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Alabada sea la lentitud
Alabama sea la lentitud
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Barney Woodhead cambió su dos bandas y arnés de competencia por una superficie sencilla y un piolet ligero y se enamoró de nuevo... Foto principal: Adi Geisseger
Como exescalador y montañista, y como adicto al parapente durante la última década, siempre he tenido una visión sana de los lugares salvajes y naturales. Sin embargo, últimamente me di cuenta que estar tan interesado en volar distancia había dejado un vacío inquietante en mi vida aventurera y plena. Me había obsesionado por los números, primeros lugares y estantes llenos de trofeos. Sentí que me había retraído a un rincón sin sentido. Después de todo, a nadie, aparte de mi ego, le importaba de todos modos.
Retrocedo unos años al principio de la década y recuerda una nueva generación de “minialas” que salían al mercado a las que le siguieron varias alas superficie sencillas como la Batlight. Mi héroe, el pionero del Karakórum, John Silvester me dijo una vez, “Un día, habrá parapentes de bolsillo con tela superdelgada y tendrán buen planeo”. Acababa de regresar de una sesión en la duna con la Shockwave, una minivela de 12m 2 en esteroides.
Regreso al presente y bueno, todavía no hemos llegado al “cohete de bolsillo”, pero la progresión ha sido impresionante. Arneses reversibles tipo bikini, sillas carenadas ultraligeras y paracaídas superligeros. Estos equipos, junto al afán de los equipos ligeros con el mayor rendimiento posible para las carreras de aventura Red Bull X-Alps y X-Pyr han asegurado que la tecnología vaya en la dirección indicada.
Alimento para el alma
Las últimas dos temporadas fue cuando todo empezó a cambiar. Desde luego, todavía me encanta volar distancia, pero tener la opción del vivac y del paramontañismo hizo que me enamorara de nuevo: es completamente adictivo y embriagador. Descubrirlo implicó tener un nuevo tipo de aventura, pero lo más importante es que ha hecho que vuelva a la realidad, que me vuelva a conectar con la naturaleza y la cultura.
Al amanecer o al atardecer, caminar me permite ver el paisaje y disfrutarlo. Examinar las piedras y las formaciones minerales o considerar los detalles diminutos de las plantas y flores nutre mi alma; un alivio de la realidad moderna del concreto, las computadoras, llamadas telefónicas y fechas límite. Observo los estratos de piedra caliza doblados y me impresiona pensar que hace 30 millones de años las placas tectónicas empujaron estos picos a más de 4000m. ¡¿Quién necesita LSD cuando puedes alucinar con algo así?!
Mi adoración por las criaturas de montaña, salvajes y curiosas se suma a la lista de cosas impresionantes: las marmotas que alertan a sus amigas; la silueta de una cabra montesa solitaria contra el paisaje rocoso; las tantas especies de rapaces que remontan sin esfuerzo con la brisa.
No solo es la naturaleza, también es la gente y la comunidad. Los intercambios con senderistas y gente en la montaña son tan importantes, en especial en cordilleras más altas cono el Himalaya. La gente de la montaña se mimetiza con el ambiente en el que vive con su satisfacción, risa y alegría en sus rostros marcados.
Desde el fondo del valle hasta la cima de la montaña, hay algo del paramontañismo que me enganchó. A medida que envejezco, me permite fortalecerme y estar más en forma. Ha implicado entrenar todo el año con zapatos o botas, crampones y piolet y a veces con esquís. Quién sabe cómo terminará pero seguiré y veré adónde me lleva.
Tenía planes importantes este año de llevar a mi recién encontrado amor a Pakistán, pero 30 segundos de errores de principiante en el despegue terminaron en una lesión, así que después de haber perdido la ventana de clima en Pakistán, empaqué mi equipo vivac, piolet, crampones y ala superficie sencilla y me fui de aventura por las montañas de Europa. Aquí un par de momentos.
Gran Paradiso 4061m
Cuando llegué a Italia tras una ruta maravillosa por el collado de Petit Saint Bernard a 2188m hacia el valle de Aosta mi mantra era “Ver, caminar, volar”, y el primer pico fue el Gran Paradiso.
Google Maps encontró un campamento idílico en las cercanías hacia la cacebera del río Savara. El dueño es un exguía de montaña y hablamos de subir el Gran Paradiso solo. Me dijo de no ir solo, pero con un destello en los ojos de que muchos lo hacen.
La mañana siguiente, había salido a las 7am. Como salí temprano, quizás podría alcanzar a unos adultos responsables con cuerdas para cruzar el glaciar. Me sentía fuerte, en forma y listo para los 2300m que seguían y el aire estaba frío y húmedo, perfecto para subir el primer kilómetro vertical, detenerme brevemente, más de una vez, a admirar la obra maestra de las piedras del camino. Subía la montaña dando saltos, mi primer pico de 4000m, con emoción e inquietud.
No tardé en llegar al refugio Chabod, pero no alcancé a los demás que ya estaban en el glaciar. Sin embargo, podía ver por donde iba y tomar nota desde la distancia de cualquier dificultad con las grietas.
Después de 30 minutos, llegué al glaciar y me acercaba rápidamente a los grupos lentos con cuerdas. Las siguientes horas fueron fascinantes, abriéndome paso por el terreno, caminando y a veces saltando sobre los abismos helados a mis pies. No era muy técnico, pero había que pisar bien y tener confianza, ¡así como había que saber usar el piolet para frenarse en caso de resbalarse!
Avanzaba lento, respiraba profundo y tenía las piernas cansadas mientras seguía subiendo cada vez más alto y me animé al ver a los grupos que venían de bajada porque sabía que tendría la cumbre para mí solo. Justo debajo de la cima, había un campo curvo con viento de 10km/h de lado. Despegar sería relativamente fácil.
Después de un empujón final, los 50m transcurrieron entre piedras y bloques con una sección escalonada corta hasta la virgen y una cuerda gastada hasta la verdadera cumbre. Hacía mucho frío y después de diez minutos era hora de bajar. Exhausto, con frío pero eufórico, quería salir a volar hacia el valle cálido.
Reí como un niño pensando en todos los escaladores que vi bajar y yo pasándoles por encima volando y bajé hasta el despegue donde preparé el equipo, fijé el borde de ataque al hielo con un par de estacas de nitinol caseras. Gracias al viento, pude despegar de espalda y revisar la vela inflada antes de comprometerme y empezar a correr, que me llevó directo sobre la primera grieta grande.
El vuelo de bajada fue emocionante viendo el terreno increíble. Estudié la ruta intrincada y serpenteante del ascenso por formaciones de hielo esculpidas por el viento y la estructura de piedra del macizo. Maravilloso.
Salí del parque nacional Gran Paradizo por unas carreteras de montaña gloriosas de Italia a Suiza, recogí a un chico que hacía dedo y me detuve a conocer un poco por el camino. Más carreteras de montaña me llevaron por el collado de Gran San Bernardo (2.469m), con una vista espectacular del monte Velan (3.727m) y el Grand Combin (4.314m).
Encontré un lugar para acampar cerca de la represa antes de Bourg-Saint-Pierre. Había lugares más bonitos para acampar en la carretera de ambos lados de la frontera, pero me dio miedo de que me pusieran una multa porque no había lugar donde esconder el auto. La represa fue práctica y sirvió de hogar a mita de camino en la ruta hacia Interlaken, el Queenstown de los Alpes.
Refugio Silberhorn, 2663m
Cuando llegué a Interlaken a mediodía después de haber dormido bien la noche anterior, las ampollas de mis botas nuevas finalmente estaban sanando. Pero por ahora, todavía tendría que caminar con zapatos deportivos antes de ponerme otra vez mis super botas Scarpa Phantom.
Unos locales, Stevie B y Seb me ofrecieron hospedaje un par de noches. Stevie me dio buena información de la aventura del jueves entre cervezas pero después las cervezas no pararon…
Con la cabeza adolorida, tenía la ruta en mente y empecé a subir por un lugar empinado y deambulé por la montaña hacia el pequeño refugio Silberhorn. Interlaken, con el Eiger, Mönch y el Jungfrau en las cercanías, está lleno de leyendas de montaña y epopeyas de escalada. Por andar en solitario, solo quise hacer los picos más fáciles, pero con un poco de ayuda y con quién compartir la cuerda, regresaré a subir uno de estos clásicos, quizás hasta haga “la santísima trinidad”.
Mientras subía por este valle impresionante con glaciares, campos de hielo y acantilados alucinantes me sentí minúsculo ante lo enorme del lugar. Un sendero hasta el refugio me llevó por unas líneas expuestas en una cara rota pasando por un punto de salto base frecuentado. Los acantilados van por la arista suroeste del Jungfrau y las curvas de relieve en el mapa no dicen exactamente cómo es. De hecho, el acantilado está socavado y según Stevie permite una caída de cinco segundos, con un margen de seguridad “amplio”. ¡Se lo dejo a los atrevidos!
Encontré un despegue hermoso de hierba antes del refugio y decidí despegar desde ahí. En el refugio había un buen despegue pero con piedras que podrían dañar mi arma de montaña
El vuelo de bajada duró casi quince minutos, estuvo bastante térmico y me quedé loco. La emoción y experiencia visual entraron en mi lista de los diez mejores. Un día completamente impresionante.
Ventana a la aventura
Estas fueron solo dos de muchas aventuras en dos semanas de viaje. Me aclararon la mente, me llenaron el alma y el corazón con la maravilla de estar en la naturaleza. Viajé por Francia, Italia, Suiza, Austria y Eslovenia y caminé y escalé más de 10.000m. Caminé por bosques y praderas alpinas, por acantilados, glaciares y campos de hielo, por collados y cumbres. Mi vaso de experiencia se rebozaba.
Siempre digo que no hace falta ir lejos para encontrar la aventura y puede encontrarse donde sea, a cualquier nivel. La aventura se encuentra en la intersección de hacer algo que te gusta con un resultado desconocido.
Relájate, ve poco a poco, sé flexible, calculador y atrevido y cuando creas que llegas al límite, quédate un poco más, ve un poco más lejos y se abrirá la ventana a la aventura. Estos son los momentos que recordarás por siempre y cuando crezcas, le dirás a tus familiares y amigos que nunca, pero nunca te arrepentirás.