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Una historia de amor que la vida nos debe, por Alonso Romero Conde

Una historia de amor que la vida nos debe

escribe: Alonso Romero Conde1

Para Evelyn Ormeño, la persona que fue y, a la vez, la que no pudo ser.

La mirada constante de asco, burla, vergüenza y desprecio hacia lo inaceptable. Los recuerdos familiares que remarcan lo que no puede ser. La falta de empatía. El estado de ausencia en la vivencia. El mundo abierto dividido en dos caminos: prostitución o peluquería. La frase de un familiar: «te prefiero muerta a que [seas] maricón». Estas son las palabras que intentan refractar las memorias de la comunidad transexual en nuestro país, el que propicia, desde siempre, a que sean negados.

En este sentido, una forma de combatir estos actos de mezquindad sobre la comunidad trans ha sido el arte, el cual se puede entender como un refugio para expresar lo que no tiene cabida en una sociedad reprimida por su tradición y conservadurismo.

Algunas propuestas artísticas que dialogan sobre el estado del ser transexual en Latinoamérica son Sin vagina me marginan (2017) de Wesley Verástegui, y El pecado (2007) de Palito Ortega Matute. Sin embargo, estas películas no serán tomadas como eje principal del texto; en cambio, se tomará la película Tengo miedo torero (2020) de Rodrigo Sepúlveda.

Tengo miedo torero es una película en la cual podemos ver cuál es la situación del ser transexual en una época de dictadura y rebeliones. La Loca del frente, interpretada por Alfredo Castro, nos enseña su cotidianidad con base en las paletas de colores de sus dos lugares concurridos. Grises y tintes oscuros en su casa, donde solo se ve, por medio de la luz artificial, una casa devastada por un terremoto, el cual ejemplifica bien el personaje: un lugar donde nadie quiere vivir, donde la negatividad está presente, es el espacio del sujeto transexual. Colores neón como el rojo en las noches de la ciudad, espacio donde se le permite efectuar su trabajo como prostituta. Como mencionaría Slavoj Žižek sobre la ley nocturna: «es el espacio donde lo inadmitido es permitido» (2009).

Incluso, no solo la historia abarca una introspección de la Loca del frente, sino que también nos cuenta sobre los alrededores de la protagonista: las relaciones sociales con sus amigas y con su amor imposible, Carlos.

Esta multiplicidad de temas que divergen de la recepción de la película convierte a Tengo miedo torero en una manifestación artística que importa y, por ello, es que esta película genera una discusión sobre el estado del sujeto transexual.

Para el siguiente análisis será necesario relacionar a la película con la categoría de lo abyecto, propuesto por Julia Kristeva. La siguiente cita es un fragmento del texto Poderes de la perversión: ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline (1988):

[…] Lo abyecto no es un ob-jeto* en frente de mí, que nombro o imagino. Tampoco es este ob-juego, pequeño objeto “a”, a punto de fuga infinito en una búsqueda sistemática del deseo. Lo abyecto no es mi correlato que, al ofrecerme un apoyo sobre alguien o sobre algo distinto, me permitiría ser, más o menos diferenciada y autónoma […].

* La continuación del texto juega con la partícula jet (verbo jeter: arrojar, expulsar), intentando dar cuenta de la construcción del yo (moi) como resultado de las fuerzas de atracción y repulsión entre el yo y el no-yo.

(Kristeva, 1988: 8)

A partir de lo dicho por Kristeva, podemos unir los puntos sobre cómo entender como lo abyecto; esta categoría circula no solamente en una negación de algo ni en un objeto lejano sin un sujeto; en cambio, para comprender lo abyecto, debe existir un sujeto que rechace este; este objeto no es similar al sujeto, tampoco podrá ser un punto de diferenciación; debido a que termina siendo apartada del resto, y así se elimina el deseo en este.

1 Alonso Romero es un estudiante de Literatura en la Universidad Nacional Federico Villareal. Apasionado por la literatura, el cine, la pintura y la filosofía. Sus intereses académicos giran en torno a temas sobre LGBTIQ+, la adaptación cinematográfica, entre otros relacionados.

Para completar lo dicho anteriormente, volveremos al texto de Kristeva, quien resalta las características de lo abyecto:

No es por lo tanto la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mixto. El traidor, el mentiroso, el criminal con la conciencia limpia, el violador desvergonzado, el asesino que pretende salvar… Todo crimen, porque señala la fragilidad de la ley, es el abyecto, pero el crimen premeditado, la muerte solapada, la venganza hipócrita lo son aún más porque aumentan esta exhibición de la fragilidad legal. (Kristeva, 1988: 11)

Por medio de la cita, se puede identificar otro rasgo que complementa el concepto de lo abyecto, el cual se distingue como aquel elemento que implica un sujeto para agredir en el ámbito del statu quo; de manera que hace daño al sujeto en su identificación, en su sistema y orden. Lo abyecto es lo descarado, puesto que expone a la realidad del sujeto; por ello causa del repudio, asco y todo lo que se identifica como un símbolo para la perturbación. Además, otra interpretación conjunta a lo anteriormente dicho, es que hallamos el deseo del abyecto en estas líneas de Kristeva, el deseo de ser integrado o aceptado; pese a que es lo imposible, por la perturbación que inserta en el statu quo del sujeto.

A continuación, podemos seguir el engranaje que en la película Tengo miedo torero realiza como un reclamo ante la visión retrógrada de las sociedades latinoamericanas con el trato hacia las personas trans. En una de las primeras escenas de la película, podemos escuchar la picardía, la felicidad y la transmisión de energía por parte de la comunidad trans, en un espacio cerrado con luces neón, como si fuese el placer secreto. No obstante, el jolgorio no dura mucho, se escucha la voz de militares entrando al lugar mientras gritan que «se acabó la fiesta, maricón culiao». Este inicio marca una constante dentro de la cinta: la negación de vivir lo trans. La escena termina con la muerte de una bailarina de la fiesta. La alegría a escondidas no dura. La segunda escena que es importante para el análisis es aquella donde La Loca del frente se encuentra con sus amigas: Lupe, Rana y Myrna, para rendir tributo a la bailarina trans La Poto loco. Como es debido, el pésame por parte de las amigas es solemne; sin embargo, esta tristeza no dura mucho, y es aplazada por una ola de felicidad por medio del baile junto a la canción Libre de Paloma San Basilio, la cual es una adición interesante de la escena: añade un verso sobre la situación, «no serás el último, adiós». Desde mi punto de vista, la relación de la muerte con la comunidad trans es una de cotidianeidad, es por ello que, ante la muerte de La Poto loco, la tristeza está, pero no es lo que perdura, debido a que la muerte está siempre presente, es un hecho normalizado para ellas.

Posterior a estas escenas, tenemos un cúmulo de esas que giran en torno del cruce entre La Loca del frente con personas que representan la carencia de empatía. Por ejemplo, cuando La Loca del frente accede a ayudar a Carlos con sus reuniones sobre «los libros», vemos cómo el resto de personas mantiene esa mirada de repulsión; en adición a esta escena, tenemos la reacción del chofer de Doña Clarita al ver cómo esta podía conversar con La Loca del frente o del simple hecho de que ellos tengan que ir hacia la casa de esta última.

Finalmente, en las escenas donde La Loca del frente se encuentra sola o cuando está en compañía de Carlos son los espacios en los cuales vemos cómo la categoría de lo abyecto es más evidente. Entre esas escenas se puede remarcar aquella cuando La Loca del frente se lava los pies en la tina, vemos cómo intenta eliminar aquellos problemas de envejecer. La Loca del frente sabe que no es la joven que antes todos iban a ver, se siente olvidada y con un cuerpo no-deseado. Esto causa que ante la mínima atención que brinde Carlos, esta reaccionará a pesar de que la relación en todo el film es llevada por la intención de usarla para seguir su trabajo de espionaje y rebelión.

La Loca del frente tiene un final agridulce, ya que rechaza su amor por Carlos, a las fantasías de las baladas de su radio, y a un final de cuento de hadas. Sin embargo, decir que este es un final triste sería rechazar la madurez emocional que este personaje adquiere, y lo más importante es que, al negarse, ella obtiene lo que buscaba, ser deseada: el sueño de lo abyecto.

Tengo miedo torero es una mirada que acompaña a la comunidad trans, deja de lado esas proyecciones llenas de prejuicios y discriminaciones; para enfocarse en un personaje memorable para la filmografía chilena: La Loca del frente. Ese último plano de la película con la protagonista caminando en la arena, sola y sin rumbo (?), lo cual es un recordatorio de que, aunque esté en el lugar soñado, siempre habrá algo que le falte, una historia de amor que la vida le estará debiendo. / /

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