León Bienvenido Weffer
PEREGRINACIÓN
Edición y prefacio de Gabriel Jiménez Emán
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León Bienvenido Weffer Peregrinación 1ª Edición Fábula Ediciones 2021
Dirección Editorial y Prefacio: Gabriel Jiménez Emán
Edición de distribución gratuita y sin fines comerciales Santa Ana de Coro, estado Falcón, República Bolivariana de Venezuela. Email: gjimenezeman@gmail.com ISBN 980-12-2075-9 RIF: J-31218464-F
© Derechos reservados de León Bienvenido Weffer a sus editores originales © De esta edición: Ediciones Fábula, Venezuela 2021
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SUMARIO
Prólogo. La rázon iluminada de León Bienvenido Weffer, por Gabriel Jiménez Emán
PROEMIO, 10
DIOS, 14
LUZBEL, 25
LA RAZÓN, 38
NOTICIA SOBRE EL AUTOR, 47
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Prólogo LA RAZÓN ILUMINADA DE LEÓN BIENVENIDO WEFFER
Peregrinación es un poema en cuatro partes diferenciadas, escrito por el poeta falconiano León Bienvenido Weffer, y publicado en 1905. Se trata de un poema metafísico de alto vuelo metafórico y simbólico, dividido en secciones a través de un diseño preconcebido, para poner a dialogar cuatro ideas en un desarrollo de tercetas endecasílabas que suman casi 500 versos. Se trata de un proyecto poético muy ambicioso y bien planificado, en el cual el bardo intenta hacer dialogar, en primer lugar, lo que él denomina La Sacra Idea --la cual tiene lugar en el Proemio-- con Dios, Luzbel y la Razón. Para acometer un proyecto de esta naturaleza, enfatizo, no sólo hay que poseer dotes poéticas, sino también iniciáticas. En el Proemio realiza un recorrido --un errar, un peregrinar-- por la naturaleza misma de esa Idea, teniendo que atravesar accesos de fiebre, neurosis cerebrales, espectros vagabundos, imprecaciones que lo conducen a esas visiones delirantes, fosas, tumbas, aullidos, cadáveres; en fin, un conjunto de imágenes donde se conjugan ideas morales y visiones fantasmales o monumentales, mezcladas a varias nociones falseadas creadas por los seres humanos valiéndose de la adulancia, los vicios, la mentira, las 4
menguadas virtudes acechadas por seres serviles o personas corruptas que irrumpen en el entramado social para obtener poder a toda costa, causando así daños morales o dolores físicos, sentimientos insanos, condiciones abyectas de vida. De tal modo, el poeta a la manera de un taumaturgo u oficiante, se prepara al viaje con el objeto de desenmascarar ese cerrado tejido de símbolos o mitos a objeto de hacer visibles los rostros ocultos tras las máscaras y así ir revelando dónde y en qué condiciones se ocultan dentro de la existencia humana: el instrumento utilizado no es otro que la Verdad Poética oculta en la Sacra Idea; aquella cuyo objeto sería develar, valiéndose de los recursos de la Razón, las nuevas verdades humanas ocultas tras los arcanos. En la segunda parte, "Dios”, el viaje hacia el encuentro con la entidad suprema se efectúa en un dantesco repertorio de imágenes y sensaciones: las convulsiones producidas por el vacío, la asechanza de la muerte, ataques epilépticos que vislumbran tinieblas, una "región negra y horrible" que debe ser superada con fiereza. Principia aquí un trayecto de verdadera iniciación (en su sentido de revelación) donde deben ser superados los tormentos; se abre un laberinto de fiebres y venenos, tumbas, visiones sombrías: toda una alucinación que debe ser apreciada con detenimiento, pues se trata del recorrido por un infierno, donde el poeta debe superar todo tipo de pantanos y abismos antes de ir al encuentro con Dios, y al hacerlo aparecen los nuevos enigmas, los nuevos fantasmas de la eternidad, desde donde se eleva una nueva filosofía, otros modos de acercarse a la verdad con la fuerza de las ideas: poco a poco se va develando la propia naturaleza de Dios. Nos dice Weffer que "la augusta ciencia, la sublime loca” quiere hablar con certeza, pero calla / porque su luz para alumbrarme es poca". El poeta logra penetrar el cerco del aparecer implícito a toda revelación religiosa --el religare con las deidades-- para sentirse ante la presencia suprema, una presencia que nunca se revela del todo, pues entonces perdería su esencia de misterio. Se inicia entonces un descenso natural ante el ser revelado. Dios vuelve a entrar en el ámbito del enigma, el poeta ha cumplido con su primera misión. En "Luzbel" el recorrido es aún más intenso, pues se trata de fuerzas oscuras, del sufrimiento en antros desconocidos, roncas carcajadas histéricas, o "los desiertos de sombra" como bien los llama el poeta, venciendo todo tipo de tentaciones en aquel sendero sombrío: debe entonces armarse de coraje para ir al encuentro del demonio incognoscible. Lo que le aguarda no es poca cosa: el furor, el vértigo, el vacío, las orgías, el asco, los murmullos 5
atormentados. Y al hallarse en el centro del infierno para ir al encuentro de Satanás, éste le confiesa que no habita precisamente en un Báratro profundo localizado lejos, y le dice: "Te encuentras en el Báratro profundo, / pero yo, Satanás, en él no habito, / que es mi palacio el lodazal del mundo.”, llegando incluso a autoproclamarse "El otro Señor del Infinito". El poema no desmaya ni un instante, pues su ritmo es muy seguro (el endecasílabo es la forma métrica musicalmente más acabada, y las imágenes son diáfanas y precisas. Las visiones infernales que logra esta vez Weffer con su dominio admirable del tema y de la forma, son extraordinarias, dignas de ser consideradas una especie de Divina Comedia en miniatura.
Estás mirando la mundial estancia do pululan el vicio y la falsía y domina el hedor a la fragancia;
donde reina la sucia hipocresía, y el honor se confunde con la escoria empujado por negra alevosía;
en donde la ruindad canta victoria, los puñales sacrílegos se esgrimen y sin humo los triunfos de la gloria.
Al final de esta estancia Satanás triunfa, dando sus viles razones: aparece el Sultán invencible, la corriente destructiva del mal en todo su poderío". En la parte cuarta "La Razón" advertimos ya la plena modernidad del poema en su sentido histórico: se trata de la pugna entre el Dios occidental y el Demonio que es antítesis de ese Dios. Las ideas, en este caso, son agentes vinculantes entre los mitos y los arcanos de la antigüedad clásica, y entre la espiritualidad pagana y la religiosidad cristiana, como elementos que van entretejidos en este combate, en medio de un enjambre de fuerzas que actúan para liberarse de ataduras que cercenan el progreso humano; un avance que por cierto no consiste en el mero progreso económico o material, en el 6
crecimiento industrial tan caro a la modernidad, sino en el crecimiento moral y espiritual. Subrayamos aquí que esa ética y esa espiritualidad están sustentadas en los grandes mitos y en las verdades fácticas de la historia, guiadas por ideas de justicia que puedan ponerse en práctica frente a los desmanes de imperios destructivos, los cuales exterminan toda posibilidad de avance humano; en estas direcciones se sustentaría, por cierto, el Humanismo en Europa durante el Renacimiento en pos del ideal de un nuevo hombre, y luego, en la Ilustración, con las luces de la Razón; de ahí que la fe en la ciencia propiciada por el Positivismo sea también uno de los instrumentos más eficaces para lograr la formación de ese posible hombre nuevo, que aún no ha podido configurarse. He ahí los núcleos, pues, de las luces de la Razón presentadas por León Bienvenido Weffer en la última parte de su poema: la luz, el sol alumbra las cavernas de la ignorancia, develando toda su podredumbre, una Razón que constituye el tesoro de la vida. “Diosa del humano entendimiento", le llama Weffer: "Y es ese bello sol que centellea / mi dulce adorador, el Pensamiento". Como numen, como llama, la idea va a derramar sobre el mundo sus fulgores." Con una serie de metáforas brillantes (las cuales no se quedan, preciso es decirlo, en el simple efecto estético), Weffer hace sentir a la razón como guía en espacios infinitos, en altares, en la hermosura de los paisajes o de las regiones; la Razón como triunfadora sobre las pasiones o una salvadora ante las tinieblas, imponiéndose sobre los fanatismos. Pero sobre todo es fuente, flor, ave, destello; se confunde incluso con las hadas o el sol, convidada a asistir a la santa eucaristía, o puede presentarse en forma de mujer rubia de labios rojos, que se encargará de aniquilar a Luzbel:
Ese Luzbel de cara ennegrecida existen en verdad? --Los he matado! --me contestó altanera y sonreída --con estas blancas y sedosas manos alcé el puñal que les quitó la vida".
Extraordinario es, ciertamente, el remate de este gran poema, donde la Razón resulta victoriosa sobre una serie de mitos negativos que se han venido incubando en la modernidad desde su nacimiento, tanto en el terreno filosófico como en el científico o estético, cuyas ideas y conceptos han sido 7
retomados por las diversas manifestaciones del pensamiento: cientistas, empiristas, místicos, positivistas, existencialistas, socialistas, capitalistas, marxistas, liberales, todos han echado mano de la Razón, que en su definición prístina es un instrumento de saber y liberación, deformada luego por el neoliberalismo capitalista para dirigirla a lo puramente financiero y bélico. Pero la Razón prístina siempre estará allí, semejante a la Sacra Idea, buscando refundar al hombre y al mundo. Dije al principio que Peregrinación es un poema de aliento metafísico donde habita una mixtura de elementos filosóficos, teosóficos, herméticos, ocultistas; en fin, se trata de una pieza que requiere de elementos interpretativos complejos, pues está asumido desde una investigación hermenéutica, formulado como proyecto filosófico-poético de alta envergadura. Estas observaciones son sólo notas aproximativas de una primera lectura. Me atrevo a decir que es uno de los mejores poemas de largo aliento de la literatura venezolana. Al dedicar el poema a su amigo el poeta coriano Elías David Curiel, León Bienvenido Weffer realiza, en efecto, un homenaje de admiración, aprecio y confraternidad. Ambos poetas, ciertamente, están apoyados sobre una firme base de clarividencia y lucidez, que les permite asomarse a preocupaciones fundamentales del ser humano, en una dimensión tanto artística como filosófica.
Gabriel Jiménez Emán Coro, septiembre 2020
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PEREGRINACIÓN León Bienvenido Weffer
A Elías David Curiel Homenaje de admiración, aprecio y confraternidad literaria El autor
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PROEMIO I
¡Una noche soñaba!... y como el Dante, con fuerzas me sentí, remonté el vuelo, y anduve en sueños por un tiempo errante. En alas de la fiebre subí al cielo y descendí a los antros infernales de mis dudas correr queriendo el velo.
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Me asaltaron neurosis cerebrales, y ante mí presentáronse otros mundos, así como también nuevos fangales. Vi alzarse mil espectros vagabundos; y escuché imprecaciones horrorosas en los abismos negros y profundos. Sentí crujir los huesos en las fosas, y la música de ayes lastimeros que partían de cuevas tenebrosas. Vi a la prostitución otorgar fueros, y a un cadáver moral, la honra vendida, yacer entre un hedor de estercoleros. También pude mirar la fementida adulación pasearse victoriosa; el vicio enhiesto y la virtud caída; Y trocarse la lucha portentosa, infectada por sucia podredumbre, en una lucha necia y asquerosa. 11
Pude ver a la estulta servidumbre lamer los pies, ufana, a sus señores, como el reptil que aspira ir a la cumbre; Corrompidos los púdicos amores, y clavar, sin piedad, su dardo agudo sobre pechos abyectos de dolores. Miré al apóstol de la ciencia mudo, y triunfante, vibrar en tosca mente, el grito idiota del cerebro rudo. Abatida, humillarse, vi la frente que altiva antes al rayo desafiara con la calma serena del valiente. Vi imperar la mentira. Miré el ara derrumbarse al impulso del que un día ante ella con respeto consagrara; hecha reina del mundo la falsía, y bajar, en el lodo del pantano sus alas a manchar la poesía. 12
Y contemplé la redentora mano que blandiera el acero en la pelea el incienso quemar ante el tirano. Miré cual diamante de inmortal presea, miré también flotar lo único eterno, la dicha de la luz, la sacra idea. La vi erguirse en su trono sempiterno, mientras mecido el mito en ese instante, desplomábanse el cielo y el infierno ante el poder de Razón triunfante.
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DIOS II
Altanero, subía hacia la altura, en mis nervios sintiendo escalofrío que acompaña a una inmensa calentura. Sin saber cómo, traspasé de frío las oscuras y altísimas regiones, y me encontré de pronto en el vacío. Me atacaron horribles convulsiones, y, ansioso, busqué el aire, que sentía por un algo oprimidos mis pulmones.
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La muerte poco a poco me vencía, y cual si de ella fuesen las señales, rojizas manchas en mi cuerpo había. Lentamente las fuerzas cerebrales huían de mi mente aletargada, y sentía perezas medulares. Ennoblecida un tanto mi mirada, contemplaba visiones melenudas vagar por los espacios de la nada; mientras mis voces parecían mudas, se hacía más terrible que el abismo el caos tenebroso de mis dudas, e invadido sentía mi organismo por aquella epilepsia indefinible que anuncia de la carne el paroxismo.
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En aquella región negra y horrible, atacado en mi sueño parecía por el ciego furor de lo terrible. En mi ser la materia se abatía, más si de ella el vigor aminoraba, fuerzas más el espíritu adquiría. De causas exteriores la una esclava, sucumbía sintiendo la pereza de aquella oscuridad que me rodeaba; en tanto que se erguía con fiereza el otro, provocando el sufrimiento con el santo valor de su entereza. Era víctima allí del cruel tormento; y a veces del delirio a los antojos sucedía una especie de aspaviento. Densa venda cubría ya mis ojos; y mi espíritu altivo y siempre fuerte mostraba a las tinieblas sus enojos. 16
A su seno atraíame la muerte; y a impulsos de la burla de su saña, ya me sentía aletargado… inerte. No sé qué rara sensación, qué extraña fuerza así me extenuaba, cual destruye el el huracán al rey de la montaña. ¡Quizás allá donde lo negro fluye, como un hediondo manantial, la vida, presa de fiebres pútridas, concluye! ¡Tal vez allá donde el mutismo anida, oculta permanece la miseria entre charcos de sangre corrompida, que llevando hasta el cauce de la arteria su veneno, hace, ufana, que sucumba, entre ruines tormentos, la materia!
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Allá toda esperanza se derrumba, como cae la vida más preciosa en el silente fondo de la tumba. Quise hablar; y una fuerza poderosa, que mi garganta había comprimido contuvo sus palabras; y horrorosa como de un león el último rugido, en mi mente abatida por la anemia crujió la imprecación hecha bramido. En cólera estalló mi alma bohemia; y cual diciendo al antro: “TE PROVOCO”, se retorció en mis labios la blasfemia. Entonces acercarse poco a poco escuché un ruido prolongado; y luego, y luego, una voz sorda que me dijo. “¡Loco!” Aún no había a mi ser tornado el fuego fecundo de la vida. Abandonado, era allí presa de mortal sosiego, 18
cuando, como un insulto, oí a mi lado vibrar allí aquella voz seca y profunda que brotó del abismo aletargado. Mi mente de ilusiones sitibunda, aceptó el reto y respondió: -Sé que eres hablador de esta región inmunda. Espectro, duende, diablo o lo que fueres, si es tu mano la mano que comprime la masa de mi seno, di ¿qué quieres? Y si conforme hiere ella redima, a mis dudas constantes por un freno y quítame esta venda que me oprime. Levántame si yazgo sobre el cieno ¡Quién eres? –Y la voz antes tan grave, con terneza exclamó: - ¡Soy el dios bueno!
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Soy aquel que gobierna el viento suave que vaga por la selva y por la loma; soy el Ser Superior que le dio al ave las notas cadenciosas de su idioma; el que hace agua brotar del bloque duro; el que impregna en la flor el dulce aroma. El Caos se hizo luz a mi conjuro; y mi espíritu único resume el pasado, el presente y el futuro. Jamás mi poderío se consume; y sin embargo el hombre derribarlo con sus fuerzas tan débiles presume. --Como hay, por mucho tiempo ha de intentarlole respondí al acento misterioso, y quizás en su afán llegue a lograrlo. Sobre todo te sientes victorioso desde esta oscuridad do te sepultas; ¿más quién te forjó a ti, Dios poderoso? 20
--Soy efecto de causas que aún ocultas estarán a la vista penetrante del sabio que veneras y consultas; que a pesar de ser sabio es ignorante, que hiere mi soberbia, de sus gritos, con el dardo flamígero y punzante. Mis fuerzas son efectos infinitos y yo, causa infinita que se extiende efectos produciendo, más finitos. Falta de proporción con que sorprende el misterio a la mente y la conciencia, y es por eso que el hombre no me entiende. Y aun cuando soy de la verdad esencia, siempre habrá de quedar incognoscible la suprema verdad de mi existencia.
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El hombre la tendrá como posible, mas no podrá llegar, pobre criatura, a comprender jamás lo incomprensible. En alas del delirio, hasta mi altura venir podrá a buscarme, pero doble no le será encontrarme en su locura. Esclavo de la carne miserable, él cree en lo que mira, en lo que toca, y yo soy lo invisible y lo impalpable. La augusta ciencia la sublime loca, quiere hablar con certeza, pero calla, porque su luz para alumbrarme es poca. A veces logra traspasar la valla que de mí la separa, voy a ella, y menos más me encuentra, menos me halla; que a pesar de que queda siempre huella de mi inmenso poder doquier que paso, un algo de mí mismo le hace mella.
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Purísima es la llama en que la abraso; sus grandes ansias en mis brazos duermen, y buscándome va de oriente a ocaso. Y aun cuando los espacios ellas yermen, no me habrá de encontrar, que no ha llegado jamás el fruto a conocer su germen-. Calló la voz que así me había hablado; y sin poder hallar lo que buscaba, en el vacío me sentí agitado. Entre tanto, mi cuerpo que se hallaba a extrañas sensaciones sometido, sus fuerzas lentamente recobraba. Volví en mí del letargo en que sumido me había al ascender a esas regiones; recordé todo, y me sentí aturdido. De nuevo contemplé negras visiones vagar por los espacios de la nada, entre fiero clamor de maldiciones. 23
El antro recorrí con la mirada, ¡Dios! -dije-; y a mi acento temeroso contestóle una horrible carcajada. Bajé por un sendero tenebroso; mientras entre los gajes de su imperio se agitaba el Dios bueno y poderoso en el vacío oscuro del misterio.
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LUZBEL III
A los impulsos del delirio ardiente de mi fiebre, con paso vacilante descendiendo seguí por la pendiente. Y como el extraviado caminante que al fin quiere llegar de la jornada, avanzaba sin guía y anhelante. La materia al espíritu adunada, en el antro silente se sentía por nuevas energías alentada. 25
Un algo irresistible me atraía, y por más que avanzaba con presteza de aquella oscuridad nunca salía. Del sueño del letargo a la pereza había en un momento sucedido el brío sinigual de la entereza. El cuerpo que antes se creyó vencido, sobre aquel su anterior abatimiento, triunfante entonces, lo miraba erguido; como se yergue el huracán violento sobre el dulce clamor de suave brisa con lo sordo y horrible de su acento; como sobre el rumor de la sonrisa se yergue, pregonando su histerismo, la ronca carcajada de la risa.
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Recorría en mis ansias el abismo, en tanto que en su lecho se agitaba, como nunca tenaz, mi escepticismo. Aun ciego por la duda, yo buscaba, queriendo ver, los vivos resplandores que mi embotado encéfalo deseaba. Descendía sintiendo los dolores que engendra la esperanza ya vencida por desconsuelos negros y traidores. Avanzaba anhelando la querida luz rutilante que la lengua nombra y que busca la mente convencida; la llama augusta que el misterio nombra, el oasis que ansía el peregrino en aquellos desiertos de la sombra. Vencía a grandes trechos el camino que quizás ante mí se hizo al conjuro extraño y tentador de mi destino. 27
Mi paso, siempre anhelante, era inseguro; y lejos de encontrar las claridades, el sendero se hacía más oscuro. Perdidas otra vez mis facultades, acercábame al reino bullicioso do agitábanse el vicio y las maldades. Yo que ansiaba dejar lo tenebroso, febril, iba a cercándome a un paraje, como el otro terrible y misterioso. Presa mi alma era entonces del coraje que engendrara su innata rebeldía; y continuaba sin cesar su viaje,
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que aun cuando oculta mano le oponía una valla; en su empeño indefinible, con ardor y constancia la vencía. Sentía un enemigo incognoscible; y luchando furiosa y altanera llegaba a penetrar en lo imposible. Como no pudo el Caos la carrera detener, en su vano poderío, de los prodigios de la edad primera,
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así mi alma, pletórica de brío no veía la fuerza que lograra detenerla en la inercia del vacío. Al igual de ese ser que la impulsara a caer subyugada, se sentía, tras invisible, prepotente y rara; que si aquel, afanoso, se envolvía entre los misterios del abismo, también ella en sus ansias se veía, pregonando el poder de su estoicismo, y a las penas mostrándose arrogante, envuelta en el misterio de si mismo. En la lucha emprendida en ese instante su enemigo caía ya impotente, y ella se alzaba en su furor triunfante. Ya al fin iba a llegar de la pendiente, cuando espectros deformes me rodearon, y una lúgubre voz me dijo; - ¡Tente! 30
Sentí un vértigo horrible. Me asaltaron las mismas sensaciones anteriores, y mis nervios como antes se excitaron; mientras fantasmas mil aterradores elevaban sus gritos, parecidos de una báquica fiesta a los clamores. Allí juntos lanzaban sus rugidos ante un lúgubre duende anciano y feo por el cual se encontraban presididos. En medio de ese extraño murmureo, a impulsos de las dudas que traía, despertóse más fuerte mi deseo. Ante mí presentábase la orgia; macábrico banquete donde todo lo más extraordinario se servía.
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Huir quise de allí, mas no halle el modo; y en el festín sirviendo continuaron por vino fuego y por manjares lodo. Asco tales escenas me causaron; y sintiendo en mi ser fríos internos, ¿En dónde estoy? Mis labios balbucearon. -Te hallas en los espacios más externos del antro que recorres, vagabundo, -dijo el anciano- ¡Estás en los infiernos!
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Te encuentras en el báratro profundo, pero yo, Satanás, en él no habito, que es mi palacio el lodazal del mundo. Soy el que llaman infernal proscrito los hombres, sin fijarse en su demencia que soy otro Señor del Infinito. Conforme a la de Dios, es mi existencia dudosa; y cual la de él, es soberana, misteriosa e invencible mi potencia. De mi poder tan sólo el Mal emana y es por eso quizás que ya he logrado dominar toda la conciencia humana. Peca aquel que, en mi afán haya inspirado al pecar pasa a ser esclavo mío, ¿y quién es el mortal que no ha pecado?
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-Ya que no te limitas al vacío, contestéle curioso al duende anciano, enséñame, Luzbel, tu poderío. Y tomándome entonces de la mano, -Vas a verlo, exclamó con voz de truenoVictorioso. - Y de un pantano erguirse de aguas hediondas y de miasmas lleno, alzarse pude ver a los mortales entregados a horrible desenfreno. -Ahí tienes el producto de mis malesprosiguió con diabólica constancia el rey de las regiones infernales. Estás mirando la mundial estancia do pululan el vicio y la falsía, y domina el hedor a la fragancia; donde reina la sucia hipocresía y el honor se confunde con la escoria empujado por negra alevosía, 34
en donde la ruindad canta victoria, los puñales sacrílegos se esgrimen y son humo los triunfos de la gloria; don las mentidas lágrimas redimen, la corrupción se extiende dominante, sucumbe la virtud y vence el crimen, en donde la mentira depravante se absuelve con orgullo, y se condena a la verdad que se creyó triunfante; en donde el despotismo se enajena, y lejos de hallar vallas sus antojos, encuentran quien aguante su cadena; do en fin de la miseria los despojos infectan de los pueblos el ambiente mientras la libertad cae de hinojos.
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Pues bien, ese es el mundo. La corriente destructora del mal, fiero gobierno, y él es del mal la inagotable fuente. Sobre la cumbre de lo vil me cierno. di ahora si es más grande el Dios piadoso, que el Sultán invencible del infierno. Desapareció en el antro proceloso mientras que los espectros prorrumpían en un rugido sordo y pavoroso.
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Y en tanto que a Luzbel ellos seguían con sus blasfemias y sus muecas mudas, mi mente y mi conciencia se envolvían otra vez en el manto de sus dudas.
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LA RAZÓN IV
¿En dónde está la luz? –dije anhelante, a impulsos de mi ciego escepticismo; y una voz contestó - ¡Más adelante! Camina, que a la calma del mutismo sucederá el acento vigoroso que no vibra en las sombras del abismo.
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Camina, que en su afán verás, hermoso, brillar ese fanal regio que alumbra y trueca en claridad lo tenebroso. Tu vista el rastro de la luz columbra; pero no debe el hombre en este mundo contentarse jamás con la penumbra. Y continué mi ruta, vagabundo, aunque entonces con pasos más serenos hasta salir del antro tremebundo. Me encontré en un jardín rico y ameno, donde una fuente límpida y plateada corría entre el aroma de su seno, en donde susurraba una cascada, mientras besaba un sol la blanca frente de una rubia del astro enamorada, que, como el sol, hermosa y esplendente, al contemplarme dijo: -Soy la aurora que brilla en los espacios de la mente. 39
Soy la maga sonriente y seductora de ojos azules y cabellos de oro, y de frente serena y tentadora. Constituyo en la vida el gran tesoro, y presas de un extraño arrobamiento, los genios ante mí cantan a coro. Soy diosa del humano entendimiento, y es ese bello sol que centellea mi dulce adorador, el Pensamiento. Soy numen en la llama que flamea en los cerebros grandes y creadores con mi hija primogénita la Idea. Derramo sobre el mundo mis fulgores; y siempre triunfadora por doquiera voy a todos brindando mis amores.
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Soy la Reina arrogante y hechicera; entre todo lo grande, lo sublime; y entre todas las diosas, la primera. A las almas mi mano nunca oprime; antes por el contrario, si están mudas, mi acento les da voz y las redime. Pregono la verdad; mato las dudas, derrumbo los altares de los mitos; condeno a Efialtes y flagelo a Judas. Soy señor de espacios infinitos; y en lo hermoso y azul de esas regiones, mis sonrisas son luz, triunfos mis gritos. Condeno las impúdicas pasiones; y blande el duro látigo mi mano para azotarle el rostro a los mandones. Penetro en las tinieblas del arcano; desprecio lo que envuelve el misticismo, y mi poder se yergue soberano. 41
Y al estúpido y necio fanatismo con su sucio cortejo de mentiras y el miasma de su estulto fetichismo, en medio del concierto de mis iras, en el pantano lo hundo, mientras cantan más entusiastas las soberbias liras. Aquellos que me quieren se levantan; desdeñan los azares del presente; vencen lo bajo y lo grandioso implantan. Soy la Reina del Orbe; soy la fuente; soy la flor; soy el ave; soy destello; soy, en fin, la Razón: la Omnipotente. Y sin poner a mis preguntas sello, se irguió en su trono de esmeralda y flores, rivalizando, airosa, lo más bello.
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Entre gasas de aromas y colores, sonrió, feliz, como sonríe un hada, mirando al Sol, el Rey de sus amores.
Mi mente había sido convidada a asistir a la santa eucaristía de la augusta verdad siempre sagrada. Catequizada mi alma se sentía por el regio fulgor de aquellos ojos que su luz le presentaban: ¡ya veía! 43
Y al dulce acento de sus labios rojos, que me dieron más fuerza y más brío, ante la rubia me postré de hinojos. -Dime- le pregunté- ¿En tu poderío caben esos dos seres que he escuchado hablar cuando me hallaba en el vacío? ¿Ese Dios de que tanto me han hablado, ese Luzbel de cara ennegrecida, ¿existen en verdad? - ¡Los he matado! Me contestó altanera y sonreída -Con estas blancas y sedosas manos alcé el puñal que les quitó la vida; que nunca en mis imperios soberanos puede existir el déspota insolente, y Dios y Satanás eran tiranos.
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Hoy solo con el mito que impotente, no puede detener ya la carrera del rayo luminoso de mi frente. No podría existir aunque quisiera. soy la Diosa inmortal; y es necesario para que exista el mito que yo muera. Quisieron penetrar en mi santuario; llevé la luz a su paraje incierto, y con mi manto les formé un sudario; y entre armonías de inmortal concierto, cantó, tranquila, la conciencia humana, cuando dije triunfante: - ¡El mito ha muerto! Ya, bella, sonreía la mañana; y como nunca, dulce y esplendente, penetraba la luz por mi ventana.
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Desperté entonces…levanté la frente, y contemplé el espacio soberano, en mi oído sintiendo, convincente, la augusta voz del Pensamiento humano.
Pueblo Nuevo (estado Falcón, Venezuela), 1905
Peregrinación, Poema, Tipografía Económica, 1905 Ejemplar localizado en la sección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, a través de la obra Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano, Compilación de Ángel Raúl Villasana Años 1808-1960, Tomo V pág. 622. La mitad de la copia fue realizada por el historiador Isaac López y la otra mitad obtenida a través del doctor Jorge Saldivia en Biblioteca Nacional. “Es importante destacar que en la mayoría de sus textos el autor firmaba Wefer en lugar de Weffer” reza la nota al pie de página de la edición Peregrinación y otros textos dispersos, Fundación Literaria León Bienvenido Weffer, Consejo Nacional de la Cultura, Compilación de Isaac López, segunda edición ampliada, 2006.
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León Bienvenido Weffer (1885-1917) nació en Pueblo Nuevo de Paraguaná, estado Falcón, Venezuela. Periodista, editor y poeta destacado de su región, pero escasamente conocido en la literatura nacional, fue un escritor relacionado con las causas populares, siempre poseyó una conciencia social y crítica sobre su entorno, participando de varios movimientos estéticos y artísticos de su tiempo y de su región. Amigo del gran poeta coriano Elías David Curiel, y de otras figuras como Virginia Gil de Hermoso y Eugenio Blanco Salzedo. También participó en movimientos artísticos de la ciudad de Coro y fue colaborador de los diarios “Nardos”. “El Águila” y “La Prensa”, puede ser considerado uno de los principales representantes del posromanticismo venezolano, de una poesía hermética y metafísica, acorde con la estética de los tiempos. Además de sus numerosos artículos, publicó la notable novela Marta (1907) en la cual lleva a cabo una acerba crítica social de su momento histórico; su obra refleja una cuidada y lúcida escritura literaria; la misma que se muestra en Peregrinación (1905), un notable poema de largo aliento donde se dan cita complejos símbolos de la lucha entre la modernidad y los mitos, entre razón y religión, entre el bien y el mal, como atinadamente lo observa Gabriel Jiménez Emán en el prefacio de la presente edición.
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