El Alto Aragón en la guerra de la Independencia: de Lastanosa a Félix de Azara

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EL ALTO ARAGÓN EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE LASTANOSA A FÉLIX DE AZARA


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EL ALTO ARAGÓN EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE LASTANOSA A FÉLIX DE AZARA

Alberto Gil Novales


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Ficha catalográfica GIL NOVALES, Alberto El Alto Aragón en la guerra de la Independencia: de Lastanosa a Félix de Azara: / Alberto Gil Novales. – Huesca : Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2008 194 p. : il. ; 24 cm. – (Colección de Estudios Altoaragoneses; 57) Bibliografía: p. 171-186 DL HU-343/2008. – ISBN 978-84-8127-204-8 1. Huesca (Provincia) – Historia, Guerra de la Independencia, 1808-1814. I. Título. II. Serie. 946.022.2 “1808/14”

© Alberto Gil Novales, 2008 © De esta edición: Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca) Colección de Estudios Altoaragoneses, 57 Director de la colección: José Domingo Dueñas Lorente Comité editorial: Irene Abad Buil, Fernando Alvira Banzo, Juan Carlos Ara Torralba, Luis Marquina Murlanch, Víctor Pardo Lancina, Teresa Sas Bernad y Enrique Satué Oliván Diseño de la colección: Blanca Otal Coordinación editorial: Teresa Sas Corrección: Ana Bescós Cubierta: Detalle de un grabado de Luc-Marie Bayle publicado en el libro Guérilas 1808, de Joseph Jolinon (foto: Ramón Lasaosa) ISBN: 978-84-8127-204-8 DL: HU-343/2008 Preimpresión: Ebro Composición, S. L. Imprime: Gráficas Huesca, S. L. Instituto de Estudios Altoaragoneses (Diputación de Huesca) Parque, 10. E-22002 Huesca • Tel. 974 294 120 • Fax 974 294 122 www.iea.es • iea@iea.es


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Grabado de Luc-Marie Bayle en una página del libro Guérilas 1808, de Joseph Jolinon (París, Les Éditions de la Nouvelle France, 1942) (foto: Ramón Lasaosa).


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ÍNDICE

Introducción

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EMPIEZA LA GUERRA .....................................................................................................

15

LOS FRANCESES OCUPAN EL TERRITORIO .............................................................

47

SUCHET SE ENCARGA DE LA ADMINISTRACIÓN DE ARAGÓN ..........................

59

NAPOLEÓN PREPARA LA ANEXIÓN ...........................................................................

77

GUERRILLA Y CONTRAGUERRILLA ...........................................................................

83

LA GUERRILLA EN EL ALTO ARAGÓN ......................................................................

97

FINAL .................................................................................................................................... 147

Bibliografía

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Índice onomástico

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INTRODUCCIÓN

Escribir la historia de un territorio en una época determinada ofrece muchos problemas cuando ese territorio, en este caso el Alto Aragón, forma parte de un conjunto más amplio, Aragón, España, en el que se ha integrado desde sus propios orígenes históricos. El Alto Aragón no es una entidad política diferenciada, aunque pudo haberlo sido transitoriamente en la Edad Media, tanto bajo la dominación musulmana como bajo la cristiana. No es tampoco una entidad administrativa, como lo es la provincia de Huesca, pero no nos es posible resolver la cuestión titulando este ensayo «La provincia de Huesca en la guerra de la Independencia», porque la provincia de Huesca no existe, como tal, hasta 1822, y definitivamente hasta la división provincial de 1833. Antes de 1822 Aragón era una sola provincia. No obstante, en todas las clasificaciones y estructuraciones de España, que se hacen a partir de 1711, y sobre todo a partir de la España dividida de Floridablanca, de finales del siglo XVIII, Huesca aparece como uno de los corregimientos o partidos básicos.1 También los franceses, creyendo dominado el país, crearon en 1809 el departamento de Ebro y Cinca, con capital en Huesca, y por el decreto napoleónico de 17 abril de 1810 de erección de las prefecturas se instituyó la de Huesca, con límites en Francia, Lérida, Zaragoza, Tarragona y Pamplona.2 No sé cuándo comenzó a usarse la expresión Alto Aragón: ya consta en 1794 y en 1820.3 Perteneciendo, pues, a la provincia de Aragón, y sin haber tenido nunca pretensiones emancipadoras, el norte de Aragón posee características geográficas propias, que han contribuido a la configuración de sus habitantes, a la vez que estos las han ido modificando. Región montañosa y también de llanura, una primera consideración sería la clásica del hombre de las cumbres respecto del

1. Cf. Ubieto (1983) y Burgueño (1996). 2. Madoz (1845-1850: 315, s. v. Huesca). 3. En Viaje por el Alto Aragón. Noviembre del año 1794, de Francisco de Zamora (1997), aunque el título puede haber sido puesto por el editor moderno. Véase también la intervención del diputado Vicente Cabrero en las Cortes el 2 de septiembre de 1820 (Diario de Sesiones, 1, 1820, pp. 765-766): propone la división del territorio en dos provincias, Alto Aragón y Bajo Aragón, con capital en Huesca y Zaragoza, respectivamente.

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INTRODUCCIÓN

hombre del llano; pero desde el punto de vista hidrográfico toda la región pertenece a la cuenca del Ebro, lo cual la une fuertemente a la gran ciudad del llano, Zaragoza. Esto tiene su reflejo en la propia guerra de la Independencia, cuando todo el Alto Aragón se moviliza para salvar a la capital. Desde el punto de vista eclesiástico, olvidando ahora épocas remotas, el Alto Aragón es la sede de tres obispados, Barbastro, Jaca y Huesca. Una parte de su territorio dependía de la diócesis de Lérida: hoy ya esto ha terminado, pero han quedado problemas sin resolver. Entre las tres ciudades episcopales no dejó de haber rivalidades, como las hay en cualquier otra circunscripción, pero también a veces nos sorprenden fenómenos de intensa solidaridad. Otro rasgo muy característico es que el Alto Aragón forma una de las fronteras españolas con Francia, lo cual también tiene su importancia, no tanto desde el punto de vista de que se haya generado una mentalidad de frontera, al estilo americano,4 sino porque el paso del tiempo fue creando unas costumbres fronterizas5 que la guerra alteraría pero no podría suprimir. Una muestra algo ingenua de esta conciencia podemos encontrar en el libro de Mariano Blas Garoz y Peñalver Descripción de los valles, puertos y entrada de Francia por el reino de Aragón, aumentada a la del año de 1586, compuesta y publicada por […] para gobierno y destacamentos del ejército para la actual guerra con Francia. El autor publicó una segunda edición, con título ligeramente cambiado: Descripción histórico-poética de los valles, puertos y entradas a Francia por el reino de Aragón. Aumentada a la del año de 1586 en el de 1793, que presentó a las Cortes el 19 de julio de ese año.6 Una descripción de Aragón, Zaragoza, Fraga, Huesca, Jaca, Teruel y Barbastro al final del Antiguo Régimen puede verse en el Atlante español (1780).7 Útil resulta todavía hoy la Geografía histórico-militar de España y Portugal de José Gómez de Arteche, que es fundamentalmente una geografía de cuencas hidrográficas en la que el autor hace frecuentes referencias a las guerras recientes, sobre todo a la de la Independencia.8 Tema particular, pero no carente de significación, es el relativo al corregimiento de las Cinco Villas, situado en la orilla izquierda del Ebro, frontera con Francia, y hoy dividido entre las provincias de Zaragoza y Huesca. Las cinco villas propiamente dichas son Ejea de los Caballeros, Sádaba, Sos, Tauste y Uncastillo, pero el conjunto llegaba a 79 pueblos y lugares, con una población que se aproximaba a los 10 000 habitantes.9 Resulta imprescindible tenerlo en cuenta, por lo menos respecto de las poblaciones que hoy pertenecen a la provincia de Huesca.

4. Cf. Ricard (1981). 5. Compárese con Roura (1994 y 1995). 6. La primera edición (Garoz, 1808), en la Biblioteca Nacional de España, R/2892. La segunda (ídem, 1813) consta en Palau (1948-1977) y en el Diario de Sesiones, 8, 1870, pp. 5733-5734. 7. Atlante español. Reinos de Aragón y Mallorca, parte I: Aragón. 8. Gómez de Arteche (1859). 9. Guirao (2007: 43).

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INTRODUCCIÓN

Es digno de señalarse la importancia de la Universidad de Huesca, llamada Sertoriana por la voluntad y el orgullo de enlazar con la historia de Roma, es decir, con la escuela para hijos de nobles indígenas que fundara Sertorio, aunque naturalmente el nexo entre la fundación de Sertorio y la universidad que llevó su nombre sea quimérico.10 La Universidad Sertoriana, única en la comarca y única en Aragón hasta la aparición de la de Zaragoza, ejerce una extraordinaria función de cohesión, que se extiende incluso a Cataluña, muchos de cuyos hijos más destacados estudiaron en sus aulas. Aunque se trata de una institución de Antiguo Régimen, como todas mientras este sistema prevaleció, su existencia permitió el surgimiento de un pensamiento diferente, que no deja de tener categoría. Bastará decir aquí que Victorián de Villava, rector de la Sertoriana en 1785 (el puesto era anual), colegial del mayor de San Vicente Mártir de la misma y catedrático de Código, se constituyó en una de las grandes figuras de la Ilustración aragonesa y española. Traductor y editor de las Lecciones de comercio o bien de economía civil de Antonio Genovesi (1785), pasado en 1789 a la Audiencia de Charcas, Villava fue maestro de Mariano Moreno, el más importante pensador político del Río de la Plata en su revolución de independencia.11 Podríamos hablar también de los estudiantes de este centro que llegaron a ser científicos de proyección universal, como Félix de Azara, quien al morir en Huesca en 1821 fue enterrado en el panteón de los Lastanosa, en la catedral oscense.12 Es importante el elogio que hace Pascual Madoz de la Universidad Sertoriana, como antiguo discípulo de la misma, en 1850, es decir, pocos años después de su cierre.13 Existió también en Jaca una Sociedad Económica de Amigos del País, fundada el 10 de octubre de 1783 y bastante activa en sus mejores tiempos, aunque ya para 1808 se la da por desaparecida.14 Cómo era Huesca en el siglo XVIII puede verse en la reconstrucción de Antonio y Joaquín Naval.15 Otro aspecto importante, sobre todo en el orden cultural, para Huesca y para todo el Alto Aragón, es la preilustración de Vincencio Juan de Lastanosa (16071681) y su círculo, que destacan por su inagotable afán de conocimiento y su curiosidad universal. Aparte de su obra, propia de un amante de las antigüedades y coleccionista, Lastanosa se distinguió como mecenas. Su figura, en la que ahora se está trabajando mucho, ha merecido la atención de los estudiosos, que se han fijado en la casa del prócer y los jardines que la rodeaban, las capillas de su familia en la catedral y en la iglesia de Santo Domingo, de Huesca (casi los únicos restos de su esplendor que han llegado hasta nosotros), la riquísima biblioteca, los muebles y escritorios, la pintura, la armería, las monedas, medallas y piedras pre-

10. Cf. Martínez Bara (1952). Alins (1979) se refiere a los intentos de restablecer la Universidad Sertoriana al calor de las revoluciones de 1854 y 1868. Véase también Alins (1991 y 1993). 11. Cf. Levene (1946), Lewin (1961) y Venturi (1969: 637-644). 12. Véase Gil Novales (2005: s. v.). 13. Cf. Gil Novales (1985). 14. Demerson (1978). 15. Naval (1978).

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INTRODUCCIÓN

ciosas, los objetos de Asia Oriental en sus colecciones y biblioteca (una de sus más curiosas inclinaciones), la cartografía, los instrumentos científicos, los objetos naturales (colmillos de elefantes, semillas en grabados, etcétera) y la pasión por la alquimia.16 Del numeroso círculo de sus amistades, protegidos y continuadores, entre los que hay naturalistas, coleccionistas, historiadores, escritores, juristas y pintores, solo quiero fijarme ahora en su fecunda relación con Baltasar Gracián y con don Juan José de Austria (1629-1679), y también con el secretario de este, Francisco Fabro Bremundan. No es necesario hablar aquí de la categoría literaria de Gracián, ni siquiera de la amistad que le unió con Lastanosa. Curiosamente, durante algún tiempo los investigadores sobre todo extranjeros se fijaron en Vincencio Juan porque lo consideraban una especie de puerta para penetrar en Gracián. La fama europea de este, sobre todo en Alemania a través de Schopenhauer, conecta su nombre con la plena Ilustración y con el tremendo movimiento de la Resistencia en la II Guerra Mundial. Uno de los participantes en esta Resistencia en Alemania en plena guerra, Werner Krauss, condenado a muerte en 1942, mientras esperaba ser ejecutado se puso a trabajar sobre Baltasar Gracián, y uno de los libros de que pudo disponer en la prisión fue El Criticón.17 Afortunadamente, Krauss no fue ejecutado. Entre otras muchas obras pudo publicar un libro importante sobre la Ilustración en el mundo hispánico.18 Es grato encontrar a Gracián en esta vecindad. Pero hay más. El escritor cubano José de Armas, en un trabajo sobre José Martí, recuerda que en 1887 el que muy pronto sería el héroe de la Independencia de su patria le habló mucho de Gracián, al que conocía muy bien, y comenta Armas que el estilo de Gracián formó el de Martí, y con él, con el poder de fascinación de la palabra humana, llegó Martí «al colosal empeño de 1895».19 Sabido es que José Martí estudió en Zaragoza,20 y allí pudo leer al genial bilbilitano (aunque acaso pudo leerlo antes en la propia Cuba); bilbilitano, pero no de Calatayud, sino de Belmonte, que en Huesca encontró su «verdadera patria literaria».21 A pesar de estas realidades, todavía a finales del siglo XVIII un autor que emprende un estudio sobre la ciudad y su partido, por encargo en 1788 del conde de Campomanes, aprobado en 1796, indica que sería conveniente crear una biblioteca pública, que podría formarse a base de las que existen en el Palacio Episcopal y en la Universidad. Ya no menciona para nada a Lastanosa.22 Los rayos lastanosinos nos han llevado hasta la Ilustración, José Martí y la Resistencia democrática en la II Guerra Mundial. Falta con respecto al mecenas

16. Cf. el catálogo de la exposición Vincencio Juan de Lastanosa (1607-1681): la pasión de saber. Véase también Hernando (2007). 17. Gracián (1635). 18. Krauss (1973). 19. Armas (1910). 20. Fernández Clemente (1999). 21. Batllori y Peralta (1969: 45, texto de Miguel Batllori). 22. Blecua (1987).

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INTRODUCCIÓN

oscense averiguar algo sobre sus ideas políticas. En el Antiguo Régimen no había más política que la de los reyes y sus ministros, salvo en el caso de las famosas alteraciones. Sin embargo, se pueden señalar algunas tendencias. Lastanosa en la crisis de 1640 fue patriota, mandó una de las compañías oscenses que acudió a liberar el castillo de Monzón, que había sido ocupado por los franceses. Patriotismo y lucha contra el extranjero: aunque las diferencias temporales no se pueden suprimir, parece que estemos hablando de 1808. Luego está su amistad con Juan José de Austria y con Bremundan. Acaso solo comprensión intelectual del movimiento que había protagonizado el hijo bastardo de Felipe IV.23 En todo caso no está mal. Queda clara la importancia de Lastanosa en el Alto Aragón, en su tiempo y quizás en el futuro. El problema para los historiadores es considerar la rapidez con que desapareció su legado. La guerra de la Independencia tuvo algo que ver con este fenómeno. En 1681, el año de su muerte, Vincencio Juan donó al Archivo del Reino, en Zaragoza, 1100 monedas, así como manuscritos y libros relacionados con la historia de Aragón. El Archivo correspondió colocando su retrato junto a los de Antonio Agustín, Jerónimo Blancas y Jerónimo Zurita. Los retratos y gran parte de la donación desaparecieron en la guerra, con la destrucción del palacio de la Diputación, que albergaba el Archivo. Después, una parte de la biblioteca pasó a Suecia; libros suyos han sido localizados en la Bibliothèque Nationale de París, algunas colecciones están en poder de un librero de Zaragoza, otras cosas se han quedado en Huesca, pero el conjunto es lamentable: la piqueta se encargó de destruir lo que el tiempo no había liquidado.24 Ya hemos visto que la guerra de la Independencia empezó la labor. Queda por saber si la herencia intelectual que, a través de Gracián, hemos visto que llega hasta la Ilustración, Martí y la Resistencia en la II Guerra Mundial, dejó también su impronta en el Alto Aragón. Agradezco a Fernando Alvira Banzo y a Pilar Alcalde Arántegui, del Instituto de Estudios Altoaragoneses, su interés en que el presente libro viese la luz, a Ana Oliva Mora, del mismo Instituto, su concurso, al proporcionarme algunos trabajos que me han sido de gran utilidad, y a José Antonio Armillas Vicente, Ramón Guirao Larrañaga, Herminio Lafoz Rabaza, Ignacio de Torres-Solanot y García de Bustelo, y Valeriano Carlos Labara Ballestar que me obsequiasen también con algunos de sus preciados títulos sobre la guerra de la Independencia. Y a Jean-René Aymes sus aportaciones de libros propios y ajenos. Toda la literatura que se recoge en la bibliografía me ha sido de gran utilidad, y puedo decir que con ella a la vista he procurado esmerarme. Los lectores dirán si el acierto me ha acompañado.

23. Sobre Juan José de Austria, cf. Aguado (1968) y Kalnein (1989 y 1992). 24. Cf. la excelente biografía de Lastanosa publicada por Carlos Garcés Manau en el catálogo de la exposición Vincencio Juan de Lastanosa (1607-1681): la pasión de saber.

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Cuando comienza la guerra de la Independencia25 todo Aragón se halla en estado de crisis económica debido al alza de los precios. En la comarca oscense ha aparecido con gran fuerza una plaga de calapatillo, un insecto que destroza los cereales y por tanto pone en peligro el abastecimiento de pan. Las noticias políticas van llegando desde lo que pudiéramos llamar el prólogo de la guerra, es decir, la caída de Godoy, un poco como en el resto de España, según reflejan las Actas Municipales de Huesca. En Ayuntamiento ordinario y Junta de Propios del 26 de marzo de 1808 consta que, «Estando juntos y congregados D. Antonio de Clavería, Gobernador y Presidente, D. Thomás de Ram, D. Vicente Pueyo, D. Vicente Diago, D. Manuel Omulrian, y D. Francisco Doménec, Caballeros Regidores, D. Mariano Lacueva y D. Lucas Malo, Diputados del Común, y D. José Bueno, síndico procurador general», comunican la exoneración que se había hecho al Príncipe de la Paz del empleo de almirante por haber resuelto el rey gobernar por sí el Ejército y Armada. Se hace público otro decreto sobre el sosiego en que el rey quiere que estén los vasallos, sin que tengan temor por la entrada de los franceses en su reino, pues vienen de paz y amistad. Al día siguiente, 27 de marzo, los mismos dan cuenta de la abdicación de Carlos IV a favor de Fernando VII, de la confiscación de todos los bienes del Príncipe de la Paz y de la formación y sustanciación de causa contra el mismo. Se informa también del nombramiento del duque del Infantado como coronel de Reales Guardias Españolas y presidente de Castilla. El 2 de abril los acuerdos son de orden local ordinario: dimisión de Cristóbal Lanuza, tendero de la parroquia de San Lorenzo y presentación de los gastos hechos en el camino de Barcelona. El 9 de abril de 1808 entra José Perena de diputado del común, se nombra tendero de San Lorenzo a Joaquín Aísa, que lo era de la Seo, y se provee la plaza de la Seo, que recae en Clemente Nombiela. Pero ya el 17 de abril no se trata de nada local: se comunica la orden enviada desde Vitoria de que se hagan rogativas para el buen gobierno de la Monarquía. La misma orden se repite el 29 del mismo mes, precisando que va dirigida a todos los obispos, cabildos y magistrados de las ciudades en el sentido indicado. En Huesca se pone en el dosel el retrato de Fernando VII y se quitan los de los Reyes Padres. En Ayuntamiento extraordinario del mismo día, 29 de abril, se comunica la orden enviada el 18 desde Vitoria al decano del Consejo sobre el acuerdo en todas las cuestiones del rey de España con su gran amigo el emperador de los franceses, y consiguientemente sobre la alegría que debe renacer en todos los corazones. Se

25. Un repaso historiográfico de conjunto, para todo Aragón, en Lafoz (2001).

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acumulan dramáticamente las noticias, pero también a veces la falta de ellas. El 6 de mayo de 1808 el Ayuntamiento de Huesca encarga a Mariano Ena que escriba a Zaragoza a fin de saber si hay alguna orden de no exigir el impuesto sobre el vino. En Ayuntamiento extraordinario del 17 de mayo de 1808 se conoce oficialmente la renuncia al trono de Fernando VII y al mismo tiempo el nombramiento como lugarteniente del reino de Joaquín Murat, gran duque de Berg. El mismo día el Ayuntamiento dispone rogativas ante el santo Cristo de los Milagros, para impetrar la extinción de la plaga de calapatillo, «que había asomado con mucha abundancia».26 Noticias nacionales y situación local van conformando la mentalidad de la gente. Lo que se va conociendo resulta enormemente dramático y sobre todo confuso. No se ha olvidado en la región la pasada guerra de 1793,27 ni sus consecuencias, y persiste un vago resquemor contra las autoridades culpables de aquel suceso. Godoy, en Aragón como en toda España, no goza de buena prensa. En Zaragoza, el 24 de mayo de 1808 un motín, culminación de una larga serie de agitaciones, depone al capitán general Jorge Juan Guillelmi y Andrade, leal a Godoy y a las autoridades constituidas, y lo encierra en la Aljafería. Después de varios incidentes, que no es del caso referir aquí, el 26 de mayo asume el mando José Rebolledo de Palafox y Melci (José de Palafox). En el periodo interino, cuando se reciben órdenes de Murat y todavía no se ha nombrado en Aragón ningún jefe supremo, se producen las primeras agitaciones, que luego aumentarán en los meses siguientes. Esas agitaciones sirven a Palafox para tomar el mando, porque la autoridad debe ser única. A finales de mayo de 1808 se sitúa el episodio del capitán de artillería Ignacio López Pascual, que estuvo en un tris de ser ejecutado, lo cual es indicativo, si no hubiera otras razones, de lo fácil que era en aquellos momentos pasar de la vida a la muerte. Hallándose en el partido de Huesca, al que había artillado, según dice escuetamente el Semanario Patriótico,28 le mandó Palafox, del que era muy adicto, que se trasladase a Jaca, a fin de verificar y dar cuenta detallada del estado de la artillería en la plaza. Obedeció la orden, sin tomar la precaución de cambiar de traje, es decir, que se presentó en Jaca con levita y sombrero redondo. Fue directamente al Ayuntamiento, pero en cuanto lo vieron los jacetanos con esa facha lo tomaron por afrancesado o godoísta, se apoderaron de su persona y lo llevaron a la ciudadela, donde lo habrían arrojado al foso si no se hubiera presentado oportunamente el coronel Fernando García Marín, quien pudo aclarar el error y librar al cuitado de sus captores. Aquella noche, con escolta, López pudo marcharse a Zaragoza. El gobernador militar interino de Jaca en aquellos momentos era el

26. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, en las fechas indicadas. Cf. Gil Novales (1990: 333-334). 27. Cf. Ferrer Benimeli (1965). 28. «Noticia biográfica del brigadier D. Ignacio López». El artículo es anónimo. Se ha atribuido a Manuel José Quintana, pero Albert Dérozier no lo recoge en su libro sobre el poeta.

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coronel teniente de rey Patricio Kindelán, por ausencia del titular Juan O’Neill. De origen irlandés, como su apellido denota, trató también de proteger a López, y se ganó las iras del pueblo tanto por su actitud como porque era tomado por extranjero. Palafox, enterado, le dio inmediatamente un destino en Zaragoza.29 Ya el 27 de mayo de 1808 convocó Palafox una reunión de la que salió la creación de dos juntas, una militar y otra para el arreglo y formación de los tercios, y un primer plan militar para el reino. Los partidos aragoneses situados a la izquierda del Ebro eran los de Jaca, Huesca, Cinco Villas, Barbastro y Benabarre, a todos los cuales se cursaron órdenes para que comenzasen el levantamiento. La primera línea de defensa se situaba en el Pirineo, con cinco puntos: Echo y Ansó, Canfranc, Jaca y Sallent. Tras la marcha de Kindelán, el comandante de rentas Vicente Martínez y su teniente Antonio Andrés presentaron en Jaca una lista de sus dependientes para que disciplinasen al paisanaje. El teniente Francisco Camporredondo pasó a dirigir la artillería, y él mismo, con el teniente coronel José María Crespo, se encargó de perfeccionar el alistamiento. Se encomendó a Jerónimo Rocatallada el alistamiento de la juventud y la conservación del valle de Ansó y la villa de Echo. En esta localidad, el antiguo contrabandista Pedro Antón Juánez había formado por su cuenta, en mayo de 1808, una partida de guerrilla, por lo que cronológicamente es el primer guerrillero de Aragón.30 Rocatallada se surtió en Jaca de 600 fusiles y municiones. Pidió algunos militares profesionales para la instrucción de los alistados, y también 1300 cartucheras. Mandó agentes a Francia con el fin de adquirir noticias y tomó de la aduana de Canfranc 25 000 reales de vellón para atender al entretenimiento de las compañías. Como se dijese que por el valle de Aspe venían avanzadas francesas que se proponían tomar Canfranc y llegar hasta Jaca, se creó una compañía formada por los vecinos de Canfranc al mando del escribano Fernando (García) Marín.31 En este punto hay disensión entre los autores. Según Alcaide Ibieca, el coronel José Tinoco ordenó que se pusieran unos barrenos cerca de la Espelunca y se cortaran los puentes del río Aragón. Según García Marín, el «teniente coronel Tinoco» (así le llama) no puso ningún barreno ni derribó ningún viaducto. Se limitó a quitar los puentecillos de madera y ramaje que había desde la venta de San Antón hasta la de Santa Cristina, en la frontera con Francia, y los sustituyó por unos tablones gruesos, asegurados por fuertes cuerdas de avellano amarradas a grandes estacas a ambos lados del río que podían quitarse con facilidad en caso de que se acercase el enemigo. Parece que es García Marín el que está en lo cierto. Llegaron 500 voluntarios alistados por Felipe Perena Casayús en el partido de Huesca y salieron 400 a las órdenes del comandante Manuel de Dios,

29. Cf. Alcaide (1988: 22-23) y García Marín (1988: 12-13). 30. Guirao (2007: 52). 31. Fernando García Marín (1988) le llama coronel, aunque se refiere al año 1817. Por lo menos en 1808 era escribano, e individuo además de la Sociedad Económica de Jaca. Como tal figura en 1788 y años anteriores (cf. Galende, 1993), pero se hizo militar por necesidad, sin dejar de ser escribano.

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con 4 cañones de campaña y 2 artilleros, a los puntos de Sallent y altura de Santa Elena, acompañados del comandante de rentas Vicente Martínez, que llevaba otros 50 hombres. Palafox mandó a José Mor de Fuentes a organizar la defensa del partido y plaza de Benasque, como recuerda Lorenzo Calvo y Mateo.32 Según el propio Mor, parece que su misión no pasó de una primera toma de contacto con el problema. El 11 de julio de 1808 se dirigió a Huesca, recorrió el Pirineo, vio que en todas partes faltaba pólvora, tomó las medidas oportunas para remediarlo y se detuvo especialmente en Benasque y en Monzón, que también entraba en sus credenciales.33 En realidad, en Benasque fue el gobernador del castillo, Tomás Bellanger, marqués de Villora, auxiliado por José Ferraz y Marcial Doz, nombrados por la Junta, quien hizo lo que pudo. Sin fusiles ni artillería ni cananas, expusieron su situación, pero no se les pudo socorrer tan prestamente como era necesario. No obstante, reunieron 150 paisanos, con 80 fusiles y algunas escopetas, para defender la frontera, y otros tantos, casi sin armas, para guardar la villa y el castillo. Con esos 300 voluntarios, instruidos por Eustaquio Viand, que era ayudante mayor del castillo y fue elegido sargento mayor, se crearon tres compañías. Los pueblos en torno a Benasque nombraron comandante a Pedro José Ayaiz, que era cabo de ronda, es decir, de un cuerpo encargado de la represión del contrabando.34 Hicieron más: en Capella, cerca de Benabarre, había un carnicero francés establecido en el pueblo desde hacía catorce años, el cual tenía conocimientos de artillería por haber servido en este arma en Francia. Se le buscó y se le puso a adiestrar a los jóvenes.35 En las compañías de Barbastro habían entrado gentes de Chalamera, Ballobar, Ontiñena y Selgua; en las de Monzón, Binéfar y Fraga ingresaban los de Alcampell, Altorricón, Estopiñán y Baells, y aún hay que mencionar las que se formaron en Alcolea de Cinca, Benabarre y Benasque, ya citadas, Graus, Alquézar y Bielsa, que acabaron llamándose Tiradores de la Ribagorza.36 El gobernador militar y político de Huesca, el coronel de artillería Antonio Clavería y Portu,37 natural de San Sebastián, que ocupaba el cargo desde 1805, hizo publicar todas las órdenes que recibió, acaso porque su idea básica era la de que el mando no se discute.38 Fue prudente, sin embargo, en la cuestión de los impuestos

32. Calvo (1839: 4). 33. Cf. Mor de Fuentes (1981: 69), quien llegó a ser uno de los más grandes críticos de Palafox. Reconoce que contribuyó a su encumbramiento, pero, ya en noviembre de 1808, después de haber presenciado lo que llama el gradiluvio y todos los desbarros de Palafox en el primer sitio, le dijo a Martín de Garay «que si inmediatamente no se ponía otro Gefe en Aragón, el exterminio de aquel ejército y de todo el país era absolutamente inevitable». Véase también Mor de Fuentes (1810); se trata de un poema seguido de notas, todo sin numerar, pero las notas llevan título. La opinión sobre Palafox está en la titulada «Lejos mil veces el bisoño joven». 34. Guirao y Sorando (1995: 39). 35. Alcaide (1988: 23-24), García Marín (1988: 13-15) y Lafoz (1992: 71). 36. Buesa (2000: 271). 37. Para su biografía, cf. Gil Novales (2005: s. v.). 38. Cuatro bandos de Clavería, de marzo y abril de 1808, recoge Herminio Lafoz (2005a: 17-21).

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impopulares, sobre todo de aquellos que el pueblo creyó que habían sido suprimidos y ahora se querían volver a cobrar. El 26 de mayo de 1808 se refería en un oficio a un impuesto sobre el vino y a otro sobre los frutos no sujetos al diezmo, los dos muy odiados por la población, suprimidos de hecho, según se creía, al ver que no habían sido exigidos en el primer tercio del año. Escribía el gobernador: se han exasperado los ánimos de estos habitantes solo con correr la voz de que se iba a exigir el impuesto del vino, diciéndose públicamente que no se pagaría; esto y la fermentación que veo en el pueblo me han movido a no circular el reparto y estarme quieto pues [de] hacerlo no respondo de los resultados en la presente época en que a más de la agitación popular me consta la gran miseria de los pueblos.

La prudencia en este punto no le salvó. El 5 de junio de 1808 estallaron grandes disturbios en la ciudad, que culminaron por la noche con el asesinato del gobernador Clavería en circunstancias todavía hoy confusas. El populacho asaltó su vivienda y quemó enseres y papeles. Lo mataron algunos malévolos, dice un documento oficial de 1809. También se ha adelantado una vaga acusación de afrancesamiento. Pero acaso el motivo ocasional fue la determinación del gobernador de dar curso oficial a órdenes contradictorias, algunas favorables a los franceses, que le hicieron sospechoso. Conviene señalar también la presencia en Zaragoza de un grupo a la vez antipalafoxiano y antifrancés.39 En este contexto puede situarse la muerte de Clavería, pero es difícil aventurar nada. Palafox el 6 de junio encargó a Felipe Perena que acabase con los disturbios y se dedicase a la organización de los tercios de Huesca. Los ánimos se calmaron poco a poco, pero todavía el 18 de julio de 1808 escribía Perena a Palafox que en la ciudad seguía existiendo un corto número de revoltosos persuadidos de que la muerte del gobernador había sido una gran cosa y que además creían que contaba con la aprobación del propio Palafox. Frente a ellos se usó una política de conciliación, totalmente inadmisible según Perena, que era partidario de acabar con tantos rencores y caprichos quitándoles inmediatamente los trabucos, pistolas y cuchillos de los que alardeaban. La muerte de Clavería no fue la única violencia inesperada que se dio en Aragón en estos comienzos de la guerra de la Independencia. En Jaca, también en los primeros días de junio, fue asesinado Manuel Baquedano a título de traidor. Se conocen los nombres de dos de los asesinos: Escolástico Peñuelas, calificado de «hombre soberbio, audaz y mal intencionado», y Mariano de Gracia, «sujeto de ninguna obligación», los dos de la clase más baja del pueblo. Los crímenes se hubiesen multiplicado si las posibles víctimas no hubiesen huido de sus casas.40 Hechos semejantes se señalan en Borja (donde fue asesinado el corregidor Manuel Baquedano),41 Épila, Daroca, Alcañiz y otros

39. Serrano Montalvo (1958: 470). 40. Cf. Lafoz (1996: 62n y 83-86). 41. Ídem (1992: 92).

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puntos, en los que se aprecia, según Antonio Serrano Montalvo, «un incipiente síntoma de la lucha de clases, igualitaria y vengativa».42 Parece dibujarse una situación prerrevolucionaria, pero no se excluye el fenómeno de error en la persona, como tantas veces se dio en toda España en los primeros meses de la insurrección. En Fraga, tras mandar a Lérida a todos los solteros alistados, el 5 de junio fue asesinado Nicolás Catalán, escribano real del juzgado, por haber acompañado a su mesón a unos botigueros franceses transeúntes, que también fueron atropellados, uno de ellos gravemente herido, y llevados a las cárceles, sin orden alguna de la autoridad. Al día siguiente, 6 de junio, se produjo un tumulto y se vieron cuadrillas que asaltaban las casas de los franceses y las de aquellos españoles que se decía que los habían ocultado, los maltrataban y los llevaban a las cárceles. Los franceses clamaban porque temían una degollina general. Todavía el 27 de junio robaron muebles en las casas de los franceses Guillermo Carrera, Juan Tur y Juan Casterá, encendieron con los muebles una gran hoguera en la plaza y arrojaron a ella a Tur. La autoridad intervino, pero no logró impedir la muerte del desgraciado. El esfuerzo económico es grande. En él participa el clero oscense con dinero y con hombres. En el acta de la sesión del 3 de junio de 1808 del Cabildo de Huesca consta la propuesta del deán de concurrir con 400 000 reales de vellón en metálico para la formación de un ejército aragonés, los cuales se sacarán a partes iguales de los fondos de sacristía y de fábrica. Para el futuro, según lo exija la situación del país, se ofrecen también «las alhajas sagradas que no sean necesarias para lo indispensable del culto divino». El 10 de junio se informa que todos los sirvientes de la Iglesia han tomado las armas y se han marchado a Jaca. En días sucesivos de junio y julio llegan los agradecimientos de las autoridades de Zaragoza y el detalle de cómo se han distribuido esos fondos. Felipe Perena, el 12 de julio de 1808, habla de los ofrecimientos económicos que ha recibido de la Universidad Literaria de Huesca y del Cabildo, pero se queja de que los tercios oscenses carecen todavía de armas y municiones. Conviene retener la propuesta que hace Perena a Palafox de introducir en Francia panfletos y espías.43 Consta que ha recibido 100 000 reales. El 29 de julio de 1808 reconoce haber percibido 13 000, no sé si adicionales. Todavía en septiembre y octubre se constata el envío a Zaragoza de nuevas aportaciones, y el de 10 000 reales el 2 de diciembre. A finales de diciembre el Cabildo avisa de que no puede entregar nada más para la causa patriótica porque corre el riesgo de no poder mantener a su personal. Lo único que todavía queda es el trigo que se ha embargado en Almudévar, del cual el ejército podrá tomar lo necesario para las raciones que fuesen necesarias.44 Conocemos bastante bien la aportación del corregimiento de Barbastro al socorro de Zaragoza. En primer lugar trigo, que se recogía y se molía siempre antes de enviarlo a Zaragoza, porque en la capital preferían hacer el pan a base 42. Serrano Montalvo (1958: 483). 43. Guirao (1999: 57-58). 44. Navas (1915).

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de harina y no tener que moler el trigo antes. Al molino de Huerto acudían los pueblos de Selgua y Castejón, y al de Pertusa los pueblos de Berbegal, Ponzano, Laílla, Novales, Fornillos, Barbuñales, El Tormillo, Lagunarrota y Azara. El grano era transportado en caballerías a la zona de Villamayor y Leciñena. Se pagaba por estos bagajes 4 libras y 4 sueldos por arroba, aunque hubo oscilaciones en el precio. No solo se mandaba trigo. Se sabe que entre julio y septiembre de 1808 se envió a Zaragoza trigo, ordio, mixtura, centeno, judías, harina, garbanzos, avena y carraón en cantidades diversas, y dos gallinas, una ternera, un cordero, dos perniles de cerdo, sal, sábanas y aceite sin determinar y dinero líquido (206 libras, 43 sueldos y 7 dineros). La suma asciende a 355 reales de vellón y 50 duros de plata, todo a título de donativo. Este total es aproximado, porque en ocasiones no consta el pueblo donante y en otras no aparece la cantidad, e incluso hay pueblos que repiten el donativo dos o tres veces sin que conste el detalle de su aportación. En algunos sitios, por ejemplo en Abiego, se clasificó a los vecinos en tres categorías de pudientes, y únicamente a los jornaleros no se les exigió dádiva alguna. En Osso se formó una lista con los nombres de los que no habían querido concurrir al donativo. La entrega se hacía en almacenes predeterminados, según la distancia entre Zaragoza y los diferentes pueblos donantes. Además de las mercancías indicadas, en Sarsa de Surta se preparaban palos para la Marina Real, y en Barbastro, sillas de montar de Aragón, que se fabricaban en el taller de Joseu.45 El 8 de junio de 1808 se nombraba corregidor interino y alcalde mayor de Huesca a Mariano Lobera y Larrán, oidor de la Real Audiencia de Aragón, quien ya había ejercido el cargo de alcalde mayor de 1800 a 1807. El mismo día regresó de Zaragoza Joaquín María Palacios, comisionado nombrado para las Cortes aragonesas, quien vino a dar cuenta de que, a causa de las ocurrencias con los franceses, se habían suspendido las sesiones.46 Los otros representantes de Huesca en esas Cortes fueron el cuarto barón de Alcalá, Alejandro Naya y Ferrer, por el estamento de hijosdalgo, el obispo Joaquín Sánchez de Cutanda y el abad de Montearagón por el estado eclesiástico. Las circunstancias hicieron que el obispo no pudiese regresar de momento a Huesca y tuviese que permanecer en Zaragoza hasta el final del primer sitio. De Barbastro habían acudido Antonio Soldevilla y Francisco Romeo, hijosdalgo. En representación de las ciudades que tenían voto en Cortes, por Jaca, Francisco Pequera. El único dato que tenemos de Joaquín María Palacios es el de su nombramiento. En cambio, de Alejandro Naya y Ferrer, cuarto barón de Alcalá (1762-1841), sabemos algo más: perteneciente a una familia de relevancia social, el primer barón de Alcalá comprometió gravemente los intereses de su casa por su militancia austracista. El cuarto barón fue el primero que pudo restablecerlos plenamente. Representó a Huesca, como hemos visto, en las Cortes de 1808. Su carrera política fue muy sintomática: 45. Arcarazo y Lorén (1994: 45-47). 46. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, Ayuntamiento ordinario del 8 de junio de 1808.

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aceptó ser regidor primero de Huesca el 20 de septiembre de 1811, con los franceses, pero cesó en 1812. Firmó el decreto de la Diputación de Zaragoza de 8 de noviembre de 1813 en el que se recomendaba la pronta obediencia a los decretos de las Cortes, siguió de diputado provincial en 1814 y fue alcalde constitucional de Huesca entre 1820 y 1823, por lo que después fue perseguido y tuvo que retirarse a Azlor con toda su familia en 1824. Regresó a Huesca en 1825 y volvió a ocupar el puesto de decano del Ayuntamiento. Elegido procurador en Cortes en 1834, la enfermedad le obligó a renunciar y vivió retirado en adelante. El obispo Joaquín Sánchez de Cutanda (1745-1809), además de representante en las Cortes de 1808, fue miembro de la Junta de Aragón. Huyó a Fañanás cuando los franceses ocuparon Huesca y allí murió a los pocos días. No tengo datos sobre el abad de Montearagón, ni sobre Antonio Soldevilla y Francisco Pequera.47 Francisco Romeo aceptó colaborar con los franceses, quienes lo nombraron alcalde mayor interino de Barbastro el 23 de febrero de 1811. Los documentos de la asamblea llevan la fecha del 9 de junio, pero una nota advierte que no pudo reunirse la Junta Suprema de Aragón, nombrada por las Cortes, por haberse ausentado varios de sus individuos con motivo de la aproximación de los franceses. Uno de ellos, como hemos visto, fue Joaquín María Palacios. Los acuerdos de esas Cortes aragonesas fueron proclamar a Fernando VII, reconocer a José de Palafox como capitán general de Aragón y nombrar algunas comisiones. José Antonio Franquet, regidor de Tortosa, que se hallaba presente, se adhirió a lo acordado.48 Sin embargo, en lo que respecta a Palafox, según el testimonio de Ignacio Garciny y de Queralt, no hubo acuerdo, y el interesado tuvo que aplazar su propio nombramiento para una sesión ulterior, pero no hubo tal sesión. Palafox ejerció de capitán general sin tener el refrendo de las Cortes, aunque lo buscó.49 La cuestión es muy importante, tanto para Palafox como para el conjunto de la insurrección aragonesa. Garciny pudo decir la verdad o no decirla. De su biografía se desprenden muchos datos que le predisponen contra Palafox, pero no es fácil decidirse. Solo nuevas investigaciones podrán quizá resolver el problema.50 La figura de Palafox es una de las que más necesitan una revisión histórica en profundidad. «Presuntuoso y de inteligencia mediocre» son los calificativos que recibe en un libro moderno que trata de ser objetivo.51 Por todas partes había una gran agitación contra los franceses presentes en la región aragonesa, aunque no tuviesen nada que ver con las tropas invasoras. En Barbastro, ciudad donde reinaba un ambiente muy crispado, se creó una

47. Los recoge Lafoz (2005b), pero sin aportar nuevos datos. 48. Cf. Alcaide (1988: 275-277; el texto no está aquí completo, porque el autor remite a páginas anteriores); Toreno (1953: 75n-76n); el certificado de Lorenzo Calvo de Rozas del 9 de junio de 1808, en Calvo (1839: 41-48), y el «Acta de la sesión solemne celebrada por la Suprema Junta de las Cortes del Reino de Aragón, el día 8 de Junio de 1808», en Santiago (1909: 116-121). 49. Cf. Garciny (1811), cit. por Peiró (1985: 103). Este autor publica el acta de la sesión (pp. 109116), que coincide con la recogida por Lorenzo Calvo y Mateo. 50. Para la biografía de Garciny, cf. Gil Novales (2005). 51. Tranie y Carmigniani (1978: 41).

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Junta en los primeros días de junio de 1808 compuesta por el corregidor Andrés Santolaria, el Ayuntamiento y los canónigos, un cura principal, dos racioneros, todos los superiores de las religiones, cuatro caballeros nobles, dos abogados, dos comerciantes y dos labradores. El día 13 de junio de 1808, a la llegada del correo a Barbastro, se corrió la voz de que en Zaragoza habían sido apresados los franceses residentes en ella. Esto bastó para desencadenar un bullicio espontáneo encaminado a detener y ejecutar a los habitantes de origen francés, por creerse que estaban en connivencia con el ejército invasor. Se cogieron las cartas llegadas para Bernardo Soubiron, francés domiciliado en Barbastro, y fueron llevadas ante el corregidor como prueba de sedición. El corregidor les desengañó: solo eran diarios y la Gaceta, así que les pidió que se retirasen. No por ello cesó la agitación; aumentaron los gritos, se amenazaba con matar a todos los franceses, especialmente a Soubiron y a Simón Bordeta, al que se acusaba de haber envenenado la sal. Otros franceses tenían la administración de las bulas, el papel sellado, el excusado y el real noveno. La Junta hizo detener a 70 franceses, más para asegurarles la vida que porque fueran sospechosos. Muchos de ellos eran obreros estacionales que venían a trabajar en los molinos de aceite de la tierra baja. Hasta 50 se ofrecieron para luchar por la causa patriótica. Los amotinados fueron a casa del obispo, Agustín Abbad y Lasierra, porque en ella se habían refugiado las mujeres de los franceses ya detenidos. Esta puede ser la razón, pero acaso influyese también la significación progresista del prelado, uno de los más importantes valores culturales de la España de entonces. Habría que saber si los asaltantes del palacio episcopal eran conscientes de esta faceta de su obispo, el cual se hallaba protegido por un padre capuchino, lo que bastó para que los agresores soltasen algunas injurias, matasen a los perros y se fuesen. La intervención de las autoridades y de algunos eclesiásticos, y la presencia de patrullas armadas, evitaron que el tumulto derivase en muertes violentas, como ocurrió en otros sitios. Poco después de este suceso, probablemente a consecuencia del mismo, el obispo se ausentó de Barbastro y ya no volvió. El día 15 la Junta comunicó a Palafox lo ocurrido en Barbastro. Firmaron en la ocasión el corregidor Andrés Santolaria, Joaquín Andreu y Claver, Baltasar Samitier, el doctoral Joaquín Aznar y Mantón, el guardián de las capuchinas Gaspar de Bellestar, Juan Antonio Otto, Aguilón, el diputado Joaquín Torrente, Manuel Palacín, Pedro de Víu, Cristóbal Gracia, José Costa y Canales, el síndico Tomás Lolumo y Joaquín de Altaoja. El 3 de junio de 1808 Santolaria se había dirigido a Palafox pidiéndole un oficial para la fuerza de Barbastro, ya que el capitán José Sangenís, que estaba en Monzón, no había contestado todavía a su demanda. Por fin, después de mucho insistir, el capitán general nombró precisamente a Sangenís comandante militar del partido de Barbastro, con órdenes de arreglar las compañías de la ciudad y partido y de poner en estado de defensa la frontera.52

52. Cf. Guirao (2004b).

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La organización de la defensa aparece muy tempranamente en Barbastro, aunque siempre bajo las horcas caudinas de la precariedad de medios, falta de oficiales y carencia de fondos. La movilización se hizo un poco a la brava, lo que produjo en muchos pueblos la paralización de la vida administrativa y la indigencia de las familias. Hubo conciencia del problema e intentos de resolverlo. Protagonistas en esta cuestión fueron el corregidor Santolaria y, a partir del 12 de junio de 1808, José Sangenís. Los llamados tercios de Barbastro llegaron a contar con más de treinta compañías, a razón de 100 hombres cada una. Estas compañías se ocuparon de la frontera, especialmente de los puertos de Plan y Bielsa, donde los problemas de alojamiento y avituallamiento dieron lugar a conflictos con los vecinos. No faltaron tampoco las deserciones. Como se verá en seguida, escoltaron también un convoy en socorro de Zaragoza y ya en el segundo sitio formaron el batallón de los Pardos de Aragón. Tras la rendición de Zaragoza y la derrota de Leciñena, los que quedaban se integraron en los Voluntarios de Huesca. Cuando Sangenís se trasladó al Pirineo, Joaquín Andreu y Claver quedó en Barbastro organizando otras compañías, hasta un total de veinticuatro. Algunas de ellas fueron enviadas también a Sangenís como refuerzo. La primera de estas compañías fue la formada por los voluntarios de Chalamera, Ballobar y Ontiñena. A su frente se puso a Martín Panzano. Esta compañía estuvo un tiempo en el Pirineo y el 4 de agosto de 1808 fue enviada a Zaragoza. Selgua formó la llamada 5ª compañía con 37 hombres propios y algunos voluntarios de Barbastro. Esta fue también enviada a la defensa del Pirineo y posteriormente a la de Zaragoza. Sendas compañías se formaron en Baldellou, al mando de José Escola, en Palo (el 15 de junio) y en Alcolea de Cinca. Pedro Carpi, alcalde de Tamarite de Litera, formó cinco más el 18 de junio de 1808, las dos primeras formadas con voluntarios del propio Tamarite, mandadas por José Cabrera y Joaquín Carpi, respectivamente. La 3ª compañía, compuesta por hombres de Alcampell y Altorricón, fue puesta al mando de Agustín Purroy. Las compañías 4ª y 5ª fueron formadas con hombres de Estopiñán, Saganta, Pelegriñón, Rocafort, Camporrells y Baells. La Junta de Barbastro envió órdenes asimismo a los valles de Gistaín53 y Vio54 para que formasen compañías y las enviasen a Barbastro. Los alcaldes de Gistaín acordaron reunirse el 7 de junio para estudiar la situación. Presentes estuvieron los de Plan, San Juan de Plan, Sin, Serveto, Senés y Saravillo, quienes tomaron el acuerdo de escribir a Palafox para decirle que serían más útiles defendiendo los pasos fronterizos del puerto de Plan, como ya hicieron en la anterior guerra contra la Convención francesa.55 Comunicaban además al capitán general que

53. En el valle de Gistaín se hallan los pueblos de Gistaín, Plan, San Juan de Plan, Sin, Serveto, Saravillo, Senés y la aldea de Salinas (Madoz, 1845-1850). 54. En el valle de Vio se hallan los pueblos de Fanlo, que es la capital, la pardina de Blasco, Buisán, Buerba, Ceresuela, Yeba y Vio. Otros tres pueblos, Sercué, Nerín y Galisué, se consideran aldeas de Vio (ibídem). 55. Cf. sobre este punto Ferrer Benimeli (1965: esp. 199-207).

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desde el 3 de junio las justicias del valle habían puesto vigilancia en la frontera y habían revisado el estado de las barracas o casas que podrían servir de asilo a los combatientes y de observación del enemigo, del que se sabía que ya había metido tropas en el valle francés inmediato, desde donde podrían intentar robar ganado (la vieja cuestión del abigeato). Por otra parte, ya habían alistado 100 voluntarios, entre los que no se contaban los pastores, aunque iban armados. Solicitaban que todos los voluntarios se quedasen en los valles y que se les enviase algunos soldados más, pues el número de voluntarios era insuficiente, y un jefe, además de armas, municiones y víveres. Para dar más peso a su argumentación decían que, si se perdían los pasos fronterizos, el castillo de Benasque podría perderse también por su flanco derecho. Palafox atendió a sus razones y les envió a Sangenís. La Junta del Infanzonado del valle de Vio, reunida en Fanlo, escribió también a Palafox el 1 de junio de 1808 recordándole que en la última guerra, es decir, la de la Convención, sus naturales quedaron exentos del reclutamiento y se dedicaron a proteger los tres boquetes que existen en el puerto de Góriz. Presumían de conservar todavía los 100 fusiles, bayonetas y cananas que entonces recibieron. Palafox el 5 de junio reconoció el privilegio y envió 4000 cartuchos de bala. Se organizaron varias compañías a las órdenes del alcalde y comandante militar del valle de Vio, Rafael de Buerba, las cuales fueron destinadas a vigilar los pasos de Góriz, y se situaron en la Brecha de Rolando, Mondarruego y Añisclo, para desde allí controlar los movimientos franceses en Torla y Bielsa. Palafox había reclamado la presencia en Zaragoza del comandante del cantón de Bielsa, Joaquín Hernández, al que el 4 de junio de 1808 encargó la defensa de dicho cantón y la organización de compañías en los pueblos de Alquézar, Estadilla, Adahuesca, Radiquero, Boltaña y Graus. Para el 9 de junio Hernández había organizado ya siete compañías: una en Boltaña, dos en Alquézar, una en Graus, otra en Estadilla, otra en Adahuesca y la séptima en Radiquero. Esta última estaba al mando de Joaquín Ayerbe. El mismo Joaquín Hernández escribe a Palafox desde Aínsa el 12 de junio de 1808 para informarle de que los canónigos de Roda han puesto el dinero para las cuatro compañías que ya están en los puertos y para que sepa que dispone de otras cinco en los pueblos inmediatos a los cantones de Plan y Bielsa, las cuales están preparadas para actuar inmediatamente en caso de alarma. Rafael Ansoategui, gobernador del castillo de Monzón, recibió órdenes de Palafox para que lo pusiera en estado de defensa y formara compañías. Pero se daba la circunstancia de que Ansoategui había solicitado el traslado a Pamplona, que Murat le concedió el 15 de mayo de 1808, nombrándole al mismo tiempo teniente de rey en Pamplona y designando para sustituirle en Monzón a Felipe Serna, que era coronel agregado al Estado Mayor de Pamplona. El 20 de mayo Ansoategui recibió su nombramiento y el 31 entregó el mando interinamente al sargento mayor Salvador Campos, hasta la llegada de Serna. Palafox negó a Ansoategui el pasaporte para trasladarse a Pamplona porque esto equivaldría a ponerle a las órdenes del francés. Le ordenó que suspendiese el viaje y que con-

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tinuase en Monzón, con Campos como gobernador interino. Felipe Serna además había sido rechazado por el pueblo montisonense, que lo consideraba afrancesado. En vista de ello Campos el 3 de junio había escrito a Palafox para que le confirmase como gobernador interino, que es lo que este hizo, desconociendo uno y otro el superior derecho de Ansoategui. Campos inmediatamente organizó dos compañías en Monzón, a las órdenes respectivamente de los capitanes Antonio Pizarro y Francisco Zazurca. El 3 de junio de 1808 llegó a Monzón el ayudante Pío Ambrós, procedente de Zaragoza, quien venía para ayudar a Salvador Campos en el asunto de las compañías. Campos le explicó que ya tenía dos en Monzón y estaba preparando tres más en los pueblos, y que, aunque disponía de dos cañones de a 1, dos de a 8 y dos obuses, le faltaban artilleros (la palabra obús no tenía, ni tiene, solamente el sentido de bala, sino que era un arma intermedia entre el mortero y el cañón propiamente dicho). Ambrós quedó de jefe de las compañías y Campos de gobernador del castillo. En Binéfar se formó una compañía al mando de Ángel Ruata y otra con voluntarios de Fonz, mientras que en Binaced se formaron dos, una integrada por voluntarios de la localidad al mando del capitán José Escaned, y otra, con voluntarios de Binaced, Valcarca y Ripoll, a las órdenes del capitán Francisco Castel. Toda esta organización estaba muy bien en el papel, y aun era sorprendente, pero existía una gran confusión porque las compañías cambiaban con frecuencia su oficialidad, no tenían residencia fija, ya que unas veces eran enviadas a Zaragoza y otras al Pirineo, y toda clase de autoridades interferían en su normal desarrollo. Rafael Ansoategui había quedado sin destino, de lo que el 20 de junio de 1808 se quejó a Palafox. El 6 de julio este le repuso en el cargo de gobernador. Entonces fue Campos el que se molestó, por lo que el 8 de julio pidió ser destinado a Zaragoza.56 En Jaca, bajo la supervisión de Ignacio López Pascual y Francisco García Marín, el teniente coronel José María Crespo procedió a hacer el alistamiento, en la ciudad y su partido, mientras el teniente Francisco Camporredón organizaba la artillería. El 3 de junio de 1808 Palafox nombró comandante del Tercio de Alagón al capitán retirado José Tinoco, que vivía en Alagón, pero al día siguiente le designó gobernador militar y político de Jaca. Tomó posesión el día 8. El 15 de junio se dio por terminada la organización del Tercio de Jaca, el cual pasó por varios nombres hasta que finalmente se adoptó el de Tercio de Valientes Aragoneses del Partido de Jaca Defensores de la Patria. A él quedó agregada la compañía de Alagón, que se había creado en torno a Tinoco. Agustín Caminero se encargó del mando de la ciudadela el 22 de julio de 1808. De Jaca dependían Torla, Tena y Broto. Agustín Poblador, secretario del boquete de Torla, organizó una compañía de 100 hombres al mando de Melchor de Santamaría. Palafox en julio de 1808 nombró comandante militar del valle de

56. Guirao y Sorando (1995: 31-38).

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Tena a José María Verdes y Cabañas, bajo cuyo mando se organizaron varias compañías. En el valle de Broto se formó una compañía a las órdenes de Pedro Laguna, mientras que Jaime Gallán fue nombrado comandante de los paisanos del valle de Broto.57 Jaca era una especie de antemural de Zaragoza y Canfranc lo era de Jaca. Por eso tiene tanta importancia su defensa. De los pasos fronterizos en la zona del Pirineo central el de Canfranc era el más importante. Ya hemos visto a Fernando García Marín en la zona en junio de 1808. En la noche del 17 de junio el comandante francés, situado en Pau, le pidió una entrevista. García Marín dudó mucho antes de aceptarla, porque los ánimos estaban tan excitados que la aceptación podría ser mal interpretada. Aceptó, sin embargo, reunirse con el comandante francés, según le dijo, por cortesía, sin tener nada que pedirle y nada que exponerle en realidad, como confiesa en sus Memorias, porque quería conocer la situación de las fábricas de hierro colado de Urdos y las avanzadillas y proyectos del enemigo. Además no quería aparecer débil ante él. La entrevista tuvo lugar como estaba previsto. El francés hizo algunas proposiciones inadmisibles, cuyo contenido no conocemos y que, según supone Antonio Serrano Montalvo, podrían haber sido las de tratar de convencer a García Marín de la inutilidad de toda resistencia, y también, simplemente, una propuesta de soborno. Adelantó además el francés dos puntos muy concretos: que no se impidiese pastar en los puertos a los ganados de los pueblos vecinos que tenían el derecho o la costumbre de hacerlo y que por ambas partes se retirasen las tropas a seis u ocho leguas de la frontera, quedando neutral el país intermedio. Como si en esa zona no hubiese guerra. Lo que el francés no dice, pero es lo que le mueve, es que la medida mantendría la economía ganadera de la región y además se podría seguir abasteciendo de carne a las tropas, cada vez más importantes, situadas entre Burdeos y Bayona. García Marín rechazó las dos propuestas. Pretende en sus Memorias que el francés reconoció avergonzado que la política de Napoleón se basaba en una usurpación. De ello no hay más fuente que su propia afirmación, lo que la hace bastante improbable. De junio a octubre de 1808 realizó varias operaciones sobre el territorio enemigo. Las nieves impidieron todo movimiento después de octubre. El 10 de julio de 1808 se le nombró oficialmente jefe de la 1ª Compañía de Voluntarios de Jaca, creada el 15 de junio de 1808 y llamada más tarde 1er Tercio de Jaca. Cuando García Marín se hizo cargo de ella contaba con 700 hombres. A ellos se añadió el 1er Batallón de Voluntarios de Huesca, con unos 300 hombres, que había fundado Pedro Ena. Estos soldados carecían completamente de experiencia y preparación militar, pero hay que reconocer que sus jefes, en las difíciles circunstancias de la frontera, supieron sacar de ellos mucho partido. Aunque no se refiere concretamente a este punto, conviene citar aquí la opinión de un testigo, miembro del ejército sitiador de Zaragoza, con vocación de hispanista:

57. Ibídem, pp. 25-26.

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Los aragoneses, sobre todo los que habitan cerca de los Pirineos, casi todos contrabandistas, tiran muy bien, son muy ágiles y están habituados a una vida errante y penosa; estos hombres se convierten pronto en soldados. Hacia Valencia el pueblo tiene menos energía.

Emite esta opinión porque se les ha informado de que se preparan levantamientos patrióticos en todo Aragón.58 Las tropas francesas, situadas al otro lado del Pirineo, eran superiores en número y en veteranía. Los españoles situaron en Oloron a dos agentes de su nacionalidad y un espía francés, encargados de recoger, en una línea desde Burdeos a Toulouse, toda clase de noticias y de periódicos, que se enviaban al cuartel general de Palafox. Además se creó un sistema de escuchas, que se introducían diariamente en el territorio enemigo para avisar de sus posibles movimientos. Las tropas francesas se apoyaban en el Somport, y contaban con una posición avanzada en Peyranera. El abigeato va a resultar muy importante en esta zona geográfica, como en otras. El 29 de junio de 1808, antes de que los franceses retirasen sus ganados de la zona fronteriza, 150 hombres, partiendo de la venta de San Andrés y rebasando la venta de Peyranera, se apoderaron de 2000 cabezas de ganado lanar y caballar, junto con 350 arrobas de lana, e hicieron prisioneros a los pastores, previamente armados por el mando francés. Este botín fue enviado a la intendencia militar de Jaca. Al éxito contribuyeron también los alcaldes del valle de Gistaín, que habían tomado medidas para la defensa del puerto de Plan.59 Para el 15 de agosto, con motivo del cumpleaños de Napoleón, los franceses preparaban un golpe de mano contra dos cañones y dos obuses españoles situados en la posición llamada la Espelunca. Funcionó admirablemente el sistema de espías de Oloron, por lo que García Marín, advertido, pudo diseñar una gran operación militar (grande en pequeño, diría yo) que hizo huir a los imperiales hasta Urdos. Otra acción, de la que no se da fecha precisa, consistió en la destrucción de las instalaciones de esta localidad. García Marín preparó bien el ataque: dos horas antes del amanecer se situó en el Somport, habiendo previamente dividido su fuerza en dos grupos, uno de apoyo y otro de ataque. Rebasó Peyranera y llegó a Urdos, cuya guarnición, compuesta por 30 hombres, huyó. García Marín incendió cinco almacenes, demolió o voló los demás edificios, así como la maquinaria y los canales de fundición,60 e hizo algunos prisioneros, a los que llevó a territorio español. Entre estos se contaba la mujer del director de la factoría, a la que cuando todo acabó dio libertad, y la escoltó para mayor seguridad, como si se tratase de un romance morisco. El botín no fue tan poético, pero sí importante: herramientas, ollas de campaña y varios quintales de hierro y cobre, fundidos en barras, que fueron enviados a la maestranza de artillería. El paso de la fron-

58. Daudevard (1908: 29 y n.). Aunque aquí aparece con v, el apellido correcto de este autor parece ser Daudebard. 59. Buesa (2000: 271). 60. La hazaña se cuenta también en la Gaceta de Zaragoza, 91, 1 de noviembre de 1808.

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tera al volver no fue fácil, debido al hostigamiento de los franceses, que ya se habían percatado del atrevimiento español. Otra acción, antes de que García Marín fuese requerido en Zaragoza, consistió en la destrucción de la venta de Peyranera, el punto más avanzado de los enemigos.61 La Gaceta de Zaragoza menciona unos ataques franceses en Canfranc, que habrían tenido lugar el 5 de septiembre de 1808, y una relación de la proclamación de Fernando VII en Ayerbe, el 4 de septiembre de 1808.62 También la comarca de las Cinco Villas había comenzado a ponerse en estado de defensa. A ella pertenecían entonces los pueblos de Sos, Ejea de los Caballeros, Tauste, Uncastillo, Sádaba, Echo y Ansó. Se creó la Junta Corregimental, cuyo secretario fue Mariano Salvo y vocal el corregidor interino Vicente Bardají. De Zaragoza llegó la orden de formar en Sos un tercio, que sería llamado precisamente de las Cinco Villas. Un suceso, uno de los puntos más oscuros del capitán general Palafox, vino a perturbarlo todo. Gobernador de las Cinco Villas y encargado de la organización del tercio era Rafael Pesino Pesino, antiguo profesor de la Academia de Artillería de Segovia, y como tal hombre de ciencia a la vez que militar. Bajo una vaga acusación de afrancesamiento, fue arcabuceado el 26 de julio de 1808. Luis Villava, conocido crítico de las actuaciones de Palafox, califica a Pesino de «Jefe digno y acreditado que en nada delinquió». En 1817, a solicitud de los hijos de este, se buscó el proceso, pero no apareció. Nadie sabe quién intervino en la causa; los supuestos jueces negaron haber tenido nada que ver con ella. Palafox recordaba que firmó la sentencia de muerte conformándose con lo que se le presentaba, pero sin poder saber en qué se basaba. Acaso haber estudiado a Newton se tomó como traición.63 Vicente Bardají continuó con las tareas de organización de los voluntarios, y con ellos y los 200 hombres que había logrado reunir para el tercio pensaba interceptar las correrías que hicieran los franceses, o que ya estaban haciendo, a base de pequeñas partidas. El 4 de julio de 1808 ordenó al capitán Francisco González que interceptase un convoy francés de bombas que marchaba de Pamplona a Zaragoza, pero inexplicablemente la partida pasó sin ser molestada. González regresó a Sos y fue enviado a Zaragoza. Vicente Bardají se quedó en Sos con 6 jinetes y 40 soldados del batallón ligero de Tarragona, uno de ellos el capitán José Chacón, que en 1809 se pasaría al enemigo. Poco se podía hacer con tan exigua tropa, por lo que Bardají decidió dedicarse a la recolección de la cosecha. Palafox le convenció para que siguiera, pero se llevó a sus hombres a Zaragoza. Ya en junio, Bardají se unió con Andrés Eguaguirre, siempre con la misión de interceptar los convoyes de bombas que de Pamplona pasaban a Zaragoza. Su historia inmediata corresponde a Navarra, con escaso éxito, porque no hubo entendimiento entre los jefes. Los franceses atacaron Sos en repetidas ocasiones, pero fueron rechazados, la última vez el 23 de julio de 1808.64

61. 62. 63. 64.

Serrano Montalvo (1954). Gaceta de Zaragoza, 79, 20 de septiembre de 1808, pp. 763-769. Cf. la voz correspondiente en mi Diccionario biográfico aragonés (Gil Novales, 2005). Guirao (2007: 77-80).

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Siguiendo las instrucciones de Palafox, el Ayuntamiento de Ejea acordó el alistamiento y la confección de escarapelas el 2 de junio de 1808. Al día siguiente por la noche ya tenía 250 hombres, de ellos 142 voluntarios y 108 forzosos. El Concejo de Tauste, cuyo alcalde era José Clesa, formó tres compañías. Las dos primeras estuvieron a las órdenes del teniente del Regimiento de Voluntarios del Estado Juan Mediavilla, huido de Madrid, y la tercera fue mandada por el sargento de guardias españolas Bernardino Ruiz.65 El alcalde corregidor de Benabarre comenzó el alistamiento en el partido por compañías, primero los solteros y después los casados. El 13 de junio de 1808 Palafox nombró comandante de armas de Benabarre a Ramón Garcés, quien prosiguió la tarea. De esta manera se organizaron seis compañías: dos en Benabarre mismo, al mando de Marcos Antonio Zaidín y Antonio Castillón; una en Tolva, que se distinguiría en Zaragoza; otra en Peralta de la Sal, que durante todo el verano de 1808 estuvo en Benasque, y otras dos compañías en Arén. El alcalde de este pueblo, Manuel Escala, realizó el alistamiento el 17 de junio de 1808 y armó a los 200 voluntarios que se presentaron con 300 fusiles que conservaba desde la guerra anterior, es decir, la de 1793, y aún le sobraron 105. Ramón Garcés le pidió que se los entregara, pero Escala se negó, alegando que quería armar incluso a los menores de edad. Palafox le dio la razón.66 Fraga había comenzado sus preparaciones cuando el 5 de junio de 1808 recibió un oficio de la Junta de Lérida en el que se pedía urgentemente ayuda, pues venía una fuerza francesa con el objetivo de conquistar Fraga, Lérida y Zaragoza. En la noche del 6 salieron todos los mozos solteros alistados, al mando de Domingo María Barrafón Viñals de Foix y Pérez, personaje que llegó a los más altos destinos en un sentido absolutista moderado.67 Al llegar a Alcarraz fueron avisados de que Lérida estaba ya a salvo, pues la columna francesa que la amenazaba había sido derrotada en el Bruch. En ausencia de Barrafón se detuvo a todos los ciudadanos franceses presentes en Fraga. Se encomendó la instrucción de los voluntarios al teniente de caballería retirado Raimundo Fitzgerald. Y se dio aviso a Mequinenza, para que no se descuidase. Allí, justamente en la confluencia del Ebro y del Segre, existía un castillo considerado inexpugnable.68 Su gobernador era Pedro Navarro, que se hallaba enfermo en los primeros días de la insurrección, no obstante lo cual el 7 de junio se ofreció a Palafox y volvió a escribirle el 16 para señalarle las excepcionales condiciones defensivas de la fortaleza, que había sido visitada todos los años por un ingeniero con el fin de reparar lo que hiciese falta en la estructura material. Sin embargo, Navarro avisaba de que el 65. Guirao y Sorando (1995: 20). 66. Ibídem, p. 39. 67. Cf. Labara (1994) y Gil Novales (2005). 68. Sobre Mequinenza Manuel Isidoro Ased Villagrasa publicó un ensayo geográfico-histórico, en la Gaceta Nacional de Zaragoza, 54, 14 de junio de 1810. Al tratarse de un afrancesado, no ha tenido mucha difusión. Cf. Gil Novales (2005: s. v.). Una buena descripción del castillo en Madoz (18451850: s. v. Mequinenza). En su tiempo el castillo presentaba un estado miserable. Véase también Priego (1972-1981: IV, 163-164).

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castillo carecía completamente de cañones, fusiles, pólvora y pertrechos de guerra, pues todo se había enviado a Tortosa hacía algunos años. También en Bujaraloz se tomaron medidas defensivas, entre ellas la detención de 45 franceses el 3 de junio, y otros 8 el 7, que al parecer huían de Zaragoza. El 11 de junio de 1808 Palafox ordenó a la Compañía de Tiradores Voluntarios Aragoneses, creada y mandada por Gregorio Reinoso, que se uniese a la fuerza del teniente coronel Tomás Riaño para guardar los pasos del Ebro desde El Burgo hasta Pina. Pero, como solo había unos diez o doce tiradores, se les unió una partida de 33 suizos al mando de Adrián Walker. La compañía estuvo en los vados hasta julio de 1809, fecha en la que pasó a Zaragoza; después del primer sitio fue disuelta y gran parte de sus componentes se integraron en el batallón de Doyle.69 Según las previsiones de Felipe Perena los tercios de Huesca el 12 de julio de 1808 se hallaban distribuidos así: 1er tercio: la 1ª compañía en Biescas, la 2ª en Torla y de la 3ª a la 10ª en Sallent de Gállego; 2º tercio: 1ª compañía en Santa Cilia de Jaca, la 2ª en Jaca, la 3ª en Sallent de Gállego y de la 4ª a la 10ª también en Jaca; 3er tercio: la 1ª compañía en Torla, la 2ª en Bolea y las demás en fase de organización en Huesca. Jerónimo Rocatallada comunicó a Palafox el 12 de julio de 1808 que en Echo y Ansó había entre 60 y 80 franceses que solían acudir todos los años en el mes de mayo para trabajar en la elaboración del queso tradicional de estos valles y retornaban a Francia hacia el 16 o el 17 de julio. Las justicias preguntaron si debían encaminarlos por Navarra, ya que por Aragón no resultaba posible, o era preferible que se quedasen, con los consiguientes riesgos.70 Rocatallada se negó a enviar refuerzos a Sos porque, decía, había peligro en la frontera. Sea por esto o por otras razones, empezaron a aparecer anónimos contra él y contra el comandante de Echo. Palafox destituyó a Rocatallada y nombró en su lugar a Domingo Brun, Chandón, quien muy pronto se convertiría en un famoso guerrillero afrancesado.71 Rocatallada asimismo reconocerá a José I. Por propuesta de Felipe Perena Casayús,72 hecha el 16 de julio de 1808, se constituyó en Huesca una Junta de Gobierno, aprobada por el Ayuntamiento el 18. Individuos natos de ella eran el alcalde mayor, Mariano Lobera y Larrán, como corregidor interino y cabeza del pueblo y partido, el teniente coronel Felipe Perena, con la calidad de comandante actual de armas de la ciudad, y el síndico prior, el general José Bueno. Los demás vocales de eran Vicente Diago, regidor representante del Ayuntamiento, un canónigo por el Cabildo, que no llegó a nombrarse, el capellán Vicente Avellana por las parroquias, Rais, rector de los

69. Guirao y Sorando (1995: 41-43). 70. Arcarazo y Lorén (1994: 25-44). Lafoz (1996: 85- 87). 71. Guirao (2007: 80-81). 72. La biografía de Perena puede verse en Mayor Biel (1911 y 1915). Soliván de Acosta (1993: 19-24) reproduce la respuesta de 1820 al manifiesto de los cursantes de la Universidad de Huesca). Véase también Guirao (1999).

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agustinos, por las comunidades religiosas, el caballero José Latre, el labrador Vicente Ponzán y el comerciante Manuel Guillén. Aparte de lo que se dirá de Lobera, Perena y Avellana, carezco de datos de los demás, excepto de Vicente Diago, quien el 4 de septiembre de 1823 fue uno de los firmantes del manifiesto contra la idea de establecer cámaras en España en lugar del sistema de cámara única, que era el de la Constitución de Cádiz. No es de este lugar contar la historia de los Sitios de Zaragoza,73 aunque sí la participación oscense en ellos. El 19 de junio de 1808 llegó a Zaragoza el monje cisterciense del Monasterio de Piedra fray Teobaldo Rodríguez Gallego, que venía a título de reclutador y comandante honorario del Regimiento de Infantería Fernando VII. Se halló en el primer sitio de Zaragoza y en las operaciones de Navarra como segundo de Perena. Este había preparado en Huesca 3000 hombres, con los que, llamado por Palafox, el 29 de julio de 1808 se dirigió a la capital. Creo importante señalar que Perena, ya en la guerra de 1793, había organizado y sostenido a sus expensas una partida de 220 hombres, conocida por el nombre de Voluntarios de Perena.74 Conviene advertir que para un militar profesional como era el general Foy, soldados eran los llegados a Zaragoza procedentes de Cataluña, mientras que los de Huesca eran «une foule de paysans armés».75 No obstante, si hemos de creer a Napier, Napoleón con todo su poderío se mostraba temeroso de dar pasos equivocados ante un ejército de campesinos; pero los dio.76 No obstante, a la altura de julio de 1808, antes de la batalla de Bailén, la impresión oficial francesa, y la del propio Napoleón, era la de que se estaba ganando la contienda: solo había que cumplir ciertas normas. Esto es lo que se desprende de algunos documentos franceses dictados por Napoleón, firmados por el general Bertrand y encontrados en el equipaje del rey José en la batalla de Vitoria. Los publica Napier en apéndice. Destaca en ellos, junto al conocimiento detallado, el espíritu engreído, al que a través de los siglos se podría contestar con aquello de «plus grande sera la chute». Recogeré aquí solamente un par de puntos que tienen que ver con el Alto Aragón. Unas Observations addressées au général Savary sur les affaires d’Espagne, del 13 de julio de 1808, terminan con estas palabras: En cuanto a la división del general Verdier ante Zaragoza, ha cumplido tres cuartos de la misión que se le encomendó. Ha desorganizado a todos los aragoneses, a los que ha descorazonado, los ha reducido a defender las casas de su capital, ha sometido todos sus alrededores, ha puesto sitio a la ciudad, de la que se apoderará sin que el esfuerzo sea demasiado costoso. He aquí el espíritu de la guerra de España.

73. Cf. algunos libros recientes: Guirao (2004a y 2005b) y Lafoz (2005a y 2006). 74. Mayor Biel(1915: 58). Guirao (1999: 28). 75. Foy (1829: IV, 298). Para uno de los adoradores de Wellington, como W. H. Maxwell, solo el ejército inglés merecía su nombre. El español apenas era algo más que peasantry. Cf. Maxwell (s. a. [c. 1850]: 59). Este autor considera que uno de los motivos del fracaso final de España en esta guerra lo tuvo la reunión de las Cortes (ibídem, p. 61). 76. Cf. Napier (1853: I, 38).

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Retrato anónimo de Felipe Perena (Museo de Huesca).

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En una Note pour le roi d’Espagne (Bayona, julio de 1808), dictada por Napoleón, encontramos los mismos elogios a Verdier y esta observación final: Aparte de Zaragoza, los rebeldes ocupan la ciudad de Jaca y varios puentes en los valles. En todas las salidas de estos valles hacia Francia hay un general de brigada con una columna móvil. Habrá que esperar la toma de Zaragoza para entrar en esos valles, tanto desde Francia como desde España. En general, el espíritu de los valles es bueno; pero hay en ellos algunas tropas de contrabandistas, a las que los rebeldes han dado cierta formación, y molestan a los habitantes.

Más adelante se repite lo mismo: Aragón sometido, con solo dos batallones, ocho o diez mil insurgentes han sido destruidos o dispersados. En cuanto caiga Zaragoza, todo Aragón quedará tranquilo. «Hará falta sin embargo una parte de las tropas para mantener la provincia; una pequeña parte podrá ayudar a la sumisión de Cataluña». En otra Note sur la position actuelle de l’armée en Espagne (Bayona, 21 de julio de 1808, pero antes de conocerse la noticia de Bailén), se vuelve a elogiar al general Verdier, quien cuenta actualmente con unos 15 000 hombres, dos tercios de los cuales quedarán disponibles en cuanto Zaragoza caiga.77 Se ha acusado a Napoleón, con razón, de no haberse dado cuenta de la importancia del sentimiento nacional en España, como más tarde en Alemania. Creía que ante su prestigio y sus recursos todo el mundo se inclinaría.78 Tanta era la fama de sus tropas, después de una serie de grandes batallas, que Taine llegó a pensar que estaban penetradas por un espíritu de grandeza semejante al de España en el siglo XVI (supongo que se refiere a la conquista de América), al de Europa en tiempo de las Cruzadas o al de Arabia cuando apareció Mahoma.79 El 4 de agosto de 1808 los franceses penetraron en Zaragoza y estuvieron a punto de conquistarla definitivamente, pero debido a las circunstancias nacionales no se produjo en esta ocasión la rendición. Palafox tuvo que salir de la ciudad para buscar ayuda, mero pretexto en opinión de Napier, quien insiste en la ignorancia de aquel en cuanto militar profesional. Coincide en cambio Napier con los textos napoleónicos citados más arriba en elogio de Verdier, quien fue capaz de continuar el sitio de Zaragoza y de acabar con la insurrección en Lérida, Barbastro, Tudela, Jaca y Calatayud sin más apoyo que el que pudiera haberle prestado la guarnición de Pamplona.80 Sea como sea, Palafox quería volver a entrar en Zaragoza para levantar los ánimos del vecindario, por lo que el 5 ordenó a Perena que se trasladase a Villanueva de Gállego con 900 hombres y dos cañones de a 4, los artilleros y las municiones correspondientes. Estas tropas se situaron en las alturas de Villamayor. El propósito era lograr el nuevo aprovisionamiento de Zaragoza, para lo que se contaba con un grueso convoy enviado por Barbastro: 100 carros y 600 caballerías 77. Napier (1853: I, 433-446). 78. Taine (1901: IX, 53). 79. Taine (1901: X, 190). 80. Napier (1853: I, 43).

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mayores, con víveres y municiones, y 2000 hombres de escolta. En la operación había participado fray Teobaldo Rodríguez, comisionado por Palafox, quien lo nombró comandante del Tercio de Barbastro. Para evitar una sorpresa del enemigo el propio Palafox salió a recibir el convoy, con el que volvió a entrar en la ciudad el 8 de agosto de 1808. El batallón de Perena se había situado el 6 de agosto de 1808 en el Arrabal81 y el 7 el convoy de socorro llegó a Villamayor. El mismo día Pedro Villacampa fue nombrado sargento mayor del 1er Tercio de Huesca, después de participar en la operación con las tropas procedentes de Barbastro.82 El 10 Perena se hallaba en las alturas de San Gregorio.83 Luego se trasladó a Escuer, donde estuvo hasta el final del sitio. Tan importante fue el socorro barbastrense que a partir de entonces se consideró que Zaragoza se había salvado. Efectivamente, el primer sitio terminó el 14 de agosto de 1808, en virtud de la orden de retirarse que había recibido Lefebvre. Palafox pidió a las autoridades de Barbastro que organizasen un batallón, lo que hicieron con las compañías de voluntarios que defendían Plan y Bielsa, y con jóvenes del propio Barbastro. Al batallón se le dio el nombre de Pardos de Aragón.84 El 27 de agosto de 1808 se proclamó solemnemente en Huesca a Fernando VII, según acuerdo que se había tomado el día 2. Hubo tres tablados y una procesión cívica con el pendón real por las calles de la ciudad. Unos días después, el 4 de septiembre, Ayerbe proclamó también a Fernando VII, según la Gaceta de Zaragoza.85 Al retirarse los franceses de Zaragoza cayeron de improviso en Zuera sobre las tropas de Perena y las derrotaron. Los Pardos de Aragón, advertidos, pudieron evitar la derrota internándose en la sierra de Alcubierre. Después la mayoría de ellos pasó a Cataluña para continuar allí la lucha.86 A comienzos de septiembre Palafox nombró gobernador militar y jefe político interino de Huesca al coronel Jerónimo de Torres Jimeno, que se distinguiría, lo mismo que su hermano mayor Antonio, en los Sitios de Zaragoza, y los dos serían llevados prisioneros a Francia. Sin que tenga nada que ver específicamente con su nombre, en el Alto Aragón se empieza a notar la gravedad de la situación económica. El 5 de septiembre de 1808 se celebró en Huesca un Ayuntamiento extraordinario en el que se habló de la escasez de vino y de la falta de tabernas en la ciudad. No era el vino artículo de lujo, sino de primera necesidad, y más en el contexto de la guerra. Había que acudir con donativos, préstamos o impuestos extraordinarios a socorrer a los ejércitos en campaña, lo que, repitiéndose una vez tras otra, acabaría arruinando completamente a la ciudad. El 16 de septiembre, si no estoy equivocado, llegó la primera orden de este tipo: el intendente exigía la donación de cuantas camisas fuera posible, porque los soldados están desnu-

81. Cit. por Faustino Casamayor en su Diario (cf. Casamayor, 1908: 124). 82. Baso (1959). Guirao (1999: 66-67 y 2005a: 24). 83. Torres-Solanot (1996: 71). Casamayor (1908: 133). 84. Casasnovas (1915). 85. Gaceta de Zaragoza, 79, 20 de septiembre de 1808, pp. 763-769. 86. Casasnovas (1915: 146).

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dos. El depositario de propios, Juan Azlor, se encargó del asunto. Cinco días después, el 21, se recibió la orden de acopiar, por el momento, 5000 cántaros de vino con destino al ejército de Navarra. El día 27 se tomó el acuerdo de exigir una contribución especial a favor de los tercios de Perena, en la que debían participar todos los partidos comarcales. La cantidad ascendía a 478 500 reales de vellón. El Ayuntamiento de Huesca protestó, dada la situación de penuria que padecían tanto la ciudad como su partido. El 7 de octubre se aclaró que el socorro de las tropas del partido de Huesca debía repartirse entre todos los vecinos.87 En este mismo mes de octubre de 1808 volvió a abrir sus puertas la Universidad Sertoriana, a pesar de que la mayor parte de sus alumnos se habían inscrito en los tercios de voluntarios, en los que han formado el llamado Batallón Literario de Huesca.88 La guerra estaba ocasionando un trasvase de poblaciones del que tenemos algunas referencias concretas. El 10 de agosto de 1808 apunta Casamayor que el pueblo de Zaragoza había disminuido bastante, porque muchos habitantes, sobre todo aquellos que vieron sus casas ocupadas por el enemigo, se habían ido marchando poco a poco a Huesca y Alcañiz.89 Poco después, el 19, indica que, ante la destrucción del convento de Capuchinas,90 las religiosas habían sido trasladadas a Huesca.91 Él mismo, el 29 de noviembre de 1808, cita la orden de trasladar a Monzón a todos los presos de las reales cárceles, sin más excepción que el conde de Fuentes y dos más.92 La caída de Zaragoza produjo naturalmente la huida de quienes pudieron escapar. Es difícil saber cuántos pasaron al Alto Aragón, algunos meramente de paso, como se cuenta de la condesa de Bureta, que pasó por las tierras oscenses camino de Cádiz.93 A mediados de 1811, tras la caída de Tarragona en manos francesas, Suchet calculaba que unos 2800 combatientes catalanes habían huido al Alto Aragón. Algunos vendían sus armas para comprar alimentos y otros, una vez desarmados, fueron arrestados. Los hubo también que en cuanto pudieron regresaron a Cataluña, aunque las terribles condiciones del éxodo hicieron que la muerte se cebase en ellos. Pero también se sabe que muchos se incorporaron a las partidas guerrilleras, sin que sirvieran de nada los decretos de los ocupantes prohibiendo estas prácticas. Concretamente, en el caso de los catalanes, se sabe que entraron en la partida de Espoz y Mina y en otras del norte de Aragón.94 Mientras tanto había proseguido el proceso político español con la instauración de la Junta Central en Aranjuez el 25 de septiembre de 1808, proceso en el

87. Archivo del Ayuntamiento de Huesca, Actas Municipales, en los días indicados. 88. Guirao (1999: 67-68). 89. Casamayor (1908: 134). 90. Al pequeño convento de Capuchinas se refiere Belmas (2003: 97). 91. Casamayor (1908: 152). 92. Ibídem, pp. 166-167. La suerte que pudiera tocar al conde de Fuentes preocupaba extraordinariamente a Junot, de quien era amigo íntimo. Palafox lo protegía, pero los avatares de la guerra podían serle fatales. Cf. Abrantès (s. a.: II, 158-159). 93. Mora (1945: 240-241). 94. Alexander (1985: 98).

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que muy poco participó el Alto Aragón, a no ser a través de las actividades de la Junta de Aragón y parte de Castilla, que así se llamaba, y los representantes nombrados para el conjunto de Aragón y para la misma Junta Central. Naturalmente, las consecuencias se dejarían notar en todo el territorio. Contrasta con esta realidad el hecho de que el mito de la legislación antigua de Aragón fuese ampliamente utilizado como alegato ideológico para la nueva Constitución, la de Cádiz de 1812.95 El 26 de agosto de 1808 Palafox había nombrado como representantes de Aragón en la Central al conde de Sástago (Vicente Fernández de CórdobaAlagón y Glimes de Brabante), al brigadier Francisco Palafox y al intendente Calvo de Rozas. Pero, como solo podían ir dos, optó el 5 de septiembre por quitar al primero, al que destinó a la Junta de Aragón, que presidía Valentín Solanot. A pesar de que Palafox trató de dorar la píldora a su primo Sástago, la reacción de este fue en primer lugar no obedecer y atacar en carta privada del 9 de septiembre al intendente, con el argumento de que Dn. Lorenzo Calvo no tendrá voto en ella [en la Junta Central], por no ser sujeto de las calidades que se requieren para Diputado de una Junta a la que concurren las Primeras Personas de la Grandeza; y que estas no podrán mirar con indiferencia la preferencia que V. E. quiere darle, sin embargo de la diferencia que hay de uno a otro, cosa que no se oculta a los ojos del Público.

Es decir, defendía una posición de casta. Bajo la firma Primo Pepe, Palafox contestó, sin fecha, argumentando la competencia probada de Lorenzo Calvo y las pasadas confianzas de Sástago con Godoy y con el Gobierno anterior. Sástago replicó el 14 de septiembre con un oficio en el que presentaba su dimisión como vocal de la Central, no sin lanzar un nuevo dardo «a la intimidad de Calvo con [Pedro] Lapuyade y Cabarrús de que soy testigo». Intimidad, naturalmente, antes de que estos se afrancesasen. Comenzó así una larga lucha que iría creciendo con el tiempo: Calvo de Rozas por la eficacia y la democracia; sus enemigos por el privilegio.96 El 8 de octubre de 1808 el Ayuntamiento de Huesca plantea la primera reivindicación de orden económico, primera en el tiempo, hecha en nombre de todos los pueblos de su partido. En carta de esa fecha, dirigida al gobernador,97 se refiere a la orden del mismo del 29 de septiembre de 1808, idéntica a la que se mandó al gobernador de Jaca, para que cada partido apronte por repartimiento las raciones que se indican para el mantenimiento de los tercios que guarnecen el Pirineo. Al partido de Huesca le corresponden 1300 hombres, y su importe en raciones para los cuatro primeros meses asciende a 478 500 reales de vellón, de

95. Cf. Dufour (1989: 123). Sobre el tema, cf. Gil Novales (2008a: LIII-LXV). 96. Cf. Longás (1912: 3-14). En este libro se publican también los documentos referentes a la Junta Superior de Aragón, 2 de octubre de 1809 – 9 de mayo de 1810, pp. 140-234. Lafoz (2007) prolonga la investigación hasta 1813. 97. Desde el 4 de septiembre ejercía el cargo Jerónimo Torres.

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los cuales a la ciudad de Huesca le tocan 104 472 reales y 17 maravedíes. Se ordena al mismo tiempo el ingreso inmediato. El Ayuntamiento, que todavía no ha terminado de cobrar la contribución ordinaria de todo el año, hace saber que le es totalmente imposible. Los pueblos han manifestado siempre el mayor entusiasmo en el amor por el rey y por la patria, todos los habitantes capacitados para ello se han presentado a tomar las armas, «han sufrido «privaciones, subidas de jornales y de precios de comestibles en un año de sequía y falta de cosechas» y han aprontado solo en Huesca por donativo voluntario más de 400 cahíces de trigo y otros granos, y también camisas y otras especies, «al mismo tiempo en que se ven en los mayores apuros para afrontar la contribución ordinaria e importes de la sal y bulas». Por ello el Ayuntamiento cree que es mucho mejor solicitar las aportaciones voluntarias de los vecinos que imponer una contribución especial forzosa. Si no se hace así, menguará el espíritu público, con grave riesgo para los intereses también públicos. Recuerda todavía que «los pueblos ya en esta época se ven reducidos a la mayor miseria y apenas se encontrará uno que otro vecino que, hecha la sementera, pueda comer con su cosecha».98 Terminado el primer sitio de Zaragoza, la Junta de Gobierno de Huesca hace balance de los efectos enviados a la capital, según los recibos que se indican y sus fechas, todas entre el 8 de agosto y el 22 de septiembre de 1808. Lo que se remite es trigo y harina, preponderantemente, y también judías, arroz y tocino. Copiaré aquí tan solo el montante en dinero: 2409 reales de vellón y 14 maravedíes, 2007 reales y 28 maravedíes, 2409 reales y 14 maravedíes, 7846 reales y 13 maravedíes, 3087 reales y 2 maravedíes, 3001 reales y 26 maravedíes, 3011 reales y 26 maravedíes, 677 reales y 22 maravedíes, 2267 reales y 4 maravedíes, 3011 reales y 4 maravedíes, 722 reales y 28 maravedíes, 3803 reales y 24 maravedíes, 781 reales y 26 maravedíes, 1878 reales, 5538 reales y 22 maravedíes, 3885 reales y 6 maravedíes, 3704 reales y 16 maravedíes, 3614 reales y 4 maravedíes, 2800 reales y 32 maravedíes, 3614 reales y 4 maravedíes, 903 reales y 18 maravedíes, 3794 reales y 28 maravedíes, 3011 reales y 26 maravedíes, 377 reales y 18 maravedíes, 3201 reales y 24 maravedíes y 8686 reales y 18 maravedíes.99 Ignoro si estas cantidades, que representan en conjunto una fuerte suma, se reintegraron o no. El 10 de octubre de 1808 llegó a Zaragoza el general inglés Sir Charles William Doyle, quien en seguida intimó con los Palafox y con la condesa de Bureta. Fue el creador de los llamados Tiradores de Doyle, que pronto actuaron también en el Alto Aragón. El 7 de febrero de 1809, en carta a Francisco de Palafox, se mostraba contrario a defender Huesca, ya que su idea era la de reunir con sus tiradores a todas las tropas que andaban dispersas y dar un solo golpe capaz de salvar a la «invicta capital de Aragón».100 El tercio de Huesca, man98. Documento del Archivo Municipal de Huesca, publicado por Guirao y Sorando (1995: 243-244). 99. Archivo Municipal de Huesca, documento de 1809, sin más fecha (Guirao y Sorando, 1995: 239-240). 100. Pano (1909).

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dado por Perena y Villacampa, se distinguió junto con otros voluntarios de Aragón en la acción de Olaz, cerca de Sangüesa (27 de octubre de 1808), batalla librada a las órdenes de Juan O’Neill, comandante de la división de la derecha. Juan O’Neill envió una carta a Palafox (Sangüesa, 24 de octubre de 1808) según la cual los enemigos concentraron todas las tropas de Monreal y Salinas ante Nardués con idea de atacarlo y saquear el pueblo de Aibar. Se presentaron en cinco columnas de 800 hombres cada una, con dos cañones. Comenzaron el ataque a las ocho de la mañana. O’Neill se dirigió a Nardués con el resto del 1er batallón de voluntarios de Huesca y el 1er Tercio de Huesca, el 4º tercio de voluntarios aragoneses, el 1er regimiento de voluntarios de Murcia, un batallón del 2º de Valencia y 50 caballos de dragones del rey. Al no poder resistir, las avanzadas de O’Neill se retiraron a Aibar. Este decidió atacar a las tres de la tarde: envió por Leache al comandante de voluntarios de Aragón Pedro Gasca y al sargento mayor del Tercio de Huesca Pedro Villacampa, con 400 hombres, y por Olaz al coronel Felipe Perena con el resto de voluntarios de Aragón y Huesca, sostenidos por los demás. La acción fue ardorosa en extremo: los nuestros se apoderaron de un bosque que domina Olaz, y entonces los enemigos, temiendo ser envueltos, abandonaron Nardués y se retiraron a Monreal. La pérdida propia fue de 8 muertos y 14 heridos, del batallón 1º de voluntarios de Aragón y del Tercio de Huesca; la del enemigo pasó de 200, según contaron los bagajeros que aprovecharon la confusión para venir a nuestras líneas.101 Una carta procedente de Ansó, publicada en la Gaceta de Zaragoza, ataca a los roncaleses, que en plena guerra seguían comerciando con los franceses, con gran beneficio propio, hasta que un día en Oloron les quitaron los mulos y su carga y los hicieron presos, entre ellos a un hijo de Gambra y a su escribiente. Pero luego todo se desmiente: no es verdad que Gambra fuera hecho prisionero y tampoco que los roncaleses no fueran patriotas.102 A solicitud de Perena, el 8 de noviembre de 1808 Palafox ordenó que el tercio de Huesca se llamase en adelante 1er Batallón Ligero de Huesca, y que se formase un segundo batallón con las restantes tropas del partido oscense. Al frente del primero quedó Villacampa, y el coronel designado para crear y organizar el segundo fue Perena. El cambio de denominación se debió a los beneficios y privilegios que conllevaba formar parte del ejército regular.103 Perena y Villacampa tomaron parte en la batalla de Tudela (23 de noviembre de 1808), es decir, experimentaron la amargura de la derrota, aunque no fuera por su culpa. Un texto patriótico del primer centenario de la guerra de la Independencia sitúa a Perena llegando a Zaragoza el 26 de noviembre de 1808; allí reunió a los restos de su batallón, «enterándose con alegría de que sus voluntarios conservaban los fusiles».104

101. Gaceta Extrardinaria de Zaragoza, 17, 27 de octubre de 1808. La carta fue reproducida en la Gaceta de Zaragoza, 90, 29 de octubre de 1808. 102. Gaceta de Zaragoza, 92 y 95, 5 y 8 de noviembre de 1808. 103. Guirao (1999: 70-72 y 2005a: 30). 104. Heroísmo aragonés, p. 5.

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El 30 de noviembre de 1808 Perena tomó parte en una junta de generales cuya misión fue tomar las medidas urgentes que la situación requería.105 Mientras tanto, Napoleón había ocupado Madrid, donde el 9 de diciembre de 1808 pronunció aquellas célebres palabras: «Vuestros nietos me reconocerán como su regenerador».106 Los españoles tenían que luchar también contra esta pretensión. Villacampa asumió el mando del 1er batallón de Huesca el 20 de diciembre de 1808.107 Al día siguiente, el 21, empezó el segundo sitio de Zaragoza. Napier observó que el terreno en torno a la capital ofrecía excelentes proporciones a los españoles: montañas en el norte y dos plazas de armas en el sur, Mequinenza y Lérida, en fácil comunicación con Valencia y Cataluña. Los franceses recibían sus aprovisionamientos de Pamplona, pero su línea de comunicación, que discurría por Alagón, Tudela y Caparroso, era atacada continuamente por los insurgentes. Alagón, en una espaciosa llanura, entre la ribera derecha del Ebro y la izquierda del Jalón, cerca de la confluencia de ambos ríos, estaba amenazado desde Épila y La Muela, y Tudela desde las alturas de Soria. El marqués de Lazán había llevado a 5000 catalanes a la sierra de Alcubierre, al este de Ebro, y puso en torno a cuantos campesinos armados pudo encontrar en todos los valles desde este punto hasta Sangüesa. Su línea era muy extensa, desde Villafranca en el Ebro hasta Zuera en el Gállego, y le permitía acosar a los convoyes franceses procedentes de Pamplona. El mando francés distribuyó 2000 ó 3000 hombres entre Tudela, Caparroso y Tafalla, algunos más en Alagón y Monzalbarba, con 600 caballos, y lo mismo se hizo para vigilar los pasos de La Muela. El 22 de enero de 1809 Jean Lannes, duque de Montebello, que había estado muy enfermo, se reincorporó a su puesto, y todo mejoró en el lado francés. Dispuso que Mortier atacase a Lazán, derrotó a los patriotas en Zuera y ocupó la plaza. Luego los empujó hacia Perdiguera y Nuestra Señora de Magallón, donde volvió a derrotarlos. Así los franceses se extendían en un semicírculo que iba de Huesca a Pina, en el Ebro, y que, atemorizando a los habitantes, les daba mayor capacidad de maniobra.108 Se da la circunstancia de que ni Perena ni Villacampa habían tenido tiempo suficiente para organizar sus unidades. En adelante, mientras duró la guerra de la Independencia Villacampa luchó en Zaragoza109 y, fundamentalmente, en el Bajo Aragón.110 El 2 de enero de 1809 Perena salió de Zaragoza con sus voluntarios y otras tropas para hacer un reconocimiento por la parte del Gállego, pero lo que se vio es que el enemigo era más fuerte de lo que se creía.111 El 24 del mismo mes se hallaba en los altos de Leciñena.112 Según se dice, desde Huesca se oía el cañoneo de Zaragoza, lo que parece un poco exagerado, aunque no podía precisarse si se 105. 106. 107. 108. 109. 110. 111. 112.

Casamayor (1908: 167). Cit. por Taine (1901: IX, 231). Guirao (2005a: 31). Napier (1853: 370-377). Pudo escapar de Zaragoza el 31 de enero de 1809 (Heroísmo aragonés, p. 26). Baso (1959: 193-208). Casamayor (1908: 193). Ibídem, p. 204.

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Santuario de Nuestra Señora de Magallón, en Leciñena (foto: Fernando Alvira Lizano).

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trataba de tiros de cañón o de bombas. Mucha gente se dirigió hacia Leciñena para acudir a la defensa de Zaragoza, con Felipe Perena y «con un monje bernardo que es coronel» (sic: fray Teobaldo Rodríguez) y se halla en Alcubierre. El 12 de enero «llegaban 6 violentos de Jaca con sus correspondientes municiones, y así que nada temen». Aquí la palabra violento tiene un sentido específico que no conozco.113 Fray Teobaldo Rodríguez, siempre de acuerdo con Felipe Perena y siguiendo las indicaciones de Palafox, el 24 de diciembre de 1808 envió un destacamento a Lanaja y se dedicó a reunir a los pocos dispersos que se encontrasen en la orilla izquierda del Ebro, en la región montañosa y en el río Cinca, a fin de parar el avance de las tropas francesas y auxiliar a Zaragoza. Conocía muy bien fray Teobaldo el valor de los veteranos, pero cuando no los había no quedaba más remedio que reclutar a toda clase de paisanos entre dieciséis y cuarenta años de edad. Sus órdenes tuvieron más efecto en los Monegros y en los partidos de Huesca y Barbastro que en otros puntos. Los primeros «voluntarios» (así se les denomina), llamados el 21 de diciembre y vueltos a llamar el 25, procedían de Robres, Senés de Alcubierre, Torralba, Tardienta, Barbués, Torres, Almuniente y Grañén: fueron llevados a cubrir la sierra de Alcubierre en unión con los de Farlete, Lanaja, Lalueza, Sariñena y Poleñino, que habían sido llamados el 25. Los pueblos situados al noreste de la sierra, Lanaja, Robres, Senés y Torralba, formaban el centro de la línea, mientras que la hoya de Sariñena constituía la retaguardia y a la vez la vía de comunicación con los partidos de Barbastro y Lérida. La vanguardia se situaba al sur de la sierra, en el santuario de Nuestra Señora de Magallón, en Leciñena, y en Perdiguera. Fray Teobaldo tenía su centro en Alcubierre, mientras que Perena, desde el partido de Huesca, extendió su área de influencia por Tardienta hasta el sur de la sierra de Alcubierre, enlazando a finales de enero de 1809 con las vanguardias de Leciñena y Pertierra.114 Daudevard, con cierto inevitable matiz de superioridad, reconocía que pasaron momentos de gran inquietud: Los habitantes de Huesca, Almudévar y Castejón, unidos a los de Leciñena, Perdiguera y Pina, mandados por el general Perena, tratan de sorprendernos, según parece; se han tomado en nuestra orilla las más rigurosas precauciones. Nos hemos preparado para vadear el Gállego, hemos construido baterías à Barbettes con la mayor precipitación; en fin, acabamos de tener un momento de terror pánico, que no merecían algunos millares de paisanos mal armados, que ciertamente debían tener más miedo de nosotros que nosotros de ellos… Pero nunca se es bastante prudente y aun el exceso de prudencia no es criticable. Por otra parte, nosotros los franceses no pecamos de ese mal.115

Tenemos un testigo extraordinario, mejor un protagonista, de estas actuaciones en Matías Calvo, nacido en Leciñena en 1792, antiguo estudiante de la Universidad de Zaragoza, que había participado en los disturbios de los escolares contra Godoy en 1808 y después había entrado de lleno en la guerra de la Independencia. 113. Gaceta de Valencia, 74, 27 de enero de 1809. 114. Guirao (1999: 77-78). 115. Daudevard (1908: 30). Cursiva del original.

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Se halló en la batalla de Mallén (13 de junio de 1808) y en los dos sitios de Zaragoza. De la capital pudo escapar en enero de 1809 e incorporarse a las fuerzas de Felipe Perena. Con ellas tomó parte en la llamada batalla del Llano (24 de enero de 1809), en la que Mortier derrotó a las unidades reunidas de Perena, fray Teobaldo Rodríguez y Juan Pedrosa (es la misma batalla a la que se refiere Napier bajo el pintoresco nombre de Nuestra Señora del Vagallar).116 La derrota afectó profundamente a Matías Calvo y a todos sus compañeros. Leciñena, su pueblo, fue saqueado, y ardió el santuario de Nuestra Señora de Magallón, que era una especie de lugar mítico de toda la comarca. Para la historia de las ideas y de los sentimientos religiosos en España, el momento es importante. Se dice que Calvo era bastante descreído, pero el patriotismo local era más fuerte que la cosmovisión. El santuario representaba el terruño, una visión encariñada de la propia existencia y de sus raíces. Merodeando después por los restos calcinados, Matías encontró la imagen de la Virgen de Magallón, se la llevó consigo y la entregó a su familia (hoy la ermita ha sido reconstruida y en ella se ha colocado la antigua imagen, objeto otra vez de la renovada veneración de toda la comarca). Matías Calvo de momento se quedó en el monte, pero luego toda la familia se trasladó a Santa Engracia de Perdiguera y no fueron molestados, gracias sobre todo a que el padre, que era médico, curó a un comandante francés del que se hizo amigo. Hacia 1811, Matías Calvo, muerto su padre, se unió a la guerrilla de Espoz y Mina. Volveremos a hablar de él.117 La derrota de los españoles en la batalla del Llano les impidió acudir al socorro de Zaragoza, que no tendría más remedio que entregarse. Fray Teobaldo organizó la defensa de la sierra de Alcubierre para evitar el paso de tropas francesas hacia Lérida y escribió a la Junta de esta ciudad pidiendo refuerzos y municiones. El 26 de enero de 1809 la Junta de Lérida avisó de que enviaba al coronel Juan Baget, antiguo escribano, con 200 hombres, armas y municiones, quien tomaría la ruta de Fraga. Francisco de Palafox, que se encontraba en Mequinenza reclutando tropas para acudir en socorro de Zaragoza, envió el 31 de enero de 1809 a fray Teobaldo algunos refuerzos, municiones y dinero, pero pronto comprendió que todo era inútil. Ninguno de estos movimientos de última hora lograrían salvar Zaragoza.118 Huyendo de los enemigos, la Diputación de Navarra dejó Pamplona y se instaló en Ágreda el 22 de septiembre de 1808, y sucesivamente en Tarazona y Tudela, y el 4 de diciembre de 1808 lo hizo en Huesca, «renovando aquellos lazos fraternales de otros tiempos», dice el marqués de Dosfuentes con una etimología algo atrevida, «cuando la ciudad aragonesa Huesca, Huéscar, daba su nombre a la región llamada por ella Huescaria, con metátesis Heuscaria, nombre que ha pasado a ser el nacional de las Provincias Cántabro-Vasconas, que hoy se llaman Éuscaras y todavía hablan la lengua ibera».119

116. Napier (1853: I, 377). 117. Marcén (2000: 41-92 y 153-157). 118. Guirao (1999: 105). 119. Antón del Olmet (s. a. [1911-1914]:

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102-103).

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El general Adolphe Mortier ocupó Huesca el 5 de febrero de 1809. El 20 de febrero capituló Zaragoza. El mariscal Lannes hizo su entrada triunfal en la ciudad el 5 de marzo de 1809 y se marchó a Francia el día 14; fue reemplazado en el mando de Aragón por el general Junot, a quien el 18 de mayo sustituyó el general Suchet. En el breve tiempo del gobierno de Junot José I nombró al coronel Luis Menche intendente general del ejército y reino de Aragón, encargado de las causas de guerra, justicia, policía y hacienda. Así, Menche era el representante en Aragón de los ministerios radicados en Madrid y, con el apoyo de Junot, intentó crear una Administración provincial que sirviese de base para las operaciones del III Ejército francés. Inmediatamente surgieron los problemas. Los funcionarios españoles buscaban el desarrollo de la economía como base para alcanzar sus objetivos políticos y los franceses daban preferencia a los asuntos militares. La cuestión se complicaba porque los funcionarios españoles dependían del rey José en Madrid, mientras que los franceses dependían del emperador, en París. Además, las guerrillas paralizaban el correo entre Aragón y Madrid, del que muchas veces se apoderaban, con la consecuencia de que no llegaban las órdenes de José y la Administración civil estaba completamente paralizada. La única solución que encontró Junot fue declarar Aragón en estado de sitio y nombrar en consecuencia en todos los puestos clave de la Administración a militares franceses. Así desaparecía la dualidad de funciones. No obstante, José consideró que Junot había usurpado sus atribuciones. El general replicó diciendo que el III Ejército dependía completamente de los recursos aragoneses, y que estos no podían dejarse al albur de una Administración lenta y descoordinada. Al mismo tiempo escribió a Napoleón para aclararle la situación. El emperador, entregado de lleno a la cuestión de Austria, no podía ahora ocuparse de Aragón, por lo que fue el ministro de la Guerra, Henri-Jacques-Guillaume Clarke, quien contestó a Junot, recordándole que José I no solo era el rey, sino también el comandante supremo del ejército francés en España, y por ello Junot tenía que pacificar Aragón, proteger a sus habitantes y a sus propiedades, asegurar el bienestar de las tropas, y obedecer y hacer obedecer las órdenes del rey José. Después de la pérdida de Huesca y Zaragoza, las tropas españolas que proseguían la lucha en Aragón eran la división del marqués de Lazán y el batallón de Huesca, de Perena, situadas entre Sariñena y Monzón; el batallón de Pardos, a las órdenes de Pedrosa, en Sobrarbe; los batallones de Voluntarios de Jaca y de Tiradores de Doyle, en Jaca; el batallón de Tiradores de Ribagorza, de Sarasa, en Benabarre y Benasque, y el batallón de Cazadores de Alcañiz en Caspe y Mequinenza, junto con una pequeña partida del Regimiento de Fieles

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Zaragozanos.120 El conjunto parece importante, y en cierta manera lo es, pero no pudo evitar que siguiese la racha de capitulaciones. Monzón, con su castillo, se entregó el 9 de marzo, pero a lo largo de 1809 cambió tres veces de dueño. Los habitantes de Almacellas, primer pueblo catalán en la ruta de Lérida, huyeron en masa el día siguiente. Monzón se hallaba defendida por la división del marqués de Lazán (7000 hombres), que había llegado a la ciudad el 1 de marzo, y por la de Perena. Comunicaba este el 7 de marzo a la Junta de Lérida su propósito de defender el castillo, pero advertía que la defensa rayaba en lo imposible, pues el castillo tenía poca artillería y ningún artillero, no tenía municiones ni víveres y solo se hallaba guarnecido por 1600 soldados bisoños con armas y otros 1200 sin ellas. No hubo tiempo de mejorar las condiciones de la defensa y se tuvo que evacuar la plaza, pero Perena consiguió llevarse a medio centenar de prisioneros franceses que Lérida les había enviado.121 Esta es la primera vez que aparece el nombre de Francisco Espoz y Mina en relación con el Alto Aragón, pues el guerrillero navarro tuvo aviso de que la guarnición española del castillo de Monzón era llevada a Francia pasando por Pamplona. Atacó entonces en el Carrascal al destacamento que la custodiaba, lo deshizo y se apoderó de buen número de sables y espadas.122 Jaca se rindió el 21 de marzo de 1809. El gobernador Francisco Campos la entregó sin resistencia (al general Gabriel-Jean Fabre). Con ello los franceses dominaban todo el Alto Aragón, salvo lo que se dirá, y podían abrir una vía de comunicación directa con Francia a través de los pasos pirenaicos.123 Pero, antes de enfocar estos aspectos más de cerca, conviene detenerse un momento en el hecho mismo de la entrega de las ciudades. Por lo que respecta a Huesca, y también a Teruel, en el Bajo Aragón, se aducía su falta de interés estratégico, por lo que no se constituyeron en centro autónomo de defensa, sino que estaban al albur de las operaciones militares.124 Esto puede ser verdad, pero hay otro aspecto de la cuestión que conviene considerar. El obispo huyó a Fañanás, donde murió veintidós días después. Los canónigos eligieron vicario capitular al deán Lorenzo López. Pero el obispo fue la única autoridad oscense que rehusó colaborar con los ocupantes. Todos los demás se sometieron, acaso porque creció en ellos la mentalidad de que no merecía la pena oponerse al poder físico. En adelante, con todas las autoridades que dominasen Huesca, francesas o españolas, mantendrían la misma actitud: sometiéndose podrían amortiguar la brutalidad de los cambios políticos y sus efectos sobre la ciudad. Esta posición puede ser discutible, pero no se la puede condenar tajantemente. Otra cosa es colaborar con los franceses y alardear años después de patriota, como fue el caso de Mariano Lobera.125

120. Guirao (1999: 109). 121. Castillón (1989: 397-398). 122. Espoz (1962: I, 24, col. 2). 123. Alexander (1985: 4). 124. Serrano Montalvo (1958: 496). 125. Gil Novales (1990: 334).

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La rendición de Zaragoza no plantea problemas de interpretación. Cualquiera que sea nuestra posición ante los errores cometidos por Palafox al dejarse sitiar de esa manera, nadie puede discutir el heroísmo de los habitantes y la fama imperecedera que con ello cobró la ciudad.126 Pero también es evidente que la situación no podía prolongarse más, y en consecuencia Zaragoza capituló. El caso de Jaca es muy diferente. Según la explicación del conde de Toreno, lo ocurrido fue obra de un fraile agustino, fray José de la Consolación, que llegó a la ciudad el 8 de marzo, convocó a junta a las autoridades y a varios religiosos, les propuso la rendición y, no habiéndola logrado, fomentó la deserción, hasta que el teniente de rey Francisco Campos, que hacía de gobernador, no tuvo más remedio que rendirse el día 21. Toreno añade que el fraile respondía al modelo diseñado por el padre Isla, en lo que parece una alusión literaria. No da fuentes para esta imagen, pero tampoco nada sobre esta cuestión.127 La explicación del conde de Toreno la repite Pascual Madoz en su Diccionario, con los mismos términos, ya que solo suprime las alusiones literarias,128 y lo mismo escribieron Lafuente, Gómez de Arteche y otros historiadores. Llama la atención que un solo fraile posea tanta fuerza que, sin tener mando alguno en Jaca, consiga su rendición frente al parecer de las autoridades, y que éstas le dejen actuar impunemente hasta conseguir la deserción de los soldados. Los autores citados dicen que era misionero y que había cobrado mucho predicamento por su capacidad oratoria. Hay algo más: fray José de la Consolación pertenecía a una Junta de 34 personas nombrada por Palafox en el momento de resignar el mando, cuando él mismo creía y creían los demás que se hallaba a las puertas de la muerte. Presidida por Pedro María Ric, regente de la Audiencia, todos los nombres de los componentes de la Junta fueron publicados por Mariano de Pano y Ruata, sin datarla.129 La fecha, 19 de febrero de 1809, la propociona Herminio Lafoz, quien únicamente da el nombre de su presidente.130 Aunque esta Junta no tuviese mucha capacidad de maniobra y solo le fuese concedido aceptar y firmar la capitulación, el hecho de que fray José de la Consolación figurase en ella indica su relevancia. Su presencia en Jaca, y por tanto su actuación, fue negada por Jerónimo Bécker en el periódico La Época, de Madrid, en junio de 1908. Se basaba para ello en las pruebas recogidas por el padre Muiños.131 Según esta versión, fray José de la Consolación (en el siglo José Ibáñez y García) se quedó en Zaragoza después de la rendición de la ciudad. Pero, habiéndose negado a usar su influencia con el pueblo a favor de las autoridades francesas, fue hecho prisionero en la noche del 30 de noviembre de 1809 y llevado al

126. Rudorff (1974). 127. Toreno (1953: 200, col. 2). 128. Madoz (1845-1850: t. 9, 491). 129. Pano (1908: 286). 130. Lafoz (1992: 92). 131. Supongo que se refiere a Conrado Muiños (o Muiñoz) Sáenz, autor según Palau de varios libros, alguno en verso, sobre la guerra de la Independencia, pero no sé de cuál de ellos está hablando.

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castillo (de la Aljafería, supongo). Después lo sacaron, con otros prisioneros, para llevarlo a Francia. En el camino lo asesinaron el 9 de diciembre de 1809 y su cadáver fue arrojado al canal. Allí lo encontraron en 1816, lo llevaron a Zaragoza, a la misma celda que había ocupado en vida, y se celebraron solemnes exequias, en las que pronunció la oración fúnebre el padre Garroverea.132 La primera versión es probablemente inexacta; esta segunda, que ofrece algunas variantes en las que ahora no entro, es demasiado patriótica, demasiado mitificadora. Sabemos que en Barbastro hubo bastantes intentos de resistencia, pero al cabo también se impuso la colaboración, por motivos económicos fundamentalmente. Al llegar los franceses muchos canónigos abandonaron la ciudad; el obispo ya lo había hecho antes. Los que se quedaron en Barbastro fueron detenidos el 27 de julio de 1809. El motivo fue que la guarnición francesa acudió la víspera a la catedral para celebrar solemnemente las victorias en Alemania de los ejércitos imperiales y se invitó al Cabildo a concurrir en cuerpo. Este no aceptó, y en consecuencia se produjo la detención indicada. Nueve canónigos fueron llevados a la Aljafería de Zaragoza, pasando por todos los calabozos de los pueblos en la carretera de Huesca a Zaragoza. En la Aljafería estuvieron una noche, y después, a los cinco más jóvenes, Sebastián Bañolas, Matías Guiu, Ventura Garcés, Joaquín Allué y Joaquín Aznar, los llevaron a Pamplona. Entre dos y tres meses después fueron puestos en libertad. De los otros cuatro, uno murió en el camino y los demás regresaron a Barbastro. Según dicen Arcarazo y Lorén, la intención de los franceses había sido la de atemorizar al pueblo para tenerlo sometido. Pero la cooperación, o habrá que decir mejor la coexistencia, impone sus normas. El 15 de mayo de 1810 el Cabildo se dirigió al corregidor para pedirle la libertad de los regidores, que se encontraban en arresto domiciliario. Casi un mes después, el 11 de junio de 1810, dado que el corregidor comunicó la gran victoria obtenida por los franceses en Lérida y Mequinenza, el Cabildo decidió pedir al canónigo Ramón Lascorz que regresara a Barbastro con la plata y las jocalías de la catedral, que junto con el también canónigo Manuel Abbad había llevado al Pirineo, precisamente para que no cayesen en manos de los invasores. Hará el viaje con pasaporte y debidamente protegido. Lascorz fue repuesto en su cargo el 17 de noviembre de 1810. Esas victorias obligaron a los franceses a acudir a la alimentación de la población y de su propio ejército, lo que inmediatamente repercutiría sobre el Cabildo barbastrense. En el reparto de la contribución extraordinaria, conocida como la de los tres millones, el 10 de julio de 1810 le tocaron a cada prebendado 6 libras jaquesas al mes. Por una orden del intendente de 24 de julio de 1810 se debía reintegrar a los perceptores de décimas lo que los alcaldes habían tomado para raciones de la tropa en 1808 y 1809. Dos meses después, el 13 de septiembre de 1810, el Cabildo mandó a Zaragoza al canónigo Sebastián Bañolas, junto con un representante de la Junta de Pudientes, a interceder ante Suchet para que exonerase a Barbastro de las nuevas

132. Santiago (1909: 147). Cf. Garroverea (1816). Rosel (1908).

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contribuciones, pues ya había pagado demasiado. Pero el mariscal ordenó que el Cabildo aprontase 105 cahíces de trigo en Lérida y otros tantos en los días 15 de diciembre de 1810 y 15 de enero de 1811, ya que el cupo que le correspondía ascendía a 20 000 cahíces. Aunque Bañolas presentó un recurso, escribió en noviembre al Cabildo para que cumpliera con las prestaciones exigidas, a fin de evitar lo peor. Para contribuir a esta entrega, Salas y la abadía aprontaron 50 cahíces, que serían enviados a Lérida. El 4 de diciembre de 1810 la Junta de Comisión de Zaragoza reclamó al Cabildo de Barbastro el envío a Lérida de 105 cahíces. A pesar de que este cumplió, el 22 de diciembre recibió una nota en la que se le recriminaba por la excesiva morosidad de la diócesis. El 29 de enero de 1811 se leyó un documento de la Junta de Zaragoza por el que se le reclamaba que entregase las tres cuartas partes de lo que le correspondía en trigo y dinero. Al mismo tiempo se toma nota de que el Ayuntamiento no había devuelto lo que debía al Cabildo. El 12 de febrero de 1811 otra carta de la Junta de Zaragoza prescribía que el Cabildo utilizara los 20 000 reales de vellón que tenía para comprar el trigo que se le adeudaba al corregidor y llevárselo a Mequinenza. El coronel Plicque, comandante superior militar de la izquierda del Ebro, dio un plazo de cuarenta y ocho horas para que los perceptores pagasen lo que debían, bajo multa de 100 duros de plata, a lo que se le contestó que el dinero ya había sido enviado a Zaragoza, y solo faltaban por pagar 25 600 reales de vellón. Se indicaba el 26 de febrero de 1811 que el canónigo Sobrevía, enviado a Zaragoza para realizar el pago, volvió con el dinero a Barbastro para comprar el trigo destinado al ejército. Aunque son órdenes escuetas, sin aclaración alguna, todo esto parece obedecer a una situación algo caótica de urgencia, no exenta sin embargo de cierto control. El 30 de julio de 1811 Diego Tounés, jefe de la cuarta división de la contaduría general de Zaragoza, solicitó los libros de entradas y salidas de las rentas de la Iglesia, lo cual parece indicar desconfianza o, lo que es lo mismo, sospechas de fraude. Resulta, no obstante, que el 3 de septiembre de 1811 la Junta de Zaragoza comunicó que el Cabildo había entregado más cantidad de trigo para Lérida y Mequinenza de la que le correspondía, por lo que el corregidor le devolvería el sobrante. En seguida, el 17 de septiembre de 1811, la misma Junta de Zaragoza indicaba al Cabildo de Barbastro que no podía vender nada mientras no cumpliera con la entrega de los 20 000 cahíces que le correspondían por decreto. Nuevo oficio el 25 de septiembre de 1811, por el que se recordaba al Cabildo que el 24 de agosto de 1811 se había cargado al clero con 10 000 cahíces de trigo y 4000 de cebada, a pagar en dos meses. El Cabildo solicitó un alivio porque la cosecha de ese año había sido muy escasa. El 13 de octubre de 1811 el deán acordó comisionar una vez más al canónigo Bañolas para que acudiera a Zaragoza a exponer estas razones. No conocemos el resultado de sus gestiones. El 4 de agosto de 1812 se indicaba que la contribución del clero barbastrense en ese año fue de 71 cahíces y 4 fanegas de trigo, más 28 cahíces y 4 fanegas de cebada.133

133. Arcarazo y Lorén (1994: 110-116).

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Volviendo ahora a la rendición de Zaragoza y de las ciudades del Alto Aragón, el hecho en sí tuvo un doble significado: para los franceses equivalía a la desaparición, en su territorio, de toda la estructura administrativa española anterior a la guerra. La adhesión al marco francés de personajes tan significativos como Pedro María Ric y Mariano Domínguez les dio a los vencedores la ilusión de que la insurrección española, por lo menos en lo que respecta a Aragón, había terminado Estos personajes, y otros que se encontraron en el mismo caso, habían sido funcionarios leales de la España borbónica pero, desaparecida esta, con lógica aplastante se ponían al servicio de la España josefina. Había llegado, para los franceses, el momento de crear la nueva estructura de la España napoleónica, estructura civil, pero basada en el poder militar. Esto es lo que en términos políticocastrenses se llama pacificación de una provincia. Para una parte importante de los españoles ese mismo hecho significaba la necesidad de cambiar el género de guerra, no dejarse pacificar, recurriendo para ello a los métodos clásicos de la guerrilla, ahora nuevamente inventada.134 Aunque en este libro me ocupo del Alto Aragón, hay que entender que el fenómeno se dio también en el Bajo Aragón y en otras regiones de España, como es sabido. A su vez el estallido de la guerrilla provocó en los ocupantes la necesidad de acabar con ella mediante la contrainsurgencia. La primera finalidad, la creación de una estructura civil, justifica todo el proceso, pero este no puede llevarse a cabo sin la contrainsurgencia, poder militar específico en ejercicio. En esta doble función el talento de los dirigentes militares es fundamental. En abril de 1809 la situación militar francesa en Aragón parecía sólida, ya que aparentemente no quedaba ninguna fuerza regular española que pudiera comprometerla, y la única fortaleza que todavía resistía era Mequinenza.135 Pero en el Alto Aragón Lannes no hizo nada. Un correo que envió al general AdolpheÉdouard Mortier, comandante del V Cuerpo, no llegó a su destino, pues fue asesinado en el camino. Mortier mismo daba la impresión de no saber qué hacer, y perdió un tiempo precioso.136 Napoleón, que necesitaba tropas para la guerra contra Austria que veía dibujarse en el horizonte, ordenó a Junot que reemplazase al V Cuerpo de Ejército para llevarlo a Vitoria y a la frontera vasca, a fin de tenerlo dispuesto para cualquier eventualidad. Mortier, al que se transmitió la orden, no esperó siquiera a la llegada de las unidades de relevo y abandonó inmediatamente. El 10 de marzo de 1810 dejó Belver, pasó el Cinca al día siguiente por la barca de Monzón y se retiró a Zaragoza, y después a Castilla, dejando en Aragón tan solo al III Cuerpo de Ejército, que mandaba Junot. Lannes había partido ya el 21 de marzo de 1809. El mismo año moriría en Viena. Pero el III Cuerpo se hallaba muy mermado, porque tenía dos divisiones en Navarra, y parte de otra

134. Tema ya señalado por la literatura. Cf. Tranie y Carmigniani (1978: 137). 135. Y también Benasque. El gobernador del castillo, Tomás Bellanger, marqués de Villora, lo entregó a los franceses el 24 de noviembre de 1811, y a continuación se afrancesó. Cf. Sorando (2001: 1237). Sin duda influyó en esta determinación su experiencia anterior, a la que ya me he referido. 136. Alexander (1985: 4).

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se hallaba en Jaca. Y porque además el III Cuerpo carecía de vestuarios, zapatos y medicinas, y tenía los transportes colapsados porque habían sido aplicados a la artillería necesaria para el sitio. Además sus bajas eran impresionantes. El 10 de febrero de 1809, de un total de 28 040 hombres tenía 12 279 enfermos, y todavía en abril 11 111 seguían en los hospitales. El personal auxiliar sanitario también había sufrido enormemente.137 Ante esta situación Junot redistribuyó sus tropas: a la división de Musnier se le encomendó guardar Zaragoza y los accesos a los valles del Jalón y del Huerva, la brigada de Laval de la división de Grandjean quedó entre Caspe y Alcañiz, y la división de Habert se encargaría del Cinca. Pierre-Joseph Habert había reemplazado a las tres brigadas de Mortier con 3000 hombres de infantería y medio regimiento de caballería. Carecía de fortalezas, porque Perena al ocupar Monzón había clavado los cañones, deshecho todos los carros de la artillería y arrojado la pólvora a las cisternas, de manera que el castillo había quedado inutilizado como base de operaciones en el Cinca.138 Los franceses tenían otro problema: la intención del ministro de la Guerra Henri-Jacques-Guillaume Clarke era que las tropas del III Cuerpo, situadas en Jaca, fuesen reforzadas con la Guardia Nacional del 11º Distrito Militar, cuyo comandante era Antoine Lomet. Pero la situación en esta unidad era lamentable: seis compañías de ella acababan de regresar de Navarra en terribles condiciones, y por nada del mundo aceptaban regresar a la Península. Las otras diez compañías tenían tan pobre espíritu que preferían desertar, y las numerosas ejecuciones capitales que se hicieron no lograron quebrar esta tendencia. Al fin Lomet llegó a Jaca en mayo, pero con solo 1036 infantes. Al mismo tiempo, como Junot no había sido partidario nunca de ocupar Jaca, dio orden al III Cuerpo de abandonar la ciudad, dejando que Lomet se las entendiese como pudiese.139 Mientras tanto, el 16 de abril de 1809 salió la división de Habert de Caspe, cruzó el Cinca, llegó hasta Monzón, volvió a cruzar el Cinca y se instaló en Barbastro para evitar la penetración en Aragón de columnas españolas procedentes de Lérida. En Barbastro Habert designó corregidor a Joaquín Andreu, nombramiento equivocado, pues este ayudó a los patriotas. El nuevo capitán general de Aragón, Joaquín Blake, que se hallaba en Tortosa reorganizando sus fuerzas, comprendió que la disminución de tropas francesas en la orilla izquierda del Ebro le daba una gran oportunidad para recuperar el territorio perdido. Iba a cumplir la orden de la Junta Central de 17 de abril de 1809 de organizar partidas de guerrilleros que actuasen como auxiliares del ejército sobre todo en el país ocupado, realizando todas las tareas típicas de esta clase de guerra, con el criterio principal de minar la moral del enemigo.140 Muchas de las guerrillas que vamos a ver actuar en el Alto Aragón habían surgido antes de este decreto; otras

137. Ibídem, p. 5. 138. Ibídem, p. 7. Brandt (1908: 326). 139. Alexander (1985: 7). 140. Ibídem.

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fueron su consecuencia. Blake ordenó al gobernador de Lérida, José Casimiro Lavalle, que atrajese a los enemigos hacia el sector del Cinca; mientras, él se dirigiría a Alcañiz. Lavalle contaba con el 2º batallón de Huesca, encabezado por Perena, con el 1er Tercio de Lérida, mandado por Baget, y con los somatenes aragoneses y catalanes que estaban reuniendo en Albelda fray Teobaldo Rodríguez y Pedro María Ric, quien había vuelto a ser patriota, en Fonz. En el sector la guerra generalizada comenzó cuando Albelda se negó a pagar la contribución exigida por Habert. Este mandó contra la villa una columna de 700 hombres, pero en Tamarite fue sorprendida y derrotada por las tropas combinadas de Perena, Baget y fray Teobaldo, a las órdenes del último. Los franceses se retiraron a Barbastro dejando en Monzón solamente dos compañías. El 1 de mayo se reunieron los somatenes de Tamarite, Fonz, Estadilla y Albelda, mientras Monzón se sublevaba contra la escasa guarnición enemiga. Esto permitió a Perena ocuparla el 8 de mayo de 1809, mientras los franceses abandonaron también Binaced y San Esteban de Litera.141 Un parte de Teobaldo Rodríguez al gobernador de Lérida (Tamarite, 7 de mayo de 1809), seguido de otro a él dirigido de Juan Baget (San Esteban de Litera, 7 de mayo) y otro de Joaquín Agustín (Tamarite, 8 de mayo), informa sobre los movimientos de Anselmo Alegre y los sucesos de Monzón.142 Efectivamente, el guerrillero, antiguo alfarero, había participado en la ocupación de su patria chica. Al mismo gobernador de Lérida le comunica fray Teobaldo (Monzón, 12 de mayo de 1809) que los franceses han abandonado Barbastro y se dirigen a Huesca por Perdiguera.143 Junot consideró lamentable lo sucedido, y lo mismo opinaría Suchet cuando en julio de 1809 asumiera el mando en Aragón. Aprovechando lo que pudiéramos llamar la debilidad de los unos y de los otros, toda la región altoaragonesa, desde Lérida hasta Navarra, se había llenado de guerrilleros. Juan Baget se había unido a Felipe Perena en la defensa de Albelda, y en seguida en Tamarite, para retirarse después a Fonz. Es importante observar que no solo los españoles habían sufrido con los Sitios de Zaragoza; también las tropas francesas experimentaron impresionantes bajas, lo que contribuyó a su debilidad general (y no únicamente el asunto de Austria). En este sector del Cinca solamente existía el puente de Fraga, pues en Monzón y en Pomar solo había barcas de sirga. José Casimiro Lavalle determinó ocuparlo con 500 hombres, adelantándose a las intenciones de Habert, de las que estaba perfectamente informado gracias a los avisos que les enviaba Joaquín Andreu. Habert había recibido la orden de Junot de que cruzase el Cinca, ocu-

141. Castillón (1989: 398). El 10 de junio de 1809 la Justicia y el Ayuntamiento de Monzón dirigieron una representación a la Junta Central en la que pedían ser indemnizados por «los bueyes, mulas y caballos que les habían arrebatado los franceses, o cuando menos una condonación de contribuciones» (AHN, Papeles Junta Central, leg. 80 Q). Son los gajes de la guerra. La inversa también se da: el 22 de julio de 1809 el comerciante José Salarrullana escribió al marqués de Ayerbe desde Tamarite de Litera para referirle cómo había cumplido la misión de confiscar los bienes de los franceses residentes en esa villa (ibídem, leg. 82 E). 142. Gaceta de Valencia, 106 y 109, 19 y 30 de mayo de 1809. 143. Gaceta de Valencia, 107, 23 de mayo de 1809.

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pase Monzón y acabase con los rebeldes de esa zona. Para los franceses el plan estaba claro: Thouvenot, jefe del batallón del 121º, cruzaría el Cinca por la barca de Pomar, con parte del 13º de coraceros y diez compañías de élite de los regimientos 14º, 121º y 2º del Vístula, para atacar Monzón por detrás. El 2º del Vístula les seguiría atacando por el sur y Habert cruzaría el Cinca por la barca de Monzón, con 180 coraceros y el 2º de línea, para atacar de frente y quedar victorioso. Pero los hechos iban a ser muy diferentes. El 15 de mayo de 1809 llegó Habert con sus hombres a las orillas del Cinca. Al día siguiente por la tarde cruzaron el río por la barca de Pomar tres compañías de voltigeurs del 14º, rechazaron a los españoles de El Pueyo y se establecieron en la orilla izquierda. El día 17 Habert ordenó a las restantes compañías que cruzasen también, lo que hicieron cinco de ellas. Súbitamente, debido a las lluvias de los días anteriores, el caudal creció tres pies en una hora y fue imposible franquearlo. Los franceses quedaban divididos por el río, a un lado y a otro. Tenían dos posibilidades: descender hasta Fraga y pasar por el puente o subir a Monzón y cruzar por la barca. A gritos Habert dio el mando de sus hombres de la otra orilla al capitán Richard y le indicó que marchase sobre Monzón. Llegaron, efectivamente, pero en combate continuo con los hombres de Perena, quienes previamente habían inutilizado la barca. No se podía pasar y, como ya les llegaba a los españoles el refuerzo de Juan Baget, Richard determinó regresar a Pomar. Fue imposible arreglar la barca, por lo que Richard siguió su camino: tras pasar por Binéfar, el 19 de mayo llegó a San Esteban de Litera. Ese mismo día, en casa de Pedro María Ric, en Fonz, se habían reunido Ric, Baget y fray Teobaldo para considerar los medios que convenía emplear contra Habert. Perena no asistió a esa entrevista porque, aun estando indispuesto, había partido a conferenciar con Lavalle a fin de acordar la operación que debía llevarse a cabo. Ric expuso en esa junta su plan de defensa y fray Teobaldo mostró el escrito en el que invitaba a rendirse a los franceses. Estos llegaron el 20 de mayo a Fonz, donde tuvo lugar un sangriento choque con la tropa española y con el paisanaje y las mujeres.144 Richard y el resto de sus hombres lograron llegar hasta la confluencia de los ríos Ésera y Cinca. Fue imposible pasar al otro lado, por lo que, agotados y casi sin municiones, tuvieron que rendirse (el día 21, muy cerca de Estada). Fray Teobaldo, en un parte conjunto con Juan Baget (Fonz, 21 de mayo de 1809), explicaba la situación creada en el Cinca.145 A Tarragona fueron llevados 600 presos. También en las cercanías de Mequinenza los españoles lograron una sonada victoria. Los franceses tenían en Alborge un puente móvil, una especie de balsa

144. Lo que parece haber sido, como se dice en el texto, un encuentro sangriento entre los soldados franceses y los españoles, los paisanos y las mujeres, se transforma para el conde de Toreno en que en Fonz las tropas de Habert asesinaron despiadadamente a los ancianos y enfermos, que habían quedado en el pueblo. (Toreno, 2008b: 481). Casi con las mismas palabras le sigue Madoz (1845-1850: s. v. Fonz). 145. Gaceta de Valencia, 110, 2 de junio de 1809.

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sobre dos lanchones, capaz de transportar algunos centenares de hombres. Lo guardaban 30 soldados y 12 pontoneros. Antes lo tenían situado frente a Caspe. Un destacamento de 300 hombres, al mando del capitán Agustín de Roda, salió de Mequinenza, remontó el Ebro y, sin que nadie hubiese notado su presencia, prendió fuego al puente y regresó a Mequinenza con 29 prisioneros, 10 de ellos heridos. El resto quedaron muertos. Tras estas victorias, Perena, Baget y fray Teobaldo adelantaron sus posiciones hasta la sierra de Alcubierre, cortando así las comunicaciones de Suchet con Francia por Jaca y por Navarra. En Huesca, ya liberada, Tomás Ram había sido nombrado alcalde el 21 de abril de 1809 pero, al considerársele afrancesado, fue sustituido el 31 de mayo por Mariano Ena. El mismo día 31 llegaron dos órdenes del comandante de Aragón: por la primera se daba un plazo de veinticuatro horas a todos aquellos vecinos de los pueblos del partido de Huesca que, teniendo que haberse incorporado a sus compañías, no lo hubiesen hecho; por la segunda, la ciudad debía contribuir al mantenimiento de las tropas aragonesas. Consecuentemente, el 1 junio desde Alcubierre fray Teobaldo y Juan Baget pedían vino y aguardiente para sus tropas, y el 6 de junio Baget y Juan Domec, este en funciones de comandante interino pues Perena estaba enfermo en Lérida, pedían alpargatas para sus soldados, que Huesca de momento no pudo entregar.146

146. Guirao y Sorando (1995: 99-104).

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La declaración del ministro francés de la Guerra, Clarke, a que antes me he referido no resolvió el problema, porque era antitética en sus términos, y la única solución que al fin encontró el emperador fue la de sustituir a Junot por Suchet. Este llegó a Zaragoza el 19 de mayo de 1809, aunque hasta el 9 de junio no fue designado oficialmente gobernador de Aragón. El nombramiento le llegó en julio. Cuando Suchet se hizo cargo del mando el III Ejército, este se componía de una serie de cuerpos muy diversos. Los había veteranos, como los regimientos de línea 14º y el 44º y un batallón del 5º ligero, y bisoños, de nueva creación, como los regimientos de línea 114º, 115º, 116º, 117º y 121º, auxiliados por caballería, el 13º de coraceros y el 4º de húsares, y por las tropas polacas de la Legión del Vístula (los 1º, 2º y 3º de infantería y un escuadrón de lanceros). Disponía además del 1º de artillería a pie, con 20 piezas de campaña, y del 9º de zapadores. Suchet se trajo de Valladolid un batallón del 64º de línea y una compañía del 40º de línea, los cuales mantuvo siempre a su lado como fuerzas de reserva, porque sus integrantes eran hombres seguros y muy disciplinados. Desde el primer momento tuvo lo que no había tenido Junot: amplios poderes para nombrar y controlar empleados y para revitalizar toda la Administración provincial.147 Suchet comprendió la gravedad de la situación. Era un hombre de talento, acaso el más capaz de los generales napoleónicos en España. Si al final se contó entre los derrotados, se debe a los imponderables que iban mucho más allá de su personalidad. Un historiador francés lo comparó con el mariscal Louis-HubertGonzalve Lyautey (1854-1934), residente general de Marruecos entre 1912 y 1925. No sé si la comparación es acertada, pero por lo menos es un signo del alto aprecio que un militar profesional y a la vez historiador tenía por la capacidad pacificadora de Suchet.148 En sus Mémoires, este reconoce que su situación no era precisamente cómoda. Los oficiales acostumbrados a un mando no aceptaban fácilmente a otro, y además muchos de ellos se habían marchado a la guerra de Austria, que parecía más prometedora. Aceptó el cargo de gobernador de Aragón llevado de su celo militar y su amor a la gloria, que le podría llevar al fracaso y a la muerte, pero siempre sería una muerte con honor. Además, Aragón parecía haber sucumbido con su capital, en la que se había enterrado lo mejor de su ejército y de su población. Todo estaba tranquilo, por lo menos en apariencia. Las provincias vecinas, Cataluña, Valencia, no podían hacer nada: habían reclutado tropas, pero solo para su propia defensa. Sin embargo, había problemas: el III Cuerpo había quedado muy debilitado con la marcha del V; además estaba 147. Guirao y Sorando (1995: 127-128). 148. Reynaud (1992: 206).

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demasiado diseminado y con un río en medio, el Ebro, que solo por muy contados puntos se podía pasar, y en algunos había guarnición española. Suchet sabía que el estado de debilidad de sus tropas había sido rápidamente comprendido por el general Blake, quien no tardaría en aprovechar esta circunstancia.149 Ya antes de que le llegase el nombramiento, el 8 de febrero de 1810, recibió dos cartas del príncipe mayor general (Louis-Alexandre Berthier). En la primera se le decía que, en adelante, en cuanto tomase posesión de su cargo, las tropas francesas en Aragón deberían vivir a costa del país ocupado, porque debido a la duración de la guerra Francia se estaba empobreciendo demasiado, cosa que no se podía consentir. En la segunda carta se le informaba, también para el momento en que recibiese el nombramiento, de que en todo lo que tuviera relación con la administración, la justicia, la policía y la hacienda del país recibiría las órdenes exclusivamente del emperador, que él mismo (Berthier) se encargaría de transmitirle. La cosa estaba clara: no recibiría órdenes de nadie excepto del poder supremo, y tenía que pensar en cómo se las arreglaría. Los ingleses lo tenían más fácil: entraron en España y Portugal sin ser una carga para sus habitantes, repartiendo tesoros por donde pasaban (son palabras de Suchet) y pagando todo aquello que necesitaban. El ejército inglés no necesitaba vivir a costa del país porque su Gobierno le proveía de todo; a cambio de esto, los británicos tenían la facultad de introducir, por todos los puertos, los productos de su industria y su comercio. Sobre esta materia contamos desde hace algunos años con un libro de categoría, el de Roberto G. Bayod Pallarés titulado El reino de Aragón durante el «Gobierno Intruso» de los Napoleón (Zaragoza, 1979). El autor no era un historiador profesional, sino un funcionario público muy preocupado por lo que se suele llamar la ciencia de la Administración, a la que dedicó varias obras. Habiendo encontrado en el Gobierno afrancesado de Aragón una gran categoría, se esforzó en exponerla, sin que esto supusiese falta de patriotismo. No se trata de mancillar la gloria de la defensa de Zaragoza o de la lucha guerrillera en el conjunto de Aragón, sino precisamente de subrayar el valor de unos y de otros. Adelanta tímidamente el concepto de guerra civil como propio de la época,150 lo cual indica una gran valentía frente a los bombos y platillos habituales.151 El deseo de una Administración justa por parte francesa solo se halla mediatizado por la necesidad de subvenir a las necesidades del ejército, que es siempre lo primero de todo. Bayod resume su posición en estas palabras: «El grave error de los

149. Suchet (2002: 34-35). 150. Bayod (1979a: 55) 151. Había sin embargo alguna indicación en la literatura anterior. Cf. Campañas de Napoleón I, t. II, p. 128. El libro pertenece a la «Colección de los mejores autores militares, antiguos y modernos, nacionales y extranjeros, y de algunos otros de ciencia e historia militar», publicada bajo los auspicios de Eduardo Fernández de San Román, marqués de San Román; director, Emilio Valverde y Álvarez. No son estos los autores, pues consta que el texto ha sido entresacado de la Historia de Norvins, traducida al castellano en Valencia en 1835. Se refiere a Marquet de Montbreton (1835-1836). Hay otras traducciones anteriores.

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franceses no fue su gobierno, que pretendió ser justo, equilibrado y recto en el manejo de los caudales públicos, sino la traición inicial, agravada por ser un régimen hijo de la revolución».152 Con «la traición inicial» se está refiriendo a la guerra de agresión, que contaminó inevitablemente todos los propósitos napoleónicos. Únicamente no estoy de acuerdo con el último período de la frase transcrita: por una parte, los invasores de 1808, aunque hijos de la Revolución ciertamente, trataban de negarla a cada paso. De ella les quedaba el afán por crear la buena administración en la que con tanta inteligencia se fijó Bayod Pallarés.153 La Revolución no agravó las cosas, sino que constituyó, como dicen los franceses, un élan hacia el futuro. Suchet se mostraba orgulloso de lo que consiguió en Aragón. La población era enemiga: su misión había sido la de pacificarla por medios militares y al mismo tiempo alimentar al ejército y ocurrir a todas las contingencias que la guerra le planteaba (asedios de ciudades, etcétera), y aún fue capaz de entregar 8 millones de francos en la Tesorería de Madrid, es decir, la del Gobierno de José I.154 Inversamente, estos 8 millones de francos hay que inscribirlos en la descapitalización de Aragón, de la que fueron responsables los franceses. La política del mariscal consistía en actuar rápida y duramente sobre los posibles focos de resistencia, y a la vez integrar al pueblo sometido, con su propio pasado, en su sistema. No se podían perder energías muy valiosas en combatir la conducta anterior de los españoles, sino que había que elogiarlos incluso por su política última antifrancesa, pero haciéndoles ver que las circunstancias habían llevado al país a una situación nueva, en la que lo único coherente era aceptar lealmente al rey José. Por eso Lannes, el vencedor de Zaragoza, trató de explotar su victoria, aunque en los primeros momentos en el Alto Aragón no consiguió grandes cosas. Solo Gabriel-Jean Fabre tomó Jaca sin resistencia, como hemos visto, con lo que quedaba expedito el camino a Pau. Blake ordenó un nuevo alistamiento e intentó una contraofensiva en el Bajo Aragón que culminó en la batalla de Alcañiz (23 de mayo de 1809), en la que tomó parte fray Teobaldo Rodríguez. La batalla quedó indecisa, pero en el fondo victoriosa para los españoles, resultado que Suchet trató de disimular. Pero Blake fue incapaz de explotar inmediatamente el resultado de la batalla, simplemente porque no se atrevió, dada la poca categoría de su caballería. El mariscal alternaba en el Bajo Aragón los tedeums, solemnes y con mucha concurrencia, con las acciones punitivas contra los insurgentes. Para restablecer el nivel de su ejército no dudó en emplear mano dura: consejos de guerra, expulsión de oficiales incompetentes y, ocasionalmente, fusilamientos. Al poco tiempo consiguió su propósito.155 Para los españoles dio un decreto de amnistía, el 8 de noviembre de 1809, dirigido fundamentalmente a los jóvenes, a los que pedía que volviesen a

152. Bayod (1979a: 166). 153. Véase lo que se dice más abajo sobre el Código Napoleón. 154. Suchet (2002: 175-178). 155. Alexander (1985: 13-14).

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sus casas y reconociesen al rey José renunciando a todo compromiso militar o guerrillero con los insurgentes.156 En sus Mémoires, Louis-Gabriel Suchet explica cómo encontró la situación en Aragón desde el punto de vista económico y cómo desarrolló su Administración. Son páginas importantes que los propios editores de las Mémoires explican que han colocado a esta altura de la narración para que se entienda lo que después sucedió, lo que parece indicar que no se trata de un texto pensado antes, sino durante y, sobre todo, después de los sucesos. Antes de la invasión Aragón cultivaba trigo, vino y aceite en cantidad suficiente para sus necesidades, y aun exportaba una parte importante de estos productos a Cataluña y Navarra. Pero tras dos años de guerra las requisiciones de los ejércitos nacionales y extranjeros los habían agotado. Padecía la agricultura, muchas viñas y olivos habían sido arrancados, el consumo incontrolado había casi destruido la raza de corderos que se había dado bien en este país de subsistencia. Solo existía una manufactura textil, de telas burdas, en Albarracín. Se mantenía una fábrica de curtidos, pero un par de zapatos costaba 9 francos, y un par de botas, 50. Desde el punto de vista financiero la situación era todavía peor. Se consideraba que el dinero era el nervio de la guerra, por lo que el Gobierno español había procurado retirarlo de la circulación. El antiguo intendente de la provincia (no da el nombre) se había llevado a Sevilla 3 millones de francos, producto de donativos patrióticos y de contribuciones cobradas antes de que comenzase el sitio de Zaragoza. Muchas familias ricas habían emigrado llevando consigo todo el numerario que pudieron. Un millón de reales y 3000 marcos de plata, sacados de los conventos suprimidos, habían sido enviados a Cabarrús, ministro de Hacienda en Madrid. La Caja Real española debía 500 000 reales para gastos ya ordenados, pero no tenía ni uno. La materia imponible había casi desaparecido, en gran parte las administraciones locales habían sido disueltas, las fuentes de la riqueza pública se habían secado y todavía había que sacar 8 millones de francos para pagar al ejército durante un año. Así estaban las cosas cuando llegaron las órdenes de que el ejército viviese a costa del país. Suchet nos dice que muchos españoles interpretaron la medida como una prueba más de la intención de Napoleón de llevar las fronteras de Francia hasta el Ebro, lo que evidentemente complicaba las cosas al nuevo gobernador. Reconoce que pudo haber obrado a las bravas, llevándose lo que hubiera. Pero prefirió obrar de otra manera. No quería agotar el país, sino restaurarlo, y así nacería la confianza. Primer ejemplo que pone de esta política: Cabarrús había ordenado repetidamente que se enviasen a Madrid los tesoros del templo del Pilar, vasos, candelabros, estatuas de oro y plata; pero él se negó siempre, lo que contribuyó, y no poco, a que los aragoneses empezasen a verle con otros ojos. Para que se comprenda mejor su obra, Suchet ofrece a continuación unos datos históricos y estadísticos de Aragón, que por lo menos demuestran que el

156. Guirao y Sorando (1995: 129).

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Louis-Gabriel Suchet. Óleo de Jean-Baptiste Paulin Guérin (foto: Gérard Blot – © Réunion des Musées Nationaux, Francia).

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autor se había preocupado por conocer el país que iba a gobernar. No importa que muchas afirmaciones, sobre todo respecto del mundo antiguo, nos parezcan hoy inexactas, porque son acaso el grado de conocimiento al que podía aspirar un profano o al que le permitía llegar en el mundo vivido su propia ilusión. Aragón, nos dice, es la antigua Celtiberia de los romanos. Los godos la hicieron una provincia de España. Cuando los moros la invadieron los habitantes se refugiaron en los Pirineos y luego formaron un pequeño Estado que se llamó Sobrarbe, que entró después en el reino de Aragón. No hay explicación ninguna sobre esta dualidad de denominaciones, Sobrarbe y Aragón, pero una nota, acaso no debida a Suchet, sino a sus editores, explica en qué consistió el Fuero o «Constitución» (sic) de Sobrarbe.157 Aunque ya Carlos V y Felipe II atentaron contra la ley nacional de los aragoneses, fue Felipe V el que acabó con todas sus libertades. Después de hablar de la «anexión de Cataluña» (sic) y de la conquista de Valencia y las islas Baleares, que dieron lugar al reino de Aragón, se formó la Corona de España por el matrimonio de Fernando e Isabel. Aragón propiamente dicho tenía trece corregimientos: Tarazona, Borja, Calatayud, Daroca, Albarracín, Teruel, Alcañiz, Benabarre, Barbastro, Huesca, Jaca, Cinco Villas y Zaragoza. Cada corregimiento, sigue diciendo, estaba administrado por un corregidor, buena muestra de la confusión de poderes que existía en Aragón. Del corregidor, en efecto, dependía la justicia, la policía, las finanzas y la guerra, y él mismo estaba sujeto al comandante de la provincia y a la Audiencia. En Zaragoza había un arzobispo, del que eran sufragáneos los obispos de Albarracín, Barbastro, Huesca, Jaca, Tarazona y Teruel. La Audiencia Real también residía en Zaragoza. En otro tiempo Aragón, Cataluña y Valencia estaban sometidos a un sistema de contribución llamado rentas provinciales. Como castigo, Felipe V les impuso la única contribución, y a este cambio, algo parecido al catastro francés, debieron su prosperidad.158 Explica los diversos tipos de impuestos, y dice que en 1787 el conjunto ascendía a 15 900 000 reales de vellón, o sea, unos 4 millones de francos. En 1776 la población se calculaba en 527 004 individuos, sin contar a 4500 sacerdotes del clero secular, 4000 monjes y 1500 religiosas. La cifra total había subido en 1788 a 622 300 almas, pero después fue disminuyendo constantemente. En Aragón había 149 pueblos abandonados y 383 en los que solo quedaban algunas casas habitadas. Vuelve a insistir en el trigo, el vino, el aceite y los corderos, y añade el cáñamo y la seda, pero concluye que falta trabajo en «una de las regiones más fértiles de Europa» (sic). El comercio consistía en que cada uno

157. Se basa para esta curiosa exposición del Fuero de Sobrarbe en la Mémoire sur l’Aragon, par un aragonais, así, en francés, sin más precisión. Aunque siempre es aventurado tratar de identificar textos tan vagamente citados, pudiera tratarse de la «Carta sobre la antigua Constitución del Reino de Aragón», por Un patriota aragonés, Madrid, Semanario Patriótico, X, 3 de noviembre de 1808, pp. 165-170, cuyo autor se dice que fue Isidoro de Antillón. Beltrán y Rózpide (1903: 142-143), aunque no lo afirma tajantemente, lo cree probable. Cf. Gil Novales (2008a: LIV-LV). 158. Cf. sobre el tema las voces catastro y catastro de Cataluña en Canga Argüelles (1833-1834: I, 179-180).

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vendía los excedentes de su cosecha, y Cataluña y Navarra enviaban todos los años a sus agentes para llevarse las ricas materias primas. La industria manufacturera tenía un carácter elemental y burdo. Aragón tenía dos universidades, una en Zaragoza y otra en Huesca, pero la enseñanza que en ellas se daba no era ni sólida ni brillante, más propia para mantener la ignorancia que para estimular las luces naturales. Esta barbarie era común a toda España. Había en cambio en Aragón muchos profesores de latín, con lo cual incluso los más pobres artesanos podían meter a un hijo en un convento de frailes. Llamaba la atención el saber profundo de los que, en medio de la ignorancia universal, habían llegado al conocimiento. Eran muy pocos, pero su mirada y su personalidad llegaban muy lejos. Los aragoneses eran fieros, tozudos y celosos de sus libertades, y creían que su tierra era la mejor del mundo. Eran graves, fríos y meditativos, y observaban religiosamente la fe jurada. Las rivalidades de provincia a provincia existían en España casi más que en otros países. Los aragoneses se creían más fuertes y nobles que los castellanos, acaso porque se sentían menos dispuestos a inclinarse ante los grandes. Se consideraban también superiores a los catalanes y valencianos, porque estos hablaban en un patois particular, mientras que todas las clases de Aragón se expresaban en español. Tras esta larga introducción, Suchet puede pasar a explicar su propia obra. Los aragoneses poseían un agudo sentimiento de equidad que les llevaba a rebelarse contra todas las injusticias. Por ello, y porque les entusiasmaba la gloria, se levantaron contra el ejército francés en la «guerra de la invasión» (sic, la de la Independencia). El nombre de Zaragoza fue el de la primera gran resistencia que encontraron los franceses, pero fue también el de una leal sumisión. La invasión de la Península había alterado los datos de la situación aragonesa. Los habitantes habían opuesto a los franceses la más viva resistencia. La necesidad de vencer por la fuerza había obligado a los franceses, acaso inevitablemente, a cometer toda clase de excesos. En el asedio de Zaragoza los franceses habían relajado la disciplina, la Administración militar estaba en desorden, los hospitales carecían de lo más necesario, la distribución de víveres se hacía mal. Los abusos, derivados de esta situación, caían sobre los habitantes, que eran vejados a diario, y los espíritus se agriaban. Así, no es extraño que la juventud aragonesa acudiese a Zaragoza a apoyar al ejército de Blake. Pero, cuando Blake fue derrotado y se vio que el gobernador (es decir, él mismo) se esforzaba por establecer un sistema regular de administración y de disciplina, la confianza y la sumisión reaparecieron. Louis-Gabriel Suchet enumera a continuación a los hombres eminentes que le prestaron su colaboración: el padre Suárez de Santander, obispo auxiliar de Zaragoza, y después obispo de Huesca y arzobispo electo de Sevilla; Ramón Segura, cura del valle de Algorfa (Alicante), nombrado deán de Zaragoza; Mariano Domínguez, ex intendente de Palafox, que prestó grandes servicios al nuevo régimen; José Villa y Torre, presidente de la Audiencia, cargo en el que continuó (Suchet oculta que Palafox lo había destituido); Francisco Larregui, francés de

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origen español, secretario general del Gobierno, y, en fin, Agustín de Quinto, uno de los más distinguidos abogados de la provincia. Aunque las victorias de María (15 de junio de 1809) y Belchite (18 de junio de 1809) habían acabado con cualquier tipo de amenaza para Zaragoza, Suchet antes de emprender la campaña de Lérida quiso dejar establecida la Administración aragonesa sin moverse de la capital. No se tocó el orden judicial, ni tampoco la manera de cobrar los impuestos. Se organizó una policía muy activa. Se impuso una contribución en especie para asegurar el mantenimiento del ejército y el aprovisionamiento de las plazas fuertes; al mismo tiempo se nombró un director de subsistencias encargado de abrir una cuenta en cada pueblo y todos los meses se controlaban los pagos hechos en la provincia con los estados de los efectivos en los ejércitos. Todo estaba meticulosamente pensado. Había que centralizar los ingresos y los gastos, y ajustar estos a los límites legales. De esto se encargaron en Zaragoza dos funcionarios enviados por el conde Nicolas-François Mollien, ministro del Tesoro imperial, con el cual sostuvo Napoleón una larga correspondencia.159 Esos dos agentes tenían a sus órdenes delegados que les representaban en todas las localidades. Todos los ingresos iban a parar a una sola caja. La antigua contaduría era buena, pero estaba demasiado dividida. Para obviar el problema se determinó que todos los contables particulares estuviesen bajo la dirección de un solo contador de provincia, cuyos poderes se aumentaron. Los monopolios fueron suprimidos, por lo menos en parte. Después de la conquista de Lérida (14 de mayo de 1810) se estableció en la provincia el mismo sistema financiero que regía en Aragón. A pesar de todo, los ingresos no fluían como se esperaba. El 12 de junio de 1810 hubo que imponer a Aragón una contribución extraordinaria de 3 millones de reales al mes, medida penosa pero inevitable. Pero no bastaba imponer nuevos tributos y obligar a la gente a pagarlos. Había que lograr que el numerario salido de sus manos volviese por otro camino, de manera que la circulación monetaria no se interrumpiese. El general en jefe ordenó que las soldadas se pagasen cada cinco días: así, el soldado, en cuanto cobraba, gastaba. Y la población se daba cuenta de que el impuesto solo había sido un avance, porque el dinero volvía a sus bolsillos. Al igual que se hizo con las soldadas, se regularizaron todas las administraciones, servidas casi solo por españoles. Y se pagaron también con estricta puntualidad los retiros y las pensiones de viudas de militares, que habían sido acordadas por el Gobierno antiguo. Así, la industria y el comercio revivieron. Más adelante se hicieron cambios en la configuración del territorio. Fraga pasó a ser corregimiento, y los catorce resultantes quedaron clasificados en orilla derecha y orilla izquierda (del Ebro). Luis Menche, intendente de Aragón, recibió entonces el título de comisario general de la provincia. Domínguez y Quinto se encargaron de la administración de cada una de las dos mitades. Los corregi-

159. Napoléon Ier (1959).

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dores y los alcaldes dejaron de tener poderes judiciales, conservando solamente los civiles. Los alcaldes mayores fueron los únicos encargados de la administración de justicia, bajo la dirección del regente de la Audiencia. Los comisarios superiores equivalían a los prefectos de Francia; los corregidores de distrito recibieron el nombre de corregidores principales, homólogos a los subprefectos; los alcaldes se llamaron corregidores de los pueblos, equivalentes a los maires (en Cataluña se llegó a hablar de meres); los alcaldes mayores se asimilaron a los jueces de primera instancia, y la Audiencia, al tribunal de apelación. Todos los actos del Gobierno se hacían en nombre del emperador, sin que los españoles mostrasen ningún disgusto. Quedaba todavía suprimir los impuestos inútiles y perjudiciales, y sustituirlos por otros que tuviesen en cuenta el bien público. La lotería fue suprimida, las aduanas fueron reorganizadas en el sentido francés. El emperador en 1810 había ordenado la quema de las mercancías inglesas que se hallasen en Aragón. La medida perjudicaría al comercio, por lo que se propuso en su lugar imponer a esas mercancías un gravamen del 50%. Como la propuesta no fue admitida, hubo que hacer una gran pira en Zaragoza. Suchet se consuela diciendo que ya Carlos IV lo había hecho en su tiempo. Las operaciones militares en 1811 (toma de Tortosa) obligaron a librar sobre Aragón lo necesario para pagar a la tropa. El autor se extiende en las grandes obras públicas realizadas en Zaragoza, Canal Imperial, hospicio de la Misericordia, fábrica de pólvora, plaza de toros, Sociedad Económica de los Amigos del País. El día en que la «Academia» (sic) de los Amigos del País fue reinstalada, se eligió presidente honorario al mariscal Suchet, quien pronunció un discurso publicado en parte en una nota de las Mémoires. Su espíritu queda resumido en la máxima romana «Salus populi suprema lex».160 Zaragoza fue puesta también en perfecto estado de defensa para evitarle la sorpresa posible de un golpe de mano. Ya se ha mencionado la eficaz policía, a las órdenes de Mariano Domínguez. El 9 de marzo de 1811 el emperador dispuso que el Gobierno de Aragón se extendiese a las que llama provincias de Tortosa, Lérida y Tarragona, y a todo el territorio situado al oeste de una línea imaginaria que, partiendo de Garraf, en la costa, se dirigiese, pasando por Ordal, a Llorrach, y de allí al Segre y a la frontera de Lérida hasta el Noguera Ribagorzana, que continuaría siendo la divisoria entre el Gobierno de Aragón y el de Cataluña, hasta el Pirineo.161 Consecuencia inmediata de esta disposición, y su razón de ser probablemente, fue el decreto del 19 de marzo por el que Napoleón encargaba a Suchet que pusiese sitio a Tarragona, lo que vino a complicar las cosas. En Cataluña se habían producido muchos acaparamientos, favorecidos por los ingleses, y así había subido el precio del trigo de 16 a 32 francos el quintal. Había que tomar grandes medidas. Por lo pronto, establecer depósitos de provisiones en Lérida, Tortosa y Mora de Ebro. Las necesidades dieron a este punto la

160. Suchet (2002: 435-436). 161. Correspondance de Napoléon Ier, t. XXI, p. 456.

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primacía, por la facilidad de sus desplazamientos a Reus. A pesar de todas las dificultades, el mando francés fue capaz de reunir 9500 quintales de trigo y harina en Mora, 11 000 en Mequinenza, 6000 en Caspe, 12 000 en Zaragoza y 4000 en Huesca. Todo se había pagado a tocateja. Pero la comprobación de que en seis meses, en los alrededores de Tortosa, se habían consumido 12 000 corderos y 1200 bueyes de pequeña alzada, que habían sido traídos de la Baja Cataluña, de Valencia y de Aragón, obligó en adelante a importarlos de Francia y distribuirlos a los regimientos. Después de la caída de Tarragona (28 de junio de 1811), Aragón continuó aprovisionando al ejército (francés). En varios lugares, por ejemplo en Fraga, se celebró esa victoria. Consta además que se había reedificado el puente de tablas de la ciudad, que había sido incendiado por la guarnición española de Lérida en la noche del 24 de febrero de 1810. El puente de veintidós arcos se debió al empeño del corregidor de la ciudad José Rubio y del comandante de artillería Laporte, y el arquitecto fue el de Zaragoza, Ramón Pardo.162 Suchet se siente contento. Aunque tiene que mencionar a las guerrillas, dice que, los pueblos, unos las rechazaban y otros pedían que se conservaran las guarniciones francesas. Los ayuntamientos, los curas y los funcionarios públicos denunciaban a los enemigos de la tranquilidad, y simples ciudadanos comunicaban la situación exacta de los guerrilleros. No faltaron rasgos de humanidad a favor de los soldados franceses, que se habían aislado: fueron ocultados para librarlos del furor de las bandas. Por todo ello Suchet se hace la ilusión de estar a punto de conseguir lo que era realmente más difícil, no solo en Aragón, sino después también en Valencia. En sus propias palabras: Cobrar impuestos y pagar los gastos es sin duda fácil; pero aplacar casi súbitamente el odio de un pueblo, para quien la patria lo es todo, modificar sus instituciones, sus usos y costumbres, y, aun cargándolo de impuestos, conducirlo a secundar nuestras empresas sin ocasionar nuevas resistencias, sin herir al orgullo nacional: este era el éxito que la Administración superior del gobierno de Aragón se había propuesto, y se lisonjeaba de que casi lo había conseguido ya.163

De ilusiones también se vive, es verdad. Es verdad que una administración racional es siempre mejor que otra bárbara, y por ello las medidas de Suchet habrán podido servir de modelo para futuros planteamientos. Pero ni Suchet ni nadie era capaz de superar su pecado original, el ejercicio de un poder ilegítimo, producto de una violencia perpetuamente renovada. A pesar de sus palabras, tenía que recurrir a todas horas a una violencia tan bárbara, por lo menos, pero menos justificada que la de sus contrarios. Porque las cosas no se habían presentado tan fáciles para los franceses como las palabras de Suchet nos inducirían a pensar. Había otro problema: el de la corrupción de los propios funcionarios

162. Gaceta Nacional de Zaragoza, 60, 21 de julio de 1811. 163. Suchet (2002: 175-194).

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franceses, que, en opinión del mismísimo José I, era peor que todos los ejércitos insurgentes. Los españoles se levantaron por su propia dignidad, por motivos económicos, pero también por el escándalo que esa conducta les produjo. Se citan los nombres del conde Augustin-Daniel Belliard, gobernador de Madrid, durísimo en todo lo que tuviese que ver con la resistencia nacional, pero que al mismo tiempo había instalado un garito en su propia casa para su exclusivo beneficio. El barón de Fréville, intendente nombrado por el emperador para la administración de los bienes secuestrados, se creyó autorizado a ocuparse también de las propiedades incautadas a las diez familias españolas más importantes. En esta cuestión se negó a obedecer las órdenes del rey. Luego, cuando Napoleón le nombró para la intendencia valenciana, Suchet lo sustituyó por Combe-Siéyès. Es posible que no hubiese corrupción en los funcionarios nombrados por Suchet, o por lo menos no consta, pero es fácil que en la mentalidad popular la indignidad de un Belliard alcanzase también a los que observaban una conducta honesta.164 En Jaca la situación se había presentado francamente mal. La tropa con la que Lomet había llegado a la ciudad había bajado en solo un mes de 1036 hombres a 432. El resto había desertado. Estos hombres habían comprendido que, si desertaba hoy uno, mañana otro, lo más seguro es que los matasen por el camino. Por ello habían adoptado el método de desertar en bloque con sus bagajes, en grupos de 20 a 40 soldados. La situación era mala, pero no tanto desde el punto de vista militar, ya que la fortaleza de Jaca era inexpugnable, como por la necesidad que tenían de alimentarse. Todo el país estaba lleno de guerrilleros, cuya cifra Lomet calculaba en 6300 hombres. Una salida que intentó a mediados de junio de 1809, para aprovisionarse, le costó 97 muertos y 30 heridos. Lomet recurrió a Suchet, quien en julio le envió al coronel Plicque con 830 hombres y dos cañones. Plicque salió de Barbastro, pero antes de llegar se vio atacado por las guerrillas: solo se salvó acogiéndose a la fortaleza, pero sin alimentos (sin raciones, en el lenguaje de la época). No podía quedarse en Jaca porque no había comida para todos, así que el 10 de julio de 1809 tuvo que marcharse a las Cinco Villas y al valle del Roncal, donde, como veremos, consiguió aparentemente la adhesión de los habitantes a la causa imperial. La maniobra que Lomet tuvo que hacer para proteger la salida de Plicque le costó otros 17 muertos y varios heridos. Suchet no se había dado cuenta hasta entonces de la importancia del fenómeno guerrillero. Se dará cuenta, como ya hemos indicado, en el texto de sus Mémoires, pero esto, aunque históricamente es importante, indica una comprensión a posteriori. Ahora, a mediados de 1809, piensa que le bastará una operación de 8000 hombres en dos semanas para acabar con las guerrillas del Alto Aragón. Lo malo es que los guerrilleros no dan nunca batalla campal. Su guerra, siempre limitada y siempre repetida, les basta sin embargo para mantener vivas las esperanzas de los naturales.

164. Glover (1972: 100). Mercader (1983: 168 y 319-320).

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La solución para Lomet vino de Francia, en la forma de dos columnas del 11º Distrito Militar, con 1200 hombres en total, que llegaron a Jaca en julio y agosto de 1809. El 7 de agosto, 1500 hombres, al mando del teniente coronel Lapeyrollerie,165 salieron de Jaca hacia Canfranc, donde se hallaba Perena, con lo que dificultaron extraordinariamente, si no impidieron, las comunicaciones de Zaragoza con Francia. Perena, comprendiendo que no tenía fuerza suficiente, abandonó Canfranc y se hizo fuerte en Sallent de Gállego, con su propio batallón y con el de los Pardos, que acudió en su ayuda. Allí tuvo lugar una gran batalla en la que murieron 150 españoles y 20 franceses. Perena pudo escapar, pero Sallent de Gállego fue saqueado y destruido, con otros seis pueblos cercanos. Lomet habría dicho en la ocasión que «Sallent ya no existe», lo que recuerda otras frases famosas en tiempos posteriores. Lapeyrollerie no persiguió a Perena, sino que volvió a Jaca con un botín de 6000 ovejas y 200 vacas, además de armas. Como Lomet no tenía medios para alimentar al ganado, se quedó con las vacas y mandó las ovejas a Oloron, donde las cambió por calzado.166 En su política encontró Suchet un aliado extraordinario, el obispo de Amizon, auxiliar de Zaragoza y gobernador de la archidiócesis Miguel Suárez de Santander,167 famoso por la profundidad de su cristianismo, que había desarrollado en él un gran sentido de caridad. Del socorro prestado a los sacerdotes franceses que vinieron a España huyendo del juramento que les exigía la Asamblea Nacional de su país, Suárez de Santander pasó a identificarse, desde su militancia cristiana, con los principios de la Revolución francesa. Al comenzar la guerra de la Independencia había abandonado Zaragoza renunciando al puesto de gobernador, y no volvió hasta que los franceses ocuparon la ciudad o, por mejor decir, lo trajeron ex profeso. El 24 de febrero de 1809 hizo su entrada triunfal en Zaragoza el general Lannes, duque de Montebello, acompañado del general Adolphe Mortier, duque de Treviso. En la puerta del Pilar le esperaba el clero, con el obispo de Huesca (aunque todavía no lo era) a la cabeza. Sigo el relato de Daudevard, que es el único militar del ejército invasor que censura el uso político de la religión por los imperiales, y especialmente la función que en ese día correspondió a Suárez de Santander. Escribe: Su Excelencia el mariscal Lannes, sentado frente al altar en un soberbio sillón y teniendo a su derecha al duque de Treviso y a su izquierda un asiento reservado para el general Junot, que no vino,168 oyó la misa con una devoción ejemplar que debió complacer mucho a los españoles. A los mariscales se les hicieron los honores propios de su rango. La Junta y las distintas autoridades prestaron juramento de fidelidad al rey José en nombre del pueblo; después el obispo cantó un Te Deum en acción de gracias por

165. Sobre este personaje cf. Gaceta de Valencia, 55, 12 de diciembre de 1809, y Gaceta Nacional de Zaragoza, 2, 7 de enero de 1810. 166. Alexander (1985: 21-24). Guirao (1999: 122). 167. Sobre él, cf. Aznar (1908: 53-80) y Gil Novales (2005: s. v.). 168. El autor pone en este punto una nota para explicar los piques de protocolo que aquejaban a Junot (AGN).

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nuestra victoria. Esto me impresionó violentamente; creo espantoso forzar a los vencidos a celebrar su vergüenza y su infortunio. Estas imposiciones constituirán la más poderosa levadura de reacción contra nosotros. Apenas si había curiosos en el templo; no se veían más que algunas damas en cuyas casas estaban alojados los generales que las habían invitado; nada de muchedumbres ni en la puerta ni en la plaza; antes al contrario, y es cosa digna de notarse, los habitantes pasaban por la puerta de la iglesia como si nada hubiera que pudiera excitar su curiosidad, sin que les llamasen la atención ni los trajes de nuestros generales, ni la novedad de la ceremonia.

Y en seguida la comparación con otros países, en la que se revelaba el dolor y la nostalgia: En Alemania y en parecidas circunstancias, toda la ciudad hubiera asistido; allí no miran a los franceses como enemigos, más que las gentes que forman el ejército; una vez la ciudad tomada y conquistado el país, a los soldados se nos trata como a compatriotas; el español es más rencoroso».169

Nuevo Discurso en el Pilar del padre Suárez de Santander el 5 de marzo de 1809, en el que lamenta la destrucción de Zaragoza, debida a la guerra, pero ya el gran Napoleón, y en su nombre el duque de Montebello, le devuelve la tranquilidad.170 Su discurso del 1 de julio de 1809 es un elogio del valor zaragozano, pero también de la obediencia debida a las nuevas autoridades.171 En enero de 1810 José I le nombró obispo de Huesca sin las necesarias bulas pontificias.172 Dio la noticia el propio Suchet, quien entró en la ciudad el 8 de enero de 1810, «siendo recibido y cumplimentado por el Cabildo, que salió de manteos, incluso el Maestro de Ceremonias y Escolares, vistiendo el Macero gramalla blanca». Al día siguiente, 9, el deán Lorenzo López fue arrestado y conducido a la cárcel pública de la ciudad. El día 10 acordó el Cabildo escribir al obispo auxiliar de Zaragoza para que interpusiera su mediación a favor del deán y para felicitarle al mismo tiempo por su nombramiento como obispo de Huesca. Empezaba una larga deliberación y diálogo con las autoridades francesas, hasta llegar al propio Suchet, sobre la base por parte del Cabildo de que obedecía los reales despachos relativos a Miguel Suárez de Santander, a quien el vicario capitular cedería sus derechos, y el obispo entraría a ejercer sus funciones por delegación precisamente del vicario. Suárez de Santander quería lisa y llanamente el gobierno de la diócesis, sin delegación alguna. Pero a esto el Cabildo oponía los impedimentos canónicos. Habiéndose entrevistado con Suchet, unos defendían que el obispo tomase posesión del obispado en su nombre propio, porque así lo mandaban las órdenes reales. Otros decían lo contrario, basándose en que un rey católico no

169. Daudevard (1908: 46). 170. Publicado en el Diario de Barcelona, 122, 2 de mayo de 1809. 171. Gaceta Nacional de Zaragoza, 22, 6 de julio de 1809. 172. Por ello no aparece su nombre en Durán Gudiol (1995), tomado del Diccionario de historia eclesiástica de España, II, pp. 1107-1110 y 1218-1219.

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podía ordenar nada contra los preceptos de la Iglesia. No hubo acuerdo, lo que los delegados del Cabildo atribuían a dificultades idiomáticas, porque unos hablaban francés y otros español. Finalmente llegaron órdenes de Suchet y el Cabildo el 16 de febrero acordó aceptarlas.173 Es decir, después de no pequeña resistencia el Cabildo cedió, política que en adelante iban a seguir las autoridades eclesiásticas oscenses con los franceses,174 y luego también con los jefes militares patriotas. Algo no muy diferente de lo que harían las autoridades locales civiles. Nada de heroísmo. Lo veremos muy pronto. Suárez de Santander tomó posesión de la sede oscense el día 17, aunque no hizo la entrada solemne en la ciudad hasta el 18 de febrero. Suchet comprendió muy pronto que la religión podía apartar a los españoles de la lucha, y a esta idea responde el aparato con que se organizó la entrada del nuevo obispo en Huesca. Se dispuso que todo comenzase en la ermita de Santa María de Salas. De allí salió el obispo hacia la ciudad montado en una mula, en recuerdo del jumento que usó Jesucristo para entrar en Jerusalén. Le acompañaban los regidores en caballos hermosamente enjaezados. En el camino le salió a recibir Louis-Gabriel Suchet, con sus edecanes y oficiales, 300 coraceros y otras tropas. Todos juntos entraron en Huesca «entre las aclamaciones de las gentes, el sonido de las campanas e instrumentos militares, llenos de alegría y con la paz y unión más apreciables». Revestido el obispo de mitra y báculo, y precedido por todo el clero local. El espectáculo se describe como magnífico: «Estaban las calles limpias, las casas adornadas, con variedad en sus balcones y ventanas, el tiempo hermoso, el día claro, el concurso grande». Las Actas del Cabildo, publicadas por Miguel Supervía, añaden algunas precisiones a este respecto. En la entrada correspondiente al 18 de febrero de 1810 refiere que Suchet y los brigadieres «Arrispe» (Jean-Isidore Harispe) y «Boussard» (André-Joseph Boussart) oyeron misa a las once en la catedral, sin duda para dar ejemplo de religiosidad. Después de vísperas bajó el Cabildo con capas a la plazuela de San Francisco, donde se había colocado un altar con los ornamentos pontificales. Precedió a la entrada de S. I. la de algunas compañías de granaderos que formaron en la misma plazuela de derecha a izquierda y fueron siempre acompañando al Cabildo hasta que hubo terminado todo el acto. A poco de llegar estos, un trompeta y una partida de Coraceros anunciaron la de S. I. que venía con Suchet y el Ayuntamiento. Cantada la antífona, revestido el señor Obispo y entonado el Te-Deum, se formó la procesión hasta la Catedral, yendo en ella Suchet, Arrispe y Boussard. El Sr. Obispo predicó y bendijo al pueblo, con lo que terminó la ceremonia.175

Sin embargo algo más que bendiciones hubo en este «discurso» (así llama Suárez de Santander a sus sermones). Comenzó hablando de la inmensa responsabilidad que había recaído sobre su pobre persona, y en seguida abordó el tema 173. S[upervía] (1908: 1-6). 174. Cf. el capítulo «La guerra de la Independencia», en Durán Gudiol (1982: 64-68). 175. S[upervía] (1908: 6).

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Miguel Suárez de Santander. Retrato de Antonio Guerrero, grabado de Tomás López Enguidanos (imagen cedida por la Biblioteca Nacional de España).

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de la sumisión a las autoridades civiles, en este caso a Su Majestad José Napoleón I. A esta cuestión se refirió varias veces y desde diferentes puntos de referencia: el Evangelio lo manda, dice, la paz lo necesita. Da argumentos de peso: la guerra significa «el hambre, las enfermedades, la peste, la interrupción de la agricultura, la cesación del comercio, la muerte de las artes» y la decadencia de nuestra santa religión. En estas consideraciones entra el pacto social, en el que Rousseau y el Evangelio se combinan. La fórmula evangélica «dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que del César» le da pie para explicar que «para entender esta verdad debéis reflexionar que desde que los hombres, perdiendo voluntariamente ciertas preeminencias de la libertad primitiva con que habían aparecido en su origen, se unieron en sociedad, adquirieron otras ventajas», como la seguridad de su religión y de sus propiedades.176 No figura Miguel Suárez de Santander en el libro ya clásico de Jefferson Rea Spell sobre Rousseau en España. Conviene retenerlo desde ahora.177 Un sermón pronunciado en el Pilar el 17 de mayo de 1810, con motivo de la rendición de Lérida a los franceses,178 fue muy atacado por los patriotas. Partiendo de un pasaje de los Hechos de los Apóstoles, indicaba que la voluntad de Dios era la sumisión de España a José I, y contra la voluntad de Dios era inútil luchar. El padre Suárez de Santander abandonó Huesca el 19 de febrero de 1810, al tener que ir a Zaragoza a ocupar el puesto de gobernador del clero en Aragón, pero no se desentendió de los asuntos oscenses. El 3 de junio de 1810 se ocupó de la traslación de las reliquias de los santos Orencio y Paciencia, padres de san Lorenzo, patrono de Huesca; y en lo que resta del año y en los primeros meses de 1811 se le vio muy activo en diversos asuntos relativos a los canónigos y otros miembros del clero oscense. Se despidió de la ciudad el 1 de marzo de 1811. No obstante, el 10 de julio de 1810 se supo en Huesca que el obispo había sido promovido a arzobispo de Sevilla (no llegó a tomar posesión). Con este motivo el 11 hubo iluminación en Huesca, repique de campanas y tedeum. El 15 de agosto de 1810 se comunicó al Cabildo (la carta llegó el 31) que había sido nombrado obispo de Huesca Manuel María Trujillo y Jurado,179 aunque, dada su avanzada edad (había nacido en 1728), parece que se trató de un nombramiento puramente circunstancial. De hecho, aunque hay bastante confusión en la materia, hasta el final de la dominación francesa Suárez de Santander siguió ocupándose a distancia de los asuntos del clero de Huesca y titulándose obispo de la diócesis. El 21 de febrero de 1811 se avisó de que al día siguiente iba a confirmar (administrar el sacramento de la confirmación) en Yéqueda, pueblo de la diócesis.180

176. Suplemento a la Gaceta de Zaragoza del 12 de marzo (sic, por abril) de 1810, cit. en Gil Novales (1997: 16). 177. Spell (1969). 178. Fragmentos en Gaceta Nacional de Zaragoza, 47, 20 de mayo de 1810. 179. S[upervía] (1908: 6-9). Sobre Trujillo cf. Gil Novales (2005). 180. S[upervía] (1908: 8).

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Napoleón, considerando que las cosas no iban bien en España, y como medida además para preparar su idea, previa a la guerra, de la cesión a Francia de todos los territorios situados al norte del Ebro, modificó la administración de los mismos dándoles una estructura directamente militar. Conocida es la desfachatez con la que en esta época, que es justamente la del crecimiento de los sentimientos y conciencia nacionales, dispuso a su antojo y como le convino de los territorios ajenos. En el caso de España la idea apareció en las conversaciones del emperador con Eugenio Izquierdo, en febrero-marzo de 1808, con no poco disgusto de este.181 El alcance del pensamiento de Napoleón en esta cuestión se encuentra fielmente recogido en las Mémoires de Montgaillard, corresponsal secreto del emperador. Este se había forjado todo un inmenso cuadro históricogeográfico-geopolítico, según el cual el Imperio era incompatible con la perduración de los Borbones. Golpear en Madrid significaba eliminar cualquier pretensión de restauración en Italia y en Francia. Comenzada la guerra en 1808, el corresponsal comunica a Napoleón el 9 de diciembre de ese mismo año, con duplicado enviado el 15 de diciembre, que el fenómeno tenía importancia universal. Se trataba del mayor acontecimiento ocurrido en Europa desde el descubrimiento de América. Napoleón comprendió que no podía intervenir en España sin renovar la alianza con Rusia, pero las concesiones que hizo al zar se revelaron insuficientes. Montgaillard fue uno de los que creían en un concepto federativo y colonial del Imperio que la guerra de España vendría a consolidar (en el caso naturalmente de una victoria francesa). El Imperio necesitaba constituir tanto a España como a Portugal de manera que estos dos países no pudieran nunca más ser un peligro para Francia. La unión de nuestro país con el Imperio se entiende como una regeneración moral. Los Pirineos, en ambas vertientes, debían ser parte metropolitana de Francia para que los reyes de España, de Holanda, de Westfalia, de Nápoles sean reyes de colonias de Francia, y no reyes holandeses, españoles, westfalianos o napolitanos. Hablando de España, Navarra poseía la llave continental de las dos monarquías, la francesa y la española. Los Pirineos, como los Alpes, tienen tales recursos y situación naturales que quien los domine dominará todas las regiones meridionales de Europa. La posesión, el derecho político y los intereses de España y de Francia se unen en este punto para que estos territorios sean franceses. Aragón, Navarra y Cataluña hasta el Ebro formaron parte de Francia bajo Carlomagno. Esta precisión geográfica, estimada suficiente, se altera para albergar también a Galicia hasta el Duero. El resto de Portugal quedaría anexionado a España, en compensación por las 181. Remito a Gil Novales (2008b).

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pérdidas territoriales de este país más allá del Ebro. La creación de grandes ducados quitaría a los reyes españoles cualquier posibilidad de atentar contra el sistema federativo francés. Si se dejase un reino de Portugal independiente, inevitablemente caería bajo la órbita inglesa, que es lo que había que evitar. Podríamos pensar que todos estos conceptos forman parte de la quimera napoleónica, francocéntrica e imposible. No obstante, la nebulosa mental del emperador se transformó en actos políticos en los que se manifestó la íntima contradicción del sistema, empezando por los propios hermanos de Napoleón, que se resistieron como pudieron a convertirse en reyes ficticios.182 El 8 de febrero de 1810 Napoleón promulgó un decreto que preparaba la anexión a Francia de los territorios situados al norte del Ebro. Por una de sus disposiciones creaba el llamado Segundo Gobierno Militar de Aragón, a cuyo frente puso a Suchet. Entiéndase bien: esto quiere decir que Aragón en adelante ya no dependería del rey José, sino jerárquicamente del ministro de la Guerra francés, Clarke. El decreto era un golpe terrible para José, cuyas ilusiones de consolidarse como rey de verdad se desvanecían.183 Evidentemente, la medida imperial iba contra los intereses elementales de España y solo podría suscitar más resistencia, pero iba también contra los propios proyectos napoleónicos en nuestro país, los cuales dinamitaba. Por ello José se indignó y se entristeció. Una oportunidad perdida. El emperador no lo comprendió así. Acaso nadie le insinuó que no se puede gobernar un país como si fuese un tizón en la chimenea. La intensa religiosidad que el mariscal Suchet quiso imprimir a su Gobierno de Aragón, acaso siguiendo el cínico pensamiento de Voltaire de utilizar el fervor religioso del pueblo para que se deje gobernar, le hizo aprovechar sentimientos auténticos como el del padre Suárez de Santander y recurrir incluso a la exaltación de la Virgen del Pilar. Esto es perfectamente compatible con el ejercicio por los franceses de una política secularizadora, es decir, desamortizadora. Poco sabemos sobre esta materia. Un decreto de 1 de mayo de 1809 ordenaba a todos los clérigos que se encontrasen fuera de sus destinos que volvieran a ellos en el plazo de veinte días. Si no lo hacían perderían sus prebendas y se les confiscarían los bienes. La medida, equivalente a una desamortización por vía penal, se intensificó con otra de la misma fecha por la que se decretaba la supresión de todos los conventos situados en una zona donde hubiese sido asesinado un soldado francés, a no ser que apareciese el culpable. El sistema josefino quería suprimir sobre todo las órdenes religiosas económicamente independientes, que eran las que podían tener más influencia sobre la población. Actuaban también causas

182. Montgaillard (1896: 370-396). El personaje no es muy de fiar: agente secreto de la diplomacia francesa, de increíble venalidad, a la que él mismo se refería bajo la expresión de haber pasado por todas las vicisitudes humanas. Hizo doble juego en 1792, avisando a Robespierre de los movimientos realistas; mientras seguía a su servicio, entregó al Directorio los secretos realistas; luego fue empleado por Bonaparte, al que traicionó en 1814, reconociendo a Luis XVIII. Si esto es cierto, creo que lo que se dice en el texto sobre el Imperio y las anexiones contaba con el beneplácito del emperador. 183. Cf. Díaz Torrejón (2008: 348-352).

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meramente económicas, como en el Ayuntamiento de Binaced, que el 21 de noviembre de 1809 tomó el acuerdo de vender «los campos comunes, casas y demás fincas que hubieran propias del común», obligado a ello por «la necesidad que padece este pueblo y la miseria y pobreza de sus vecinos y siendo imposible poder cumplir con las cargas tan excesivas que se imponen».184 Desamortización eclesiástica pura y dura encontramos en 1810, cuando se decretó la extinción de los agustinos calzados de Loreto, en Huesca.185 Juan Mercader Riba no halló nada sobre Aragón en las medidas desamortizadoras de José I, excepto sobre Monzalbarba en Zaragoza y algunas alusiones imprecisas, pero esto se debe a que la mayor parte de Aragón está en la orilla izquierda del Ebro, para la que se reservaba un régimen especial, como hemos visto.186 En Barbastro quedaron suprimidos los conventos de Santo Domingo de la Merced, el de los trinitarios calzados, el de los padres capuchinos, franciscos y paúles y el de Santa Fe. Las Escuelas Pías entraban también en el decreto de expulsión, pero recibieron un trato especial, y de hecho continuaron bajo la denominación de colegio de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. Respecto de los conventos de monjas, los franceses adoptaron el criterio de que ellas mismas solicitasen su desaparición. Las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl abandonaron su convento en cuanto entraron los ocupantes, por lo que sus bienes pasaron a ser nacionales. Por el contrario, la comunidad del convento de Santa Lucía de la Orden de Santa Clara, reputado como uno de los más ricos de la ciudad, continuó existiendo a lo largo de toda la ocupación, pero inevitablemente para subsistir tuvo que ir vendiendo sus propiedades, y al final del periodo la situación de las clarisas era francamente precaria.187 Por unas razones o por otras, los estragos debidos a la guerra fueron numerosos en el Alto Aragón. Jaca, decía Espoz y Mina, «apenas tiene un edificio sano y cuenta con casas enteras arruinadas por el bombeo».188 Luis María Cistué y Martínez menciona en su Relación de los méritos la destrucción en septiembre de 1809 de su casa de Fonz, saqueada y quemada por el enemigo, perdiendo en ella todos los muebles, ganados de labor, y gran cantidad de frutos, cuyo valor y el que con el mismo motivo experimentó en la villa de Monzón asciende a más de diez y siete mil duros según justificación jurídica, sin contar el del producto de las haciendas que han estado secuestradas por espacio de cuatro años por su notorio y acreditado patriotismo y por su constante adhesión a la dinastía reinante.

Destrucción que el autor relaciona con el saqueo de la casa de Estadilla padecido en la guerra de Sucesión, cuando la familia se manifestó a favor de 184. Cit. por Otaegui (2001: 1209). 185. Cf. Lozano y Zaragoza (1986: 41), cit. en Gil Novales (1992: 101). 186. Mercader (1972: 600-601). 187. Arcarazo y Lorén (1994: 111-112). 188. Cit. por Buesa (2001: 333-334).

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Felipe V.189 Se sabe que el mariscal Suchet, siempre con problemas económicos, vendió parte de las propiedades expropiadas en Aragón, pero no sabemos el alcance de estas ventas ni su distribución geográfica. Lo único que quedó claro es que siempre fue capaz de alimentar a sus tropas.190 Esta es la preocupación que le llevó a imponer a la provincia el 20 de noviembre de 1810, desde Mora de Ebro, una contribución extraordinaria de 36 millones de reales, cuyas modalidades comunicó a los aragoneses Francisco Larregui, secretario del Gobierno de Aragón. Aquellos pueblos que satisficieran esta contribución con puntualidad quedarían exentos de la ordinaria. Todos los bienes y rentas nacionales que no se hubiesen arrendado hasta el 15 de diciembre siguiente se entregarían a los pueblos, excepto en Zaragoza, donde no se alteraría el régimen existente. La medida era de orden fiscal, pero tenía alcance desamortizador. Los monasterios y conventos de las Fuentes, Veruela, Piedra, Rueda, Desierto de Calanda, Sijena, San Victorián, Montearagón y San Juan de la Peña se cedían a la ciudad capital de partido en que estuvieran situados. No estaban comprendidos en la cesión los edificios de los conventos que no fueran fábricas ni se necesitaran para la agricultura o la conservación de frutos, y los muebles de los mismos y de las casas confiscadas, que seguirían perteneciendo a la Administración general. Hasta que se terminase la liquidación, y reparto, de los 36 millones, seguirían los pueblos pagando como hasta entonces. Para mejor asegurar el suministro de las tropas se establecieron almacenes de reserva de trigo en Zaragoza, Huesca, Barbastro y Cariñena.191 Aunque teóricamente toda la desamortización josefina fue abolida a la vuelta de Fernando VII, en Barbastro concretamente se sabe que las hijas de la caridad de San Vicente de Paúl solicitaron en septiembre de 1813 la devolución de su convento, y en agosto de 1814 ya estaban trabajando con normalidad. El 19 de marzo de 1814 los padres franciscos pidieron la devolución de su huerta para poder vivir. Los mercedarios el 17 de octubre de 1814 solicitaron que se les entregase, de manera provisional, la ermita de Santa Bárbara y anexos, para el culto. Se les concedió, pero a condición de que las obras necesarias corriesen de su cuenta.192

189. Cistué (1815). 190. Alexander (1985: 100). 191. Francisco Larregui, Gaceta Nacional de Zaragoza, 104, 29 de noviembre de 1810. 192. Arcarazo y Lorén (1994: 118).

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La respuesta en toda la península española a la destrucción por los franceses de la estructura política del país, incluido en gran parte de su extensión el ejército regular, fue la guerrilla o, por mejor decir, la acción aislada, o a veces conjunta, de los guerrilleros, unos con otros, o bien estos, donde el ejército regular persistía, colaborando estrechamente con él. Otra cosa es que el militar profesional, entonces como ahora, simpatizase más con sus congéneres que con estos advenedizos, surgidos espontáneamente, como las setas en el bosque después de la lluvia. Espontáneamente, aunque por decreto del 17 de abril de 1809 la Junta Central ordenaba la formación de partidas que colaborasen con el ejército regular. Volvería a tomar disposiciones sobre ellas el 4 de septiembre de 1809 y el 9 de enero de 1810.193 La guerrilla era una forma de guerra inesperada, aunque los autores modernos han procurado darle antecedentes y consiguientes desde los tiempos más remotos hasta hoy. Es lógico, porque siempre ha habido momentos de lucha desigual en la que la parte débil ha recurrido a la astucia, la audacia y el conocimiento del terreno. También es verdad que no hay dos situaciones iguales, y que no se pueden dar recetas en la materia, tan solo consideraciones derivadas de la experiencia. Los autores se esfuerzan por encontrar ejemplos, remotos y próximos,194 aunque en una parte de la literatura llegó a plantearse la cuestión de si se habría descubierto un método eficaz contra las guerrillas.195 Restringiéndonos a España y a la guerra de la Independencia, la cuestión apasionó a los coetáneos, tanto españoles como franceses, que sacaron conclusiones. Por parte napoleónica, en vivo, los denuestos fueron su respuesta, el más conocido el de brigands (‘bandidos’): forajidos, salteadores de caminos, asesinos, miserables e incluso revolucionarios, palabra aborrecida, no obstante los orígenes del sistema napoleónico, porque los josefinos trataban de convencer a la gente de que lo suyo se basaba en la mesura racional y el progresismo. Lo más grave no era el insulto, sino la consideración de que el guerrillero no estaba dentro de la legalidad y, en consecuencia, en cuanto era habido, se le quitaba la vida. Esto lo

193. AHN, Junta Central, leg. 41 D. Cf. Vignau (1904: 32). 194. Joes (1996) estudia las guerrillas de la Revolución de Independencia de los Estados Unidos, las de la Vendée, Haití y España, las de la guerra civil de los Estados Unidos, las de la guerra de los Bóers, la de Aguinaldo en Filipinas, Lawrence de Arabia, genéricamente las guerrillas contra Hitler y Stalin, las de la guerra fría: Grecia, China, Malaya, los huks de Filipinas, Indochina contra Francia y contra los Estados Unidos, los jemeres de Camboya, Afganistán contra los soviéticos, de nuevo las Filipinas tras la II Guerra Mundial, América Latina y los que llama conflictos poscoloniales, de Argelia a Zimbabue. 195. Heilbrunn (1964) se refiere al siglo XX. Llega hasta la guerra atómica.

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sabían los propios guerrilleros, lo que influye también en su actuación. La propaganda francesa machaconamente presentaba la completa erradicación de las guerrillas en una determinada comarca o región. Pero reaparecían poco después, inexplicablemente para su mentalidad ultrapirenaica. Esta es una característica fundamental del fenómeno guerrillero. A distancia, en sus memorias o libros teóricos escritos años después del conflicto, los militares franceses supieron dar muestra de gran comprensión. Hace ya algunos años Rafael Farias escribió un libro importante, aunque algo unilateral, sobre la cuestión, en el que recogía la terrible condición de la guerra vista por los franceses (palabra que aquí significa ‘napoleónicos’, porque junto a ciudadanos de Francia los hay polacos, italianos y de otras nacionalidades). El mismo Farias lo expresó así: Sobre un fondo de paisajes, agrestes o desolados, muévense los franceses en un ambiente de hostilidad trágica que los acecha, el pueblo, a modo de coro semi-mudo, prorrumpe, a momentos, en alaridos de rabia y, ya cerca ya lejos, siempre incansable, vigilante siempre, cruza como una sombra el guerrillero.196

Falta en este cuadro el colaboracionismo, que también se dio, y más de lo que en principio habíamos pensado, tanto que la guerra de la Independencia se convirtió en una guerra civil.197 Antes de que podamos decir si la guerrilla nos gusta o no, tenemos que reconocer su importancia. Un hecho objetivo, externo, podemos aducir aquí: aunque el mariscal Suchet se halló en varios teatros de guerra europeos, reservó sus Mémoires solo al conflicto español, 1808-1814. Y en la primera página de la «Notice préliminaire», cualquiera que sea su redactor, encontramos esta afirmación: Que la guerrilla198 en sus flancos y en su retaguardia, en medio de las grandes operaciones que absorbían desde lejos su atención en los asedios y en las batallas, ha sido constantemente para el mariscal Suchet una verdadera dificultad; y que su narración, al dar cuenta de esta contrariedad siempre renovada, tanto que nos impacienta en la lectura, presenta por ello mismo un cuadro más fiel de la realidad.

Suchet sólo logró vencer esta dificultad haciendo que todos los militares a sus órdenes participasen de su mismo espíritu.199 Y en el propio texto de las Mémoires, después de las victorias francesas de María y Belchite y la destrucción del ejército de Blake, reconoce que, por mucha importancia que él mismo hubiera

196. Farias (1920: 10). 197. Remito a Gil Novales (2001). 198. El texto usa la expresión petite guerre. 199. Suchet (2002: 5, «Notice préliminaire»). Traducción mía. Aunque no lo dice, esta edición reproduce la primera (París, Bossage, 1828, 2 vols.). La expresión escritas por él mismo no es verdadera: siguiendo las notas de Suchet, fueron redactadas por el barón de Saint-Cyr Nugues, jefe de su Estado Mayor, y publicadas por su viuda, Honorine-Antoine de Saint-Joseph, sobrina de la mujer de José Bonaparte, la reina Julia. El autor de la «Notice» puede ser tanto Saint-Cyr como Honorine. Cf. Palau (1948-1977) y Bergerot (1999).

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«Guerrillero de la guerra de la Independencia». Ilustración extraída del tomo V de la Historia General de España, del padre Juan de Mariana (Madrid, Imp. y Lib. de Gaspar y Roig, 1851) (foto: Ramón Lasaosa).

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dado a estas tropas, realmente solo eran auxiliares de la fuerza principal de resistencia. La insurrección, aprovechando precisamente las pérdidas sufridas por el ejército, se convirtió en algo mucho más peligroso. Lo que quedaba de este ejército, vuelto a sus hogares o dispersado por el país, sirvió de alimento y de refuerzo a las bandas de partisanos200 ya existentes, que así reclutaron buenos oficiales y soldados experimentados. Las bandas reaparecieron más formidables y numerosas que antes; otras, hasta entonces desconocidas, se mostraron en las montañas de Calatayud, y en los desfiladeros de los alrededores de Huesca y de Barbastro. Entonces comenzó realmente en el norte de España este nuevo sistema de resistencia, del que inmediatamente se sirvieron algunos jefes con habilidad, y que defendió al país más eficazmente que lo había hecho la guerra reglamentada de los ejércitos disciplinados. Esto es así porque es más conforme con los lugares y el carácter de los habitantes. Es una verdad que se deriva de la configuración general de España, y está ratificada por la historia desde Sertorio hasta nuestros días.

Luego el autor desarrolla el tema de que geográfica y físicamente España pertenece a África tanto más que a Europa. Parece que este pensamiento, en el fondo reaccionario, aquieta su espíritu.201 Daudevard se esfuerza por hacer entender esa denominación de bandido, pero su interpretación resulta por demás polémica: Debo fijar la atención del lector sobre el significado de la palabra bandido, empleada para designar a los españoles que no querían reconocer al rey José, ni se dejaban vejar y despojar por nosotros, prefiriendo empuñar las armas, abandonar sus habitaciones y vivir en la montaña, antes que someterse a nuestras leyes. Así que aparecían algunos franceses aislados, caían sobre ellos, los mataban a puñaladas, les arrancaban los ojos, les cortaban las narices y las orejas, los hacían pedazos, cometían con ellos todos los horrores que la venganza, con frecuencia aplicada a reclutas enfermos y soldados heridos o moribundos, pueda imaginar. Muchas veces éramos nosotros los verdaderos bandidos; pero los españoles, excepción hecha de las tropas regulares, se mostraron bárbaros en sus venganzas, y dignos de ser comparados a los caníbales más feroces. La indisciplina, la desnudez en que se dejaba a las tropas, las ideas que se hacían fermentar en las cabezas de los soldados, la voluntad tácita del jefe del gobierno, el carácter de algunos generales fueron, por nuestra parte, las causas de una conducta que no estaba acorde con el carácter francés. La de los españoles dependía de la poca civilización, de la barbarie, de la masa de la nación.202

No creo que la mayor parte de los irregulares españoles practicasen lo que podríamos llamar desnarigamiento o nasotomía, pero la mejor manera de contestar a tan insidiosas palabras es recordando otras de un historiador suizo,

200. Partisans es palabra antigua en francés, y durante las guerras napoleónicas adquiere el sentido moderno de guerrilleros. Aquí tenemos un ejemplo de esa evolución. Cf. Scotti Douglas (2000: 19 y 23). 201. Suchet (2002: 52). Traducción mía. Aunque las Mémoires fueron publicadas también en español, no tengo el texto conmigo, y por ello no lo he utilizado. 202. Daudevard (1908: 21-22, n. 1).

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Geisendorf-des Gouttes, quien, reconociendo la crueldad de unos y de otros, iluminado por el espectáculo lamentable de la I Guerra Mundial, echa la culpa de todo a la guerra de agresión.203 El tema del desnarigamiento reapareció con un personaje, el capitán Desbœufs, del que hablaremos después, cuando fue nombrado gobernador militar de Huesca. Después de combatir en media Europa, entró en España por Roncesvalles, donde encontró una muestra del orgullo español: una cruz de piedra que conmemoraba la victoria de Bernardo del Carpio sobre Roland,204 cruz que fue abatida por los soldados franceses en 1794.205 Efectivamente, sobre aquella victoria Bernardo de Balbuena había escrito El Bernardo, poema heroico del que se hizo una segunda edición en 1808. Haciendo la reseña del libro, el Semanario Patriótico señala «la analogía de aquellos tiempos con los presentes».206 Desbœufs siguió después hasta Pamplona. En el trayecto se dio cuenta, mirando las ventanas con rejas de las casas y las caras de los pocos transeúntes con los que se topó, de que allí reinaban la superstición, el fanatismo y la esclavitud. El general Reille, decidido a dar un escarmiento a Espoz y Mina, tuvo con él un encuentro victorioso en el Carrascal, con muertos y prisioneros españoles. Ahora solo me interesa esta referencia por el tema del desnarigamiento. Algunos oficiales españoles prisioneros vestían como los campesinos, pero llevaban una escarapela con la leyenda «Vivir y morir por Fernando VII». Entre los prisioneros venían también algunos niños de trece o catorce años a lo sumo, uno de ellos sin nariz y otro sin orejas. Se supone que los había mutilado Espoz y Mina. Meses después, Mina, como se le llama siempre, ahorcó cerca de Pamplona a dos oficiales franceses y a cuatro soldados. El general Abbé contestó fusilando a seis españoles y amenazó a Mina con mayores represalias. El navarro replicó colgando por los pies a otros cuatro soldados, después de haberles arrancado los ojos y cortado la nariz y las orejas. Desbœufs dice no haber presenciado estas escenas, pero se las contaron gentes que le merecían confianza.207 Si el autor las hubiese visto personalmente, podríamos preguntarnos por su veracidad. Cuando los testigos son otros, de los que ni siquiera conocemos el nombre, se aleja la comprobación de los datos. La guerra era terrible, pero debían de circular muchas historias que amplificaban al máximo su maldad. El mismo autor presenta en otra ocasión a los soldados franceses matando prisioneros, pero solo por caridad, por ahorrarles mayores sufrimientos. En cambio, jamás los españoles obraban con humanidad. Los franceses trataban siempre muy bien a sus prisioneros, pero justamente lo contrario les ocurría a los soldados napoleónicos recluidos en los pontones

203. Geisendorf – Des Gouttes (1932: dedicatoria). 204. Bernardo del Carpio es una figura mítica, no tuvo existencia real. De haber existido la cruz, será por efecto de los romances. La cita sirve para corroborar la difusión de este género poético, español y también francés. Cf. La Chanson de Roland. 205. También hay que decir que en la literatura patriótica antifrancesa de estos años aparece Roncesvalles como la primera derrota infligida por los españoles a los franceses. Cf. La historia y la experiencia en oposición contra el heroísmo de Bonaparte. 206. «Literatura», Semanario Patriótico, II, 8 de septiembre de 1808, p. 35. 207. Desbœufs (1901: 143-145).

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ingleses, en las casamatas austríacas y en los desiertos rusos.208 O sea, que no todo era culpa de los españoles. Siempre es un consuelo. El mismo Desbœufs indica en su libro lo mucho que los franceses habían aprendido en su lucha contra los guerrilleros: La guerra de España fue una escuela excelente para los oficiales franceses. Encargados de mandar plazas y destacamentos en marcha, en un país en el que los combates eran diarios, en el que el ojo del enemigo les seguía por todas partes, en el que el más pequeño descuido se pagaba con la vida, tuvieron que ejecutar maniobras que no vienen en las ordenanzas y adquirieron conocimientos que solo la experiencia puede enseñar. Más de una vez tuvieron que reconocer que nunca se excederían en la prudencia, y que, en todas las circunstancias, hay que adaptarse al terreno, y obrar siguiendo las disposiciones y los hábitos militares del enemigo.

Sigue hablando después de ataques y movimientos de tropas, y de lo mucho que en punto a táctica han aprendido los franceses de su experiencia española.209 Un entusiasta biógrafo francés de un oficial que libró en Navarra una «guerra de escaramuzas», así la llama, califica de triste la campaña de los años 1812 y 1813. La gloria está en otra parte, en las grandes batallas.210 El capitán Emmanuel Martin, en su importante libro sobre La Gendarmerie Française en Espagne et en Portugal, se muestra extraordinariamente comprensivo del significado de la guerrilla española, que para él no se concibe sin las juntas. No conozco lo suficiente a este autor para saber si su comprensión del fenómeno español se deriva de la guerra de 1870. En esta ocasión, al ver que el ejército francés no estaba preparado para resistir al alemán, comenzó en el país un movimiento de guerra de guerrillas, obra en gran parte de Léon Gambetta, quien había meditado mucho sobre los sucesos españoles de 1808. Lo mismo que los generales franceses fusilaban a los guerrilleros españoles en la guerra de la Independencia, por no reconocerles el estatuto legal de combatientes, los generales alemanes en 1870 fusilaron a los guerrilleros franceses por la misma razón. Estos héroes oscuros, dice Chastenet, prefiguran los partisans de la II Guerra Mundial.211 Conrad von der Goltz, gran admirador de Gambetta,212 es autor de La nación en armas, obra traducida al español.213 Así, de la práctica hemos llegado a la teoría. Pero acaso en esta prevaleció la opinión de Clausewitz, quien, aun valorando la aparición de la guerra de guerrillas, la admitía a regañadientes como auxiliar del ejército regular.214 La evolución posterior nos llevaría a los terribles conflictos del siglo XX y del actual, en los que no voy a entrar.

208. 209. 210. 211. 212. 213. 214.

Ibídem, pp. 158-159. Ibídem, p. 174n. Roche (1892: 72). Chastenet (1968: 149, 159 y 178). Ibídem, p. 178. Goltz (1897). Smith (2005: 252).

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El capitán Martin escribe: Al comienzo de la guerra [se refiere, naturalmente, a la de la Independencia], cuando el pueblo español toma la resolución de concurrir enérgicamente a la defensa de España, todas las ciudades tienen su junta particular. Poco después se forman las juntas provinciales, que dan cohesión a las guerrillas, y las hacen concurrir a un fin común. Lo que prueba que la guerra de la independencia española fue popular es el hecho de que las primeras bandas se hayan formado con campesinos, artesanos, hombres robustos, dotados de una gran fuerza de resistencia física, y entre ellos no hay nobles ni ricos. La mayoría de los jefes guerrilleros proceden de oscura cuna, son verdaderos patriotas, que combaten sin ambición por una causa que consideran sagrada.

Menciona el autor las normas dadas por la Junta Central sobre este tipo de guerra, y el papel que cumplen en ella las juntas provinciales; y prosigue diciendo que los jefes [guerrilleros] organizan, encuadran y agilizan sus bandas, que, armadas y equipadas por los ingleses, acaban formando batallones y escuadrones, los que con el apoyo de la artillería de montaña se hacen más de temer cada día, aunque solo sea porque conocen a maravilla el territorio que defienden. La táctica constante de las guerrillas es la de no atacar hasta que el número y la posición les son favorables; y de esta forma nos hacen más daño [a los franceses] que los ejércitos regulares, a los que nuestras tropas derrotan continuamente en campo abierto.

Solamente para Guipúzcoa, Álava, Vizcaya, montaña de Santander, Castilla la Vieja y Navarra, Caffarelli el 18 de diciembre de 1812 calculaba el número de guerrilleros en 37 750, de ellos 2850 a caballo. Antes de recoger esta cifra, Emmanuel Martin ha citado una extraordinaria apreciación del general Hugo que conviene reproducir aquí: Las guerrillas subsanaban los desastres de los ejércitos porque, al ocupar el territorio, obligaban a los jóvenes, a los dispersos,215 a los desertores, a incorporarse a su unidad; forzaban a los franceses a fortificarse en todas partes y a no mostrarse jamás impetuosos. Las guerrillas seguían y atacaban a los convoyes que venían de Francia, sin conocer el género de guerra que les esperaba. Atacaban también a los convoyes de prisioneros, tanto para apoderarse de lo que pudieran cuanto para acabar con las escoltas, cuando encontraban una buena ocasión o un desfiladero favorable. Por todo ello las guerrillas eran lo único que había que temer en la nación, fuera de lo que suele considerarse como la masa o cuerpo de la resistencia. En el estado exaltado de la opinión se las podía, o acaso se las debía, considerar, en muchas provincias, como la nación armada.216

215. En castellano en el original. 216. Martin (1898: 75-78). El general aludido es Joseph-Léopold Hugo, autor de Mémoires du général Hugo, gouverneur de plusieurs provinces et aidemajor général des Armées en Espagne (Hugo, 1823), y padre del poeta Victor Hugo.

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Heinrich von Brandt, nacido en 1789 en Lakiin (Prusia Occidental), estudiante de Derecho en la Universidad de Königsberg (Prusia Oriental), oficial del ejército prusiano, en el que no se sentía a gusto y que abandonó después de la creación del Gran Ducado de Varsovia (1807) para entrar en el ejército francés, luchó en España de 1808 a 1812, y después en Rusia, con la Legión del Vístula, donde fue herido y hecho prisionero. Llevado a Moscú, tras su curación, considerado súbdito ruso, pasó al ejército polaco. En 1815 ingresó en la Academia Militar de Berlín y llegó a ser general de infantería. Hoy se le tiene por polaco, aunque escribió en alemán sus Erinnerungen (Recuerdos). Habla en ellos de su experiencia en España, de Zaragoza y del Alto Aragón, y del concepto que le merecen las guerrillas. Es hombre culto que ha leído las Mémoires de Suchet, de las que a veces discrepa. Después de la batalla de Belchite (18 de junio de 1809), nos dice, por todas partes en Aragón surgieron partidas guerrilleras. «Donde nosotros [los soldados franceses] no estábamos, aparecían las guerrillas, íbamos a buscarlas pero desaparecían, nos marchábamos, y entonces volvían a aparecer». Gracias al apoyo que les daba la población, disfrutaban de todas las ventajas. Inversamente, no solo los jefes, sino cualquier oficial tenía que poner mucho cuidado en conservar, además de la vida, el honor y la reputación. Según cree, únicamente en tierras turcas y griegas y en algunas que están bajo el dominio austríaco se da la guerra de partisanos tanto como se ha desarrollado en España. Este tipo de guerra emplea totalmente el tiempo de los suboficiales que la combaten, los cuales no pueden hacer otra cosa que avisar de su presencia, organizar patrullas y buscar en todo momento su propia seguridad. Solamente en algunas comarcas, dice sorprendentemente, como en Navarra y a veces en Cataluña, la guerra es cosa de regimientos y brigadas. Quien no haya experimentado una campaña militar en España no podrá darse cuenta de en qué consiste la guerra de guerrillas y formarse un juicio sobre ella. Históricos recuerdos de pasadas contiendas contra Francia fortalecieron al pueblo en su determinación de sacudirse el yugo extranjero, costase lo que costase. La manera insidiosa con la que los franceses habían entrado en el país y su comportamiento después habían transformado este sentimiento en una especie de furor, el cual, bajo la dirección de la Junta Central y de las juntas provinciales, daba como resultado la independencia del país.217 Muy ecuánime se muestra el general Thiébault (lo citaré aunque nunca estuvo en Aragón) cuando define a Espoz y Mina como «célebre jefe de guerrilla y uno de los más hábiles y más intrépidos defensores de la independencia española».218 Este mismo autor tiene una página impresionante sobre las guerrillas: Aunque no diésemos a los guerrilleros otro nombre que el de «bandidos… vil y abyecta canalla», aunque dijésemos siempre que se les hacía mucho honor al matarlos, la realidad es que la Guardia imperial, a la que, después de tantas victorias, se

217. Brandt (1908: 347-348). 218. Thiébault (2005: II, 997n).

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Retrato de Francisco Espoz y Mina, por José Vallejo y Galeazo (imagen cedida por la Biblioteca Nacional de España).

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consideraba invencible, tuvo que contar con ellos. Indudablemente los guerrilleros huían ante la Guardia; pero esta huida, que para ellos era muy necesaria, formaba parte de la táctica que habían adoptado contra nosotros. ¿Qué pretendían? ¡Matar! Bien, hay que decirlo, cien disparos de fusil tirados en línea a veces ni siquiera hieren a un hombre; diez disparos aislados matan o hieren a varios. Además, en lo que respecta a las guerrillas, ya no se trata de combates con una duración limitada, sino que se trata de una lucha continua, sin reposo ni tregua, que no desaprovecha nunca la ocasión de ninguna trampa, de ninguna emboscada, que se vale de cualquier hora, tiempo o sitio, y que acaba siempre por perseguir a los mismos que les habían perseguido. Los guerrilleros no mataban ni herían a muchos hombres a la vez; pero, como renovaban continuamente sus golpes, el resultado venía a ser que se empleaba en pura pérdida un ejército de élite, cuya conservación nos era tan necesaria. La cólera nos hizo arrestar a troche y moche a los vecinos en sus casas y a los pobres diablos en los campos. Se les interrogaba, y si no querían o no podían decir nada, o si no parecía suficiente lo que habían dicho, se les sometía a la tortura. Un jefe de batallón, digno ayuda de campo de Dorsenne, se mostraba propicio a tales horrores: comenzaba generalmente por atar a los desgraciados por los dedos, luego los hacía izar y los sacudía hasta que los brazos se dislocaban. Viejos y sacerdotes fueron así exterminados. Los que sobrevivían eran conducidos a las mazmorras de Burgos, lo que equivalía para ellos a una condena a muerte sin juicio.219

Aunque la experiencia de Thiébault era sobre todo castellana, estas palabras, salvo la alusión final, convienen a todo el territorio en lucha. España entra en una fase guerrillera contra la que poco podrán las contramedidas del mando francés. Así lo comprendió un historiador tan importante como José Gómez de Arteche en el tomo séptimo de su conocida Historia. Lo primero de todo reconoce la categoría del fenómeno guerrillero en nuestra guerra de la Independencia. En esto coincide con Napier, que también lo reconoce en bloque; también se asombra con las hazañas de algún personaje singular, para luego resaltar la barbarie, etcétera, que les acompaña. Gómez de Arteche no llega a tanto: él prefiere el ejército regular, pero el hecho es que los guerrilleros existieron y prestaron un gran servicio a la causa nacional. Iban por libre, no se atenían a las ordenanzas, eran por naturaleza anárquicos. Este autor inventa para ellos una caracterización: los guerrilleros lo son en virtud de su personalismo. La palabra engloba todas esas valoraciones negativas, es algo así como si dijésemos que su existencia es un puro capricho, al margen de toda sociedad ordenada. Como gozan del favor popular, no caen en el bandidaje, pero se asoman con frecuencia a sus orillas. En estos años de la guerra de la Independencia todas las clases sociales participaron en el fenómeno guerrillero, incluso las mujeres. Todas las clases sociales y todas las provincias de España. Se dio el caso de que algunos oficiales del ejército regular abandonaron su unidad y se hicieron guerrilleros, pero esto ocurrió solo por necesidades perentorias del momento, y en cuanto cesó la excepción el oficial-guerrillero volvió al ejército. La guerra fue cruel y lamentable; no la 219. Thiébault (2005: II, 1009). Traducción mía. Jean-Marie-Pierre Dorsenne tenía una fama malísima por su crueldad.

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inventaron los españoles, sino que fue la consecuencia de una agresión. La agresión creó la guerra, la guerra creó a los guerrilleros como medio de defensa elemental de la sociedad agredida. Acaso no nos gustan, pero no es de ellos la culpa, sino de Napoleón. Es inadmisible que vengan ahora los franceses a llamarlos rebeldes, ladrones y asesinos, y a acusarlos de ferocidad. Gómez de Arteche se indigna y trae a colación a unos cuantos autores franceses que reconocieron que todo había comenzado en virtud de una agresión. Aquí no cabe preguntarse qué fue antes, si la ferocidad francesa o la española, porque es indiscutible que la iniciativa fue francesa. Lo que la guerra demostró también es que a los franceses no les va el género de guerra que llama del merodeo. No importa que la palabreja la saque también de un autor de ultrapuertos, porque con ella, y con el término personalismo, Gómez de Arteche deja vislumbrar su verdadero pensamiento sobre las guerrillas, sobre su nomadismo, en el que se adivina una especie de democracia anárquica. El miedo a la democracia, de esta manera o de cualquier otra, es una característica de muchas sociedades, la española entre ellas, y muy especialmente en la época de la Restauración, de la que José Gómez de Arteche es un ilustre exponente.220 El autor ya se había ocupado de los guerrilleros en una de las célebres conferencias del Ateneo de Madrid en el curso 1885-1886. En la ocasión, Gómez de Arteche trató de trazar la genealogía del guerrillero como figura histórica. Se adivina en la narración el legítimo dolor por la eterna guerra civil de España, que los hombres de la Restauración se hacían la ilusión de haber ya superado. El guerrillero es planta autóctona: Tierra privilegiada para desarrollar los gérmenes de tan devastador elemento, el de las divisiones intestinas, ha visto también siempre cómo surgían con ellas esos seres, tan dispuestos a destrozarse entre sí por el más fútil motivo como prontos a rechazar las ambiciones o la injuria del extraño. No es nuevo, pues, el guerrillero, sino autóctono, en España, tan antiguo como las disensiones de sus primeros hombres y como las luchas con sus vecinos o sus invasores.

Fenicios y griegos, cartagineses y romanos, Indíbil y Mandonio, y la gran figura de Viriato; pero a todas las épocas las superó la guerra de la Independencia. El autor se detiene especialmente en el Empecinado, al que compara con Fra Diavolo, Espoz y Mina entre Navarra y Aragón, Jerónimo Merino, el indocto clérigo, Julián Sánchez, al que se llamó «hijo mimado de la victoria», José Romeu, el mártir nacido en Sagunto.221

220. Gómez de Arteche (1891: 5-73). 221. Gómez de Arteche (1886).

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Aragón no es una excepción. El Alto Aragón especialmente va a ser tierra de muchos guerrilleros, algunos famosos, otros no tanto, pero todos merecedores de nuestro recuerdo.222 Gómez de Arteche no los olvidó. En el capítulo dedicado a las guerrillas encontramos los nombres de Renovales, Sarasa, y con él Perena, Pedrosa, Baget y el padre Teobaldo, Gayán, Villacampa, y luego Espoz y Mina.223 Tampoco los olvidó Canga Argüelles cuando presentó en las Cortes una Memoria el 10 de agosto de 1811 y la recogió en 1829: En esta época de apuros y de zozobras, Aragón mantuvo la lucha en los últimos confines de su territorio, quedando desiertos los pueblos y manteniéndose sus habitantes «de yerba, como las bestias; siendo tan inhumanas y tan atroces las vejaciones del enemigo que arrebataban al paisano hasta el último puñado de harina que le quedaba».224

Aunque en 1829 pensaba en el conjunto de Aragón, en 1811 se refería sobre todo a los partidos de Albarracín y Teruel.225 De momento, Suchet, comandante del III Cuerpo y gobernador de Aragón, se proponía controlar efectivamente el territorio. Todavía en mayo de 1809 había sido vencido en Alcañiz, como hemos visto, pero ya en junio cambió el signo. Derrotó a Blake en María el 15 de junio de 1809 y en Belchite el 18 del mismo mes, con lo que al día siguiente ocupó Calanda, Alcañiz y Caspe. Unos días después, el 23, atravesó el Ebro, llevó a cabo un reconocimiento de Mequinenza, llegó hasta Fraga, Monzón y Barbastro, pasó por Huesca, y el 1 de julio de 1809 hizo su entrada solemne en Zaragoza. Era el jefe indiscutido de Aragón. Pero quedaban las guerrillas. El 8 de febrero de 1809 el coronel Rouelle, que había salido de Fraga al mando de dos batallones, atacó a Felipe Perena en Tamarite, pero este, reforzado por tropas venidas de Alcampell y por alguna caballería llegada de Lérida, rechazó el ataque y puso en fuga a los enemigos, los cuales dejaron 50 muertos en el terreno. Los franceses repitieron el ataque al día siguiente con doble número de soldados, pero el resultado fue el mismo, incluso peor para los franceses, pues toda una compañía cayó prisionera de los españoles. Perena hizo valer ante la Junta sus éxitos del 8 y el 9 de febrero de 1809, no por motivos de vanidad, sino para conseguir vestuario, ya que eran lamentables las condiciones en que sus hombres tenían que luchar. Se le concedió efectivamente parte del vestuario primitivamente hecho para los Fieles Zaragozanos, lo 222. 223. 224. 225.

Guirao (2000). Gómez de Arteche (1891: Canga Argüelles (1811). Ibídem, pp. 41-42.

VII,

24-36).

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que alivió un poco la situación. Lo malo es que las camisas no son prendas eternas, en campaña se gastan rapidísimamente y acaso en otra ocasión no habría Fieles Zaragozanos a mano para hacer el cambio. El hecho de que Suchet concentrase sus energías en la conquista de Valencia llevó a Perena a pensar que había llegado el momento de entrar en Monzón, no tanto para quedarse cuanto para apoderarse de los víveres que la plaza encerraba. Bien informado por sus espías de la disminución de las tropas francesas en la región, comunicó su intención al gobernador de Lérida, quien le ordenó que se retirase a la izquierda del Noguera Ribagorzana y esperase a que Habert se hubiera marchado. Juntos, Perena y Pedrosa se apoderaron el 25 de febrero de 1809 de los puestos de vigilancia franceses en Monzón, con lo que pudieron ocupar la ciudad. Resultado de esta acción fueron 60 soldados franceses hechos prisioneros y 4500 cabezas de ganado lanar, 150 cargas de trigo, 300 raciones de pan, y toda la carne, vino y aguardiente que había en los almacenes. Después de esto, Perena y Pedrosa volvieron a sus posiciones de Tamarite y Albelda. Síguese una divertida operación que demuestra la superioridad y el ingenio de los métodos guerrilleros. El general francés Verges salió de Fraga el 2 de marzo de 1809 con su regimiento y 150 húsares, y por Alcolea se dirigió hacia Monzón en busca de Perena. Este fue informado en Albelda de los pasos de Verges (como se ve, el espionaje tuvo gran importancia en esta guerra). Perena, dando un rodeo, con una hábil maniobra, se situó detrás de Verges en el camino de Fraga. Tuvo tiempo de apoderase del puente de madera sobre el Cinca que existía en esta ciudad, y que Habert había fortificado, y de destruirlo. Con ello Perena había destruido la comunicación directa entre Lérida y Zaragoza por la orilla izquierda del Ebro, forzando a Suchet a utilizar la otra vía, que por Alcubierre llegaba a Monzón. En cuanto comenzó la guerra de la Independencia, Mariano Renovales, que se hallaba en el Río de la Plata, regresó a España, y el 14 de junio de 1808 se presentó en Zaragoza. Defendió la ciudad en los dos sitios, y al final fue hecho prisionero. Al ser llevado a Francia, se escapó al llegar al Roncal (Navarra) y organizó una guerra de guerrillas en los valles pirenaicos de Navarra y Huesca. El 18 de agosto de 1809, el mariscal Suchet, que estaba muy preocupado por el futuro de Jaca, hizo salir de Zaragoza al general Louis-François-Felix Musnier con 1800 hombres de infantería, 250 de caballería, dos cañones y otros dos de montaña, con la misión de aprovisionar la plaza pirenaica. Conseguido el objetivo, llevaba el encargo de acabar con las bases guerrilleras de San Juan de la Peña y del Roncal. El 23 de agosto llegó Musnier a Jaca. El mismo día Sarasa aniquiló a un destacamento francés de 70 hombres en Bernués. Musnier fue contra él, pero Sarasa, que tenía unos 1000 hombres, se escapó. Musnier se dedicó a destruir San Juan de la Peña, sin tocar las sepulturas reales.226 El gobernador francés de Navarra, el general Louis-Annibal de Saint-Michel d’Agoult, había enviado contra los guerrilleros al jefe de batallón Puisalis, o Pui-

226. Incendió el llamado Monasterio Nuevo. Cf. Madoz (1845-1850: s. v. Peña, San Juan de la).

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zalis, con 150 cazadores y granaderos de la Guardia Nacional y 8 húsares y cazadores a caballo, cometiendo el error inicial de muchos de los militares franceses, que es de no darse cuenta de la categoría del enemigo. Mientras tanto, Renovales se había puesto al habla con Miguel Sarasa y con los vecinos de Echo y Ansó para interrumpir entre todos las comunicaciones entre Jaca y Pamplona. Miguel Sarasa, natural de Embún, era un guerrillero importante, que en su propia familia personificaba la división entre partidarios de José y patriotas, o sea, la guerra civil entre sus miembros. Era sobrino del corregidor de José I en Jaca, lo que no impidió que en julio de 1809 se lanzase a la guerrilla en Aragón y Navarra, por el influjo y vecindad de Mariano Renovales. En ese mes obligó a los franceses a evacuar Sangüesa, y en agosto apareció en San Juan de la Peña. Unos meses después, el 6 de noviembre de 1809, protagonizó desde Biescas un rasgo humanitario: dirigió una carta a Suchet, al paso que le envió un soldado francés al que no podía cuidar. El 16 de noviembre de 1809, desde Boltaña, escribió otra carta, esta vez a su pariente el afrancesado Juan Azcón, en la que rechazaba pasarse al enemigo y se titulaba con cierto orgullo comandante militar en las montañas del norte de Aragón. Al acabar el año se encontraba en Novales, y en 1810, en Benasque. Puisalis salió de Pamplona el 17 de mayo de 1809, llegó a Sangüesa el mismo día, y el 20, dejando de guarnición en Sangüesa a la compañía afrancesada de José Chacón, emprendió la marcha para cumplir la misión que tenía encomendada. Cometió el error de dividir sus fuerzas en tres columnas, las cuales por caminos diferentes se reunirían en el Roncal. Al tanto de estos movimientos, Renovales envió a Ansó a dos de sus oficiales, Fermín Ornat y Juan Blas Gastón, a quienes se unió Sarasa. Cuando la tercera columna francesa llegó a Ansó el día 21, fue aniquilada completamente. Puisalis, que se encontraba en Roncal con las columnas primera y segunda, recibió la falsa información de que se estaba aproximando la tercera. Mandó algunos hombres para ayudarla, creyendo que existía, a encontrar su camino, pero cayeron en una emboscada. Solo 6 hombres consiguieron salvarse, e informaron de lo sucedido a Puisalis. Chacón no pudo apoyarle porque, cuando se dirigía al Roncal, se le sublevaron la mayor parte de los hombres, entre ellos 40 rusos que combatieron después a las órdenes de Renovales. Puisalis trató de ganar la frontera francesa, pero, acosado por los guerrilleros y por los paisanos armados, tuvo al fin que rendirse. Unos cuantos prisioneros fueron asesinados en el acto y a los demás se les envió a Lérida escoltados por Andrés Ochotorena, conocido como Buruchuri, quien, tras fugarse del presidio en el que estaba recluido, había formado en el Roncal su propia partida. Al llegar a Fago, el día 23, Ochotorena degolló a la mayoría de sus prisioneros y arrojó al resto a una sima (aunque hay variantes en esta información).227 Renovales continuó la lucha en el Roncal. Los franceses trataron de atraérselo. El 2 de agosto de 1809, D’Agoult le remitió una carta conciliadora, y Plicque

227. Guirao (2007: 116-118). Iribarren (1965: 61-65).

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el día 4 le prometió conservarle el grado militar si entraba al servicio del rey José. Como Renovales no aceptó, el 21 de agosto el gobernador de Aragón, Suchet, y el de Navarra, D’Agoult, decidieron acabar con él. De Zaragoza salió una columna de 4000 granaderos y cazadores de montaña, al mando de Plicque, y de Pamplona otra. Con ellas se coordinó Musnier, mientras que Lomet envió 450 hombres a Berdún y 1200 a Biescas y Broto, a fin de impedir que los guerrilleros del Roncal escapasen al Alto Aragón. Del 23 al 29 de agosto de 1809 la lucha fue épica en San Juan de la Peña y Ansó, en la Foz de Salvatierra de Escá, en los montes de Burgui y en la Foz de Labochuela, en la que un grabado muestra a los guerrilleros roncaleses arrojando grandes pedruscos sobre los imperiales. El 27 de agosto Musnier conquistó Ansó y la arrasó. La lucha fue de una crueldad impresionante. Los franceses procedieron a incendiar todos los pueblos en los que encontraron alguna resistencia. Los tres, Lomet, Musnier y Plicque, practicaron el terror a conciencia. Desde un punto de vista puramente técnico, llevaron la operación coordinándose perfectamente. Renovales no supo o no pudo reaccionar. En opinión de Alexander, era un oficial de carrera que, a pesar de que ya llevaba tiempo en la guerrilla, no supo actuar como lo harían sus sucesores, Espoz y Mina por ejemplo, poco después. En estos valles los cambios son muy rápidos, porque dependen de las circunstancias. Una delegación ansotana, horrorizada, ofreció la rendición y se comprometió a entregar a los franceses el grano y el ganado que necesitasen, y al mismo tiempo ofreció dejarles rehenes como garantía de lo pactado. Renovales también se sometió, con la sola condición de que se le permitiese marchar libremente a Lérida. Lomet consiguió también que los habitantes de Biescas y de Broto reconociesen a José I. El triunfo francés parecía completo, pero arrojaba serias dudas sobre la figura de Suchet, padre amante de los pueblos que el mariscal quería darse a sí mismo. Y, además, no tardó la insurrección en renovarse.228 Esta es la época que Heinrich von Brandt describe en sus Erinnerungen. Siempre formando parte de la brigada Habert, el 5 de marzo de 1809 fue enviado a El Burgo de Ebro, a una milla de Zaragoza. Primera sorpresa: en el pueblo no quedaba absolutamente nadie, excepto una mujer loca y medio ciega que vivía de las limosnas que le daban los soldados, y una enorme cantidad de gatos, que en aquel ambiente parecían reinar a sus anchas. Sabido es que el método de resistencia que consistía en abandonar las poblaciones a la llegada de las tropas francesas fue muy frecuente en la guerra de la Independencia. Después de pasar por Fuentes, completamente destruido, y de recorrer tierras turolenses hasta Alcañiz, en las que pasó un frío digno de Siberia, volvió a Zaragoza. En el valle del río Guadalope (Brandt escribe por error Guadalupe) había tenido otra sorpresa: un día oyó ruido de tambores: era un destacamento de 20 hombres con un oficial que llevaban un prisionero. El lugar les pareció adecuado para fusilarlo, lo que hicieron sin pérdida de tiempo. Se trataba de un desgraciado que, armado como

228. Alexander (1985: 24-26).

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iba, quiso huir al tiempo que gritaba «Viva Fernando VII». Eso bastó para mandarlo al otro mundo, por supuesto, se supone, sin proceso. A mediados de abril su brigada pasó por Caspe y después, tras cruzar el Ebro por un puente de tablas, por Peñalba, Fraga, Belver y Monzón, ciudad que consideraba importante por su situación a orillas del Cinca y por contar con un imponente castillo. En todos estos recorridos aparece Perena como una referencia constante pero lejana. En ningún momento hay una descripción o valoración de este jefe patriota, solo que estaba allí, y de sus movimientos dependían en gran parte los de la brigada Habert (Brandt escribe siempre Pereña, por un fenómeno de hipercorrección muy frecuente entre alemanes, los cuales, queriendo mostrar respeto por la eñe española, la ponen donde no corresponde. En cambio, al pueblo de Peñalba lo llama Penalva. Pero para que su honor lingüístico quede a salvo hay que decir que en general transcribe bastante bien los nombres españoles, justamente lo contrario de lo que hace el destrozavocablos llamado Napier). Nueva sorpresa, y esta grande, tuvo Brandt en Monzón. Había llegado a la ciudad como ayudante y mayor de plaza del capitán Solniki, uno de esos viejos soldados a los que Napoleón llamaba «gens non lettrés», pero que sabía cumplir con su obligación. Es difícil fechar exactamente la narración de Brandt. Él no lo hace, y lo único que sabemos es que la ciudad y el castillo cambiaron en este tiempo tres veces de soberanía, pero por lo que se cuenta después creo que se refiere a abril, o incluso mayo, de 1809.229 A diferencia de lo sucedido en El Burgo, los habitantes de Monzón no se habían marchado a la llegada de los franceses. Solniki ordenó que se ocupara del castillo, en el que encontró alimentos para diez días y diverso material de guerra, y, después de cerciorarse de que no había ninguna mina oculta preparada para hacer explosión cuando más confiados estuviesen, llegó el momento de entrar en contacto con los habitantes. A Brandt no le fue difícil ponerse en relación con el alcalde, hombre al que se describe como ni joven ni viejo, en la plenitud de sus años, declarado enemigo de los franceses pero que sabía reaccionar con talento ante el hecho físico de la ocupación enemiga. No nos da el nombre.230 Era fácil para ambos, el alcalde y el mayor de plaza, conversar, e incluso les gustaba. Brandt repitió las visitas varias veces. En una ocasión el alcalde tocó la guitarra e incluso cantó algunas estrofas de canciones populares, auténticamente españolas al parecer, pero que el visitante califica de bastante malas. Ante la pregunta de si él también era aficionado a la música, cogió la guitarra, en la que se había ejercitado ampliamente en sus tiempos universitarios, y cantó un pequeño Lied alemán y algunas coplas polacas de Cracovia. A todos gustó mucho, tanto al alcalde como a sus dos hijas. Con esto la amistad creció, hasta el punto de que Brandt solía ir a la casa del alcalde sin previo aviso, como uno más. Cumplía con sus obligaciones militares, pero cuando podía visitaba a los amigos. Una mañana, después de hacer la acostumbrada ronda por

229. Castillón (1989: 395-403). 230. En las Guías de forasteros de 1807 y 1808 solamente figura el gobernador, no el alcalde.

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la ciudad, descubrió una multitud arremolinada ante la casa del alcalde. Sabiéndose persona grata, se metió entre la gente. La puerta de la casa estaba abierta y a través de ella se veía al alcalde, muerto. Había sido asesinado. Alguien llamó a la ventana y, cuando el alcalde abrió, sin decir una palabra le pegó un tiro en el pecho. Nunca se supo quién lo hizo. Las mujeres lloraban, y por la calle se oyó la explicación de que se le tenía por afrancesado. Llegó un cura, pariente del muerto, y se ocupó del cadáver. Al principio Brandt tomó el asunto como algo personal entre el alcalde y su asesino. Pero al día siguiente comprobó que los franceses ya no recibían raciones. Quiso hacer una investigación sobre la muerte del alcalde, y para ello convocó al síndico y al escribano,231 solo para comprobar que ambos habían huido. Al mercado semanal no se presentaron los vendedores, y también se habían ausentado todos los habitantes económicamente prósperos. Por las calles se veía muy poca gente, solo mujeres y niños. El día 6 (no dice el mes, pero sería mayo) llegó la orden de dejar Monzón, lo que hicieron el 7 para dirigirse a Barbastro. Luego, el 13 fueron a Sariñena, pasando por Lastanosa, y el 14 a Sijena, siempre perseguidos por los españoles, aunque con evidente prudencia. Fecha segura es la del 16 de mayo, cuando fueron a Pomar, pero, al no encontrar barcas (las había quitado Perena), tuvieron que seguir por la orilla del Cinca. El 18 llegaron a Barbastro, donde entraron sin problemas. Para que nosotros comprendamos la literatura que la guerra genera, cuenta Brandt que sus jefes le encargaron escribir un relato de lo experimentado por la brigada en los últimos días. Lo hizo a entera satisfacción de todos, salvo en un aspecto: no había resaltado suficientemente el carácter heroico de todas las actuaciones. Tuvo que rectificar la narración para añadirle precisamente ese carácter. Lo cual es algo más que retórica.232 ¿Qué pensar de todo esto? ¿Refleja la realidad o forma parte de esa literatura romántico-costumbrista que tanta difusión alcanzó en la primera mitad del siglo XIX? El tema de la guitarra y de las canciones parece tópico, pero no lo es tanto que a Brandt las canciones que cantaba el alcalde le parecieran malas. Argumentos no faltan. No obstante, en mi opinión, aunque no se excluye que haya intervenido la fantasía, parece que descansa sobre una experiencia vivida. Sea como sea, la narración de Brandt pone de relieve que el poder de Suchet no era tan indiscutido como hemos supuesto. El mismo día de la batalla de María (15 de junio de 1809) D’Agoult lanzó una nueva columna contra los valles pirenaicos. Renovales la esperó oculto en la Foz de Arbayún, con dos compañías compuestas de 100 roncaleses y 100 ansotanos. Ayudado por la sorpresa, venció el español y dejó en el terreno 43 franceses muertos. Los demás se retiraron a Lumbier. El 23 de junio, Renovales, nombrado general interino de los montes de Navarra y Aragón, lanzó una proclama en la que comunicaba su victoria e incitaba a la rebelión. En julio de 1809 Renovales se unió con Sarasa y ejercieron conjuntamente una gran presión sobre Jaca, ciudad en la que llegaron a escasear

231. En castellano en el original. 232. Brandt (1908: 323-334).

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los alimentos. Sarasa, cuya partida había crecido y había pasado a llamarse Voluntarios de la Canal de Berdún, actuaba en solitario o en unión con Francisco Sarto, antiguo pastor, o con Andrés Ochotorena. Se estableció en San Juan de la Peña, desde donde amenazaba los caminos de Jaca a Pamplona, Zaragoza y Francia. Suchet no lo podía tolerar. A fin de aliviar la situación de Jaca, concibió el plan de que Habert desde Barbastro mandase una columna al mando de Plicque para que se situara entre Jaca y las Cinco Villas, a fin de que, ayudado desde Navarra por D’Agoult, terminase con los refugios guerrilleros del Roncal. El resto de las tropas se situaría en Huesca para reforzar a su guarnición. Plicque salió de Barbastro con 30 hombres, dos cañones y un rebaño de ovejas, pero en Sarsamarcuello el 6 de julio le estaba esperando Sarasa con 250 voluntarios. El combate duró cinco horas, Sarasa se apoderó del rebaño y se retiró a las Cinco Villas. Plicque entró en el Roncal, aparentemente sin resistencia, pues Renovales había decidido que sus hombres permanecieran ocultos. El 28 de julio Plicque dio una proclama en la que invitaba a los roncaleses a elegir entre la paz y la guerra. Si elegían la guerra, prometía matar a todos los habitantes del valle. Durante mucho tiempo Suchet consideraría que el asunto de las guerrillas en Navarra competía exclusivamente a D’Agoult, pero, aunque esto hubiera sido cierto, de Navarra se podía pasar muy fácilmente al Alto Aragón. A comienzos de julio de 1809 fray Teobaldo Rodríguez concibió un plan que se llevaría a la práctica el día 5. Consistía en atacar por sorpresa a la brigada Habert, dejada por Suchet en Barbastro, utilizando para ello a los paisanos de la comarca y algunos pequeños destacamentos existentes en Monzón y Estadilla, el batallón de los Pardos de Aragón, mandado por Pedrosa, que ha llegado de Benabarre, y parte del batallón de Huesca, a las órdenes de Domec. La acción fracasó, Pedrosa se refugió en las montañas y Domec se dirigió a Santa Eulalia, donde se encontraba Perena hostigando a los franceses en las inmediaciones de Huesca. El 8 de julio de 1809 los franceses de Huesca querían acabar con él con una fuerza de 800 infantes y 70 caballos. Advertido a tiempo, Felipe Perena envió contra ellos un destacamento dividido en dos columnas, una de 300 hombres al mando de Domec, y otra de 200 dirigidos por Pedro Perena, sobrino de Felipe. Sorprendidos en Apiés, los franceses fueron derrotados y tuvieron que buscar el refugio de la ciudad. Con la idea de eliminar a Perena, Habert en primer lugar reforzó la guarnición de Huesca y después, el día 18 de julio de 1809, envió en su busca una columna compuesta por 2000 soldados de infantería, 200 caballos y cuatro cañones. Perena sabía que no tenía fuerzas para oponerse a los franceses en tierra llana, por lo que hizo que sus hombres se situasen en las alturas que dominan Santa Eulalia la Mayor y desde allí resistió todo el día a las fuerzas del enemigo. Es la táctica guerrillera, que tan excelentes resultados le dio. El enemigo se retiró al fin, dejando avanzadas en Castilsabás y en Sasa del Abadiado.233

233. Guirao (1999: 119).

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Los españoles, a fin de coordinar la guerra en los distintos frentes, crearon la Junta Superior de Aragón, a la que el 20 de julio de 1809 Perena felicitaba por su instalación, al par que se ponía a sus órdenes. Desde Santa Eulalia la Mayor, el día 22 mencionó sus acciones del 8 y 18 julio de 1809 contra los franceses de Huesca y pidió que se le facilitasen fusiles, pues tenía sin ellos a la tercera parte de sus hombres. Esta carencia no tenía solo importancia directamente militar, sino que también la tenía, y grande, desde el punto de vista psicológico, pues el soldado se siente abrumado si carece de armas. Comprendiendo que no contaba con fuerzas suficientes, Perena el 23 de julio se retiró a Biescas, en el valle de Tena. Con la sumisión aparente del valle de Roncal y el apartamiento de Perena, Suchet volvió a dominar la orilla izquierda del Ebro. Dominio inestable, pues en el Roncal seguía estando Mariano Renovales, en San Juan de la Peña se hallaba Miguel Sarasa y en Biescas se había situado Perena con sus Voluntarios de Huesca, a los que se ha agregado el batallón de los Pardos, mandado por Pedrosa. El día 5 de agosto de 1809 Perena, que se había puesto de nuevo en relación con el famoso fray Teobaldo, convocó en Biescas una reunión, a la que asistieron Sarasa y Renovales, para determinar la conducta que debía seguirse. Resultado de la conferencia, Perena el 6 de agosto atacó y tomó Canfranc, cuya guarnición francesa huyó a Jaca. La respuesta francesa fue inmediata: el día 7 salió de Jaca una columna de 1500 soldados a las órdenes de Lapeyrollerie, y ante su aproximación tuvo que abandonar Canfranc y retirarse a Sallent de Gállego, donde se hizo fuerte con la ayuda de los Pardos, que habían acudido a su socorro. Después de una intensa lucha, Perena tuvo que volver a Biescas. Lapeyrollerie acusó a las autoridades de Sallent de haber ayudado a los insurgentes y mandó quemar y saquear el pueblo, y otros seis más. No persiguió a Perena, sino que se volvió a Jaca, donde entró el día 12 con un botín de 6000 ovejas y 200 vacas. Siempre el abigeato como tema de fondo en la guerra de la Independencia. Suchet quería librarse de las guerrillas. Mandó al general Louis-François Musnier de la Converserie a Jaca con un convoy de suministros, con la misión de acabar con Sarasa en San Juan de la Peña y colaborar con Plicque en la ocupación de Echo, Ansó y Roncal. El 23 de agosto Musnier sostuvo en Ayerbe un primer combate con Sarasa, y el 25 llegó a San Juan de la Peña, de donde desalojó a la partida de Sarasa, que había sido previamente reforzada con 300 ansotanos enviados por Renovales. Musnier ordenó prender fuego al monasterio, aunque exceptuando de la quema los sepulcros de los antiguos reyes de Aragón. Siguió después su marcha hasta Embún, pueblo natal de Sarasa, defendido por 100 hombres de Ansó, 100 de Echo y otros 150 del batallón de Huesca, a las órdenes del teniente coronel Alonso Escobedo. Los franceses entraron en Embún, mientras los defensores se retiraban a Echo, localidad que el 28 de agosto de 1809 fue también ocupada por Musnier, quien la incendió en sus dos terceras partes. En todas estas acciones Musnier fue guiado por los afrancesados Domingo Brun, Clemente Lapetra y Jerónimo Rocatallada. Este había reconocido al rey José, aunque no había participado en los crímenes que se imputaban a los otros dos.

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Se dice que en agosto de 1809 Juan Baget fue hecho prisionero por los franceses, quienes lo llevaron a Zaragoza. Pero, según otra fuente, la detención tuvo lugar en Torres de Segre (Lérida) el 30 de noviembre de 1809. En Zaragoza justificó su anterior conducta de asesino y produjo muy buena impresión (asesino es guerrillero en lenguaje afrancesado). El mismo Suchet lo sentó a su mesa234. Pero, si el texto fuera verdadero, se trataría de otro patriota que acabó colaborando con el poder francés. Las noticias falsas forman parte también de la guerra. Plicque y Renovales prosiguieron su enfrentamiento en el Roncal, donde el español fue derrotado el 29 de agosto de 1809. En consecuencia, el 30 delegó en Melchor Ornat para que pidiera la capitulación, que se extendía sobre la base de respetar vidas y haciendas, y permitir la salida de los combatientes. Los ansotanos y los roncaleses aceptaron jurar al rey José, se comprometieron a entregar rehenes y a pagar las contribuciones, y a desarmar el valle, enviando las armas a la fábrica de Orbaiceta. Renovales se retiró a Lérida y volvería a unirse en el Cinca con Sarasa y Perena. En noviembre de 1810 se dirigió a Cádiz. Muchos de los derrotados en estas campañas pasarían a engrosar el llamado Corso Terrestre de Navarra. Aparte de la importancia que tuvo en sí misma, esta guerrilla poseía la virtud de haber servido de ejemplo.235 Suchet se movía ahora contra las partidas que operaban desde Jaca hasta el Noguera Ribagorzana, para lo cual utilizó una vez más al general Habert, situó dos regimientos de línea entre Fraga y Monzón, sobre la línea del Cinca, adonde también acudiría Lapeyrollerie, y ordenó al coronel Robert, que se encontraba en Aínsa, que saliera con sus dos batallones contra Felipe Perena, que estaba en Graus. Perena interceptó un correo francés y como consecuencia de su lectura ordenó destruir el puente de Mediano e inutilizar la barca de Ligüerre, y reunió sus fuerzas en Troncedo. En la mañana del 13 de septiembre de 1809, 4000 franceses iniciaron el ataque desde Tierrantona por tres puntos. Al cabo de hora y media Perena cedió y se retiró a una altura cercana, pero, como ni aun así podía resistir, se replegó por el camino de Graus, mientras Juan Domec y Pedro Perena cubrían su retirada. Los franceses, que habían proyectado llegar a Graus a las diez de la mañana, no pudieron hacerlo hasta las cinco de la tarde. Exigieron a los habitantes una contribución de 1500 duros, 50 reses vacunas y lana en gran cantidad. Como los grausinos no pudieron pagar, se llevaron a cuatro de ellos como rehenes; marcharon de Graus el día 14 y después se dividieron: el 15 una columna fue a Barbastro y otra a Naval. Ese mismo día, 15 de septiembre de 1809, Perena llegó a Calasanz. Desde ese punto mandó un parte a la Junta aragonesa para informarla de sus acciones. En estos días, a iniciativa de Perena, se creó bajo el mando de Miguel Domper, antiguo arriero de Erípol, una nueva partida llamada del valle de Sobrarbe,

234. Diario de Barcelona, 80, 21 de marzo de 1810. 235. Guirao (1999: 120-123 y 2007: 115-128).

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cuya misión era molestar a los franceses en el sector del Cinca entre Aínsa y Barbastro. El 22 de septiembre Habert envió una fuerte columna en busca de Perena, Baget y Renovales, este incorporado de nuevo a la lucha después de su salida del Roncal. La columna pasó el Cinca por el vado de Estadilla y se dirigió a Fonz. El día 23 un regimiento de polacos desalojó a Perena de sus posiciones en Estadilla. Los tres jefes, Perena, Baget y Renovales, fueron derrotados y tuvieron que huir hacia el Noguera Ribagorzana. Los franceses entraron en Fonz y lo incendian. Después de la derrota, Perena se retiró a Lérida, donde el 1 de noviembre de 1809 vería incrementada su fuerza con los restos del batallón de los Pardos.236 Miguel Sarasa reapareció en la comarca de Jaca. La ciudad estaba en ese momento bajo la autoridad de Roquemaurel, quien tenía mucha menos fuerza, pues a finales de octubre había sido disuelto un batallón que iba destinado a la guarnición y los soldados que lo componían habían ido a sus respectivas unidades en el III Cuerpo. En consecuencia, Roquemaurel no podía enfrentarse con Sarasa. Suchet se vio obligado a mandarle un batallón de refresco, que era lo que le faltaba. Roquemaurel juntó este batallón con sus propios cazadores del Ariège y puso a toda la tropa a las órdenes de Lapeyrollerie, con la misión de expulsar a Sarasa de Aragón. Aunque lo persiguió varios días hasta Matidero, no se puede decir que tuviera éxito. Entonces decidió dirigirse hacia el valle de Benasque. Dispersó a 1500 insurgentes, de los que mató a 50, y el 23 de noviembre de 1809 llegó a Benasque, que era una importante fortaleza. Los habitantes le enviaron una delegación con el ruego de que no destruyera el pueblo. Lapeyrollerie aprisionó a esta comisión y amenazó con fusilarla inmediatamente si continuaba la resistencia, lo mismo que a toda la guarnición. Esta, intimidada, se rindió sin lucha y entregó al francés el fuerte y nueve cañones. El éxito, no solamente para Lapeyrollerie, sino para todo el mando francés, era muy grande, pues ahora los franceses controlaban todas las plazas fuertes de Aragón, con la única excepción de Mequinenza. Inmediatamente los ocupantes mejoraron las defensas de Benasque, para lo cual derribaron la iglesia parroquial de San Martín, que al parecer les estorbaba.237 Lapeyrollerie siguió hacia los valles de Biescas y Gistaín, desarmando a los habitantes y asegurando las comunicaciones con Francia. El 7 de diciembre de 1809 atacó en Novales a una concentración insurgente de la que formaba parte la partida de Sarasa. Encontró una gran resistencia, en parte porque muchos de esos insurrectos eran polacos desertores de las tres legiones del Vístula que servían en España al mando de Suchet. Encontraron la muerte 30 guerrilleros, y los demás huyeron a Talarn, en Cataluña. Lapeyrollerie creía haber acabado con la partida de Sarasa, pero no fue así, sino que reapareció en el Cinca, y el 24 de diciembre de 1809 luchó en Aínsa contra Plicque. Es verdad que este la obligó a salir del pueblo, pero la partida no fue destruida. Es de advertir que Sarasa había

236. Guirao (1999: 119-127). 237. Madoz (1845-1850: s. v. Benasque, barrios y aldeas).

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Restos del fuerte de Benasque (foto: Fernando Alvira Lizano).

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tenido grandes problemas en la región para reclutar nuevos combatientes (lo que en el lenguaje de la época se decía sacar los mozos), e incluso tuvo que fusilar a 20. Muchos éxitos para los franceses, pero el fenómeno guerrillero no había desaparecido, y a pesar de todo todavía Perena en este periodo había amenazado Zaragoza. Por decreto de 28 de enero de 1809 (Gaceta de Madrid del 1 de febrero de 1809) el Estado josefino comenzó a regular la paulatina hispanización de su ejército en España. Ninguna unidad aragonesa aparece en la lista publicada por Alfonso de Ceballos y Almudena de Arteaga,238 por lo que hay que pensar que los cuerpos de que se va a hablar se originaron en Suchet mismo, y no en el Gobierno josefino (siempre a reserva de lo que aporte la investigación). La situación militar francesa, después de la toma de Alcañiz, aseguraba las líneas del Cinca y de la orilla derecha del Ebro. Las fortalezas de Zaragoza, Alcañiz, Monzón, Benasque, Jaca, Tudela y otras fueron puestas en buen estado de defensa, y en febrero-marzo de 1810 llegaron de Francia 4000 hombres de refuerzo, que fueron llevados a Daroca. Parecía que se preparaba un gran operativo, pero como el 1 de marzo de 1810 se conoció en tierras turolenses la orden de poner sitio a Lérida, y Habert estaba ya en Morella, no se hizo nada de momento en esta zona.239 En Navarra, en agosto de 1809 había aparecido Javier Mina.240 Aunque no es mi tema en sí, sus efectos se dejarán notar en el Alto Aragón. En noviembre de 1809 Suchet ordenó a Plicque que entrase en Navarra desde las Cinco Villas con dos batallones, apoyado por 1200 polacos del general Claude-Joseph Buget, que venía de Tudela. La operación, contra Javier Mina y Miguel Sarasa juntos, fracasó, e incluso algunas tropas imperiales se pasaron a las partidas. Estas ocuparon Tudela por unas horas, el 28 de noviembre de 1809, como una demostración de su fuerza. Napoleón estaba furioso. Había ordenado a Junot anteriormente que fortificase la plaza, pero en opinión de Suchet la topografía de Tudela hacía su fortificación y su defensa sumamente costosas. No había más remedio que meter en ella un fuerte contingente. El resultado político de la cuestión llegó el 17 de diciembre de 1809, cuando el emperador destituyó a D’Agoult de su mando en Navarra y se lo dio al mismo Suchet. Unos días después, el 28 de diciembre de 1809, Napoleón mandó una reprimenda a Suchet por no haber desplazado más tropas a Navarra. Es verdad, no se había preocupado. Había dejado a Plicque en Ejea de los Caballeros con un batallón y había confiado en que la llegada a Navarra del general Louis-Henri Loison le resolvería el problema. Efectivamente, Loison llegó, vio y venció, o por lo menos es lo que dijo, que las guerrillas de Navarra habían sido eliminadas. Después abandonó la región. Loison había entrado así en el número de militares franceses que no llegaron a comprender en qué consistía la guerra de guerrillas. El problema seguía exis238. Cf. Ceballos-Escalera y Arteaga (1997: 32-43). 239. Napier (1853: II, 302). 240. Cf. Ortuño (2008).

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tiendo para Suchet, quien andaba superocupado por tierras de Teruel. Confió en que Jean-Isidore Harispe se lo resolvería. Este preparó una operación contra Mina en Sangüesa en la que se tomarían medidas para que no pudiese escapar por el Carrascal o por Puente la Reina. D’Agoult, más experimentado, avisó de que podría ser un fracaso, y lo fue el 3 de enero de 1810. Los franceses, en realidad los polacos, mataron a 8 guerrilleros, y eso fue todo. Cuando Suchet terminó sus operaciones en Teruel, planeó en Navarra una verdadera ofensiva, ayudado además por la llegada al país del general Jean-Louis Reynier con sus tropas, que venía a encargarse de Navarra como comandante general. El mando de Suchet en Navarra solo duró de diciembre de 1809 a febrero de 1810. El éxito fue completo. La pacificación se había logrado. La única sombra eran las bandas, que parecían no querer enterarse, alimentaban la insurrección y con ello despoblaban las campiñas y organizaban el latrocinio. Desde Zaragoza, el 3 de marzo de 1810 se citó a las guerrillas de Fidel, Mallén, Villacampa, Cubillas, mosén López, Perena y Sarasa, pero ninguno de ellos pudo «hacer cambiar de semblante a los acontecimientos».241 Creo que bajo el nombre de Cubillas se alude al riojano Ignacio Alonso Cuevillas, que de perseguidor de contrabandistas (y aun se dice que a veces él mismo practicaba el contrabando) pasó a guerrillero patriota con la guerra de la Independencia; después fue guerrillero contra la Constitución en 1821 y, finalmente, carlista.242 Una información procedente de Jaca (6 de febrero de 1810) proporciona una lista de facinerosos que había que apresar para que no deshonrasen el nombre español. Eran estos, en los corregimientos de Jaca y Cinco Villas, Miguel Sarasa, Cantarero, Javier Mina, Domper de Erípol,243 Francisco Sarto y Sarasa, Mala Alma.244 Otra noticia (Zaragoza, 7 de marzo de 1810) habla de las «bandas volantes» de Fidel, Perena, Sarasa, Villacampa y otros, pero precisa que todos encontraron asilo en Lérida, ciudad que era «como la madriguera y refugio de todos los facinerosos que corren nuestra provincia», y de ahí el interés que tenían los facciosos en engañar al crédulo populacho. Pero el desánimo cundió: «Los soldados están rendidos y cansados: murmuran del trato que se les da, pues se reduce a una corta ración de legumbres, y cuando más de abadejo, sin que ninguno vea un ochavo». Y estaban desnudos: solo una chaqueta se les dio a comienzos del invierno. Con estas tropas, no obstante, se alucinaba al pueblo para que no se enterase de la verdadera situación del país. El mismo Mina tuvo que ir a Lérida a buscar refuerzos y apoyos. Los franceses dominaban el territorio apoyados en un fuerte ejército. Quedaba la posibilidad de que la guerrilla renaciese, sobre todo si el mando militar ocupante se veía en

241. Gaceta Nacional de Zaragoza, 21, 4 de marzo de 1810. 242. Cf. Gil Novales (1991: s. v.). 243. Se trata de Miguel Domper. En la misma fecha, 6 de febrero de 1810, Lapeyrollerie ofreció una gratificación a quien lo entregase. Murió fusilado por los franceses en mayo o junio de 1810 (Gil Novales, 2005). 244. Gaceta Nacional de Zaragoza, 31, 5 de abril de 1810. Poco después se dio la noticia de que el 29 de marzo había sido apresado el salteador Mina.

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la necesidad de retirar algunas fuerzas. Pero Suchet no lo creía. Nunca perdería de vista algunos movimientos de policía, aunque luego resultara que eran algo más que operaciones de limpieza. En adelante Suchet iba a utilizar el Alto Aragón con el doble propósito de asentar el régimen josefino y de emplear sus recursos para nuevas conquistas.245 Para Napoleón era intolerable perder el tiempo en Aragón contra lo que se estimaba que no eran más que restos guerrilleros cuando una gran parte de España estaba todavía en manos enemigas. Previamente a la ofensiva sobre Valencia, Suchet hizo que varias patrullas recorrieran las Cinco Villas, Tarazona, Calatayud y Montalbán para recoger grano y dispersar a los guerrilleros. El general Anne-Gilbert de Laval entró en Teruel el 10 de febrero de 1810, derrotó a Villacampa el 16, ocupó Albarracín el 18 y permitió el saqueo general. En el Alto Aragón, a los seis batallones de la división de Habert y al 4º regimento de húsares se les ordenó dejar el Cinca y trasladarse a Morella. Quedaban, sin embargo, unas pocas tropas y la guarnición de Benasque con la misión de impedir que los insurgentes catalanes buscasen refugio en el Alto Aragón. El general Musnier recibió el mando de todo Aragón, mientras que Jean-Marie Vergez sería el jefe directo de la orilla izquierda del Ebro y Claude-Joseph Buget de la derecha. La marcha hacia Valencia no fue un paseo militar. Villacampa, en particular, infligió a los franceses grandes pérdidas. En todo Aragón la guerrilla renació: en la orilla derecha, Fidel, Antonio Hernández (capitán del Regimiento de Cariñena) y Benedicto; en la izquierda, Sarasa atacó Benasque, Sarto amenazó Jaca y Perena destruyó en Fraga el puente sobre el río Cinca. Javier Mina pasó de Navarra a las Cinco Villas y atacó Ejea en combinación con Sarto, pero el 29 de marzo fue apresado. Suchet quería ejecutarlo inmediatamente, pero Berthier le salvó la vida enviándolo a Francia. Gran victoria francesa, pero donde estaba Mina estaría Espoz y Mina. El avance de Suchet por tierras catalanas significó para el Alto Aragón la pérdida de Perena. Este en noviembre de 1809 se había situado en Benabarre, pero de allí a principios de diciembre de 1809 lo expulsaron los franceses, que saquearon no solo esta villa, sino también la de Tolva. En febrero de 1810 volvió a entrar en el Alto Aragón y estableció en Tamarite su cuartel general. Desde esta población envió a la Junta de Aragón informaciones muy alarmantes relativas al marqués de Villora, gobernador del castillo de Benasque, quien habría sido nombrado por los franceses corregidor de Benabarre, aunque se sabe que no había tomado posesión. De confirmarse estaríamos ante una nueva defección de un antiguo patriota, con lo que ello representa. Efectivamente, Villora el 22 de octubre de 1809 rechazó las propuestas francesas, pero después cedió y se puso al servicio del invasor.246 Otra información grave que Perena remitió a la Junta de Aragón fue la relativa al comerciante Armillas, de Barbastro, quien había levantado una compañía de miñones para combatir a favor de los franceses, en contra de 245. Alexander (1985: 35-41). 246. Toreno (2008b: 481).

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la causa nacional. Todo lo que pudo decir la Junta fue que se había aprobado dar al batallón de Perena 500 camisas y 6000 reales de vellón. En los meses siguientes Felipe Perena se vio obligado a operar en tierras catalanas: Balaguer y Lérida. En esta ciudad el gobernador de la ciudad le destituiría por supuesta indisciplina (le sucedió Juan Pedrosa). Tras un mes de asedio, el 13 de mayo cayó Lérida en poder de Suchet, y entre otros Perena fue hecho prisionero y llevado a Zaragoza, y luego a Francia. Se negó siempre a cambiar de bandera, aunque Suchet lo intentó al parecer repetidas veces. Juan Pedrosa, en cambio, se afrancesó y ocupó puestos importantes en la España ocupada. Para los franceses el peligro guerrillero de 1809 parecía conjurado. Suchet pensaba que iba a tener tiempo para desarrollar los decretos imperiales relativos a la administración del territorio. Seguían las partidas (Gayán, Villacampa), no obstante, en otras zonas aragonesas, que requerían la atención de Suchet, pero que de momento no obstaculizaban la política a seguir en el Alto Aragón.247 Suchet había cometido grandes errores en la marcha hacia Lérida, pero de momento la victoria los ocultaba. Sin Perena el Alto Aragón parecía pacificado, y lo mismo Navarra sin Javier Mina. Napier resalta que en el año 1810 de repente y por sorpresa toda España se llenó de guerrilleros, a la par que desaparecían los ejércitos regulares. Sus explicaciones, aunque válidas, son insuficientes: algunos entraban en las partidas para evitar morirse de hambre, otros para vengar alguna cuestión anterior, otros impulsados por la Regencia. Esta habría creado todo un sistema de almacenes y aprovisionamientos en lugares seguros, bajo el control de inspectores pagados y funcionarios de Hacienda, designados por los generales del ejército regular, los cuales aseguraban la disciplina y la cuestión fundamental de que todos cobrasen, sin que hubiese abusos. Todas las provincias fueron divididas en tres partes, cada una de las cuales fijaba sus propias cuotas en hombres y caballos. Actuaban separadamente, pero cuando las circunstancias lo requerían se unían las unas con las otras. De esta manera, en la interpretación de Napier, se llegó en secreto a la organización de un auténtico ejército regular que solo externamente adoptaba la forma de irregular e insurgente.248 Tan extraña afirmación acaso se base en la legislación española sobre las guerrillas, libremente interpretada. A mi parecer, la Junta Central primero y la Regencia después trataron de establecer cierto control sobre las partidas, cierto orden, pero parece excesivo calificar al conjunto de las partidas como un ejército regular disimulado bajo formas irregulares.249 Lo único cierto era la presencia de las guerrillas prácticamente en todo el territorio español, su aspecto no solamente de realidad militar o de síntoma social, sino también la existencia de cierto control político sobre las guerrillas, o la pretensión de establecerlo, y, cualquiera que fuera el sentimiento de superioridad de los oficiales de carrera respecto de los guerrilleros, la estrecha colaboración que se 247. Guirao (1999: 131-141). Alexander (1985: 26-28). 248. Napier (1853: II, 381-382). 249. Scotti Douglas (1993: 84-90, 2000 y 2001).

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estableció entre unos y otros en el curso de esta guerra cuando las necesidades militares en puntos concretos así lo requerían. Pero de aquí a que todo hubiera sido discurrido y planificado de antemano va un abismo. Probablemente en la idea de Napier sobre la guerrilla española influiría también la reorganización y nueva denominación numérica de los ejércitos que la Regencia llevó a cabo en diciembre de 1810. En el II Ejército entró la división de Villacampa y las partidas del Empecinado y de Durán; las partidas del norte, las de Espoz y Mina, Longa, Campillo, Porlier y otras más pequeñas formaron el VII Ejército.250 Afortunadamente para nuestra comprensión, Napier vuelve a explicar su concepción del fenómeno guerrillero al hablar del sitio de Tortosa (marzo de 1811). Mientras este tenía lugar, Villacampa y otros se mostraban muy activos en su lucha contra Aragón (contra el Aragón ocupado por los franceses, se entiende). Estimulado por las juntas secretas, bien provisto en lo material por los ingleses y habiendo ganado en experiencia, este tipo de combate se había vuelto más eficaz. Esto de las juntas secretas requeriría una explicación: entender que cuando planeaban una acción no la hacían pública para que no se enterase el enemigo es demasiado tonto; pero las juntas secretas no han sido inventariadas. Los escuadrones ingleses podían combinar mejor sus operaciones, y gracias a su concurso las partidas habían logrado darse una organización más militar que la que tenían anteriormente. Aunque quizás insuficiente para liberar a su patria, la interrupción continua de la correspondencia del enemigo equivalía para este a una pérdida de 40 000 hombres, sin contar los dedicados precisamente a tareas de vigilancia y persecución de las bandas. El efecto en Europa, sobre todo moral, de las hazañas de los guerrilleros fue enorme. En todo esto Napier tiene razón, salvo quizás en la equivalencia en cifras, siempre opinable, y la reducción de las guerrillas a la función de cortar la correspondencia enemiga. Aunque fue importante en sí misma, algo más hicieron. Es lo que el historiador ha visto en los documentos que maneja. A continuación entra en escena el conservador. Está bien lo que hacían los guerrilleros, lo reconoce, pero el mismo número de hombres bajo estricta disciplina hubiera sido más eficaz, menos molesto para sus conciudadanos y menos subversivo del orden social. Es verdad: había en la guerrilla una posibilidad revolucionaria que no se le escapa a tan cumplido observador como es Napier. En términos militares, cuando un ejército regular está al completo los hombres sobrantes pueden ser desviados a formaciones irregulares, que serán más valiosas cuanto más se aproximen en su organización al ejército regular. Es decir, las milicias son mejores que los campesinos armados, y entre estos son preferibles los que están mandados por oficiales del ejército que los súbitos furores aldeanos. Los ejércitos españoles, en su opinión, nunca estuvieron completos, y nunca bien organizados. Cuando se dispersaban, lo que ocurría con muchísima frecuencia, se podría decir que la guerra habría terminado en España, pero no fue así porque las partidas la mantenían en todo su vigor. Esta fue su contribución moral al combate. Con la llegada 250. Napier (1853:

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de los ejércitos ingleses, las partidas pudieron atacar continuamente las comunicaciones del enemigo. Esta fue su contribución militar. Sin embargo, el número total de los guerrilleros no pasó nunca de los 30 000, y además la mayoría no habría podido subsistir sin la ayuda británica, a no ser que en el país surgiese de repente un espíritu de orden, lo que no ocurrió. Cuando un jefe de partida recibía grados del ejército regular se volvía menos activo, y no solo él, sino las partidas en conjunto. Esto ocurrió en los hombres tanto por su vida sacrificada, por las derrotas continuas, como por el mal ejemplo y mal tratamiento de los jefes, sobre todo los del ejército, más que los suyos propios. El patriotismo no resiste a la humillación continua. Por eso cuando se reunieron las Cortes el patriotismo avanzó al par que lo hacía la esperanza, al mostrar la asamblea su reconocimiento al inmenso esfuerzo del pueblo.251 William Napier es un historiador que puede llegar a irritar por sus prejuicios a favor casi en exclusividad del ejército inglés, pero si uno prescinde, que ya es prescindir, de sus aversiones por otros hombres y pueblos, sus puntos de vista pueden ser objeto todavía hoy de fecundas discusiones, como en este caso.252 Napier recoge algunos nombres de guerrilleros entre los cuales no incluye ningún aragonés, aunque los había. Su idea es que Suchet se hizo el amo indiscutido de Aragón, no tanto por la fuerza de las armas, cuanto por su excelente administración (lo cual es cierto, pero habría que recordar al historiador que la administración no existiría si previamente no hubiesen actuado las armas). Ese panorama de paz y casi de felicidad solo tenía una excepción: Espoz y Mina desde Navarra se comunicaba con las partidas del Moncayo y de Albarracín, ayudadas ocasionalmente por el Empecinado y Durán, con ramificaciones que llegaban hasta Cuenca y Guadalajara, e incluso a las cercanías de Madrid. Mientras tanto, Villacampa desde Albarracín conectaba con el ejército de Valencia, y también con Cuenca.253 La reunión de las Cortes dio nuevo vigor a la resistencia en España, lo que significó mayores problemas para Suchet. Este se encontraba perplejo: todas las medidas que había tomado para asegurar el aprovisionamiento de sus tropas en Aragón habían resultado insuficientes, y además el ejército no podía depender de Francia, sino de los recursos locales. Resolvió profundizar en sus planes de siempre, es decir, la mejora de la administración en toda la provincia, de forma inteligente y mesurada, por lo que Napier no oculta su admiración.254 Ni que decir tiene que la única china en el zapato para este programa, o quizás la más relevante, la constituían los guerrilleros. Napier, en otro momento, a propósito de su admirado Wellington, recuerda un dicho que se atribuye a Enrique IV de Francia: «Los grandes ejércitos en España morirán de hambre, mientras que los pequeños serán derrotados»255 (los ejércitos invasores, se entiende). En

251. 252. 253. 254. 255.

Napier (1853: III, 217-218). Cf. Derry (1988). Napier (1853: III, 186-189). Ibídem, vol. III, pp. 202-204. Ibídem, vol. III, 327.

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mi opinión, ni siquiera en el siglo XVI ese pensamiento correspondía a la realidad, pero expresa muy bien la idea generalizada en algunos ambientes extranjeros de que toda España, de los Pirineos a Gibraltar, es un inmenso desierto, lo que contrasta fuertemente con el verdor atlántico de Portugal. Los alcaldes del Roncal el 9 de febrero de 1810 escribieron al jefe de batallón Renouvier asegurándole su lealtad. Renouvier en abril y mayo de 1810 se dedicó a combatir a los guerrilleros del Alto Aragón. Al enterarse los españoles de que nuevas fuerzas salían de Pamplona y que otras se estaban preparando en Oloron, decidieron capitular, sobre la base del respeto a las personas y las propiedades. El valle del Roncal se comprometía a pagar a los franceses una contribución en ganado lanar y los franceses garantizaban su inmediata evacuación.256 Esto era un arreglo fronterizo, necesario probablemente, pero provisional. Por su mismo carácter distaba mucho de resolver los problemas de fondo de España y Francia. No lo pretendía, solo era un acuerdo local; hoy diríamos que se había intentado crear una burbuja. Por ello la guerra de guerrillas renacerá en la zona, bajo los mismos parámetros y con nuevos hombres. Para la política de Suchet, que deseaba apoderarse de Tortosa y de Valencia, Mequinenza resultaba fundamental. Al día siguiente mismo del asalto a Lérida un destacamento por la orilla izquierda del Segre se situó ante la plaza, mientras que Musnier, descendiendo por la orilla derecha, comenzó el ataque el 20 de mayo de 1810. Para abrir camino a la artillería los ingenieros franceses tuvieron trabajo en los días posteriores. El 30 de mayo llegó el barón Rogniat, teniente general de ingenieros, quien venía directamente de Francia con varios oficiales, al frente de sus compañías de zapadores y mineros, todos los cuales se incorporaron inmediatamente al trabajo. Los defensores intentaron una salida el 31 de mayo, que resultó infructuosa. El 2 de junio 18 cañones, 6 de ellos de 24 libras, fueron llevados a las alturas para eliminar los puestos avanzados españoles. La labor de estas armas, completada con la mosquetería, obligó a los españoles el día 3 a retirarse al castillo. El 7 llegó Suchet. Siguió un formidable bombardeo que acabó con las defensas exteriores y, aunque todavía intentaron los españoles defenderse con sus mosquetes, a las diez de la mañana del 8 de junio de 1810 el gobernador capituló. Fueron hechos prisioneros 1400 hombres, se ocuparon 45 cañones y gran cantidad de pólvora y de hierro colado, y provisiones para un trimestre. Un año después se condenó a muerte al antiguo comandante español de Mequinenza, llamado Carbón, por haber roto su palabra al escaparse de Francia y hallarse capitaneando una cuadrilla de facinerosos. Sería ejecutado en cuanto fuera habido.257 Dos días después de la caída de Mequinenza llegó el turno de Morella, con lo cual el mariscal Suchet logró sus objetivos con vistas a Cataluña y Valencia, es decir, en lo inmediato, Tortosa y Tarragona; pero ya este tema nos aparta del Alto Aragón.258 256. Iribarren (1965: 64-65). 257. Gaceta Nacional de Zaragoza, 66, 11 de agosto de 1811. 258. Napier (1853: II, 326-328).

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La única actividad guerrillera paralela al sitio de Mequinenza corrió a cargo de Sarto, quien intentó cortar la carretera Jaca-Zaragoza atacando en Ayerbe y en Zuera, pero fracasó. Una columna francesa se desplazó de Jaca a Arén para servir de ayuda a la guarnición de Benasque. Pero el 17 de junio de 1810 Napoleón le quitó a Suchet el mando sobre Benasque y el valle de Arén, los cuales fueron puestos bajo la jurisdicción del 11º Distrito Militar francés y la supervisión del general Armand-Nicolas Vouillemont. Al perder el mando Suchet se desentendió de este territorio, el cual quedó de hecho entregado a su suerte.259 Un órgano patriótico, la Gaceta de Aragón, dice que en unas cartas que fueron interceptadas se hablaba de las dificultades que experimentaron los franceses, que ya no tenían de quién echar mano para sus correos. Su comunicación con Francia pasaba por Jaca, que se hallaba amenazada por las guerrillas, lo mismo que Benasque. Las guerrillas, decían esas cartas, «infestan la montaña, y recorren las Cinco Villas».260 De algunos guerrilleros aragoneses o que operaban en el Alto Aragón solo conocemos su nombre o apodo y la fecha de su muerte. De mosén López únicamente sabemos que actuó en los primeros meses de 1810. Manuel Jiménez (alias Tiroliro de Yeste) y Antonio Barat, de Biescas, fueron hechos prisioneros en 1810 por los paisanos del valle de Tena y ejecutados. Los Corruncuy fueron dos jefes guerrilleros hechos prisioneros por los franceses, con el coronel Manuel Solano, en Blancafort (Lérida) la noche del 14 al 15 de marzo de 1811. Su suerte, probablemente, fue la misma que la del coronel con el que iban. Manuel Solano se había hecho cargo de los Tiradores de Doyle después de la rendición de Jaca el 21 de marzo de 1809. Luego tomó parte en el sitio de Lérida y después en el de Mequinenza (junio de 1810), donde fue derrotado, pero logró huir con unos cuantos hombres. La Gaceta de Aragón lo explica diciendo que el espíritu de libertad no se había extinguido en las montañas del reino, de cuyas rocas salieron en otro tiempo los héroes que lo liberaron del yugo árabe. Todo ello a propósito de un oficio del comandante general, Carvajal (Albarracín, 25 de diciembre de 1810), en el que se alababa la bizarría del teniente coronel Manuel Solano, enviado por Doyle a aquellas asperezas para crear el batallón de su nombre, el cual, uniendo a las suyas las fuerzas de los guerrilleros Francisco Montardit y Anselmo Alegre, Cantarero, marchó sobre Benabarre, mientras Antonio La Oliva atacaba Graus. Los franceses fortificaron el convento de San Agustín, al que Solano puso sitio el 27 de noviembre de 1810, después de ocupar las calles adyacentes. El comandante francés se negó a rendirse, pero lo hizo el 28, con tal que se le condujese a Francia con toda su tropa para ser canjeado. El 3 de diciembre le atacaron los enemigos en el puente de Montañana, que solo cedió con gran pérdida para los atacantes. Entre estos se hallaban muchos españoles, mandados por el infame Chandón. «No tardarán estos miserables en pagar con su sangre el delito con que se han manchado para siempre, sufriendo la misma pena que un espía 259. Alexander (1985: 76). 260. Gaceta de Aragón, 23, 4 de agosto de 1810.

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y un gendarme español, que, hallándose confesos y convictos, fueron en el acto pasados por las armas».261 Solano huyó de nuevo, fue por tercera vez derrotado en Arén el 3 de enero de 1811, lo que le obligó a pasar a Cataluña, y finalmente en Blancafort entregó las armas ante los franceses. Para Cantarero, la rendición de Solano, y su consiguiente muerte, fue una humillación, y juró venganza. No hubo ocasión. Los franceses retuvieron preso a Solano durante treinta y ocho meses, y después lo fusilaron. Ignoro las razones de esta conducta. La Gaceta de Aragón, equivocándose respecto al lugar de la muerte, y añadiendo un pathos que se estimaría patriótico, dice que Solano cayó prisionero en las sierras de Benasque y presenció la muerte de varios de sus soldados antes de ser él también atado, arrastrado, punzado, escupido y llevado en triunfo por aquellos que el periódico califica de caribes.262 Estos casos son tremendamente ilustrativos de las dificultades de la vida guerrillera: penurias de todas clases,263 con el apoyo ciertamente de la población local, pero si este alguna vez faltaba, porque tampoco los habitantes llevaban una vida cómoda, si tomaban a la fuerza lo que no se les daba de buen grado, se convertían o eran considerados enemigos de aquellos mismos a los que con su lucha defendían. Si se rendían a los franceses el peligro se duplicaba: los napoleónicos y los patriotas por igual juraron acabar con ellos.264 Suchet recoge la derrota de Solano en una nueva orden del ejército en la que da los nombres de los que más se distinguieron en la jornada, y entre ellos menciona a Joaquín Ornat. Habla después de luchas contra el Empecinado en los límites de Guadalajara y otras en torno a Teruel y Castellón, concluyendo con algún apresuramiento que a últimos de enero el general Abbé rechazaba «de las fronteras de Aragón las partidas de insurgentes que infestan el mediodía de la provincia». Por su parte, Harispe hizo huir a «Mina Despoz» (sic), que se había infiltrado desde Navarra en Aragón.265 Después de la toma de Lérida y Mequinenza Suchet no alteró la composición de sus tropas en el Alto Aragón. Entre Mequinenza, Monzón, Benasque y Jaca estaban repartidos 1300 hombres, y un batallón más bien débil se hallaba en Huesca. Dos escuadrones de gendarmes vigilaban el Alto Cinca y otros dos protegían la ruta Jaca-Zaragoza. Los dos últimos posteriormente fueron llevados a las Cinco Villas. Coincidiendo con la campaña valenciana, el general Claude-Joseph Buget instaló en Huesca su cuartel general. No encontró mucha resistencia cuando a lo largo de 1810 quiso limpiar (de guerrilleros) el área en torno a Huesca.266 261. Gaceta de Aragón, 1, 2 de enero de 1811. 262. Gaceta de Aragón, 29, 13 de abril de 1811. 263. Alexander (1985: 83). Las terribles penurias por las que pasó Pedro Villacampa por tierras castellanas y turolenses pueden verse en Gil Novales (2003). 264. Las biografías de estos personajes pueden verse en Gil Novales (2005). 265. Suchet, Orden del Ejército, Zaragoza, 6 de febrero de 1811, Gaceta Nacional de Zaragoza, 16, 21 de febrero de 1811, pp. 71-73. 266. Alexander (1985: 79 y 83).

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Los franceses intentaron dotarse de unidades españolas a su servicio. En Jaca se creó una compañía de gendarmes españoles, que el 3 de enero de 1811 actuó en la acción de Arén. En ella se distinguió el sargento Joaquín Ornat, quien fue incluso felicitado por Suchet. La idea pareció inteligente y fecunda, y acaso lo era, aunque pronto se vio que sus resultados no eran los esperados. Por lo pronto, el 1 de marzo de 1811 los franceses crearon en Calatayud, Daroca, Teruel y Alcañiz cuatro compañías de fusileros, con las que buscaban que los españoles se asociasen a su lucha y, más específicamente, creyendo que lo propio de los guerrilleros era la aventura y la lucha, sin ideas o sentimientos de carácter político, ofrecerles la oportunidad de desertar, de cambiar de bando, pero no de vida. Al dar este paso los guerrilleros se convertirían en renegados o juramentados, es decir, gendarmes al estilo francés, y a su servicio. Tanto en este terreno como en la vida civil muchos españoles abrazaron la causa francesa de corazón, sin reservas,267 pero muchos otros lo hicieron por táctica, buscando la destrucción de los enemigos desde dentro de sus filas. Propósito arriesgado que confiere un especial dramatismo a este género de lucha. ¿Patriotas hasta el delirio o traidores y patriotas, según les conviniese? La compañía de Jaca, la elogiada por Suchet, dio de repente la campanada. En junio de 1811 se descubrió que Joaquín Ornat conspiraba para secuestrar a los propios jefes franceses de su unidad, y aun asesinarlos si oponían resistencia, y para apoderarse de Jaca en un audaz golpe. Descubierto, fue inmediatamente ejecutado. Con él fueron ajusticiados también Miguel Casanova, Miguel Alategui, Domingo Huesca y Basilio Latorre, todos ellos en Jaca. Solo el dato escueto de su muerte podemos aportar sobre estas vidas, segadas supongo en plena juventud. A pesar del entusiasmo inicial de Suchet por estas compañías de gendarmes aragoneses al servicio de Francia, el fracaso podría haber sido predicho simplemente contando. Únicamente 400 aragoneses se inscribieron en ellas, cuando la población de Aragón pasaba del medio millón.268 Francia podía tener mucha fuerza militar, pero no por ello la población se afrancesaba. Se limitaba a conjugar el verbo sanjorobarse y a lanzar improperios en voz más o menos queda. El fracaso de las compañías no impidió que Napoleón siguiese con su proyecto de anexión de los territorios al norte del Ebro. Poniendo de momento en sordina los aspectos histórico-geopolíticos del tema, pensaba ahora en su significación fiscal. Quería cobrar directamente los impuestos, a través de su Administración. En lo que respectaba a Aragón, más exactamente a todos los territorios dependientes del mariscal Suchet, nombró intendente general al «maître de requêtes» del Consejo de Estado imperial, el barón Lacuée, con la ayuda de los auditores Combe-Siéyès, Du Mées, Arthenay, De Montigny, D’Hautefort y Victor d’Arlincourt.269

267. Cf. Gil Novales (2002). 268. Alexander (1985: 102-103). 269. Mercader (1959: 21 y 1893: 167-168).

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Conviene subrayar el talento de que da muestra Napoleón al designar a los hombres que le van a representar en un punto tan sensible como es la administración económica de unos territorios que quiere anexionar a Francia: JeanGérard Lacuée, conde de Cessac (1752-1841), hijo de un teniente, oficial de infantería él mismo bajo el Antiguo Régimen, procurador general síndico de Lotet-Garonne, consultante de la Asamblea Constituyente, diputado en 1791 a la Asamblea Legislativa y miembro en las dos del comité militar, lo que le permitió influir en la legislación sobre el ejército. Después del 10 de agosto de 1792 fue por breve tiempo ministro de la Guerra. Organizó entonces el ejército de los Pirineos para repeler cualquier agresión española. En octubre de 1792 fue destituido bajo la acusación de federalismo, pero volvió en junio de 1795 como general de brigada al ejército de los Pirineos Orientales. A partir del 16 de octubre de 1795 representó a Lot-et-Garonne en el Consejo de los Ancianos. Miembro del Instituto de Francia, consejero de Estado y presidente de su sección de Guerra en 1801, gobernador de la Escuela Politécnica en julio de 1804, entre 1800 y 1805 se ocupó de redactar todas las leyes relativas al reclutamiento militar. Director general de Reclutamiento y Nóminas en 1806, ambos conceptos a la vez, supo rodearse de personal inteligente y activo. Creado conde en 1808 y ministro de la Administración de la Guerra entre 1810 y 1813, no participó en los Cien Días. Luis Felipe le hizo par de Francia en 1831. Durante mucho tiempo se pensó que Lacuée había sido un mero servidor de Napoleón, pero investigaciones recientes han demostrado que guardó siempre su independencia de criterio y se opuso al emperador en asuntos tan importantes como el matrimonio con María Luisa de Austria o la invasión de Rusia.270 La reorganización política de Aragón quedó plasmada el 6 de marzo de 1811, cuando Berthier redactó sus Instrucciones generales para la Administración de Aragón.271 Aunque en virtud de ellas Suchet seguía teniendo el poder civil y militar en Aragón, del que el rey José quedaba excluido, de hecho, al ponerle en frente o al lado un intendente general, responsable de toda la administración civil de la provincia, Napoleón había creado un rival para Suchet. Estas Instrucciones fueron la guía por la que se rigió Lacuée en Aragón. Se entendía que el administrador militar del III Cuerpo de Ejército, Bondurand, ejercía solamente funciones de asesoramiento respecto de Lacuée, consagrando así explícitamente la primacía del poder civil respecto del militar. Lacuée confirmó a Luis Menche como intendente general a sus órdenes y no quiso cambiar a ningún funcionario, por miedo a introducir un gran desbarajuste en el ejército. Esto le enfrentó con Suchet, quien opinaba que con Lacuée no se cobraban los impuestos como era debido. El interesado contestaba que los buenos funcionarios franceses no querían servir en España, no solo por los problemas del país, sino por los bajos sueldos que se ofrecían. En el fondo de estas desavenencias había una contradicción 270. Parker (1985b). Tulard (1999: 127). 271. Berthier (1811). Se trata de un documento de los Services Historiques de l’Armée, en el castillo de Vincennes, al parecer nunca publicado (Alexander, 1985: 115).

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fundamental: las Instrucciones proclamaban la superioridad del poder civil, pero reservaban a Suchet, un militar, el mando supremo. Suchet podía llamar estúpido a Lacuée, con notoria injusticia, pero las cosas no se arreglaban por eso.272 Incidentalmente, el tema Lacuée plantea la cuestión de la transformación de las instituciones españolas bajo el doble impulso de la Revolución y del Imperio. Aunque esto sea salirnos del marco estricto del Alto Aragón, conviene que le dediquemos un minuto de atención, por su importancia para el futuro nacional. Jacques Godechot afirmaba en 1970 que los ejércitos de la Revolución habían exportado las instituciones derivadas de la propia Revolución a Bélgica, los Países Bajos, la Alemania renana, Suiza e Italia. Lo mismo hicieron los ejércitos napoleónicos en el resto de Alemania, Polonia, España y la península balcánica. Sigue diciendo el autor que todo el Grand Empire presenció la abolición del feudalismo. Pero este principio fundamental sufrió excepciones cuando el propio Napoleón quiso atraerse a la nobleza de Alemania, Polonia y otros países. Los revolucionarios del siglo XIX tendrán como programa la anulación de esas excepciones. Y además siempre queda el Código Napoleón como factor igualitario, que aunque lleva el nombre del Emperador no es una obra personal suya, sino el resultado jurídico de la herencia revolucionaria. No dice nada de España a este respecto.273 Es lo mismo que expresa, sin detalles, en La grande nation, donde la herencia revolucionaria se colorea de nostalgia.274 Otros autores, en ese mismo volumen, completan y modifican los asertos de Godechot. Antoinette Joulia, escribiendo sobre los departamentos hanseáticos, indica que el emperador se ocupaba personalmente del tema, porque conocía las grandes dificultades que presentaba la anexión.275 Muy interesante, porque podría aplicarse a España, es la posición de Walter Markov respecto de los territorios alemanes incorporados a Francia, desde el punto de vista social: continuaba el progreso que se había iniciado con la Revolución francesa, pero ahora con pérdida de su elemento popular.276 El mismo Markov expuso la complejidad del Imperio napoleónico en su libro Grand Empire (1990).277 Heinz Otto Sieburg, tratando de la Confederación del Rin y de Prusia, lleva su tema a las reformas de Stein y de Hardenberg, mostrando su continuidad con lo intentado por Napoleón.278 Comparando estos datos con lo sucedido en España uno tiene la impresión, a la luz de lo que vemos en el Alto Aragón, de que el enfrentamiento de las autoridades civiles con las autoridades militares dentro del campo napoleónico anula en el tiempo corto todo progreso. Queda el ejemplo, evidentemente, queda la desamortización, ya aludida en otro momento, y queda como aportación científica el Código Napoleón, del que Palau cita en castellano una edición de Madrid 272. 273. 274. 275. 276. 277. 278.

(Alexander, 1985: 103-105). Godechot (1970). Ídem (1983: 540). Es la última página del libro. Joulia (1970). Markov (1970). Markov (1990). Sieburg (1970).

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(1809) y otra de Valencia (1812).279 El bibliógrafo no cita la edición de Barcelona (1839-1842), en la que el anónimo traductor resalta la profundidad de la doctrina, tan necesaria para una intensa revisión de la ciencia legislativa, y la admiración universal que el Código francés ha recibido.280 Al tiempo que aparece la edición barcelonesa del Código Napoleón, Alejandro Oliván Borruel publica en 1842 De la Administración pública con relación a España, «monumento jurídico de la Revolución francesa en su conjunto», primer intento, según la crítica moderna, de introducir en nuestro país los principios de claridad y eficacia que emanaban de la Revolución francesa y del Código Napoleón.281 Importante, desde luego, pero era el tiempo corto el que imponía la guerra. Suchet podía conquistar Tarragona y Valencia, pero no podía acabar con la resistencia española, por falta de medios, acaso, por no poder resolver las contradicciones también. El ejército francés tenía que vivir sobre el terreno, lo cual creaba las condiciones básicas para que surgiera o aumentara la resistencia. Como consecuencia del decreto de 22 de noviembre de 1810 se efectuó en las Cinco Villas un reparto el 12 de enero de 1811. Conocemos las cantidades asignadas a doce pueblos de los setenta y dos que componían el partido: Ejea, Farasdués, Ribas, Tauste, Paules, Erla, Piedratajada, Puendeluna, Ardisa, Murillo, Concilio, Escorán, Santias, Las Casas de Esper y Sierra de los Blancos. De estos doce pueblos, la cantidad total, que se envió a Lérida, ascendía a 3225 cahíces, 7 fanegas, 4 almudes de trigo y 2483 cahíces de cebada (designada a veces con el aragonesismo de ordio). Y además carne, cabezas de ganado, camas para la guarnición, sábanas, mantas, etcétera. Las remesas de Barbastro se mandaban a Caspe. A finales de 1810 se remitían 300 quintales diarios de cebada, procedentes de Bienes Nacionales, es decir, de los secuestros de conventos y señoríos.282 Y lo mismo ocurría en otras zonas. Esta sangría alimentaba a las guerrillas, que siempre estaban desapareciendo pero siempre volvían a aparecer. Guerrilleros famosos en Aragón fueron Espoz y Mina y el Empecinado. Del primero hablaremos un poco más adelante. El Empecinado fue enviado a Aragón el 15 de septiembre de 1811 para tratar de aliviar la presión que los franceses ejercían sobre Valencia, pero parece que no estuvo nunca en el Alto Aragón. Ya hemos seguido las rutas de Perena, no las de Villacampa porque su destino le apartó en esta época del Alto Aragón A Cubillas se le menciona en los primeros meses de 1810, sin más detalles. El gobernador francés de Jaca, Lapeyrollerie, ofreció el 6 de febrero de 1810 una gratificación a quien entregase al «facineroso» Miguel Sarasa y a otros. Entre ellos se incluía a Anselmo Alegre, Cantarero, que actuó sobre todo por tierras de Teruel y Zarago-

279. Código Napoleón. 280. Curso de Legislación. 281. Oliván (1954). El prólogo se reproduce con modificaciones en García de Enterría (1972: 23-33). Respecto a las contradicciones del personaje cf. Gil Novales (2005: s. v.). 282. Bayod (1979: 41-44 y 48-49). Este artículo, además de ocuparse de las Cinco Villas y Barbastro, lo hace también de Zaragoza, Borja y Tarazona.

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Fabricación de balas, de Francisco de Goya (Patrimonio Nacional).

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za, hasta encontrar la muerte en Villanueva de Sijena (Huesca) el 10 de julio de 1811. La fama y el recuerdo vivo de Cantarero quedaron incorporados en el himno de Monzón, en el que se dice: «El sublime pendón del Cantarero la senda nos trazó del ideal».283 De momento, a Alegre le sucedió en el mando de la partida su hermano Manuel, quien también fue llamado Cantarero. Mariano Larrodé, Pesoduro, era jefe de una partida de guerrilleros aragoneses dependiente de Espoz y Mina, quien le nombró capitán. Derrotado en Biota (Zaragoza) el 20 de septiembre de 1811 por el coronel Plicque, lo llevó este a Ejea de los Caballeros, donde fue ahorcado en mitad de la plaza. Suchet no perdió la ocasión. El 25 de agosto de 1811 dio una orden del día que era un repaso general a la lucha contra las guerrillas en los meses de julio y agosto. Salen a relucir en su narración las guerrillas de Cataluña que trataban de pasar a Aragón, deshechas por Chlopicki y Plicque. Una de ellas, de la que no da nombres, fue puesta en fuga el 13 de julio en Luesia (Zaragoza). Pesoduro y el Malcarado fueron heridos el 25 en Castejón de Valdejasa; lograron difícilmente salvarse en las montañas, pero dejaron 50 «salteadores» muertos. Otros 20 fueron pasados por las armas. El 10 de julio en Valpalmas se interceptó a 145 guerrilleros que intentaban pasar de Cataluña a Navarra: 68 insurgentes muertos y 34 prisioneros. Esta vez no se dice nada de que fuesen ejecutados. El 22 julio, cerca de Soler, sobre el río Isábena, la cuadrilla de Oliva tuvo 5 muertos y 15 prisioneros. El 10 de julio Cantarero y otros 25 «salteadores» fueron muertos. Con él desaparece de Aragón «un ladrón famoso». También los dos hermanos Belianés encontraron la muerte en La Garriga y Urgel (Lérida). Sigue refiriendo victorias francesas sobre las bandas en Cataluña y en el Bajo Aragón y otras partes.284 Uno de los «facinerosos» aludidos por Lapeyrollerie era Francisco Sarto, pastor de Ansó y guerrillero después, a quien mató con 14 compañeros el jefe de batallón Renouvier el 20 de abril de 1810. El llamado Fidel actuó a finales de 1809 y comienzos de 1810 en el Alto Aragón, aunque se dice que un destacamento polaco lo derrotó en Illescas (Toledo) el 11 de enero de 1810. Se trata de Fidel Mallén, que antes de hacerse guerrillero era alcalde de Illueca (Zaragoza). La costumbre de llamarlo por el nombre de pila hace que a veces se le haya desdoblado: Fidel por un lado, Mallén por otro.285 Otro Mallén, José, natural de Almudévar, cambió su oficio de labrador por el de guerrillero en el Alto Aragón. Su biografía ofrece rasgos inusuales, como vamos a ver. Comenzó con las tareas típicas de toda guerrilla: interceptar correos, atacar convoyes y arrebatar al enemigo vestuarios, armamentos, toda clase de riquezas y prisioneros, que entregaba a los generales Espoz y Mina, Villacampa y Perena. Al darse cuenta de que Espoz tendría que abandonar la orilla izquierda del Ebro por falta de municiones de guerra, concibió el proyecto de instalar una fábrica portátil de pólvora y balas, que situó en la ermita de Santa Quiteria, entre 283. Buesa (2000: 274). 284. Gaceta Nacional de Zaragoza, 74, 5 de septiembre de 1811. 285. Yo mismo cometí el error en mi Diccionario biográfico aragonés (Gil Novales, 2005).

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Alcubierre y Tardienta. Como la ermita estaba emplazada en un alto, José Mallén con 60 partidarios pudo fácilmente prever los ataques franceses, y aguantarlos cuando se producían. Antes de que llegasen los franceses enterraba todos sus instrumentos de trabajo, que eran morteros para picar el salitre, turquesas y otros, y cuando el peligro había pasado los desenterraba y proseguía su tarea. Durante veintitrés meses consecutivos llegó a fabricar tres arrobas de pólvora y doce mil balas al día, y también cartuchos, que después sus hombres por veredas desusadas llevaban a Espoz y Mina. La materia prima la sacaba de los chapiteles de las torres, de los órganos de las iglesias y de cuanto había en los pueblos, que se llevaba siempre con el consentimiento de los alcaldes. Él mismo hizo unos dibujos de su trabajo que regaló años después a la condesa de Mina, y pueden verse en el libro de José María Iribarren Espoz y Mina, el guerrillero.286 Esto es hermoso, pero en Aragón, tras la derrota de Perena y la muerte de Sarto, entre otros, se observa un gran cansancio ante el hecho de la guerrilla. Las partidas no se renovaban porque nadie quería ir voluntario a cosechar derrotas, y por ello la propaganda insurgente hizo poca mella. Además, los habitantes empezaban a preferir la ocupación enemiga, por más brutal que fuera, a la destrucción. A comienzos de 1811 Plicque desbarató la partida de Baella, lo que permitió a los franceses recaudar las contribuciones sin dificultad.287 Pero acaso la característica de toda esta época estriba en que la desaparición del fenómeno guerrillero, anunciada por los franceses, fue seguida por su resurgimiento al poco tiempo. El famoso Francisco Espoz y Mina, nacido en Idocin (Navarra) en 1781, se inició como labrador por la muerte temprana de su padre, hasta que en septiembre de 1808 se puso a servir a uno de los generales de Napoleón, Rotlland, o Rostolland,288 con el que estuvo tres meses. El 8 de febrero de 1809 entró como soldado voluntario en los Tiradores de Doyle, que se hallaban entonces en Jaca. Pasó luego a las órdenes de su sobrino Javier Mina, pero, al ser hecho éste prisionero el 29 de marzo de 1810, le sucedió en el mando de su partida y adoptó entonces el apellido con el que se hizo mundialmente famoso, que era también el de su padre (hasta entonces se había llamado Espoz Ilundáin). Con buen criterio los historiadores insisten en que no se pierda el apellido Espoz, para diferenciar al tío y al sobrino, pero las fuentes a partir de esta época abrumadoramente le van a llamar Mina. Su campo de acción fue Navarra y Aragón, casi con más propiedad la frontera entre Aragón y Navarra, y la frontera también entre ambas regiones y Castilla. Figura siempre como jefe de la División de Navarra. Su aparición en Navarra como heredero de su sobrino fue una auténtica calamidad para todos los responsables franceses de la guerra. El general GeorgesJoseph Dufour, gobernador de Navarra sustituido por Reille, acusó a Suchet de ser el responsable de este repentino rebrote de la guerrilla, por no haberle ayudado.

286. Iribarren (1965). 287. Alexander (1985: 77 y 91). 288. General de brigada, según Iribarren (1965: 55-56). No he encontrado más datos sobre este personaje.

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Por el contrario, Suchet opinaba que el responsable era Dufour: más iniciativa, no más tropas, era lo que se necesitaba para acabar con el problema. Esperaba que Reille lo hubiera comprendido.289 Repetidamente se acusa a Espoz y Mina de crueldad, lo que parece indudable, pero hay que hacer la salvedad de que también sus enemigos fueron crueles, y volveríamos a estar en el viejo dilema de qué fue antes, si el huevo o la gallina. Napier opinó que la ferocidad de Espoz y Mina obedecía a necesidades de la guerra, pero que sin ellas su disposición natural era siempre viril y generosa. Como militar quizás no era un genio, pero tenía juicio seguro en todas las situaciones, y además sorprendente energía y constancia. Por su origen campesino, no admitía hidalgos en su partida.290 Algunas acusaciones conviene precisarlas: Espoz y Mina no cortaba las orejas de todos los prisioneros, únicamente las de los espías. Y, muchas veces, también era capaz de generosidad. Con frecuencia sus acciones no solo sorprenden, sino que admiran. Firmaba siempre sus partes de guerra en el campo del honor, y si todavía en agosto de 1810 se le mencionaba como tío de su célebre sobrino, muy pronto la celebridad fue suya y bien merecida, y hay que reconocer que él mismo se encargó de que sus hazañas se conocieran. Diríamos que las acciones y la fama se retroalimentan. En las Cinco Villas Espoz y Mina encontró la manera de vencer la ya mencionada pasividad de los aragoneses. Derrotado, el 26 de marzo de 1811 se retiró a Sangüesa sin que Suchet pudiese hacer nada para evitarlo. Allí el jefe guerrillero descubrió que Suchet tampoco tenía fuerza suficiente para controlar las Cinco Villas. Cruzó entonces el río Aragón con 1500 hombres de infantería (dos batallones) y 200 de caballería, dejando otros dos batallones en Navarra para proteger su retaguardia. El 9º escuadrón francés, situado en Sos, tuvo noticia del movimiento de Espoz y pidió ser reforzado por el 10º, que se hallaba en Ejea. Lo que ocurrió a continuación demuestra el enorme talento militar de Espoz. Maniobró tan rápidamente que se situó entre Sos y Ejea antes de la llegada del 10º escuadrón. El 8 de abril de 1811 en una emboscada en Castilliscar aniquiló al confiado escuadrón de apoyo. Luego volvió a Navarra con los prisioneros, dejando en las Cinco Villas a Cruchaga con la misión de hostilizar a los franceses. La sorpresa de Castilliscar cayó como una bomba en el mando francés, ya que se pensaba que Espoz estaba ya completamente derrotado. Suchet reaccionó rápidamente. Ya el 7 de abril había enviado a Ejea una fuerza de 500 polacos para atacar a Espoz en Sangüesa. Esta vez mandó al general polaco Józef Chlopicki con 800 infantes y 200 caballos, que llegaron a Ejea el 12 de abril. El 13 otro batallón llegó a las Cinco Villas. Chlopicki, con 2200 hombres, liberó Sos y arrojó a Gregorio Cruchaga fuera de la comarca. La cuestión ahora era quién se quedaba en Sangüesa para evitar futuras incursiones de Espoz. Suchet opinaba que esa tarea le correspondía a Reille. Este, por el contrario, pensaba que no tenía sufi-

289. Alexander (1985: 76-77). 290. Napier (1853: II, 143).

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cientes fuerzas en Navarra para instalar también una guarnición en Sangüesa, por lo que Suchet debía enviar fuerzas propias expresamente para defender la ciudad. La consecuencia fue que la permanencia francesa en Sangüesa fue esporádica, lo que equivale a decir que Espoz y Mina tuvo en ella una puerta abierta para penetrar en Aragón. Suchet dejó a Chlopicki en las Cinco Villas con 3000 hombres, lo cual le obligó a reducir sus fuerzas en el Alto Aragón, que fueron limitadas a cuatro escuadrones de gendarmes y al batallón de cazadores en Jaca y Benasque. Además, la guarnición de Lérida, 2200 hombres, impediría la entrada por ese lado de nuevas partidas guerrilleras.291 En mayo de 1811 Marie-François-Auguste de Caffarelli du Falga, con 2400 hombres, y Józef Chlopicki, con su brigada, decidieron perseguir a Espoz y Mina, quien se retiró a Aoiz y, viéndose en grave dificultad, disolvió su partida para que cada uno de sus componentes, atravesando las filas enemigas, se reuniera con él en otro paraje. La operación fue un éxito, aunque le costó 800 hombres. Resultado: Caffarelli se cansó de perseguir lo que ya no existía y abandonó Navarra. Después de la caída de Tarragona, Suchet llamó a Chlopicki para que realizase operaciones en el Alto Aragón. Esto era desvestir a un santo para vestir a otro. Lo principal de la lucha se trasladaba a la provincia de Teruel y regiones vecinas. Respecto al Alto Aragón solo se señala que muchos catalanes ingresaron en la partida de Mina y en algunas otras de la comarca. Otros catalanes vendieron sus armas para poder comer, lo que en las terribles condiciones de la guerra fue una fuente inesperada de rearme. Las cosas estaban mal, pero repentinamente resurgieron puntos de esperanza. Entre las partidas se menciona la de Belianés, dirigida luego por Cadet, quien fue arrojado a Urgel, derrotado y decapitado por el populacho. Los vecinos entregaron el cuerpo al coronel Jean-François Henriod, quien exhibió la cabeza en la puerta de Lérida. También Cantarero murió, este cerca de Candasnos el 10 de julio de 1811. Solo Pesoduro continuó con cierta actividad, pero realmente poco importante.292 Pero el 25 de mayo de 1811, en el puerto de Arlabán, entre Mondragón y Vitoria, Espoz tendió una emboscada al mariscal Masséna, que regresaba a Francia, y se apoderó de un convoy que 1800 soldados franceses escoltaban camino de su país. El navarro mató a 800 franceses, liberó a 20 oficiales españoles y 800 soldados que iban prisioneros, y se apoderó de un botín de 12 millones de reales. En la acción se distinguió Joaquín de Pablo y Antón, Chapalangarra, jefe del 1er batallón de Aragón, 6º de la División Navarra, nacido en Lodosa (Navarra), hacia 1785.293 Sobre la acción de Arlabán se han escrito muchas fantasías, que no voy a recoger aquí, ya que no tienen que ver con el Alto Aragón.294 Conviene distinguir entre esta acción y otra anterior en el mismo punto que tuvo lugar el 9 de abril de 1811. Solo añadiré que Gregorio Cruchaga no participó en ella por

291. Iribarren (1965: 234). Alexander (1985: 94-95). 292. Alexander (1985: 95-99). 293. Gaceta de Aragón, 50, 22 de junio de 1811. Madoz (1845-1850: s. v. Arlabán). 294. Cf. Iribarren (1965: 403 y ss.).

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encontrarse enfermo.295 Entre los liberados se encontraba el coronel, capitán de Reales Guardias Españolas, Lorenzo Jiménez, quien sería el autor de la Breve noticia del célebre partidario el coronel don Francisco Espoz y Mina, y de la valerosa división de voluntarios navarros que manda, en que se manifiestan las grandes cualidades que adornan a este héroe de la nación española, su modo de hacer la guerra a los franceses y la severa disciplina militar que guardan sus soldados para co[ilegible]varse296 en un país ocupado en todos sus puntos por el enemigo.297 Un amplio resumen de este opúsculo apareció en El Redactor General, 133 (25 de octubre de 1811), página 513; un aviso (hoy diríamos anuncio), en el Diario Mercantil de Cádiz del 30 de octubre, y también en la Gaceta de la Junta Superior del Reino de Valencia, 118 (26 de noviembre de 1811). No es extraño que el 24 de agosto de 1811 el general Honoré-Charles Reille ofreciese 6000 duros al que prendiera a Espoz y Mina, lo hiciera prender o lo matase.298 La caída de Tarragona planteaba el problema de los prisioneros, una parte de los cuales fueron llevados a Francia por el Alto Aragón y los Pirineos. Tenemos una buena descripción del paso de los Pirineos en las Mémoires de Jacques-Abraham Graindor, cabo de la brigada de Pâris. La ruta había sido Reus, Mora de Ebro, Caspe, Zaragoza y Jaca: Veíamos ante nosotros los altos picos de los Pirineos, cuyas cimas estaban todavía cubiertas de nieve, a pesar de que nos encontrábamos en julio. Parecían estar a distancia de varias leguas, y que todavía necesitábamos tres largas jornadas para alcanzarlas. Metidos en los desfiladeros que forman las colinas al pie de esos picos, tuvimos que subir durante tres horas para alcanzarlas por un camino que da vueltas continuamente sobre sí mismo, y en el que no se puede marchar más que en fila india, dada su escasa anchura: a un lado teníamos los precipicios, al otro los picos cuyas cimas blancas parecían tocar el cielo. Formábamos con nuestros prisioneros una columna tan larga que parecía no tener fin. Cada cinco o seis prisioneros iba un soldado: si se hubiesen percatado en una vuelta del camino podrían haberse arrojado sobre nosotros, desarmarnos y arrojarnos al vacío. De hecho, algunos se escaparon en esas montañas. Una vez llegados a Jaca,299 plaza fuerte situada en una colina en medio de los Pirineos, Francia está todavía a dos jornadas de marcha. Al salir de la ciudad volvemos a entrar en los desfiladeros pirenaicos, encontramos un pueblecito construido en la roca, y en seguida llegamos a un paraje llamado el Port,300 en el que hay cantidad de cascadas que se precipitan de lo más alto de las montañas. Normalmente durante seis semanas en invierno no se puede pasar por este lugar. Se asciende todavía durante algunas horas, y al final se encuentran dos albergues, uno en territorio español y el otro en territorio francés. Entonces comenzamos el descenso, siempre entre los picos a un lado y

295. Gaceta de la Junta-Congreso deValencia, 58, 28 de junio de 1811. 296. Probablemente, conseguir salvarse. 297. Cádiz, Imp. de don Josef Niel, 1811, 15 pp. Palau resume el título completo en Riaño de la Iglesia (2004: II, 858). 298. Napier (1853: IV, 16-17). Alexander (1985: 206-207). Madoz (1845-1850: s. v. Calatayud). 299. El autor escribe Juka. El editor aclara que se trata de Jaca. 300. El Somport, según el editor.

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los precipicios al otro. El único ruido que se escucha es el de las cascadas que seguimos encontrando de vez en cuando. Pasado un día, empezamos a entrever la bella llanura francesa, que se extiende a lo lejos hasta donde la vista puede alcanzar. Este fértil suelo es encantador. Llegamos entonces al Boulou, todavía a dos jornadas de Pau, capital del Béarn. El regimiento se quedó en Oloron, mientras que los cazadores tuvimos que seguir a Pau con los prisioneros.

Sigue contando luego que tuvieron que volver a España, a Zaragoza el 16 de julio y a Calatayud el 19, porque Villacampa amenazaba la ciudad, y porque la comarca estaba infestada de guerrillas, a las que tenían que eliminar.301 Suchet a lo largo de 1811 se preparaba para su gran operación valenciana y no se preocupó demasiado por las partidas. Él mismo debilitó su posición al reducir el ejército de Aragón a 5000 infantes y 300 caballos, aparte de 1800 gendarmes y cazadores en la orilla izquierda del Ebro. No solo era la fuerza más pequeña destinada en Aragón, sino también la peor. Parece lógico que Valencia se llevase la mejor parte. Pero de esos 5300 dejados en Aragón, más de 4000 eran polacos e italianos, y de ellos 2700 soldados porque les tocó serlo, incluidos los de los tres batallones italianos, sin preparación, mal dirigidos y desconocedores de Aragón y de los métodos de la guerrilla. El III Cuerpo, puesto por Suchet bajo la autoridad del general Musnier, ocupaba veinte puntos en la derecha del Ebro y otros tantos en el Alto Aragón. Suchet tenía 800 hombres en Calatayud, guarniciones en los ríos importantes, 300 hombres en las Cinco Villas bajo el mando de Plicque y los escuadrones de gendarmes seguían como antes: uno en Ejea de los Caballeros, otro en Zuera, dos en la línea jacetana de comunicaciones, uno en Huesca y otro en Barbastro. Suchet pensaba que tendría tiempo de conquistar Valencia antes de que los guerrilleros aprovechasen la debilidad en que había dejado Aragón. Algo falló en este cálculo, y ese algo fue la división italiana del general Philippe Severoli (6000 hombres), con la que Suchet contaba para cubrir el vacío. Por diversas razones, Severoli se retrasó y no llegó a Zaragoza cuando se le esperaba. Cumpliendo las órdenes de Blake, el Empecinado y Durán se presentaron ante Calatayud. La lucha comenzó el 17 de septiembre de 1811 y, después de varias incidencias, terminó el 4 de octubre con la rendición de la ciudad. Todos los intentos franceses de socorrerla llegaron tarde. Más o menos por las mismas fechas en las que aparecía el elogio de Lorenzo Jiménez, Espoz y Mina hizo una incursión por Ejea de los Caballeros, Huesca y Ayerbe. Estas operaciones se inscriben en un contexto más amplio, el de las órdenes dadas por el general Blake a José Joaquín Durán y Barazábal y al Empecinado en septiembre de 1811 para que invadieran Aragón, pero la Junta secreta del territorio disentía de la idea (lo de «secreta» es cosa de Napier). El Empecinado se encontró en dificultades, sobre todo cuando sus hombres fueron dispersados por Jean-Barthélemy D’Armagnac, que procedía de Cuenca. El Empecinado

301. Graindor (2002: 61-62).

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recogió a su gente, se unió a Durán y juntos, con una fuerza de 6000 infantes y 2500 caballos, marcharon contra Calatayud. De acuerdo con ellos, Espoz y Mina pasó de Liébana a Navarra al mando de 5000 hombres, y al mismo tiempo las pequeñas partidas se mostraron muy activas, todos ellos socorridos con ropa y munición por el cónsul inglés en Valencia, Pedro Tupper. El 1 de octubre de 1811 el Empecinado se apoderó de El Frasno, lo que, como ya se ha dicho, permitió a Durán entrar en Calatayud, plaza en la que los ocupantes italianos y franceses no se entendieron demasiado bien. Aunque mucho menos conocido que el Empecinado o Espoz y Mina, el palentino José Joaquín Durán y Barazábal (nacido en Cervera hacia 1755) no fue una figura sin importancia. Ascendido a brigadier como consecuencia de su participación en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808), en los años siguientes se le encuentra combatiendo sobre todo por tierras sorianas.302 Su nombre va ligado al problema moral del respeto de la vida de los prisioneros tanto en 1811 como en 1812; no los prisioneros extranjeros, sino los españoles colaboracionistas. Durán, en su parte de Deza (Soria) del 27 de julio de 1811, comunicó al marqués del Palacio que le mandaba 86 prisioneros napolitanos y polacos, hechos en las acciones de Ariza (15 de julio de 1811) y Calatayud (24 de julio de 1811). Además, en esta última acción se apresaron 16 gendarmes, un oficial y un tambor, todos españoles, a los que me he visto en la precisión de mandar pasar por las armas, excepto el último por su corta edad, falta de reflexión en su conducta, y no ser plaza de armas, a la fuerza de los clamores de los oficiales y tropa, y de los pueblos que han sido sacrificados por ellos, pero habiendo precedido sin embargo, una junta de jefes que acordaron la imposición de aquella pena, y con presencia también de los reales órdenes.303

Es decir, buscaba toda clase de argumentos para acallar su conciencia, ya que, si hemos de creerle, el crimen procedía de otras instancias. Luego tuvo otras cuestiones de esta naturaleza, por las que dijo asumir su responsabilidad. Se encuentra a Durán en nuevas acciones en Tarazona, La Almunia, Ricla y Calatayud.304 Mientras tanto, Espoz y Mina en septiembre de 1811 había reorganizado su partida y recibido órdenes del general Gabriel Mendizábal para que invadiese Aragón. Efectivamente, el 10 de octubre de 1811 entró en las Cinco Villas con dos batallones y su correspondiente caballería, o sea, entre 1500 y 1700 hombres. La guarnición de Ejea se rindió al día siguiente, el 11, aunque el general Louis-Henri Loison pudo escapar con su caballería. Espoz cogió abundante grano en Ejea y se valió de 700 aragoneses para llevarlo a Navarra. Reille se enteró

302. Cf. Gil Novales (2005: s. v.). 303. Texto publicado en la Gaceta de la Junta Superior del Reino de Valencia, 75, 23 de agosto de 1811. 304. Sus partes a Joaquín Blake (Calatayud, 27 y 30 de septiembre de 1811) se publican en la Gaceta de la Junta Superior del Reino de Valencia, 95, 11 de octubre de 1811, de donde los toma la Gaceta de Aragón, 83, 16 de octubre de 1811.

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el 14 de este movimiento y mandó a las Cinco Villas al 9º de húsares, pero cuando supo que Espoz había entrado en Ejea lo hizo regresar a Navarra. La Gaceta de Aragón, cuya máxima esperanza eran los guerrilleros, y aún querría que hubiese más, trae a colación a los franceses de La Almunia de Doña Godina, fuertemente estrechados por Antonio Hernández (a estas horas ya habrían caído prisioneros); todo el partido de Calatayud y el señorío de Molina estaban libres, el «comandante Mina» (sic), después de la acción de Ayerbe, se dirigió a Huesca, donde «tuvo otra función no menos feliz que la anterior, batiendo, degollando o aprisionando todas las tropas francesas derramadas por aquel partido».305 Estas informaciones se amplían en el número siguiente. En Huesca bastó el nombre de Mina para que la mayoría de los franceses se entregasen prisioneros, y solo unos pocos huyeron. Lo mismo habría ocurrido en Sos.306 Efectivamente, Espoz se había dirigido a Ayerbe con dos batallones y habría entrado en la ciudad el 16 de octubre, mientras la guarnición se refugiaba en un convento previamente fortificado. El navarro comenzó a minarlo. El mismo día, Cicopieri, jefe del recientemente llegado 7º regimiento italiano, recibió la orden de ir a Huesca, y desde allí, reforzado con la caballería de Loison, que había salido de Ejea, el 17 se presentó en Ayerbe. Surgió un problema inesperado: el comandante de Ayerbe no quería abandonar la ciudad porque creía que tenía elementos suficientes en su convento para resistir un largo asedio, y Cicopieri no quería quedarse en Ayerbe. Al dejar la plaza, este último fue atacado en Plasencia de Gállego (o del Monte) por Espoz y Mina. Después de tener 200 muertos y 271 heridos, Cicopieri tuvo que rendirse. Espoz no pudo continuar el sitio de Ayerbe, porque la guarnición aprovechó su marcha a Plasencia para destruir todo lo que él había hecho para minar el convento. Tras la batalla de Plasencia del Monte (17 de octubre de 1811), Espoz entró en Huesca el día siguiente, 18, pero su intención no era quedarse, sino atraer hacia esta zona a las tropas francesas que se hallaban en Navarra, o a parte de ellas.307 Y también sacar dinero. Exigió al Cabildo una fuerte cantidad, fijada posteriormente en 1500 duros, a título de donativo. (Era difícil que en esta época se devolviesen los préstamos, pero por lo menos quedaba la esperanza). Y también 114 000 reales, que pagaron los habitantes. Luego volvió a Sangüesa, adonde llegó el 27 de octubre.308 Incidentalmente, la brevísima ocupación de Huesca por Espoz y Mina, el 18 de octubre de 1811, había producido un hecho singular: la huida a Zaragoza del chantre Dionisio Bardají de Azara, futuro cardenal, quien alegó la inseguridad que dominaba en la ciudad mientras las tropas imperiales no consiguieran acabar con las partidas. Es decir, para este miembro del alto clero, de antigua familia aragonesa, el peligro venía en forma de partidas guerrilleras, y no de la ocupación francesa. No había nada de ideología o, si se quiere, de patriotismo en

305. Gaceta de Aragón, 90, 9 de noviembre de 1811. 306. Gaceta de Aragón, 91, 13 de noviembre de 1811. 307. Marcén (2000: 106). Espoz (1962: I, 79, col. 2). 308. Alexander (1985: 127).

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esto. Lo que se imponía era la terrible realidad de tener que pagar. Como Espoz y Mina abandonó Huesca, la ciudad volvió a ser francesa. La ocupó de nuevo en diciembre de 1811. Para ello recurrió al expediente de minar lo que llamaba el fuerte (y otros, el castillo, es decir, Montearagón), ante lo cual los gendarmes se rindieron. En sus Memorias publica las principales capitulaciones, firmadas por Nicolás Úriz, en su nombre, y por el comandante André, pero omite la fecha. Abandonó Huesca, por la necesidad de ir a Sangüesa con los prisioneros, a fin de reconocer a Gabriel (Álvarez) Mendizábal como general en jefe del VII Ejército.309 Sin pérdida de tiempo, en enero de 1812 exigió que se le entregase el dinero procedente de las contribuciones del clero, y para hacer más fuerza se llevó prisioneros a tres canónigos. Recibió 55 709 reales de vellón y 4 maravedíes. A los pocos días Sarasa exigió otros 40 000 reales de los fondos de la catedral, de los cuales responderían los canónigos que se llevó Espoz y Mina. Lo que por lo menos indica que colaboraban. Después de arrestar a otros seis prebendados, Sarasa obtuvo 20 000 reales. Todos los guerrilleros volvieron a marcharse de Huesca, y en consecuencia otra vez pasó a la jurisdicción imperial. En abril de 1812 fueron los franceses los que exigieron al Cabildo dinero para alimentar a sus soldados. El deán Lorenzo López entregó 4000 reales que tenía en su poder, y otros 12 804 de vacantes reales. En mayo fue el corregidor interino Mezquida310 el que pidió y obtuvo dinero (no consta la cantidad), y además medio cahíz de trigo o de harina, o su importe en moneda, a raíz de 5 duros por fanega. El Cabildo aceptó el pago, tanto en nombre de los canónigos presentes como de los ausentes. Parece que esta nueva pensión se repartió entre todos los vecinos de Huesca. Los españoles habían abandonado Calatayud con sus prisioneros antes de la llegada de Louis-François Musnier de la Converserie el 6 de octubre de 1811. Pero los franceses abandonaron la plaza y los españoles volvieron a ocuparla. Esto proporcionó una vía de comunicación directa con Espoz y Mina. Entonces se habló de un plan conjunto, pero Espoz y Durán no se entendieron, por lo que cada uno actuó por su cuenta. Philippe Severoli llegó a Zaragoza procedente de Italia el 9 de octubre y, junto con Musnier, entró en Calatayud y desplazó a los españoles hacia Molina de Aragón, Daroca y Medinaceli. La guerra continuaba con Suchet haciendo un gran esfuerzo para recuperar la iniciativa y pacificar Aragón, pero también con los guerrilleros reagrupándose en los últimos meses de 1811. El 13 de diciembre de 1811 Caffarelli entró en Zaragoza con tres batallones, más otros dos y un regimiento de caballería que había dejado en Alagón. Podría disponer de otros cuatro batallones, que estaban en Tudela y Logroño, en cuanto el general Abbé tomase el relevo. En total, Suchet disponía de 24 000 hombres en Aragón. La misión de Caffarelli no era la de pacificar la provincia y acabar con las partidas, sino la más elemental de no

309. Espoz (1962: I, 87-88). 310. Carezco de datos sobre él.

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dejarse vencer. Mientras Reille empujaba al conde de Montijo por tierras del suroeste aragonés y Caffarelli buscaba a Durán en Calatayud, Espoz y Mina de repente entró otra vez en Aragón. A pesar de que Reille había advertido de que no se permitiese de ninguna manera que Espoz se acercase a Aragón, la marcha de Caffarelli a Calatayud fue algo así como abrirle la puerta. Espoz en diciembre de 1811 pudo reorganizar tranquilamente su partida en las cercanías de Sangüesa. Con ella se presentó en Sos, donde la guarnición no aceptó ningún combate fuera de las murallas; después se situó a 3 millas de Zaragoza, y a continuación se dirigió a Huesca. En el anterior mes de octubre la guarnición francesa había abandonado la ciudad, pero ahora el gobernador del puesto fortificado,311 André, con 200 hombres, decidió resistir. Espoz y Mina comenzó a minar ese puesto (no se trata de jugar con el apellido). Caffarelli entonces dispuso que tres batallones cruzasen el Ebro en Alagón con la idea de cortarle la línea de retirada. Los batallones marcharon a Ejea, donde el 3 de enero de 1812 se les juntó con otro batallón procedente de Tudela. La fuerza resultante, una columna de 3000 hombres, fue puesta a las órdenes del general Jean-Antoine Soulier, quien llevaba al coronel Plicque como experto en la geografía de la región. Pero Abbé tuvo que dejar Sangüesa al ser amenazado por varias partidas de guerrilla enviadas por Gabriel Mendizábal, que se hallaba en Navarra. La expedición, no obstante, seguía teniendo el sentido de socorrer a la guarnición de Huesca. Plicque estaba más interesado en aislar a Espoz que en socorrer a la guarnición. Antes de que llegase Soulier, el 7 de enero de 1812 André se rindió. Espoz volvió a Navarra, pero los 200 prisioneros dificultaban su marcha. Caffarelli cometió un gran error al disponer que Soulier actuase contra los ladrones que pululaban por la región, en lugar de perseguir a Espoz. En enero de 1812 Suchet entró en Valencia. La noticia es importante, evidentemente, pero se puede decir que tan gran acontecimiento le había costado el Alto Aragón.312 Para remediar esta situación Suchet puso al general Reille al frente de un nuevo Ejército del Ebro, formado con 20 000 reclutas, de ellos 16 000 listos ya para el combate. Reille se dirigió a Lérida, ocupó con su división el Alto Aragón, hizo que Severoli se situase entre Lérida y Zaragoza, Bernard-Georges Frère entre Lérida, Barcelona y Tarragona, y Palombini entre Soria y Calatayud para mantener la comunicación de Suchet con Caffarelli du Falga, que entonces mandaba el Ejército del Norte. La guerra siguió por las actuales provincias de Zaragoza, Soria, Guadalajara y Teruel, y, mientras Abbé perseguía a Espoz, como hemos visto, Durán por sorpresa entró en Tudela, donde destruyó el parque de artillería. Se produjo una situación de órdenes contradictorias: Palombini, que se hallaba cerca de Madrid, se lanzó en persecución de Durán, pero cuando estaba preparando barcas para cruzar el Ebro le llegaron órdenes del rey José de que se 311. Se trata probablemente del convento de Nuestra Señora del Carmen Calzado, o acaso del de Santa Clara. Cf. Guirao y Sorando (1995: 171n). 312. Alexander (1985: 117-140).

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uniese al Ejército del Centro. Los preparativos de Wellington inspiraban al rey gran temor por su propia capital. También Caffarelli volvió a Vitoria. Todos estos movimientos salvaron a Espoz.313 Tras los reveses guerrilleros en el Alto Aragón, Miguel Sarasa a finales de 1811 y comienzos de 1812 tuvo que reagrupar los restos de las partidas de Cantarero y Pesoduro. Con la fuerza resultante fue a Salas, Graus y Barbastro. El comandante francés de Barbastro, Halmont, jefe de la gendarmería, solo tenía 127 hombres, por lo que su única opción fue encerrarse en la fortaleza. Sarasa siguió hasta el Cinca y el Segre en febrero de 1812, junto con Eroles. Mandaba entonces 1000 hombres, con el título de Tiradores de Ribagorza. Este cuerpo se había creado en diciembre de 1808, pero había sido reorganizado en julio de 1810. Desde Graus, el 27 de enero de 1812 escribió una carta a Luis Lacy en la que le detallaba sus operaciones. Llegó a bloquear Benasque y a hacer alguna incursión en Francia. Reille, que tenía problemas para alimentar a sus tropas, solamente pudo trasladar desde Cataluña al Alto Cinca dos batallones italianos, al mando de Paulini. Este ni siquiera se atrevió a enviar destacamentos a cobrar los impuestos y, ante la presión de Eroles, Reille le autorizó a retirarse a Monzón si fuese necesario, y permitió también que Halmont evacuase Barbastro si no tenía otro remedio. En realidad, según confesó, no conocía el terreno en que se movía. No hizo falta. El 25 de febrero de 1812 Paulini obligó a Eroles a volver a Cataluña, mientras que él, por falta de alimentos, hubo de retirarse a Graus. Eroles consiguió llegar a Benabarre.314 Por su parte, Joaquín Ibáñez Cuevas, barón de Eroles, en febrero de 1812 levantó y armó una nueva división, con la que entró en Aragón procedente de Cataluña. Le siguió Pedro Sarsfield, conde de su apellido. Eroles, futuro absolutista, nacido en Talarn (Lérida) en 1794, era contrario a los privilegios de los catalanes en materia de quintas; se sentía portador de las glorias españolas, que ejemplificaba en las hazañas de Roger de Lauria en Grecia al frente de catalanes y aragoneses, de Hernán Cortés en México, de los tercios de Castilla en Flandes y en Italia o conduciendo prisionero a Madrid a Francisco I de Francia.315 Se mostraba durísimo con los afrancesados y con los prisioneros. Con gran satisfacción, él mismo calificaba de carnicería una de sus acciones.316 Ni que decir tiene que se trata de un personaje del Antiguo Régimen. En la ocasión, después de pasar por Graus, Eroles amenazó la zona entre Fraga y Huesca, pero en estas ciudades se habían situado sendos destacamentos de la brigada Bourke del Ejército del Ebro, y además llegó Severoli de Valencia. Eroles entonces se situó en las alturas de Roda, después de haber dejado 500 hombres en el valle de Benasque. Le quedaban 1000 infantes, 3 cañones y 200 caballos. Jean-RaymondCharles Bourke se dirigió a toda prisa de Benabarre a Benasque. Eroles com-

313. Napier (1853: IV, 172-175). 314. Alexander (1985: 149-151). 315. Gaceta de Valencia, 68, 26 de enero de 1810. 316. Noticiero de Vique, 6 de octubre de 1812. Gaceta de Barcelona, 280, 7 de octubre de 1812.

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prendió su situación: podría perder los 500 hombres de Benasque o aceptar batalla. Confiando en la ayuda de Sarsfield, que por cierto no llegó, se colocó en una posición, flanqueado por precipicios y con el concurso más que oportuno de las partidas de guerrilla. Bourke, dejando dos batallones de reserva, atacó con el tercero, pero, después de perder 150 hombres (Eroles perdió 100), optó por la retirada. Eroles celebró su victoria con palabras harto fantasiosas. Ante la proximidad de Severoli, Eroles se retiró a Talarn. Con estos protagonistas, y otros, Luis Lacy, por ejemplo, la guerra prosiguió en Cataluña.317 No tuvieron éxito los intentos de Reille de acabar con la guerrilla en el Alto Cinca. Reforzó los dos batallones de Paulini con soldados que ya sobraban en Valencia y ordenó al general Bourke que se uniese a Palombini en Monzón. Así Bourke dispondría de una fuerza de 2100 hombres, de ellos 200 de caballería. Su misión era arrojar a Eroles más allá del río Noguera Ribagorzana. Después se le uniría Severoli, con tres batallones, para avanzar hacia Talarn, empujar a Eroles, cuanto más lejos mejor, y reunir todo el alimento que fuese posible, a fin de crear, a modo de tapón, una zona desértica entre Cataluña y Aragón. El plan comenzó a cumplirse. Eroles, con 3000 hombres aproximadamente, ocupaba una fuerte posición en Roda, al norte de Benabarre. Bourke llegó a Roda el 5 de marzo de 1812 y empezó el ataque a las once de la mañana. Pero no consiguió su objetivo y, dejándose llevar por el temor de que si se comprometía más el resultado podría ser funesto, se retiró a Monzón. Llevaba consigo 203 heridos. Dejó 60 muertos. Reille se puso furioso al conocer la noticia: si Bourke hubiese aguardado tan solo unos días hasta la llegada de Severoli, el resultado de la batalla de Roda habría sido muy diferente. Suchet estuvo de acuerdo en que la derrota se había debido a que Bourke no había esperado a Severoli, y añadió que Bourke había demostrado en la ocasión mucho valor pero poca inteligencia. Sea como sea, el resultado fue que Eroles dominaba el Alto Cinca. Los franceses tuvieron que alterar todos sus planes. Reille ordenó a Severoli que, en lugar de dirigirse al Noguera Ribagorzana, se uniese a Bourke en Monzón. Su intención era reforzar a Severoli con otras dos divisiones. Había que buscar la forma de parar a los insurgentes, no solo al marqués de Eroles, sino también a Pedro Sarsfield, del que se decía que estaba avanzando hacia Balaguer. Reille ordenó a Claude-MarieJoseph Pannetier, recién llegado de las Cinco Villas, que se dirigiese a Huesca con cuatro batallones a fin de que se constituyese en fuerza de reserva para todo el Alto Aragón. Suchet pensaba además en que los movimientos insurgentes podrían aislar de Francia a las tropas de su mando. Por ello autorizó a Reille para que dispusiera de los dos batallones que Pannetier había dejado en el Jalón. En febrero de 1812 Espoz y Mina rechazó un ataque cerca de Lodosa (Navarra), llevó a Motrico a los prisioneros hechos en Huesca y tuvo bloqueada a Zaragoza, aunque a distancia. Siendo como era antiguo gobernador de Navarra, para Reille fue muy penosa la decisión de trasladar a Pannetier de las Cinco Villas a

317. Napier (1853:

IV,

177-178).

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Huesca, porque comprendió en seguida que esto era como dejar la puerta abierta para que Espoz y Mina volviese a Aragón. Abrigaba no obstante la esperanza de que Caffarelli impidiera al jefe guerrillero invadir Aragón. Cuando se supo que la insurgencia catalana no había aumentado, Reille el 19 de marzo de 1812 ordenó a Pannetier que volviese a las Cinco Villas. Pero esta orden cayó en manos de los insurgentes, y Reille no la renovó hasta el día 23. Severoli reanudó sus operaciones contra Eroles el 1 de abril de 1812. El 5 entró en Talarn y en Tremp y siguió algo más, solo para descubrir que Eroles se había marchado, pues su táctica era la de no aceptar combate. También los habitantes habían huido, llevándose consigo todos los alimentos que pudieron y el dinero. Severoli tuvo que regresar al Cinca con tan solo 2 prisioneros. La frontera entre Aragón y Cataluña a finales de abril permanecía en la misma relación de fuerzas que en febrero. Como Reille había previsto, la marcha de Pannetier a Huesca favoreció a Espoz y Mina, porque dejó sin defensa las Cinco Villas. Jean-Marie Dorsenne tenía en marzo de 1812 cuatro columnas en el valle del Roncal cuya misión era acabar con el famoso guerrillero, pero este pudo escapar a las Cinco Villas. En ese mismo mes de marzo de 1812 Espoz se situó con un destacamento en Pina y capturó uno de los convoyes que Suchet enviaba a Mequinenza. Esta vez la persecución corrió a cargo de Claude Pannetier, quien salió de Huesca dirigiéndose al Gállego y luego siguió hacia Jaca, pero cometió el error de creer que Dorsenne impediría la marcha del guerrillero a la región del Gállego. De hecho, no hubo cooperación entre los generales franceses, y Mina pudo llegar también hasta allí. La circunstancia de que Espoz tan pronto estuviese en una provincia como en otra obligó a los franceses a una rotación a la que no estaban acostumbrados. Era natural, o casi natural, que los responsables franceses no acertasen a colaborar. Según algunas fuentes, Espoz, sorprendido por la repentina llegada de Pannetier, estuvo a punto de perder la vida, pero escapó a la Rioja, donde también se le perseguía, y con su habilidad inaudita reapareció cerca de Vitoria al frente de 5000 hombres, quienes hicieron 17 leguas (90 kilómetros) en veinticuatro horas.318 En Arlabán (9 de abril de 1812) derrotó a un regimiento polaco que se dirigía a Francia escoltando un gran convoy compuesto de tesoros, 400 prisioneros españoles, bagajes, los acostumbrados acompañantes de los ejércitos y varios oficiales franceses. Esta fue la segunda acción de Arlabán. Espoz ganó, según se dice, un millón de francos, además de equipajes, armas, provisiones y plata de las iglesias, que previamente habían robado los franceses. Puso en libertad a los prisioneros, los cuales eligieron entrar en su partida. Como dice Alexander, en Arlabán Espoz convirtió la persecución de que era objeto en un desastre imperial. Después de la batalla, Espoz a mediados de abril se unió en Sariñena con la banda del Malcarado, y en seguida se retiró con el botín a Robres, en la sierra de Alcubierre. Los afrancesados avisaron a Pannetier de la presencia

318. Iribarren (1965: 307).

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de Espoz en el pueblo, con la consecuencia de que el 23 de abril aquel sorprendió al navarro, quien tuvo que escapar a la desesperada, y conservó su vida solamente gracias a la fidelidad y sacrificio de alguno de sus hombres. Pannetier no persiguió al fugitivo y se volvió a Huesca. Con ello, en opinión de Reille, perdió una ocasión única de matarlo o de apresarlo. Tan grave incidente sirvió a Espoz y Mina para acusar de traición a José Tris, el Malcarado, quien fue inmediatamente ejecutado. Su partida fue incorporada a la de Espoz. Algunos autores españoles han aceptado esta versión de la traición de Tris, que partió del propio Espoz,319 aunque de ella no existe ninguna evidencia documental. El 28 de abril apresó un convoy que iba de Valencia a Francia, pero en seguida, dejando los alrededores de Huesca, el 1 de mayo de 1812 se dirigió contra Barbastro; sin embargo, ante la resistencia que encontró, el 2 de mayo tuvo que desistir del ataque. No obstante el fracaso, la suerte le deparó otro éxito cuando el 3 de mayo pudo poner una emboscada a Halmont, que había salido de Barbastro camino de Zaragoza, con 29 caballos, por el camino más peligroso. El 6 de mayo de 1812 Espoz se marchó a Sangüesa, abandonando de momento a Aragón. El balance, para los franceses, fue muy negativo. Entre el 14 de enero de 1812, fecha de la creación del Ejército del Ebro, y el 6 de mayo, día de la marcha de Espoz a Sangüesa, los franceses en el Ebro, tanto en Aragón como en la Baja Cataluña, perdieron 2500 hombres, es decir, 24 por día (cálculos de Alexander). El propio Ejército del Ebro sería disuelto en junio. El general barón Louis Abbé, recién nombrado gobernador francés de Navarra, decidió acabar con el navarro por medio de operaciones basadas en Pamplona, Sangüesa y Huesca, tanto que a finales de mayo de 1812 Espoz y Mina tuvo que escapar otra vez a la Rioja (hay que decir, no obstante, que José María Iribarren lo niega, y tampoco entra esta cuestión en la narración de Alexander).320 De momento esto pareció descorazonar a las guerrillas del norte de España, pero, ya fuera por su efecto o, más probablemete, por la retirada de tropas francesas con destino a Rusia, el movimiento guerrillero reanudó sus actividades con gran vigor en todo Aragón, y en Cuenca, Guadalajara y Soria, y hacia Morella en la región valenciana. Para la ciudad de Huesca la situación realmente era muy apurada, tanto que la Junta Municipal el 11 de mayo de 1812 solicitó de los franceses una moratoria en el pago de la contribución mensual de 8000 duros que se le exigía en el término de veinticuatro horas. El aplazamiento que se pedía era solo hasta que pudiera ser levantada la cosecha. La Junta dijo que había cumplido con todas sus obligaciones hasta ese momento, pero que últimamente la situación se había vuelto penosa. Los asedios de Lérida y de Mequinenza la habían desequilibrado porque había tenido que acudir al abastecimiento especial de las tropas francesas. Desde enero de 1812, todos los prisioneros que habían pasado por Ayerbe, procedentes

319. Espoz (1962: I, 111-113). 320. Iribarren (1965: 425). Alexander (1985: 157-167).

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de Murviedro y de Valencia, habían sido socorridos con víveres por Huesca. La llegada de la brigada del general Pannetier le había supuesto más de 700 duros diarios en trigo y forrajes. Ante la nueva petición de 8000 duros en veinticuatro horas, la ciudad pedía clemencia. Las autoridades superiores francesas de Zaragoza comprendieron estas razones. Acaso a este resultado contribuyó a la llegada a finales de mayo de 1812 del nuevo gobernador de Huesca, el entonces subteniente Desbœufs, ascendido a teniente el 4 de septiembre de 1812.321 De momento la situación no mejoró. El 18 de junio de 1812 los escribanos de la ciudad solicitaron que se les rebajase el cupo impositivo de 1400 libras, alegando que habían desaparecido las escribanías de la curia eclesiástica, la maestrescolía, los espolios, el subsidio, la cuarta, la décima y el excusado. Evidentemente, todos estos eran gravámenes de origen feudal. Por dolorosa que fuese su desaparición para quienes se veían privados de ellos, su mera enumeración es un testimonio de los profundos cambios por los que estaba pasando la ciudad. A todo ello se añade que las escribanías de la Universidad y del Ayuntamiento se hallaban exentas de contribución por orden de 5 de febrero de 1812. Tampoco pagaban nada los pósitos, en cuanto al panadeo. La argumentación de los escribanos se basaba en esas desapariciones y en «la notable decadencia de la profesión». En su virtud la cuota se redujo a 950 libras jaquesas. El 1 de julio de 1812 se exigieron 600 duros al Cabildo y, como se resistiese, se puso preso en el fuerte de Santa Clara al canónigo Acisclo Lacasa y Suelves, el cual fue liberado muy pronto y sin problemas. Poco después llegó una carta del mariscal Suchet por la que pedía al Cabildo 625 cahíces de trigo y 4 fanegas para entregar antes del 15 de agosto, y además 250 cahíces y 2 fanegas de cebada para el ejército. En septiembre de 1812 se reclamaron a la ciudad, en el plazo de tres días, 40 000 duros, 1000 de ellos a cargo del Cabildo. En el verano de 1812 los problemas de Reille en relación con el Alto Aragón eran, por una parte, la partida de Espoz y Mina, a la que había que mantener fuera del territorio; por otra, el batallón aragonés de Joaquín de Pablo, Chapalangarra, que el propio Espoz había organizado, independientemente de su partida, para que operase en las Cinco Villas y a lo largo de la ruta Zaragoza-Jaca. En el Alto Cinca estaba la antigua partida de Sarasa, ahora mandada por Gallán,322 cuya fuerza ascendía a 1000 ó 2000 hombres. Aunque las fuentes francesas llaman a esta partida el 7º batallón de Mina, en realidad este no la controlaba. Subordinado suyo, en cambio, era Pablo Cabaños Guerra, que al mando de 200 hombres interceptaba también la ruta Zaragoza-Jaca. El coronel Louis-Pierre-Alphonse Colbert, que mandaba provisionalmente en la orilla izquierda del

321. Cf. Grandmaison (1910). 322. También llamado Galland. El 24 de mayo de 1812 se presentó ante Barbastro: según una fuente francesa, los gendarmes del 12º escuadrón le mataron a dos hombres y le hirieron a cuatro (Gaceta de Valencia, 39, 16 de junio de 1812). Podría ser Ramón Gayán, aunque Alexander cree que se trata de dos personas diferentes.

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Ebro, discurrió una acción para evitar que Espoz y Mina completase su reorganización. El 30 de mayo de 1812 dos compañías de infantería, apoyadas por 62 cazadores de Berdún, dejaron Sos para atacar lo que se suponía la base de Espoz en Tiermas. Una vez en este pueblo, no encontraron a Chapalangarra y trataron de regresar a sus bases, pero no llegaron, porque este se deslizó por detrás y destruyó al destacamento francés. Solo 4 cazadores escaparon con vida y pudieron contar la magnitud del desastre. Se dice que Suchet se quedó lívido. Chapalangarra completó su victoria destruyendo la fortaleza de Berdún. Esta no era otra que la Casa Consistorial y la cárcel, las cuales, según Madoz, fueron quemadas en 1812.323 El general Ruggieri fue nombrado sucesor de Colbert. Dejando uno de sus batallones en Sádaba, avanzó con otros tres a Sos y Sangüesa, pero inmediatamente Reille le avisó de que era muy aventurado lo que había hecho, ya que en caso de que se presentase Espoz y Mina necesitaría más tropas. En lo mismo insistió el mariscal Suchet: Napoleón les había encomendado la defensa del Alto Aragón, y no meterse en una política aventurera en Navarra. De esta forma, Suchet impedía que los franceses llevasen a cabo una política coordinada contra Espoz. Intervenía en esto la vieja rivalidad entre los generales franceses, increíble pero cierta. Suchet no quería ayudar a sus colegas Abbé, Decaen o Hugo, aunque esta negativa significase la imposibilidad de aniquilar a las guerrillas. Ruggieri tuvo la fortuna de derrotar a Espoz en las Cinco Villas el 21 de mayo de 1812, y el mismo caudillo fue herido, lo que le obligó de momento a suspender las actividades de la partida en Navarra. En cuanto lo supo Reille, quiso aprovechar la ocasión. Dispuso que Ruggieri pusiese cuatro de sus compañías a las órdenes de Renouvier, a fin de que este acabase con la partida de Gallán. Ruggieri con sus otras veinte compañías fue de Sos a Luna, bien advertido de que volviese todo al estado anterior en el caso de que Espoz y Mina se moviese en las Cinco Villas. El 10 de junio de 1812 Renouvier reunió en Zuera 300 soldados de infantería y 105 gendarmes a caballo, y con ellos fue a Huesca, donde tomó otros 30 gendarmes montados, y continuó a Barbastro. Además de luchar contra la guerrilla, llevaba la misión de cobrar contribuciones y coger rehenes si encontraba resistencia. La partida de Gallán, que los franceses llamaban banda, estaba de momento dirigida por Molina.324 Al principio Renouvier obtuvo algunos éxitos, puesto que el 18 de junio había expulsado a Molina más allá del Noguera Ribagorzana. Pero no llegó ninguna de las columnas de apoyo que se habían previsto para consolidar lo ganado. Henriod desde Lérida no hizo nada. Suchet envió al regimiento 14º, del coronel Étienne Esteve, pero apenas había comenzado a desplazarse ya lo llamaba otra vez, porque lo necesitaba en Valencia. Debido a las contraórdenes y a la

323. Madoz (1845-1850: s. v. Berdum [sic]). 324. No sabemos su nombre de pila. La Gaceta de Valencia, afrancesada, habla de él sin dárselo. Dice que fue un jefe guerrillero perseguido entre Barbastro, Alquézar y Adahuesca el 6 de junio de 1812, y derrotado, aunque consiguió escapar. (Gaceta de Valencia, 43, 30 de junio de 1812).

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lentitud de las comunicaciones siguió a continuación una especie de comedia de las equivocaciones en la que cada uno de los jefes franceses creía que los otros estaban donde no estaban. Renouvier recibió la orden de volver a Huesca, y en consecuencia en julio la actividad guerrillera en el Cinca aparecía tan grande como siempre. Tuvo que regresar a Huesca debido a las actividades de otra guerrilla, la de Pablo Cabaños Guerra, que estaba impidiendo el cobro de contribuciones en las cercanías de la ciudad. A esto se refiere Desbœufs,325 aunque desgraciadamente no da nombres ni fecha precisa. El 11 de julio de 1812 Suchet fusionó los trece corregimientos de Aragón en cuatro intendencias: Zaragoza, Huesca, Teruel y Alcañiz. Las intendencias fueron cubiertas con subordinados de Lacuée, con la triple misión de asegurar el cumplimiento de las leyes, cobrar impuestos y cuidar de la logística militar; pero este cambio, acaso bien pensado, no fue capaz de influir en la suerte de las armas.326 Renouvier tuvo una escaramuza con Chapalangarra en la que perdió 18 soldados de caballería, y otra acción, más importante, el 25 de julio de 1812, en la que se dice que hizo 100 bajas a su enemigo, el cual volvió tranquilamente a Tiermas. Reille ordenó a Renouvier que se encargase en Huesca de cuatro compañías de reserva de Zaragoza, que operarían en torno a la capital altoaragonesa, y de un batallón italiano, anteriormente en Tortosa, que se ocuparía de recaudar impuestos en Barbastro y Benabarre. El esquema no pudo cumplirse debido a la resistencia patriótica, en la que se incluye la explosión del polvorín de Lérida el 16 de julio de 1812, con su fuerte contingente de soldados franceses muertos (y también de población civil). Hubo que dedicar el batallón italiano a reconstruir las murallas, a pesar de que Suchet insistía en que fuese llevado a vigilar la ruta Zaragoza-Jaca. La llegada de un gran convoy con ropas, a finales de julio de 1812, obligó a hacer algunos movimientos para protegerlo. La infantería de Ruggieri fue escalonada en el Gállego y, con la caballería en Huesca, Renouvier volvió al Cinca. Al abandonar Ruggieri las Cinco Villas, Chapalangarra avanzó en el Gállego. El 9 de agosto de 1812 Ruggieri dejó Ayerbe para alejar al español de la línea Zaragoza-Jaca, pero resultó que los italianos no conocían el terreno y además se quedaron sin munición, y tuvieron que abandonar. Y, por si fuera poco, Renouvier, que ya había comenzado a operar en torno a Barbastro y había causado 80 bajas al enemigo, pero apenas había podido cobrar alguna contribución, el 15 de agosto de 1812 recibió la orden de volver a Zaragoza, ya que la situación en la orilla derecha del Ebro lo exigía. Es decir, al final, las operaciones francesas en el Alto Aragón habían sido un completo fracaso.327 El ya citado Desbœufs, que había sido nombrado comandante de Fuentes de Ebro (Zaragoza), cesó en esta plaza el 25 de mayo de 1812, al ser destinado a Huesca con igual cargo. En sus Souvenirs328 ofrece algunos datos interesantes, 325. Véase más abajo. 326. Alexander (1985: 193). 327. Alexander (1985: 175-180).

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tanto sobre su nueva jurisdicción como sobre las condiciones de la guerra en la ciudad y en gran parte del Alto Aragón. No consta en ellos la fecha exacta de su llegada a Huesca, ni tampoco la da Geoffroy de Grandmaison.329 El puesto lo debía Desbœufs al general de brigada Marie-Auguste Pâris, barón de Pâris, el cual a su vez había sido nombrado por Suchet comandante general de Aragón, bajo la autoridad del propio mariscal, bien entendido. Desbœufs cree recordar las palabras exactas que le dijo Pâris cuando lo llamó a Zaragoza para comunicarle su nuevo destino. Preceden a esas palabras otras del autor sobre que «la más grande miseria reinaba en Zaragoza. Esparcidos por las calles había muchos pobres que morían de hambre, mientras que los soldados, convertidos en esqueletos, morían a centenares en los hospitales». Desbœufs se presentó a Pâris, quien lo acogió muy bien y le dijo: «Señor teniente,330 os he escogido para jefe de la guarnición de Huesca, la segunda ciudad de Aragón, en la que no hace mucho se rindieron cobardemente dos guarniciones de gendarmes a pie».331 Esperaba que no ocurriera lo mismo bajo Desbœufs. En la ciudad había un batallón italiano, 40 gendarmes a caballo y un destacamento de 100 hombres del mismo regimiento de Desbœufs, mandados por 2 oficiales más jóvenes que este. Le ordenó que saliera al día siguiente con los soldados de Fuentes (que eran todos polacos) y con 50 convalecientes del 81º regimiento que se encontraban en la Casa Blanca. En cuanto llegasen a Huesca, el batallón italiano regresaría a Zaragoza. La intendencia de Huesca correría en el futuro a cargo de un viejo capitán de Estado Mayor, mientras que la parte estrictamente militar era el cometido de Desbœufs. En cuanto llegó a Huesca se instaló en «el castillo», situado a 30 pasos de la ciudad. Nunca da el nombre de este castillo, pero no puede ser otro que el de Montearagón, a pesar de eso de los 30 pasos, que tendrían que ser de gigante. Lo describe como un convento332 cuadrangular, almenado y con una torre en cada esquina, pero sin artillería. Dotado de dos puertas, una en la fachada principal y la otra en la opuesta. Todo el edificio estaba circundado por un foso seco y ofrecía en el interior un vasto patio cuadrado. Desbœufs colocó sus soldados en las cuatro esquinas, tomó las medidas de seguridad pertinentes y dispuso todo lo relativo al servicio y a la disciplina. Las relaciones con la ciudad quedaban aseguradas por medio de un puesto de 20 hombres, situado en un lugar conveniente, y por otro de 4 soldados colocados en el campanario más

328. Desbœufs (1901). Recogeré de este libro solamente sus datos sobre el Alto Aragón. 329. Grandmaison (1910). 330. Desbœufs ascendió a teniente el 4 de septiembre de 1812. Habrá que suponer que lo era interinamente en la fecha de la entrevista. 331. Se refiere probablemente a las sucesivas ocupaciones de Huesca por Espoz y Mina en octubre y diciembre de 1811. 332. Cf. el esplendor de la iglesia colegial de Montearagón, de canónigos regulares de San Agustín, en Madoz (1845-1850: s. v. Huesca), que termina con la frase, a modo de epitafio, «Un millón de reales en papel sin interés ha producido a la Hacienda pública el magnífico edificio cuya breve reseña terminamos con este dato».

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alto, con víveres y municiones: su misión era la de avisar de la aproximación del enemigo, e inquietarlo si acaso entraba en la ciudad. Estos dos puestos se levantaban por la noche. Después Desbœufs pasa a describir en cuatro líneas la ciudad de la que era gobernador. Nos dice que, aunque muy extensa, Huesca solo llegaba a los 8000 habitantes. Antes de la guerra contaba con 2000 estudiantes, destinados a las órdenes religiosas. El retablo mayor de la catedral es una obra maestra. Desde el punto de vista militar, la plaza de Huesca era muy importante por estar situada en una llanura, lo que nosotros llamamos Hoya de Huesca, que ofrecía grandes recursos en comestibles. Esta minidescripción revela que Desbœufs era un hombre práctico, probablemente de pocas letras. Geoffroy de Grandmaison lamenta que no haya recogido el tema de la Campana de Huesca,333 pero ni siquiera da el nombre del escultor Damián Forment. Se supone que los estudiantes lo son de una universidad, y tampoco es cierto que todos estuviesen destinados a las órdenes religiosas. La guerra había dejado a los soldados franceses en la miseria, algo que suele decirse nada más de los españoles. Al llegar Desbœufs a Huesca, encontró en el castillo medio centenar de heridos y enfermos. Es cruel decirlo, pero el caso es que con los efectos de los que murieron pudo vestir a los hombres de su destacamento. Detalle curioso: los habitantes se negaban a pagar las contribuciones, y solo lo hacían mediante el empleo por los franceses de comisionados de apremios (garnisaires, especie de «cobradores del frac» de aquel tiempo), a los que se pagaba un franco al día. Desbœufs logró al fin que su tropa tuviese buen aspecto. Muestra su satisfacción: simple subteniente, tenía 300 hombres a sus órdenes, en cuyo número entraban los gendarmes y los convalecientes, pero había muchos capitanes que únicamente tenían 60 hombres por compañía, en el estado más deplorable. No todo va a ser guerra: Desbœufs supo encontrar un rinconcito de paz en la guerra. Solía comer con el comandante de la plaza, algunos oficiales, el cirujano y el recaudador de contribuciones. Después de comer dieron en la costumbre de jugar a la veintiuna, un juego de naipes en el que se las arregló para ganar mientras estuvo en el castillo 3270 francos. Cuenta la divertida escena de un capitán napolitano llamado Neri que, habiendo perdido todo su capital, comenzó a insultar en italiano a todos los santos, comenzando por san Pedro y acabando por san Genaro, el patrón de su ciudad. El hábito de las cartas debía de ser muy frecuente entre las tropas. Daudevard menciona dos juegos de naipes, la mosca y el berlanga, en los que empleaban sus ocios, a veces noches enteras, muchos sitiadores de Zaragoza, y que solo se interrumpían por los desaforados juramentos que lanzaban los perdedores.334 Pocos años después Carlo Beolchi, en la época del Trienio Liberal, señala en los soldados españoles el mismo vicio, ahora ya llamado del tapete verde, tanto en tierra como a bordo de embarcacio-

333. Grandmaison (1910). 334. Daudevard (1908: 26).

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Castillo-abadía de Montearagón (Huesca) (foto: Fernando Alvira Lizano).

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nes en las que partían para el exilio.335 Desgraciadamente la felicidad no dura siempre, y el diablo en esta ocasión se llamaba Francisco Espoz y Mina. Las tropas de Aragón, o sea, las imperiales, se hallaban muy debilitadas por los combates que debían sostener a diario contra los insurgentes. La situación obligó al mando francés a reducir el número de los soldados de guarnición, lo que para Desbœufs supuso quedarse con solo 100 hombres, los convalecientes aparte. Un destacamento que había ido a tomar rehenes en un pueblo cercano a Huesca que se negaba a pagar las contribuciones se vio sorprendido por un centenar de soldados de Espoz y Mina, la mayoría a caballo, y de momento tuvo que renunciar a su misión. Desbœufs sabía que los hombres de Mina, situados en un pueblo a una legua de Huesca, estaban allí para proteger un cargamento de géneros coloniales de contrabando, sobre el que cobraban derechos a modo de Hacienda. Con razón o sin ella, los franceses creían que los productos coloniales eran siempre contrabando inglés, y por tanto quedaban prohibidos. Desbœufs dirigió un ataque contra ese pueblo con 60 hombres y con métodos aprendidos en la lucha contra la guerrilla.336 El resultado fue que los españoles, sorprendidos, no opusieron resistencia pero, como no llevaban uniforme, desaparecieron sin dejar rastro. Los franceses cogieron un buen botín, compuesto de bacalao, cacao, azúcar y café, suficiente para cargar cinco carros. Pero acaso Desbœufs no comprendió que esa desaparición de los enemigos era una de las características de la guerra de guerrillas, capaz de sobrevivir a la desgracia lo mismo que a la fortuna. En la sorpresa ganaron los franceses 3980 francos, que se repartieron de la siguiente manera: 600 para el comandante, otros tantos para Desbœufs, otros 600 para los dos oficiales y 20 para cada uno de los soldados, con los que se compraron pantalones blancos y todo lo que les faltaba. Aún quedó algo para los suboficiales y para los convalecientes. Se enteró después de que la guerrilla había vuelto a reunirse y juraba exterminarles. Desbœufs decidió bajarles los humos. Fue hacia ellos… Aquí describe el autor una típica operación guerrillera contra los de Espoz y Mina, señal de que había aprendido bien la lección. Pero los españoles prefirieron retirarse. Espoz no cuenta nada de esto en sus Memorias. Reseña, sí, algunos encuentros con los enemigos, en octubre de 1812, difíciles en ocasiones, pero en los que siempre sus hombres salieron victoriosos.337 En los meses siguientes la actividad principal se trasladó a la orilla meridional del Ebro, y el Alto Aragón contaba sobre todo por la necesidad de guardarlo o perderlo, en relación con la suerte de Calatayud o Soria.338 Cuando Reille, en noviembre de 1812, dejó Aragón por haber sido transferido al ejército de Portugal, se puede decir que abandonaba una provincia en la que Francia había perdido la guerra contra las guerrillas.339 Espoz y Mina el 13 de

335. Beolchi (1853: 131 y 173). 336. Véase más arriba su posición en este sentido. 337. Espoz (1962: I, 130-131). 338. Alexander (1985: 186-189).

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noviembre de 1812 entró en las Cinco Villas, atacó en Ejea de los Caballeros y a continuación en Ayerbe, poniendo así en peligro las comunicaciones entre Zaragoza y Jaca. Un batallón italiano enviado desde Zaragoza para socorrer a Ejea, reforzado con la guarnición de Zuera, lo que daba un total de 1100 infantes y 60 caballos, siguió a Espoz y Mina hasta Ayerbe, pero este, dándose la vuelta en una rápida maniobra, sorprendió a sus perseguidores y los mató o los hizo prisioneros. Reille y Musnier se dirigieron con sus columnas a interceptarlo, pero se les escapó. El 22 de noviembre de 1812 Espoz y Mina sorprendió, e hizo que regresase a Zaragoza, un gran convoy que pasaba a Francia. Unos días después, el 27 noviembre de 1812, los españoles ocuparon Huesca340 y pusieron sitio al castillo. El ya teniente Desbœufs intentó una salida con 30 hombres y otros 20 que dio al oficial Lejeune. El castillo mismo quedaba bajo las órdenes de otro teniente, Kéroulas. Llegados a la gran calle del centro de Huesca, es decir, al Coso,341 Desbœufs tomó por la izquierda y Lejeune por la derecha, disparando sin cesar y atreviéndose a favor de la sorpresa con las fuerzas enemigas, muy superiores en número. Los habitantes de Huesca estaban sorprendidísimos. Al declinar el día Desbœufs decidió volver al castillo, sin atreverse a penetrar en la casa que había sido de Espoz y Mina en las incursiones precedentes, por temor a caer prisionero. Tampoco Mina intentó asaltar el castillo: lo dejó para mejor ocasión. Se limitó a pedir la rendición, que fue rechazada, y se marchó hacia Barbastro. El resultado de esta acción fue mucha fama para Desbœufs y los suyos, y tres heridas de bala, afortunadamente ninguna mortal. Desbœufs esperaba una condecoración, pero no llegó, solo promesas. Su acción quedó reseñada en la orden del ejército (Valencia, 26 de diciembre de 1812),342 en los Fastes de la gloire,343 en Victoires et conquêtes344 y en el segundo volumen de las Mémoires de Suchet. Mucho fasto, sí, pero la realidad es que Espoz y Chapalangarra ponían en peligro las comunicaciones entre Zaragoza y Francia, se esfumaban y reaparecían poco después.345 Lo que no dice Desbœufs, porque no es su tema, es que en su breve ocupación de Huesca en noviembre de 1812 Espoz y Mina se llevó 50 cahíces de ordio y 40 de trigo, esta vez con la promesa de pronta devolución. Por lo que hace a Barbastro, el 27 de septiembre de 1812 entró Pedro Sarsfield Water en la ciudad, y se marchó el 28. En junio Sarsfield había sido nombrado comandante general de Aragón, bajo la inmediata dependencia de José O’Donnell. A su entrada en Barbastro dio un bando terrible, si es auténtico: A todos los vecinos de esta ciudad se hace saber que inmediatamente desalojen sus

339. Ibídem, pp. 186-197. 340. Según Desbœufs. Yo tenía la fecha del 24. 341. Desbœufs no da el nombre, que solo consta en la Orden del ejército. 342. Reproducida en Desbœufs (1901: 182). 343. Les fastes de la gloire, cit. por Sepúlveda (1926). 344. Victoires, conquêtes, désastres, revers et guerres civiles des Français, de 1792 à 1815, cit. por Brunet (1864). 345. Napier (1853: IV, 392).

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casas con todos sus efectos más preciosos. La casa en que a las diez de la noche haya un habitante será reducida a ceniza, y esto se ejecutará mientras tanto Barbastro sea ocupado por los enemigos.346

Auténtico o no, lo que no tiene duda es que impuso a Barbastro una contribución de 4000 duros en plata. En sus Memorias, Espoz y Mina eleva la cifra a 50 000 duros, al paso que no ahorra críticas contra la conducta de Sarsfield. Incluso llegó a detener a alguno de sus agentes.347 Pero Barbastro tuvo que pagar. Para ello el Cabildo de la ciudad se endeudó tomando prestada una cantidad de los señores Manuel Palacín y Ramón Español. No bastó, porque Sarsfield se llevó a estos señores a Estadilla como rehenes y exigió 2000 duros para el rescate. Al mismo tiempo insistió en los otros 2000 de la contribución. Los canónigos adelantaron el dinero del rescate. Les tocaron 278 duros de plata a cada uno, incluida la parte del deán. Todavía el 4 de noviembre de 1812 se seguía tratando de esta cuestión. El 5 de diciembre de 1812 entró en Barbastro Espoz y Mina, quien usó en la ocasión un lenguaje eminentemente constitucional.

346. Publicado por Gaceta Nacional de Zaragoza, 80, 4 de octubre de 1812. Se trata de un periódico afrancesado, por lo que el bando podría no ser auténtico. 347. Espoz (1962: I, 133).

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Suchet quería para el mando en Aragón un general con experiencia en la región. A propuesta suya el ministro de la Guerra francés Henri-Jacques-Guillaume Clarke nombró el 18 de diciembre de 1812 a Marie-Auguste Pâris, quien ya había tenido anteriormente responsabilidades en la provincia. Existía la conciencia en las autoridades francesas de que había que enviar refuerzos a Aragón, posición que inmediatamente Pâris hizo suya. En cierta manera lo consiguió.348 Por convencimiento propio, y porque en esta época la invocación constitucional ayudaba al esfuerzo de resistencia, Joaquín de Pablo, Chapalangarra, el 1 de febrero de 1813 ordenó para el día siguiente la publicación y jura de la Constitución de la Monarquía española. Así se hizo, con la asistencia del clero, el Ayuntamiento y todas las corporaciones. Celebró la misa el canónigo Manuel Fumanal, quien exhortó al pueblo. Hubo un solemne tedeum.349 En el año 1813 continuaba en la Huesca ocupada la misma angustiosa petición de dinero. Espoz y Mina relata el enfrentamiento, más bien doloroso, que tuvieron sus tropas con una columna enemiga, que de Huesca había pasado a Barbastro. El 9 de enero Gurrea se presentó delante de Fraga, ocupó la ermita fortificada de San Miguel, se apropió de ocho fusiles y pegó fuego a la ermita. Luego entró en la ciudad, se apoderó de muchos efectos de guerra e intimó la rendición al comandante del fuerte pero, como venía socorro desde Mequinenza, tuvo que retirarse a Alcolea. El 16 de enero de 1813 se dirigió a Monzón; no pudo hacer nada contra la guarnición francesa, pero liberó a muchos vecinos de los pueblos inmediatos, que habían sido llevados a Monzón por no pagar las exigencias pecuniarias francesas.350 El 8 de febrero el corregidor interino de Huesca José Asensio dio la buena noticia de que se le habían condonado al Cabildo 153 554 reales de vellón, porque ya habían sido adelantados por el mismo; pero se le exigían otros 87 554 que no habían sido compensados. Seis días después se le pidió el producto de las vacantes eclesiásticas de 1812, y, después de pagado todo, resulta que aún tenía que entregar 125 duros y un cahíz de trigo por cada canónigo. El 10 de febrero de 1813 Espoz ocupó Tafalla, después de un sitio de dos días; el 24 intimó la rendición al comandante militar de Sos, teniente Martin, pero la oportuna llegada del general Pâris le obligó a levantar el sitio y retirarse a Sangüesa.351 Los guerrilleros patriotas acosaron a la guarnición de Fraga y asaltaron los almacenes de Monzón, datos no consignados por Espoz. 348. Alexander (1985: 203-206). 349. Arcarazo y Lorén (1994: 116-117). 350. Espoz (1962: I, 136). 351. Madoz (1845-1850: s. v. Tafalla). Napier (1853: V, 77) sitúa en abril de 1813 la toma de Tafalla. Alexander (1985: 211-212).

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Marzo empezó con la liberación de Sos el día 2, con luchas en Benasque y con lo que parecen, si no fuese tan serio, los pasos de un minué. Mientras el comandante del 6º batallón entretenía a la guarnición de Huesca, el alférez Sebastián Iso recorría con 20 caballos el mercado de la ciudad «y aprisionaba a doce franceses que se paseaban por él». Y en seguida Pedro Villarroya, destacado por Gurrea con 20 caballos a sorprender a una partida enemiga de infantería y caballería que de Fraga pasaba a Lérida, cayó sobre ella, mató a 8 e hizo a 2 jinetes prisioneros, y se apoderó de 17 caballos.352 En marzo de 1813 fue atacado en Bernués el convoy que llevaba a la mariscala Suchet, sin éxito. Esta señora se había acostumbrado a dar grandes fiestas «con músicos, fuegos artificiales, partidas de barajas y actuaciones en tablao», cuyos gastos habían recaído siempre sobre el Concejo de Jaca.353 Espoz y Mina añade el dato importante de que la operación contra la mariscala fracasó por la intervención de los chandones, que en número de 2000 iban en la vanguardia del convoy. Se llamaba chandones a gente del país que había levantado partidas al servicio de los franceses.354 Chandón era precisamente el apodo del guerrillero afrancesado Domingo Brun, que habría dado nombre a los demás.355 El 29 de marzo de 1813 el comandante del 7º batallón, 2º de aragoneses, Antonio Oro, pasó con sus hombres de Estadilla a Monzón, a fin de apoderarse del aceite y de la cebada que guardaba el enemigo en la ciudad. Le apoyaba, cubriendo las avenidas de Lérida, Domingo Jusué, ayudante de campo de Espoz. Oro logró su objetivo y permaneció en Monzón hasta las once de la mañana del día 20, cuando Jusué le avisó de que 80 caballos se dirigían de Lérida a Monzón. Jusué se enfrentó a ellos, mientras Oro y Manuel Alegre los acorralaban hasta la mismísima entrada de Monzón. De los franceses solo 10 salvaron la vida, y fueron hechos prisioneros. Oro tuvo 3 muertos y 9 heridos, entre ellos Jusué, que falleció muy poco después. Se apoderó de 1400 cartuchos, una carga de piedras de chispa, varios sables y todas las pistolas de los caballos muertos.356 Toda la zona norte de España, Castilla, la Rioja, Navarra, País Vasco y Aragón, se llena de guerrilleros. Esto no es nuevo, pero sí lo es el carácter decisivo que adquirió la lucha, la guerrilla buscando aislar totalmente de su país a los franceses, estos tratando de evitarlo. Hay muchas acciones secundarias, pero nadie pierde de vista el pensamiento fundamental. Para el ámbito geográfico sometido a unos y otros, como era el caso de gran parte del Alto Aragón, las consecuencias económicas fueron terribles. En abril de 1813 el Cabildo de Huesca tuvo que pagar 300 duros por el rescate de tres vecinos de Banariés que fueron cogidos por los franceses precisamente cuando huían de ellos. Nueva angustia en mayo, cuando se supo que Espoz y Mina había ocupado en el diezmo de corderos, además del noveno y casa excusada, el tercio de lo que correspondía al Cabildo. En junio de 1813 los

352. 353. 354. 355. 356.

Espoz (1962: I, 141). Buesa (2000: 276). Espoz (1962: I, 142). Gil Novales (2005: s. v.). Espoz (1962: I, 143).

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franceses exigieron 500 duros, bajo apremio militar, y nuevas entregas en grano: como garantía los franceses se llevaron arrestados a Zaragoza al deán y a los canónigos Mariano Báguena y Barona, Pedro Blecua y Salvador Puicercús. El 1 de abril de 1813 Espoz y Mina derrotó cerca de Lerín (Navarra) a una de las columnas del general Bertrand Clauzel, al que ocasionó una pérdida de 600 hombres. Clauzel se quejaba de la falta de refuerzos que padecía. Pero a mediados del mes había conseguido nuevas tropas, batió a Espoz y Mina entre Tafalla y Estella, exigió que se reforzasen San Sebastián y Guetaria, puso tropas de observación en el valle del Baztán y avisó a las autoridades de Zaragoza de que tuviesen cuidado con Espoz por ese derrotero. Trataba con ello de taponar todos los posibles puntos de huida del guerrillero: si no lo hacía, la caza de Mina se convertiría en el mejor método para acabar con los soldados franceses, simplemente por fatiga. Ya en mayo, Espoz y Mina se refugió en el valle del Roncal. Clauzel envió contra él a los generales Abbé y Lubin Vandermaesen, quienes, cayendo de repente, le hirieron o mataron a 1000 hombres, y el resto tuvieron que dispersarse. Fueron momentos muy dramáticos, no solo en sí mismos, sino porque pareció que Espoz y Mina iba a dejar de existir. Una parte de los guerrilleros tomó el camino de Sangüesa, mientras que los capitanes Chapalangarra y Gregorio Cruchaga buscaron refugio con los suyos en San Juan de la Peña. Hasta allí les siguió la caballería francesa, que el 14 de mayo de 1813 entró en Villarreal de Álava. No parece muy claro que allí coincidiese con Espoz (¡vaya casualidad!), pero se dice que el guerrillero acertó a escapar con sus hombres a Martes (provincia de Huesca), buscando la manera de volver a Navarra. Abbé se dirigió al alto valle del río Aragón, mientras que Vandermaesen se aproximó a Jaca, en cuya ciudad dejó sus heridos y se rearmó. De nuevo se reprodujeron las marchas de perseguidos y perseguidores entre Aragón y Navarra, movimientos que por parte española motivaron disensiones entre los jefes militares y la Junta aragonesa. Clauzel trató se sacar partido de estas disensiones, porque pensó que la población se daría cuenta en seguida de la superioridad de la sabia administración de Suchet, frente a la tumultuosa y caótica de las juntas revolucionarias. Pero, inesperadamente, Espoz amaneció en Barbastro al frente de una fuerte columna a la que se incorporaron muchos desertores de otras unidades españolas. Aunque conoció derrotas, se las arregló para trocarlas en victoria. Su fama creció internacionalmente, sin que los franceses pudiesen hacer nada contra algo tan inmaterial que acababa con ellos. Napier lanza contra los guerrilleros el denuesto de que son los Indíbil y Mandonio de su época, y cree que lo suyo es el combate por el combate, por lo que lo mismo les daría luchar a favor de unos que a favor de otros. Aunque no faltaron las defecciones, en el caso de Espoz y de otros célebres guerrilleros esto es simplemente una calumnia.357 Los problemas que experimentaba Suchet en otras regiones le obligaron a disponer que Severoli marchase a Requena con tres batallones italianos y uno

357. Napier (1853: V, 72-80).

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francés. A mediados de mayo de 1813 llegó a esa ciudad. Además Suchet tuvo que reforzar la guarnición de Zaragoza, con lo cual el Alto Aragón, aunque no desprotegido del todo, quedó muy debilitado. De hecho, de los trece antiguos corregimientos de Aragón, siete estaban ya completamente en manos de los insurgentes: Albarracín, Calatayud, Tarazona, Borja, Benabarre, Barbastro y Cinco Villas. En otros cuatro (Daroca, Teruel, Huesca y Jaca) el control francés no iba más allá de las murallas o de algunos fuertes puntos defensivos. Solo en Alcañiz y Zaragoza el poder francés equivalía al de los buenos tiempos. A esta situación se había llegado porque Suchet no tenía fuerzas suficientes para imponerse a la vez en Valencia y en Aragón, excepto Zaragoza, y por ello se concentró más en las tierras levantinas que en las aragonesas.358 Esta es la época en la que Desbœufs, al no ver las cosas claras, decidió enviar su dinero a Francia. Aprovechó para ello la llegada a Huesca de una columna francesa que le traía heridos y enfermos, y se le llevaba los dos oficiales. Comenta que el regimiento al que pertenecía, el 81º, habiéndose visto obligado a librar combates a troche y moche, había perdido una gran cantidad de oficiales, tanto que algunas compañías apenas tenían uno. Conclusión inmediata: la defensa era imposible si no llegaban ayudas.359 El 30 de junio de 1813 Joaquín de Pablo, Chapalangarra, ocupó Huesca a la cabeza de 4000 infantes y 500 soldados de caballería, todos ellos del ejército de Espoz y Mina, al que se calculaban entonces 20 000 efectivos. De Pablo anunció que en ocho días ya no habría franceses en Aragón. Como había pasado con Mina en otras ocasiones, Chapalangarra tenía la ciudad, pero no el castillo. No quiso asaltarlo, porque le habría costado demasiadas pérdidas, y se limitó a un bloqueo, de cuyo resultado no tenía dudas. Joaquín de Pablo fue un personaje casi mítico que murió en 1830 en defensa de la libertad, como no deja de apuntar en nota el editor de los Souvenirs de Desbœufs. Después de la ocupación de Huesca por Chapalangarra, Desbœufs se encontró sitiado en «el castillo» (es el nombre que da siempre a Montearagón) y sin saber qué hacer. No tenía noticias de Zaragoza, y según dice había enviado a varios campesinos a que se enterasen, los cuales o no habían vuelto o habían regresado sin orejas. Al fin encontró la persona ideal, cuyo nombre no indica. Se trataba de un oscense en quien concurrían muy oportunos factores, conocido por su patriotismo, con dos hermanos en las filas insurgentes y el padre preso en el castillo por deudor de la Administración, es decir, probablemente por no haber pagado los impuestos. Desbœufs propuso a ese oscense que llevase un billete al general Pâris, y a cambio él pondría en libertad al padre. El enviado cumplió su misión y regresó en la noche del 8 de julio de 1813. Lo primero que hizo fue desengrasar una de sus orejas, lo que parece indicar que le habían dado un mandoble, y después entregó la respuesta de Pâris. Este indicaba que había enviado tres veces la orden de evacuar el castillo, que ya no podía dirigirse a Zaragoza porque él mismo la abandonaba, y que en consecuencia tomase el par358. Alexander (1985: 214-216). 359. Desbœufs (1901: 185).

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tido que le pareciese mejor. Desbœufs determinó dejar el castillo esa misma noche. Sin duda, el camino de Ayerbe estaría cortado por los insurgentes. Lo mejor era dirigirse hacia Monzón o «Bucarlos» (sic), a 15 leguas de Huesca.360 En uno u otro punto la caballería francesa podría alcanzarlos, con lo que daría tiempo a que llegase la infantería. Era consciente que muy pronto ambas plazas caerían en poder de los insurgentes, por lo que no les quedaba otro remedio que tratar de ganar los Pirineos. Allí había agua, antes de dejar el castillo se habrían provisto abundantemente de galleta, y en ese terreno escarpado solo tendrían que luchar con la infantería enemiga. Esto parece una geografía fantástica. Ahora dice que tenían que pasar por una llanura de 5 leguas rodeada de cantones enemigos, con la esperanza de que el camino que conduce a «Bibriesca» (sic) no hubiera sido ocupado. Briviesca está en Burgos. Siguiendo la narración se ve claro que se trata de Biescas. Después de dejar descansar a la tropa unas horas, Desbœufs dio la orden de salida a las diez de la noche, en medio del silencio más absoluto. Se llevó consigo a los enfermos que podían valerse por sí mismos, y solamente quedó un soldado borracho y diez enfermos, con los que dejó una carta para el oficial español que ocupase el castillo en la que le pedía que tratasen a los franceses como estos habían tratado a los prisioneros españoles en Barbastro y en otros sitios. Desbœufs tomó efectivamente la ruta de Ayerbe, y después siguió hacia la derecha. Sufrió algunas peripecias, entre ellas 2 hombres muertos y 7 heridos, y, al cabo de haber recorrido 18 leguas en veinticinco horas, a media noche llegaron a Briviesca (Biescas) y pusieron el río Gállego entre ellos y los españoles perseguidores. Hubo que arrancar las tablas del puente para mayor seguridad. Hizo entonces recuento del destacamento: 121 hombres de su regimiento (el 81º), 28 del 10º, 6 napolitanos y 4 húsares. Se quedaron 11 en el castillo, 12 en el camino y 3 muertos. Eso es todo. El autor hace un pequeño esfuerzo para describir, con pinceladas casi románticas, la imponente naturaleza que le rodea, junto a la pequeñez de las obras del hombre. Aún tiene tiempo para introducir casi una historieta, verdadera o imaginada, para poder hablar de lo que había dejado atrás: decidieron dormir en un pueblecito, y allí se presentó un oscense a reclamar dos mulos que Desbœufs había cogido en la montaña al hijo del demandante para transportar a sus heridos. Así supo que los españoles que ocuparon el castillo respetaron a los enfermos, que el borracho se despertó de repente en medio de un centenar de insurgentes y que estos rompieron la pajarera de Desbœufs y dispersaron a las perdices y pajaritos que en ella tenía. Al día siguiente, ya en tierra francesa, fueron a dormir a Laruns. Desbœufs se muestra orgulloso de su hazaña. Entre diez oficiales que tenían mando en fortalezas aragonesas, él fue el único que consiguió llevar a sus hombres a Francia. Había pasado trece meses en Huesca, sin cañones, contra miles de enemigos dotados de artillería, y logró abrirse paso entre ellos hasta franquear los Pirineos, por caminos que ningún otro ejército había atravesado. Incluso piensa que su acción salvó a toda 360. No sé a qué pueblo se refiere con Bucarlos, acaso Ballobar o Benasque, pero la ortografía es muy diferente. Valcarlos no parece posible.

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la división, porque el general Pâris, acosado por todas partes y empujado hacia Huesca, no habría podido entrar en ella si Chapalangarra no la hubiese abandonado inmediatamente después de que Desbœufs se marchase. Pâris siguió el mismo camino que había recorrido Desbœufs y pudo llegar a Jaca.361 Clauzel llegó a Tudela el 27 de julio de 1813, solo para comprobar que Olite y Tafalla estaban ocupadas por Wellington, quien le impedía el paso hacia Francia. El inglés, aunque hizo algunos movimientos, no se atrevió a atacar a Clauzel, y dejó que actuase Espoz y Mina. Este se empleó a fondo con su acostumbrada habilidad: hizo 300 prisioneros y destruyó parte de la artillería e impedimenta de Clauzel.362 Todos estos sucedidos eran una consecuencia de la liberación de Zaragoza, aunque evidentemente tenían su historia propia. En el mismo mes de julio de 1813 Antonio Oro, al frente del 7º batallón de aragoneses, puso sitio a Jaca mientras la división de Espoz y Mina bloqueaba las plazas de Monzón y Benasque.363 Unos días después, tras abandonar el acoso a Clauzel, llegó a Jaca Espoz y Mina, pero tampoco se quedó. Un periódico zaragozano exalta el ejemplo que Aragón había dado a Cataluña en el inmediato pasado: Los jóvenes de esta provincia que débiles o engañados abandonaron sus banderas corresponden al llamamiento que se les ha hecho por el jefe de armas de esta capital [Figueras]. Resueltos a lavar la mancha del honor y a imitar el heroico ejemplo de 14 000 guerreros aragoneses que durante esta terrible lucha han combatido incesantemente en Aragón, Navarra, Cataluña y costas de Andalucía por los intereses de la Patria, confirman ahora su juramento de vencer o morir.364

Un artículo sin más título que «Zaragoza, 27 de agosto» parte de la situación militar de Aragón, que estaba pagando el tercio anticipado con el fin de subvenir a las necesidades del ejército y al reemplazo de jóvenes, para cubrir las bajas. La situación era muy complicada, porque Aragón estaba dividido en muchas porciones y, aunque el mando estaba unificado, había demasiados comisionados y subalternos. Esto da pie al desconocido autor para trazar un cuadro increíblemente negativo: «la autoridad civil sin otra garantía que la estéril de la ley; el pueblo desarmado e indefenso, y las pasiones todas en la gran crisis en que nos hallamos, rastreando bajo de mil formas diferentes, para seducirlo y empeñarlo». Los aragoneses amaban la libertad, pero sus experiencias de la guerra, sus inmensos sacrificios, dejaron como resultado un panorama desalentador. El enemigo había cruzado la frontera, mas apenas hay clase alguna en el Estado que no llore con muchos motivos para llorar. El grande se ve deprimido, el clérigo insultado, el militar abandonado y envilecido, el

361. Desbœufs (1901: 185-193). 362. Napier (1853: V, 131-132). 363. Espoz (1962: I, 157). 364. «Zaragoza 23 de agosto», Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 13, 14 de agosto de 1813.

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propietario saqueado, los que nada tienen aspiran con insolencia a una igualdad imposible, aun a los ojos de la ley más severa y popular; el perverso triunfante con la impunidad de sus delitos, fundada en la bondad misma de las instituciones que le protegen; el hombre de bien, el honrado patriota, en medio de tanto burdel, sobrecogido, asombrado, ignorando si es su patria en la que vive, o Babilonia; si somos españoles los que nos gobernamos por nosotros mismos, o un gobierno extranjero empeñado en continuar la obra de nuestros enemigos.365

Da la impresión de que el autor teme una colosal revolución social, que saldría como un corolario de las condiciones que describe. Los pueblos del Alto Aragón pidieron a Espoz repetidas veces que les libertara de las guarniciones francesas de Monzón, Fraga, Mequinenza y Benasque, por lo que el 12 de septiembre de 1813 solicitó el permiso necesario del Estado Mayor general para lo que, según alegaba, bastarían dos regimientos de su división con la correspondiente artillería. En Jaca los franceses se defendían muy bien. En septiembre de 1813 se señalan frecuentes encuentros entre los sitiados y los sitiadores, con bastantes bajas españolas, sin que al decir de Espoz se tengan noticias del alcance de las pérdidas enemigas.366 La llegada del invierno no mejoró, sino todo lo contrario, las perspectivas. Espoz y Mina se queja amargamente de las condiciones que tuvieron que sufrir sus tropas «en los cerros del Pirineo»: envueltas siempre en ventiscas de granizo, nieves y aguas, no había centinela que en la mayor parte de los puestos pudiese aguantar quince minutos: muchos hombres quedaron yertos haciendo servicio, y sobre estas penalidades, la escasez de alimento era suma.

Para colmo de males, se le había prohibido sacar raciones de Navarra, y en el Alto Aragón, donde confiaba sacar alguna, no había transportes, y además encontraba mucha resistencia por parte de los alcaldes de los pueblos, protegidos por las diputaciones provinciales, a las que el Gobierno hacía más caso que a los generales. Pero, como había que dar de comer a la tropa, la Regencia dispuso que las diputaciones estableciesen almacenes de repuesto. El problema surgió inmediatamente, porque la esperanza de comer mañana no soluciona el hambre de hoy, y de ahí se derivaron un sinfín de conflictos entre las autoridades civiles y militares. Los batallones 5º y 7º de la división de Mina bloqueaban la plaza de Jaca. El general elogia la categoría de sus soldados en un país que a bastantes leguas a la redonda los nueve meses del año por lo común está cubierto de nieves, y en la estación más cruda, solo su decisión y su espíritu podían darles fuerza para resistir con tanta constancia tamaños trabajos, y agréguese a la fiereza de los elementos la carencia de bastimentos, que raro era el día que podía suministrárseles ración completa. 365. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 58, 28 de diciembre de 1814. 366. Espoz (1962: I, 164-165).

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El batallón 8º se hallaba delante de Monzón.367 Julián Sánchez tomó el fuerte de Fraga el 20 de septiembre de 1813, con lo que quedó expedita la comunicación hasta Lérida. Sánchez dio un parte el mismo día sobre la fuga del capitán comandante enemigo, ayudado por un paisano llamado Vera.368 La Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas anuncia la obra Resumen histórico de los sacrificios y desgracias de Aragón, principalmente en su orilla izquierda del Ebro. A punto de publicarse, 10 pliegos, 800 reales de vellón.369 Por parte francesa, Desbœufs, que había pasado a Francia, describe la situación con bastante objetividad. Sus soldados y él cruzaron la cordillera para dirigirse a Jaca. Todavía en tierra francesa la mayor dificultad la puso la niebla, luego pasaron al pie del pico del Midi, y poco más adelante un pastor les trajo dos cubos de leche y les dijo que era la primera vez que se veían soldados por esos parajes. Hicieron alto en Canfranc y luego descendieron hasta Jaca. En la ciudad, defendida por un buen fuerte, se hallaba el 10º regimiento, los húsares, 400 gendarmes a pie y un batallón napolitano; en total, 3500 hombres. Antes de hablar de los acontecimientos militares, Desbœufs nos ofrece una imagen inesperada de la guerra. Al llegar a Jaca (es una lástima que no dé la fecha exacta) encontró a muchos soldados jugando por las calles, y a otros cantando y divirtiéndose en los cabarés, todos con mucho dinero. La explicación venía del equipaje del general Pâris. Mientras estuvo en Zaragoza había protegido a muchos empleados de toda España, la mayoría llegados a la ciudad con sus coches y carrozas, en los que llevaban sus pertenencias. Imposible pasar con todo eso a través de los Pirineos. También hubo que dejar el tesoro, las cajas de los cuerpos y la artillería, sin que nada pudiese salvarse, porque les alcanzó el enemigo. No es que hubiera un gran combate, pues unos y otros se lanzaron al pillaje. Como el número de los españoles fue creciendo y se corría el peligro de que quedasen prisioneros los franceses, estos tuvieron que retirarse, llevándose de todos modos más de 100 000 francos. Esto explica la alegría de las calles y de los cabarés a que antes se ha aludido, y a la vez la tristeza de los afrancesados, ya que unos habían perdido a sus parientes y otros su fortuna.370 El día 11 de noviembre de 1813, 500 defensores de Jaca salieron de la plaza para desalojar a los españoles del pueblo de Banaguás: fueron capaces de llegar al puente de San Miguel, siguieron por la orilla del río Aragón y lo vadearon; pero Antonio Oro, que estaba al acecho, hizo que una sección de sus hombres recuperase el puente mientras él procedía a atacar a los que habían vadeado el río, con la consecuencia de que los franceses tuvieron que buscar refugio inmediatamen-

367. Espoz (1962: I, 173). 368. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 22 y 24, 21 y 25 de septiembre de 1813, y Gaceta Extraordinaria de Zaragoza, 23, 22 de septiembre de 1813. 369. Gaceta Nacional de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 27, 5 de octubre de 1813. 370. Desbœufs (1901: 195-196).

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te, dejando en el campo un capitán muerto y un total de 50 a 60 hombres entre muertos y heridos. Oro solo tuvo varios heridos. Espoz menciona un grave incidente el 30 de noviembre en los Alduides (Navarra), donde dos regimientos de su división se vieron atacados por fuerzas francesas; entre ellas había muchos paisanos de Baigorri, quienes por las calles del pueblo dispararon a porfía contra los españoles. El castigo que se hacía en estos casos era saquear el pueblo y después quemarlo, pero Espoz, que había recibido órdenes de portarse bien con los pueblos, decidió perdonar por esta vez. Marcelino Oraa, más antiguo que Antonio Oro, se hizo cargo de las operaciones del bloqueo de Jaca: el 4 de diciembre dio las órdenes para el asalto, señalando para ello el día siguiente, 5. Todo salió como estaba proyectado y los españoles se posesionaron de la ciudad, según el oficio que el 8 diciembre envió Oraa a Espoz y este recoge en sus Memorias.371 La ciudad fue tomada por Gayán, quien dio un parte fechado en Jaca (5 de diciembre de 1813) en el que comunicaba que la acababa de asaltar con éxito.372 Desbœufs dice que los atacantes fueron 15 000, mandados por Mina en persona (lo que no es cierto). Cedieron primero los napolitanos y después el 1er batallón. No había nada que hacer más que batirse en retirada y buscar la protección del castillo, que seguía en manos francesas. Desbœufs hace la reflexión de que era la primera vez en catorce años de guerras continuas que la unidad de la que él formaba parte se retiraba ante el enemigo. Comenta también, en una nota, que en 1835 Espoz y Mina, que entonces era gobernador de Cataluña, visitó Perpiñán, y Desbœufs fue a saludarlo. Le recordó los sucesos del Carrascal, de Huesca y de Jaca, y Espoz le hizo observar que tanto franceses como españoles habían pasado los mismos trabajos. Le presentó después a su mujer y a su hija diciéndoles: «Aquí tenéis a un bravo oficial que luchó contra mí». Luego lo acompañó hasta la escalera y lo despidió amigablemente. «Era sin embargo el mismo hombre que algunos años antes me hubiese ahorcado sin piedad, de haber caído yo en sus manos». Desbœufs no fue ahorcado y, antes de acabar la guerra, a orillas del río Nive, tuvo la satisfacción de recibir tres ascensos a capitán: del ministro de la Guerra y de los mariscales Soult y Suchet. Se adoptó la más antigua, que era la del ministro, fechada a 9 de octubre de 1813.373 Durán en 1813, siendo comandante general de Aragón, y llegado el momento de la ansiada liberación de Zaragoza, se puso de acuerdo con Espoz y Mina para entrar juntos en la ciudad, pero el navarro incumplió su compromiso, pues quería toda la gloria para sí. A la altura de 1814 la guerra estaba ya decidida, pero faltaban todavía algunas codas. Por lo que se refiere al Alto Aragón, unas pocas plazas importantes estaban todavía en manos de los franceses, plazas que podrían servirles no para

371. Espoz (1962: I, 173-176). 372. Gaceta Extraordinaria de Zaragoza, bajo el gobierno de la Regencia de las Españas, 53, 7 de diciembre de 1813. 373. Desbœufs (1901: 196-199).

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ganar la guerra, que eso ya estaba claro, pero sí como bazas importantes para las negociaciones que inevitablemente tendrían que producirse. El castillo de Jaca no se recuperó hasta el 17 de febrero de 1814. Según lo pactado, la guarnición salió camino de Urdax, con todos los honores, el día 18, a las siete de la tarde, llevando víveres para dos días.374 Dos días antes, el 15, se rindió la guarnición de Monzón. El sitio había comenzado el 27 de septiembre de 1813 a cargo del 8º regimiento de la División de Navarra, mandado por su comandante accidental, Fermín Esaudi, auxiliado por tres ayudantes de campo. Espoz ya ha aludido anteriormente a las dificultades que tenían que sufrir los soldados.375 La conquista de Monzón no se habría producido cuando se produjo «a no ser por las diligencias practicadas de acuerdo con el barón de Eroles, que operaba en Cataluña; por el ayudante del mariscal Suchet, don Juan Wanhalen, con cifras y resortes, con los cuales hizo a la patria el servicio de alucinar al comandante del fuerte, como lo había hecho en otras plazas». Cuando se ocupó el fuerte quedaban en él 90 hombres y había cuatro piezas de cañón, y pocas municiones de boca y guerra.376 Merece la pena detenerse un poco en un personaje cuya vida aventurera tuvo enorme repercusión: Juan van Halen y Sarti, nacido en la Isla de León en 1788. Hijo de Antonio van Halen (Cádiz, 1747), pertenecía a una familia de comerciantes flamencos establecida en la región gaditana. El padre siguió la profesión de marino y por su amistad con Mazarredo en 1808 fue afrancesado. El hijo, Juan, guardiamarina en 1803, navegó por Europa y América y demostró gran afición a las matemáticas. El 2 de mayo de 1808 fue uno de los defensores de Madrid, y después pasó al ejército de Galicia. Fue hecho prisionero por Soult en 1809. Las circunstancias le obligaron o le indujeron a afrancesarse: prestó juramento a José I y se incorporó en Madrid en la Guardia del Intruso. Le sirvió con lealtad, haciendo en estos años varios viajes a Francia, pero tuvo algunos lances con oficiales franceses demasiado altaneros. El mismo año 1809 fue nombrado caballero de la Orden Real de España. En 1813, hallándose en Francia, y deseoso de volver a España, se hizo con la cifra de Suchet y, de acuerdo con Eroles y Copons, con órdenes falsificadas logró la entrega a los españoles de Lérida, Mequinenza y Monzón. Traición o estratagema, según se entienda.377 Después se alistó como simple soldado en un regimiento de cazadores, pero fue reconocido y se le dio despacho de capitán de caballería en el Regimiento de Cazadores de Madrid, además de restablecérsele la plenitud de sus derechos de ciudadano. Trasladado con su regimiento a Jaén, fue allí detenido y hubiese sido fusilado si el conde del Montijo no hubiera intervenido a tiempo, pues parece que se había tratado de una falsa orden. Puesto en libertad, se trasladó a Granada y allí ingresó en la masonería. Él mismo estableció ramificaciones por Murcia y Cartagena.

374. Espoz (1962: I, 177-178). 375. Ibídem, p. 173. 376. Ibídem, p. 178. 377. Traición según Napier (1853:

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Retrato de Juan van Halen. Litografía de François Le Villain (Museo Romántico).

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El 21 de septiembre de 1817 se dio la orden de su arresto, en el que participaron el brigadier Iriberri y el inquisidor Castañeda. Pero, como Van Halen escribiese al rey, fue llevado a Madrid, a la Inquisición de Corte, de donde logró fugarse, gracias a amigos y complicidades, de forma harto novelesca. Atravesando toda España llegó hasta París, y de allí, en julio de 1818, a Inglaterra. Puesto en contacto con diplomáticos rusos, en noviembre de 1818 salió hacia San Petersburgo, vía Hamburgo y Berlín. Al cabo de un tiempo fue nombrado mayor de un regimiento de cosacos, a las órdenes del general Yermolov, y sirvió principalmente en la región caucásica. La revolución española de 1820 obligó a Van Halen solicitar la baja en el ejército ruso para incorporarse al liberal de España. Parece que Alejandro I ordenó más bien su expulsión. En 1821 llegó a Madrid, después de un largo viaje por Austria, Baviera, Suiza y el Mediodía de Francia. En La Coruña tuvo amores con María del Carmen Quiroga y Ribera, hermana del general Antonio Quiroga, con la que se casó el mismo año. Comenzaron sus publicaciones, emigró a América después del Trienio y en 1827 publicó en París y Bruselas sus Memorias, el mismo año en inglés y al año siguiente en alemán. Este libro, de amplísima difusión europea, fue uno de los más poderosos golpes de opinión jamás dados contra la Inquisición española.378 Después Van Halen tomó parte en la independencia de Bélgica (1830), pero ya nosotros lo dejaremos aquí. Solo quería indicar que hay que tener en cuenta los antecedentes y consiguientes para entender la estratagema de Lérida, Mequinenza y Monzón. En marzo de 1814 Espoz y Mina nombró gobernador de la plaza y del castillo de Jaca al coronel Ramón Ulzurrun, teniente de rey al capitán Francisco Goyena y sargento mayor al capitán Felipe Navascués, y nombró gobernador de Monzón a Ramón Elorrio. Al comandante del 5º de Navarra y 1º de Álava, Sebastián Fernández, le encargó del sitio de Benasque, para lo que hizo conducir desde Jaca a Benasque varios cañones «por caminos que parecía imposible pudieran transitar». Aunque la guarnición francesa de Benasque, compuesta de 267 hombres, incluidos el comandante y los oficiales, resistió bastante, al final tuvo que rendirse. Al entrar los españoles en la plaza encontraron 10 cañones, balas y municiones, 544 fusiles de fabricación francesa, inglesa y española, pero algunos completamente inútiles, y muy pocas provisiones. Los defensores fueron hechos prisioneros. Dejando en Jaca al 9º batallón del 2º regimiento de Álava, pudo Espoz y Mina pasar a Francia para encargarse del bloqueo de Saint-Jean-Piedde-Port. Estas operaciones no le permitieron ir a presentar sus respetos a Fernando VII, que había entrado en territorio español el 22 de marzo, pero delegó en el capitán Fidel Boira, a quien Su Majestad recibió en Valencia.379 Matías Calvo, que se había incorporado a la guerrilla probablemente en noviembre de 1811 en la partida de José Tris, el Malcarado, según conjetura el editor de sus Memorias, se encontró después sirviendo a las órdenes de Fran378. Van Halen (1827). 379. Espoz (1962: I, 180-181).

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cisco Espoz y Mina. Critica a su jefe, mientras está este en la plenitud de su poder, por motivos diversos, como el de que se dejó engañar como un chino por el general Pâris en las operaciones de la sierra de Alcubierre, o también que procuró siempre el ascenso en sus filas de los navarros, mientras impedía el de los aragoneses. Pero al acabar la guerra hubo de cumplir la desagradable misión de comisario militar de abastecimientos, que para él duró trece meses, lo que significaba tener que requisar aprovisionamientos para el ejército en el partido de Huesca, hacer acopio de harinas, judías, arroz, tocino, y esto implicaba enfrentamientos diarios con la población civil. Calcula unos 200 000 hombres en el ejército, entre tropas regulares (españolas y extranjeras) e irregulares. Entonces comprendió la importancia que había tenido la intendencia en la división de Mina. Y, en cuanto antiguo guerrillero, se solidarizó completamente con quien había sido su jefe, pues acabada la guerra empezó una campaña de desprestigio contra Espoz y contra todos los guerrilleros, que ya no hacían falta, y a los que se calificaba de ex ladrones. Matías Calvo, que un principio había pensado quedarse en el ejército, lo sufrió en su misma persona, y esto le obligó a pedir la licencia. Denuncia en su manuscrito la injusticia profunda de esta situación.380 Es notable que en este punto se puede hacer una comparación con lo que ocurrió al acabar la II Guerra Mundial con las brigadas de la Resistencia italiana, cuyo valor como mito fundador de la democracia fue denunciado por aquellos mismos que se habían beneficiado con sus servicios, reducidos post factum a simple violencia.381 El 15 de mayo de 1814 llegó a Huesca el decreto de Fernando VII del día 4, por el que quedaba abolida la Constitución. El Ayuntamiento de Huesca, que a lo largo de 1813 se había mostrado muy moderado con los acusados de afrancesamiento, ordenó inmediatamente quitar y destruir la lápida (el viejo símbolo liberal), llevar en procesión el retrato de Fernando VII y colocarlo donde antes estaba la lápida y donde se leerá al pueblo el mentado decreto. Al día siguiente, 16, la ciudad pidió el derecho de tener voto en Cortes, lo que parece indicar el convencimiento de que el país volvía al sistema tradicional, el expuesto por los famosos persas. Esto podría tomarse como absolutismo, más o menos mitigado, pero una representación enviada por el Ayuntamiento al intendente general de Aragón indica muy claramente los motivos reales de esta conducta: el Ayuntamiento creía que el decreto del 4 de mayo libraba a la ciudad de toda dependencia respecto de Espoz y Mina. El lenguaje de esta representación no puede ser más enérgico, indicio seguro de que se querían aprovechar las circunstancias: Hace mucho tiempo que el Ayuntamiento de Huesca, indignado de ver que se sacrificaba por los comisionados del Ministerio de Hacienda de Navarra [es decir, de la División de Navarra] a esta ciudad y Partido con todo el aparato y terror militar, al

380. Marcén (2000: 139-140). 381. Cf. Rusconi (1993: 45 y ss.).

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mismo tiempo que se hacía un público y escandaloso tráfico de cuanto entraba en los almacenes procedentes de bienes nacionales y que estaba destinado a la subsistencia del ejército […].

El Ayuntamiento ha asistido a un desvalijamiento intenso, sobre todo desde marzo. No obstante la alegría por el decreto del 4 de mayo, se observaba que en él no se disponía nada para el suministro de las tropas, problema que de alguna manera se tendría que resolver. Curándose en salud, se había incautado de bienes que le habían sido sustraídos en otro tiempo por orden de la División de Navarra, e insistía en que se solucionase el problema de las tropas, pues ya ni la ciudad ni el partido «pueden sufrir más sacrificios».382 Espoz, en sus Memorias, se muestra prudente. Censura el asalto generalizado a las prebendas por parte de los absolutistas, pero reconoce que fue de los primeros en ofrecer al rey su brazo y el de los bravos soldados de la División de Navarra. Dos aspectos le preocupan: el futuro de los hombres que sirvieron a sus órdenes, como acabamos de ver, y su propio mando militar en Aragón y Navarra. En cuanto a Aragón, dice haber recibido una comunicación de José de Palafox en la que este le comunicaba que él, Palafox, había sido confirmado en el citado mando. Quedaba la cuestión del Alto Aragón, pero el héroe de Zaragoza le hizo saber dos meses después (en septiembre de 1814) que ya no existía la distinción entre Alto y Bajo Aragón, por lo cual en la fecha Palafox iba a tomar posesión del mando de toda la región. Espoz dice que le parece bien, por el alto significado que Palafox había tenido en Aragón durante los años de la guerra. Añade que, inocentemente, había esperado que en Navarra ocuparía él ese puesto, porque su nombre en Navarra equivalía al de Palafox en Aragón, y porque de hecho había sido su gobernador durante toda la contienda, casi desde el comienzo. Cuál no sería su sorpresa al ver que se había nombrado al conde de Ezpeleta, el mismo que siendo capitán general de Cataluña dejó que los franceses se apoderaran del territorio y luego permitió que le llevaran a Francia, donde permaneció a sus anchas todo el tiempo que duró la guerra. Para no evidenciar apetencias, dice que se podría haber nombrado a los hijos del conde, como José María de Ezpeleta o Pedro Agustín Girón (este, yerno del conde), que habían derramado su sangre por la causa nacional. El 25 de junio de 1814 se había dado una orden en la que pareció entenderse que podían irse a su casa todos los miembros del ejército que quisieran, interpretación errónea pero que produjo una deserción masiva en la División de Navarra. El ministro de la Guerra, Eguía, aprovechó el incidente para ordenarle el 29 de julio que dejase Madrid, a fin de poner coto al asunto de la deserción (aunque Espoz lo interpreta como una manera de echarlo de la capital). El 8 de agosto de 1814 instaló en Muruzábal su cuartel general. Al día siguiente lanzó una proclama en la que pedía a los desertores que regresasen, ya que su marcha se había producido por una mala inteligencia de la orden del 25 de 382. Gil Novales (1990: 357).

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junio, y había tenido lugar cuando Espoz y Mina se hallaba momentáneamente ausente por haber ido «a cumplir con mis primeros deberes para con un soberano justo y benéfico», ausencia que había sido interpretada como que se le cesaba del mando, y en su lugar se nombraría otro jefe. La alocución fue circulada a las justicias de todos los pueblos de Navarra, Alto Aragón y provincias exentas, y produjo la vuelta de un gran número de desertores.383 Otros, sin embargo, pensaron que Espoz les ocultaba las verdaderas intenciones de Su Majestad, lo que produjo bastantes síntomas de insubordinación (es decir, que estos estaban muy lejos de confiar en el soberano «justo y benéfico»). Es notable que aquí Espoz y Mina señala como el que más se distinguió en la rebeldía al coronel del 6º regimiento Joaquín de Pablo, Chapalangarra, su amigo y compañero de tantas fatigas. Por tres veces este desobedeció los mandatos de Espoz. De Pablo ya era en 1814 un liberal consecuente, y lo seguiría siendo hasta su muerte en 1830. La mala relación con su antiguo jefe, conocida en 1830, comenzó probablemente aquí, o acaso antes.384 Espoz lo hizo prender y lo mandó al castillo de Jaca mientras se le formaba la sumaria. Pero, en el camino, en la venta de las Campanas, se escapó en dirección a Pamplona y se acogió al sagrado de la casa de Ezpeleta. Este lo mandó a la ciudadela, pero no se lo entregó a Espoz. Otro problema surgió inmediatamente, relativo a que la División de Navarra que mandaba Espoz había quedado encuadrada en el IV Ejército, el cual había recibido el título de Ejército de Observación del Pirineo. Al ser nombrado Manuel Freire comandante general de la brigada de carabineros, el mando del IV Ejército, con la capitanía general de Guipúzcoa, se dio el 1 de agosto de 1814 a Juan Carlos de Aréizaga. La División de Navarra se hallaba así esparcida por territorios que dependían de varios capitanes generales, con el resultado de que comenzó a carecer de subsistencias. Nadie quería asumir esta obligación, a pesar de las reclamaciones de Espoz. Tampoco los pueblos de Navarra, Aragón y otros querían dar nada, pero, como ni la tropa ni los oficiales podían vivir del aire, optaron por tomar lo que necesitaban a viva fuerza. De aquí se derivaron disputas y quejas, y todo recaía sobre Espoz, según este mismo dice: el Gobierno, porque no quería saber nada de asunto tan lamentable y conducta tan bochornosa; los soldados, porque exigían del propio Espoz que les sacase del atolladero. Después de recibir un oficio de Francisco de Eguía del 24 de agosto, del que luego hablaremos, llegó a la conclusión de que era necesario cambiar el personal que rodeaba al monarca y volver a los principios que sus consejeros le habían llevado a abolir. Este es un asunto de enorme calado político, porque representaba volver a la Constitución de 1812 o a un texto que contuviese sus ideas. Pero podemos interpretar que esta cuestión se planteó a posteriori, cuando Espoz y Mina, o quien lo

383. La proclama «A los sargentos, cabos y soldados desertores de los cuerpos de la octava división del cuarto ejército» (cuartel general de Muruzábal, 9 de agosto de 1814) se publicó también en Censor General, 24, 1 de septiembre de 1814. 384. Cf. Gil Novales (1991: s. v.).

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hiciera en su nombre,385 redactó sus Memorias, y no precisamente en agosto de 1814. Es una cuestión a debatir. El oficio enviado por Francisco de Eguía el 24 de agosto de 1814 se refería a las quejas formuladas por los pueblos del Alto Aragón y la ciudad de Huesca respecto a las prácticas que la División de Navarra usaba con ellos (ya hemos hecho referencia al problema). Francisco Ramón Eguía y López de Letona, conde del Real Aprecio (Bilbao, 1750 – Madrid, 1827), dejó una terrible fama de absolutista, miembro de la Camarilla, partidario de la Inquisición y enemigo de la Constitución. Espoz, como hemos visto, pretendía ser liberal. Pero, en esta cuestión del oficio del 24 de agosto, estamos en otro plano: Eguía se sirvió de las reivindicaciones ciudadanas para atosigar, y a la larga eliminar, a un posible rival, y Espoz se defendió (contestó el 2 de septiembre) sin negar el problema, pero intentando descargarlo sobre otros, fundamentalmente sobre el Ayuntamiento de Huesca. Con referencia al escrito del Ayuntamiento al que ya hemos hecho mención, Eguía decía a Espoz, y este reproduce, que los pueblos del Alto Aragón se habían quejado repetidamente «por el método extraordinario y abusivo con que los comisionados de la división navarra y los empleados de Hacienda de la misma habían exigido y exigían las raciones de auxilios para los tropas con exorbitancias y violencia». Los oscenses habían sido dañados en sus haberes e industria, e incluso en sus personas, pues más de una vez habían sido atropellados por la fuerza armada varios individuos del Ayuntamiento. Eguía advertía a Espoz que Su Majestad había conocido con desagrado tal conducta, y le ordenaba que en lo sucesivo se atuviese a lo literal de las órdenes y leyes vigentes, y a la más estricta disciplina, evitando en el futuro dar lugar a quejas, «que no solo comprometían el buen orden de los que las originaban, sino que eran absolutamente contrarias al servicio de S. M. y al respeto y amor que le profesaban sus pueblos y en cuya felicidad tanto se interesaba». Pase como ejercicio de retórica, pero es precisamente este pensamiento el que llevó a Espoz y Mina a considerar que Su Majestad necesitaba cambiar de consejeros. La respuesta que dio a Eguía el 2 de septiembre empezaba diciendo que el ministro no le habría reconvenido si hubiese estado al tanto de «la repugnancia y aversión de los pueblos a proporcionar las subsistencias necesarias a las tropas», especialmente grave en la ciudad de Huesca, con la cual no habían bastado los oficios más regulares y moderados ni los comisionados más provectos para que aprontasen los pedidos de pura necesidad, oponiendo siempre la más tenaz resistencia; que ni aquella ciudad ni otro pueblo alguno de los quejantes podría aseverar jamás que las requisiciones hechas no fuesen arregladas al justo y moderado catastro que los regía.

385. Las Memorias fueron publicadas en 1851-1852 por la viuda de Espoz y Mina, Juana de Vega, y, según dice José Antonio Durán (en Vega, 2006: 15), ella misma las escribió y costeó, utilizando papeles de su marido.

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Sin embargo, a continuación da la razón a los quejantes, echando la culpa de todo al Gobierno, para luego volver otra vez sobre el mismo tema. Resulta que era cierto que los pueblos todos del Alto Aragón tenían sobrado fundamento para lamentarse de los aprontos de víveres que en otra época habían hecho para mi división, en razón de que nada percibió esta del reino de Navarra desde la entrada en él de los ejércitos aliados; que entonces se vieron precisados a proveer a los catorce mil hombres que yo comandaba y a conducir las raciones desde la raya de Cataluña hasta Roncesvalles y otros pueblos limítrofes al Pirineo occidental; que reclamé varias veces sobre esto al Gobierno y no puso ningún remedio.

Tremenda declaración, en verdad. Aunque no dice cuánto duró el asunto, sabemos que el avituallamiento de 14 000 hombres, desde Cataluña hasta Roncesvalles, había caído exclusivamente sobre los pueblos del Alto Aragón. Que el Gobierno fuese también responsable no aliviaba la situación de esos pueblos, a los que inmediatamente Espoz y Mina va a calificar de miserables. Continúa diciendo: actualmente tenía yo sobrado fundamento para creer que, así Huesca como los demás pueblos que habían elevado quejas a la superioridad, no tanto las dirigían por tropelías y vejaciones que suponían experimentar cuanto porque se les obligaba al apronto, y para eximirse se valían de todo medio, y con bastante justicia a mi entender, atendida su retrasada y miserable condición.

Espoz pretende que, cuando se enteró de alguna tropelía cometida por sus agentes, la castigó inmediatamente, que en realidad hubo pocas quejas en este sentido, porque siempre supo mantener un estricto sentido de disciplina. Bueno, pero, de ser esto verdad, y parece no serlo, acaso no se da cuenta de que mantener a 14 000 hombres en Navarra y Aragón, sin que nadie más se haga cargo de nada, es ya de por sí una tropelía. Espoz y Mina alega que las reclamaciones de Huesca y los pueblos del Alto Aragón están fechadas en enero de 1814, cuando él tenía su división acantonada en los Pirineos y se hallaba poniendo sitio al castillo de Jaca. El Gobierno sacaba ahora esas quejas a relucir para incordiarle. Aunque esto parece cierto, no desaparece por ello el fondo del asunto. Todas las ocurrencias de Huesca procedían real y verdaderamente de resistencia de parte del Ayuntamiento a proveer lo que estaba designado al pueblo, según catastro, para el abasto de la tropa y asistencia de los desgraciados enfermos y heridos del hospital; y no obstante hallarse la razón de parte de mis oficiales y de los comisionados del Ministerio de Hacienda de la división, se hizo cambio en algunos de estos. No tuve otras quejas de aquella clase.

Sí las tuvo, en cambio, de Barbastro, pero ¡ya es casualidad!, la ciudad estaba sofocada por pedidos de todas clases que hacían otros cuerpos que no eran el de Espoz. Este, en consecuencia, emitió una orden para que no se pagase absolutamente nada a quienes no perteneciesen a la División de Navarra. El Ayuntamiento

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de Barbastro, el 12 de marzo de 1814, mostró su conformidad con esta orden. También se habló de tropelías que habría cometido la tropa con un alcalde en el sitio de Jaca. Espoz acudió para que le informase a Cosme Barbolla, juez de primera instancia de Barós,386 en la línea de Jaca a la frontera, quien el 28 de enero negó los hechos y el 12 de febrero, en un escrito a la Audiencia de Zaragoza, acusó a los comerciantes acaudalados de falta de patriotismo. Decía en efecto, con relación al sitio de Jaca, que los enemigos estaban haciendo un fuego horroroso, que nuestros jefes y soldados estaban dando pruebas de un valor sin igual y de un ímprobo trabajo, por carecer de tres partes de la fuerza que necesita el asedio de esta fortaleza; y por las muchas obras de aproximación a ella que se han hecho y se están ejecutando, se ven precisados los jefes a ocupar en ellas a los soldados, por no concurrir los paisanos precisos; y lo que más retrasa la rendición es la falta de vituallas de boca y guerra, pues se ve con el mayor dolor al soldado en los más días a media ración, desnudo y descalzo, haciendo el servicio sobre el hielo y la nieve, que en tanta abundancia hace muchos años no ha caído, según lo aseguran los naturales. Estos, penetrados de tan miserable estado de nuestros defensores, no dejan de sacrificarse por sostenerlos; pero sus sacrificios no sufragan tanta necesidad y gasto como es preciso para mantener los fuegos y continuar las obras, pues requieren muchos operarios carpinteros y albañiles, a quienes se les pagan los jornales para acudir a su subsistencia y a las de sus familias, lo que me consta, por ser uno de ellos vecino de este pueblo. Este país es pobre de frutos, y aunque consta de algunos valles y se les considera a sus habitantes con caudales, siendo su principal ejercicio el comercio, sea por mirar de lejos estos trabajos o no corresponder a sus cálculos comerciales un desembolso para acudir a la subsistencia de las tropas, huyen de este servicio y contribución tan interesante en la parte que pueden.

Indicaba finalmente que había observado suma moderación en el general (Espoz y Mina) respecto del ciudadano, y observancia de la Constitución de la Monarquía, y lo mismo en sus jefes subalternos inmediatos. Con esto pronto se tendría la libertad tan deseada pero, sin los socorros, que no llegaban, de los dueños de caudales, acaso se prolongaría la situación. Espoz añade con orgullo que a los tres días de que Barbolla emitiese su parecer cayó la fortaleza de Jaca en su poder.387 El problema así planteado en el corto plazo era insoluble, porque todos tenían razón. Había que concluir la contienda, los soldados necesitaban comer y vestirse, los pueblos tenían que sobrevivir, no podían quedar arruinados. Para que casasen las piezas del rompecabezas hacía falta en el país una autoridad racio386. Espoz le da siempre el título de juez de primera instancia. Estos magistrados fueron creados por la Constitución de 1812, aunque allí todavía no se les daba este nombre preciso. Sí, en cambio, en el Reglamento que deben observar en la administración de justicia las Audiencias y Juzgados de primera instancia. Los alcaldes del Antiguo Régimen tenían atribuciones judiciales. Muchos de ellos, al implantarse los jueces de primera instancia, pasaron a ejercer la nueva magistratura. Este habría sido el caso de Cosme Barbolla, sobre el que no encuentro datos. Los alcaldes, que siguieron con atribuciones civiles, durante mucho tiempo se resistieron a dejar lo contencioso. Cf. AHN, Consejos, leg. 12 237 (oficios de justicia). 387. Espoz (1962: I, 191-194).

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nal, basada en un régimen de derechos y libertades sobre el que pudiese descansar un buen sistema de hacienda, a cuyo conjuro, pero para eso hacía falta tiempo, todo se resolvería. La miseria del ejército exigía precisamente ese sistema.388 El problema era que en España la Constitución llegó tarde, después de cuatro años de guerra, casi a punto de su conclusión, y no hubo tiempo. El 25 de septiembre de 1814 Espoz y Mina intentó apoderarse de la plaza y ciudadela de Pamplona, enarbolando la bandera de la libertad y la reunión de las Cortes. Para ello contaba con el coronel Manuel Gurrea, que se hallaba en Huesca al frente de los cazadores de Navarra, y con otros. Al fracasar, el 4 de octubre tuvo que marchar a Francia. No nos corresponde a nosotros contar ahora esta peripecia, recogida también en las Memorias, pero sí apuntar un juicio: Tenía por cierto que con la declaración de Gurrea en Huesca se extendería el movimiento por todo el Alto Aragón, con sus plazas de Jaca, Monzón y Caspe, y aun hasta el mismo Zaragoza esperaba que se pronunciase, porque sabía que en aquella ciudad reinaba muy buen espíritu y mucho deseo de volver al sistema de libertad.389

Aquella ciudad creo que era Zaragoza, no Huesca, pero aun así la esperanza en que el Alto Aragón le secundaría no deja de ser muy significativa. Terminado el conflicto internacional, la situación económica de Huesca como consecuencia del mismo no podía ser peor. El Ayuntamiento prefirió introducir impuestos indirectos, una sisa sobre algunos artículos comestibles, que nuevos conceptos impositivos, para ir aliviando la situación y para que el rechazo fuera menor. Algunos particulares habían adelantado durante la guerra dinero o especies, y se dirigían ahora al Ayuntamiento para que les fueran reembolsados. El Concejo alegó que no era responsable de las circunstancias anómalas por las que había pasado la ciudad, y por otra parte la deuda pública municipal ascendía a millones, por lo que pidió que no prosperasen las causas civiles abiertas contra él. El asunto todavía no se había resuelto en 1820. Ello no obstante, llegaron nuevas cargas. En septiembre de 1815 el Ayuntamiento de Huesca no contribuyó, como se le había mandado, al apresto de buques que se preparaban en Cádiz para pacificar algunas provincias de América. El 26 de noviembre de 1815 el Concejo de Zaragoza recordaba al oscense la obligación que tenía a este respecto. No sabemos si cumplió o no, pero es interesante conocer esta financiación de la guerra americana a la que recurre el Gobierno, ya absolutista. Una guerra que tanto perjudicó al progreso de América empezó por perjudicar a la propia España. Todo lo que se relaciona con la guerra de la Independencia lleva el estigma del fracaso y de la decadencia. Repetidas veces se van a oír expresiones de este tipo. En 1817 se hizo un padrón del que resultó que la ciudad de Huesca superaba los 5000 habitantes con 60 profesiones, campesinos, artesanos y también burgueses,

388. Cf. Gil Novales (2006a). 389. Espoz (1962: I, 198).

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y entre ellos, junto a médicos y abogados, figuraban los libreros. Un signo esperanzador es que, desde 1815, 200 familias catalanas se habían aposentado en la ciudad, aunque no se sabe si permanecerían. Dos años después fueron los labradores y hortelanos los que levantaron la voz, ante una apuradísima situación, señalando la decadencia en que había caído la ciudad a partir de 1808. La culpa la tuvo por una parte el Gobierno intruso, y por otra el ejército de Espoz y Mina. Ya nos hemos referido antes a esta cuestión, pero conviene que la enfoquemos otra vez a la altura de 1819: exorbitantes contribuciones, repartos extraordinarios, frecuentes extracciones de trigo, cebada, vino y paja, pérdida de carros y bagajes. Una nube que descargó sobre la ciudad colmó el vaso de la desolación. Ante esta reclamación, el Ayuntamiento de 1819 pidió que se perdonaran las contribuciones a los vecinos y que, de momento, mientras se aprobaba esa medida, no se les apremiase con el pago del primer plazo de la contribución ordinaria. El Ayuntamiento hizo suya la reclamación de los labradores y hortelanos, y reprodujo sus conceptos. Recordó el saqueo a que había sido sometida la ciudad desde 1808, por acción a la par de los enemigos y de nuestras guerrillas. No se trató solo de contribuciones excesivas, en dinero y en especie, sino que pereció casi toda la caballería de labor, que se empleó para la bagajería. Estas quejas y reclamaciones aparentemente no tuvieron respuesta.390 Tras la revolución de 1820 se reavivó la cuestión. En la sesión de las Cortes del 24 de octubre de 1820 el cura de Lierta y diputado Vicente Cabrero presentó dos exposiciones del Ayuntamiento constitucional de Huesca. La primera se refería en general a las contribuciones, pero en especial a una, la que se conocía con el nombre de los Canales Imperial y Real de Tauste.391 De esta obra Huesca no recibía beneficio alguno, ni por razón de riego ni por la de comercio activo ni pasivo, de modo que pidió a las Cortes que la librasen de pagar esa contribución. La segunda exposición, a lo que se me alcanza, es más grave: manifiesta que para atender a los perentorios e inexcusables suministros hechos a las tropas extranjeras y nacionales en la guerra de la Independencia se había visto obligado el antiguo ayuntamiento a exigir de los vecinos de la ciudad, y aun de forasteros, cantidades de consideración en frutos y dinero; cantidades que, no habiendo podido repartirse por entonces ni posteriormente entre el vecindario, quedaron sin satisfacerse a los prestamistas, de los cuales acudieron algunos a la Audiencia y obtuvieron de ella un mandamiento para que de los bienes de propios y comunes de la ciudad y de los particulares de los regidores se satisficiesen sus créditos; mandato que la misma Audiencia no se había considerado facultada para revocar, como lo había solicitado el ayuntamiento después de restablecido el sistema constitucional. En consecuencia de lo cual acudían a las Cortes pidiendo tuviesen a bien mandar al juez de primera instancia de Huesca no admitiese más demandas de esta naturaleza, y a este y a la Audiencia que sobreseyesen en las ya incoadas y pendientes, cualquiera que fuese su estado.392

390. Gil Novales (1990: 337-339). 391. Cf. Sástago (1796). Pérez Sarrión (1984). 392. Diario de Sesiones, 109, 21 de octubre de 1820, p. 1825.

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Estas representaciones se mandaron pasar a la comisión ordinaria de Hacienda. La segunda exposición plantea el problema, no pequeño, de nuestra ignorancia sobre quiénes fueron esos prestamistas o, con palabra más decorosa, banqueros tempranos. Solo conocemos su poder, puesto que la Audiencia les reconocía derecho preferente frente al Ayuntamiento de Huesca como institución y a los regidores como personas particulares, los cuales no habían delinquido, sino que habían sido víctimas de la situación creada por la guerra. Observemos aquí, de paso, la expresión guerra de la Independencia, que ya es habitual. El final es algo descorazonador. Siempre reclamaciones económicas, desde 1808 hasta 1820 y más allá, y también decadencia y tristeza, según muchos autores.393 Aparentemente, la herencia de Lastanosa y de la Ilustración se ha perdido. Gran parte del desastre se debe al conflicto de 1808 y a los posteriores, pero nunca en exclusiva. También hay notas en contrario de esa impresión, más o menos relacionadas con los comienzos de la vida política, de la reivindicación y, por tanto, de la esperanza. Las revoluciones de 1854 y 1868, e incluso la participación del Alto Aragón en el intento revolucionario de 1848, son a este respecto un ejemplo elocuente.394 Una cosa es segura: el pasado nunca muere del todo. A veces renace. Dentro del conjunto nacional la vida que intenta nacer tendrá mucho de sucursalismo, aunque también aparecerá alguna nota inmarcesible que podríamos encuadrar en una aguda conciencia de la propia dignidad.

393. Foz (1848: I, ap. 3º, 323-324). Madoz (1845-1850: t. 9, 300). Brinkmann (1986: 213). Cánovas (1854: 2). Noel (1962: II, 93). 394. Pi y Margall (1854). Gil Novales (1980 y 1987). «Manuel Abad y sus 14 compañeros fusilados en Huesca los días 5 y 7 de noviembre de 1848», Aragón, 8 de noviembre de 1887.

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Abad, Manuel, 167n Abbad, Manuel, 52 Abbad y Lasierra, Agustín 25 Abbé, Louis, 88, 116, 130, 131, 135, 137, 49 Abrantès, duque de, vid. Junot, Andoche Agoult, Louis-Annibal de Saint-Michel d’, 98, 100, 102, 103, 108, 109 Aguilón, 25 Agustín, Antonio, 13 Agustín, Joaquín, 56 Aísa, Joaquín, 17 Alategui, Miguel, 117 Albufera, duque de la, vid. Suchet, LouisGabriel Alcaide Ibieca, Agustín, 19 Alcalde Arántegui, Pilar, 13 Alcalá, IV barón de, vid. Naya y Ferrer, Alejandro Alegre, Agustín, Cantarero, 56, 109, 115, 116, 120, 121, 125, 132 Alegre, Manuel, Cantarero, 121, 148 Alejandro I de Rusia, 158 Alexander, Don W., 100, 134, 135, 136n Alonso Cuevillas, Ignacio, 109, 120 Altaoja, Joaquín de, 25 Álvarez Mendizábal, Gabriel, 128, 130, 131 Alvira Banzo, Fernando, 13 Allué, Joaquín, 52 Ambrós, Pío, 28 André, 130, 131 Andrés, Antonio, 19 Andreu y Claver, Joaquín, 25, 26, 55, 56 Ansoategui, Rafael, 27, 28 Antillón, Isidoro de, 66n Antón Juárez, Pedro, 19 Antón del Olmet, Fernando, marqués de Dosfuentes, 44 Arcarazo García, Luis Alfonso, 52 Areizaga, Juan Carlos, 161 Arlincourt, Victor d’, 117 Armagnac, d’, Jean-Barthélemy, 127 Armas, José de, 12 Armillas, comerciante, 110 Armillas Vicente, José Antonio, 13 Arteaga, Almudena de, 108 Arthenay, 117 Ased Villagrasa, Manuel Isidoro, 32n Asensio, José, 147 Austria, Juan José de, 12, 13

Avellana, Vicente, 33 Ayaiz, Pedro José, 20 Ayerbe, Joaquín, 27 Ayerbe, marqués de, vid. Jordán María de Urriés y Fombuena, Pedro Aymes, Jean-René, 13 Azara, Félix de, 11 Azcón, Juan, 99 Azlor, Juan, 38 Azlor y Villavicencio, María Consolación, condesa de Bureta, 38, 40 Aznar Mantón, Joaquín, 25, 52 Baella, guerrillero, 122 Baget, Juan, 44, 56, 57, 58, 97, 105, 106 Báguena, Mariano, 149 Balbuena, Bernardo de, 88 Bañolas, Sebastián, 52, 53 Baquedano, Manuel, 21 Barat, Antonio, 115 Barbolla, Cosme, 164 Bardají, Vicente, 31 Bardají de Azara, Dionisio, 129 Barrafón Viñals de Foix y Pérez, Domingo María, 32 Bayod Pallarés, Roberto G., 62, 63 Bécker, Jerónimo, 51 Belianés, hermanos, 121, 125 Bellanger, Tomás, marqués de Villora, 20, 54n, 110 Bellestar, Gaspar de, 25 Belliard, Augustin-Daniel, conde, 71 Beolchi, Carlo, 140 Berthier, Louis-Alexandre, príncipe de Neufchâtel y de Wagram, 62, 110, 118 Benedicto, guerrillero, 110 Berg, gran duque de, vid. Murat, Joachim Bertrand, Henri-Gatien, conde, 34 Blake, Joaquín, 55, 56, 63, 67, 86, 97, 127, 128n Blancas, Jerónimo, 13 Blecua, Pedro, 149 Boira, Fidel, 158 Bondurand, administrador militar, 118 Bordeta, Simós, 25 Bourke, Jean-Raymond-Charles, barón, 132, 133 Boussart, André-Joseph, barón, 74 Brandt, Heinrich von, 91, 100, 101, 102 Brun, Domingo, Chandón, 104, 115, 148 Bueno, José, 17, 33

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Consolación, José de la, fray, 51 Copons y Navia, Francisco, 156 Corruncuy, guerrilleros, 115 Cortés, Hernán, 132 Costa y Canales, José, 25 Crespo, José María, 19, 28 Cruchaga, Gregorio, 124, 125, 149 Dalmacia, duque de, vid. Soult, Jean de Dieu Dantzig, duque de, vid. Lefebvre, FrançoisJoseph Daudevard de Férussac, J., 43, 72, 87, 140 Decaen, Charles-Mathieu-Isidore, 137 Dérozier, Albert, 18n Desbœufs, Charles, 88, 89, 136, 138, 139, 140, 142, 143, 150, 151, 152, 154, 155 Diago, Vicente, 17, 33, 24 Díaz Porlier, Juan, 112 Dios, Manuel de, 20 Domec, Juan, 58, 103, 105 Doménec, Francisco, 17 Domínguez, Mariano, 54, 67, 68, 69 Domper, Miguel, 105, 109 Dorsenne, Jean-Marie-Pierre, conde, 92, 92n, 134 Doyle, Sir Charles William, 40, 115 Doz, Marcial, 20 Du Mées, auditor, 117 Dufour, Georges-Joseph, 122, 124 Durán, José Antonio, 162n Durán y Barazábal, José Joaquín, 112, 113, 127, 128, 130, 131, 155 Eguaguirre, Andrés, 31 Eguía y López de Letona, Francisco Ramón, conde del Real Aprecio, 160, 161, 162 Elorrio, Ramón, 158 Empecinado, el, vid. Martín, Juan Ena, Mariano, 18, 58 Ena, Pedro, 29 Enrique IV de Francia, 113 Eroles, barón de, vid. Ibáñez Cuevas, Joaquín Esaudi, Fermín, 156 Escala, Manuel, 32 Escaned, José, 28 Escobedo, Alonso, 104 Escola, José, 26 Español, Ramón, 144 Espoz y Mina, condesa de, vid. Vega, Juana de Espoz y Mina, Francisco, 38, 44, 50, 81, 85, 91, 93, 97, 100, 110, 112, 113, 116, 120, 121, 122, 124, 125, 127, 128, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 142, 143, 144, 147, 148, 149, 150, 152, 153, 155, 156, 158, 159, 160, 161, 162, 163, 164, 165, 166 Essling, príncipe de, vid. Masséna, André Esteve, Étienne,137

Buerba, Rafael, 27 Buget, Claude-Joseph, 108, 110, 116 Bureta, condesa de, vid. Azlor y Villavicencio, María Consolación Buruchuri, vid. Ochotorena, Andrés Cabañas Guerra, Pablo, 136, 138 Cabarrús, Francisco, conde, 39, 64 Cabrera, José, 26 Cabrero, Vicente, 9n, 166 Cadet, guerrillero, 125 Caffarelli du Falga, Marie-François-Auguste de, 125, 130, 131, 132, 134 Calvo, Matías, 43, 44, 158, 159 Calvo y Mateo, Lorenzo, 20 Calvo de Rozas, Lorenzo, 24n, 39 Caminero, Agustín, 28 Campillo, guerrillero, 112 Campomanes, conde de, vid. Rodríguez de Campomanes, Pedro Camporredondo, Francisco, 19, 28 Campos, Francisc,o 50, 51 Campos, Salvador, 27, 28 Canga Argüelles, José, 97 Cantarero, vid. Alegre, Anselmo Cantarero, vid. Alegre, Manuel Carbón, militar y guerrillero, 114 Carlomagno, 79 Carlos IV de España, 17, 69 Carlos V de España, 66 Carpi, Joaquín, 26 Carpi, Pedro, 26 Carrera, Guillermo, 22 Carvajal, José María de, 115 Casamayor, Faustino, 38 Casanova, Miguel, 117 Castel, Francisco, 28 Casterá, Juan, 22 Castillón, Antonio, 32 Catalán, Nicolás, 22 Ceballos-Escalera, Alfonso de, 108 Cessac, conde de, vid. Lacuée, Jean-Gérard Chacón, José, 31, 99 Chandón, vid. Brun, Domingo Chapalangarra, vid. Pablo y Antón, Joaquín de Chastenet, Jacques, 89 Chlopicki, Józef, 121, 124, 125 Cicopieri, 129 Cistué y Martínez, Luis María, 81 Clarke, Henri-Jacques-Guillaume, conde de Huneburg, duque de Feltre, 49, 55, 61, 80, 147 Clausewitz, Carl von, 89 Clauzel, Bertrand, conde, 149, 152 Clavería y Portu, Antonio, 17, 20, 21 Clesa, José, 32 Colbert, Louis-Pierre-Alphonse, 137 Combe-Siéyès, Georges-Christophe-Victoire, 71, 117

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Ezpeleta y Enrile, Joaquín de, conde de Ezpeleta, 160, 161 Ezpeleta y Enrile, José María, conde de Ezpeleta, 160 Fabre, Gabriel-Jean, 50, 63 Fabro Bremundan, Francisco,12, 13 Farías, Rafael, 86 Felipe II de España, 66 Felipe IV de España, 13 Felipe V de España, 66, 82 Feltre, duque de, vid. Clarke, Henri-JacquesGuillaume Fernández, Sebastián, 158 Fernández de Córdoba-Alagón y Glimes de Brabante, Vicente, conde de Sástago, 39 Fernández de San Román, Eduardo, marqués de San Román, 62n Fernando el Católico, 66 Fernando VII de España, 17, 18, 24, 31, 37, 82, 88, 101, 158, 159 Ferraz, José, 20 Fidel, vid. Mallén, Fidel Fitzgerald, Raimundo, 32 Floridablanca, conde de, vid. Moñino, José Forment, Damián, 140 Foy, Maximilien-Sébastien, conde, 34 Fra Diavolo, 93 Francisco I de Francia, 132 Franquet, José Antonio, 24 Fray Teobaldo, vid. Rodríguez Gallego, Teobaldo Freire, Manuel, 161 Frère, Bernard-Georges-François, conde, 131 Fréville, barón de, 71 Fuentes, conde de, vid. Pignatelli, Casimiro Armando Fumanal y Burrel, Manuel, 147 Gallán, Jaime, 29 Gallán, Ramón, 136, 137 Gambetta, Léon, 89 Gambra, roncalés, 41 Garay, Martín de, 20n Garcés, Ramón, 32 García, Ventura, 52 García Marín, Fernando, 18, 19, 29, 30, 31 García Marín, Francisco, 28 Garciny y de Queralt, Ignacio, 24 Garoz y Peñalver, Mariano Blas, 10 Garroverea, Faustino, fray, 52 Gasca, Pedro, 41 Gastón, Juan Blas, 99 Gayán, Ramón, 97, 111, 155 Geisendorf des Gouttes, T., 88 Genovesi, Antonio, 11 Girón, Pedro Agustín, 160 Godechot, Jacques, 119 Godoy, Manuel, 17, 18, 39, 43

Goltz, Conrad von der, 89 Gómez de Arteche, José, 10, 51, 92, 93, 97 González, Francisco, 31 Gouvion Saint-Cyr, Laurent, conde y marqués, 86n Goyena, Francisco, 158 Gracia, Cristóbal, 28 Gracia, Mariano de, 21 Gracián, Baltasar, 12, 13 Graindor, Jacques-Abraham, 126 Grandjean, Charles-Louis, barón y conde, 55 Grandmaison, Geoffroy de 138, 140 Guillelmi y Andrade, Jorge Juan, 18 Guillén, Manuel, 34 Guirao Larrañaga, Ramón, 13 Guiú, Matías, 52 Gurrea, Manuel, 147, 148, 165 Habert, Pierre-Joseph, barón, 55, 56, 57, 57n, 98, 100, 101, 103, 105, 106, 108, 110 Halmont, François-Pierre-Gabriel-Chrétien d’, 132, 135 Hardenberg, Carl August, 119 Harispe, Jean-Isidore, conde 74, 109, 116 Hautefort, Ch.-V. d’, 117 Henriod, Jean-François, 125, 137 Hernández, Antonio, 110, 129 Hernández, Joaquín, 27 Huesca, Domingo, 117 Hugo, Joseph-Léopold-Sigisbert, conde, 90, 137 Huneburg, conde de, vid. Clarke, Henri-Jacques-Guillaume Ibáñez Cuevas, Joaquín, barón de Eroles, 132, 133, 134, 156 Ibáñez y García, José, vid. Consolación, José de la Indíbil, 53, 149 Infantado, duque del, vid. Toledo y SalmSalm, Pedro de Alcántara Iribarren, José María, 122, 135 Isabel la Católica, 66 Isla, Juan Francisco de, 51 Iso, Sebastián, 148 Izquierdo, Eugenio, 79 Jiménez, Lorenzo, 126, 127 Jiménez, Manuel, Tiroliro de Yeste, 115 Jordán María de Urriés y Fombuena, Pedro, marqués de Ayerbe, 56n José I de España, 33, 34, 49, 63, 71, 72, 73, 76, 80, 81, 86n, 87, 99, 100, 104, 105, 118, 131 Joseu, industrial, 23 Joulia, Antoinette, 119 Julia Clary, esposa de José I, 86n Junot, Andoche, duque de Abrantès, 38n, 49, 54, 55, 56, 61, 72 Jusué, Domingo, 148 Kéroulas, teniente, 143

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Martí, José, 12, 13 Martin, teniente francés, 147 Martin, Emmanuel, 89, 90 Martín Díaz, Juan, el Empecinado, 93, 112, 113, 116, 120, 127 Martínez, Vicente, 19, 20 Martínez Bara, José Antonio, 11n Masséna, André, duque de Rivoli, príncipe de Essling, 125 Maxwell, W. H., 34n Mazarredo y Salazar, José de, 156 Mediavilla, Juan, 32 Menche, Luis, 49, 68, 118 Mendizábal, Gabriel, vid. Álvarez Mendizábal, Gabriel Mercader Riba, Juan, 81 Merino, Jerónimo, 93 Mezquida, corregidor interino, 130 Mina, condesa de, vid. Vega, Juana de Mina, Javier, 108, 109, 110, 111, 122 Molina, guerrillero, 137 Mollien, Nicolas-François, conde, 68 Montardit, Francisco, 115 Marquet de Montbreton, Jacques, barón de Norvins, 62n Montgaillard, Jean-Gabriel-Maurice-Rocques, conde, 79, 80n Montebello, duque de, vid. Lannes, Jean Montigny, auditor, 117 Montijo, conde de, vid. Palafox Portocarrero, Eugenio Eulalio Moñino, José, conde de Floridablanca, 9 Mor de Fuentes, José, 20 Moreno, Mariano, 11 Mortier, Adolphe-Édouard, duque de Treviso, 42, 44, 49, 55, 72 Muiños Sáenz, Conrado, 51, 51n Murat, Joachim, gran duque de Berg, 18, 27 Musnier de la Converserie, Louis-FrançoisFelix, conde, 55, 98, 100, 104, 110, 114, 127, 130, 143 Napier, William Francis Patrick, 34, 36, 42, 44, 101, 112, 113, 124, 149 Napoleón I, 29, 30, 34, 36, 42, 49, 54, 64, 68, 69, 71, 73, 79, 80n, 93, 101, 108, 110, 115, 118, 119, 122, 137 Naval, Antonio y Joaquín, 11 Navarro, Pedro, 32 Navascués, Felipe, 158 Naya y Ferrer, Alejandro, IV barón de Alcalá, 23 Neri, capitán napolitano, 140 Newton, Isaac, 31 Nombiela, Clemente, 17 Norvins, barón de, vid. Marquet de Montbreton, Jacques Ochotorena, Andrés, Buruchuri, 99, 103 O’Donnell, José, 143

Kindelán, Patricio, 19 Krauss, Werner, 12 Labara Ballestar, Carlos, 13 Lacasa y Suelves, Acisclo, 136 Lacuée, Jean-Gérard, barón, conde de Cessac, 117, 118, 119, 138 Lacueva, Mariano, 17 Lacy, Luis 132, 133 Lafoz Rabaza, Herminio, 13, 51 Lafuente, Modesto, 51 Laguna, Pedro, 29 Lannes, Jean, duque de Montebello, 42, 49, 54, 63, 72, 73 Lanuza, Cristóbal, 17 La Oliva, Antonio, 115 Lapetra, Clemente, 104 Lapeyrollerie, Octavien, 72, 104, 105, 106, 109n, 120, 121 Laporte, comandante de artillería, 70 Lapuyade, Pedro, 39 Larregui, Francisco, 67, 82 Larrodé, Mariano, Pesoduro, 121, 125, 132 Lascorz, Ramón, 52 Lastanosa, familia, 11 Lastanosa, Vincencio Juan de, 11, 12, 13 Latorre, Basilio, 117 Latre, José, 34 Lauria, Roger de, 132 Laval, Annie-Gilbert de, 55, 110 Lavalle, José Casimiro, 56, 57 Lazán, marqués de, vid. Rebolledo de Palafox y Melzi, Luis Lefebvre, François-Joseph, duque de Dantzig, 37 Lejeune, Louis-François, barón, 143 Lobera y Larrán, Mariano, 23, 33, 50 Loison, Louis-Henri, 108, 128, 129 Lolumo, Tomás, 25 Lomet, Antoine, 55, 71, 72, 100 Longa y Jáuregui, Francisco Tomás de, 112 López, Lorenzo, 50, 73, 130 López, mosén, 109, 115 López Pascual, Ignacio, 18, 19, 28 Lorén Trasobares, María Pilar 52 Luis XVIII de Francia, 80n Luis Felipe, rey de Francia, 118 Lyautey, Louis-Hubert-Gonzalve, 61 Madoz, Pascual, 11, 51, 137 Mahoma, 36 Mala Alma, vid. Sarasa, Pedro Miguel Malcarado, el, o Malcarau, el, vid. Tris, José Mallén, Fidel, 109, 110, 121 Mallén, José, 121, 122 Malo, Lucas, 17 Mandonio, 93, 149 María Luisa de Austria, 118 Markov, Walter, 119

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Oliva, Antonio, 121 Oliva Mora, Ana, 13 Oliván Borruel, Alejandro, 120 Omulrian, Manuel, 17 O’Neill, Juan, 19, 41 Oraa, Marcelino, 155 Ornat, Fermín, 99 Ornat, Joaquín, 116, 117 Ornat, Melchor, 105 Oro, Antonio, 148, 152, 154, 155 Otto, Juan Antonio, 25 Pablo y Antón, Joaquín de, Chapalangarra, 125, 136, 137, 138, 143, 147, 149, 150, 152, 161 Palacín, Manuel, 25, 144 Palacio, marqués del, vid. Traggia, Domingo Mariano Palacios, José María, 23, 24 Palafox, José, vid. Rebolledo de Palafox y Melzi, José Palafox Portocarrero, Eugenio Eulalio, conde de Montijo, 131, 136 Palau y Dulcet, Antonio, 119 Palombini, 131, 133 Pannetier de Valdotte, Claude-Marie-Joseph, 133, 134, 135, 136 Pano y Ruata, Mariano de, 51 Panzano, Martín, 26 Pardo, Ramón, 70 Pâris, Marie-Auguste, barón, 126, 139, 147, 150152, 154, 159 Paulini, 132, 133 Pedrosa, Juan, 44, 49, 97, 98, 103, 104, 111 Peñuelas, Escolástico, 21 Pequera, Francisco, 23, 24 Perena, José, 17 Perena, Pedro, 103, 105 Perena Casayús, Felipe, 19, 21, 22, 33, 34, 36, 38, 41, 42, 43, 44, 49, 50, 55, 56, 57, 58, 72, 97, 98, 101, 102, 103, 104, 105, 106, 108, 109, 110, 111, 120, 121, 122 Pesino Pesino, Rafael, 31 Pesoduro, vid. Larrodé, Mariano Pignatelli, Casimiro Armando, conde de Fuentes, 38 Pizarro, Antonio, 28 Plicque, coronel, 53, 99, 100, 103, 104, 105, 108, 121, 122, 127, 131 Poblador, Agustín, 28 Ponzán, Vicente, 34 Porlier, vid. Díaz Porlier, Juan Pueyo, Vicente, 17 Puicercús, Salvador, 149 Puisalis, Joseph, 98, 99 Purroy, Agustín, 26 Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, José María, conde de Toreno, 51

Quintana, Manuel José, 18n Quinto, Agustín de, 68 Quiroga, Antonio, 158 Quiroga y Ribera, María del Carmen, 158 Rais, agustino, 33 Ram, Tomás de, 17, 58 Rebolledo de Palafox y Melzi, Francisco, 39, 40, 44, 56 Rebolledo de Palafox y Melzi, José, 18, 19, 20, 20n, 21, 22, 24, 25, 26, 27, 28, 31, 32, 33, 34, 36, 37, 38n, 39, 41, 43, 51, 67, 160 Rebolledo de Palafox y Melzi, Luis, marqués de Lazán, 42, 49, 50 Reille, Honoré-Charles-Michel-Joseph, 88, 122, 124, 126, 128, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 138, 142, 143 Reinoso, Gregorio, 32 Renouvier, Joseph, 121, 137, 138 Renovales, Mariano, 97, 98, 99, 100, 102, 103, 104, 105, 106 Reynier, Jean-Louis, conde, 109 Riaño, Tomás, 32 Ric, Pedro María, 51, 54, 56, 57 Richard, capitán, 57 Rivoli, duque de, vid. Masséna, André Robert, coronel, 105 Robespierre, Maximilien, 80n Rocatallada, Jerónimo, 19, 33, 104 Roda, Agustín de, 58 Rodríguez de Campomanes, Pedro, conde de Campomanes, 12 Rodríguez Gallego, Teobaldo, fray, 34, 37, 43, 44, 57, 58, 63, 97, 103, 104 Rogniat, Joseph, barón y vizconde, 114 Romeo, Francisco, 23, 24 Romeu, José, 93 Roquemaurel, comandante en Jaca, 106 Rotlland, general de brigada, 122 Rouelle, coronel, 97 Rousseau, Jean-Jacques, 76 Ruata, Ángel, 28 Rubio, José, 70 Ruggieri, general, 137, 138 Ruiz, Bernardino, 32 Saint-Cyr, vid. Gouvion Saint-Cyr, Laurent Saint-Joseph, Honorine-Antoine de, esposa de Suchet, 86n, 148 Salarrullana, José, 56n Salvo, Mariano, 31 Samitier, Baltasar, 25 San Román, marqués de, vid. Fernández de San Román, Eduardo Sánchez, Julián, 93, 154 Sánchez de Cutanda, Joaquín, 23, 24 Sangenís y Torres, José, 25, 26, 27 Santamaría, Melchor de, 28 Santolaria, Andrés, 25, 26

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

Torrente, Joaquín, 25 Torres Jimeno, Antonio, 37 Torres Jimeno, Jerónimo, 37, 39n Torres-Solanot y García de Bustelo, Ignacio de, 13 Tounés, Diego, 53 Traggia, Domingo Mariano, marqués del Palacio, 128 Treviso, duque de, vid. Mortier, AdolpheÉdouard Tris, José, el Malcarado o el Malcarau, 121, 124, 135, 158 Trujillo y Jurado, Manuel María, 76 Tupper, Pedro, 128 Tur, Juan, 22 Ulzurrun, Ramón, 158 Uriz, Nicolás, 130 Valverde y Álvarez, Emilio, 62n Vandermaesen, Lubin, 149 Van Halen, Antonio, 156 Van Halen y Sarti, Juan, 156, 158 Vega, Juana de, condesa de Mina, 122, 162n Vera, paisano, 154 Verdes y Cabañas, José María, 29 Verdier, Jean-Antoine, conde, 34, 36 Vergez, Jean-Marie, barón, 110 Viand, Eustaquio, 20 Villa y Torre, José, 67 Villacampa, Pedro, 37, 41, 42, 97, 109, 110, 111, 112 113, 120, 121, 127 Villarroya, Pedro, 148 Villava, Luis, 31 Villava, Victorián, 11 Villora, matqués de, vid. Bellanger, Tomás Viriato, 93 Víu, Pedro de, 25 Voltaire, François-Marie-Arouet, 80 Vouillemont, Armand-Nicolas, 115 Walker, Adrián, 33 Wellesley, Arthur, I duque de Wellington, 34n, 113, 132, 152 Wellington, Lord, vid. Wellesley, Arthur Yermolov, Alexis Petrovich, 158 Zaidín, Marcos Antonio, 32 Zamora, Francisco, 9n Zazurca, Francisco, 28 Zurita, Jerónimo, 13

Sarasa, Miguel, 49, 97, 98, 99, 102, 103, 104, 105, 106, 108, 109, 120, 130, 132, 136 Sarasa, Pedro Miguel, Mala Alma, 109 Sarsfield Water, Pedro, 132, 133, 143 Sarto, Francisco, 103, 109, 110, 115, 121, 122 Sástago, conde de, vid. Fernández de CórdobaAlagón y Glimes de Brabante, Vicente Savary, Jean-Marie-René, 34 Schopenhauer, Arthur, 12 Segura, Ramón, 67 Serna, Felipe, 27, 28 Serrano Montalvo, Antonio, 22, 29 Sertorio, 11, 87 Severoli, Philippe, 127, 130, 131, 132, 133, 134, 149 Sieburg, Heinz Otto, 119 Sobrevía, José, 53, 109, 110 Solano, Manuel, 115, 116 Solanot, Valentín, 39 Soldevilla, Antonio, 23, 24 Solniki, capitán, 101 Soubirón, Bernardo, 25 Soulier, Jean-Antoine, barón, 131 Soult, Jean de Dieu, duque de Dalmacia, 155, 156 Spell, Jefferson Rea, 76 Stein, Heinrich-Friedrich-Karl, Freiherr von, 119 Suárez de Santander, Miguel, 67, 72, 73, 80 Suchet, Louis-Gabriel, duque de la Albufera, 38, 52, 56, 61-76 80, 86, 91, 97, 98, 99, 100, 102, 103, 105, 105, 106, 108, 109, 110, 111, 113, 114, 115, 116, 117, 118, 119, 120, 122, 123, 124, 125, 127, 130, 131, 133, 134, 136, 137, 138, 139, 143, 147, 149, 150, 155, 156 Supervía, Miguel 74 Taine, Hippolyte, 36 Thiébault, Paul-Charles-François-Dieudonné, 91, 92 Thouvenot, Pierre, 57 Tinoco, José, 19, 28 Tiroliro de Yeste, vid. Jiménez, Manuel Toledo y Salm-Salm, Pedro de Alcántara, duque del Infantado, 17 Toreno, conde de, vid. Queipo de Llano y Ruiz de Saravia, José María

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OTROS TÍTULOS DE LA COLECCIÓN

1. Antonio Durán Gudiol, Historia de los obispos de Huesca-Jaca de 1252 a 1328 (1985). 2. José Mª García Ruiz, Juan Puigdefábregas y José Creus Novau, Los recursos hídricos superficiales del Alto Aragón (1986). 3. Antonio Plaza Boya, El mundo religioso del alto Ésera (1986). 4. Joaquín Rodríguez Vidal, Geomorfología de las sierras exteriores oscenses y su piedemonte (1986). 5. Lourdes Ascaso Sarvisé, El monasterio cisterciense de Santa María de Casbas (1986). 6. César Pedrocchi Renault y otros, Estudio multidisciplinar de La Laguna, Sariñena (Huesca) (1986). 7. Ángel Conte Cazcarro, La encomienda del Temple de Huesca (1986). 8. Jesús Morales Arrizabalaga, La derogación de los fueros de Aragón (1707-1711) (1986). 9. Francho Nagore Laín, El aragonés de Panticosa. Gramática (1986). 10. Vicente Bielza de Ory y otros, Estudio histórico-geográfico del valle de Bielsa (1986). 11. Carlos Mazo Pérez y José Mª Rodanés Vicente, Corpus de útiles pulimentados de la comarca de Monzón (1986). 12. Rafael Vidaller Tricas y José Enrique Ortega Cebollero, Los árboles del Altoaragón (1987). 13. Ricardo García González, Estudio del crecimiento postnatal en corderos de raza Rasa Aragonesa ecotipo Ansotano (1987). 14. Ramón López Batalla, La población de Estadilla (Huesca) en el siglo XVIII: estudio de demografía histórica (1987). 15. Miguel Bandrés Nivela, La obra artigráfica de Ramón Acín: 1911-1936 (1987). 16. C. Alfageme Ortells y otros, Félix de Azara, ingeniero y naturalista del siglo XVIII (1987). 17. Antonio Jesús Gorría Ipas, Evolución y crisis demográfica de la organización social. El valle de Ansó (1987). 18. Francisco Salamero Reymundo, Ensayo biográfico sobre Diego Cera, un grausino universal (1987). 19. Gabriel Montserrat Martí, Catálogo florístico del Cotiella y la sierra de Chía (1987). 20. Carmen Frías Corredor y Miriam Trisán Casals, El caciquismo altoaragonés durante la Restauración (elecciones y comportamiento político en la provincia de Huesca, 1875-1914) (1987). 21. Mª Pilar Lascorz Garcés, Barbastro y su desarrollo urbano en el siglo XIX (1987). 22. Javier Callizo Soneiro, La red urbana de Huesca (1988). 23. Philippe Moreau, La iglesia de San Pedro de Ansó (1988). 24. José Antonio Gracia Guillén, Introducción a las rentas de la Universidad de Huesca (1987). 25. Adolfo Castán Sarasa, Arquitectura militar y religiosa del Sobrarbe y Serrablo meridional (siglos XI-XIII) (1988). 26. José Garcés Romeo, Julio Gavín Moya y Enrique Satué Oliván, Arquitectura popular de Serrablo (1988; 3ª ed., ampliada, 2000). 27. José Ángel Sánchez Navarro, Los recursos hídricos de las sierras de Guara y sus somontanos (1988). 28. Ana Castelló Puig, Propiedad, uso y explotación de la tierra en la comarca de los Monegros oscenses (1989). 29. Brian Mott, El habla de Gistaín (1989). 30. David Badía Villas, Los suelos en Fraga. Cartografía y evaluación (1989).


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31. Mª Jesús Murillo Capdevila, La brucelosis en la provincia de Huesca (estado actual y repercusión económica) (1989). 32. Carmen Rábanos Faci y colaboradores, La casa rural en el Pirineo aragonés (1990; 2ª ed., 1993). 33. Ana I. Escalona Orcao, Las comunicaciones transpirenaicas en Aragón (1990). 34. Francis Chauvelier, La repoblación forestal en la provincia de Huesca y sus impactos geográficos (1990). 35. Justo Broto Salanova, Un olvidado: José Mª Llanas Aguilaniedo (1992). 36. Mª Teresa Cardesa García, La escultura del siglo XVI en Huesca (1. El ambiente histórico-artístico) (1993). 37. José Vicente Ferrández Palacio y Juan Manuel Sanz Casales, Las plantas en la medicina popular de la comarca de Monzón (Huesca) (1993). 38. Mª Teresa Cardesa García, La escultura del siglo XVI en Huesca (2. Catálogo de obras) (1996). 39. Severino Pallaruelo Campo, Los molinos del Altoaragón (1994). 40. José Domingo Dueñas Lorente, Ramón J. Sender (1924-1939). Periodismo y compromiso (1994). 41. María Jesús Lacarra (coord.), Estudios sobre Pedro Alfonso de Huesca (1996). 42. Carlos Laliena Corbera, La formación del Estado feudal. Aragón y Navarra en la época de Pedro I (1996). 43. Alberto Sabio Alcutén, Los montes públicos en Huesca (1859-1930). El bosque no se improvisa (1997). 44. María Jesús Vicén Ferrando, Mariano Carderera y Potó. Orígenes y desarrollo de su pensamiento pedagógico (1999). 45. Ramón Acín, Aproximación a la narrativa de Javier Tomeo. Simulación, intertextualidad e interdiscursividad en las primeras novelas del autor (2000). 46. María José Pallarés Ferrer, La pintura en Huesca durante el siglo XVII (2001). 47. Guillermo Vicente y Guerrero, El pensamiento político-jurídico de Alejandro Oliván en los inicios del moderantismo (1820-1843) (2003). 48. Francho Nagore Laín, El aragonés del siglo XIV según el texto de la Crónica de San Juan de la Peña (2003). 49. José Arlegui Suescún, La Escuela de Gramática de la Facultad de Artes de la Universidad Sertoriana de Huesca (siglos XIV-XVII) (2004). 50. Isabel Romanos Colera, Sillerías corales del siglo XVI (2004). 51. José Antonio Martínez Prades, El castillo de Loarre. Historia constructiva y valoración artística (2005). 52. Alberto Gil Novales, Diccionario biográfico aragonés: 1808-1833 (2005). 53. Héctor Millán Garrido, Estructura y cinemática del frente de cabalgamiento surpirenaico en las Sierras Exteriores aragonesas (2006). 54. Juan Carlos Ara Torralba, Arturo Zancada y Conchillos y sus proyectos culturales La Ilustración Militar y La Ilustración Nacional (2007). 55. José Ignacio Gómez Zorraquino, Los santos Lorenzo y Orencio se ponen al servicio de las «tradiciones» (siglo XVII) (2007). 56. María de los Ángeles Campo Guiral, Devoción y fiesta en la pluma barroca de Ana Francisca Abarca de Bolea: estudio de la Vigilia y octavario de San Juan Baptista (2007).


Consagrar la distinción, producir la diferencia Una historia del Instituto de Huesca a través de sus catedráticos ENUQRJNVPNF

Juan Mainer Baqué

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