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Julio Iglesias
“¿Tú eres la periodista encargada de cubrir el Festival para la Revista Paula? Aquí tienes tu credencial para entrar a la Quinta Vergara”, me dijo el Director de Prensa del Canal que transmitía el Festival de la Canción el año 1981.
-¿Con quién debo hablar para concertar una entrevista con Julio Iglesias?
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-Tienes que hablar directamente con su manager. Te advierto que será muy difícil conseguir una entrevista con el cantante. Están todos los periodistas tratando de acercarse a él y tengo entendido que no quiere enemistarse con los medios si la concede a algunos solamente. Ellos son de la idea que “a todos o a nadie”. Lo dijo con cierta complicidad ya que él como periodista también había estado en situaciones parecidas
en Festivales anteriores, antes de ser nombrado Director de Prensa ese año.
-Aquí tienes el nombre y el teléfono para que llames a su asistente. Es todo lo que puedo hacer para ayudarte.
-Es que no sólo tengo que entrevistarlo sino que me han pedido que debo conseguir que se ponga una camiseta que dice PAULA para sacarle una foto para la portada. Y el cierre de la revista es pasado mañana.
Tal como me había advertido mi colega, no me fue bien con el representante del divo a pesar de mi insistencia.
-Lo siento Señorita pero este año está más controlado el acceso a la prensa. Dicen que este Festival de Viña nunca podrá ser superado debido a la gran cantidad de artistas famosos que estarán sobre el escenario este año. Julio Iglesias, José Luis Rodriguez (El Puma), Miguel Bosé, Luis Miguel... Imposible volver a reunir tanto talento en este escenario.
-¿Qué vamos a hacer, Carmen? le dije a la fotógrafa de la revista que me acompañaba en mi misión imposible. “Algo se nos tiene que ocurrir para lograrlo” agregué.
-Sabes, mañana estamos convidadas a un cóctel comida en honor a Julio en casa de Juanito Yarur en Reñaca. Están
invitados miembros de la prensa y personajes de la farándula local. Quizás algo podamos hacer ya que Julio está alojando ahí.
Llegamos muy puntuales. De alguna forma íbamos a lograr nuestro objetivo. Mientras esperábamos que hiciera su gran entrada el divo, estuvimos paseándonos por el jardín y la terraza observando cada ventana y acceso a la casa. Había guardias de seguridad. Entramos a la casa con el pretexto de ir al baño de visita. Mientras esperaba a Carmen a que saliera del baño pude observar que no había guardias a los pies de la gran escalera en el hall de entrada que subía al segundo piso.
-“No Carmen, no vuelvas al jardín”, le advertí cuando la vi salir del baño dirigiéndose a la puerta de la terraza. “Y no me preguntes nada. No hay tiempo. Sígueme,” le ordené. “Vamos a subir con mucha calma para no levantar sospechas”.
Al llegar arriba entramos rápidamente al primer cuarto que encontramos y cerramos la puerta con mucho cuidado de no meter bulla. Yo observé desde la terraza a la hora del cóctel, que en el segundo piso de la casa había un balcón largo techado en madera y que éste daba la vuelta por el exterior alrededor de toda la planta alta de la casa. Parecía ser que las habitaciones tenían salida al balcón.
-“Mira”, le susurré a la fotógrafa, “esta pieza sí tiene salida al
balcón largo que vimos desde abajo. Quizá desde ahí podamos ver en qué pieza se aloja Julio”.
-“Fíjate que todas las puertas de acceso a las piezas son vidriadas. Podemos ir despacito y miramos hacia adentro hasta encontrar su pieza”, le dije en voz baja mientras sentía escalofríos de nervios.
-“Y si nos descubren van a llamar a los guardias y a los carabineros”, me repetía Carmen con voz entrecortada.
Me pasó por la mente, como un paréntesis entre el tiempo apresurado, la posibilidad de ser descubiertas. Me vi en un chispazo entre segundos, retratada en las portadas de los diarios del país. Y eso me pareció peor a que nos llevaran detenidas. Me sentía presa de un pánico y risa nerviosa que me costaba controlar al darme cuenta lo que habíamos hecho. ¡Qué impertinencia!
-“Ya. Un dos tres, vamos”, le ordené nuevamente. “No había tiempo que perder. Era ahora, YA o nunca. Igual no podemos echar pie atrás. ¿Cómo vamos a bajar por las escalas? ¿Con qué excusa vamos a poder salir de aquí?, me cuestionaba entre carcajadas ahogadas por los nervios.
-“Anda tu primero”, me dijo Carmen con cara de terror y risa nerviosa sofocada.
Sigilosamente, en la punta de los pies, para no meter ruido avanzamos por el corredor. En la habitación contigua a la que nosotros ingresamos, encontramos a Julio Iglesias sentado solo y dormitando en un sillón.
-“Carmen, es él. Está solo”. Me acerqué a la ventana y di unos golpes despacito en la puerta de vidrio.
Abrió los ojos sobresaltado. Le tomó unos segundos enfocarse dónde estaba y luego se levantó del sillón y con una encantadora sonrisa nos abrió la puerta como si nos estuviera esperando.
-“Pero vosotras chavalas de dónde habéis caído. Del cielo acaso me han caído estas bellezas. Entrad, entrad. Por qué os quedáis ahí paradas! ¡Hombre, vamos! ¡que os han cortado la lengua acaso!”, nos dijo con un gesto de bienvenida, con una reverencia, mientras sujetaba la manilla de la puerta.
Estábamos pasmadas. No atinábamos, no atábamos cabos, como dos colegialas recién salidas del colegio de monjas.
-“Es que… Julio, perdón. Es que soy periodista y me han pedido que te hagamos una foto con esta camiseta para ponerla en la portada de nuestra Revista”, Mientras se lo decía le mostraba la polera con el nombre PAULA impreso y el último número de la Revista. “La verdad Julio es que, si no llegamos con la foto tuya luciendo nuestra polera, puede que me cueste el puesto”.
-“Hombre, no faltaba más. Pues claro que me la pongo, Por vosotras yo haría esto y mucho más”, me dijo mientras se desvestía de la cintura para arriba con una agilidad asombrosa.
Ahí estábamos las dos con el cantante más famoso del mundo con el torso desnudo y riéndose a carcajadas. Una vez que se puso la polera posó frente a la cámara con soltura y naturalidad y su seductora sonrisa característica.
-“No te quitamos más tiempo Julio. Nos vamos. Y perdona la intromisión. Estamos tan agradecidas. Eres mucho más guapo y más simpático de lo que podíamos llegar a imaginar. Qué te vaya bien en la Quinta Vergara. Estaremos en los asientos de prensa cerca del escenario, aplaudiéndote a rabiar y...”. No alcancé a terminar mi discurso de agradecimiento cuando en un segundo me cogió de la cintura y me dio un abrazo apretado poniendo su mejilla junto a la mía. La fotógrafa miraba atónita, muda, pasmada y congelada.
-“Sácame una foto Carmen. ¿Qué esperas jetona?”, le grité. Mi compañera como si hubiera despertado de un sueño soporífero, reaccionó rápidamente, enfocó su cámara y nos inmortalizó.
Nos despedimos con abrazos y besos. Al salir de su cuarto no nos importaba que nos llevaran presas. Bajamos tan raudas y pisando fuerte como si fuéramos invitadas VIP.
Nadie nos detuvo. Nadie cuestionó nuestra presencia en su habitación.
La foto con Julio Iglesias la tengo ampliada, cual trofeo de juventud en el salón de mi casa.