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El placer de imaginar

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Lugares de luz

Lugares de luz

Por Delia Fajardo Salinas Escritora, catedrática universitaria experta en Educación Intercultural

Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán

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Cruz Alta se levanta entre las montañas más altas de La Campa, su municipio, en el departamento de Lempira, Honduras. Como la mayoría de aldeas en la zona, sus actividades económicas giran en torno al cultivo de maíz y frijol y, sobre todo, la producción de alfarería. En esta aldea, existe una escuela básica llamada Tecauxinas. Y en esta escuela encontramos una de las bibliotecas Blue Lupin. Fue creada en 2016, en la segunda etapa del proyecto. Y como esta, hay 33 bibliotecas más, distribuidas en esas altaneras montañas de uno de los departamentos con los resultados más bajos de rendimiento escolar en el país. Aunque poco, los porcentajes han mejorado. Pero estas no son malas noticias, solo nos demuestran que la evaluación externa, una prueba escrita, no es capaz de medir el amplio y real impacto de estas bibliotecas en la vida de miles de niños, en los docentes, en las mamás y los papás, en los artistas locales, en las abuelas y los abuelos, en las redes educativas, en las comunidades... ― ¿Qué pasó cuándo empezaron a venir?

― Nos poníamos alegres porque veníamos a jugar y ver libros. Es necesario partir de la razón biológica por la cual la gente busca hacer ciertas cosas, por qué se siente motivada, por qué siente la necesidad de hacer algo en particular, por qué no quiere hacer otras, aunque sabe que es su obligación… Parte de la respuesta la encontramos en la neurociencia: todo se reduce a la química del cuerpo, la química del cerebro. De forma natural nuestro cuerpo pre�iere hacer esas cosas que le darán una recompensa muy preciada, no es algo externo, está en nosotros, en nuestras glándulas, se llaman hormonas de la felicidad. Dopamina, endor�inas, serotonina, oxitocina… La adicción es natural, buscamos las actividades placenteras que nos ayudan a producir este cóctel químico que llamamos felicidad. Y hay una forma de placer que nos distingue como especie: el placer de imaginar. ― ¿Cómo fue cuando abrieron la biblioteca? ― ―Era extraño. ―No sabíamos qué era una biblioteca… Mi recuerdo más lejano de lectura es una versión en cómic de La Ilíada. Hace poco volvió a mis manos. Casi me echo a llorar como Dominique Bredoteau en Amelie. Tamaño carta, papel satinado, colores vivos, letra grande, composición dinámica entre los cuadros de las escenas y, lo más importante, ¡hermosos dibujos! Ahora sé

que esos trazos que me hipnotizaron corresponden al estilo americano del cómic, en acuarela. Era una edición magní�ica y ahora lo es más por esas encantadoras huellas que el olvido y la polilla le han dejado: arruguitas, algunas diminutas circunferencias perfectas, alguna rotura por aquí y por allá, y ese olor… ese aroma del tiempo amado. Digo lectura pero no en sentido estricto, era lectura de imágenes. Y pensar que ahora le llaman prelectura. No creo que mi mamá y mi papá supieran de ese término técnico que conlleva toda una epistemología sobre la lectoescritura inicial. Pero lo hicieron. En casa había una biblioteca mínima con esos textos inolvidables de los años 80: el Diccionario Océano, la colección de Selecciones del Reader Digest de mi papá, la colección de revistas de mi mamá: Cosmopolitan, Buenhogar, Vanidades, una enciclopedia (no era la Británica, no teníamos tanto dinero), los ‘paquines’ (Hermelinda linda, Aniceto el gallo, Archy y sus amigos, Lulú, Memín, Condorito), La Biblia Latinoamérica por supuesto, y una colección de fascículos sobre animales que recuerdo por sus grandes dibujos. Y con ese ecléctico canon formativo, La ilíada llegó a mis ojos curiosos en mi tierna infancia. Mis padres nos amaban. –¿Qué hacen cuando no entienden un cuento? –Leerlo más. Leer no es una habilidad natural, como el habla. Leer es una habilidad aprendida, compleja, que requiere de un entrenamiento muy sistemático. Cuando leemos,

nuestro cerebro realiza múltiples acciones simultáneas, secuenciales y bidireccionales, mediante la cooperación entre varios sistemas y los sustratos neuronales del lenguaje ubicados en el hemisferio izquierdo en la mayoría de las personas. Dichos sistemas neuronales nos permiten: escanear y reconocer las letras para traducir esas imágenes en sonidos y signi�icados, pronunciar las palabras letra por letra, para asociar cada sonido con su grafema, es decir, la decodi�icación, y, �inalmente, nos permiten que la información auditiva sea enviada a las zonas en donde “se elaboran los programas motores que se remitirán a las cuerdas vocales o a los músculos de los dedos para facilitar el habla o la escritura, respectivamente” (Guillén, 2020). En su explicación, el neurocientí�ico español Jesús Guillen nos aclara que “...una vez conformadas las palabras en la caja de letras del cerebro, pasan al sistema límbico (a través de la amígdala) adquiriendo un signi�icado emocional inconsciente antes de su procesamiento semántico en los sistemas dorsal y anterior.” (Ibid.) Por lo tanto, el cerebro no posee un sistema especí�ico para leer, si no que hace acopio de varios recursos que ya posee y, mediante entrenamiento, los adapta para que podamos leer y hacer de la lectura algo más que una mera mecánica racional para volverla una experiencia emocional altamente signi�icativa. En palabras de Francisco Mora: “Leer signi�ica activar un amplio arco cognitivo que involucra la curiosidad, la atención, el aprendizaje y la memoria, la emoción, la conciencia y el conocimiento” (Ibid.)

–¿Por qué te parece bueno tener esta biblioteca aquí en la escuela? –Se siente aburrido uno y al leer no. Sí, ahora la neurociencia nos puede describir con lujo de detalles esa habilidad tan espectacular de tan compleja que es: ¡leer! Pero no necesitamos de las evidencias cientí�icas para comprender lo que pasa en nuestros corazones. Cuando perdemos la noción del tiempo, cuando se nos quita el sueño al doblar una nueva página, cuando se nos encoge el estómago, o nuestros ojos empiezan a quedar anegados en lágrimas o sentimos un gozo interno que nos hace sonreír, reír a carcajadas, olvidarnos de nuestros dramas personales y ser felices con esas letras. Esas letras que nos dan el placer de imaginar. –Imaginen que mañana les dicen: “Vamos a cerrar la biblioteca, nos vamos a llevar todos los libros” ¿Qué harían ustedes? –Ponernos tristes… porque a veces uno no tiene cosas qué hacer y se puede venir a leer en vez de estar solo echado en la casa. Carmen Pellicer (presidenta de la Fundación Trilema de España), nos empuja a otras re�lexiones cuando ella se plantea qué signi�ica leer: ¿es leer mucho, leer rápido, disfrutar la lectura, comprender las palabras, opinar? ¿Por qué es tan importante leer? Según sea nuestra respuesta, así será la respuesta de intervención pedagógica

para apoyar su aprendizaje. Por ejemplo, una respuesta obvia a la importancia de leer es que ayuda a desarrollar la imaginación, pero ¿qué implica esta frase cuando hablamos de niñas y niños? Pellicer lo explica de manera muy funcional: desarrollar la imaginación implica que la mente infantil va creando una película propia en su mente, la cual con cada lectura se va enriqueciendo, se vuelve más compleja, y le sirve para conocer y entender el mundo que nos rodea. Es gracias a los relatos que escuchamos que le damos sentido a las cosas, que elaboramos una construcción mental. La iniciación a la lectura se corresponde así con el desarrollo del pensamiento y con la educación en los valores que hacen la vida valiosa. De ahí lo trascendental de aprender a leer en la vida del ser humano, y de ahí la importancia vital de una biblioteca en un centro escolar en donde la actividad lectora sea el núcleo o columna vertebral de todo lo que se haga. Las bibliotecas Blue Lupin han creado este tipo de intervención pedagógica: una cultura de fomento de la lectura en la cual niñas y niños se hacen cargo del préstamo de libros, establecen las reglas, toman decisiones sobre la gestión de la biblioteca, participan en actividades de animación, juegan con los libros en un amplio sentido, y disfrutan de tiempo y espacios para leer tanto en la escuela como en casa. ¿Y le platican a alguien de lo que están leyendo? Yo le cuento a mi mamá.

Yo le leo a mi hermanito. Es sabido que el aprendizaje de la lectoescritura se ve favorecido en las familias que cuentan con libros, es decir, crecer en un entorno letrado, con libros, donde se lee mucho hace la diferencia en el desarrollo de capacidades de los niños. En este sentido es que las bibliotecas Blue Lupin se convierten en la tabla de salvación que compensa la escasez de recursos de las familias rurales en el departamento de Lempira, puesto que ofrecen de forma gratuita ese espacio ideal con todas las comodidades para, ante todo, disfrutar la lectura, para que desarrollen una relación positiva con la lectura desde la infancia, tanto en las escuelas como en los hogares. Gracias al préstamo bibliotecario, hijas e hijos llevan a casa sus lecturas y las comparten con sus familiares que estén receptivos a este nuevo hábito de ocio compartido. De esta forma, el fomento de la lectura cubre un amplio radio de acción y se genera un nuevo tipo de convivencia en los hogares en torno los libros, dándole a mamás y papás la oportunidad de educar a sus hijos e hijas por la vía del comentario de textos y además, indirectamente, de enriquecer ellos mismos su capital cultural de forma no intencionada. Son muchos ya los padres que se han vuelto lectores, incluso hay quienes han aprendido a leer gracias al apoyo de sus hijos lectores. Y ciertamente el valor de las bibliotecas Blue Lupin radica no solamente en ese fomento integral de la lectura, en ofrecer ese espacio compensatorio de capital

cultural, ese edi�icio bien equipado y decorado para trasladarse al paraíso, esa variedad y belleza de excelentes lecturas para disfrutar el placer de imaginar... Consideremos que entrenar hábitos puede ser muy fácil, pero también muy di�ícil. Y cuando se trata de hábito lector y con niños, sin duda puede ser muy di�ícil, por todos los factores implicados. Tal y como lo plantea Pellicer, se requiere persistencia y frecuencia en la práctica, un entorno apropiado, sistematicidad en su organización y plani�icación, y buenos libros. En tal sentido, el valor de las bibliotecas Blue Lupin es inconmensurable: constituyen un oasis en el desierto para las escuelas rurales de Lempira, porque cumplen con todos estos requisitos y además con todo un amplio proyecto que resulta tan trascendental para las comunidades, porque se ha convertido en un dinamizador de la vida sociocultural en cada comunidad y entre comunidades, con sus actividades de mimos, cuentacuentos, teatro, escritura creativa, presentación de libros, �ilmación, mochilas viajeras, etc. Aprovechando las palabras de Pellicer, se han convertido en ‘agentes de fomento de oportunidades’. ¿Qué libros les han gustado más? De naturaleza. De aceptar a los demás. La cuarta revolución industrial, de la mano del desarrollo tecnológico, nos tiene del

voladero, lo sepamos o no, lo queramos o no. Para muchos una bendición, para muchos más una verdadera amenaza… casi como ese meteorito que se estrelló contra nuestro planeta hace 66 millones de años. De ese mundo, solo nos quedan fósiles, como fotos de daguerrotipo que atesoramos por el misterio que guardan. Dentro de unas décadas, futuras generaciones pensarán así de nosotros, los humanos que se extinguieron porque no supieron sentirse cómodos con la incertidumbre, reinventarse, estar al día, cultivar el pensamiento divergente. Sacarán nuestros fósiles de las nubes de información que cada segundo nos espían y acumulan datos y más datos que les entregamos complacientes, víctimas adictas a las redes sociales. ¿Quiénes se salvarán del Darwinismo tecnológico? Quiero pensar que los privilegiados que pasarán a la siguiente era de la humanidad serán aquellos que fueron lectores desde su tierna infancia, y luego se convirtieron en lectores empedernidos, y sus cerebros desarrollaron poderosas redes neuronales no solo con capacidad de imaginar mundos literarios, con el sentido de lo estético y de lo bueno, sino sobre todo con la voluntad de imaginar una vida mejor para todas, todes y todos. –¿Qué harían si cierran la biblioteca? –Sería muy malo porque cuando uno está pequeño necesita leer para desarrollar la mentalidad, aunque solo se vean las ilustraciones…

Después de La ilíada, aparece en mis recuerdos una versión de Las mil y una noches. Mis padres lo lograron de nuevo. Pero esta era una edición muy diferente, con más letras que dibujos, en blanco y negro, grande de tamaño, en un papel de grano grueso, paginas color crema, con unas ilustraciones minimalistas pero no por ello menos enigmáticas. Pero de este ejemplar solo encontré unas páginas, sin pasta, con las costuras expuestas, el rastro de una obra artesanal, de un libro enorme a la medida de su contenido. Para ese momento ya sabía leer. Pero aun así lo que más recuerdo son esas ilustraciones tan sencillas pero tan sugestivas como la punta de un iceberg: en mi mente se completaron las �iguras, los gestos, los elementos, las escenas, con lujo de detalles. Años después, en otro cajón de la memoria encuentro otra edición de Las mil y una noches, completa, un libro nuevo, un libro mío… ¿Fue un obsequio? ¿Me lo gane en una rifa? El hecho es que me veo muy ufana con mi libro nuevo en casa de mi abuela en la aldea Las Crucitas, carretera a Danlí… ¿Qué preadolescente llevaría una lectura a sus dos meses de vacaciones en el campo? –¿Qué harían si cierran la biblioteca? –¡Llorar!-Nudo en la garganta… pero en una fracción de segundo logré tragar saliva y decir: –Yo también lloraría si me quitan esta biblioteca.

Nunca he tenido ambiciones de riqueza material, tener mucho dinero, ser millonaria. Pero después de conocer las bibliotecas Blue Lupin estoy empezando a cambiar de opinión. El dinero realmente puede salvar vidas. Ahora sí quisiera ser millonaria para dedicar mi responsabilidad social a la construcción de bibliotecas por todo el mundo, para todos los excluidos, los olvidados, los de abajo, los que inspiraron a Guayasamin, los balseros, los caminantes de caravanas… ¡Como no se me había ocurrido antes! Lo más probable es que yo no logre construir este sueño, pero quizás usted sí puede. Usted que sí tuvo acceso a una biblioteca de calidad en su casa y en su escuela. Usted lo sabe. Usted también se pondría triste, ansioso o ansiosa, también se pondría a llorar.

Muchas gracias a: Heydi Dariela, Dariana So�ía, Miguel Alejandro, Itxel Fabiola, Hellen y su mamá María Clara, Daysi, Brenda, Aracely y todas las niñas y los niños que me permitieron entrar a su biblioteca.

Referencias:

Guillén, J. [Escuela con cerebro] (21 de julio de 2020). Neuroeducación y lectura. https://escuelaconcerebro.wordpress.com/2020/07/21/neuroeducacion-y-lectura/

Pellicer, C. [Supertics] (8 de marzo de 2018). Cambios para innovar en la comprensión lectora. [Archivo de video]. https://youtu.be/VWB_afvLx7A

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