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Manifiesto contra lo binario, por Fiorella Terrazas
Manifiesto contra lo binario
escribe: Fiorella Terrazas1
Me declaro una terrorista de lo binario, de la ilógica forma de mi ser masculino activo. Me declaro drag, diferente entre los drags, la que de menos es más y más es menos. Pero admirando tanto a las más brillantes presencias nocturnas, que solo me animo a mirar con timidez.
Me declaro muchacho que toma las riendas del asunto feroz a los dos años de edad, en vez de jugar en el wawa wasi a ser una niña normal, la perra marica en celo que vive adentro sacó las garras a temprana edad. De eso no se debe hablar así tan suelto, la sociedad no lo entendería.
Me gusta la soledad para enfrentarme a mis miedos, siempre en formas humanoides prestos a empujarme a la inseguridad cada vez que se logre, luego de una borrachera. Para de 31 años de edad bajar a 13 y asustarme otra vez porque no lograré sostener la perfor para ser aceptada en la logia del colegio, viendo de lejos como masacraban al gordito gay del salón.
Pensé en el suicidio a los 3 años, 8 años, 12 años, etcétera. Por curiosidad, a ver si pasaba eso lloraban papá y mamá, a ver si se conmovían por un cabro más muerto, un cabro menos, hubieran sufrido, ahora que lo veo en retrospectiva. Pero hace 3 años no pensaba así. Me pongo stone normalmente cuando analizo estas cosas para desfallecer en el sillón más cercano y sucio de la casa, en un silencio donde se escucha la construcción de 3 cuadras más allá.
Recuerdo haber admirado desde el primer instante a Frida Kahlo, la más estúpida de mis heroínas del arte por templada, la admiré porque hurgó en su propio deseo, satisfecha carnalmente de vez en cuando en idas y regresos de su eterno amante protozooico de la mente mega sacavueltero. Por ahí, qué rico pensé, es el lesbianismo. Qué delicia el sabor de mi propia piel. Me chupé, me chupeteé de nena muchas veces. Así empecé a amar a mi género. Amar todo el pelo de mi cuerpo. A tomar valor y aceptar mi diferencia, como espectro limeño gris y espantoso, o belleza cybernética muda y muerta. Normal eso, normal todo.
Confieso que en «mi vejez» aún no la culmino con la deconstrucción de la masculinidad que llevo, todavía asumo un rol medio violento, porque me violentaron innumerables veces, quizás solo estoy traumadite y creo que el ser masculino es inherente a lo violento. Tantos aprendizajes pendientes míos. Tanto que analizar, y sigo fluctuando en el género sin definición fija, la verdad. Solo asumiéndome espacial por el momento, cybernética, muerta y rosa también. Entregade al arte para cumplir con la producción en soledad y matar la vagancia. Asumiendo menos roles, menos intimidad, y más narrativa de la intimidad.
Confieso que la exploración de las diferencias siempre estará presente en mi vida sexo-afectiva y sentimental. Tengo certeza de la imposibilidad de la mismocracia sexual, de la exploración de ámbitos extracorporales para nuestras pasiones, y que la amistad es lo más importante en estas depresiones y soledades que pasamos, a veces, las bebitas disidentes en los territorios homofóbicos y de odio en general como lo es en el Perú, tanto como otros países. Nuestra revolución es seguir brillando en todas las instancias donde no hay luz, suena a sacrificio y lo es. Pero alguien tiene que destacar así y ser luz en esta tierra opaca.
Me declaro una muñeca de plástico con la empatía para defender a mis amigas maricas cuando lo necesiten y requieran, con uñas y dientes entre nosotres, con el amor y los poderes mágicos de la luna. / /
1 Fiorella Terrazas Espinoza [a.k.a. FioLoba] (Lima, 1990). Persona de género fluido, transfeminista y neurodivergente. Es miembro de la Antifil y de Plástico Revista Literaria. Publicó bajo la Mano Editorial Fantasma: Dejo cabellos en los bares (2013), Espinosza (2015), Hedores (2017), Los tratados de la perdedora (2017) y .l. (2020).