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2) La emergencia del destructor en el arte de la guerra naval
“…el balance de fuerzas, que en un principio favoreció al ataque aéreo, a medida que la guerra progresaba, se volcó a favor de la capacidad defensiva de los buques, circunstancia que por su incidencia táctica también debieron ser tenidas en cuenta”78
Justamente, ante la desaparición de los grandes, pesados, costosos y vulnerables acorazados y cruceros de batalla, son los cruceros ligeros, y sobre todo los destructores, los que tomarán el protagonismo en las tareas de escoltar y defender de aviones, y submarinos, a los portaviones y demás buques mayores, como transportes de tropas, buques logísticos, y otros.
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2) La emergencia del destructor en el arte de la guerra naval
Los destructores comenzaron a tomar mayor relevancia en la Segunda Guerra Mundial con la campaña de Noruega (1940), cuando británicos y alemanes se vieron obligados a ampliar emplear sus destructores en múltiples tareas tales como: escolta, transporte de tropas, defensa de costa, y guerra de superficie. La exigencia de la Batalla del Atlántico, y de la guerra en el Mediterráneo, hicieron que tuvieran que aumentar su capacidad antisubmarina y su autonomía (1941). Las operaciones navales que se dieron tras la Batalla del Mar de Java (1942), Guadalcanal (1942 – 1943), Islas Gilbert e Islas Marshall (1943) hicieron ampliar aún más sus capacidades antisubmarinas y antiaéreas. Todas las grandes potencias, con la notoria excepción de Japón, y más atrás Francia e Italia, ejecutaron proyectos de mejoramiento de sus destructores.
El hecho más notorio del segundo conflicto mundial fue, con la excepción de las batallas entre portaviones y los escarceos entre la flota italiana y británica en el Mediterráneo, que los enfrentamientos entre grandes buques fueron escasos. Por supuesto, se excluye en primer lugar los hundimientos del “Bismarck” y el “Scharnhorst”, por ser
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actos de cacería, y en segundo lugar, las batallas del Cabo Matapán, Mar de Sibuyán, y Estrecho de Surigao porque fueron accesorios desarrollados dentro de operaciones de mayor envergadura: la Campaña de Creta y la Invasión de Filipinas.
Tras la guerra, al desaparecer de la escena los grandes acorazados y cruceros de batalla, los cruceros medianos y ligeros, y sobre todo los destructores, asumieron la importante tarea de defender los portaviones y buques mayores de la amenaza aérea y submarina enemiga. Hasta la Segunda Guerra Mundial, los destructores eran buques pequeños, pensados para escoltar convoyes y cazar submarinos y amenazas menores; eran el anillo más externo de la flota de combate. Sin embargo, ya durante la guerra, sus funciones empezaron a cambiar, como explicamos más arriba:
“…los destructores, pensados para defender la vanguardia y retaguardia de la línea de acorazados de los ataques con torpedos de otros destructores, fueron adaptados para desempeñarse como escoltas antisubmarinos y antiaéreos”79
“Cuando la Royal Navy recibió el HMS Daring en marzo de 1952, quedó tan desconcertado por su tamaño que por un tiempo se habló de que era demasiado grande para ser un destructor. Con 2600 toneladas parecía haber pasado la categoría cazador cazado, pero no era más que el primero de una nueva serie de súper-destructores, y dentro de unos pocos años el destructor como tipo de barco de guerra había cambiado por completo
No fue sólo en tamaño que el destructor cambió. El control de fuego asistido por radar ya había hecho del ataque con torpedos una cosa del pasado y, aunque esto no fue reconocido durante algunos años, se habían reconocido la importancia del ataque aéreo. El peso necesario para acomodar armas realmente de doble propósito, así como el volumen del sistema de control de fuego, para hacer efectivas esas armas, hizo inevitable el salto en tamaño. Pero había una tendencia en la dirección opuesta; reducir el destructor a escolta antisubmarina que sólo portara armas de
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