vida cotidiana
El Carnaval y los bailes de máscaras en el siglo XVIII Las ciudades europeas vivían durante el Carnaval un frenesí de bailes de disfraces en los que todo estaba permitido disfraces que daban diversión a miles de personas durante noches enteras. Así lo certifica Joachim Christoph Nimeitz, un alemán que cuando tenía unos 30 años pasó una temporada en París, poco antes de la muerte de Luis XIV en 1715 y a principios de la Regencia del duque de Orleans (1715-1723), una época en la que el país vivió una explosión de alegría y hedonismo tras las continuas guerras que definieron el reinado del Rey Sol.
Salones abarrotados
Nimeitz explica que los grandes aristócratas organizaban en sus palacios esbaile de máscaras pléndidos bailes a los que asistían ciendurante el Carnaval tos de personas, a veces miles, todas con en la mansión de una máscara y los más variopintos disfrafamilia de la nobleza francesa en el siglo XVIII. ces. En 1714, por ejemplo, el duque de Berry ofreció bailes a lo largo de tres meses, en los que «todo era majestuoso: la música, los refrescos, las confituras, el servicio. Había más de 3.000 máscaras, señores de la corte y gran número de entre ellas el duque y la duquesa, todos los principales habitantes de París. Dulos príncipes, princesas y otros grandes raban hasta el amanecer». Otros bailes eran los que organizaban el duque de Borbón-Condé, el príncipe de Conti, la duquesa de Maine, el embajador de Sicilia y el de España... El embajador español era el duque de Osuna, y ofrecía lOs venecianOs idearon un completo atuendo bailes dos veces a la semana, en lo que para embozarse, llamado bautta. Estaba comgastó «sumas inmensas». puesto por un capote negro de seda o terciopelo, En algunos bailes el acceso era libre, provisto de una capucha; por una máscara (el de modo que las salas estaban abarrovolto) también de seda o terciopelo, o bien de tadas. En otros se requería invitación cartón, y por un sombrero de dos o tres picos. o bien se cerraban las puertas cuando hombre tRAS uNA BAutA. DEtALLE DE EL RINoCERoNtE, poR pIEtRo LoNGhI. el recinto se llenaba. Como estos bailes particulares no colmaban la demanda de
SCALA, FIRENZE
anonimato totaL
BRIDGEMAN / ACI
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os muchos viajeros que llegaban a Venecia en la época de Carnaval –un período que en la república de las lagunas duraba varios meses– quedaban asombrados por el uso generalizado de las máscaras. El francés De Brosses escribía en 1738: «Durante seis meses todos los venecianos van con máscara, incluso los sacerdotes, el nuncio o el guardián de los capuchinos; un cura no sería reconocido por sus feligreses si no llevara la máscara en la mano o sobre la nariz». Se decía que hasta había madres que ponían un antifaz a sus bebés. Todos iban de esa guisa por las calles, a las casas de juego, a los teatros y también a los bailes que algunos particulares organizaban y que constituían una de las diversiones más concurridas. La moda de las máscaras se difundió por toda Europa, sobre todo en la forma del baile de máscaras. En París, desde principios del siglo XVIII, el Carnaval se convirtió en una sucesión de bailes de