la elaboración de un tipo de condimento que se hace conjugo de yuca y caldo de pescado, conocido como tucupí;

este se pone en una olla sobre el piso, y los comensales van pasando, uno a uno, a mojar en él el casabe para darle sabor antes de comerlo; de todo esto participamos durante la hora del almuerzo, cuando nos convidan a la sopa de pescado, el casabe y el tucupí. Una vez Erminda escurre el almidón en el balay, lo va depositando en platones, y otras dos mujeres se encargan de realizar el proceso siguiente, antes de que una cuarta mujer (María) se encargue de armar esa gran suerte de "pizza blanca" que parece el casabe ya armado sobre la plancha de asar. Erminda fue contratada por el gobierno para que.junto con otras dos personas de la comunidad Je'eruriwa, realizaran la traducción de los acuerdos de La Habana a las dos lenguas indígenas que ella sabe, y nos comparte esa experiencia con mucho orgullo. Guarda la esperanza de que la vuelvan a contratar para traducir nuevamente, cuando salga el nuevo


acuerdo que se sigue cocinando en La Habana al igual que su casabe, luego de no haber sido aprobado en el plebiscito. Dice con emoción que le gustó mucho ser traductora y que nunca había hecho algo semejante. María es la encargada de armar y asar el casabe; ella está de paso, y fue a Arenales a participar del congreso porque quiere mantener vivas sus tradiciones, apoyar a su familia y no olvidar de dónde viene. Vive con su esposo en el Huila desde hace varios años, pero el desierto de la Tatacoa y su experiencia con los blancos no ha hecho que olvide sus tradiciones. El olor del casabe asándose invade la charla, es toda un experiencia y saborearlo recién hecho es algo realmente nuevo para los sentidos. María volverá el siguiente sábado al Huila en el mismo avión de la fuerza aérea que los trajo aquí, pero tendrá ya un lazo de unión con esta nueva comunidad de Arenales,

que lucha por obtener un territorio, luego de haber perdido su tierra por la violencia colombiana. La invitación de toda la comunidad queda abierta para que los acompañemos el viernes a la fiesta. Nosotros nos comprometemos a apoyarlos con diversas necesidades que tienen: ropa, algo de aguardiente, tabaco y pan, entre otros. Ya cayó la noche, y con Felipe salimos a dar un paseo por los cultivos de yuca que circundan la maloca; el sol casi se ha ocultado y abajo, en el centro de la llanura, el espectáculo es hermoso. Del lado del páramo se oscurece el cielo, que junto con un viento húmedo y ahora muy frío anticipa lo que será una lluvia de toda la noche y parte del día siguiente. El jeep, además de la lluvia, ha llegado a buscarnos, y devolvemos nuestros pasos bajando los escalones desgastados por el

agua que recorriéramos en la mañana, ahora a la luz de la linterna. El olor de la maloca, de la sopa de pescado, de las resinas, del sudor de Je'eruriwas y Yucunas, del casabe caliente y del humo de la leña se desvanece mientras cruzamos el puente de madera y arena sobre la pequeña represa. Al paso, recuerdo fugazmente el saludo de las niñas que se bañaban en la mañana y la vergüenza infantil de sus rostros, al escuchar nuestro saludo. ¡Volveré el viernes a la fiesta!, pienso con una sonrisa, cuando ya caen los goterones del diluvio.


La Fiesta Es viernes 11 de noviembre. Esta vez Arnulfo, Sebastián, con llegamos Magdalena y Rafael, el conductor del jeep. Felipe no logró venir. Hasta ese momento sentí que no había escampado desde hacía dos días, cuando salimos de allí con Felipe al anochecer; afortunadamente la lluvia ha decidido tomarse un receso al llegar a la maloca. Ricardo Yucuna fue muy claro en pedirnos que no fuéramos temprano, porque los preparativos iniciarían después de las dos de la tarde. A nuestra llegada el ambiente es bastante diferente al miércoles; ahora se respira el aire festivo. Son pasadas las tres de la tarde y todos están ocupados la con relacionado algo haciendo celebración. Nos dedican poca atención, excepto porque llevamos regalos para compartir:


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ropa para los runos y los adultos, más cigarrillos para la fiesta, aguardiente y una botella de wisky para Eduardo, que gusta de bebidas más fuertes. El recibimiento ya no es como el miércoles, todos nos conocen y entramos directamente a formar parte del grupo que viene a la fiesta.

otros se disfrazan de animales amazónicos, y así, poco a poco, vamos tomando asiento en algún rincón de la maloca para empezar a disfrutar de un proceso ritual de música y danza, que durará hasta el amanecer, intercalado por cortes de diez a quince minutos en los cuales se bebe y se cambian algunos disfraces y decorados.

Las mujeres, hombres y niños hacen un grupo alrededor de Eduardo, que como líder es el encargado de distribuir las prendas; más tarde, cuando la repartición de ropa ha pasado, los adultos hacen fila para recibir cada uno un trago de aguardiente, que uno a uno van bebiendo de un solo tirón, y así se empieza a calentar un poco el ambiente. Entre todos empiezan a decorar la maloca para las danzas que pronto empezarán, y los líderes alistan sus plumas y sus vestimentas propias de las danzas rituales que presenciaremos. En tobillos y muñecas se atan unos a otros cascabeles de semillas, se ponen collares y máscaras de cortezas de árboles, algunos usan lanzas,

Los niños y algunos hombres se aprestan a tomar sus instrumentos de viento que tocados al tiempo crean una atmósfera sonora especial, y, justo antes de que todo empiece, nosotros nos acercamos para aprender a estos extraños

instrumentos que tienen la embocadura similar a la de un cuerno de guerra o de un cacho llanero. Las mujeres siguen preparando cosas en la cocina; pareciera que desde el miércoles anterior no han dejado de realizar su labor, y esta celebración ocurre envuelta por el olor del humo de leña. Me acerco con Sebastián a uno de los danzantes que están con el caracol del tabaco en polvo y le pedimos un poco para inhalar. A ellos les gusta compartir estos elementos rituales, porque parte de la celebración se basa justamente en eso, en compartir; uno lleva cigarrillos o aguardiente y ellos comparten el mambe o el tabaco en polvo, que mezclado con ceniza se inhala y ahuyenta el cansancio y el sueño; son sus sustancias y elementos ceremoniales dentro de su cultura.


La Omima es un pequeño pez que se encuentra en el río Caquetá y que abunda mucho, por tanto el baile simboliza la pesca de las Omimas, que en este caso son las mujeres y los hombres son quienes las pescan dando vueltas de derredor, lentamente. La danza se torna cada vez más hipnótica y, muy despacio, se empieza a acelerar el paso y a cerrar el círculo sobre las mujeres, que giran siempre dentro de la rueda de hombres, también llevando el ritmo y tratando de escapar a la red que simboliza el cuerpo de los hombres. Los hombres terminan danzando frenéticamente hasta cerrar completamente el círculo, y en el último instante gritan frenéticamente antes de lanzarse sobre las Omimas. La Omimas corren desesperadas tratando de salir del círculo, todas caen presa de los pescadores expertos y a lo lejos una, muy joven, logra escapar entre risas generalizadas. hacer este baile, los danzantes

descansan y beben. Cambian disfraces para el siguiente baile, ríen y charlan. Las máscaras pasan de mano en mano, hay tigrillos, lapas, tortugas, venados y pescados, entre muchos otros. Estos animales son algunas veces cazados para confeccionar los disfraces.

Uno de ellos me cuenta que, antes de ir a la caza de estos animales, ellos deben pedir permiso a los dueños (dioses) de estos animales para poder cazarlos, y convertir así sus pieles o cabezas, como en el caso del venado, en disfraces rituales. Cada animal suele tener un dios y por tanto,

siempre, sin excepción, antes de ir de caza, el cazador debe pedir permiso al dios del animal que pretende cazar. Juan es un Je'eruriwa Yucuna profesional en diseño gráfico y próximo a graduarse de arquitectura, cuyos estudios está realizando en Argentina. Ha venido a participar del congreso porque considera de suma importancia lo que se está gestando aquí en Arenales para su comunidad. Él va contextualizando las danzas y dando sentido a la celebración. Desde sus nociones de arquitectura viene trabajando con el eje Caquetá alrededor de la biosostenibilidad en relación con el territorio y la construcción de la vivienda indígena, para elaborar su tesis de grado. Durante la celebración, él propone que se mantenga siempre el espacio para la reflexión sobre la sostenibilidad del mundo indígena tal como ha venido siendo, sin


perder la lengua, las prácticas y los saberes tradicionales que los hacen indígenas y que garantizan la sostenibilidad de la vida en relación con el medio ambiente. Luego de los tres días de congreso Je'eruriwa Yucuna, teniendo en cuenta que sus ejes están en La Pedrera, Leticia y ahora Arenales, proponen como alternativa organizar la comunidad en este territorio a través de la declaratoria como resguardo, que les pueda garantizar la transmisión de los saberes y la protección de su cultura, manteniendo la sostenibilidad alimentaria. Muchos de ellos ya han perdido la posibilidad de volver a su territorio de origen por las amenazas de muerte que han recibido por parte de los grupos al margen de la ley, y no quedan más opciones de adaptarse a la nueva vida de este nuevo territorio en el que se encuentran diversas culturas. Deben lecerse para resistir los cambios.

Mientras todo esto sucede, las familias indígenas siguen danzando y celebrando que se pudo realizar el primer congreso Je'eruriwa Yucuna de Arenales y que finalmente lograron l os acuerdos necesarios para solicitar al gobierno nacional la declaratoria como resguardo indígena, y así poder acceder a algunos de los beneficios a los que como indígenas tienen derecho. La noche sigue transcurriendo entre danzas, algunos tragos y charlas; pero también se comparten culturas cuando, de entre las máscaras y trajes de cortezas de árbol y pinturas amazonenses, surge la pareja de baile criollo de joropo conformada por Magdalena Plazas y Arnulfo Pinto; ellos, aparte del acostumbrado aguardiente y tabaco que todos hemos llevado para compartir, también han llevado su arte, y al son del joropo recio que empieza a resonar en un parlante, que hasta ese momento no sabíamos que existía en la maloca, inician su presentación de danza tradicional

llanera, mientras el cielo se abre con la claridad de la luna y el invierno de los días pasados empieza a quedar atrás, como un recuerdo.



Tío tigre y las nueces de Tío Conejo Contado por Hermes Romero (Cumaral, Meta, 2016) y por Isidro Moreno (Guanapa/o, Casanare, 1985) Tío Conejo llevaba muchos días sin comer, estaba flaco, medio apestado, pulgoso y con garrapatas; ese día había encontrado muchas semillas de palma real y las estaba partiendo entre dos piedras a la sombra de un palmar en medio de la llanura, para comer la nuez que yace dentro de cada una de ellas. Mientras esto sucedía, Tío Tigre rondaba por la sabana buscando algo para comer, también estaba hambriento, la barriga le sonaba, y ya había perdido la cuenta de los días que habían pasado desde la última vez que había logrado cazar un insípido ratón de monte. El verano arreciaba, el sol de marzo se ocultaba cada tarde tostándolo todo con su abrazo amarillento, y todos los animales pasaban iguales dificultades.

gre se asomó al palmar, divisó a lo lejos a Tío Conejo doblado sobre la piedra; estaba tan distraído, que no se dio cuenta de nada, solo sintió las garras del Tío Tigre en su cuello y se vio atrapado sin poder reaccionar para escapar. -¡Ah, Tío Conejo! ¿Cuánto tiempo esperando este día? ¡Y mira! ¿Cómo te atrapo aquí tan fácil? Ahora sí te voy a comer -le dijo Tío Tigre, mientras lo dominaba sin dificultad con sus garras. -¡No, Tío Tigre, usted está muy equivocado! -replicó Tío Conejo aterrorizado, pero tratando de aparentar calma total, y continuó-, yo lo estaba esperando para proponerle un trato, la situación está muy dura.

Mire mis bracitos flacos, mire mis piernitas raquíticas son solo dos huesos, usted no saca nada con comerme, hace más de un mes que no logro alimentarme, y lo que quería contarle justamente es que hoy aquí en medio de este palmar encontré la solución. Para que usted vea que no es mentira le voy a compartir mi secreto -terminó el conejo su defensa, ya logrando cierto dominio de la situación, después del gran susto. Tío Tigre entre confundido y sorprendido no sabía qué hacer; era cierto, Tío Conejo no estaba alterado al sentirse atrapado entre sus poderosas garras y, además, le estaba proponiendo una solución, porque si algo era cierto es que el aspecto de Tío


Conejo era terrible y, seguramente, su sabor no iba a ser el mejor. «Se nota que no come hace mucho tiempo y quién sabe qué más enfermedades e infecciones podrá tener», pensaba Tío Tigre al verlo.

-rugió Tío Tigre, demostrando su poderío a Tío Conejo. Ante esta petición, Tío Conejo sonrió, no sin cierta maldad y picardía, y procedió a explicar cómo obtener tan delicioso manjar.

-Mire, Tío Tigre, hoy me he dado un banquete increíble y lo encontré al llegar aquí a estas dos piedras, bien pueda pruebe lo que queda de mi almuerzo -continuó Tío Conejo brindándole las nueces de palma real que había logrado extraer de las semillas al quebrar la cubierta entre las dos piedras. Tío Tigre, al ver que Tío Conejo comía con mucho agrado, tomó un trozo de lo que le ofrecía, lo olfateó con mucha desconfianza, y esperó a que Tío Conejo tragara primero, pensando en un posible engaño. Después probó él y quedó maravillado. -¡Esta comida está buenísima, Tío Conejo! ¿De dónde la sacaste? Te ordeno que me

grandes que los míos, podrías comer por muchas semanas y pasarías este apuro en que nos encontramos ahora todos los animales del bosque -decía Tío Conejo, sabiendo que estaba jugándose el todo por el todo. Tío Tigre no creía la alocada historia de Tío Conejo, pero ante cada afloro de duda Tío Conejo le entregaba un nuevo trozo de sus nueces, lo metía en su boca, todo se deshacía en sabor, y entonces su desconfianza desaparecía. «¿Por qué no intentarlo?», pensaba Tío Tigre. «No puede ser tan grave.

-Mira, Tío Tigre, esto que estamos comiendo son mis huevitos. Hoy en la tarde al llegar a este palmar, descubrí que poniéndolos sobre esta piedra y golpeándolos muy fuerte con esta otra, salía de dentro de ellos algo tan delicioso, que solo los dioses pueden disfrutar de algo semejante. Yo diría que tú, al tenerlos más

Si este conejo apestoso lo hizo y se ve bien, a mí no me puede pasar nada peor de lo que le ha pasado a él; además soy infinitamente más fuerte y listo, nada me va a pasar, soy Tío Tigre», siguió pensando para sí. Está bien, acepto -declaró Tío Tigre.


-Bueno, entonces necesitamos que deposites tus huevos sobre esta gran piedra -dijo Tío Conejo, levantándose de la piedra en la que había estado sentado hasta ese momento.

segundo, y desistió. Tío Conejo alarmado, sudando de terror, se apresuró a exclamar:

alivio, cuando ya daba por fracasada su empresa y se disponía a huir.

-¿Qué ha pasado, Tío Tigre, por qué no lo has hecho?

Tío Conejo, que cada vez se sentía más débil, haciendo uso de las últimas fuerzas que le quedaban, levantó la pesada piedra con sus dos brazos raquíticos. Tío Tigre, despernancado sobre la piedra, apretó los dientes con todas sus fuerzas y cerró garras y ojos, mientras trataba de imaginarse comiendo nuevamente el delicioso manjar que el conejo le diera minutos antes.

Tío Tigre se sentó sobre la gran piedra y estiró sus bolas gigantes sobre la parte más plana. Tío Conejo no daba crédito a sus ojos y lo observaba con cierto nerviosismo. -Muy bien, ahora lo que tienes que hacer es agarrar con toda la fuerza de tus brazos esta piedra que te voy a pasar, y dejarla caer con toda tu fuerza. Una vez que hagas eso, va a salir desde dentro de ellas estas delicias que hemos estado disfrutando los dos desde el momento en que llegaste -declaró Tío Conejo, pasándole la otra piedra en medio de un gran esfuerzo a causa de su debilidad.

-No estoy seguro de si me va a doler mucho -dijo tímidamente Tío Tigre, sonrojándose un poco-, ¿no sería mejor que tú me ayudes? -concluyó Tío Tigre preguntando a Tío Conejo, con vergüenza.

Tío Tigre recibió la piedra y con decisión la elevó para dejarla caer sobre sus bolas, pero algo lo hizo dudar en el último

- Ah, pero claro, Tío Tigre, ni más faltaba, yo me encargo de todo, no te preocupes -dijo Tío Conejo, dando un gran suspiro de

Tío Conejo miró una última vez los desproporcionados huevos del tigre, y dejó caer todo el peso de la piedra aplastando las bolas del gran Tío Tigre, que rugió, o chilló, nadie sabe qué fue eso, con tanto ruido, que todas las aves del llano volaron aterrorizadas por el cielo, ante el desproporcionado lamento del felino, mientras Tío Conejo se perdía a toda velocidad entre las ramas y las sombras del bosque cercano al gran palmar.


Epílogo Semanas después de lo sucedido sobre aquella piedra del palmar, Tío Tigre, ya un poco recuperado de aquel encuentro con Tío Conejo, no lograba encontrarlo de nuevo. Entonces un día que fue al bebedero a donde todos los animales caían a beber en el verano se le ocurrió una idea brillante: decidió velar al conejo desde lo alto del barranco. Aquel era en único bebedero que quedaba con agua en todas aquellas sabanas y con seguridad tarde o temprano el conejo tendría que ir a beber y allí podría echarle mano al roedor. Tío Conejo, luego de lo sucedido en el palmar, sabía que no podía estar desprevenido: en cualquier momento Tío Tigre iba a aparecer, así que tomaba muchas precauciones. Pero desde que Tío Tigre había decidido velarlo en el barranco sus problemas se


habían vuelto insostenibles porque ya no le quedaban reservas de agua, y tenía que encontrar una solución para poder ir al bebedero. Al cabo de ocho días de aguantar sed, iba todos los días sigilosamente a aquel barranco y siempre estaba Tío Tigre esperándolo, aún inflamado por el machucón, pero ya en condiciones de poder atraparlo. Tío Conejo siempre se devolvía a su casa con una mayor preocupación, hasta un día que vio pasar por el camino un señor arreando dos bueyes cargados con botanos de dulce y se le ocurrió una idea brillante. Corrió a gran velocidad por entre el bosque, adelantó varios metros los bueyes y se agazapó detrás de una mata de monte a la vera del camino. Cuando sintió cerca los pasos del señor con sus bueyes, saltó de entre la mata de monte propinándole un susto terrible a los animales, de tal forma que saltaron a un lado del camino y

emprendieron una estampida sin igual, tirando en el camino los botanos del dulce, y derramando todo su contenido. Tío Conejo empezó a reír a grandes carcajadas mientras veía correr al señor tras los bueyes, y se acercó al dulce derramado, se tiró sobre el gran charco y empezó a revolcarse hasta que no dejó un solo pelo de su cuerpo sin cubrir por aquella miel; después fue debajo de un gran árbol que había perdido casi todas sus hojas a causa del verano, y se revolcó sobre las miles de hojas secas que había en el piso, de tal manera que se le pegaron por todo el cuerpo. Quedó totalmente tapado de pies a cabeza, y no era posible saber qué animal era. Se levantó del suelo, y se fue caminando de la manera más extraña que podía hacerlo, rumbo al bebedero. Bajó el barranco y sintió la mirada penetrante de Tío Tigre desde lo alto, que sorprendido trataba de adivinar.

Se agachó a beber agua después de tanto tiempo, procurando tragar lo más rápido posible. El tigre no se movía de su sitio, olfateaba y miraba detalladamente, pero se sentía cada vez más confundido. Jamás, en su larga vida había visto un animal más extraño que este. Trató de recordar todos los bosques y sabanas en que había sido el rey de todos los animales, y no encontró en sus recuerdos un parecido con ninguno. Cuando su curiosidad llegó al límite, preguntó de forma temeraria y poderosa:

-vv.

hojarasquerito del monte!, ¿desde cuándo no bebías agua? -Desde hace como seis semanas que te machuqué los huevos, Tío tigre -le gritó Tío Conejo con todas sus fuerzas, y arrancó a correr a grandes saltos rumbo al bosque del río, entre carcajadas, mientras Tío Tigre trataba de alcanzarlo infructuosamente.


Los chicos de Veracruz y Cumaral en el taller de escritura creativa Mi música es escuchar Los cuentos de mi abuela Leandro Madrid, 14 años, Veracruz

Mi historia no es una historia normal, pues es una historia de travesía. Se encontraba mi bisabuela en la finca maniando la vaca pa' ordeñarla, preparándose para ir al potrero, para ir a abrir la talanquera, escuchando las garzas paleta y echar la vaca pa'entro. Mi principal recuerdo no es algo de tecnología, como los pelaos de hoy en día, sino que es del tiempo cuando nos internábamos en la inmensa llanura y, junto con mi abuelo, oíamos los alcaravanes playeros, y yo con la felicidad completa sabía que no iba a volver por esos lares. Berracos los momentos que al recordarlos te hacen sentir de dónde vienes; berracos los momentos que te hacen caer, porque de ellos te vas a levantar aún más fuerte. Mi cuento es leer. Mi raza es llanera. Yo quiero ser cultural.


Historia de mi madre en Veracruz

Mi historia de amor a los gallos

Naye/y Gómez,

Rana/do Carabali Veracruz, Cauca

Veracruz

Un día como hoy, 15 de mayo del 2006, en Veracruz nació un hermoso niño, mi hermano. Por cuestiones económicas mi mamá trabajaba donde mi tía, la hermana de mi papá. Ellas trabajaban alimentando un personal que trabajaba en la palmera. Mi mamá y mi hermano de tan solo unos meses cruzaban por la cancha cuando sintieron que les alumbraban la cara. Pero mi mamá no prestó nada de atención. Ella creía que eran las cinco de la mañana pero tan solo eran las tres de la mañana. Cuando más se acercaba, la luz era más grande y mi hermano empezó a llorar y el cuerpo de mi mamá se estremeció, la cabeza se le puso grande y los pies pesados y esa llama amarilla se alejó hacía el monte pero mi mamá no sabía qué era eso. Ella siguió andando hasta que llegó al casino y en la tarde les contó a todos y un tío le dijo que si el niño no hubiese llorado, se la habría llevado y la habría matado. Pero como a la bola de juego no le gustan los niños, se fue y mi mamá jamás volvió a madrugar así como antes ...

Toda mi historia comenzó cuando a los cuatro meses de nacido mi padre me puso frente a dos gallos que me cantaban cerquita de mis oídos. Desde ese día se me quedó grabado el cantido de aquellos gallos que extraño. Cada día que pasa me acuerdo más y más de aquellos gallos preciosos que eran muy cariñosos y muy hermosos y me puse a pensar cuándo iré a una gallera que anhelaba con todo mi corazón y, cuando llegó el día sábado, mi padre me dijo: hijo, vámonos para la gallera con los dos gallos el colorado y el canaguai. Cuando entré a la gallera, en aquellas varas había gallos de todos los colores.

Cuando me di cuenta, algo en mi corazón se estremeció y me hizo hasta llorar de la felicidad. Ese día fue mi padre amarro el gallo canaguai y mi padre lo puso a peliar con el gallo blanco y el gallo canaguai ganó su primer pelea.


La bicicleta y el gallo Un cuento escuchado jamás por nadie ni por el mismo Poseidon, tenga cuidado. Felipe Vaiafara y Miguel Palomino Los Escribanos

Todo empezó una noche tormentoza cuando una bicicleta muy vieja andaba muy sola y de repente se encontró con un gallo y le dijo: ¿Para dónde vas? La bicicleta le responde: Para ningún lado porque no sé qué hago ni para dónde voy. El gallo le dice: Ven conmigo, te llevare para la granja. El gallo se subió a la bicicleta y se dirigieron a la granja. Pasaron por un pueblo donde la bicicleta ya había pasado y el pueblo quedó sorprendido de lo bien que se veía la bicicleta junto al gallo. Y desde ahí quedó la bicicleta engallada.

Hacha Ricardo Yucuna, Comunidad Je'eruriwa Yucuna

El hacha es un objeto de piedra, que nuestros antepasados utilizaban para trabajar. Mi abuelo me la mostró. No tenía filo. Se amarraban con cabello largo. La hora para trabajar era de las seis de la mañana hasta las dos de la tarde. No se podía seguir porque tenían norma puntual. Si pasa de la hora, el hacha se parte. Mi abuelo era y andaba con guayuco hecho de pana. En ese tiempo no había colonización. Eran muy bravos, comían y cazaban animales y aves con flechas y venenos, con fariñas y casabe y tucupí y manicuero, etc.


Seré la estrella más brillante

Cuando volví al Cauca

Carolina Carabali, Veracruz

Nayely Gómez, Veracruz

He pasado momentos tan bonitos y divertidos que me han marcado toda la vida. No he olvidado ningún recuerdo de mis amigos que me enseñaron el ser y no ser. Realizo mis sueños poco a poco ya que no necesito ninguna aprobación para ser como soy, una niña sensible, creativa e inteligente que logrará sus sueños de ser la estrellita más brillante que iluminará los corazones de las personas que también sueñan como yo.

Despues de tanto tiempo de estar ausente de mi tierra, había perdido todos los recuerdos de allá.

Nunca he cambiado mi estilo de pensar en grande, empiezo como oruga y creceré como mariposa para volar alrededor de los sueños cumplidos y los que faltan por cumplir. Nunca dejo ni dejaré que se apague la estrella de mi cielo nocturno y que se vayan mis sueños como una estrella fugaz.

Mis padres me llevaron un día de diciembre al Cauca y mis familiares me hablaban pero yo los miraba como extraños. Después de dos días ellos me mostraron fotos de mi niñez y empecé a recordar lo bello de estar allá, en mi tierra natal ...



Jaime Mina, el primer negro en Veracruz A frometenses

Era el año 1975, yo estaba sin trabajo en Villavicencio, me quedé ahí dos días. esperando a ver qué salía; de repente llegó un amigo, sin conocerlo. Llegó y se me paró al lado y me dijo: -¿Oiga, usté no sabe quién enseñe a trabajar por ahí voliando machete? -Claro, yo soy uno de esos. yo estoy buscando trabajo -le dije. -Es que necesito seis -me contestó-. pero es para los lados de Curnaral, pero de Cumaral hay que viajar como una hora u hora y media para abajo. -Sí -le dije-. yo voy.

Consiguió los seis y el único negro era yo. Eso sí me dijo: -Ojo, allá no hay negros. -Tranquilo que si cualquier cosa. yo me devuelvo. no se preocupe -le respondí. Llegamos y nos acomodaron a los seis encima de una cama de maíz. porque no había más en dónde dormir. Abrimos espacio entre el maíz. pusimos un toldillito y ahí nos acomodamos. Así comienza la historia de Jaime Mina contando cómo llegó a Veracruz hace más o menos cuarenta años. Para conocerlo hicimos el viaje hasta su casa en esta inspección que pertenece al municipio de Cumaral en el departamento del Meta.


A pocos kilómetros luego de pasar Cumaral, siguiendo la vía que conduce a Casanare, luego de dar vuelta a una mata de monte y frente a un pequeño morichal, que se encuentra del lado izquierdo de la carretera, se aparta a mano derecha la vía que conduce a la inspección de Veracruz. La carretera baja por medio de un paisaje que cambia entre fincas ganaderas por momentos para luego dar cabida a grandes extensiones de palma de aceite. Por momentos asfaltada decentemente, por momentos destapada, la vía se interna en la llanura a través de morichales y fuentes de agua cristalina. Ese día nos ha tocado un día azul, intenso y logramos apreciar a fondo el paisaje que rodea y conforma la inspección de Veracruz, una de las principales comunidades afrometenses del departamento. El objeto: conocer al primer afro que llegó a este territorio para conocer un poco de su historia.

La inspección de Veracruz es un pintoresco pueblo con unas pocas calles a medio asfaltar, de casas tradicionales llaneras, pero con cierto aire a pueblo de la costa, seguramente por la gran cantidad de población afro que allí vive. El río Guacavía pasa cerca y por tanto no es raro encontrar los pescadores sentados por las tardes en las calles, tejiendo o remendando sus atarrayas y redes que usan cotidianamente para lograr su sustento. Jaime Mina nació en el año de 1954 en Buenos Aires, Cauca. Allí vivió hasta la edad de diecisiete años. Luego de prestar el servicio militar, en 1975 decide irse al llano a trabajar; es entonces cuando encuentra empleo en la obra que se adelanta para la construcción de la vía VillavicencioGranada. Al poco tiempo se queda sin empleo y vuelve a Villavicencio, donde se encuentra a alguien que lo contrata para llevarlo a


Puerto Pecuca, hoy conocido como inspección de Veracruz, donde vive desde entonces. Haciéndose conocer por su trabajo, lentamente logra abrirse espacio y ganarse la confianza de sus patrones, los dueños de las fincas de la región, llegando a ser el encargado de una de las principales fincas de Veracruz durante varios años, en aquellos comienzos. En aquella época, recuerda don Jaime, Puerto Pecuca era un territorio bastante conservador, y si bien en un comienzo no tuvo mayores problemas por ser negro, este hecho no tardó mucho en traerle problemas cuando la población empezó a crecer y las autoridades empezaron a reprimirlo de diversas formas. En 1980 llegó la primera empresa palmera Unipalma a Veracruz, y él, como trabajador fue fundador. Después trajo tres amigos más de su tierra para trabajar allí, y así fueron creciendo sin mayores problemas, hasta que se conformó una persecución

por parte de las autoridades hacia los negros. Como él había sido el primero en llegar lo veían como el responsable de que se estuviese llenando de negros Puerto Pecuca. Al final de cuentas resultó que uno de los principales problemas era político: los negros eran todos liberales y querían sacarlos de allí por liberales y por bebedores y fiesteros, según le decían. Así transcurrió esa época de persecución, hasta que de un momento a otro hasta algunos conservadores empezaron a apoyarlo y la situación empezó a cambiar. Don Jaime, sentado en la entrada de su casa, mira el horizonte rojizo del sol del atardecer y comenta que desde el momento en que llegó al llano, cuando le ofrecieron trabajo y se vino para Veracruz, ya no se volvió a ir nunca más de este pueblo, y ya no se irá nunca más. -Seguramente aquí me muera -afirma.

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La maldición de Boca e' Monte Leyenda basada en la historia del pueblo junto a la laguna brava en Boca e' Monte, que luego conformaría a Cumaral. Magdalena Plazas Lugo

Caía la tarde ... los colores del cielo daban entre naranjas y grises, y las garzas y corocoras volaban a sus garceros para descansar. En el rancho se preparaban los alimentos para los cansados vaqueros que terminaban sus largas jornadas de trabajo con ganados, que ellos se encargaban de cuidar con responsabilidad, así supieran que los dueños eran, como decían ellos mismos, gente pudiente venida de tierras extrañas. Esta era una de las rancherías que formaban los mismos trabajadores cerca de una laguna que llamaban Laguna Brava. Al otro lado vivían los indígenas guahibos y

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sus familias, que vivían en paz con los colonos de la ranchería. Nos llamaron a comer. Yo miraba a mi abuelo con ansia, pues su costumbre era contarnos historias. Prendí entonces la lámpara de petróleo, él se recostó en su campechana, y le pedí entonces que nos contara por qué había abandonado esas tierras, si él mismo había dicho que todo transcurría en paz. Mirándonos a todos me preguntó: -¿En qué parte de la leyenda quedé? Con una sonrisa, él mismo respondió: -Ah, sí. Les decía que los domingos se hacían trueques o cambios con los indígenas. Ellos traían hermosos tejidos hechos en palma, casabe y pescado. Nosotros los cambiábamos por gallinas, arroz pilado y otros objetos. También compartíamos la música y los cantos.

Ellos traían un furruco y una cirrampla, y nosotros con una bandola que nos dejaron unos jesuitas que pasaron por acá tiempo atrás. Recuerdo que yo era muy chico y me llamó la atención su sonido. Así aprendí a tocarla. Los días de trabajo eran muy duros y nos reuníamos lo s domingos. Cantábamos las vivencias y trabajos en las letras que uno sentía, algunos bailaban zapateándoles a las mujeres. Las indígenas miraban, pero ellas bailaban de otra forma y dedicaban bailes a la luna y al sol, y a curaciones de enfermedades, pero lo nuestro era con las familias, la comida, la bebida, las historias y los cantos. Todos vivíamos en paz. Realmente era una tierra hermosa, trabajos pesados de sol a sol, pero, eso sí, de hombres fuertes echados pa'lante. Un buen día llegó por estas tierras un extranjero -se le llamaba así porque venía de tierras lejanas-. El hombre llegó montado en su caballo con una mula

cargada, se presentó como el arriero Echeverry, de las tierras de Antioquia. Al hombre le gustó tanto esto, que se quedó. Todo lo que el don traía era nuevo para todos: telas finas.joyas, colores para que las mujeres se echaran en los ojos, ungüentos que aliviaban dolores, mantas y una guitarra. Pero lo que más recuerdo es una pesa que, él decía, servía para poder empezar a usar el rial. Recuerdo que nos mostró la s monedas, pero ese deslumbramiento nos llevaría a la perdición. -¿Por qué, abuelo, dígame por qué? -le pregunté. -Porque todo lo nuevo, y eso, mija, guárdelo en su corazón, nos llena los ojos de maravilla, pero no todo lo nuevo es bueno. Pero, en fin, les sigo contando, los indígenas que compartían el trueque con los colonos se tuvieron que ir. Abandonaron las tierras por una extraña enfermedad que traían los blancos, que acabó con muchos de ellos. Los colonos de la ranchería fueron


enfermando y finalmente don Echeverry, con todo lo que traía, trajo también la enfermedad. Eran fiebres altas, escalofríos, sudoraciones, brotes en la piel y por último la muerte. Así se empezaron a culparse unos a otros. Los colonos decían que eran los indígenas que les habían echado una maldición, por no seguir con el trueque que los obligaba a la moneda. Decían también que habían maldecido a Echeverry, por haber abusado de la hija del cacique. Por eso, una noche completa sonaron los tambores; fue una noche en la que el pueblo no durmió. Se escuchaban cada vez más fuerte.

Pensé que la maldición de Boca e' Monte se había cumplido. Así, los pocos que quedamos tuvimos que enterrar allí a nuestras familias. Gracias a dios no me infecté. Salí entonces a buscar a mi amada Zuca, la indígena hija del cacique. Ella se había quedado cuando su tribu quemó todo y supo de su preñez. Yo le propuse que nos fuéramos a otras tierras, buscando hacer nueva familia, por aquel amor que existía entre los dos hacía tanto tiempo. Cogimos camino selva arriba; había un río, y después de varios días de camino vimos el gran río. Entonces ella me dijo: -José, estoy cansada.

Todos le advertimos a don Echeverry pero él no hizo caso. A los pocos días los indígenas quemaron sus ranchos, sus malocas y se fueron. Muchos murieron y en la ranchería muchos enfermaron, el primero, don Echeverry. A mí me tocó ir buscarlo y lo encontré con su respiración agitada, granos en el cuerpo y mucha fiebre.

"Yo busqué angustiado un lugar en donde levantar el rancho. Así me di cuenta de que muy cerca del río había un asentamiento de familias. Bajamos al sitio. Eran unos pocos ranchos donde vivían arrieros de la región, gente buena y atenta, que nos acogió en este caserío donde vivimos ahora.

Esa es, mija, la historia." -¿Abuelo, y este pueblo desde entonces se llama Cumaral? -Sí, por la palma de cumare, pues había en abundancia, muchas palmas, árboles grandes y matas de monte. -Entonces, abuelo, ¿Cumaral era indígena? -No, mija, acá llegaron cinco fundadores. Venían de varias partes: Santander, Boyacá y Medina, y de otros lados pasaban por el río a buscar el trabajo de las grandes ganaderías que en aquella época se hacían. Acá muy cerca en Chepero era la última posada para el ganado y los arrieros, así nos llamaban. Mi abuelo quedó en silencio un rato, como recordando, y luego agregó: -Sí, con gran alegría éramos trabajadores de llano, hombres fuertes que vivíamos


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experiencias enfrentando adversidades, respetando la naturaleza, hombres de llano, ---_. ..rcaballo, soga y sombrero, pero esa será ot�a.�� '� h'.storia para contarles a todos ustedes mis - • / nietos. .� �

Le agradecimos al abuelo con un apretado � abrazo, y nos dio la bendición para ir a dormir; yo le dije al oído:

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-Abuelo, gracias, comprendí la leyenda de la maldición de Boca e' Monte.

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Y recibiendo su bendición, me fui a dormir.

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A la comunidad afrometense de la inspección de Veracruz, a la comunidad indígena Je'eruriwa Yucuna, a la Secretaría de Cultura de los municipios de Cumaral y Restrepo, a todo el equipo de este proyecto que hizo posible este trabajo a pesar de las dificultades, y a todos los portadores y sabedores que se integraron de corazón a compartir sus saberes y experiencias con los jóvenes, adultos y niños que participamos de los talleres y del encuentro de oralidades . ...,..,""-"


Indice Presentación Marotiando Relatos CDMLL De objetos y definiciones Jeeruriwas y Yucunas Jeeruriwas y Yucunas, la fiesta Tío tigre y las nueces de Tío Conejo Tío tigre y las nueces de Tío Conejo, Epílogo Los chicos de Veracruz y Cumaral Jaime Mina, el primer negro en Veracruz La maldición de Boca e' Monte Agradecimientos

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