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Mi ser «como mujer», adiós al mito: un pensamiento femenino, por Karina Díaz

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Respira, por G

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Mi ser «como mujer», adiós al mito: un pensamiento femenino

texto y dibujo: Karina Díaz1

La idea de ser madre me aterra. Justo anoche tuve uno de esos sueños raros en los que tengo un bebé, no siempre puedo ver su rostro, pero en todas las ocasiones termino por sentir un vacío al despertar y vuelvo a la realidad. Creo que este sueño constante expresa lo que pienso en contra de la maternidad impuesta a la mujer; postura que he ido moldeando dentro de mi ambiente familiar. Dicho sea de paso, un ambiente algo represivo, pero que me ha ayudado de alguna u otra manera a liberar mis pensamientos, motivando mi búsqueda de información a preguntas algo complejas y difíciles de responder; por ejemplo, me pregunto si por el hecho de ser mujer debo ser madre, o en el caso contrario, no querer ser madre, en qué me convierte, sino en mujer.

Es así que en mi adolescencia nunca puse en duda mi ser como mujer, hasta que me di de cara con la universidad. A pesar de todas las frases o «consejos» de mis tías para ser una buena mujer o asegurar mi futuro con un «buen partido»; a pesar de tantos gritos y regaños de mi madre para ser su digna imagen; y, por otro lado, los... no sé cómo llamarlos, les diremos pensamientos en voz alta de mi padre, sus clásicos: «cuando tengas tu marido espero que no te trate como al perro»; o lo más fatal: «cuando tengas tus hijos, ...». A pesar de todo ello, me di cuenta por mi propia experiencia que no todo era como me lo pintaban, sino que había mucho por descubrir allá afuera; y pongo a la universidad como punto clave, porque fue el lugar más polémico y liberador al que pude llegar.

Haciendo énfasis en ello, viene el recuerdo de mi primer dilema con mi ser mujer. Recuerdo que me lleva a aquella casona de «mala muerte» tan popular entre los estudiantes recién ingresados. Fui invitada por un grupo de chicas de mi salón con las que recién había entablado una conversación; sin embargo, esas pocas horas fueron suficientes para abrir nuestras mentes a manifestar los más desvergonzados y sinceros pensamientos, incentivados por alguno que otro traguito de chela bien helada. La cosa se puso intensa cuando se incitó a jugar «verdad o reto». Los retos no eran el típico juego de colegio en el que tenías que besar a un niño, si eras niña. Allí todo valía. Y ni que hablar de las verdades: ¿te atrae alguna persona de esta mesa que sea de tu mismo sexo? ¿alguna vez besaste a una mujer? Desde aquel día ya no vi la realidad con ojos inocentes y crédulos de niña heterosexual. Desde aquel día, mi interés por ir más allá de los estigmas se vio avivado, no solo por mis relaciones sociales, sino también por mi carrera, las humanidades, la literatura.

De esta manera empecé a ver cómo muchos de los comportamientos que yo misma había realizado o visto se podían explicar con la teoría, y lo más relevante fue que me di cuenta de la construcción familiar normativa que me estaban inculcando, la cual no llenaba mis ideas sobre ser mujer. Aquellas construcciones donde todas las mujeres deben ser madres por el simple hecho de su «naturaleza» y «función dentro de la creación» no me convencían. Pero, como ya mencioné, las lecturas y la vida universitaria me llevaron a buscar más. No estaba de acuerdo, pero tenía que encontrar explicaciones, otras posturas que ayuden a moldear a mi pequeña ser mujer.

Es así que encuentro importante mencionar lo que nos dice Monique Wittig en su texto El pensamiento heterosexual (1992), ella señala que la figura de la mujer está sometida a las relaciones sociopersonales, físicas y económicas con un hombre. Con lo que podemos ver cómo estas relaciones se han estandarizado tanto, al punto de verlas y defenderlas como algo cotidiano y normal. Un ejemplo que resulta muy común ver es la idea romántica del «príncipe azul», aquel caballero guapo y apuesto que debe salvar a una princesa, una mujer. Evidenciando así la normalidad de tener y buscar una relación con un hombre, no solo social, sino también amorosa. Además, esta idea se ha impuesto en la mente de las niñas por la influencia que tiene la sociedad patriarcal en los

1 Karina Díaz Mendo es estudiante de Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Le interesa todo arte que le permita transmitir emociones y que, de alguna manera, mueva algo en lo más hondo de quienes lo aprecian. Autodidacta desde que tiene memoria; por ello, el gran salto dentro del mundo literario, mundo que le permitió descubrir nuevas y posibles realidades. Mujer no-femenina que quiere descubrir libremente su sexualidad.

medios, los padres y las generaciones anteriores. Pero creo que está en nosotras mismas darnos cuenta de las imposiciones de la sociedad para poder descubrirnos como somos y salvarnos; quitarnos la venda social y, si fuere el caso, familiar, para de una vez por todas liberarnos.

Por otra parte, romper con el mito de «la mujer» que se nos ha impuesto puede resultar algo controversial y tiende a malinterpretaciones. Es decir que por negarnos a seguir la línea mujer-madre se nos clasifique de «lesbianas»; usando el termino para denigrar, suponiendo que el ser lesbiana es querer ser un hombre. Por lo que, nuevamente, recurro a Wittig (1992) para solventar mis ideas; ella responde que «una lesbiana debe ser todo, una no-mujer, un no-hombre, un producto de la sociedad y no de la “naturaleza”, porque no existe la “naturaleza” en la sociedad» (1992:35). En ese sentido, creo que lo que Wittig nos quiere dar a entender cuando nos dice que una lesbiana es una no-mujer y un no-hombre es que ellas escapan de esas construcciones ideológicas y «naturales» manipuladas por la sociedad, donde cada individuo debe seguir su línea biológica sexual para relacionarse. Y son un producto de la sociedad porque es en ella dónde se desarrollan las más inusuales y habituales formas de expresión sexual.

Es así que una mujer que trate de ir en contra de su supuesta función biológica va a encontrarse con muchos obstáculos en su camino: rechazo, muchas críticas, que siempre tratarán de negarnos la posibilidad de elegir y decidir sobre nuestra sexualidad, sobre nuestros cuerpos. Visto que para la sociedad patriarcal es un horror que una mujer vaya en contra sus designios naturales, como es un horror el día de hoy que una mujer no quiera ser madre.

Quiero terminar haciendo énfasis en que no querer ser madre, no quiere decir que no sea mujer, ya que existen infinitas y mágicas formas de serlo, así como las lesbianas, todxs podemos elegir ser lo que queramos, todo con lo que te identifiques y te sientas bien, porque eso es lo primordial, que no importe más lo que crea la familia y la sociedad. Ya que las críticas, prejuicios, estereotipos y toda idea en contra de las expresiones disidentes estarán asechando para atacar en cualquier momento.

Y si tú, lectora, lector o lectorx te encuentras en una situación que implique cuestionar quien eres por no querer seguir una imposición social (o familiar), te recuerdo que no estás solx y que no vale sacrificar tu felicidad por mantener contentos a otros, aunque sean tu familia. / /

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