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Las 114 de Teddy, por Fidel Chaparro
Las 114 de Teddy
escribe: Fidel Chaparro1
Ante 114 corbatas, Teddy sentía el gran dilema de su vida, a pesar de ese hecho trivial que nos muestra el narrador del texto de Duque de José Diez Canseco. Ahora, estar al frente de 114 posibilidades de salir con un color de camisa, pantalón, pintura para uñas, mascarilla, algún accesorio, entre muchas cosas, también la forma de comportarnos y presentarnos ante desconocidos y conocidos, es cuando siempre tendremos un secreto que no exteriorizamos. Es decir, una forma de comportarnos, la cual es escogida de una gama de posibilidades, el espacio de lo público nos atrapa a siempre escoger, no serán 114 posibilidades que tuvo Teddy, pero sí una paleta de colores que llega desde la más adecuada hasta la más inaceptable, ya sea para los demás, para nosotros mismos o para la sociedad.
Aunque parezca que siempre guardamos un secreto que nos pueda avergonzar, hay momentos en que esto sale. La llamada comunidad «gay» también se comporta en la misma lógica, es decir, limitándonos a todas las expresiones que existen en nuestros cuerpos, cuando vamos a un lugar de ligue, por ejemplo, un sauna, ahí la mayoría no habla y por más que estemos desnudos o con una toalla que nos cubre algo, hay un lenguaje que todos conocen, pero que de igual manera no lo hacen obvio, el más varonil es la persona más recatada y la más deseada dentro de esos espacios, pero las locas que también frecuentamos los mismos espacios tenemos que mimetizarnos dentro de las reglas del juego y esconder esa obviedad que nos hacen señalables. Se convierten, así, en un par de horas parecidas a un secreto y, como en una tabla de ajedrez, movemos las piezas del tablero y sacamos provecho de la situación, jugando con la gama de posibilidades para obtener un beneficio. Algunos lo verán como supervivencia dentro de la jungla social de nuestra capital, otros, como parte de la rutina.
Ahora, los más varoniles y caletas que se consideran «gay» también defienden una masculinidad, como si la misma homosexualidad tuviera una sola dirección. Ante esto, puede ser defendible alguna de estas posiciones, los comentarios se dispersan en varios bandos. No quiero abogar por una u otra, sino develar la lógica, lo que no se dice, a consecuencia de aceptar las reglas del juego, en entender esa felicidad. Pero ¿qué pasaría con las afeminadas, las obvias, las no binarias, las trans, las que no se adecúan a las reglas del juego? No, no encuentran ese privilegio que podemos vivir algunas que jugamos con el secreto, no nos damos cuenta que los espacios que se han creado para nuestros propios placeres también tienen limitaciones, y que no son nada inclusivos para otros cuerpos y sentires.
Hasta el momento, no he visto ninguna persona trans dentro de un sauna o en esas discotecas que se jactan de ser muy inclusivas. Los espacios se polarizan en ese sentido, se van creando subespacios dentro de lugares secretos de nuestra cartografía capitalina, donde los últimos escalones de supervivencia sexual pueden expresarse en toda su magnitud. Los heteros también juegan estás lógicas: con los amigos, en reuniones sociales, hasta en la vida conyugal. ¿Qué hombre casado se atrevería a confesar que le gusta que su esposa le meta los dedos o usar juguetes sexuales, o que tiene un o una amante? Pienso en varios conocidos que son de una manera ante sus esposas y son de otra ante los amigos.
El espacio del internet también se juega de esta manera, escogemos la mejor cara, la mejor pose, la mejor descripción y la exteriorizamos ante los miles de cibernautas que ven la foto de nuestra red social favorita, o se es partícipe de algún evento en pro de la diversidad, pero siempre se muestran a las menos obvias, y si las hay, cuando un sentir heterosexual es detectado o una de apariencia cisgénero, entonces ahí está mal, se revierte todo y es ante la cisgénero y ante el hetero que se le señala, porque su arte, o lo que desea mostrarnos, no es adecuado para los que se jactan de ser inclusivos.
Si se lucha por obtener derechos, si denunciamos un crimen de odio o mostramos el tan llamado «orgullo», tenemos que empezar por «casa» y no trivializar la situación, que como Teddy, solo encontró silencio. No hagamos de ese silencio una violencia para los, las y les demás; Teddy quizás en ese momento se imaginó con cada una de las 114 corbatas y escogió la que más le convenía. Entonces, no veamos la trivialidad de la situación, sino la expresión de cada ser humano por ser feliz. Si jugamos las reglas del juego, muy bien, pero no excluyamos a las demás que no sacan la corbata que nunca te pondrías, pero la tienes ahí porque es parte de ti, es una posibilidad, la mariconería, la feminidad no tiene que ser silenciada, ni mucho menos violentada.
De igual manera, revirtiendo la situación, si detectamos con nuestros «radares» a una cisgénero o un hetero, no lo silenciemos, porque también es parte de lo que existe en nuestra exterioridad y lo hacemos nuestro. Lo que sí debemos develar es la violencia que puede haber al defender a una u otra forma que atente contra nuestros sentires, como si fuéramos una trivialidad tal como lo hace el narrador de Duque ante sus personajes. Vemos la portada del libro y leemos Duque, y ya nos imaginamos quién es Duque, pero al abrir el libro vemos que Duque es el perro y sólo aparece algunas veces, como si lo que encontramos no era lo que esperamos y lo apartamos de nuestros ojos y eso duele, duele mucho. / /
1 Fidel Chaparro nació en Lima en 1981, cursó estudios de Literatura en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Federico Villarreal, perteneció al grupo poético «Colmena» en el 2001. Es, a su vez, uno de los ganadores del concurso de poesía organizado por la Feria del Libro Zona Huancayo FELIZH - 2014, obteniendo la mención de primer finalista con el poemario Todos los zánganos son reinas y otros poemas, cuya nueva versión fue publicada en setiembre del 2018 como Todos los zánganos son reinas gracias a la editorial Vagón Azul Editores.