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Si no caen en domingo, los “Santos Reyes” no son el 6 de enero
sentidos
Y SIGNIFICADOS
Si no caen en domingo,
LOS “ SANTOS REYES” NO SON EL 6 DE ENERO
Arrigo Coen Anitúa (†)
www.wikipedia.org La Iglesia podrá “decir misa”, según reza la expresión popular, pero la costumbre de celebrar la adoración de los santos reyes sigue fi ja en la noche del 5 al 6 de enero, pese a que la liturgia la haya pasado al domingo más próximo a esa fecha; lo mismo sucede con el Corpus Christi: el pueblo persiste en llevar a bendecir sus animales el “día de las mulas”, el jueves, aunque la fi esta sea ahora, ritualmente, el domingo. Y tampoco hay razón para identifi car la Epifanía sólo con la adoración de Mosaico de San Apolinar Nuovo (Rávena, Italia), que muestra a los Reyes Magos. los “reyes” magos. (Lo de magos pase, porque se daba ese nombre a quienes poseían o ejercían una ciencia o un poder, más o menos secretos; pero nada en el evangelio autoriza a suponer que fueran reyes.) En el mundo grecorromano y, si se quiere, desde Homero, epipháneia designaba la aparición bienhechora de la divinidad o la ‘manifestación’ protectora, de un ‘salvador’ (en griego sootéer), se hizo sinónimo de parusía (del griego parousía, ‘presencia’, ‘llegada’), la visita ofi cial hecha por un rey a una ciudad. Entonces los reyes se proclamaban como encarnación de dios y salvadores de los pueblos. Así como la fecha del día del sol invicto, dies invicti solis, fue adoptada en Roma por el cristianismo para festejar el nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre, de igual modo en Oriente se escogió el 6 de enero, data en que se celebraba el solsticio de invierno, para conmemorar el bautismo de Jesús.
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Reproducción de la escena de la Epifanía de la iglesia de la Asunción de Navasa, s. XII.
Entre nosotros (occidentales), la Navidad es recuerdo del nacimiento en Belén y de la adoración de los pastores: la fi esta de la epifanía se refi ere a la ‘manifestación’ del “Verbo Encarnado” a los magos, representantes de los gentiles, al bautismo de Jesús y a la conversión del agua en vino en Caná, y hay quien agrega la transfi guración en el monte Tabor. Pero en la Edad Media el tema de los magos se unió a expresiones folclóricas, predominó sobre los otros pasajes de la vida de Cristo y los excluyó. A las luces de la lingüística, es de lo más interesante la familia a que pertenece la voz epifanía. Comencemos por el término fantasía del latín phantasia, ‘idea’, ‘aparición’, adoptado del griego, lengua en que signifi ca ‘apariencia’, ‘imaginación’, y éste del phantázein, ‘hacer visible’ (en sentido fi gurado, ‘visible a la mente’) sacado de phaínen, ‘mostrar’. Phaínoo, ‘muestro’, es probablemente un metaplasmo de phanioo, con étimo bhanio o bhenio, de la raíz bhan-, a su vez una extensión fonética y semántica de bha-, como en el sánscrito bhaati, ‘brilla’, ‘es brillante, luminoso’, y bhaanus, ‘luz’, ‘claridad’ (del día, por ejemplo). El adjetivo de fantasía es fantástico, que nos llega, vía latín medio, como fantasticus, y del latín phantasticus, desde el griego phantastikós, ‘relativo a la imaginación’ y ‘capaz de imaginar’. Sigue fantasma, también del griego: phántasma, ‘aparición’, ‘visión’, ‘sueño’; y de ahí fantasmagoría, nombre que se forjó para unas funciones de linterna mágica, muy a principios del siglo antepasado (¿1801?), quizá tomando el elemento ágora, ‘reunión’ o la terminación de alegoría. A este campo pertenece
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Fantasmagoría, de Etienne Gaspard Robertson, 1798.
también el nombre del personaje creado por los novelistas Pierre Souvestre y Marcel Allain, Fantômas. Todavía en los primeros años del siglo pasado se usaban unos carruajes descubiertos, de cuatro ruedas (más pequeñas las delanteras), altos y ligeros, denominados faetones. Es obvio que el término se tomó del nombre de Faetón (Phaetoon en griego), hijo del Sol, a quien su luminoso padre le permitió conducir al fulgurante carro, con fatales consecuencias. Más dicciones de esta familia son fenómeno, fenomenal, fenomenología y fenomenológico.
Quirófano, diáfano, diafanidad y el feo diafanizar vienen, siempre vía latín, sea clásico, bajo o medio, del griego diaphanées, ‘transparente’. De muy semejante signifi cado al de epifanía es la teofanía; en griego, la theophaneía era la ‘aparición (física) de un dios’. A la onomástica contribuyó esta forma con los nombres de Teofanio y Teófanes, y con el apellido Tiffany, del famoso orfebre neoyorquino. Y no olvidemos que también hay el nombre Epifanio, y otrora se dio el sobrenombre de Epífanes. La acción de phaínein, ‘aparecer’, es phásis, ‘aparición’, que se dijo de la de una estrella; después, de la verdad, gracias a una ‘declaración’, como cuando se aclara algo es que “ya ‘apareció’ el peine”. En el lenguaje moderno, phásis dio el español fase, que primero se aplicó a cada una de las de la Luna, con el sentido de ‘estado’ o ‘aspecto’; recientemente la ciencia y la técnica tomaron la dicción y le han dado diferentes acepciones, según la disciplina de que se trate. Por último, con el prefi jo en- de intensidad en este caso, se forma émphasis (con m ortográfi ca delante de p) en griego, y de ahí, vía latín, tenemos énfasis en español, con sus derivados enfático y enfáticamente, y ese asqueroso enfatizar que ya se nos coló.