44 LITERATURA GLOBAL
Contigo C
ontigo pero sin ti, sin ti pero contigo. Son estados del alma en que quizá pueda disfrutar del festín de tu piel, pero sin lograr ese hipervínculo, ese clic que hice mientras desayunábamos a dos mesas de separación, y a tres miradas de tornase soleado aquel martes gris. Entonces, pasaron miércoles, jueves y viernes, acompañando mis huevos revueltos en la misma mesa en la en la que supe que no quedaba de otra que un mí contigo; porque un mí sin ti sería una aberración a nuestras camas. Y si, aunque parezca un drama taquillero, sonó la campanilla que colgaba sobre la puerta del café más famoso de la ciudad; pero, por raro que parezca, esta vez ese sonido fue diferente a las otras miles de veces en las que anunciaba la entrada de un humanoide. Quizá porque no lo eras. Atravesaste el umbral y se activó el slow motion de mis ojos; fueron los 30 segundos más próximos a un Edén en la tierra. Pediste una taza de alguna bebida caliente, juraría que el vapor insistía en que desplegaras las alas; porque estoy casi seguro de que las tenías en algún lugar debajo de la chaqueta. Otra vez casi frente a frente, pero esta vez creo que un poco más cerca. Revolviste con la cucharilla el azúcar de tu café, debía ser café, ¿qué otra cosa podía ser? si mientras bebías aumentó el contraste, el brillo y la saturación de aquella imagen. Hoy tampoco creí tener el valor de acercarme una mesa más. Suenó tu teléfono y saliste de prisa dejando a medias tu café y aquella segunda cita a la que no pude asistir. Sábado, 6:00 a.m., despierto con desvelo. Los pájaros de mi ventana, roncos de la madrugada, sustituyeron al despertador. Es casi imposible levantar el vuelo de mis párpados cuando no los espantan las vibraciones de la música. Tras el empujoncito de los rayos invasores que acarician la ventana translucida logro sentarme, y pienso en lo difícil que es la bipedestación sin poner los pies en el suelo, sin tocar tierra firme. ¿Acaso no es más fácil nadar en el aire, flotar, gravitar, dejarse acariciar por el viento? En fin, que es hora de levantarse. Creo que lo mejor será cortarme el cabello,
recortar las puntas de estas ideas descabelladas, que se abonan en las noches mientras duermo y crecen en todas direcciones; estos crespos rebeldes que no se dejan oprimir por mi almohada. A mi jefe no le gusta que ande desgreñado, así que me obliga a usar una de esas gorras de la empresa, que no dicen todo lo que pienso, pero lucen todo lo que vendo. A veces trato de peinarme en el reflejo de la tele de la oficina, pero no logro verme en esa pantalla secuestradora de historias. Otro fin de semana en el que no hago otra cosa que pensar estupideces matutinas. Anoche soñé con ella, fue tan nítido, casi real. Como todos los sueños, se truncó lo incoherente con mis deseos más profundos, pero, aunque raro, sabía bien; pese al ligero amargor de quedarse a medias. Estábamos en un salón de clases, enorme, con capacidad como para noventa personas. Como siempre, ella en la primera fila y yo pegado a la pared del fondo, con el castigo de tener varias mesas de por medio, entonces, no me quedó de otra que hacerlo a la antigua: papel y lápiz en mano. Le quise escribir una nota que atravesara las trincheras de pupitres apilados que se erguían, cual barrera, entre nosotros. El bolígrafo mordido de impaciencia. Ya fracturé dos neuronas imaginando un beso. … te regalo… Dientes y encías para reír Velas en tu apagón Semillas para crecer Amanecer con perdón Colores para suplir Brisa para escuchar
Lluvia para tu sed Mechero de Sol Tiempo para entender Atardecer al amor Lápiz para decir Poema para sentir
… No creas morir cuando fecundo en ti… Como otras veces, aquella fue una cita a medias, la tercera en realidad. Nuevamente me quedé sin saber cómo reaccionaría ante el acoso de mis pensamientos. Mejor voy a por un café. Quizá, esta vez, esté a algunas mesas más cerca de mí. Ángel A. de Armas Hernández Ilustración de Randolf Alemán Torres