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Lecturas Transgresoras. Sobre la experiencia de la literatura sexo-género disidente, por Erick Saavedra.

Lecturas transgresoras

escribe: Erick Saavedra1

Hacia el 2016 comenzó en mi vida la experiencia universitaria y, con ella, un largo proceso de autodescubrimiento y deconstrucción. Bajo la guía de estrictas normas heteronormativas y patriarcales, mi trayectoria como lector se había reducido al simple conjunto de libros al que muy mal llamado se conoce como «canon». Como miembro de una comunidad apenas visible en una superficie machista y homofóbica, nunca pude sentir una verdadera conexión con aquellos personajes tan clásicos, tan perfectos para un imaginario de una sociedad que nunca reconoció algo más que la heterosexualidad. Ingenuo tal vez, me rehusaba a creer que la magnificencia que le era atribuida a esos nombres —en su mayoría, de hombres—, no observaba más allá de los bordes de un supuesto natural, común, homogéneo.

El primer contacto, al igual que muchas y muches, se dio de manera sensorial, principalmente a través de la música. Pero no fue hasta que llegó a mis manos una copia de El beso de la mujer araña del argentino Manuel Puig que una parte de mí comenzó a trabajar en esas primeras sensaciones de que los ritmos maricas me habían otorgado. Molina, su irregularidad, su imperfección sistémica, aquel individue tan irrefutablemente marica, que —en la ficción de la novela— se unía en sodomía con Valentín Arregui dentro una celda que parecía el espacio para un devenir casi prohibido. Las experiencias de cada une de repente me sonaban más cercanas, más interesantes y suponían un reto más personal, pues involucraba aquella parte que se me había negado reconocer, aceptar e incluso celebrar.

La universidad pública, como espacio del quehacer académico e impulsadora de la investigación, aportó en mi vida con la introducción de amigues disidentes y más textos agridulces para la matriz heterosexual. Así conocí a Mario Bellatin, escritor peruano-mexicano, y el inolvidable Salón de belleza, que experimentaba con el rol de la muerte, el caos de la enfermedad y la existencia de los cuerpos ajenos y diferentes. Y, mientras más leía, más preguntas surgían, preguntas que en otros tiempos habrían sido indicadores de otro ser imperfecto más. La instigadora curiosidad se convirtió en necesidad, y poco a poco fue coleccionando más lecturas y textos a mi coleccionario marica. Tiempo después, entraría, desde el espacio de la crítica literaria, la literatura LGBTIQ+ y la filosofía, a la teoría de género, impulsada por feministas y grupos de mujeres alrededor del planeta y, poco después, a la controversial teoría queer. Aprendí sobre los postulados, sobre los aportes, discusiones, críticas y asocié todos estos aprendizajes a prácticas rutinarias en las que retiraba los pedazos de una identidad rota, perdida, para poder descubrirme y, sobre todo, conocerme.

1 Erick Isaac Saavedra Chávez, egresado de la carrera de Literatura por la Universidad Nacional Federico Villarreal, es maravillosamente disidente e integra el Círculo de Investigación de Literatura Latinoamericana «Oswaldo Reynoso» (CILLOR). Ha sido ponente y organizador del Coloquio Anual de estudiantes de literatura, y en la actualidad investiga sobre los cuerpos sexo-género disidentes en la obra de Manuel Scorza.

Sobre la experiencia de la literatura sexo-género disidente

También aparecieron en mi vida las voces de mujeres poetas de todo el mundo, pero aquellas que más influyeron fueron, por supuesto, las voces de mujeres peruanas. La primera de estas lecturas fue la de la Violeta Barrientos y el libro que inició mi admiración por la lucha y la revolución sexual femenina: El innombrable cuerpo del deseo, libro esencial que repasa la experiencia sexual de la mujer y especialmente la mujer disidente; sexualidades prohibidas, expulsadas de la literatura y reunidas en un nuevo espacio de enunciación. Las letras sirvieron para la realización de un reclamo, una celebración de lo diferente, la rebeldía de ser una y une.

A partir del espacio textual se formó en mí una nueva conciencia lectora y también un nuevo crítico de la realidad social y cultural, que durante siglos han silenciado las voces de la diferencia. Así, pude observar desde nuevas perspectivas el reflejo de una sustancia nueva, el «yo» que nacía, pero no bajo la supervisión de instigadores del orden patriarcal, sino de una aceptación de lo que siempre se resistió a dicho orden.

No obstante, quizá el sueño de un país que asuma las deudas que tiene con los sujetos sexo-género disidentes está aún lejos de cumplirse, pero hay quienes han puesto en marcha las rutas para la liberación y revolución del ser marica. Como lo propone Giuseppe Campuzano, fallecida activista travesti y artista performative, en Museo Travesti del Perú y Saturday Night Thriller, que trazó los caminos para una nación deconstruida y conjunta, donde los museos —transformados en Museos travestis— revelaban una oculta sociedad, una irrupción en la historia oficial que colocaba sus héroes y junto a ellos, sus ideologías y tecnologías del poder.

Los años han pasado desde aquel 2016 y sigo en la misión de construirme y desarmarme constantemente como un caos incesante a partir del goce y experiencia de la literatura gay, cabra, maricona. Estos textos, que deben ser nuevamente repartidas en bibliotecas y espacios de la acción lectora y cognitiva, permitirán la apertura de un nuevo agente que funcionará como sujeto de representación, provocando cambios importantes para la matriz que tanto ha sesgado nuestras vidas. / /

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