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Conclusiones

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3) Desarrollo

3) Desarrollo

Conclusiones

Tras estudiar la historia operativa de estos buques, además de sus antecedentes que se remontan al menos una década y media antes de su entrada en servicio, las conclusiones a las que podemos llegar no son, desde luego, pocas. Desde el inicio, hemos dicho que los destructores Clase “Nueva Esparta” fueron adquiridos en un contexto bastante peculiar, un momento coyuntural en la consolidación del Estado nacional venezolano, y que además, estos buques tuvieron un hondo impacto en el desarrollo y modernización de la Armada y en la nación como un todo.

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En primer lugar, tenemos que los destructores Clase “Nueva Esparta” fueron adquiridos en un contexto mundial marcado por el legado de la Segunda Guerra Mundial, la naciente Guerra Fría y la Política de Contención de Estados Unidos frente la Unión Soviética, paralela al desarrollo de una nueva legislación internacional que daría lugar al Derecho del Mar que conocemos hoy en día.

En efecto, buscando en principio una zona de seguridad alrededor del continente americano y luego consolidar su soberanía más allá del Mar Territorial, Estados Unidos llegó a la Declaración Truman de 1945, que terminó dando lugar al surgimiento del concepto de Plataforma Continental. El consenso para que Estados Unidos pudiera llegar a esta declaración unilateral fue preparado por las sucesivas conferencias panamericanas, que sentaron las bases de la doctrina de Seguridad Hemisférica; de tal manera que fue casi unánimemente aceptada la Declaración Truman, facilitando que la misma se consolidara y oficializara tras la Convención Internacional del Mar de 1958. La búsqueda de Estados Unidos por blindar el continente americano bajo su égida para defenderse de su enemigo soviético se materializó en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y en menor medida en la posterior creación de la Organización de Estados Americanos. Esta estructura legal resultaría favorable para Venezuela cuando poco después buscó fortalecer sus fuerzas armadas.

Por su parte, Venezuela ya en 1939 generó el primer documento legal de conceptualización y delimitación de espacios marítimos: el Decreto de Aguas Territoriales de la República de 1939. Mediante este decreto Venezuela no sólo definía qué aguas

consideraba partes del Estado nacional, y por tanto sujetas a su soberanía, sino que además sentaba un precedente en el derecho internacional, previo a la Doctrina Truman. Poco después en 1942, casi inmediatamente después de los primeros ataques de submarinos alemanes en sus aguas territoriales, Venezuela firmó un tratado de delimitación de áreas submarinas en el Golfo de Paria con el Reino Unido, volviendo a hacer historia en el derecho internacional del mar. Resulta así evidente que por lo menos desde la época de la Segunda Guerra Mundial, el Estado venezolano comenzó a tomar conciencia de la importancia de delimitar con precisión sus espacios marítimos; y en consecuencia hacer presencia efectiva en ellos para ejercicio pleno de su soberanía. Sólo así el país podría estar seguro ante un sinnúmero de amenazas provenientes del mar. Pero para cumplir esa meta, Venezuela necesitaba medios navales idóneos, cuya ausencia había sido precisamente la causa de la impunidad con que operaron los submarinos alemanes en nuestras aguas, y de la consecuente presencia militar norteamericana en nuestros espacios terrestre, marítimo y aéreo.

Esto se refuerza y se entiende aún mejor cuando revisamos el contexto regional inmediato de Venezuela hacia 1939 – 1945. Como segunda conclusión podemos decir que durante este período Venezuela se vio amenazada por el incremento en el poder bélico de Colombia a raíz de su guerra con Perú de 1932 – 1933. Este incremento del poder militar colombiano se materializó en lo naval con la compra de dos poderosos destructores en Portugal, lo que dejó sin capacidad de respuesta a la Marina de Guerra venezolana. Esto sin contar la abrumadora diferencia en pie de fuerza, y en medios terrestres y aéreos. Este desequilibrio en el poder militar de ambos países se vio reflejado en la firma del Tratado sobre Demarcaciones de Fronteras y Navegación de los Ríos Comunes entre Colombia y Venezuela en 1941. Aquel tratado, en extremo desventajoso para Venezuela, permitió un nuevo y significativo avance territorial por parte de Colombia; y el Gobierno de aquel entonces alegó haberlo firmado bajo intimidación militar por parte de Colombia y para evitar una guerra entre los dos países.

Justamente este Tratado fue una de las mayores justificaciones de los militares que tomaron el poder en 1948 mediante un golpe de Estado e instauraron una Junta Militar de Gobierno. Aquel grupo de jóvenes oficiales profesaba un fuerte nacionalismo, expresado en

el objetivo de desarrollar el país mediante la transformación del medio físico, fortalecer así su economía y sus fuerzas armadas, a fin de garantizar a todo trance la seguridad, soberanía e integridad territorial. Con estos objetivos en mente, el nuevo Gobierno se insertó en el Sistema Interamericano de Defensa que estaba levantando Estados Unidos, aunque pensando más en las amenazas inmediatas, tales como Colombia o los imperios coloniales vecinos de Venezuela; que en la lucha contra el comunismo internacional y la Unión Soviética. En este sentido, la Crisis de Los Monjes de 1952 suscitada con Colombia, vino a reforzar esta política, apresurando y fortaleciendo el programa de modernización y equipamiento de las fuerzas armadas. En lo tocante a las Fuerzas Navales, dicho programa se realizaría mediante el Plan Orgánico de Renovación y Actualización de 1949.

En tercer lugar, concluimos que aunque la Marina de Guerra venezolana estaba severamente limitada en capacidad de respuesta a nivel material durante la Segunda Guerra Mundial, no así a nivel humano. En efecto, ya en los años 30 tenemos un tímido intento de modernizar la escuadra, centrado en la labor de la Misión Naval en Italia. Sin embargo, fue a causa de la Segunda Guerra Mundial que un número importante de oficiales navales venezolanos fueron a formarse en Estados Unidos, navegando incluso a bordo de sus buques de guerra, que el alto mando naval venezolano empezó a tener una visión más clara del tipo de flota que debía formar en los próximos años. Estos aprendizajes e ideas dieron lugar al referido Plan Naval de 1949, que tuvo como columna vertebral la adquisición de nueve destructores, tres de ellos pesados; que llegarían a ser la Clase “Nueva Esparta”.

A la luz de su experiencia y formación, los líderes navales venezolanos pudieron asesorar a la Junta Militar de Gobierno de manera precisa, para que encargara a la VickersArmstrong barcos que verdaderamente se ajustaran a las necesidades de Venezuela, y que estuvieran a la altura de las últimas innovaciones y adelantos. En efecto, los destructores Clase “Nueva Esparta” bien pudieran considerarse entre los mejores buques de su tipo en su época, igualando en casi todos los aspectos a aquellos destructores que habían sido construidos para las armadas norteamericana y británica, y llegando a superarlos incluso en algunos puntos. Venezuela empezaba a dotarse con medios navales idóneos para hacer valer sus intereses en sus espacios marítimos.

En cuarto lugar, podemos concluir que los destructores Clase “Nueva Esparta” tuvieron una dilatada vida operativa de tres décadas, en la que participaron en varios acontecimientos de primer orden en la historia nacional, a la vez que impusieron varios hitos que marcaron el desarrollo de la Armada.

Las tripulaciones de los destructores Clase “Nueva Esparta”, participaron en la caída de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, el D-11 “Nueva Esparta” ayudó a sofocar “El Carupanazo”, el D-21 “Zulia” fue tomado por los rebeldes durante “El Porteñazo”, los dos buques mencionados participaron en la “Cuarentena” a Cuba durante la Crisis de los Misiles, y el “Nueva Esparta” fue encargado de perseguir al MMV “Anzoátegui” cuando fue secuestrado por militantes de la FALN. Además, el D-31 “Aragua” fue Buque Presidencial durante el gobierno del presidente Raúl Leoni y los tres destructores fueron buque insignia de sus divisiones y de toda la Armada durante toda su vida operativa. Eso como solo una parte entre sus tantos hitos.

Es posible decir que los propios buques ya fueron un hito en la historia de la Armada: Fue la primera vez que Venezuela adquiría una clase completa de buques nuevos y no una sola unidad - y hechos a pedido además. También, fueron los primeros buques de esas dimensiones y características que adquiría la Armada; pues estaban totalmente electrificados, portando radar, sonar, radio, e incluso aire acondicionado; eso sin mencionar el poder, variedad y complejidad de sus sistemas de armas y propulsión.

Lo antes dicho nos lleva a nuestra quinta conclusión: los destructores Clase “Nueva Esparta” aportaron decisivamente a la modernización de la Armada, ya que tuvieron un impacto contundente en la generación de nuevas infraestructuras, capacitación de personal y generación de doctrina. En efecto, en paralelo a la adquisición de la Clase “Nueva Esparta” se inició el proyecto de un astillero en Puerto Cabello que debía mantener y/o construir buques de hasta 40.000 toneladas, con todos los complementos que ello implicaba. Se trabajó también en la ampliación del apostadero naval de Turiamo, proyectada como la futura base naval principal de la Armada venezolana, además de la ampliación y acondicionamiento de muchas otras instalaciones navales. Solo en relación con la Clase “Nueva Esparta” se dictaron más de veintiséis cursos de formación para oficiales, suboficiales, sargentos y tropa en el extranjero, siendo la mayoría de ellos los

primeros cursos de su tipo dictados a personal naval venezolano fuera de nuestras fronteras, formándose centenares de hombres en menos de una década. Además, los destructores Clase “Nueva Esparta” realizaron diecisiete cruceros de instrucción para cadetes, seis de ellos en el exterior, contribuyendo así en gran medida a la formación práctica de más de treinta promociones de oficiales de la Armada.

En cuanto a la generación de doctrina, podemos decir que la Armada no había podido pasar de la teoría de combate antes de la llegada de los destructores Clase “Nueva Esparta”. En efecto, la falta de medios navales idóneos había limitado seriamente la capacidad de la Armada para ganar experiencia práctica en navegación y maniobras en mar abierto. Sin embargo, con la llegada de estos buques, los cruceros de instrucción, viajes transoceánicos y participación en ejercicios navales multinacionales se volvieron prácticamente rutinarios, aportando valiosas experiencias al personal naval venezolano, y sentado las bases prácticas para el desarrollo de una doctrina naval nacional.

En sexo lugar, podemos afirmar que los destructores Clase “Nueva Esparta” fueron durante más de dos décadas la base de la seguridad y defensa de Venezuela en sus espacios marítimos, pues fueron sus mayores sistemas de armas navales, siendo un poderoso y creíble medio disuasivo convencional contra cualquier agresión. Al recorrer brevemente la historia de las adquisiciones de buques de guerra por parte de las armadas de los países independientes del Caribe desde 1953 a 1978, observamos que ningún país dispuso nunca de un buque con las capacidades de un Clase “Nueva Esparta”, siendo estos buques además mirados con respeto por parte de analistas navales de las grandes potencias.

Esto nos lleva a nuestra sexta conclusión: A pesar de la adquisición de dos destructores Clase “Halland” por parte de Colombia en los años 50 como respuesta a la Clase “Nueva Esparta”, podemos afirmar que los buques que nos ocupan en este estudio fueron por más de dos décadas base de la seguridad de Venezuela en sus espacios marítimos al ser sus mayores barcos de guerra, siendo un poderoso y creíble disuasivo contra cualquier agresión. El análisis comparativo nos muestra claramente cómo la Armada venezolana fue netamente superior a la colombiana durante los años 50 y 60, tanto cuantitativamente como cualitativamente; y esto fue en gran medida gracias a la presencia de los tres destructores Clase “Nueva Esparta” en nuestra escuadra.

En una comparación uno a uno, ni siquiera la Clase “Halland” podía darle a Colombia más que cierta igualdad de fuerzas frente a Venezuela, pero debe considerarse que Colombia poseía solo dos de estos buques, mientras que la Clase “Nueva Esparta” estaba integrada por tres. Así, vemos como los destructores Clase “Nueva Esparta” fueron la base de la disuasión venezolana en el mar, tanto por su poder individual como por su número.

Cuando vamos a la revisión de las relaciones diplomáticas de ambos países, encontramos algo interesante: entre 1953 y 1970 los reclamos colombianos en áreas del Golfo de Venezuela cesaron casi totalmente. Durante dos décadas Colombia estuvo

prácticamente en silencio en estos temas, aun cuando Venezuela estuvo inmersa en la lucha antisubversiva de la década de 1960. No fue sino a partir de 1971, con el crecimiento de su flota y el declive de la nuestra – cuando los destructores Clase “Nueva Esparta” ya padecían un claro desgaste –, que Colombia mostró más claramente sus intenciones en la zona del Golfo. No podemos pensar que esto fue una casualidad, sino que durante al menos dos décadas – los 50 y 60 –, los destructores Clase “Nueva Esparta” fueron una fuerza disuasiva clave frente a Colombia, aportando decisivamente a la seguridad, soberanía e integridad territorial de la nación.

Como última conclusión, tenemos que los destructores Clase “Nueva Esparta” tuvieron una participación importante en la diplomacia naval venezolana durante su vida operacional, cumpliendo comisiones de visita a países amigos y aliados, participando en una revista naval internacional, gran cantidad de ejercicios multinacionales y en la única fuerza naval multinacional, en una situación de conflicto, en la que se ha integrado Venezuela: la Fuerza de Tareas 137, junto a Estados Unidos y Argentina, en la “Cuarentena” a Cuba durante la “Crisis de los Misiles” de 1962.

Para cuando finalizaron su vida operativa, los destructores Clase “Nueva Esparta” habían realizado seis cruceros de instrucción al exterior, realizando visitas diplomáticas a países de Sudamérica, el Caribe, Norteamérica, Europa y el Medio Oriente. Además, realizaron misiones estrictamente diplomáticas tales como la visita a Trinidad en su independencia, la visita a Curazao por el 160° del fallecimiento del Almirante Luis Brión y la visita a Estados Unidos por su Bicentenario; y habían participado también en catorce

ejercicios navales internacionales junto a las armadas de Estados Unidos, Colombia, Reino Unido y Brasil.

Finalmente, cerramos reflexionado cómo era la armada de 1953 que recibió a la Clase “Nueva Esparta” y cómo era la de 1978 que los dio de baja. La primera, era una armada aún en formación, que se planteaba su modernización en el papel y que venía de padecer más de un siglo de limitaciones materiales y marginación institucional. La segunda, es una armada que bien puede considerarse la más fuerte entre los países independientes del Caribe, que ha acumulado valiosas experiencias y que, aún con carencias y errores, ha sabido llevar a cabo un intenso proceso de modernización y desarrollo en poco más de dos décadas, preparándose de hecho para un nuevo salto tecnológico; hecho este directamente relacionado con la desincorporación de la Clase “Nueva Esparta”.

Más ampliamente, también podríamos comparar la Venezuela de 1953 con la de 1978 en materia de seguridad y defensa. El de 1953 es un país que apenas comienza un proceso de modernización y que apenas empieza a transformarse gracias al ingreso petrolero, que viene de haber visto comprometida su neutralidad peligrosamente durante la Segunda Guerra Mundial, de haber tenido un importante retroceso territorial frente a su vecino y que luego pudo apenas disuadirlo de un nuevo avance. En contraste, el de 1978 es un país que pudiera considerarse moderno y estable, que derrotó a grupos subversivos y que, sobre todo, cuenta con un eficaz aparato militar, y específicamente naval, capaz de garantizar su seguridad y defensa, y de disuadir a cualquier posible agresor.

A la luz de este contraste, la huella que los destructores Clase “Nueva Esparta” dejaron en la Armada y la Nación es realmente grande. Esperamos haber contribuido al rescate de su memoria y su valoración dentro de la historia nacional.

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