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Breve discurso acerca del alma

Breve discurso ACERCADELALMA

Adolfo Hernández Muñoz (†)

Nuestras horas son minutos

cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender

ANTONIOMACHADO

Tumba de Plotino, s.III a.C.

todo se diluye en imprecisiones. La definición de alma nos habla de una sustancia espiritual e inmortal capaz de amar, entenPero vayamos por partes: ¿qué es el alma? ¿Qué dicen al respecto Plotino, Platón y Aristóteles? ¿Qué hay de materia y cuál es su parte espider y sentir y que, junto con su parte material, ritual, si existe? ¿Cuánto impactó lo dicho por constituye la esencia de la persona. Si, de acuerdo Maimónides y por Averroes, que consideraban con la etimología, psicología significa “teoría del una realidad el alma? ¿Cómo Tomás de Aquino alma”, nos encontramos ante un problema de se apropia de lo principal de las fórmulas arisinterpretaciones que nos remiten a la incerti- totélicas? ¿Qué dicen Descartes y Malebranche dumbre más profunda, entre ellas la zona que al respecto? Yasí seguiríamos con un volcán de concierne a la teología y sus veredas metafísi- opiniones acerca de lo que ha dado en llamarse cas. De esta suerte, la historia de la filosofía ha alma o entidad superior de la persona. Yalgo estado pletórica de definiciones en torno al muy importante: la concepción de la sustancia. alma. Para unos, es una concepción de origen Es decir, hay mucha tela para cortar y confecciomaterial: véase los atomistas con Demócrito a la nar y, desde luego, pretender eludir el dogmacabeza; con Platón, que la dividía en partes, y tismo que ronda implacable. los pitagóricos con su principio del movimien- Nos interesa citar a Plotino que, según varios to; llevado al extremo por Aristóteles, que lo historiadores de las ideas, es la primera mente, define como el concepto de la naturaleza –fun- griega, que se atreve a crear una concepción del dado por razones filosóficas y supuestos meta- mundo. El mundo tiene un ser recibido, es profísicos–, para finalizar, por el momento, con el ducto de la Divinidad –el Uno–; pero hay escopositivismo lógico de Russell. llos: el pensamiento helénico no es capaz de

enfrentarse con la nada; el mundo ha sido producido por el Uno, pero no de la Nada, sino por sí mismo. El ser divino y el mundo son, en última instancia, idénticos. De ahí el concepto de la emanación, la forma concreta del panteísmo.1

Plotino se planteó también el problema de la unión del alma con el cuerpo. Excluyó que ambos constituyeran una mezcla y sólo admitió que el alma fuera forma del cuerpo. El alma es por sí misma, en cuanto separada del cuerpo, una realidad impasible, pero puede decirse que tiene dos partes: la separada o separable y la que constituye una forma del cuerpo. Hasta puede hablarse de una parte media o mediadora entre las dos fundamentales.2

Plotino se interesa en especial por la parte superior e inteligible, la que no sufre alteración y es incorruptible. El alma se divide cuando se orienta hacia lo sensible; se unifica, en cambio, cuando se orienta hacia lo inteligible, hasta el punto de adquirir un rango divino. Digamos que, en cierto momento, las definiciones en torno al alma se tornan evanescentes, no hay que olvidar que, más adelante, Platón defendió un dualismo casi radical del cuerpo y el alma; el alma era para él una realidad esencialmente inmortal, aunque ello dependerá de lo que el hombre –en particular– haga con ella y si se ocupa con razón; y si tal sucediera llegaremos al “alma pura”. Navegamos, pues, hacia el hombre hecho en un proceso de decantación.

Avanzamos hacia intentos por materializar el alma. Demócrito, un presocrático de polendas encabeza un grupo que hace suyo el ente de Parménides y propone una división del cuerpo en átomos, que son cosas que se unen de formas diversas, entre ellas el alma. Aunque la definición no es enteramente válida, nos acercamos a la disección platónica y a la criba socrática mientras, por nuestra parte, nos quedamos pensando en el papel de las neuronas, muchos siglos después.

Así pues, llegaremos con Plotino al problema de la unión del alma con el cuerpo y nos daremos cuenta de que, aunque no acepta la fusión de ambas, sí establece un cordón umbilical de las dos partes –sustancias– en las cuales el alma es lo esencial. Rotundamente se considera que el alma es la causa, la fuente del cuerpo viviente, sobre todo a partir de Aristóteles.

Más adelante –sigamos en Grecia–, los maestros ambulantes, llamados sofistas, enseñaron por lo menos a intrigar al pueblo que los oía, creándoles, al modo orteguiano, su “yo y su circunstancia”; y la secuela crítica encarnada en Sócrates, quien pide ahondar, profundizar hasta llegar a definiciones más agudas, es decir, descubrir su esencia: un indagar constante acerca de lo que las cosas son verdaderamente.

1 Julián Marías, Historia de la Filosofía,Revista de Occidente,

Madrid,s/a,p.96. 2 José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía,Hermes,México, 1983,p.96. Mujer con espejo,Jean Raoux,Francia,c.1720.

B.Magee, Historia de la filosofía ,Planeta,1999.

Platón da fuerza, nada menos que a la idea, el horizonte socrático, donde todo se estructura maravillosamente en las conversaciones del filósofo con sus alumnos que todo el mundo ha conocido a través de sus Diálogos, y que por generaciones han llegado hasta nosotros. En esos escritos hay una sugestiva defensa del alma que considera inmortal, hasta culminar con dos nociones importantes: la idea del ser como género supremo y también la del bien, “el sol de las ideas”, hasta resumirse en: la idea de las ideas.3

Julián Marías define en el apartado “Ética moral platónica”:

[...] muestra un paralelismo estricto con su teoría del alma. Las partes de la psique humana tienen una correspondencia ética rigurosa. Cada una de ellas tiene que estar regida de un cierto modo, tiene que poseer una virtud particular, una calidad en queconsiste su funcionamiento perfecto. La parte sen-sual requiere moderación, lo que se llama tradicionalmente templanza (sophrosyne). A la parte afectiva le corresponde la fortaleza o ándría. La parte racional tiene que estar dotada de la sabiduría o prudencia, de la phrónesis. Pero aún hay una cuarta virtud; las partes del alma son elementos de una unidad, y están, por tanto, en una relación entre sí; esta buena relación constituye lo más importante del alma y, por consiguiente, la virtud suprema, la justicia o dikaiosyne. Éstas son las cuatro virtudes cardinales, incluso al cristianismo (prudencia, justicia, fortaleza y templanza, según la denominación usual).4

El concepto del alma tiene origen religioso y seguramente de los pitagóricos: de ellos viene la idea de la transmigración. Pero también se apuntan contradicciones. Sócrates aplaude la liberación del alma de las ataduras del cuerpo y da a la razón cobijo. En el diálogo platónico

3 Platón, Diálogos,Sarpe,Madrid,1983,pp.52-53. 4 Julián Marías, op.cit.,pp.52-53. Echecrates y Fedon, ante un Sócrates a punto de tomar la cicuta que lo conducirá a la muerte, dijo cosas como las que siguen:

—Según tu opinión –añadió Sócrates–, la actividad del hombre no se centra en sus funciones corporales, sino en las espirituales. ¿No es cierto? —Lo es. —Podemos convenir entonces que la inclinación del filósofo es más acusada que la de los demás en apartar el alma de las necesidades del cuerpo. —Cierto. —Pero –continuó– la mayor parte de los hombres creen que no vale la pena vivir sin el placer y las comodidades del cuerpo, y quien no goza de ellas, se halla más próximo de la muerte que de la vida. —Tienes razón en ello, Sócrates. —¿Yacerca de la adquisición de la ciencia? —¿Puede ser el cuerpo un obstáculo? [...] —¿No crees que es por medio del razonamiento, por donde el alma alcanza la verdad? —Sí. —¿Yno razona mejor cuando no se le oponen ni la vista, ni el oído, ni el dolor, ni el placer, y se aísla en sí misma desentendiéndose del cuerpo para entrar en relación con lo real? —Creo que tienes razón. [...] —Me parece muy bien, Sócrates, todo cuanto has dicho, pero una sola cosa puede resultar incomprensible para los hombres, pues creen que cuando el alma se separa del cuerpo, nada existe ya, y el mismo día en que el hombre muere, el alma se desvanece y se disuelve como un vapor que se diluye y no se percibe en parte alguna. Pero, si persiste recogida en sí misma y alejada de todos los males que ahora describiste, sería una gran y hermosa esperanza que fuera cierto todo cuanto has dicho. Pero necesita una amplia argumentación y pruebas el hecho de que el alma exista después de la muerte del hombre y, además, tenga fuerza e inteligencia.5

5 Platón, op.cit.,pp.40-41,139.

En resumen, para Sócrates, el alma se acerca a lo divino, y el cuerpo a lo mortal. Por lo mismo, el alma –invisible– se dirige a un lugar bueno y sabio, llamado Hades. Surge la pregunta: ¿cree Platón en lo que nos relata de modo tan admirable?

Aristóteles

Con Aristóteles entramos en la madurez de la filosofía griega. Su inmensa figura se define como ansia proteica de saber y por el asombro que moverá la llave filosófica del logos, es decir, la sabiduría. Yasí entramos en la sustancia.

La sustancia es el ser que existe por sí mismo; es la categoría fundamental. Más adelante veremos que la sustancia verdadera para Descartes y para Spinoza es Dios, para Hume, es una construcción mental, en tanto Kant la resume como “una sensibilidad”.

Volviendo a Aristóteles, el alma es, de algún modo, todas las cosas, una “unidad de entendimiento”, opinión que, a la larga, daría cuerpo a la naciente inquietud cristiana y también a Averroes, de quien nos ocuparemos adelante. La materia cobra fuerza como ontología de lo viviente. Vida es, para Aristóteles, el nutrirse, crecer y consumirse por sí mismo. El alma es, por tanto, la forma o actualidad de un cuerpo vivo. El alma informa la materia del viviente y le da su ser corporal, lo hace cuerpo vivo, es decir, no se trata de que el alma se superponga o agregue al cuerpo, sino que “el cuerpo –como tal cuerpo viviente– lo es porque tiene alma”.6

Entre los filósofos españoles-árabes, destaca Averroes (Ibn Rochd o Ibn Rushd) natural de Córdoba, nacido en 1126, y su diagnóstico es que: la materia es una potencia universal, y el

6 Julián Marías,“Aristóteles.La esencia del alma”,en op.cit.,p.75.

B.Magee, Historia de la filosofía ,Planeta,1999.

Platón y Aristóteles, La escuela de Atenas (detalle), Rafael,s.XVI.

primer motor extrae las fuerzas activas de la materia; este proceso se realiza eternamente y es la causa del mundo sensible y material. Fue el autor de la famosa teoría de la ‘doble verdad’ que dominó el averroísmo latino, según la cual una cosa puede ser verdadera en teología y falsa en filosofía, o a la inversa.

Maimónides (1135-1204), que nació también en Córdoba, sostuvo que las almas humanas están compuestas de materia y forma, por lo que no son inmateriales:

El alma, que es una, es en cierto modo la materia y la inteligencia es su forma; mientras ésta no llega a ser copartícipe, la existencia de la aptitud para recibir la forma es nula y sin objeto.7

Para Maimónides, las almas son individualmente inmortales y no sólo bajo una supuesta forma común a todas ellas. Recordemos, asimismo, que Maimónides, el gran pensador hebreo,

7 Julián Marías,“Averroes” y “Maimónides y su Guía de perplejos”, en op.cit.,pp.51,150.

escribió una obra de gran resonancia: Guía de perplejos (Dux perplexorum) que, en resumen, es una armonización de la filosofía aristotélica con la religión judaica.

Después de él y de Aristóteles, emana cierta tendencia corpórea de materialización, en lucha contra el “carácter pensante” del alma y la “conciencia moral”; ambas, concepciones de San Agustín. Al alma la mueve un peso, el cual podríamos definir como amor, que podría ser también –cumbre agustiniana–, caridad, cuyos reflejos llegarán hasta San Francisco.

Pero es “el doctor angélico”, Tomás de Aquino, quien más cuerpo proporciona a la doctrina cristiana, tomado en buena parte de las enseñanzas aristotélicas.8 De ella deducimos que el alma es una forma sustancial del cuerpo humano, primer principio de la vida. El alma es quien hace que el cuerpo sea cuerpo, es decir, cuerpo viviente. De esta suerte, la materialidad es un hecho, somos una fuerza subsistente, una intimidad personal. En concreto, lo fundamental en el tomismo es un puente entre la idea del alma como subjetividad e intimidad y la idea del alma como entelequia.

Estas ideas hicieron surgir temores de una posible apostasía en los suspicaces medios clericales que, finalmente, no prosperaron. Después, con Descartes, volvemos al carácter pensante del alma, hasta el teísmo total de Malebranche: todo viene de Dios (“vemos todas las cosas en Dios”). Tomás de Aquino manifiesta que:

La esencia es aquello que se significa mediante la definición de la cosa; y la definición de las substancias naturales no sólo contiene la forma, sino también la materia; no de otro modo difieren, en efecto, las definiciones naturales y las matemáticas[…]9

8 Tomás de Aquino, De los principios de la naturaleza,el ente y la esencia sobre la eternidad del mundo,Sarpe,Madrid,1983,p.58. 9 Idem.

Al pasar los años, hay cambios importantes que hacen dudar de las afirmaciones religiosas. Así, del ‘alma irrazonable’ ubicada por Plutarco en el corazón (esencialmente pitagórico) pasamos al materialismo emergentista que sostiene que la mente surge de la organización cerebral. Estamos, pues, a años luz de la poética socrática con su consoladora presencia del Hades.10

Un animal, y todavía más un hombre, está formado por experiencias de una manera que no lo está la materia muerta. De esta suerte: el materialismo dice que todo es materia y que sólo existe el cerebro. La mente es el cerebro. Todo estado mental es idéntico a un estado cerebral. Con amplia y penetrante lógica, Bertrand Russell, en Religión y ciencia, aclara el discutidísimo concepto de materia y proporciona argumentos para desembocar en estructuras lógicas. Nos dice:

Si tenemos que creer en la supervivencia de una personalidad después de la muerte del cuerpo, debemos suponer que hay una continuidad de recuerdoso al menos de hábitos, puesto que de otra manera no hay razón para suponer que la misma persona continúa. Pero en este punto la fisiología pone dificultades. El hábito y la memoria son debidos a efecto en el cuerpo, especialmente en el cerebro; la formación de un hábito puede pensarse como análoga a la formación de una corriente de agua. Ahora bien, los efectos en el cuerpo que dan nacimiento a los hábitos y recuerdos se desvanecen por la muerte y la decadencia, y es difícil ver, a menos que haya un milagro, cómo puedan ser transferidos a un nuevo cuerpo tal como el que se supone que habitamos en la otra vida. Si somos espíritus desencarnados, la dificultad aumenta. En efecto, es dudoso, con las modernas opiniones sobre la materia, que un espíritu sin cuerpo sea lógicamente posible. La materia es sólo una cier-

10 Juan C.González García, Diccionario de Filosofía,Edaf,Madrid, 2000.

ta manera de agrupar acaeceres, y, por consiguiente, donde hay acaeceres hay materia. Si, como sostengo, la continuidad de una persona durante toda la vida de su cuerpo depende de la formación de hábitos, debe depender también de la continuidad del cuerpo. Sería tan fácil transferir una corriente de agua al cielo sin pérdida de identidad como lo sería transferir una persona.11

El pensador, con la contundencia humorística que no lo abandonó a lo largo de su amplia carrera, resume:

La personalidad es esencialmente una cuestión de organización. Ciertos acaeceres agrupados por medio de ciertas relaciones forman una persona. El agrupamiento es efectuado por medio de leyes causales, las conectadas con la formación de hábitos, que incluye la memoria, y las correspondientes leyes causales dependen del cuerpo. Si esto es cierto, y hay sólidas bases científicas para pensarlo así, esperar que una personalidad sobreviva a la desintegración del cerebro es como esperar que un club de cricket sobreviva cuando todos sus miembros han muerto.12

Con el emergentismo, que es la relación entre la mente y el cuerpo, representado por el cerebro, tendremos niveles de organización que lo proporcionan: las neuronas que solas no representan pensamientos, todas juntas dan por consecuencia nuestros pensamientos generados por diferentes conexiones a todos los niveles. De este modo, en la actualidad, el problema filosófico del alma es tratado desde la relación mente-cerebro o mente-cuerpo. Los materialistas afirman que la mente y el cerebro son lo mismo. Lo que denominamos alma es un conjunto de funciones cerebrales. Ni siquiera cabe hablar del alma como unidad. Los dualistas, por el contrario, sostienen que el alma es una unidad de naturaleza espiritual, de origen divino y totalmente independiente del cuerpo, una especie de substancias interconectadas por Dios (buscar a Descartes y a Leibniz).

Podemos poner punto final a esta serie de noticias que sólo buscan incentivar a los estudiosos en torno al tema que nos ocupa. No está de más una reflexión futurista: los avances en inteligencia artificial, las computadoras capaces de razonar pueden generar controversia: “Si los ordenadores llegan a ser capaces de reproducir la parte racional del hombre, ¿podremos decir que también tienen alma?”13 Al respecto, importantes investigadores de neuroingeniería muestran un respeto admirativo hacia el diseño cerebral y dicen: “Es muy elegante y mucho más eficiente que cualquier cosa que podamos crear”.14

Por nuestra parte, en este entramado, diremos que la neurona –y la unión de ellas que genera los pensamientos– tendrá identidad totalmente material, pero con un ligero toque extrasensorial para darle incertidumbre al asunto.

11 Bertrand Russell, Religión y ciencia, FCE,México,1956. 12 Idem.

Referencias CHIP, Walter, “Máquinas que piensan”, Discovery en español, enero, 2003. FERRATER Mora, José, Diccionario de Filosofía, Hermes, México, 1983. GONZÁLEZ García, Juan C., Diccionario de Filosofía, Edaf,

Madrid, 2000. 13 Juan C.González García, op.cit. 14 Walter Chip,“Máquinas que piensan”, Discovery en español, enero de 2003.

MARÍAS, Julián, Historia de la Filosofía, Revista de Occidente,

Madrid, s/a, PLATÓN, Diálogos, Sarpe, Madrid, 1983. RUSSELL, Bertrand, Religión y ciencia, FCE, México, 1956. TOMÁS de Aquino, Santo, De los principios de la naturaleza, el ente y la esencia sobre la eternidad del mundo, Sarpe,

Madrid, 1983.

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