Correo del Maestro Núm. 261 - Febrero de 2018

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Overoles azules1 www.facebook.com/internadojose.amarillas/

Roberto I. Pulido Ochoa*

Develar una parte de la historia de la educación en México, a través de la memoria heredada, es una tarea contra la expulsión y el olvido. Mi historia está cargada de una cultura magisterial: padre, hermanos, tíos, sobrinos, todos somos maestros o maestras. He acumulado un saber magisterial de varias generaciones, de ahí la importancia de narrar en primera persona mi historia como maestro.

Una autobiografía es ante todo el relato de una vida; como toda obra narrativa es selectiva y, en tanto tal, inevitablemente sesgada.

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rente a la memoria adquirida, transmitida o heredada, existe la memoria directa, a veces llamada espontánea, que es nada menos que la experiencia vital, propia, de los individuos o grupos, y que es, esencialmente, la memoria viva. En la historia de la educación, la exploración de la memoria de la infancia recién comienza. […] Indagar la memoria de la infancia permite, de manera particular, una comprensión del pasado desde una mirada centrada en el presente, habilitando el desplazamiento entre distintas temporalidades para recuperar un tiempo que se escabulle (Carli, 2011: 23).

PAUL RICOEUR,

El internado José Amarillas1 Vivía con mi madre, escribana que trabajaba en el Registro Público de la Propiedad en Tlaxcala, y estudiaba la primaria en el internado General de División José Amarillas,2 de ese mismo estado. Seis años de mi vida, de los siete a los trece, plenos de alegrías y tristezas, ilusiones y desesperanzas, paz y guerra. Ese lugar me dejó una gran huella. Además, fueron años importantes en la educación en México, un momento coyuntural, sobre todo para muchos de nosotros, hijos

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Título inspirado en la historia de un obrero italiano narrada en el libro Overol azul de Tommaso Di Ciaula (1978). * Doctor en Pedagogía por la UNAM. Docente investigador del área Diversidad e Interculturalidad de la Universidad Pedagógica Nacional.

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Autobiografía intelectual

Las escuelas para hijos de militares se plantearon en el periodo del general Lázaro Cárdenas del Río, en 1935. “Eran necesarios [los establecimientos] porque los constantes cambios de lugar del padre (militares) daban como resultado que se malograra la educación de sus hijos. […] se brindaba a los hijos de los juanes, alojamiento, ropa, alimento y cuidados. […] En 1938 se abrieron sucursales en Tlaxcala, Torreón, Zacatecas, Chiapas, Puebla y Mérida” (Lerner, 1979: 134).

CORREO del MAESTRO

núm. 261 febrero 2018


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