52 minute read

Luis Germán Zubero y Vicente Pinilla Navarro

LAS RELACIONES COMERCIALES ENTRE ARAGÓN Y CATALUÑA, 1860-1975

Luis GERMÁN ZUBERO* Vicente PINILLA NAVARRO*

HACIA LA ARTICULACIÓN DEL MERCADO INTERIOR

Durante la primera mitad del siglo XIX, la creciente articulación de la economía española en torno a la configuración de un único mercado interior, supuso para Aragón el mantenimiento de una economía de base agraria cuyos excedentes eran destinados mayoritariamente hacia Cataluña, con una economía más diversificada que, en esos momentos, estaba verificando su proceso de industrialización. Esta división regional del trabajo se consolidó con la creación y desarrollo de la red ferroviaria, que a su vez iba a impulsar la ampliación e integración del mercado interior. Es conocido cómo el eje básico en la articulación de este mercado interior, iniciada en 1820 con el decreto de prohibición de entrada de granos extranjeros, se constituyó sobre los intercambios de trigo y harina desde el interior peninsular hacia la periferia y las exportaciones de tejidos y manufacturas desde esta última, relación saldada con un balance comercial positivo para Cataluña. Este sistema de relaciones comerciales que se mantiene durante medio siglo entró en crisis especialmente desde los años de la depresión agropecuaria, en la década de los ochenta.

En este contexto, asistimos en Aragón durante las décadas centrales del siglo, al igual que en toda la España interior, a un crecimiento significativo de la producción agraria, especialmente de cereales y viñedo (en este caso, el crecimiento quedó vinculado a la coyuntura filoxérica en Francia). El crecimiento agrario español que tuvo lugar durante estas décadas no se puede entender, además, sin el importante cambio institucional que previamente tuvo lugar. Con el conjunto de medidas que englobamos bajo la denominación de reforma agraria liberal se abrieron nuevas posibilidades para la agricultura que pueden sintetizarse en una mayor flexibilidad en las respuestas del sector agrario frente a los estímulos del mercado, el pleno disfrute de la producción y sus beneficios por sus propietarios y la libre disposición por parte de éstos sobre el factor tierra.'

* Universidad de Zaragoza.

1. GARCÍA SANZ, Á. y GARRABOU, R. (1985).

Parece oportuno preguntarnos por el papel jugado por el tendido de la red ferroviaria española desde la década de los sesenta. Pese a haberse constatado de forma suficiente los obstáculos que los medios de transporte tradicionales impusieron al incremento de los intercambios por su alto coste, irregularidad y lentitud,' también de forma fehaciente se ha puesto de relieve cómo en ocasiones estos obstáculos se fueron removiendo lentamente y no impidieron que la articulación del mercado interior antecediese con mucho a la llegada del ferrocarril. Ahora bien, también es indudable que la construcción de aquél fue, como se ha dicho, un «eficaz instrumento de integración económica»3 por cuanto hizo posible un crecimiento significativo de los intercambios al abaratar su coste, acelerar su rapidez y asegurar su regularidad, permitiendo no sólo un aumento del comercio tradicional sino también el acceso al comercio a larga distancia de productos hasta entonces marginados de él.

En este contexto de integración del mercado interior y tendido de la red ferroviaria la pregunta que debemos responder concierne a la importancia que tuvieron para la economía aragonesa y su crecimiento, las relaciones con la economía catalana durante el período que estamos examinando. Para ello puede ser útil, en primer lugar, y dado el carácter básicamente agrario de la economía aragonesa, caracterizar el tipo de crecimiento del sector primario que tuvo lugar tanto en Aragón como en Cataluña, para luego intentar definir en qué medida sus relaciones mutuas influyeron en él.

Se partía a mediados del siglo XIX de estructuras agrarias bien distintas. Mientras que la agricultura aragonesa seguía siendo básicamente cerealista, la catalana ofrecía un perfil mucho más diversificado, como consecuencia de los cambios iniciados ya en el siglo XVIII, en el sentido de haberse alcanzado en algunas comarcas una especialización importante en algunos cultivos de exportación, como viñedo, olivar o algunos árboles frutales. El vino y el aguardiente se habían constituido en los principales productos de exportación del Principado, insuficientes, por otra parte, para compensar el déficit comercial producido por las necesarias importaciones de algodón, materia prima esencial para el desarrollo de la industria textil algodonera.' Esta distinta especialización agrícola quedaba perfectamente reflejada en las importantes superficies ocupadas por estos cultivos en 1860 así como en su evolución posterior.

A pesar de la tosquedad de los datos de 1860, que ni siquiera permiten saber con exactitud la superficie ocupada por el sistema cereal, en ambos casos nos encontramos con una expansión significativa de la superficie agrícola hasta 1888. Dentro de esta expansión destacaron especialmente la del sistema cereal y la de olivares y viñedos. Un desglose de los datos por provincias matiza, sin embargo, notablemente estos datos.

2. RINGROSE, D. (1972); MADRAZO, S. (1984); GÓMEZ MENDOZA, A. (1982), pp. 20-26. 3. GARCÍA SANZ, Á. y GARRABOU, R. (1985), p. 51. 4. Sobre la agricultura aragonesa en el siglo XVIII, vid. PÉREZ SARRIóN, G. (1984); sobre la catalana, vid. VILAR, P. (1987).

Cuadro 1

USO DEL SUELO AGRÍCOLA EN ARAGÓN Y CATALUÑA, 1860-1888 (EN HECTÁREAS)

ARAGÓN CATALUÑA

1860 1888 1860 1888

Total agricultura 1.082.333 1.331.956 960.787 1.142.230 S.' Cereal (1) 943.104 1.056.403 473.749 536.799

Cereales y Leguminosas

Barbechos 591.080

465.324 372.899

163.900

Viñedo 89.777 162.556 311.228 367.445

Olivar 39.108 43.706 111.536 139.827

Árboles frutales 1.191 (3) 843 51.058 51.198 Cultivos intensivos (2) 9.153 (3) 68.448 13.216 46.961

Fuente: Aragón, PINILLA, V. (1990); Cataluña, PUJOL, J. (1988). (1) El total de cereales incluye probablemente también todos los cultivos intensivos excepto praderas artificiales, sin que sea posible realizar un desglose. (2) Sólo incluye praderas artificiales. (3) Estimación. Para detalles vid. fuentes.

En Aragón, un abrumador porcentaje del crecimiento de la superficie agrícola se localizó en Huesca (38%) y Zaragoza (44%), siendo muy inferior el de Teruel. En Cataluña, gran parte del crecimiento se situó en la provincia de Lérida. Ello fue especialmente notable en el caso de los cereales, donde casi con exclusividad tuvo lugar la expansión, destacando también esta provincia en el caso del viñedo por su espectacular crecimiento.

Centrándonos, en consecuencia, tanto en los cultivos que más crecieron, cereales y viñedo, como en las zonas que también más lo hicieron, el interior catalán leridano y la zona de la depresión central aragonesa, cabe preguntarse por las razones que explican este crecimiento.

En el caso de los cereales, aquéllas residirían en el crecimiento general de la población y especialmente de la de Barcelona y su área de influencia, y en la posibilidad de abastecerla una vez que el suministro exterior fue disminuyendo, mientras que en el caso del viñedo tanto en Aragón como en Lérida sería la demanda francesa la que explicó el formidable crecimiento.

Aunque nos ocuparemos de explicar las razones que justifican el crecimiento de la producción aragonesa de cereales, creemos que el mismo esquema con ciertas matizaciones funciona en el caso de Lérida.

Aragón, autosuficiente en la producción de cereales para su consumo interno, era con anterioridad a 1820 un proveedor regular de trigos a Barcelona, adonde llegaban sus excedentes por medio del cabotaje desde Tortosa a través del Ebro.

El decreto de 1820 que reservaba el mercado interior para los productores nacionales, excepto en el caso de que el precio del trigo superase unos determinados límites, no significó a corto plazo en Cataluña un cierre inmediato al comercio exterior por cuanto la producción nacional se mostró insuficiente en los años de crisis de subsistencias o malas cosechas para evitar dicho recurso. Por ello el mercado catalán de cereales funcionó hasta los años treinta con un sistema mixto, basado principalmente en la producción interior, pero completado con cereales importados mediante autorizaciones temporales o contrabando. Por lo tanto, si a corto plazo la política prohibicionista aseguraba una salida segura para los excedentes cerealistas españoles, y entre ellos los aragoneses, en los años en que éstos existieran, a más largo plazo se iba a convertir en un fuerte estímulo para que aumentase la producción, hasta que ésta llegara a satisfacer completamente el mercado interior. De esta forma, Cataluña pasó de abastecerse de cereales importados y nacionales, a hacerlo con los procedentes de los puertos del norte de la península —punto de salida del grano castellano—, de la periferia mediterránea —donde se embarcaba el cereal andaluz y castellano-manchego— y del producido en la propia Cataluña interior y Aragón.'

El grano aragonés —y las harinas obtenidas de su transformación industrial en Zaragoza especialmente desde finales de los años cuarenta— eran exportados por el río Ebro hasta Tortosa por medio de laúdes, barcos de poco calado, y desde aquí por medio de cabotaje hacia Barcelona. Durante la década de los cincuenta, en un contexto de fuerte crecimiento de la demanda de grano, se constituyó en Barcelona la Real Compañía de Canalización del Ebro, llevándose a cabo en los años siguientes obras de canalización y drenaje del curso bajo del Ebro, si bien jamás llegó a establecerse el contacto hasta Zaragoza, teniendo finalmente que cerrar la empresa fluvial ante la inexorable competencia del naciente ferrocarril.

La entrada en servicio en 1861 del ferrocarril que unió Barcelona con Zaragoza iba a resultar trascendental en el desarrollo de estos intercambios, desplazando el flujo comercial a través del Ebro y posibilitando su crecimiento. Una parte muy importante de las mercancías transportadas por esta línea férrea fueron cereales y harinas, no sólo de origen aragonés o del interior catalán, sino también castellano, al ponerse en funcionamiento ese mismo año la línea Alsasua-Zaragoza, conectada a la red del Norte. A finales de la década de los setenta se había ya completado prácticamente dicho desplazamiento.' El saldo comercial de trigo y harina de este cereal remitido hacia Cataluña desde Huesca y Zaragoza por ferrocarril, alcanzó en aquellos años una cifra media de cuarenta y cuatro mil toneladas anuales a través de la línea de la

5. FRADERA, J. M. (1984), pp. 156-160 y FRADERA, J. M. (1987). 6. PASCUAL, P. (1989), p. 140.

Compañía de los Ferrocarriles del Norte. La proporción que la harina representaba en las exportaciones totales era muy importante —unas tres cuartas partes del trigo se remitía transformado ya en harina— y evidenciaba el importante desarrollo de la industria harinera zaragozana en estos años.

Con la construcción del ferrocarril, Zaragoza consiguió nuevas oportunidades productivas apoyadas en el factor localización. El innovador sector fabril harinero que había surgido en la ciudad desde 1845 iba a desarrollarse al beneficiarse del nuevo medio de comunicación y encontrarse respecto de Castilla (principal núcleo productor cerealista y harinero del país) a mitad del camino del mercado barcelonés. Así, durante la década de los años sesenta, Zaragoza se constituyó como tercer centro productor y expendedor de harinas de la España interior, tras Valladolid y Palencia. Las harineras zaragozanas alcanzaron una notable expansión productiva en esos años representando en 1863 el 13,7% de la capacidad productiva fabril española. Sin embargo, desde la reforma arancelaria de Figuerola (1869), que posibilitó la importación de trigos foráneos, el creciente consumo barcelonés de trigos y harinas cubierto generalmente por la producción interior fue complementado por importaciones. En esta expansiva coyuntura, sin embargo, la industria harinera interior todavía no pareció mostrar recelo de las posibilidades productivas del nuevo núcleo fabril harinero barcelonés (surgido alrededor de San Martí de ProvenQals), que representaba en 1863 sólo un 3,8% de la capacidad productiva fabril harinera española.'

En definitiva, es muy difícil calcular el incremento de las exportaciones a Cataluña después de 1820 y el impulso que a aquéllas dio el referido tendido ferroviario. Sólo las estadísticas ferroviarias ofrecen garantías en cuanto a su calidad. De las comparaciones con las estimaciones recogidas por Peiró de las salidas de trigo por vía fluvial hacia Cataluña se deriva la constatación de un importante incremento entre 1818 y 1848 del volumen de trigo exportado, que todavía crecerá mucho más a finales de los setenta cuando su transporte se realice por ferrocarril.'

En resumen, la producción cerealista en Aragón y su comercialización aumentaron de forma importante durante el segundo y parte del tercer tercio del siglo XIX, de manera que fue capaz no sólo de alimentar a una población en crecimiento, sino también de exportar hacia el mercado catalán importantes excedentes. El impulso para aquel crecimiento habría sido en primer lugar el propio aumento de la población y también la articulación, sobre todo a partir de 1820, de un mercado interior protegido fuertemente frente a la competencia exterior. El incremento de la oferta sólo fue posible gracias a las transformaciones introducidas por la reforma agraria liberal y que suponían el progresivo desarrollo del capitalismo en el campo. Estos crecientes excedentes alimentarios pudieron ser comercializados gracias a la implantación del ferrocarril, que posibilitó, además, el desarrollo de un nuevo núcleo fabril harinero en Zaragoza.

7. GERMÁN, L. (1990), pp. 188-190. 8. Vid. datos de la comunicación presentada por PEIRÓ, A., cuadro 5.

93

Si nos referimos ahora al viñedo, su crecimiento respondió sobre todo al incremento de la demanda francesa de vinos una vez que la filoxera asolara sus pagos a partir de 1868 y los tratados comerciales firmados con Francia permitieran la exportación a aquel país de importantes cantidades de mosto a precios muy remuneradores. En Aragón, el crecimiento de la producción vitícola se centró en comarcas que contaban con tradición vitícola y claras posibilidades para comercializar sus caldos a través del tendido ferroviario. En Cataluña la demanda francesa tuvo una importancia relativa menor, ya que contaba con una sólida tradición exportadora hacia el mercado americano, que es hacia donde se dirigía una gran parte de su producción. Ahora bien, los altos precios que el vino alcanzó impulsaron una mayor extensión del área vitícola, sobre todo en terrenos menos adecuados para este cultivo, especialmente en la provincia de Lérida.'

DEPRESIÓN AGROPECUARIA Y DESESTRUCTURACIÓN DEL MERCADO INTERIOR

Es conocido cómo el sistema de relaciones comerciales establecido durante más de medio siglo entre Cataluña y las economías agrarias del interior peninsular se rompió durante los años ochenta al producirse el rápido descenso de los precios internacionales de los productos agropecuarios llegados de ultramar, obtenidos con menores costes de producción y beneficiados del abaratamiento de los fletes que supuso la incorporación del vapor a la navegación oceánica. En el caso de los cereales, donde quizás la crisis se sintió con una mayor intensidad, la posición de las zonas productoras del interior peninsular fue extraordinariamente grave al verse la periferia española inundada por las importaciones de granos a precios inferiores.

El efecto lógico de ello fue una reducción de los envíos desde el interior hacia la periferia deficitaria de granos, quebrándose una tendencia en el mercado interior que arrancaba de las primeras décadas del siglo XIX, lo que ha llevado a hablar de «desestructuración del mercado interior», en el sentido de «desestructuración del sistema de relaciones comerciales que mantenían Cataluña y el resto de España, acusadamente polarizado..., en el intercambio de cereales y tejidos», como una de las consecuencias de dicha crisis.'" Es lógico, por lo tanto, que como consecuencia de las fuertes importaciones, en 1890-94 la conexión importadora de Cataluña con el mercado exterior fuera más importante que con el propio interior peninsular."

En Aragón, al igual que en las restantes regiones agrarias interiores, con un importante peso de la producción cerealista en sus agricultores, la incidencia de la depresión agropecuaria fue mayor. Asimismo, su industria fabril vin-

9. PUJOL, J. (1984). 10. PASCUAL, P. (1990). 11. SANZ, J. (1985), p. 301.

94

culada a la transformación de productos agrarios, en gran parte localizada en Zaragoza y concentrada en el sector harinero, perdió peso relativo ante las dificultades de comercialización que le impusieron aquellos núcleos industriales más avanzados y competitivos que contaban con un mayor grado de modernización en su estructura industrial.

Pese a que desde 1869 el sistema prohibicionista había sido sustituido por un arancel proteccionista que posibilitaba la importación de grano extranjero, ello no planteó problemas a los productores del interior hasta que los importantes descensos de los precios internacionales del trigo hicieron que a comienzos de la década de los ochenta el nivel de protección ya no asegurase la reserva del mercado interior a aquéllos, y en consecuencia se pasó de un saldo neto positivo exportador, merced a los envíos a las colonias, a un saldo neto importador para el quinquenio 1880-1884.

En este contexto, los precios aragoneses comenzaron a no ser competitivos en el mercado barcelonés, estrechándose los diferenciales hasta entonces existentes, lo que supuso graves dificultades de comercialización para las harinas zaragozanas y el grano, este último en su mayor parte altoaragonés.

Comparando los saldos ferroviarios en los años finales de la década de los setenta con los primeros ochenta, en los que como se ha visto la crisis se siente con intensidad en España, la caída del saldo exportador aragonés de cereales y harinas hacia Cataluña es bastante importante, reduciéndose casi a la mitad. En los primeros noventa la situación permanece estacionaria. Ahora bien, si en un primer momento cayeron, sobre todo, las exportaciones de grano, posteriormente es la exportación de harina, reducida ya considerablemente en los primeros ochenta, la que en los noventa experimenta una caída más impresionante, caída que como veremos más adelante se prolonga hasta los inicios del siglo XX.

Se puede decir, en consecuencia, que la caída de las exportaciones aragonesas de harina es indicativa de la pérdida de un mercado que era capaz ahora de producir aquélla, como muestra la evolución de la industria fabril harinera en España y su localización (cuadro 2). Si en 1863 la industria fabril aragonesa moderna, exceptuados por lo tanto los molinos tradicionales, suponía por la contribución industrial pagada el 13,7% de la española, frente a una industria catalana que sólo representaba el 3,8%; en 1886-87, la industria catalana había ascendido hasta el 10,1% mientras la aragonesa había bajado al 9,6%. En 1900 la industria catalana era ya el 13,5%, y la aragonesa un raquítico 4,1% (Zaragoza suponía el 3,5%). Esta pérdida de posiciones de la industria aragonesa está relacionada con el crecimiento del núcleo harinero catalán localizado en la costa barcelonesa, en San Martí de Provengals. En consecuencia, parece bastante claro que la crisis de la industria harinera aragonesa y el descenso de sus exportaciones tuvieron su causa directa en la oportunidad para la nueva industria catalana de comprar trigos más baratos del exterior. Lógicamente, cuando en la década de los ochenta tuviera lugar un mayor descenso del precio de aquél, las ventajas que esta industria tuvo en Barcelona fueron todavía mayores, a costa lógicamente de sus competidores del interior, bien fueran éstos aragoneses o castellanos, que vieron perder con rapidez sus importantes

95

cuotas en aquellos mercados. La industria barcelonesa, en pleno proceso de expansión, fue capaz, además, de adoptar las tecnologías más modernas, generalizando en el sector la difusión de la nueva tecnología austrohúngara: en 1900, el 90% de la capacidad productiva barcelonesa se vinculaba al nuevo sistema de cilindros frente a un menor nivel de modernización en las harineras zaragozanas que alcanzaba sólo un 50% del total.

Un análisis de los saldos comerciales de harina en estos años muestra cómo, junto al fuerte descenso del saldo zaragozano, Barcelona pasa de ser importadora neta hasta mediados los ochenta a exportadora neta durante las dos décadas siguientes.

Cuadro 2 COMPARACIÓN ENTRE LA CAPACIDAD PRODUCTIVA FABRIL HARINERA Y SALDO COMERCIAL HARINERO DE ZARAGOZA Y BARCELONA (1856-1906)

L CAPACIDAD PRODUCTIVA INDUSTRIAL II. SALDO COMERCIAL HARINERO

ZARAGOZA BARCELONA ZARAGOZA BARCELONA

1856 4,7 0,6 1878-81 20,1* -12,9 1863 13,7 3,8 1882-86 14,3 -9,6 1886-7 8,0 10,1 1890-94 13,7 22,9 1900 3,5 13,5 1901-06 3,6* 3,1*

Porcentaje Bspaña: 100 Saldo comercial: miles de Tm. Fuente: Contribución Industrial... Fuente: Cía de FECC. Norte y MZA *sin datos de la Cía MZA.

La gravedad de la crisis motivó numerosas protestas primero contra la importación de trigos extranjeros, y más adelante contra la política de tarifas de las compañías ferroviarias. Estas, con objeto de asegurarse tráficos interregio: nales en sus líneas y también de competir con el cabotaje, desarrollaron progresivamente tarifas especiales entre distintos centros geográficos y también para determinados productos. En general, el tráfico de cereales y harina se hacía sobre la base de estas tarifas. El problema no era evidentemente que la competencia castellana estuviera desplazando a los cereales aragoneses, sino que en un mercado en el que estaban descendiendo fuertemente las ventas como consecuencia de los más bajos precios del trigo importado, la mera presencia de trigo o harina procedente de otras zonas del interior peninsular era un peligro para las ventas aragonesas. Si a ello unimos el hecho de que las tarifas vigentes en los años ochenta eran proporcionalmente más reducidas para el

96

comercio entre Castilla y Cataluña que entre esta última y Aragón, puede entenderse el origen del problema.

En un cálculo realizado para 1887 sumando los precios del trigo en distintas zonas productoras y el coste del transporte a Barcelona y hallando su diferencia con el precio de Barcelona, Zaragoza resultaba ser la provincia que presentaba un menor déficit respecto del obtenido por las localidades castellanas." Por ello, en 1888 se rebajaron por las compañías ferroviarias dichas tarifas con objeto de posibilitar en momentos especialmente difíciles que continuase el comercio de cereales entre las zonas productoras y Barcelona, para lo cual era imprescindible que el precio del trigo en aquéllas más el coste de transporte fuera inferior al del trigo importado. La rebaja no fue similar para todos los trayectos, y las localidades castellanas se beneficiaron de una disminución proporcionalmente mayor que la de Zaragoza, lo que acumulado a las diferencias anteriores daba como resultado precios del transporte mucho más desfavorables para el realizado entre esta ciudad y Barcelona. Hacia finales de siglo, el coste de transporte de trigo por tonelada y kilómetro era en el trayecto Zaragoza-Barcelona de 0,077 pesetas frente a 0,048 pesetas entre Valladolid y Barcelona, es decir, un 60% más caro en el primer caso."

Si la crisis cercenó las posibilidades exportadoras hacia Cataluña tanto de industriales harineros como de comerciantes de granos, el debilitamiento de la demanda afectó de forma indudable a los productores. En primer lugar las expectativas favorables que habían empujado el impulso roturador desde al menos la década de los cuarenta cesaron y de esta manera finalizó un período claramente expansivo para la agricultura aragonesa.

Si hemos ejemplificado en los cereales y especialmente en el trigo las consecuencias que la crisis tuvo en cuanto a la ruptura de una determinada tendencia a la articulación entre las dos economías catalana y aragonesa, ello no quiere decir que en otros productos no existieran problemas. En algunos de ellos fueron de índole similar a los de los cereales, es decir, una caída de la demanda catalana que ponía en graves aprietos a los productores aragoneses. El caso más significativo en este sentido es el de la ganadería ovina en Aragón. El principal mercado, tanto de carne como de lana, estaba en la provincia de Barcelona. La caída de la demanda desde este mercado en la década de los ochenta, como consecuencia de la competencia exterior y también interior, afectó duramente al lanar aragonés. Según la Casa de Ganaderos de Zaragoza, se había pasado de vender desde la ciudad de Zaragoza en 1868 10.000 cabezas en Cataluña a 7.000 en 1880, y sólo 200 en 1887, lo que puede ser indicativo de la magnitud de la crisis.

En otros productos como en el aceite o el vino no fue en las relaciones entre ambas economías donde surgieron los problemas sino en la incidencia de problemas comunes. Así, en el caso del aceite la crisis que éste atravesó, como consecuencia de la competencia que el petróleo, el gas y otras semillas vegeta-

12. PASCUAL, P. (1990). 13. GERMÁN, L. y FORCADELL, C. (1988), p. 76.

97

les le hicieron en distintos usos fue común para todos los productores. Sólo quienes producían un aceite más fino, es decir, el Bajo Aragón y Tarragona, con destino a la exportación para el consumo de alta calidad, vieron descender sus precios en menor medida.

En el vino, el fin del tratado comercial con Francia en 1891 que hasta entonces había paliado los efectos de la crisis haría caer bruscamente las exportaciones para aquellos productores que se habían especializado en atender aquel mercado.

A partir de 1895, con la confluencia de la política arancelaria inaugurada en 1891, la depreciación de la peseta y la recuperación de los precios internacionales del grano, parece iniciarse el restablecimiento precario del mercado interior de cereales y harinas: se reduce el nivel de importación de granos extranjeros, y, en contrapartida, aumentan en la periferia los procedentes del interior peninsular.

Si la industria agroalimentaria aragonesa, especialmente vinculada a la molturación de granos y muy localizada en Zaragoza, experimentó una clara recesión, ésta también se produjo en el más pequeño y tradicional subsector textil. La decadencia de la tradicional industria textil aragonesa —en general, una industria rural, dispersa, de consumo local y comarcal, de atrasado utillaje y escasa calidad en sus productos—, muy centrada en fibras textiles como el cáñamo y el lino y, en menor medida, en la lana, se había iniciado ya con anterioridad a la instalación del ferrocarril y prosiguió tras su implantación. En el caso de su rama principal, la industria cañamera y linera, siguió retrocediendo su presencia vertiginosamente durante la segunda mitad del siglo sin que consiguiese adaptarse en Aragón a la lenta renovación tecnológica del sector. Desapareció en Aragón la hilatura sin incorporarse a la mecanización del tisaje, en contraste con la concentración y mecanización del sector en Cataluña.

En definitiva, también el peso industrial fabril aragonés (estimado a partir del peso de la contribución fabril), que suponía en 1863 alrededor del 5% del total español, descendió hasta mediados de los noventa, representando en 1895-96 un 2,7%, y sólo a partir de ese momento parece empezar a recuperarse.

PROTECCIONISMO Y RECOMPOSICIÓN DE LAS RELACIONES COMERCIALES ENTRE ARAGÓN Y CATALUÑA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

El proceso de crecimiento económico español durante el primer tercio del siglo XX —una vez superada la fase depresiva de finales del siglo XIX— produjo toda una serie de transformaciones estructurales que configuraron un proceso lento, pero constante, de modernización económica. Todo ello, dentro de una política económica calificada como la «vía nacionalista» del capitalismo español, propiciada por trigueros, textiles y siderúrgicos, promotores del pro-

98

teccionismo arancelario, del intervencionismo estatal en la producción y del corporativismo. En este contexto proteccionista se avanzó en la reconstrucción del sistema de relaciones económicas entre el interior y la periferia. Ello posibilitaba el crecimiento y recuperación de las producciones de las regiones agrarias del interior, tanto desde el punto de vista agrícola como de su industria agroalimentaria.

La recuperación del sector agrario en España tras la crisis agropecuaria finisecular combinó, como es sabido, medidas puramente proteccionistas con una seria modernización de su agricultura. Los cereales son un buen ejemplo de ello: la política comercial no pretendió un aislamiento de los precios del grano español con respecto a los exteriores. Se buscó conciliar protección para los productores nacionales con seguridad de suministro exterior en los momentos de precios altos y escasez, y un nivel de precios que no superase unos ciertos límites." De esta forma desde 1898 se estableció un sistema de recargos o rebajas sobre el arancel según cuál fuera el precio medio del trigo en los mercados reguladores (Burgos, Palencia, Salamanca, Valladolid y Zamora). Hasta que en 1923 se prohíba por primera vez la importación de trigo del exterior, anunciando ya el progresivo cierre del mercado ante los problemas que aparecieron en los mercados agrarios mundiales a partir de aquella década, el sistema permaneció de forma similar. Quedaba con ello claro que si, por un lado, la protección no garantizaba la reserva del mercado interior a cualquier precio; por otro, no había más remedio que ser competitivo y producir más a un menor precio. Para ello la vía más adecuada era la modernización de la agricultura, la especialización.

La salida a la crisis, en definitiva, sólo podía provenir de una modernización de la agricultura, lo que implicaba una serie de cambios técnicos imprescindibles, así como una mayor especialización del secano y regadío en los cultivos más adecuados para ambos. El crecimiento agrícola aragonés del primer tercio del siglo XX se articuló en torno a dos modelos diferenciados, coexistentes y complementarios: una agricultura cerealista en el secano que tendió hacia una alta producción por activo antes que por hectárea, y una agricultura de regadío basada en el cultivo de plantas de alto rendimiento económico, algunas nuevas y otras hasta entonces poco difundidas, donde destacaban sobre todo la remolacha azucarera y también las plantas forrajeras. La agricultura de regadío en contraste con la de secano no sólo era intensiva en el uso de capital sino también en el de trabajo. Así por ejemplo, la mayoritaria utilización, hacia 1900, del importante regadío zaragozano en el sistema cereal (ocupaba aquí más de cincuenta y cinco mil Ha) se redujo en 1913 a menos de treinta mil Ha, siendo desplazados el trigo y la cebada por los dos cultivos intensivos citados, la remolacha azucarera y, en menor medida, la alfalfa.15

14. Grupo de Estudios de Historia Rural (1980). 15. La argumentación sobre la evolución de la agricultura aragonesa aquí expuesta, tanto para el siglo XIX como para el XX, sigue en sus líneas generales la de la tesis doctoral de V. Pinilla (1990).

Ambas agriculturas exigieron cambios técnicos significativos, algunos de ellos útiles para ambas, aunque en ocasiones con finalidades distintas: intensificación y ampliación del regadío, arados de vertedera, abonos inorgánicos, lucha contra las plagas, selección de semillas, mecanización de ciertas labores e investigación y difusión de nuevos conocimientos agronómicos, fueron los aspectos más llamativos de aquella modernización.

Este conjunto de cambios tendió a localizarse en la zona del valle, mientras el norte y sur montañoso se adaptaban con dificultad a la nueva situación. Su especialización en una agricultura de autoconsumo y una ganadería basada en el ovino trashumante —cuando ambas actividades estaban en crisis y transformándose hacia la especialización en el primer caso y el ganado estante complementario de la agricultura en el segundo—, sus menores posibilidades agronómicas y en definitiva su peor dotación de recursos naturales para el tipo de desarrollo agrario que estaba teniendo lugar así como la falta de alternativas a éste, deprimió profundamente aquellas zonas que registraron crecimientos negativos e importantes pérdidas de población.

La producción agraria aragonesa creció impulsada lógicamente no sólo por la propia demanda regional, sino sobre todo por la procedente de otras zonas. En algunos productos cuyos mercados tradicionales estaban en Cataluña como los cereales o los productos ganaderos, estas relaciones tendieron a recomponerse tras la crisis. Para sus nuevas producciones de regadío ya no podemos hablar de un único foco de demanda localizado en Cataluña, sino referirnos al conjunto del mercado interior español como explicativo de su desarrollo, tal y como sería el caso de la remolacha azucarera o los forrajes. La exportación al exterior del país jugó en esta etapa un papel poco relevante en Aragón y sólo en el caso de la producción de aceite de alta calidad en el Bajo Aragón se experimentaron importantes transformaciones en un sentido modernizador como consecuencia de las exigencias de la demanda exterior.

El aumento de la población en el primer tercio del siglo XX en un contexto institucional proteccionista fue un fuerte estímulo para la producción cerealista española, que hasta 1920 tuvo un importante crecimiento. De la misma forma creció hasta aquella fecha de forma considerable la producción cerealista aragonesa, impulsada tanto por el crecimiento de la demanda regional como por la posibilidad de exportar excedentes a otras zonas, y especialmente al área barcelonesa.

Los datos que tenemos sobre tráfico ferroviario muestran una recuperación de las exportaciones hacia Cataluña. Considerando las cifras de la Compañía de los Ferrocarriles Norte —y teniendo en cuenta que desde 1894 comenzó a funcionar la línea de los directos Zaragoza-Barcelona, integrada rápidamente en la compañía MZA y que por lo tanto absorbió una parte del tráfico comercial— aquéllas muestran una recuperación de las exportaciones de trigo desde fines de la primera década del siglo, y de harina sobre todo desde inicios de la segunda. Así, Huesca continuó exportando granos hasta que a partir de la década de los veinte el surgimiento de una industria harinera provincial determinó una mayor proporción de harina en este comercio; mientras

el tráfico ferroviario de la compañía Norte en Zaragoza retomó durante la segunda década del nuevo siglo los saldos exportadores alcanzados en los años previos a la depresión agraria.

En 1900, la industria harinera catalana, tras su fuerte crecimiento durante las décadas finiseculares, estaba «cerca de tocar techo».'6 Así ocurrió efectivamente, pues el giro proteccionista y la no existencia de un régimen de admisiones temporales que permitiera importar grano para luego ser reexportado limitaron las nuevas posibilidades de crecimiento para aquélla, mientras los núcleos harineros del interior localizados en las regiones productoras de cereal adquirieron ahora un mayor ritmo de expansión productiva. Entre 1912 y 1929 la potente industria harinera de Barcelona permaneció estancada mientras el conjunto de la industria harinera española aumentó un 48% su capacidad molturadora." Provincias productoras de cereales del interior, como Navarra, Huesca, Zaragoza, Valladolid o Palencia, expandieron aquella capacidad de forma notable.

De esta forma si bien no tuvo lugar un derrumbe de la industria harinera catalana, sí que es cierto que al favorecer las condiciones del mercado al interior, industrias como la zaragozana tuvieron nuevas oportunidades. Así, la capacidad productiva aragonesa aumentó desde un 4,1% en 1900 a un 6,7% en 1929 del total español (Zaragoza pasaba de un 3,5% a un 4,8%) frente al descenso del peso relativo harinero barcelonés desde un 13,5% en 1900 a un 8,61)/0.'8

En el caso de la ganadería ovina se produjo un cambio progresivo desde una orientación mixta en la producción de lana y carne de animales mayores, hacia la especialización preferente en la producción de carne de corderos. La caída de la importancia de la lana en el valor de la producción ganadera ovina fue notable en el primer tercio del siglo XX en Aragón. En resumen, en estos años se pasó de tener una cabaña con aprovechamiento mixto lana-carne, a otra especializada en la producción de ternascos para su venta en el mercado barcelonés. Además de Zaragoza también Teruel exportaba una significativa parte de ganado lanar a Barcelona, Tarragona y Castellón, y cabrío a esta última provincia. También el mercado casi exclusivo del lanar y cabrío oscense era Cataluña. De esta forma parece claro que a finales del siglo XIX Cataluña se había consolidado ya como el mercado principal del ganado ovino de las tres provincias aragonesas.

Fue la producción de remolacha azucarera una de las claves del desarrollo agrícola aragonés, y sobre todo zaragozano, del primer tercio del siglo XX. Se concentró aquélla en la ribera del Ebro entre Tudela y Zaragoza y en la ribera del Jalón, donde tendió a desplazar a los cereales del regadío, convirtiendo a Zaragoza en la primera zona productora de la península. El crecimiento de un

16. NADAL, J. (1987), p. 30. 17. MONTOJO SUREDA, J. (1945). 18. Los totales de España de 1900 no incluyen el País Vasco y Navarra.

<LZ1.0b 101

complejo remolachero-azucarero-alcoholero en Aragón, como hemos apuntado anteriormente, vino impulsado por las oportunidades que surgieron tras la pérdida de las colonias en 1898 y el establecimiento de un marco proteccionista para el azúcar. Este desarrollo azucarero-alcoholero se concentró en formas oligopolistas alrededor de tres principales compañías. La producción aragonesa durante la primera mitad de los años veinte superaba el 45% de la total española, si bien este alto peso se fue reduciendo (en 1930-34 representaba alrededor del 36%) en beneficio de otras zonas remolachero-azucareras (Andalucía y Castilla).

Se vinculó, por lo tanto, al abastecimiento del mercado interior español un intenso proceso de modernización agraria y de desarrollo agroindustrial. En el caso aragonés, este complejo agroalimentario está en la base de la industrialización aragonesa, un moderado proceso de industrialización integrado muy localizado en Zaragoza. Así, la reciente demanda de utillaje agrícola (que se incrementó especialmente desde la década de los años veinte con el inicio del descenso del número de activos agrarios, tras haberse producido previamente un fuerte crecimiento de las superficies de cultivo) y de servicios de mantenimiento técnico del complejo agroindustrial aragonés fueron dos de los ejes que posibilitaron la consolidación de un creciente y diversificado sector de transformados metálicos en Zaragoza, que constituía ya en 1930 el principal subsector industrial en cuanto a población activa.'

Las transferencias energéticas desde Aragón hacia Cataluña

Durante el primer tercio del siglo XX, junto con el desarrollo agroalimentario y de transformados metálicos, Aragón contó con una nueva oportunidad productiva vinculada al desarrollo y difusión de la energía eléctrica y de su transporte a larga distancia mediante la innovación de la corriente alterna. Esta innovación tecnológica posibilitó desde principios de siglo la construcción de grandes centrales hidroeléctricas, alejadas de los núcleos de consumo, en las cuencas con gran potencia hidráulica, que iban a sustituir la hegemonía mantenida hasta ese momento por la producción obtenida a partir de las centrales termoeléctricas. Especialmente, la coyuntura de la Guerra Mundial, ante la escasez de combustibles, impulsó la construcción desde las zonas Industrializadas del país, Cataluña y País Vasco, de grandes centrales hidroeléctricas en el Pirineo central. Las crecientes necesidades eléctricas de ambas zonas trajeron consigo el aprovechamiento de los recursos hidráulicos de la cuenca del Ebro, especialmente centrados en los afluentes pirenaicos situados en las dos provincias centrales de la cordillera (Huesca y Lérida), que suponía en 1934 el 41% del total de la producción eléctrica del país."

En Aragón, el aprovechamiento hidráulico iba a vincularse especialmente a aquellos caudales regulares que discurren por pendientes pronunciadas. Las

19. GERMÁN, L. y PINILLA, V. (1989). 20. GERMÁN, L. (ed.) (1990).

102

cabeceras de los afluentes pirenaicos del Ebro cumplen con estas características dado que, al tiempo que su alimentación nival les otorga una cierta regularidad de caudal, están asociados a fuertes pendientes orográficas. Es el caso de los tres grandes afluentes: Aragón, Gállego, Cinca-Ésera. La importancia del caudal del Ebro a partir de la comarca del Bajo Aragón, a pesar de su escasa pendiente, le otorga asimismo un importante potencial hidroeléctrico. Así, el aprovechamiento eléctrico de los recursos hidráulicos del Altoaragón se complementaba con los del Ebro medio en la provincia de Zaragoza (Sástago) y constituían la base de la notable producción eléctrica aragonesa: durante la primera mitad de los años treinta suponían más de medio millón de kW/h., que representaban alrededor del 18% del total de la producción eléctrica del país. Alrededor de un 60% de su producción se exportaba (representaba un 11% de la producción española). El 40% restante, un 7% de la producción española, se consumía en Aragón, destinándose la mitad de ese consumo al nuevo sector electrometalúrgico y electroquímico aragonés (localizado en parte en Sabiñánigo, Huesca), el cual venía a consumir en esos años alrededor de la mitad del consumo eléctrico español destinado a estos fines.

Casi toda la energía exportada se dirigía hacia Bilbao y Barcelona. Las dos empresas eléctricas domiciliadas en Barcelona y actuantes en Aragón remitían en 1935 hacia Cataluña alrededor de 145 millones de kW/h., que suponían algo más del 12% de la demanda eléctrica de Cataluña.

En definitiva, el estructural déficit energético de la industria catalana se intentaba paliar, por un lado, con la importación de recursos energéticos desde Aragón, vinculados como hemos señalado al aprovechamiento eléctrico de recursos hidráulicos; por otra parte, mediante la importación de carbón (lignito) de la vecina cuenca de Mequinenza.

La producción de lignitos en Aragón se localizaba en dos cuencas: Mequinenza, con concesiones enclavadas principalmente en las provincias de Zaragoza y Lérida; y Utrillas en la provincia de Teruel. La producción de la segunda de estas cuencas fue explotada por una sociedad zaragozana, ciudad en la que se consumía la mayor parte del mineral extraído y transportado por el ferrocarril de la propia empresa (algo más de cien mil Tm anuales durante 19311932). En el caso de la cuenca de Mequinenza, la casi totalidad del consumo de sus lignitos se vinculaba a Cataluña: además de la vecina Electro Química de Flix (empresa que además controlaba alrededor del 70% de la superficie zaragozana en explotación carbonífera), otras industrias tarraconenses establecidas en muchos casos aguas abajo del Ebro, así como el área de Barcelona. La producción zaragozana era menor que la de Utrillas, alrededor de cuarenta y cuatro mil Tm anuales durante 1931-1932. El carbón se trasladaba mediante barcazas por el Ebro hasta Fayón (Zaragoza) en donde conectaba con la línea ferroviaria de MZA. Todavía, a principios de siglo, la producción de Mequinenza se reducía a unos pocos miles de Tm anuales; sin embargo, los lignitos aragoneses tuvieron su coyuntura de mayor expansión durante los años de la Gran Guerra (se alcanzó en Mequinenza una producción superior a las cien mil Tm en 1918) incrementándose con gran intensidad tanto su demanda como su cotización, ante el fuerte déficit de carbón importado.

En definitiva, a lo largo del primer tercio del siglo XX, Aragón continuó con su tradicional especialización productiva, recuperando los niveles de comercialización exterior de productos y transformados agrarios conseguidos previos a la depresión agraria finisecular. Recuperación a la que, en modo alguno, fue ajena la política proteccionista aplicada esos años. De nuevo se comercializaban al exterior productos agrarios (cereales, creciente peso de los forrajes, carnes...) y transformados agroalimentarios (se recuperaban y ampliaban los mercados harineros, aparecía la nueva especialización azucareroalcoholera,...), diversificando su oferta comercial con nuevos subsectores industriales: productos energéticos (electricidad), productos químicos, material móvil... Al tiempo, Aragón continúa como importador neto de productos manufacturados (especialmente textiles, metal, materiales de construcción, abonos...) y combustibles.

El sector «exterior» constituyó, en definitiva, el principal apoyo en el avance y diversificación de este moderado proceso de industrialización especialmente localizado en Zaragoza, dado el escaso peso del mercado interior aragonés.

CRECIMIENTO ECONÓMICO Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS

Es sabido que la industrialización española entre 1830 y 1930 no se distribuyó de forma uniforme por todo el territorio peninsular. Más bien, al contrario, tendió a polarizarse en algunas zonas concretas, mientras otras quedaban en mayor o menor medida al margen de ella, aunque lógicamente no escaparon de su influencia. En este contexto, la economía aragonesa estuvo caracterizada durante este período por el preponderante peso de su sector agrario, al tiempo que llevaba a cabo especialmente alrededor de Zaragoza, en el valle medio del Ebro, un moderado proceso de industrialización, basado en el sector agroalimentario, y una cierta diversificación estructural.

En contraste, la vecina economía catalana había experimentado un profundo proceso de industrialización vigorosamente impulsado desde la década de los treinta del siglo XIX y con raíces que se hundían en las últimas décadas del anterior. Éste se basó, primero, en el sector textil y, con el cambio de siglo, apoyada en la política proteccionista y el desarrollo de la electrificación, tuvo lugar una amplia diversificación estructural de su industria, protagonizada por el desarrollo de los transformados metálicos, las construcciones mecánicas, las industrias químicas o el sector de la construcción.

En cuanto a la articulación comercial entre ambas economías, hemos señalado cómo tendió a establecerse, primero, a través de la venta por parte de Aragón de alimentos y algunas materias primas y, posteriormente, mediante la ampliación de los productos agropecuarios suministrados y la incorporación a estos flujos de la energía eléctrica. En contrapartida, la industria catalana vendió en Aragón, de forma similar al resto de las zonas del interior, primero sobre todo textiles y, posteriormente, la amplia gama de productos industriales allí obtenidos.

La diferente especialización productiva regional condicionó la evolución económica aragonesa y catalana y determinó la existencia de un ritmo de crecimiento muy superior de esta última. Ello implicó su necesidad de un mayor volumen de ciertos factores productivos y entre ellos significativamente de factor trabajo. En este sentido de nuevo fue muy relevante en la interrelación entre ambas economías, la aportación que de mano de obra realizó Aragón a la industria catalana. No se limitó por lo tanto Aragón a suministrar alimentos, materias primas y energía a Cataluña, también la aportación de fuerza de trabajo fue muy significativa.

Es importante precisar que si las economías catalana y aragonesa evolucionaron de forma diferente, también su comportamiento demográfico difirió notablemente, por cuanto si entre 1857 y 1935 Aragón tuvo un crecimiento de su población bastante inferior al medio español, Cataluña no sólo superó éste, sino que también se caracterizó por la mayor rapidez con que inició el proceso de transición demográfica. Lógicamente sus diferentes economías explican también las disimilitudes entre ambos comportamientos.

En el caso aragonés, el menor crecimiento demográfico vendría explicado por la existencia de un menor crecimiento vegetativo, caracterizado por una menor natalidad y una mayor mortalidad, características todas ellas de regiones afectadas por la emigración. La emigración se constituye como uno de los grandes protagonistas de la vida económica de esta región agraria y escasamente urbanizada, con una sola ciudad importante, Zaragoza, que va a conseguir atraer a una parte de esta mano de obra rural."

La corriente emigratoria aragonesa se inició desde la segunda mitad del siglo XIX, muy vinculada a las consecuencias sociales de la depresión agropecuaria, y se incrementó de forma progresiva durante el primer tercio del siglo XX ante el fuerte aumento del crecimiento vegetativo propiciado por el inicio de la transición demográfica.

Algo menos de un cuarto de millón de aragoneses emigraron entre 1877 y 1930. La pérdida de importantes contingentes poblacionales fue común a las provincias de Huesca, Teruel (especialmente intensa en ambas) y a la de Zaragoza, excluida su capital. Esta última obtuvo de forma paralela saldos migratorios positivos a lo largo de todo el período, que en números absolutos sumaron algo menos de ochenta mil personas. Ello significa que, durante el primer tercio del siglo XX, alrededor de uno de cada tres emigrantes rurales aragoneses fue atraído por Zaragoza, una de las cinco capitales españolas con mayor ritmo de crecimiento demográfico en estos años.

21. GERMÁN, L. (1986), pp. 164-170.

Cuadro 3

TASAS MEDIAS DEMOGRÁFICAS EN TANTOS POR MIL PARA EL PERÍODO 1878-1930 PARA ARAGÓN Y ESPAÑA

[5] = [3] • [4] Crecimiento

[4] Saldo Real

Migratorio

[3] = [1] - [2] Crecimiento Vegetativo

12] Mortalidad

III Natalidad

[51 = 131 - 1 4 1 Crecimiento Real

[4] Saldo Migratorio

[1] - 121 131=

Crecimiento

12]

Vegetativo

Mortalidad

II]

Natalidad

ESPAÑA

ARAGÓN

4,7 6,9 6,7 10,1

0,2 -2,2 0,3 -0,1

4,9 9,1 6,4 10,2

30,5 25,0 23,4 19,0

PROVINCIA DE TERUEL

35,4 34,1 29,8 29,2

0,8 4,3 4,6 3,4

-2,4 -4,4 -1,5 -6,0

3,2 8,7 6,1 9,4

33,8 26,1 23,3 18,7

PROVINCIA DE HUESCA

37,0 34,8 29,3 28,1

1878-1900 1900-1910 1910-1920 1920-1930 0,6 3,8 -1,3 0,2

-3,7 -6,0 -7,1 -10,7

4,5 9,8 5,7 10,8

34,5 26,5 23,9 19,1

CIUDAD DE ZARAGOZA

39,0 36,3 29,6 29,9

-1,2 1,4 0,9 -3,0

-5,6 -7,3 -4,0 -9,7

4,5 8,6 4,9 6,7

31,8 25,7 23,2 18,6

36,3 34,3 28,1 25,2

1878-1900 1900-1910 1910-1920 1920-1930

PROVINCIA DE ZARAGOZA (SIN ZARAGOZA CAPITAL)

6,6 11,9 23,5 20,6

9,5 9,5 20,2 13,6

-2,9 2,3 3,2 7,0

36,7 28,1 23,3 19,2

33,8 30,4 26,6 26,2

0,9 4,4 4,6 2,4

-2,5 -5,5 -3,5 -9,0

3,4 10,0 8,2 11,3

33,8 25,5 22,8 18,3

37,2 35,4 31,1 29,6

1878-1900 1900-1910 1910-1920 1920-1930 Fuente: L. GERMÁN (1986), pp. 164-166. Todos los cuadros son elaboración de este autor a partir de los datos poblacionales. En el caso de España los realizó este mismo autor con base en los de J. NADAL (1966), pp. 145-146.

Junto a esta ciudad, Barcelona fue el otro destino principal de la emigración aragonesa. La atracción ejercida por la industrialización barcelonesa fue muy importante, especialmente intensa a partir del fuerte crecimiento productivo que experimentó la ciudad desde los días de la Gran Guerra." Así, esta ciudad acogía ya en su Censo de 1920 a unos cincuenta y ocho mil nativos aragoneses que en 1930 habían aumentado a ochenta y un mil (uno de cada 12 barceloneses), para un total de ciento ochenta y cinco mil emigrantes aragoneses censados fuera de Aragón, de los cuales el 64% se localizaba en Cataluña. Alta tasa emigratoria para una comunidad de algo más de un millón de habitantes en 1930.

El factor de atracción principal residió en la posibilidad de obtener un trabajo en las nuevas industrias, servicios urbanos o en el expansivo sector de la construcción barcelonés. Si en una primera etapa el propio interior catalán proporcionó la mano de obra demandada por su industria, localizada sobre todo en la provincia de Barcelona, posteriormente fueron los territorios más próximos los que tendieron a suministrar aquélla, y lógicamente Aragón ocupaba en este caso una posición idónea para verse seriamente afectado por dichos factores de atracción. Hay que señalar también factores de expulsión, que propiciaron la salida de población y que tendrían que ver tanto con coyunturas adversas como la crisis finisecular o la epidemia filoxérica, como con el estancamiento agrario de algunas zonas aragonesas y su incapacidad para proporcionar medios de subsistencia a una población que en el primer tercio del siglo XX estaba verificando su transición demográfica. Dentro de Aragón se percibe con claridad cómo fueron las zonas de montaña de Huesca y Teruel las que perdieron más población, mientras que las comarcas con mayor desarrollo agrario fueron capaces de retener un mayor volumen de población, produciéndose internamente un fuerte contraste entre el desarrollo urbano zaragozano y la despoblación de amplias superficies de Huesca y Teruel.

EPÍLOGO, 1940-1973

Es conocido cómo sólo a partir de la década de los cincuenta pudo la economía española volver a retomar los niveles productivos alcanzados durante los años previos a la guerra civil —tras quince años de agudización de su atraso económico— procediéndose paralelamente a su progresiva apertura y liberalización. Así, coincidiendo con la fase expansiva de la economía occidental, la economía española experimentó en los años siguientes fuertes tasas de crecimiento, apoyada en la entrada de importantes inversiones exteriores. Crecimiento económico protagonizado por un sector industrial que desarrolló profundas variaciones en su estructura interindustrial, actuando como motor de esta expansión las industrias metalúrgicas, químicas y de bienes de equipo, frente al menor crecimiento y pérdida de peso relativo de las industrias de bienes de consumo.

22. ARANGO, J. (1976).

107

En este contexto, la economía catalana aumentó durante esta etapa su peso en el conjunto de la economía española: su PIB pasaba de representar en 1955 el 19,3% al 20,2 en 1975, manteniendo su sector industrial, muy concentrado en Barcelona, un similar peso, en torno al 26,1% del total de la industria española. Internamente, se producía la pérdida de posiciones del, hasta los años sesenta, hegemónico subsector textil y el complementario ascenso de las industrias metálicas. El incremento del peso relativo de la producción catalana es inferior al que experimentó su población: de representar el 12,2% de la población española en 1955 pasaba a suponer el 15,8% en 1975, al incorporar importantes contingentes inmigratorios especialmente procedentes del interior y sur peninsular.

En claro contraste, el crecimiento de la economía aragonesa en este período (4,7% de incremento anual) fue menor que el de la española (5,5% anual). Menor crecimiento de la producción, vinculado a una pérdida de recursos productivos, paralelo al menor crecimiento de la población: ambas representaban el 3,8% en 1955 y el 3,3% en 1975. Menor crecimiento productivo estructuralmente achacable a un menor crecimiento de los sectores industrial, construcción y servicios. Dentro del sector industrial perdían peso relativo los subsectores minero y energético (la producción eléctrica aragonesa, que representaba alrededor del 12% de la española durante los años cincuenta, descendió al 9% durante los sesenta y a algo más del 6 entre 1975-79, evolucionando el consumo neto aragonés entre un 40% de la producción bruta durante los sesenta y un 55% durante los setenta, exportándose el resto) frente al mayor sostenimiento del peso de la industria fabril, muy concentrada en Zaragoza. También aquí se producía una clara redistribución interna aumentando notablemente el peso de las industrias metálicas y perdiéndolo el tradicional subsector de alimentación, especialmente ante el desmantelamiento en Aragón en estos años de la industria azucarera.23

Cuadro 4

EVOLUCIÓN COMPARADA ENTRE LAS ECONOMÍAS DE ARAGÓN Y CATALUÑA, 1955-1975

CATALUÑA ARAGÓN

1955 1975 1955 1975

Agricultura 7,1 8,1 3,9 5,0 Industria 26,2 26,1 3,9 3,2 Construcción 18,0 18,9 3,7 3,0 Servicios 20,2 19,0 3,7 3,0 Total P.I.B. 19,3 20,2 3,8 3,3 Población 12,2 15,8 3,8 3,3

Fuente: Banco de Bilbao, Renta Nacional de España.

23. GERMÁN, L. (1990), pp. 204-208. (España = 100)

Este avance en la industrialización de la economía aragonesa se producía a la par que se transformaba en una economía más abierta e interdependiente, crecimiento que venía acompañado de un aumento de su desarticulación interna, tanto espacial como productiva. Por un lado, se acentuaba su concentración —productiva y demográfica— en el bien comunicado eje del Ebro zaragozano, beneficiándose especialmente Zaragoza, municipio que aprovechó toda una serie de economías externas vinculadas a su creciente ritmo de urbanización y a oportunidades derivadas de su excelente localización, equidistante de las zonas más industrializadas del país (las cuales constituyen los principales mercados de la producción aragonesa). Junto al crecimiento zaragozano y de su área de influencia, se ampliaban las diferencias respecto del restante territorio aragonés. Asimismo, unido al proceso de industrialización, aumentaba su desarticulación productiva, mostrando unas escasas diversificación sectorial e integración productiva, pudiéndose únicamente señalar como excepciones la existencia de los complejos electro-minero, transformados metálicos y agroindustrial.

La economía aragonesa muestra un elevado grado de apertura económica. Durante los años setenta (Tablas input-output para 1978), Aragón vendía al exterior el 60,5% de su producción de bienes y adquiría fuera de su territorio el 61,7% de los bienes demandados, siendo más acusada esta proporción para el sector industrial. Hasta la instalación de la factoría de General Motors (1982) casi la totalidad de sus compras y ventas se restringían al resto de España, destacando, en este contexto, su relación comercial con la economía catalana, saldada positivamente y hacia donde se dirigía el 27,7% de sus exportaciones y donde adquiría el 21,8% de sus importaciones?'

Las relaciones comerciales entre ambas economías se han diversificado respecto de etapas anteriores. Si bien Cataluña sigue siendo el mejor cliente del campo aragonés (más de la tercera parte de sus exportaciones agrarias en dicho año), son ahora lógicamente los intercambios industriales, especialmente en bienes intermedios, las principales partidas exportadoras (e importadoras) aragonesas. Entre aquéllas destacan los productos químicos básicos, confección, transformados metálicos (fabricación de productos metálicos y repuestos de automóvil...), productos alimentarios (molinería y otros) y el papel. Por el lado de las compras, Aragón importa especialmente productos textiles, transformados metálicos (productos metálicos y material mecánico y eléctrico...), de construcción y productos químicos.

24. BONO, E (1984).

109

Anexo 1 EVOLUCIÓN DEL TRÁFICO COMERCIAL FERROVIARIO DE LA LÍNEA BARCELONA-ZARAGOZA (Cía. Norte). PROVINCIAS DE HUESCA Y ZARAGOZA

1930

1902

1879 SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

51.103 44.177 20.146 -39.820 28.180 -825 2.881 -103.047 (*) -3.185 -28.239 -67.163 -30.363 8.707 -2.532 8.870 -141.772

59.795 8.194 5.020 207.508 6.656 9.307 16.223 115.058 8.405 42.928 116.283 79.013 9.674 5.425 40.472 838.081

110.898 52.371 25.166

6.831 1.474 7.797

36.880 3.546 5.836 167.688 34.836 8.482 19.104 12.011

-2.771 53.322 -64.060 1.375 5.220 14.689

-2.624 -12.842

- 3.964 6.688 67.178 2.546 4.824 16.405

43.711 5.020 13.633 - - 1.193 60.010 3.118 3.921 2.200 3.563 49.120 48.650 18.381

-24.022 - - 2.893 49.342 696.309

- -65.254

33.826

9.804 - - 297.984

232.730

5.630 18.617 2.590

23.785 906 1.232 - - 238 33.129 -10.513 1.383 -2.178 -4.054 -1.271

1.277 5.246 11.391 1.373 3.571 5.489 6.151 - - 33.006

84.665

29.415 19.523 3.822 -

Cereales Harinas Forrajes Remolacha - 1.039 38.375 878 2.756 1.393 1.435 4.880

Azúcar Aceites (grasas) Bebidas (vinos) Combustibles Lana y Algodones Tejidos Metales Material-Construc. Abonos Productos químicos Papel y cartón Material móvil 117.671

TOTAL (*) En 1930 aparecen agregadas las partidas lana y algodones y tejidos. Fuente: Datos estadísticos..., Cía. de Ferrocarriles de Norte.

Anexo 2

EVOLUCIÓN DEL TRÁFICO COMERCIAL FERROVIARIO DE LA LÍNEA BARCELONA-ZARAGOZA (Cía. Norte). PROVINCIA DE BARCELONA(*)

1930

1902

1879 SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

SALDO

LLEGADA

EXPEDIDO

-90.345 -31.650 -78.917 -17.384 1.727 4.316 -29.658 (**) 21.086 -259 -4.535 -6.898 -5.736 -3.396 3.164

-205.472

115.954 46.009 89.662 18.437 7.838 7.862 64.701 57.792 26.908 159.425 16.093 10.278 8.482 42.829

771.595

25.609 14.359 10.745 1.053 9.565 12.178 35.043 78.878 26.649 154.890 9.195 4.542

-152.890 2.878 -17.584 -9.976 2.200 -9.999 14.587 14.850 10.094 7.548 -41.039

162.010 13.400 20.726 20.439 6.805 25.096 70.958 40.630 42.210 11.312 65.370

9.120 16.278 3.142 10.463 9.005 15.097 85.545 55.480 52.304 18.860 24.331 5.086 45.993

566.123

-

-160.198

581.263

421.065

-19.481 -7.371 -1.151 2.274 -1.090 -10.176 1.374 -3.181 11.517 1.688 -1.240 - - - -

21.570

28.847 11.403 3.246 3.961 3.747 25.158 21.697 17.433 10.718 4.155 5.834 - - -

9.366 4.032

Cereales Harinas 2.095 6.235 2.657 14.982 23.071 14.252 22.235 5.843 4.594 - - - -

Forrajes Azúcar Aceites Bebidas (vinos) Combustibles Lanas y Algodones Tejidos Metales Material-Construc. Abonos Productos químicos

Papel y cartón Material móvil

158.759

137.189

TOTAL

(*) Incluye las estaciones del tramo Calaf-Barcelona de la línea Zaragoza-Barcelona. (**) En 1930 aparecen agregadas las partidas de

lana y algodones y tejidos. 1-, Fuente: Datos estadísticos..., Cía. de Ferrocarriles de Norte.

BIBLIOGRAFÍA

ARANGO, Joaquín (1976): «Cambio económico y movimientos migratorios en la España oriental del primer tercio del siglo XX: algunas hipótesis sobre determinantes y consecuencias», Hacienda Pública, n.° 38, pp. 51-80. BONO Ríos, Francisco (1981): «La balanza de pagos de Aragón», en Estructura productiva y renta regional de Aragón. Año 1978. Tablas Input-Output, vol. II, pp. 335347, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, Zaragoza. BONO Ríos, Francisco (1984): «Notas sobre el comercio exterior de Aragón», Información Comercial Española, n.° 610, pp. 95-102. CARRERAS, Albert (1990): «Cataluña, primera región industrial de España», en NA-

DAL, J. y CARRERAS, A. (dirección y coordinación), Pautas regionales de la industrialización española (ss. XIX y XX), Ed. Ariel, Barcelona, pp. 259-295. FRADERA, Josep M. (1984): «El comercio de cereales y la prohibición de 1820 (el caso del mercado catalán)», Agricultura y Sociedad, n.° 30, pp. 137-168. FRADERA, Josep M. (1987): Industria i mercat: les bases comercials de la industria catalana moderna, 1814-1845, Barcelona. GARCÍA SANZ, Ángel; GARRABOU, Ramón (eds.) (1985): Historia agraria de la España contemporánea, 2. Cambio social y nuevas formas de propiedad (1800-1850),

Editorial Crítica, Barcelona. GERMÁN ZUBERO, Luis (1986): «La demografía aragonesa durante el primer tercio del siglo XX», Cuadernos Aragoneses de Economía, n.° 10, pp. 163-176. GERMÁN ZUBERO, Luis (1988): «Aragón invertebrado. Atraso económico y dualismo interno. 1830-1930», en Revista de Historia Económica, n.° VI-2, Madrid, pp. 311340. GERMÁN ZUBERO, Luis (1990): «La industrialización de Aragón: atraso y dualismo interno», en NADAL, J. y CARRERAS, A. (dirección y coordinación), Pautas regionales de la industrialización española (siglos XIX y XX), Editorial Ariel, Barcelona, pp. 185-218. GERMÁN ZUBERO, Luis (ed.) (1990): Eléctricas Reunidas de Zaragoza, 1910-1990. El desarrollo del sector eléctrico en Aragón, Institución Fernando el Católico, Zaragoza. GERMÁN, Luis; FORCADELL, Carlos (1988): «La crisis finisecular en la agricultura interior: el caso de Aragón», en GARRABOU, R. (ed.), La crisis agraria de fines de siglo,

Editorial Crítica, Barcelona, pp. 69-93. GERMÁN, Luis; PINILLA, Vicente (1989): «Transformaciones agrarias e industrialización en Aragón, 1860-1935», II. Seminario internacional sobre aspectos del crecimiento regional en la orilla norte del Mediterráneo, 1750-1980. El papel de la agricultura en el proceso de desarrollo regional, Murcia. GRUPO DE ESTUDIOS DE HISTORIA RURAL (1980): Los precios del trigo y la cebada en

España, 1891-1907, Banco de España, Madrid. GÓMEZ MENDOZA, Antonio (1982): Ferrocarriles y cambio económico en España 1855-1913, Alianza Editorial, Madrid. MADRAZO, Santos (1984): El sistema de transportes en España 1750-1850, Madrid.

112

MALUQUER DE MOTES, Jordi (1985): «La revolución industrial en Cataluña», en SÁN-

CHEZ ALBORNOZ, N. (compilador), La modernización económica de España. 18301930, Alianza Editorial, Madrid, pp. 199-225. MONTOJO SUREDA, Jorge (1945): La política española sobre trigos y harinas (años 1900-1945), Madrid. NADAL, Jordi (1987): «La industria fabril española en 1900. Una aproximación», en

NADAL, J.; CARRERAS, A. y SUDRIA, C. (compiladores), La economía española en el siglo XX. Una perspectiva histórica, Editorial Ariel, Barcelona, pp. 23-61. NADAL, Jordi y MALUQUER DE MOTES, Jordi (1985): Catalunya, la fábrica d'Espanya (1833-1936), Barcelona. PASCUAL I DOMENECH, Pere (1989): «Ferrocarrils i circulació mercantil a Catalunya durant la segona meitat del segle XIX», Recerques, n.° 21, pp. 125-161. PASCUAL I DOMENECH, Pere (1990): Agricultura i industrialització a la Catalunya del segle XIX, Crítica, Barcelona. PÉREZ SARRIÓN, Guillermo (1984a): Agua, agricultura y sociedad en el siglo XVIII. El

Canal Imperial de Aragón 1766-1808, Institución Fernando el Católico, Zaragoza. PINILLA NAVARRO, Vicente (1990): La producción agraria en Aragón desde 1850 hasta 1935, Tesis Doctoral leída en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Zaragoza. PUJOL ANDREU, Josep (1984): «Les crisis de malvenda del sector vitivinícola catalá el 1892 i el 1935», Recerques, n.° 15, pp. 57-78. PUJOL ANDREU, Josep (1988): Les transformacions del sector agrari catalá entre la crisi finisecular y la guerra civil, Tesis Doctoral leída en la Facultad de Ciencias Económicas de la U. A. B. RINGROSE, David R. (1972): Los transportes y el estancamiento económico de España (1750-1850), Tecnos, Madrid. SANZ FERNÁNDEZ, Jesús (1985): «La crisis triguera finisecular: los últimos años», La

España de la Restauración. Política, economía, legislación y cultura, Siglo XXI de

España Editores, Madrid, pp. 265-310. VILAR, Pierre (1987): Cataluña en la España moderna, Editorial Crítica, Barcelona, vol. II, «Las transformaciones agrarias».

113

COMUNICACIONES

This article is from: