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Juan José Cabezudo y los banquetes de la Independencia, por Magally Alegre Henderson.
El Vivandero Ño Juan José. (Eugene Courret, 1860). Archivo Courret, Biblioteca Nacional de Lima.
Juan José Cabezudo y los banquetes de la Independencia
escribe: Magally Alegre Henderson (PUCP)1
El 13 de agosto de 1827, Juan José Cabezudo y otros amigos protagonizaron en Lima un inusual paseo a la pampa de Amancaes, por aquel entonces, un tradicional lugar de paseo durante la época invernal. La ocasión sería luego recogida por un panfleto de la época titulado: «El paseo de Amancaes y prisión de los maricones». Esta composición en verso describe una concurrida comparsa de despedida a un «maricón» que desea arrepentirse de sus costumbres y entrar a un convento. Antes de dedicarse a la vida monacal, el «maricón» en cuestión decide organizar una última reunión con sus amigos para recordar todos sus «galanteos»; una ocasión que es narrada por el panfleto en estos términos:
«Habia mil maricones tan grandasos y tan feos que la tienda parecia un retrato del infierno. Uno estaba con pollera Muy adornado y compuesto, Zapatos de razo, aretes Su pañuelon y sombrero ...Mas alla paseando estaba Un mulato salamero Con su saya y con su manto Y su andadito muy bueno.»
Este panfleto es parte de una discusión pública que surge entre 1790 y 1840 y que representa a Lima como una ciudad «afeminada». Esta discusión se evidencia en periódicos y panfletos, al igual que en relatos de viajeros, procesos judiciales y pintura costumbrista, que documentan una preocupación por la delicada constitución de los hombres limeños y por la abundancia de hombres que adoptan vestimenta y modales femeninos, a quienes se denomina «maricones». Y es que en el contexto de la transición a la vida republicana, esta discusión sirve como un emblema para cuestionar la virilidad de los limeños tanto en el liderazgo político y el ejercicio ciudadano, como en la independencia económica de la nación.
Regresando al Paseo a Amancaes, sabemos, gracias a algunos artículos del periódico El Telégrafo, el diario de mayor difusión de la época, que esta comparsa sí existió en realidad y que estaba conformada por al menos una decena de hombres vestidos con algunas prendas femeninas, como mantos y sayas. El Telégrafo complementa bien la información que tenemos sobre esta comparsa, con una carta publicada en la que se felicita a la Prefectura por el arresto de los maricones. La carta cita incluso el nombre de once arrestados, como una forma de repudio a la supuesta impunidad o protección que algunos de estos hombres habían gozado en el pasado. La lista de arrestados incluía al protagonista de este artículo, Juan José Cabezudo, un conocido afrodescendiente que tenía un puesto de venta de comida en la Plaza Mayor. Con amargura, el artículo se quejaba de que otros maricones si habían llegado a los Amancaes y que permanecían libres, por lo que se urgía al Prefecto a mantenerse firme frente a
1 Magally Alegre Henderson es Coordinadora de la Casa O’Higgins, Docente del Departamento de Humanidades (Sec. Historia) y gestora del Doctorado en Historia en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Sus áreas de especialización: género, historia de la sexualidad e historia de las mujeres. Es Doctora y magíster en historia latinoamericana por Stony Brook University. Actualmente es investigadora del proyecto europeo FAILURE: Reversing the Genealogies of Unsuccess, 16th-19t C. H2020-MSCA-RISE-2018 (GA 823998). Algunas de sus publicaciones más recientes incluyen un capítulo en el libro editado por Claudia Rosas, Género y mujeres en la historia del Perú. Del hogar al espacio público (PUCP, 2019), «Degenerate Heirs of the Empire» publicado en Historia Crítica y «’It Is My Husband Who Has Such Weaknesses’. A Mid-Nineteenth-Century Peruvian Divorce Case», en From Sodomy Laws to Same-Sex Marriage: International Perspectives since 1789, editado por Sean Brady y Mark Seymour (Bloomsbury, 2019).
Les scènes de rue (escenas de calle). (Leonce Angrand, 1836-1837, acuarela sobre papel).
las presiones de sus protectores y a arrestar al resto de la comparsa y sentenciarlos a trabajos forzados. También se quejaba de la solidaridad de algunas mujeres que pedían su liberación, argumentando que las prostitutas y los maricones guardaban mucha solidaridad entre ellos.
Lo que evidencian estos artículos, así como el panfleto, más allá de los castigos físicos, las sentencias y la reclusión, es una gran visibilidad de los maricones en el espacio público. Una visibilidad que se debía en parte a formas distintivas de su conducta pública, como el uso de un código de vestimenta, la existencia de espacios de reunión y la conformación de redes sociales, que además de crear un sentido de comunidad alrededor de una masculinidad disidente, eran claramente reconocible para personas fuera de esta red. Todo ello, evidencia la existencia de una comunidad o sub-cultura de maricones en la Lima de inicios del siglo XIX. Incluso, un viajero francés que visitó Lima en la década de 1840, Max Radiguet, se refería a esta comunidad como «la extraña sociedad de maricones».
El miembro más emblemático de esta sociedad durante las primeras décadas de la República y de hecho, el más famoso de los participantes del Paseo a Amancaes fue Juan José Cabezudo; también conocido como Juan José Comesuelas. Un reconocido cocinero de viandas, afrodescendiente, que tenía su puesto en el Portal de Escribanos de la Plaza Mayor y cuya fama se debía tanto a la calidad de su comida como a su capacidad para entretener a sus comensales con su charla satírica y afeminada. Gracias a su fama y a su personalidad extravagante, Juan José será retratado por notables artistas, intelectuales y viajeros de la época, desde Max Radiguet, Francisco Javier Cortés y Pancho Fierro, hasta Ricardo Palma y el estudio Courret. La visibilidad alcanzada por Juan José y sus amigos de comparsa les convierte así, en un referente icónico de las masculinidades disidentes en la Historia del Perú y en particular, a Juan José Cabezudo, en la figura más emblemática de las diversidades sexuales en la época de la Independencia.
La noción de disidente me permite referirme a aquellas masculinidades que, dentro de un contexto histórico y social específico, escapan a la hegemonía de una masculinidad dominante. Para ello, me remito al concepto de «masculinidad hegemónica» de Raewyn Connell, y a su categorización para identificar las complejas relaciones entre las diversas masculinidades que coexisten en una sociedad y tiempo determinados, y que incluyen, la hegemonía, la subordinación, la complicidad y la marginalización.
Lo icónico de Juan José Cabezudo es la enorme visibilidad que alcanza en la sociedad de su época, aún a pesar de que su masculinidad se encuentra claramente alejada de una virilidad hegemónica y normativa. Incluso, logra alcanzar espacios de reconocimiento personal, como por ejemplo, recibir el encargo para realizar un almuerzo de despedida en honor de Simón Bolívar que tendrá lugar en la Alameda de los Descalzos en setiembre de 1826. La importancia de este encargo es resaltada por Natalia Majluf en su libro La creación del costumbrismo, que analiza la exhibición de las acuarelas costumbristas de la donación Juan Carlos Verme en el MALI (2016), entre las cuales se encuentran varias dedicadas a Juan José.
Max Radiguet, el viajero francés, se sorprendía de la «escandalosa popularidad» de Juan José y lo describía como un «tamalero gordo, imberbe, [y] rozagante como una soprano».
Juan José Cabezudo y un amigo. (atribuido a Francisco Javier Cortés, 1827, acuarela y témpera sobre papel).
Incluso coincide Radiguet con aquellas representaciones que se le hacen desde la pintura costumbrista, en la descripción del atuendo de trabajo de Juan José, que incluía «un sombrero de paja de Guayaquil y un ancho mandil blanco de cocinero». También destaca Radiguet su habilidad para atraer a los viandantes con su conversación y entretener a sus clientes en el puesto de comida:
«A pesar de estar continuamente en ejercicio de la mañana a la noche [...]; su charla aún más inagotable que su mercadería, encantaba a un auditorio que, sin tregua, parado delante de él, la boca abierta, como delante de un gran orador, aumentaba de manera que interceptaba el paso. Su voz de mujer, clara y vibrante, decía con mucho espíritu la anécdota del día, criticaba las costumbres y se permitía a veces despropósitos políticos.»
Las acuarelas costumbristas son de gran utilidad en este contexto, para documentar la relevancia de este vivandero en la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XIX. Ricardo Palma, en particular, había atesorado una colección de éstas en las que se incluyen varias dedicadas a Juan José y que se conservan en la pinacoteca de la Municipalidad de Lima Metropolitana. A él también pertenecen las leyendas al pie de las acuarelas de su colección, que recogen el calificativo de «maricón principal» para referirse a Juan José, mientras que inscripciones similares en otras acuarelas costumbristas le llaman «el maricón». En el reverso de una de ellas, Ricardo Palma se refiere a la predilección de Juan José por el juego, relatando que trabajaba solo durante once meses del año y que al doceavo se mudaba a los baños de Chorrillos para dedicarse a los juegos de azar, en particular al «monte» que le había costado ya su fortuna en dos o tres ocasiones. Radiguet confirma también la obsesión de Juan José por este juego de azar.
Hacia 1850, la fama de Juan José se había casi desvanecido, desplazado por el prestigio que otros cocineros iban ganando. Casi en la pobreza, muere Juan José en Chorrillos, a mediados de la década de 1860. Como último legado, nos deja una fotografía suya, tomada en el Estudio de los Hermanos Courret y que recoge el Museo Travesti del Perú de Giuseppe Campuzano.
Como propone Natalia Majluf, esta foto representa a Juan José en una composición muy semejante a la de las pinturas costumbristas y al igual que éstas, podría haber cumplido el mismo propósito de colección de estampas limeñas; solo que en este caso, llevado al formato de tarjetas de visita.
La foto muestra a Juan José entrado en años, vistiendo un delantal de mujer, con diseño de puntos y mangas con bobos, además de su característico mandil blanco. Juan José se encuentra junto a una mesa con un servicio de fuentes y platos de loza. En el otro extremo de la mesa, un niño, también afrodescendiente, sostiene un plumero, para mantener a las moscas alejadas de la comida. Una canasta de paja se encuentra dispuesta debajo de la mesa, inclinada hacia un lado, en una forma más bien despreocupada. El gesto de Juan José es más bien adusto, lo que contrasta con la representación de Radiguet, Palma y otros, como un personaje conversador y animado. El sentido nostálgico de la fotografía, nos recuerda al comentario de Radiguet sobre cómo a sus ojos, «la extraña sociedad de Maricones» se encontraba ya agonizante en esta época. / /