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Bibliotecas que transforman mentes
Por Glenda Estrada Periodista
Jefa de Redacción de El Heraldo de Honduras
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En los ojos brillantes de la pequeña Nayandi ―que cuando la conocí en 2019 tenía 7 años― hay un fuego interior en el que parecen acumularse uno a uno los parajes que ha visitado con el poder de su imaginación inagotable gracias a los libros. La niña vestida con uniforme escolar, un par de coletas y un reloj que revisaba ansiosamente como si tratara de detener el tiempo y sumergirse en las páginas de las historias que ha leído, representa lo que han logrado las Bibliotecas Blue Lupin y Plan International en las vidas de miles de niñas y niños de las montañas de Lempira. Nayandi y su propuesta de un �inal no tan infeliz para el perverso lobo de Caperucita Roja que se comió a la abuelita, es la Biblioteca Blue Lupin y la biblioteca Blue Lupin es Nayandi. Es las hileras de libros cuidadosamente colocados en los anaqueles, el Diario Lector donde cada niño resume la historia que leyó, el Bolsito Lector que llega cargado de
alegrías y sueños a los hogares o la Mochila Viajera que recorre los rincones de las comunidades olvidadas de Lempira, es la niña que ha leído más de 800 libros, es el poder del conocimiento que empodera y transforma mentes pequeñas. La visita a la Biblioteca Blue Lupin del municipio de Lepaera, Lempira, es un encuentro con la esperanza. El imponente edi�icio lleno de color es como una especie de santuario que abre sus puertas a la creatividad y a la imaginación. La primera imagen que descubre el visitante es un impresionante mural del artista Cristian Gavarrete colocado en la pared frontal del edi�icio, una invitación a entrar al recinto, un homenaje a los miles de niños lectores del departamento. Ya dentro todo es color. La emoción está a �lor de piel. Desde la sonrisa de los niños al elegir un libro, palparlo e impregnarse del olor de sus páginas, escuchar la historia de las lupin ―las �lores salvajes que crecen en Canadá y a las que debe su nombre la biblioteca―, hasta los bolsos de colores listos para llenarse de libros que llevar a casa para compartir la alegría de la lectura. El distintivo olor de los textos al hojearse con suavidad y cariño cada página, se mezcla con el exquisito olor a café que se cultiva en las montañas, de cuyas entrañas provienen los lectores.
En ese espacio se puede ser feliz. El colorido de las mesas y sillas es una invitación a sentarse a disfrutar de viajes maravillosos y conocer personajes impensables. Cada obra literaria tomada por las manos pequeñas de los niños es una puerta abierta al mundo. La lectura les abre espacios para debatir, para contar historias a través del teatro, para crear guiones y hacer cortometrajes, para contar cuentos, para escribir blogs, para la oratoria, los títeres, el dibujo y narrar hechos a través de la fotogra�ía. Es un encuentro con la lectura en libertad, en un ambiente propicio para la creatividad. Son los mismos niños quienes se encargan del manejo de la biblioteca. Ellos prestan los libros, ellos los cuidan, ellos son los responsables de la magia que ocurre dentro de esas paredes, la magia que luego se traslada hasta los hogares en el Bolsito Lector. Es ahí donde germinan las semillas plantadas de las �lores de lupin, es ahí donde �luye el aprendizaje y los niños recuperan la con�ianza y mejoran su autoestima. Cuentan con orgullo cuantos libros han leído, cuantos esperan leer y cuál es su favorito y por qué. Les cuentan a sus amigos cómo una visita a la biblioteca les cambió la vida y los invitan a ser parte. Pero no importa cuántos lean, es la felicidad que les provoca y la manera en la que se conectan con ellos mismos para alcanzar sus metas.
Es un universo paralelo donde las niñas como Michelle de�ienden sus derechos, exigen equidad de género y espacios de desarrollo, inclusión, un alto a la violencia contra la mujer, escriben blogs para inspirar a otras menores como ella y, donde los sueños de un mejor futuro puede ser posible. En cada frase de estas pequeñas hay un enorme poder. La lectura les ha dado alas para volar tras sus sueños. Escucharlas hablar de sus derechos en un foro sobre equidad, responder a las preguntas de los asistentes, levantar con orgullo banderas de lucha por una mejor educación y acceso a los derechos más básicos, enchina la piel, es esperanzador. Tienen metas y están dispuestas a cumplirlas. No van a retroceder, no hay nada ni nadie que las detenga. Son líderes, saben quiénes son, hacia donde van y qué hacer con todo ese conocimiento. Cada mensaje de Michelle y de sus compañeras, que vinieron de varias comunidades para participar en el foro y dirigir el recorrido por la biblioteca, es como las lupin, hermoso y de muchísimos colores y cuya semilla se esparce para crear más �lores. Esa es la semilla que plantaron Jim y Lynda Martin en la tierra fértil de Lempira, que crece y se multiplica. Es una historia protagonizada por niños y niñas que están listos para dar lecciones a los adultos. Hay magia, hay amor y el anhelo de una mejor Honduras.