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El esplín del COVID-19

Por: Daniela Díaz Olvera y Alfonso Miranda.

El paradigma de pensamiento conocido como Modernidad está en crisis. Está en franca extinción. Aquellos preceptos que dieron sentido al librepensamiento: libertad, igualdad y fraternidad, hoy son obsoletos.

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El status quo –tanto en Oriente como Occidente, en un mundo global–, se desvanece. El conservadurismo y la corrección política inhiben el pleno ejercicio de las libertades fundamentales: de expresión, de culto, el modo de vivir dignamente y sin miedo. Las diferencias sociales, raciales, étnicas, de género y sexuales son manifiestas y categóricas, y encuentran cada vez más arraigo en las sociedades. La lógica y la razón de aquellos que ostentan el poder político se han visto eclipsadas por la práctica de valores tradicionales —moralizantes y adoctrinantes— que imponen una ideología basada en la adoración al líder y generan nacionalismos exacerbados que coartan la fraternidad entre los pueblos. El capitalismo industrial basado en las ideas modernas que construyó el neoliberalismo, y este está cayendo: es un sistema fallido. De hecho, nunca funcionó del todo ni para todos.

La imposibilidad de ser humano demasiado humano esta respiración dentro y fuera fuera y dentro.

Charles Bukowski, fragmento de Bestias saltando en el tiempo en el poemario Estás tan solo que a veces tiene sentido, 1986

Lo anterior genera una fuerte sensación de vacío, relativismo, tedio... Un tedio existencial porque hay algo que se derrumba. Nada deja de existir sin sustituirse, por lo que hay algo nuevo que comienza a aparecer con fuerza e impacto, pero que aún no pude definirse. Es identificable como un rompimiento de la situación imperante, sin nombre

y sin características que se puedan puntualizar. Decía Heidegger que la angustia es la reacción del humano ante la nada, mientras que el tedio es la reacción ante el todo. Se trata de una sensibilidad lastimosa y profunda que necesita resolverse, expresarse. Tradicionalmente, el tedio se expulsa mediante la contemplación y la creación. El arte, en todas sus potencias y posibilidades, es resultado de ese impulso; recintos como museos, galerías, teatros, salas de cine y de conciertos, bibliotecas… han sido espacios de apreciación estética, de aprendizaje, de meditación y abstracción.

¿Qué sucede cuando la actividad artística se encuentra en impasse, cuando las instituciones que investigan, difunden, patrocinan, promueven y ofrecen experiencias estéticas cierran sus puertas, aunque sea de forma involuntaria? Es un hecho inevitable que algunas de las vivencias más conmovedoras del arte, a menudo implican estar en espacios abarrotados; asistimos en compañía de otros, del otro. ¿Qué significa dejar de ocupar el espacio público, el espacio per se? Vacío. Silencio. Quietud. Ansiedad. Miedo. Un cambio en el paradigma estético, cultural, económico y social se avecina…, más bien, ya llegó.

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