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Consideraciones iniciales

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Martes 24 de enero

Martes 24 de enero

En este texto encontrará una serie de diarios pedagógicos escritos por Denny Alejandra Agudelo y María Camila Mendoza. En ellos se narra sus experiencias durante la práctica pedagógica VII, la cual se llevó a cabo en el Hospital Alma Máter.

El documento está escrito de manera tal que al inicio encontrará escritos individuales y escritos en colectivo. La introducción fue desarrollada por ambas estudiantes, mientras que los diarios del 15 al 22 de diciembre narran sus experiencias individuales. Para cerrar encontrará los diarios del 19 al 24 de enero los cuales fueron escritos en colectivo. La experiencia de la escritura permite tomar distancia de los acontecimientos vividos, de tal maneraqueelsujetoinvolucradoenelactopedagógicopuedareflexionarentornoasuhacer. Por ello se valora la escritura de las maestras en formación como una posibilidad de enriquecer su formación profesional.

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Introducción

Comienzos difíciles…

Nos llenaba de expectativas nuestra práctica en el hospital, nos sentíamos emocionadas por conocer este espacio, acercarnos a su cotidianidad y asumir el reto de acompañar a niñas y niños en situación de hospitalización. Sabíamos que no sería nada sencillo, pues inevitablemente cuerpo y emociones se implicarían, enfrentando situaciones nuevas, permeadas por la presencia de enfermedad. Sin embargo, nuestro entusiasmo seguía intacto.

Lograr el contacto con el hospital y en general, el proceso de comunicación para establecer el convenio con la universidad fue muy difícil, muy paradójico considerandoque elHospitalAlmaMáter, esprecisamenteelhospitaluniversitariode la Universidad de Antioquia. Tras una comunicación intermitente y poco fluida con la encargada de docencia, posible por la persistencia de nuestra profesora asesora, Gloria García, nos enteramos de todo el proceso necesario para nuestro ingreso al hospital: esquema de vacunación y titulaciones, uniforme especial, desarrollo de módulos virtuales, proceso de inducción, registro en plataforma y montaje de documentación, revisión documental. La cantidad de requisitos, tiempo y dinero invertido, además del poco acompañamiento por parte del hospital en todos los procesos mencionados y, por lo tanto, la necesidad de resolver por nuestra propia cuenta los inconvenientes e inquietudes presentadas, hizodetodoesteprocesounasuntotedioso y desesperanzador, que parecía lleno de barreras y que ubicaba, más bien lejana, la fecha de inicio de nuestra práctica.

Cuando pensamos que terminaría el proceso y podríamos dar inicio, se nos indicó durante la revisión documental que debíamos hacer ajustes a algunos documentos pues por su fecha de expedición debían ser actualizados; además, una de nosotras debía aplicarse otra dosis de refuerzo de una de las vacunas y la otra debía presentar nuevamente otra titulación. Este acontecimiento fue muy frustrante, sumadoaltratorecibidoqueconsideramos no fue el más adecuado. En este momento pensamos desistir de la idea de realizar nuestra práctica en el Hospital Alma Mater, sentíamos que toda la tramitología y barreras que se nos ponían buscaban justamente que no lográramos realizar nuestras prácticas en este lugar. Parecía olvidarse la razón de ser del hospital universitario y, además, sus funcionarios, parecían desconocer las condiciones económicas de muchos de los estudiantes de la UdeA. Quien revisó nuestros documentos nos dijo, como si fuera así de simple, que presentáramos nuevamente todos los papeles ese mismo día en la tarde,pasandoporaltoloscostosextraque implicaba volverse a vacunar y realizarse una titulación.

Aún ante este panorama, tomamos la decisión de no desistir y resolver lo más pronto posible los requerimientos solicitados. Ese mismo día en la tarde recibimos al fin el carnet que validaba nuestra presencia en el hospital. Una sensación de alivio y satisfacción nos acompañó en ese momento. Después de mucho tiempo y esfuerzo invertido, podíamos dar inicio a nuestra práctica pedagógica VII.

Sin lugar a duda, los comienzos asustan. Lanovedadllegacargada depreguntas,de dudas, pero también de emoción, de expectativas, de anhelos, de mariposas en el estómago…esas que te impulsan a seguir caminando. Eso sentí al entrar ese día,15dediciembre,alaunidadpediátrica del Hospital Alma Mater, un escenario y un contexto de práctica totalmente nuevo para mí, pues en mis experiencias de práctica anteriores el contexto escolar había sido el protagonista.

Personalmente, los hospitales no me resultan sitios gratos. Quizá los recuerdos queasocioaestelugarnoseanlosmejores. Pero en este caso me propuse el reto de movilizar, de generar las mejores condiciones, en la medida de mis posibilidades, para promover experiencias agradables para las niñas y niños que se encuentran en el hospital.

Mateo, Samantha y Maximiliano nos recibieron entusiasmados, sus sonrisas en el momento en que entramos en la habitación que compartían y su disposición cuando les propusimos acompañarnos en lo que habíamos preparado para ellos, me llenó de confianza y los nervios de ese primer encuentro se marcharon.

Los trucos de magia, o mejor, trucos de ciencia, fueron nuestros aliados. El asombro y la curiosidad se pusieron a flor de piel. Muchas preguntas e hipótesis se hicieron protagonistas. Tomamos como pretexto presentarles a los niños algunos experimentos que pusieran de manifiesto la “magia de la ciencia”, pero, sobre todo, pretendíamos movilizar el reconocimiento del cuerpo como territorio, valorando sus capacidades más allá de la situación de enfermedad que está atravesando. El cuerpo se convirtió en el principal mediador de aquella experiencia, como posibilitador del desarrollo de los experimentos compartidos: el cabello transmitióenergíaalabomba,aligualque losvellosdelbrazo,lasmanossostuvieron los materiales y probaron por su propia cuenta los fenómenos observados, ojos y orejas se dejaron maravillar por lo que inicialmente resultaba inexplicable pero que tomó sentido más tarde. El cuerpo fue el protagonista.

Al salir de la habitación, tiempo después, enelcuartodeprocedimientos,seescuchó la voz de Mateo, de 3 años, que poco a poco se transformó en gritos y llanto: “Mamá no les ayudes. ¡No me chucen!”. Fue muy doloroso escucharle, a Mateo le parecía que hasta su mamá hacía parte de aquello que le aterraba tanto y le causaba tantodolor,ylepedíaquenolohiciera,no queríaqueningunaagujatocarasucuerpo. La enfermera y la madre intentaban explicarle que mientras más se moviera, más le dolería.

Yo no lograba observar lo que ocurría, sólo alcanzaba a escuchar. El procedimiento se hizo difícil, Mateo sólo lloraba. Pasado algún tiempo, lograron canalizarle la vena, y él sólo pedía que le pusieran una “curita”. Seguramente representaba para él que todo ya había terminado y que podía regresar a su habitación.

Este momento además de causarme dolor, me generó muchas preguntas, ¿cómo acompañar a niñas y niños en medio de estassituaciones?,¿podréhaceralgodesde mi rol de maestra que incida en la manera en que sobrellevan este tipo de procedimientos?, ¿podrá el hospital, especialmente, el personal que hace parte de la unidad pediátrica, hacer de estos procesos experiencias menos dolorosas para los niños y sus familias?

A estas preguntas se les sumaron más inquietudes, a las que aún no consigo darles respuesta; sin embargo, me han llevado a una reflexión permanente sobre la presencia de situaciones dolorosas en la cotidianidad de maestras y maestros. Todos los seres humanos experimentan a lo largo de su vida el dolor, más aún cuandodecidendedicarsealaboresenque el contacto con la vida de otros seres humanos es inevitable, y, por lo tanto, la cercanía permanente con otros anhelos, otrostriunfos,otrasalegrías;perotambién, con otros dolores, angustias, y pérdidas. Esteeselcasodenosotrascomomaestras. Las experiencias de vida de cada niña y niño nos atraviesan y permean de alguna manera, lo he sentido durante cada una de mis prácticas, y ahora mucho más, al habitar un espacio en donde se asiste porque hay presencia de alguna enfermedad.¿Cómonospreparamoscomo maestras para experimentar y acompañar nuestro dolor y el ajeno?

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